Santos de la Iglesia
YO VALENTÍN... Les escribo a ustedes enamorados
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namorado como ustedes y locamente enamorado de Cristo, hasta perder por El la cabeza: de hecho, fui decapitado por orden del emperador romano Aureliano el 14 de febrero del año 273, testimonio de mi amor total por El. No solo morí por amor a Cristo y a su mensaje de amor contenido en el Evangelio, sino que viví por amor toda mi vida, entregándome a todas las personas que me necesitaban en
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la ciudad de Terni, donde fui Obispo por muchos años. Me guiaban siempre las palabras de Jesús, convertidas para mí en un lema: “Ninguno tiene amor más grande que este: dar la vida por sus amigos”. Amé grandemente a los pobres, a los débiles, a los enfermos, a los niños a quienes dejaba jugar y saltar todos los días en mi jardín. Realicé algunas curaciones, naturalmente en el nombre santísimo de Jesús.
Santos de la Iglesia La eternidad del amor Me sentía fuerte para hacer estos milagros porque el gran amor que le tenía a Jesús me capacitaba; y lograba en su nombre, ser bueno y generoso, creativo y comprensivo con todos, especialmente con los enamorados y con los que querían casarse para coronar su amor ante Dios pero que encontraban dificultades. Narran un episodio sobre mí acerca de dos novios que se peleaban muy en serio. Me disgustaba que estos dos enamorados no estuvieran de acuerdo. ¿Qué hice entonces? Tomé una rosa de mi jardín para regalársela junto a unas palabras dulces de motivación y una invitación a reconciliarse. Mi sonrisa y mis palabras tuvieron el mágico poder de hacer que terminara el pleito entre ambos. Obtenido eso los invité a apretar el tallo de la rosa, sin pincharse. Y mientras rezaba por ellos, debían jurarse fidelidad y amor por siempre. Ellos volvieron felices días después y quisieron mi bendición para su matrimonio. Cuando la población se enteró vinieron otras parejas en procesión para invocar mi bendición y mis plegarias por las futuras familias ya en formación. De aquí se origina la bendición de los novios el 14 de febrero, en el día de mi memoria litúrgica.
Enamoramiento y amor: una definición Hoy se habla muchísimo de amor, enamoramiento, enamorados, pero me parece que en las noticias de los medios no hay mucho amor. Más bien cada vez se habla más de violencia e intolerancia, de agresividad y aprovechamiento en la sociedad y en las familias, de matrimonios arruinados, de parejas que rompen después de poco tiempo, de gente que no tiene el coraje de casarse para no perder su “libertad”. Y la libertad es uno de los ídolos modernos por el cual se sacrifica todo, aun la propia dignidad. Casarse en serio requiere mucho sacrificio y empeño, y no solo por un día, sino durante toda la vida por lo que se prefiere quedarse en el limbo de la pura convivencia, con todas las posibilidades “abiertas”. Muchos jóvenes de hoy no quieren ni siquiera hablar de estos sacrificios y de este compromiso, porque son prisioneros de una concepción de la vida demasiado materialista y egoísta, hedonista y narcisista. “Se necesita coraje para hablar de amor, porque siempre da miedo” (Roberto Benigni). Y es verdad. Ustedes se habrán dado cuenta, queridos enamorados, novios o también casados, pero,
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Amor: es convertirse en “nosotros”
espero, que todavía enamorados, que estoy hablando de amor, del verdadero, del serio, del que dura y exige empeño, sacrificio, diálogo, perdón, confianza, respeto recíproco, y mucha paciencia. Sin paciencia, que solo es una palabra distinta para decir amor, no se concluye nada importante en la vida. Ustedes han entendido que aquí no estoy hablando del amor de las canciones, de los espectáculos y novelas: ese amor es solo sinónimo de sexo. Yo mismo a los novios que venían a mí en busca de consejo les decía siempre que
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si su amor estaba fundado más sobre los impulsos sexuales que sobre el respeto, la confianza recíproca o sobre un gran proyecto común no durarían mucho. Es cierto que en el amor matrimonial, el conocimiento sexual profundo tiene un valor importante, pero no debería ser ni lo primero ni lo fundamental. Quien comete el error de poner el diálogo carnal como el eje y centro del valor de la relación con el otro, firma un certificado de defunción de la relación. El enamoramiento y el amor, en sentido dinámico, es un movi-
Santos de la Iglesia miento, por tanto es algo en crecimiento, en construcción, en formación permanente. Es un camino continuo, esto significa que no se llega nunca. Nunca se aprende suficientemente a amar, nunca se sabe todo. Siempre hay lugar para perfeccionarlo y para perfeccionarse porque solo Dios es el Amor perfecto. Amor: convertirse en “nosotros”. El edificio de su amor que ustedes enamorados han comenzado a construir juntos y con tanto entusiasmo debe tener siempre a la vista un cartelón elegante que diga: “trabajos siempre en curso”, se necesita el esfuerzo de los dos para aprender juntos, crecer juntos en este arte tan difícil y maravilloso. “Me reencuentro en la persona que me ha conquistado: eso es enamorarse” (E. Rojas). Cuando uno se enamora, se reencuentra a sí mismo, o se “encuentra” por primera vez. Sin este reencuentro de sí mismo uno se siente frágil y perdido, incierto e inseguro existencialmente. Sin identidad y sin coraje, como hojas secas, “juguete” del viento, sin la capacidad y la creatividad para realizar un proyecto válido y constructivo. No se dejen convencer de que la “historia de amor” ideal es una fiesta eterna sin sacrificios,
una jornada infinita de sol y sin ninguna nube en el cielo que les turbe. No piensen que cuando su amor les exige un esfuerzo es porque se está acabando. Convénzanse de que el amor más grande, más fulgurante, más esplendoroso, más participativo y beatificante camina y progresa cuesta arriba, por senderos tortuosos llenos de hoyos y de fango, con la perspectiva de la niebla y de la noche.
El Evangelio: mapa del amor. El amor verdadero y duradero cuesta mucho trabajo. Leí una vez una bellísima definición de amor: “El amor es un respiro de la eternidad” (Máximo Gramellini). De hecho, la eternidad está
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Santos Santos de la deIglesia la Iglesia fundamentada en Dios, la eternidad es Dios mismo. Y siendo Dios el Amor, esta eternidad está absolutamente llena de amor, del Amor de Dios. En este debe inspirarse el amor de ustedes si quieren durar eternamente. Yo pensaba así cuando era obispo de Terni. Pues en la raíz de mi largo compromiso apostólico como guía de mi comunidad, estaba el amor de Dios. Y siempre recomendé a todos los novios, que aferraran su amor al de Dios, porque después de todo El es la fuente del primer acto de amor desde que inició el universo hace aproximadamente 15 mil millones de años y todo el amor imaginable y posible que ha habido en la tierra. Sólo El es la garantía de todo amor humano porque “Dios es Amor”. Al inicio les hablaba de mi amor por Jesucristo: Es El quien me ha enseñado concretamente e históricamente cómo ha amado Dios, de qué gestos y palabras hay que nutrir la propia vida para los demás, este amor de Jesús está narrado en el Evangelio.
Esta es mi última recomendación: Queridos enamorados de todas las edades. Tomen en sus manos el libro del Evangelio, léanlo un poco todos los días, déjense inspirar y guiar por Cristo allí presente. Sea, pues, el Evangelio el libro guía de su amor, y no otros que no son más que manuales de metodología del sexo. Su amor necesita más de teología (dejar transformar y permear su amor por el de Dios) que de tecnología sexual. Así crecerán en el amor recíproco, y comenzarán ya en esta tierra la experiencia del Paraíso, que es una experiencia de enamoramiento permanente, total, indecible e inenarrable de Dios, Amor Infinito. Mis felicitaciones a todos ustedes Enamorados, jóvenes y menos jóvenes, de su santo protector.
Valentín, Obispo Mario SCUDU
Una pareja joven de esposos le preguntó al maestro: ¨¿Qué debemos hacer para que nuestro amor dure?¨ El maestro les respondió: “Dejen que Dios llene sus corazones”. 24