Don Bosco y el Rosario

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Ejemplos y Testimonios

Don Bosco y el Rosario

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l Santo Rosario, que Juan XXIII definió como “el breviario de los laicos”, es una práctica recomendada por la misma Virgen en sus tantas apariciones y es muy recomendada por la Iglesia. Para Don Bosco era una práctica necesaria para vivir bien, como el pan de cada día. En la vida de Don Bosco, se lee, que un día llegó a su Oratorio de Valdocco el Marqués Roberto d'Azeglio. “El Marqués todo lo admiraba pero consideraba que era tiempo perdido el que se empleaba en las largas oraciones. Y decía que aquel vejestorio de 50 Avemarías enlazadas una con otra no tenían sentido y que Don Bosco debería abolir esa práctica aburrida”. Don Bosco le respondió: “Yo aprecio mucho esa práctica, sobre ella podría decir que está fundada mi institución y estaría dispuesto más bien a dejar otras cosas muy importantes, pero no ésta; y si fuera necesario renunciaría a su preciosa amistad, pero nunca al rezo del Rosario”. Viendo a Don Bosco firme en su principio, el noble señor se fue, y desde ese día no siguió las relaciones con Don Bosco. Don Bosco perdió la amistad de un hombre poderoso, pero conservó la benevolencia de la Virgen.

No te veo pero TE SIENTO

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n una estación de tren en Italia, un joven se desmonta del tren sosteniéndose de un amigo. Un accidente lo había dejado ciego.

«José», le grita una mujer abriéndose paso entre la gente «¿no ves a tu madre?». El joven le contesta «Tranquila mamá, no te veo; pero te siento». Acostumbrémonos siempre a percibir la presencia de María en nuestras vidas. Junto a su Hijo resucitado y glorificado. Ella nos ve, nos ama, y nos ayuda como hace siempre una madre interesada por el bien de sus hijos.

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l hombre de ahora, náufrago de las grandes ideologías que le habían prometido una salvación universal y total, desilusionado por parte de la tecnología que parecía asegurarle

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una vida ligera, celoso de su autonomía y temeroso de la presencia de un Dios omnipotente, ¿le puede decir todavía algo bueno el recuerdo del Corazón de Jesús? ¿Tenemos necesidad de este símbolo


Sabias que... religioso, altamente significativo e intrigante, que es el Corazón de Jesús? Esta devoción tuvo un período de crisis que parece ya superado. En el pasado se le consideró como una práctica religiosa para devotos y devotas, con demasiado sentimentalismo. Hoy, en cambio, se propone como una devoción para almas fuertes, y decididas que se toman en serio el mensaje de Dios y de su amor hacia la humanidad, manifestado en la historia a través de su Hijo Jesús hecho hombre. San Pablo que había sondeado en profundidad el misterio de Cristo afirmó: «Cristo me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20). Y sobre este “pensamiento fuerte” fundó y vivió una vida con grandes sufrimientos y finalmente afrontó el martirio. Fortalecido por esta certeza, nada podía ser como antes. Y así fue. Cada momento de su historia personal adquirió valor y significado eterno porque cada fragmento fue vivido y animado por aquel preciso Amor. Por lo tanto contemplar este símbolo del Corazón de Cristo es reflexionar, admirar y dejarse inundar por ese amor infinitamente serio hacia cada uno de nosotros. Ahí está el principal mérito de esta devoción propuesta de nuevo en el ambiente de la iglesia: enfrentarse con la seriedad del amor de Cristo hacia nosotros. Si amar seriamente es difícil, todavía es más difícil dejarse amar. Jesús le dijo una vez a la Beata Angela de Foligno (mientras meditaba sobre la Pasión) “no fue un juego… por tí fui crucificado, tuve hambre y sed y por tí derramé mi sangre, tanto así te amé”.

El Corazón de Jesús, símbolo visible de ese amor por cada uno de nosotros, nos obliga a revisar la consistencia y profundidad de nuestro amor del día a día, si está anclado, estructurado y calcado en el amor y en la donación de Cristo hacia nosotros, o si por el contrario está fundado sobre sentimentalismos y percepciones pasajeras. A todos nos urge verificar no solo la verdad de nuestra fe sino también nuestro amor a Dios y al prójimo. De este modo, nos daremos cuenta que creer en Dios conlleva a servirlo y amarlo en el prójimo. Contemplar este símbolo del Corazón de Cristo y el amor que para nosotros representa significa esforzarse en vivir nuestra pequeña historia cotidiana como un deber de amor. Si lo escuchamos bien, percibiremos la invitación a dejarnos amar, santificar e inundar de este amor del cual tenemos necesidad más que del pan de cada día. El Corazón de Jesús traspasado, es el símbolo poderoso de este enamoramiento hasta la “locura de la Cruz” de Dios por sus criaturas. Si el amor es el “don supremo”, si es el “carisma más importante”(San Pablo), si al final de nuestra vida seremos juzgados por el amor que hayamos sembrado, la imagen del Sagrado Corazón puede ser para nosotros una poderosa llamada a introducir en nuestras elecciones diarias la dosis de amor necesaria.

Mario SCUDU

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