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Máskara: Año 3, Número 14, Septiembre 2022

Aland Bisso Andrade

Médico Internista

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Cuando Gabriel García Márquez (“Gabo”) falleció en abril del 2014, tuve la visión de su ingreso al supramundo de la eternidad: vestido de blanco (tal como recibió el Nobel) y recorriendo un largo pasadizo flanqueado por graderías colmadas de un público que lo recibía jubiloso. La iluminación era generosa, aun así, Melquíades caminaba delante de él llevando un lamparín para alumbrarle el camino. Hacia la derecha, en una suerte de palco, José Arcadio Buendía lucía su mejor gala y hacía vivas con un pañuelo en la mano, mientras que Aureliano disparaba al aire con la mejor de sus armas. Amaranta lanzaba flores amarillas y Úrsula Iguarán lloraba de alegría sobre el hombro de Fernanda del Carpio. Una hermosa melodía surgía de Meme, quien tocaba el clavicordio, y de Pietro Crespi en el violín. Remedios la bella, la única que estaba ahí en cuerpo y alma, correteaba por todos lados dejando a su paso la estela de su olor inconfundible. Más arriba, los 17 hijos del coronel Aureliano Buendía junto a sus 17 diferentes madres, vitoreaban incansables hasta la afonía. Petra Cotes se lucía aferrada al brazo de su amante José Arcadio Segundo, mientras que Pilar Ternera se bamboleaba en la mecedora con la que fue enterrada. Más atrás -la única que muestra una expresión de tristeza- aparece Remedios Moscote, embarazada con sus gemelos en el vientre. Aureliano Babilonia y Amaranta Úrsula, unidos de las manos por un niño con cola de cerdo, pedían más hurras por el bienvenido.

“Amaranta lanzaba flores amarillas y Úrsula Iguarán lloraba de alegría sobre el hombro de Fernanda del Carpio”

Gabo (1927 – 2014)

En las graderías del frente, el doctor Juvenal Urbino levantó una copa de vino y pidió un brindis de honor; a su derecha, hermosa y elegante, brillaba Fermina Daza, quien no podía evitar la perturbación que le ocasionaba la voz desvalida de Florentino Ariza declamando poemas de amor. Filas arriba, Santiago Nasar estaba de parranda con sus asesinos, los gemelos Pablo y Pedro Vicario, y con el burlado Bayardo San Román. Ángela Vicario lucía un impecable vestido de bodas, mientras su corazón aún lloraba por la muerte de Santiago. Plácida Linero, Clotilde Armenta y Victoria Guzmán, diligentes y afiebradas, dirigían la preparación del banquete; Wenéfrida Márquez y Argémida Lanao, apuraban a los mozos para servir la champaña, mientras que el agente de policía, Leonardo Pornoy, ponía orden en las graderías más bulliciosas.

Algunas de las obras más importantes de Gabriel García Márquez

Todos se suman a la fiesta de bienvenida. En un enorme auto llegó el patriarca Zacarías, dictador de dictadores que aún en su otoño fue capaz de ordenar la dirección de los vientos y el nivel de las aguas, acompañado de su madre Bendición Alvarado, de Leticia Nazareno, su mujer, cubierta de pieles de zorro, y por Saturno Sánchez, su fiel cancerbero con machete en mano. Más atrás y a pie, llegaron Manuela Sánchez, el general Rodrigo Aguilar, vestido de luces y fulgurantes estrellas en el pecho, Patricio Aragonés y José Ignacio Sáenz de la Barra, jefe de la policía secreta del general. El dictador y su familia fueron ubicados en un palco de honor frente al que ocupa José Arcadio Buendía y el general Simón Bolívar, todavía en su laberinto; sin embargo, para evitar malentendidos, un viejo coronel que llevaba cargado un gallo de pelea, también ocupó un lugar privilegiado en compañía de su asmática mujer. Sabe que Gabo le guarda un entrañable cariño y eso, tal vez, vale más que la pensión que nunca llega.

“…para evitar malentendidos, un viejo coronel que llevaba cargado un gallo de pelea, también ocupó un lugar privilegiado en compañía de su asmática mujer”

En filas posteriores, se suman la sierva María de los Ángeles, Cayetano Alcino del Espíritu, Bernarda Cabrera, la Mamá Grande, la cándida Eréndira y su abuela desalmada, Rosa Cabarcas y sus putas tristes; además de médicos, dentistas, matronas, alcaldes, músicos, poetas, policías, curas, monjas, navegantes, concubinas, huérfanos, sicarios, magos, náufragos, soldados, mercaderes y los mil y un personajes que nacieron del genio creador de Gabo, a quien reciben alborozados en el teatro de la eternidad. A lo lejos se escuchó el bramido de un barco bananero, el rumor tumultuoso de la llegada de un circo, los cohetones que celebran la buena-nueva, el pito heroico de un tren a vapor y el paso de los que regresan de otra batalla perdida.

Macondo está de fiesta. Se acabaron los 100 años de soledad; la alegría y la paz serán eternas porque ya Gabo vive con ellos por los siglos venideros, más allá del fin de los tiempos.

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