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Cáncer es una palabra, no una sentencia
“Las palabras pueden ser como rayos X, si se usan apropiadamente lo atraviesan todo”
Aldous Huxley
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Primer tiempo
–Recuéstese por favor, mi nombre es Alicia; con Enver y César lo vamos a ayudar.
No hay silencios o sonidos de monitores como en las películas, sólo me asaltan los temores y fantasmas en mi primer ciclo de radioterapia.
–¡Qué bonitas sus medias! –dijo Alicia, abriendo unos ojos redondos.
Es lo único que llevo debajo de una menuda bata de papel. Veo, de reojo, una repisa con pequeñas máscaras de fijación pintadas lúdicamente para niños, máscaras que guardan historias de familias que han pasado por esto. Me dan fuerza. Luego me alcanzan la réplica de una máscara acrílica hecha exactamente para mi cara y hombros. Una suerte de sarcófago que evitará la radiación en zonas no deseadas.
Trac… trac…. trac… siento la presión en la cara, el pecho. Me asalta la idea de respirar profundamente o de pasar saliva, pero casi no puedo por la presión que tengo sobre el rostro y en el pecho.
–Relájese –me pide César con voz enérgica, pero amable.
No puedo hablar, pues la boca también está aprisionada con los ganchos y solo levanto el dedo pulgar en señal de OK.
–Voy a poner música –dijo Enver–. Así es mejor.
Antes de que las ideas tomen por asalto mi subconsciente, escucho “Sapo cancionero” y me transporto a la sala de mi abuelo donde mi padre está cantando. Siento paz. Empatía, esa palabra resume lo que hoy sentí al entrar a la sala de radioterapia.
https://www.youtube.com/watch?v=Ak4zFmusyC8&feature=youtu.be
En el día a día, el Departamento de Radioterapia es un lugar de arduo trabajo. Los pacientes, tanto nuevos como recurrentes, acuden a recibir su tratamiento, pero no pueden ocultar su nerviosismo y ansiedad. Es por ello que, como tecnóloga médica, mi deber es atenderlos de la mejor manera, y que el estado de ánimo y la confianza que depositen en mí sean un factor crucial durante todo el proceso. Luego de algunas interacciones y preguntas de rutina, el paciente se sentirá más seguro y tranquilo al conocer a la persona que lo va a atender. La lucha contra el cáncer puede ser atemorizante y producir estrés. Es el temor a lo desconocido lo que genera ansiedad y como respuesta a ello es mejor convertir el ambiente en algo cómodo y acogedor. La música es muy efectiva en estos casos y nosotros dejamos que el paciente escoja el género que más le guste.
La comunicación entre el paciente y la persona que lo atenderá siempre es fundamental. Mientras más humanidad y afecto se muestre, el tratamiento funcionará mejor y los objetivos se cumplirán. Pues de eso se trata mi trabajo en el Departamento de Radioterapia, atender a los pacientes por vocación, con el mejor ánimo y la convicción que se sientan seguros mientras luchan por su salud.
–Gracias, señorita Alicia –me dice uno de los pacientes antes de retirarse.
Segundo tiempo
“Tiene que hacer deposiciones para que el recto esté limpio y la radiación no lo queme; además debe llegar con la vejiga llena”
6:00 am: Desayuno apurado y sin lácteos, pues la dieta sugerida así lo determina. Lo que era una rutina se convierte en obligación, debo de tener el colon limpio.
Me baño y cambio para ir a trabajar, los días previos metódicamente he aprendido que tomando 1000 mL de líquido la vejiga estará en el punto exacto. Mientras manejo coordino parte del trabajo pendiente, tengo tres horas en las que es preferible no tomar líquidos para tener algo de sed y orinar hasta la 9 am, hora en que debo comenzar a llenar vejiga.
He probado todos los jugos de la máquina expendedora, de la cafetería cercana y del restaurante. Ese placer de tomar líquido por sed se convierte en una obligación con tiempos y horarios establecidos.
9:00 am: Última chance de orinar, eliminar cuanto gas puedas (los primeros días me pedían que elimine “10 cc de gases”, como si uno pudiera medirlos..!), empiezo a tomar manzanilla sin azúcar (la medicación tiende a subir mi glicemia), una taza por sorbos, van 250 mL.
10:00 am: Reunión con un cliente que se victimiza y explaya, luego otros que llegan tarde y se sienten confiados de que mi tiempo les pertenece.
10:15 am: Consigo agua con hielo para evitar que aumente las náuseas; dos vasitos más de la máquina. Ya casi 350 mL.
Una reunión más, completar un informe pendiente y enrumbo apurado al tratamiento sin olvidar la bata de papel que será toda mi indumentaria.
11:05 am: Empiezo a tener deseos de orinar, pero debo completar la toma de líquidos y consigo un jugo de arándanos (eso dice la etiqueta), 750 mL.
En la sala de espera, caras conocidas que percibo ahora familiares, la esposa de uno de los pacientes con quien diariamente me encuentro, se acerca y amablemente me ofrece hojas de sábila que ha traído para aliviar el ardor en la piel, se crea una “comunidad“ que me hermana con los otros pacientes, no importa la raza, sexo, origen, a todos nos une la esperanza, hay saludos y expresiones de ánimo entre los pacientes y familiares que esperamos.
– ¿Cuántas te faltan?, yo voy 11 de 35 –me preguntan refiriéndose al número de sesiones de radioterapia y contesto algo similar.
– Hay una medicina natural muy buena para la proctitis, te la voy a pasar –agradezco el gesto y asumo que en adelante tendré ese tipo de conversaciones.
11:50 am Se acerca mi turno y el deseo de orinar va en aumento.Con un café puedo completar los 250 mL, pero me dijeron “café, no”. Recurro a una botella de agua y listo.
12:15 pm: Vejiga al tope. Sonriendo con apuro aviso a la secretaría que estoy listo, que ya no puedo más.
12:25 pm: La espera es interminable, no puedo moverme, me duele, pero otro paciente más golpeado que yo demora en su tratamiento.
12:38 pm: No aguanto, voy a reventar, así es que voy al baño y orino.
El olor a desinfectante en el baño me anuncia que la preparación y toma de líquido debe comenzar nuevamente.
“Qué bonitas sus medias…!”
El pudor de los primeros días no es más una preocupación.
Mi nombre es Ayron Manuel, mis amigos me dicen “Ironman”
Recién es medio día del martes. Faltan 24 sesiones.
Tercer tiempo
La palabra cáncer siempre va a transmitir miedo. No importa quien la diga. El sólo hecho de mencionar en voz alta esta enfermedad hace que uno se ponga nervioso. Como mencionó Alicia, líneas atrás, quizas es el miedo a lo desconocido, a la incertidumbre.
Hace unas semanas pude recorrer como persona externa (no soy paciente ni médico) el departamento de radioterapia. Con paciencia y dedicación me explicaron lo que hacen los médicos con cada uno de los pacientes que día a día pasan por aquella sala. Adultos y niños recorren esos pasillos con la esperanza de que el cancer se aleje de sus cuerpos y puedan recuperar su vida o, quizás, alargarla un tiempo más.
Paralelamente, las palabras de Ayron Manuel (paciente) iban narrando su experiencia del otro lado. Las horas de espera y conversaciones con otros pacientes, la cantidad de líquido que deben ingerir para poder entrar, ese momento en que se echan y el médico atornilla el casco de “Ironman” a la camilla porque cualquier movimiento podría arruinar tu tratamiento. Mientras tanto, sienten que la vejiga les va a explotar. Deben recuperar fuerzas para poder seguir el tratamiento, varias veces por semana, hasta, finalmente, tocar esa pequeña campana que esta en la sala de espera, y cuyo sonido indica que lo lograron, que se acabó esa parte del tratamiento.
Imagino la angustia que se debe sentir como paciente, la primera vez que indefenso se llega a esa sala grande y se encuentran entre máquinas. Entiendo la paciencia con la que Alicia y su equipo debe explicar día a día a cada nuevo paciente lo que van a hacer. Transmitir esa paz y calma es fundamental para tranquilizar a alguien a quien el miedo embarga y paraliza. Particularmente, tengo algún grado de claustrofobia y no hay nada que me paralice más que entrar a un resonador magnético. Y al ver como esa máscara se atornillaba a la mesa del paciente reviví esos momentos de angustía que sólo quiero olvidar.
Contar con profesionales que saben darte calma y generan empatía en momentos difíciles, es fundamental. Alicia y su equipo trabajan día a día con la mejor actitud para lograrlo y transmitir a sus pacientes la tranquilidad necesaria en una situación incierta. La admiración que siento por ellos es la misma que tengo por los pacientes que venciendo sus temores llegan a esa sala de radioterapia en busca de un día mejor.