Revista MacGuffin Vol 3, N. 1. PandeMica

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QUEQUE DE MANTEQUILLA Por primera vez en mucho tiempo, mami está bien. Solo se toma las pastillas en la noche y pasa más tranquila en el día. Hoy hasta hizo su famoso queque de mantequilla; cuando lo sacó del horno y me pidió que oliera para ver si quedó bien, sonrió por primera vez en no me acuerdo cuánto. Ese queque era solo para eventos especiales y, bueno, que esté feliz es especial. Ha envejecido tanto en estos meses. Sí, está más delgada. Los dos lo estamos y, en nuestro caso, no es bueno. Desde antes ya parecíamos desnutridos, ella tan pequeñita y frágil y yo con estos brazos larguiruchos. Cuando salgamos, cuando sea que ella se anime a salir, la gente va a decir que estuvimos enfermos. Yo ya ni sé qué es la enfermedad y qué no. Me costó meses convencerla de que yo ya había desinfectado las compras: el aparta apestaba a Lysol, y nos ahogábamos con los químicos. Bueno yo, porque ella se ponía la mascarilla para guardar todas las cosas. Pero ya está más tranquila, come y no usa la mascarilla cuando yo vuelvo del súper. Sí me recuerda que deje los zapatos en la entrada, y que me lave las manos, y que desinfecte el celular. Todo lo que yo ya sé hacer. Todo lo que hago. Hoy le cociné pollo al horno. No quiere pollo frito, aunque le encanta, porque dice que ese olor a fritanga se queda en el aire. Yo le paso diciendo que podemos abrir las ventanas al balcón sin temor, pero no me deja. Paso a paso. Por ahora, las abro en las noches, cuando ya está dormida y yo me siento el balcón, mientras dejo entrar frío y saque toda esta energía negativa. Claro que nos hemos peleado. Varias veces. La primera pelea fue cuando llegué: que me limpiara, que desinfectara, que no hablara muy fuerte y anduviera tapado, aun dentro del aparta. No sabíamos qué era lo que había que hacer. Todavía no sabemos, pero ahora estamos enojados con el mundo. Por eso nos peleamos, al fin y al cabo, somos nuestro mundo. Hasta que yo tengo que ir al supermercado. Un día me dijo que ella quería ir, pero rápido se quitó. Yo quería que fuera, para que tuviera menos miedo, también rápido me quité. Con certeza habrá más peleas. El apartamento es muy pequeño y el futuro muy incierto para que no haya tensión. Se enojó conmigo porque yo me reí cuando escuchamos a los vecinos coger por primera vez. No sé si fue risa de nervios, o para no llorar, pero me reí. Natanael le daba durísimo a Ariana. Los dos son guapos. Son esa pareja que da placer ver, e imaginar. Sentí celos. Por supuesto que los sentí. A las once de la mañana un martes. ¿Quién putas coge a esa hora? ¿Un martes?

Bernardo Montes de Oca


“Pero, ¡haga algo!”, me gritaba. ¿Qué quería que hiciera? ¿Ponerme la máscara, lavarme las manos, agarrar el tarrito de alcohol en gel, ponerme los zapatos de afuera, salir y tomar el ascensor, luego ponerme alcohol para tocar la puerta? ¿Todo para interrumpir un polvo? No jodás. Le dije que los dejara, “afortunados ellos”. No me habló por dos días. A veces es mejor que sea así, aunque no me gusta que haya mucho silencio. Al fin y al cabo, me vine para cuidarla y estar con ella. Eso trato. “Vení, que no quiero estar sola con esto. No quiero que me dé el virus y si me muero, que al menos estés vos para que me metás en una bolsa”. “No digás eso”, le dije. Obvio que metí toda mi ropa en una maleta y agarré el primer taxi que pude. Hago lo mismo que hacía en mi aparta, pero vagueo menos y trabajo más para que no me regañe. Hasta me corrige el tono en ciertas llamadas. Eso sí, me ahorro el alquiler y bajé los gastos. Pero me hace falta masturbarme con tranquilidad. A veces me da pereza esperarme hasta que ella se duerma para ir al baño, entonces se me van las ganas. Sí, dormimos en la misma cama, es lo que hay, pero prefiero su calor al frío de la adultez. En realidad no hay problema, si no hago ruido, cierro la puerta y, además, con esas pastillas, nada la despierta. Pero la idea que una tabla llena de comején me separa a mi de mi madre mientras me masturbo no me encanta. Ella detesta el vicio, en todas sus formas, y ese es el que más odia. “¿Para qué compraste vino de caja?” Me interrogó cuando guardaba las compras y le dije que era para cocinar. No quiere que me emborrache. “Dicen que el virus se le mete si usted toma mucho”, pero antes, por el alcohol, se me pegaban los herpes, y antes de eso, se me pegaba otra cosa. Aun así logro emborracharme, pero lo hago viendo Netflix o algo así, y trato de no moverme mucho y que no me diga “estás jumas”. Sí, mami, estoy jumas y cuando te vayás a dormir me voy a masturbar en el baño mientras pienso en bailar, y gritar y sudar, y coger. Hoy compré demasiadas cosas y me costó montones traerlas desde el súper. No puede ser que haya pasado tanto tiempo que ya ni aire tengo. No quiero hacer ejercicios porque mami no deja abrir las ventanas y qué asco que aquí huela a cebolla. Sudé montones y para peores, cuando iba en el ascensor, me encontré a Natanael y, bueno, toda la tensión esa rara que hay: ¿cómo se saluda? ¿hay que hablar? ¿Cuánto son dos metros? Ya ni sé y yo, puro sudor. Qué vergüenza.


Tal vez a él le da vergüenza las peleas con Ariana. Cuando les preguntan, deben decir lo mismo de mami y yo: es el encierro. Lo dudo. Dicen que es el amor. Lo raro es que mami no se enoja con esas peleas. Tal vez la tranquiliza saber que hay otra gente igual de tensa que nosotros. De seguro por eso se enoja cuando se reconcilian y cogen. Y cogen y cogen. Es un caso, Natanael. Él se pasa por el culo todo eso de la burbuja social en el ascensor. A veces hasta anda sin mascarilla. Hoy, antes de que entrara al ascensor, quería decirle que a mí me tensa eso, que mi mamá es viejita y no quiero enfermarme, pero sería hipócrita. A través de la tela me llegó su peste a tabaco. Me lo imagino después de coger, sin camisa, con esos calzoncillos europeos pequeño. El pecho todo peludo y fumándose un cigarro. Una vez, le escribí para que lo apagara, y pensé que me iba a mandar a la mierda. Pero más bien se disculpó. Me sorprendió. De vez en cuando, me lo encuentro en el súper y me sorprende verlo con mascarilla. Porque se ve bien y se nota que no le gusta usarla. No sé si será de esos que dicen que el virus es una conspiración; no sé, pero quiero decirle que sea lo que sea, puede matar a mi madre. Yo sabía que luego de vernos en el ascensor me iba a escribir. A veces lo hace, y yo no me enojo. Pero llevaba cinco días de que no me escribía. Aquella vez, no sé si supo que yo no podía dormir o qué, pero me escribió ya bien tarde. No tenía nada más que hacer y le escribí de vuelta. Me dijo que estaba arriba, en el lounge. Que nos mandáramos una birra a o un cigarro a la distancia y sonaba muy tentador, pero mami se estaba comenzando a tranquilizar y yo tenía ganas de ir al baño. Hablamos por un tiempo, y luego, traté de cerrar la puerta con el silencio de siempre para que mami no se despertara. Hoy me escribió. Que cómo estaba, que qué calor. Le conté que todo bien, que mami hasta había cocinado hoy. Luego le dije que siempre le queda riquísimo el queque, huele a pura mantequilla, y eso era lo que más me gustaba. Él me contó que, allá en Italia, tienen un queque que se llama Margherita, que además de mantequilla lleva esencia de limón y que el olor es riquísimo. Le dije que se lo iba a sugerir a mami. Después no nos dijimos nada, pero ambos estábamos conectados. Quería decirle, no quería perder la oportunidad, entonces le conté que mami llevaba semanas más tranquila y me dijo que qué bueno. Y sí, tiene razón. Qué bueno. Por eso no quiero decirle que cuando mami me puso la tajada de queque enfrente y la probé, no me supo a nada. No me llegó ese olor de hace años.



Amor corona Amorenentiempos tiempos de corona Él dice que fui un gusto adquirido, yo amor a primera vista. Nos conocimos por una de esas redes sociales. Todo un “match”. Que dónde trabajábamos, un meme por aquí, un cumplido pícaro por acá. “Oye, qué bien que te ves en esa foto”, una gata de mascota, una expansión pequeña en el oído izquierdo y una constelación tatuada en el abdomen. Tenía toda la pinta de un “bad boy”. Estuvimos hablando casi un mes antes de conocernos. Fue justo cuando comenzó la pandemia en nuestro país. Cuando nos vimos por primera vez, no fue lo que esperábamos. Él vivía con una pareja de lesbianas y sus tres perros: un disque shih tzu mutante, un beagle regordete y un chihuahua con Parkinson. Ambas pertenecían al Organismo de Inteligencia Judicial, una era hermosamente neurótica y la otra sublimemente sarcástica. Me recibieron los perros emocionados, y la sarcástica con su arma. Fue el primer chiste de la noche. El “bad boy” se mantuvo distante, callado. No le gusté físicamente, pero eso es algo que me comentó hasta tiempo después. Dormimos abrazados. O lo intentamos, porque nunca me ha gustado eso del calor de otro para dormir. Irónicamente soy friolento. Al despertar, se subió encima mío y me dio un beso fugaz en los labios. Como para probar si sentía aquellas famosas mariposas. En su caso, nunca volaron. En el mío, hacían un huracán en mi estómago.

Thomas Bornemisza

Él tenía todas las intenciones de no volverme a ver. Yo no lo sabía y le escribí intensamente todos los días. Y como la labia no me falta siempre tocaba temas que le interesaban. Nos volvimos a ver. Esta vez llegaron otras dos amigas más. Era una fiesta en tiempos de corona. Máximo 6 personas, por medidas del Ministerio de Salud. Igual la hicimos a escondidas, para que ningún vecino llamara a una patrulla. Era en épocas de un especial que estaban dando en la televisión sobre un programa de puro pachangón. Estábamos a todo dar: traguitos, jugando con tarjetas para tomar, imitando coreografías de Dua Lipa y entonces sucedió. “Bad boy” comenzó a hacer El baile de la mosca y otras coreografías de los Baha Men. Tenía una gorra hacia atrás, camisa negra y un jeans oscuro. No entiendo qué fue, si su sensual movimiento de caderas y los brincos en coordinación con los peculiares movimientos de brazos, o si era lo ridículo de la escena en la que me encontraba, pero en ese instante supe que estaba enamorado. Él dice que ese día lo conquisté. Alabado sea el licor. Nos hicimos novios por error. El “bad boy” había perdido el trabajo y la hermosamente depresiva le dio una de sus pastillas para dormir. Hablaba relativamente normal por teléfono él, solo que su memoria era de un pez dorado y se confundía con sus referentes. En una de esas se le escapó y se refirió a mí como su novio. Ni qué decir. Yo sin saberlo y ya éramos novios. Si así hablaba de mí la pareja de lesbianas, ya era oficial.


Solo hacía falta que yo estuviera de acuerdo. Cuando se lo recalqué, me lo negó. Que jamás podíamos ser novios, que solo llevábamos dos meses de hablar, que solo nos habíamos visto un puñado de veces, que ni habíamos tenido sexo. Ese día, por teléfono, nos hicimos novios. Que tu romanticismo, dirían algunos. La prueba de fuego con la mamá, que no sabe que él es homosexual, sucedió también de imprevisto. Al “bad boy” tuvieron que llevarlo a emergencias al hospital. Recibí la llamada justo antes de que comenzara mi turno en el trabajo. Contesté pensando que era él. La voz de la suegra me heló. Mi nuevo novio completamente pálido, pegando alaridos, delirando, unas ojeras profundamente pronunciadas en su cráneo y con el pelo con una apariencia de tres días de añejo le pidió a su madre que llamara a un tipo del que ella nunca había escuchado y le explicara todo lo que estaba ocurriendo. Ese tipo era yo. Nos conocimos en Emergencias, porque el “bad boy” había dejado solo a su perrito de 4 meses y quería que yo fuera a cuidarlo. Mi suegra, que en ese momento debió de haber supuesto quién coño era yo, me topó con un atuendo como sacado de una película de ciencia ficción de bajo presupuesto: mascarilla para la boca color celeste, una careta de plástico transparente, guantes de látex para las manos, los pies cubiertos con un tipo de bolsa especial y unas llaves unidas como a cinco llaveros diferentes de fábulas y animés. La conversación no duró ni cinco minutos. Decía que no lo quería dejar solo mucho tiempo porque un enfermero le estaba echando el cuento a su hijo moribundo.

Luego llegó Dota, la tierra de los duendes. Fue el primer paseo en el que iba a estar con sus tres mejores amigas: la hermana retorcida, la intelectuala y la narcobarbie. Iba a ser un paseíto de comer rico, descansar y tomar una que otra copita de vino. La narcobarbie se trajó toda su mercadería de Estados Unidos: tres special cookies con una cobertura de limón y coco, un lollipop y varias gomitas cargadas con marihuana, pastillas con aceite concentrado de cannabis y, obvio, un poco de creepy para fumar.


Ante semejante menú, decidí probarme únicamente una gomita. Terminé en Narnia. Harté como nunca antes. El novio de la intelectuala era el encargado de la parrilla, pero como el efecto lo superó, todas las carnes y pollos le quedaban sequísimas. La narcobarbie y yo intervenimos y sacamos una carne que todo mundo decía que estaba cruda. Nos supo a Gloria. Sacamos el pollo y espectacular. Estaba suave y jugoso. Una maravilla. Nos comimos un queso Camembert con jalea de frambuesa y un queso Gouda en unas tostaditas con sabor a tomate. Al mismo tiempo, estábamos con unos salchichones y chorizos con tortillas. Me comí un tarro entero de Pringles. La botella de vino blanco me la tomé entera. Justo cuando creía que no podía más, sacaron una tartaleta de limón. Pasé enfermo una semana por la noche que conocí a la narcobarbie y sus productos. Yo pensaría que lo más sorprendente de todo es el hecho de que no ha pasado ni un año desde que comencé a hablar con el “bad boy”, pero me estaría equivocando. Una tarde fuimos al súper para comprar la cena. Y uno que otro gustito también. O varios. Decidimos hacer hamburguesas con tortas angus. Compramos el pan artesanal, un queso baby swiss, tocino, hongos para saltearlos con Oporto y unas papas fritas para agregárselas a la hamburguesa. “Finítsimas”, diría la sarcástica. Luego el postre, porque siempre debe haber postre. Un heladito de vainilla con nombre disque danés. “Cuándo invitan”, diría la hermosamente neurótica. Y entonces, con Alexa de fondo y sonando Sleep on the floor de The Lumineers, lo encuentro arrodillado. En sus manos, un anillo. El anillo vibrador para el pene de Durex. Emocionado dije que sí. Fue la peor compra que hemos hecho hasta la fecha. Espero que cuando me dé el Tiffany’s no pensemos igual.



27 formas de morir o el abc del COVID 27 formas de morir o el abc del COVID 27 formas de morir o el abc del COVID Michelle Torres

La pandemia nos ha llevado a tal punto, que nos ha dado corona -así en confianza, por que COVID-19 suena a que no nos conocemos tan bien- al menos 3 veces desde marzo, cuando todo empezó. Ya varias veces, abrí la olla de frijoles o escogí una fruta madura del frutero para oler y estar segura de que todo seguía "bien". Mi nueva normalidad. Si están igual o peor, aquí les queda un ejercicio: mi estrés (esperemos que pronto sea post) traumático me permite nombrar posibilidades de contagio con cada letra del abecedario ¿Empezamos?

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alcohol, manchar la mesa con la bolsa de Correos de Costa Rica reaccionando al alcohol, ponerse las dos manos en la cara y deslizarlas dramáticamente hasta el cuello con un grito interno que suena: “NOOOOOOOOOOOOOOO”. Luego, darse cuenta que todavía no se habían lavado las manos ¡Coronavirus!

Creerle a Trump que tomar desinfectante es la forma obvia de no enfermarse.

Dejar los zapatos en el corredor, a la par de otros 3 pares de zapatos que ya estaban ahí tirados. Entrar en medias a la casa, pasar directo al baño, distraerse por majar un charco de agua a la par del lavatorio y entonces, quitarse la mascarilla antes de lavarse las manos ¡Coronavirus!

Empezar a sentirse más seguro que cuando los casos

eran solo 10 diarios, aunque ahora sean más de mil. Sacar a los perros, olvidar la mascarilla, seguir de todos modos, toparse al vecino y saludarlo. Después, darse cuenta que el vecino no sale desde hace días, hacer las matemáticas ¡Coronavirus!

Fijarse qué hay en los cines, ir a ver la peli porque quién sabe si van a seguir abiertos o si los cierran mañana, comprarse unas palomitas, comerse las palomitas sin ponerse alcohol en gel primero ¡Coronavirus!

Ganarse una giveaway en un restaurante. Ir a comer al restaurante aunque no sea por un giveaway.

Hablar con mascarilla de tela por más de 15 minutos. Así es, google it.

Ir al chino y no desinfectar el vuelto. Jugar micos y bananazos fuera de la burbuja social.


K

Transporte público. Deberían darle la orden

Lavarse las manos por 10 segundos y no 20

Usar solo la careta. Varias burbujas sociales:

¿ ilo de papa? 700 pesos ¿2 cajas de leche? 1980 pesos ¿Contagiarse por no desinfectar las compras del súper? No tiene precio. ¡Coronavirus!

Meterse en una piscina. No aguantarse las ganas de ver a alguien. Ñi isi miscirilli pirqui is ini firmi di cintril. Olvidar ver la conferencia de prensa.

sanitaria a todo el que se suba en TUASA de una vez.

engañan a ustedes mismos.

chiquillos, solo se

W

" hatsapp tiene una actualización" darle click a "Actualizar" y después tocarse la cara... sin haber desinfectado el celular por varios días ¡Coronavirus!

Saludes al ministro y al señor Mario Ruiz que son los únicos que me caen bien.

X= Paniquear +desinfectar- descuidarse x 1

Pedir uber eats y no seguir el protocolo de

Yo

desarme de bombas para sacar la comida.

Quitarse la ropa en el cuarto de pilas. Salir

corriendo chingo y agarrar un paño para bañarse. Salir más relajado y limpiecito de la ducha, luego secarse con el paño que agarró sin lavarse primero las manos ¡Coronavirus!

Recibir

visitas de familiares que solo pasaron a saludar, pero trajeron hasta el pan para tomar café.

Salir y toparse a un idiota sin mascarilla.

seg. ¿Adivinaron? ¡Coronavirus!

cuidarme infinitamente y que se me descarapelen las manos de tanto lavármelas, pero que la persona con la que vivo no.

Z

- aida: ¿Usted vio ese remedio buenísimo para el coronavirus? -María: No ¿Cómo es? Cuénteme a ver si se lo hago a Roberto que está afectado de la garganta. -Zaida: Cortar eucalipto y ponerlo a hervir, luego respirar el vapor por 10 minutos -yo ahí tengo, acuérdeme pasarle unas ramitas-. Como está a una temperatura tan alta donde entra por todo esto le mata el virus. También es buenísimo si le puede agregar unas hojitas de...


INDIGENTE Camina pausado. Recorre así su reino El Rey de los Desamparados. Único no comprende qué se hizo el gentío. No sabe si ordenó en un segundo iracundo que fuera siempre domingo, así dejaran de abarrotar sus aceras. Callar el bullicio de los gigantes de acero, mermar el ansioso andar de la supervivencia. -¿Qué se hicieron todos? - Me han dejado solo en este desierto de cemento. Tal vez es momento de que la maleza tome mi cuerpo como toma un castillo abandonado. Tal vez no son ellos, sino yo el aislado.


Ojos que aún siguen ahí Tras varias semanas de confinamiento debido al covid-19, Marco pensó que tenía todo bajo control, no por nada había vaciado su cuenta de ahorros para comprar todos los suministros necesarios para sobrevivir: naranjas, potes interminables de vitamina c, limones, galones de alcohol en gel, litros de vinagre, kilos de jengibre, miles de bolsas de sal, una miríada de miel de abeja y un centenar de papel higiénico. Él jamás permitiría que esa plaga apocalíptica se adueñara de su cuerpo y, mucho menos, que le arrebatara el alma. Había cortado todo tipo de comunicación con el mundo exterior, tanto física como virtual. Por suerte vivía solo, así no tendría que eliminar a ningún posible portador. Marco realmente pensó que tenía todo bajo control. Maldito iluso. La alarma de su celular anunció las 3:00 p.m. con su clásico concierto de marimba. Marco despertó y, entre bostezos, se estiró como un gato intentando alcanzar el teléfono. Una vez lo silenció, se levantó mecánicamente, como había hecho todo ese tiempo desde el inicio de la cuarentena, y bamboleó hasta el baño. Echó a la basura una vieja caja vacía de ziprasidonia y otra de quetiapina, y alzó la tapa del inodoro. Con los ojos como platos, retrocedió dos pasos al ver lo que yacía debajo: una montaña de miel de abeja con muchos glóbulos oculares que no cesaban de girar con vehemencia. Se restregó los párpados y volvió a mirar con la esperanza de que se tratara de un sueño. Los ojos aún seguía ahí, analizándolo meticulosamente de arriba a abajo.

Ariel F. Cambronero Zumbado)


Con la respiración acelerada, Marco bajó de un golpazo la tapa y se dispuso a huir del baño; sin embargo, justo antes de salir se detuvo. Con lentitud y el corazón retumbándole cada vez más fuerte en la garganta, giró la cabeza hacia el espejo: un nido de ojitos viscosos lo observaban con necedad. Gritando como un completo trastornado, estampó una serie de puñetazos en el cristal. Al advertir que los ojos aún seguían vivos en cada fragmento vítreo, salió corriendo hacia la cocina deformándose el rostro con un sinfín de expresiones que mezclaban todas las emociones humanas en una sola. Se apresuró a tomar un vaso de agua, pero todos albergaban ojos atrapados en el cristal. Hiperventilando como un asmático, derribó la alacena: una sinfonía de lamentos vítreos retumbó por toda la casa. Tragando saliva de forma compulsiva, Marco se apresuró hacia el grifo. Al abrirlo, una catarata de ojitos sonrientes y sardónicos emergía sin cesar. Marco explotó en lágrimas. Caminó hacia atrás hasta caer sentado en el porcelanato. Tembloroso, se agarró la cabeza con ambas manos y se contorsionó entre los escombros frenéticamente, baladrando como un cerdo en el matadero. De pronto, percibió un parpadeo en una de sus manos: varios glóbulos oculares se hacían paso entre la carne y los tendones para salir a la superficie. Chirriando las muelas, escarbó en su piel y arrancó todos los ojos que pudo. Conforme continuaba, más ojos nacían, cada vez más grandes y rechonchos, con los vasos capilares a punto de estallar y las pupilas dilatadas como un agujero negro. Un cosquilleo embargó el resto de su cuerpo: más de aquellas canicas surgían de sus poros, de su lengua, de sus encías, de sus dientes, de sus propios ojos. Podía verse tanto por dentro como por fuera. Hecho una masa de ojos, se arrastró por las astillas de vidrio en busca de una salida. Asió un par de cuchillos y reventó uno por uno todos los glóbulos oculares. Entre risoteos y llanto, hizo de su cuerpo una carnicería. Carcajeándose como una hiena, sobre un charco de sangre, Marco chapoteaba como un pez fuera del agua, sintiendo otra legión de ojos nacer de entre las heridas. Todos sus otros sentidos se desvanecieron. Ahora todo era vista. El último sonido que escuchó fue el del mensaje que llegó a su celular, el cual notificaba lo siguiente: «Ojos: ¿nueva epidemia o terror colectivo?».



JALEA DE VENUS por Francisco Azofeifa







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#NoTeQuedesEnCasa Estimado señor Jefe: Le escribo este correo para pedirle que por favor evite darle teletrabajo al señor Mora Fonseca, conocido como mi papá. Antes por lo menos desaparecía por las mañanas y teníamos que aguantarlo solo en las noches y los fines de semana (aprovecho para agradecerle todos estos años que lo ha mantenido ocupado y lejos de casa, excepto en vacaciones que por lo que entiendo ya se sale de sus manos). El monstruo ahora se queda dando órdenes todo el día desde el sillón de la sala y creé que somos sus empleados.






Remedios caseros Remedios caseros Remedios pa’l Covis caseros Remedios caseros pa’l Covis pa’l Covis pa’l Covis Cebolla mata Covis A mí esas tonteras de las candelas aromáticas y de los aceites esenciales me parecen pamplinas de la gente de ahora que todo lo que ven en la tele o la interné, se lo creen. No, usté llega a mi casa y arriba del tele: cebolla. Detrás de los muebles: media cebolla. En la cocina arriba de la refri: la otra mitad de la cebolla. En el vaso del cepillo de dientes: una cebollita bebé. Debajo de cada almohada en la casa: aros de cebolla, por si da hambrilla a media noche. ¡Y es que no huelen! Bueno, a mí no me huelen a nada y esas bendiciones se tragan todas, pero así toditicas las bacterias del Covis que quieran entrar a la casa. ¡Y es que ya es verídico! Ahí estuve viendo en las noticias después de la novela que han hecho estudios de factibilidad y viabilidad en no sé dónde y descubrieron que las cebollas son las únicas que sirven para la salú y los malos yuyos. Ven, ven, no por nada dicen que el diablo sabe más por viejo, ah. Una a esta edad hasta del soponcio tiene cura, y sí, también son las cebollas.

Por Rebeca Castillo Thomas Bornemisza Por PorRebeca RebecaMarino CastilloyyyThomas ThomasBornemisza Bornemisza Por Rebeca Castillo y Thomas Bornemisza

Bálsamo de Tática Pues que estuve leyendo con mis culillos de botella los foros de la iglesia en el feisbu y encontré la receta pa’ la salú eterna. Luego lo chequié con mis amigas y todas me la corroboraron. Básicamente, una coge un jengibre y lo ralla en una ollita. Luego, se maja con el mortero dos dientecitos de ajo y dos aspirinas, de esas que se consiguen gratis en la Caja. Se corta en pedacitos pequeños un poco de cebolla morada. Y al final calentás todo con agua. Lo mezclás hasta que todo suelte olorcillo. Es como cuando uno iba a misa y el Padre hacía purga con el incienso, así huele: a demonio. Después de un episodio de Betty, se saca todo del fuego y tapándote la nariz, te persignás y fondo. Y si vomitás, es porque el cuerpo está expulsando el Covis. ¿Qué maravilla. no? Weed vs. Corona En la vida he aprendido que a una la traiciona la lengua. Siempre me jacté de que veía a mis conocidas de la escuela fumar monte y yo pensaba que de esa agua no bebería. Y luego llegué a vieja. En una de esas tomadas de café con Martha, la de tres casas abajo, me confesó que en su florería, La Casa de las Flores, le habían revelado el secreto contra el Covis. Incluso, que era un remedio tan exquisito que nunca había mal momento para usarlo y que siempre hacía todo mejor. Y pues nada, a los meses de haber comenzado esta carajada de pandemia, hice mi pedido a la florería. Me trajeron el kit completo. Unas bolillas verdes que olían a monte, una pipa, encendedor y algo para majar un poco la mota. Fue Azucena, la ex-esposa del hermano menor de Martha, quien me enseñó cómo usar todo. Es que de verdad que el mundo es de los vivos. Yo he pasado meses de sorompa en mi casa con los brazos cruzados viendo la pintura secarse, y siempre estuvo ahí no más. Un tantico después de fumar, me siento como que nada me puede tocar, que solo buenas cosas entran en mi vida. Se los aseguro que no hay cuestión más efectiva, la mota unos cinco minutos antes de salir de la casa y una anda como si nada por la calle: sin Covis, sin preocupaciones y con un hambre del carajo.


Remedio Trumpeano A ver, este remedio lo vi en la televisión. Lo dijo un señor con tal autoridá que cómo no va a ser cierto. El señorón comentaba que para el Covis la solución era facilísima. Simplemente hay que buscarse un galón de Clorox y diluir una cucharada en un vaso de agua. Así, sin más. ¡Tal elocuencia y elegancia no se equivoca! O sea, si sirve pa’ limpiar el retrete después de que mi marido tomatingas lo ocupa, ¿por qué no va a poder contra el Covis, ah? De hecho, si hasta he leído que hay quienes se lo inyectan para que haga efecto más rápido. El mundo es de los vivos, y esta gente de fijo va a vivir añales. No ven ustedes cuánta inteligencia. El remedio de mi abuela Allá por la época de la Fiebre Española tita Mayela se hizo de una invención maravillosa. Yo recuerdo que nuestra mesa siempre estuvo con invitados que llegaban a pedirle de la “sopa que curaba de todo”. Parecíamos un albergue. ¡Y es que hasta llegaban personas de las altas cunas de la sociedá! Nunca voy a olvidar a una chiquita que llegó con unas zapatillas de charol blanco requete brillantes. Tenía una ilusión en sus ojitos y no se soltaba de su mamá. Intenté jugar con ella, pero tita Mayela me agarró por la oreja y me pegó un pescozón por no dejarlos en paz. Decía que solo en su mesa todos éramos iguales, afuera las cunas no se mezclaban. Cuando la chiquita vio la sopa que le sirvieron, quedó translúcida. Yo casi me muero de la risa. Nadie podía creer que la cura era una sopa de mondongo con pata de vaca y chile picante. “Para avivar las defensas”, decía tita.

El guineo mágico Vean, yo he visto cada cosa en mis tantos años de vida, pero esto me sigue dejando sorprendida. Tengo unos vecinos, de esos que son, ustedes saben… demasiado amigos. Viven juntos, tienen su perrito, muy sociales. De hecho, no sé cómo lo han logrado con esta pandemia sin poder ver a nadie. Mi esposo les decía “aplayaos”, yo es que la verdá siempre amé verlos y fantaseaba con que me invitaran un día a un café en su hogar. Y como el que no pide, no mama, un día me auto-invité. Hice un quequito seco de morirse, receta de tita Mayela. Me vestí y hasta combiné la mascarilla con mis zapatillas domingueras de ir a misa. Cuando voy tocando la puerta de ellos, el estruendo del perro adentro casi me hizo arrepentirme. Pero perduré. Necesitaba conocer su hogar. Siempre he pensado que son elegantísimos y muy fluflú. Entonces me abrió la puerta, con mascarilla puesta, el machito. Un tipo divino que se nota que tiene ascendencia de esos países europeos. El otro, más mestizo y de nuestras tierras, buscaba su mascarilla mientras tenía al perrillo alzado. Entré sin pedir permiso y busqué la sala. Una casa con vigas de madera expuesta en el techo, iluminación natural preciosa y una que otra pintura abstracta en las paredes. Bien fluflú, la verdad. Entre conversa y conversa, me di cuenta que nunca partieron el queque que les llevé. Tres tazas de café y un tesito después, me ofrecieron un plátano. Yo no entendí bien. Si mi marido hubiera estado ahí conmigo, se va contra ellos por tan indecoroso ofrecimiento. Yo entre queriendo preguntar si era un patacón o un plátano maduro con queso, nota mi expresión de confusión total y se echan a reír. Me dicen que es el guineo mágico, la purga para el Covis. Tres cafés negros, un tesito de manzanilla y un plátano, y listo. Al final me tuve que marchar porque ya me había cogido tarde para la novela. Nunca supe a qué se referían con plátano, ni por qué le decían el guineo mágico. Pero de todo hay en la viña del señor y si eso les funciona…».


¿Cuántos malecones le caben a esta isla? Al levantar la mirada veo otro más al final de la calle y al fondo grupos desperdigados de muchachos con sus camisetas, chancletas e improvisaciones de bermudas. Me siento atraída por el agua. La miro, aspiro ese salitre, estoy hipnotizada con ese movimiento acompasado. El mar en Cienfuegos parece la espalda de un animal. Seda con carácter de terciopelo. Quiero sumergirme y desaparecer detrás de una cortina de algas para no oír los silbidos, las frases soeces, las invitaciones a pasarla bien, el motor del Lada desvencijado. Quiero sumergirme en ese mar y no pensar en todo lo que perderé dos eneros y dos meses después, prefiero que mis cabellos se queden aquí, flotando cerca del Muelle Real. Si ha de extraviarse la caricia del sol sobre mis hombros y solo podré ver los rosales detrás del vidrio, no tendría razones para volver. Sentiré tanto miedo cuando alguien se me acerque y perderé la capacidad de sentir calor en los brazos o la habilidad de pintarme los labios. Estaré muda ante un lenguaje único de miradas marcado por el paso del tiempo y la necesidad urgente, imperiosa de regresar a casa antes de que sea demasiado tarde. Iremos dando tumbos, limpiando el camino, las compras, las llaves, las cartas. La soledad irá marcando con tinte cerúleo la piel de este animal herido que huye.



Hablando paja con la doctora María Luisa Ávila “Lo que nos ha enseñado esta pandemia es a vivir con el virus”. – Marisol Sánchez Cubillo 1. Estamos viviendo casi que el Ensayo de la Ceguera de Saramago. Una enfermedad que se desató, nadie comprendía en su momento, afecto a una considerable porción de la población y ahora, ¿cómo estamos? De hecho me gusta mucho que haya hablado de El ensayo de la ceguera, porque justamente lo usé de referencia en mi charla de TEDx. Evidentemente eso estamos viviendo. La pandemia afectó a todo el sector salud. En salud mental estamos muy mal, la pandemia sacó a relucir el pobre estado de salud mental que padecemos y los mitos y etiquetas que tenemos al respecto. Cuando una mujer dice que tiene una cita con el ginecólogo nadie dice nada, al día siguiente le pregunta: “¿cómo le fue?” Y listo. Pero si alguien dice que va a ir donde un psicólogo o psiquiatra, hay un estigma asociado a ello. Así como todos necesitamos un chequeo médico anual, todos necesitamos salud mental siempre. 2. Ahondemos un poco más en este tema, ¿cómo ve usted la salud mental a raíz de la pandemia? Existe mucha necesidad, la salud en términos generales significa “bienestar”; estar bien pues. Necesitamos cuidarla hoy más que nunca. Las consultas en psicología han aumentado considerablemente a raíz de la pandemia y es que, claro, hay incertidumbre: hay pérdidas de familiares, hay pérdidas de empleos; la vida cambió. Es importante darnos espacios que ayuden a ese bienestar. En mi caso, la carga de trabajo ha aumentado y acciones como plantar o contemplar mis orquídeas son espacios que me alivian. 3. ¿Y más concretamente en el sector de salud: en los hospitales, el personal, los pacientes? Por ejemplo le cuento que en mi departamento de infectología todos los miembros tomamos la decisión de formar un grupo con una psicóloga que mensualmente nos guía y apoya en este proceso. En los hospitales siempre se han manejado las consultas y protocolos para abordar la salud mental tanto de los pacientes como de las personas que trabajamos.

Por la psicóloga Marisol Sánchez Cubillo, @solsanchez.c


4. Está de más decir que la vida ha cambiado, tanto para adultos como para niños. A bastantes niñas y niños les tocó enfrentar el cambio a principio de año escolar en guarderías o kindergartens. ¿Cómo proyecta que esta realidad afecte en los procesos de desarrollo de la niñez, los llamados pandemials? Hace unos meses, junto con otros miembors de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica (SLIPE), escribí el artículo “COVID 19: Es necesario replantear la estrategia” sobre los efectos en el desarrollo que son innegables. No tenemos un precedente para esto (solo la Influenza Española donde no había registros como los que contamos ahora). Lo que debemos comprender es que es un fenómeno que afecta a todo el mundo y que demuestra todo el tema de equidad. A personas como nosotros que podemos costear con mayor tranquilidad un psicólogo, que tenemos acceso a internet e incluso nuestra propia computadora, vamos a salir muy diferentes de esta pandemia en comparación con otras personas que se les dificulta costear una computadora o una buena conexión a internet. Los niños van a salir con níveles de educación y preparación escolar bastante desiguales. La educación de la niñez es lo que va a demostrar en mayor grado el desbalance en equidad de ingresos de las familias. Ahora bien, otro fáctor imporante es la violencia hacia la mujer y hacia los niños. En el Hospital Nacional de Niños, que es uno de los hospitales principales del país, que es citadino, hay una alza en la violencia hacia ellos. Habría que ver, entonces, la información en los hospitales rurales sobre la cantidad de casos que ahora se están reportando. Porque la realidad es que los casos de hospitales de ciudad son solo la punta del iceberg. 5. Inclusive, veamos el caso de los recién nacidos que aprenden de nuestros gestos por medio de imitación. ¿Cómo considera usted que esto se vea afectado cuando ahora los médicos y enfermeros deben usar siempre las mascarillas? Algo que sorprende realmente es la elasticidad que poseen los bebés para poder adaptarse a su entorno. Como antes podían aprender de los gestos al ver el rostro del personal médico, ahora los bebés buscan un mayor contacto visual. Ahora logran interpretar mejor el lenguaje de los ojos y saber lo que les están diciendo. Es muy interesante cómo, entonces, los recién nacidos están superando el tema de las mascarillas. Aquí es importante también que los ambientes familiares y las burbujas sociales sean lo más normales para las niñas y los niños. El tema de la voz, cómo les hablamos a ellos. Que debemos respetar las mascarillas en espacios públicos, pero que en casa podemos estar sin ellas. Hay que tratar que el ambiente sea ameno. Aunque como acabamos de hablar, está todo el tema de la violencia. La gente que iba al estadio los fines de semana porque era su espacio “relax”. Las personas que no tiene el dinero para acudir a eventos musicales y artísticos… Y retomando el tema de la equidad, deben haber programas y eventos que puedan ser accesibles para que todas y todos nos podamos distraer y disfrutar. Realmente es un problema que solo los que pueden costearlo tienen ese lujo de distraerse en esta pandemia. ¿Y qué pasa con los que no pueden pagarlos?



6. Volvamos al sector salud. Las visitas para los pacientes internados son limitadas y en caso de estar contagiados de Covid, sumamente restringidas. ¿Se ha capacitado al personal médico con más talleres sobre trato humano, en vista a que son son los únicos que tienen permitido estar en contacto con los contagiados? Bueno, yo puedo hablar desde mi experiencia en el Hospital de Niños, no sé cómo serán los hospitales de adultos. Nosotros tratamos de distraerlo de diferentes maneras: las personas en las áreas Covid les hablan, juegan con ellos, tratamos de darles tablets, que vean un rato televisión, un rompecabezas, un libro… cosas para que ellos no se sientan tan tristes o solos. Aunque sí es muy difícil, porque por lo menos en Infectología nosotros teníamos un jardín con cancha de futbol y casa para que ellos jugaran. El Deportivo Saprissa hasta nos mandaban al Monstruo para que estuviera en algunas fiestas de cumpleaños. Todo eso obviamente cambió. Ahora el jardín está ocupado por módulos del hospital de campaña, que se ocupa para tratar a varias niñas y niños que vienen a nuestro centro de salud. Teníamos un salón de juegos lindísimo con mucho material lúdico para distraer a nuestros pacientes que ahora en época pandémica no podemos usar. 7. Ahora bien, para terminar con una nota diferente y no estar enfatizar en noticias negativas, temor público, y la disminución de las posibilidades para salir y socializar, ¿qué literatura, serie o película está leyendo/viendo que recomiende? Bueno ahora estoy viendo en Netflix una serie que me encantó que es The Queen’s Gambit, la de la chica ajedrecista. También estoy viendo The Crown, que es una serie que hay que ver. Estoy leyendo bastante, la verdad. Ahora estoy con uno que se llama “De dioses a monos”. Es como de la historia de la humanidad y cómo hemos venido cambiando. Y bueno, como le comentaba antes, todo el tema de las orquídeas que me fascinan y que con solo verlas ya me relajan. Siendo honesta ahora tengo mucho trabajo y eso también me distrae bastante. Si pudiera sugerirles algo para mantener ese bienestar que les mencionaba es alejarse de las redes sociales. Hay épocas de la vida que es desesperante. Me ha pasado, mea culpa, porque de veras es que uno es ser humano y uno reacciona mal. Procurar enfocarse en las cosas que son positivas, no creer en noticias falsas. Esto es un problema serio. No es que todos queremos vivir encerrados. Hay que cuidarnos y pensar que siempre hay una luz al final del túnel. Esa luz son las vacunas. Y el distanciamiento social. Imagínese que hace un tiempo leí una noticia de una boda que se celebró en Estados Unidos. Acudió X cantidad de personas. Al final de esa boda, resulta que 147 salieron infectadas y murieron 7 personas. Lo peor es que esas 7 personas no asistieron a la boda. Eran familiares de personas que fueron a la boda. Tenemos que cuidar a nuestros adultos mayores. Puede que uno sea un joven y que me puedo ir de fiesta, que si me da Covid, no me pasa nada, pero le puede pasar algo a mis papás o a mis abuelos. Hay que ser responsables. No importa que salgamos, siempre y cuando sigamos las medidas de precaución que se nos han venido recomendando desde hace tiempo.


Mico contra el covid por ElĂ­as Conejo



Escondida en el baño para escribir de vos. Me hallaba sentada en el escusado, encerrada en esta casa, encerrada con mi esposo. Cierro el picaporte. Te vi conectado y cómo hacer para disimular la ansiedad de mis manos al no poder escribirte, que él me pase por atrás y sospeche que tengo un chat abierto con vos, porque sí, lo sospecha. Para decir que no lo sabe. Dice que no le importa mientras siga con él, sé que no es así y prefiero negarlo, o mejor aún, no discutirlo. Vos sos lo que mi mamá siempre me advirtió, medio malandro, de esos a los que no le importo.. no nos amamos, mucho menos admiramos. Seguramente cuando nos vemos somos las dos peores facetas de cada uno. Que se juntan para ser miserables juntos. Un par de horas de crudeza y realidad. Donde sabemos que estamos solos, que envejecemos, que al igual que una manzana, caemos. Nada llega a ser suficientemente profundo en nuestras vidas para que tomen sentido. Sumergidos en excesos de drogas, el secretismo y efímero narcisismo... nos lanzamos a la cama como ángeles derrotados, nuestros cuerpos parecen ahora las estatuas garantes de la muerte. Es culpa de la piel amarmolada y ese sol de la tarde, mientras para el mundo “estamos en reunión” cada quien con su respectivo empleador. No entiendo que me gusta de vos. No se si es el morbo que representas, la tristeza en esos ojos y sonrisa a medias no pueden callar. Tal vez sea tu cuerpo frágil y viril. No entiendo como no sos poeta. Serías el perfecto cuerpo para Hermann Heilner. Pero sos más sencillo, o tal vez tan solo un drogadicto y cuya pasión orbita entorno a otra cosa.. no un fin, sino un estimulante. No juzgo, también tengo mis fijaciones auto destructivas ..vos, por ejemplo.


Una musa descarrilada, como borrego consciente de su destino, ameno ante el mundo y su crueldad. Porque le sobrevivís, no siendo borrego, sino un zorro. Que se comió los frutos del vecino y dejó en mí sus colmillos marcados. Ahora llevo casi 8 meses sin verte, la pandemia no cesa y no tengo noticias tuyas. Nos eliminamos en instagram, no se porqué, vos comenzaste y yo.. no te iba a ver si no me veías también.. Recuerdo la última vez que nos vimos, hasta tu saliva de licor a las 2 pm sabía dulce. Encandilados del día, del otro, del sexo. Verte me anona, como un nuevo sedante que al lamerlo dejo de sentir temor o vergüenza por un instante. Te quiero escribir pero ¿de qué hablarte? Si no puedo ir, menos vos venir. Sin vernos, no tiene sentido si quiera escribirnos. Te escribo esto en un mensaje “borrador”, jalo la cadena y salgo del baño. Vuelvo con él, y nuestra constante lucha por ser mejores, ser felices, ser responsables, amarnos, hacerlo bien. Vos tal vez estés en rutina, con tu pareja y sus respectivas expectativas. Se que no nos podremos ver hasta que termine la pandemia, poder salir a trabajar y tener una excusa para escaparnos en una tarde de verano junto al mausoleo y sus fantasmas, siendo todo lo que está mal. Todo lo que no soy aquí encerrada, lo que soy en mi hogar.


RESPUESTAS


Índice

Créditos

QUEQUE DE MANTEQUILLA.................. 3

Director y editor: Thomas Bornemisza

VENCÉ AL COVID................................... 6 AMOR EN TIEMPOS DE CORONA.......... 7 FORMAS DE MORIR O............................ 11 EL ABC DEL COVID INDIGENTE............................................. 13 OJOS QUE AÚN SIGUEN AHÍ................. 14 JALEA DE VENUS................................... 17 #NOTEQUEDESENCASA....................... 25 SIN EXCEPCIONES................................

26

REMEDIOS CASEROS PA’L COVIS.........

30

EL MAR DE 100 FUEGOS......................

32

HABLANDO PAJA CON LA DOCTORA MARÍA LUISA AVILA...........

34

MICO CONTRA EL COVID....................

38

MENSAJE NO ENVIADO.......................

40

Co-editora: Rebeca Marino Consejo Editorial: Thomas Bornemisza, Rebeca Marino, Héctor Sebastián Morales Gutiérrez, Elías Conejo Dirección de Arte y Diseño: Elías Conejo Ilustración de portada: Jonathan "Tota" Gómez Escritores: Ana Jurado, Ariel F. Cambronero, Bernardo Montes de Oca, Jose Piedra, Marcela Salazar, Mario Gamboa, Michelle Torres, Rebeca Marino, Thomas Bornemisza Artistas visuales: Allan Fallas, Arturo Peña, Elías Conejo, Francisco Azofeifa, Jose Daniel Víquez, Juliana Madrigal, Mario Andrés Gamboa, Pablo Conejo, Pedro Ferrán Vega

Agradecimientos especiales: –Verónica Ríos, por el apoyo en interés en el proyecto –Jorge Vargas Cullel, por los puntos de vista nunca considerados –Dra. María Luisa Ávila, por apuntarse a hablar paja con nosotros –Christian Piedra Coto, por el nuevo logo de nuestro medio –Les lectores, por seguirnos leyendo en media pandemia –Todes les artistas que mandaron contenido a nuestro medio –Ana Lucía Gómez, por su dulzura incondicional –Paul Bornemisza, por haber creído en este proyecto antes que nadie



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