Pedro martinez

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carta editora

Diferentes imágenes de la entrevista exclusiva con Pedro Martínez a Revista Mercado. En foto central el beisbolista junto con Patricia De Moya, editora en jefe de la revista.

Pedro “pitcha” para Mercado uando de entrevistar a celebridades se tratan nuestras portadas nos llenan de un sentimiento de satisfacción, orgullo y exaltación. Contar con su anuencia y disposición para engalanar nuestras páginas es un acontecimiento para nosotros; más aún cuando esa celebridad es un amigo sincero, sencillo, querido y admirado por todos. Les hablo de Pedro Martínez, o “Pedro el grande”, como le apodaron en varias de sus más productivas temporadas. A uno se le hace difícil imaginar cómo una persona que crece dentro de una vida sencilla y sin lujos, allá en Manoguayabo, se esfuerza, se supera y triunfa. Y, como él mismo nos comenta en la entrevista, “nunca me olvido de mis orígenes y lo que más disfruto es ayudar a los demás”. Su regreso al “big show” lo hace todavía más grande, sin nada que ocultar en la entrevista realizada por Rubén Lamarche, nos da a conocer sus expectativas en este momento tan importante de su carrera, donde podría regresar y hacer grandes contribuciones para su equipo, o sencillamente no hacerlo, y retirarse como lo que

ha sido: un atleta de excelencia probada (esta nota de la editora desea reconocer a Elvira Trinidad y Rafo por su amabilidad. ¡Se les quiere!). Por otro lado, y al cierre de esta edición, nos encontramos con la trágica situación que están viviendo nuestros vecinos de Haití luego del terremoto que les asoló. El dolor ha llenado de desesperanza a una población que ya la tenía por montones. Un país vejado por la falta de institucionalidad donde la pobreza y el atraso corren por sus fueros. Afortunadamente, la ayuda internacional y la solidaridad del mundo desarrollado se manifiestan a través de todos los envíos imaginables; después de todo, ésta ha sido calificada como la peor tragedia ocurrida en América Latina y el Caribe en las últimas décadas. Nos unimos al duelo que embarga a la hermana nación, con la que compartimos la Isla de la Hispaniola y rogamos al Todopoderoso les llene de esperanza, coraje y les brinde una senda para salir de este terrible dilema.

Patricia De Moya Editora en Jefe

EDITORA EN JEFE Patricia De Moya • PUBLISHER Alberto Labadía DIRECCIÓN COMERCIAL Catalina Ibarra DIRECTOR CREATIVO Juan Carlos Salas EDITORES Daniella Mena y Julio Fermán • STAFF EDITORIAL Geizel Torres, Fausto Adames, Mónica Rodríguez DISEÑO Moisés Encarnación • STAFF FOTOGRAFÍA Adelle Hart y Ricardo Rojas DIRECTORA SUSCRIPCIONES Suleiky Hernández T. 809. 540-7981 Ext. 251 • REPRESENTANTE EN LA UNIÓN EUROPEA Juan Alberto Casas, EuroLatin, Business Publications Group • www.eurolatin-bpg.com

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¿A quién “pitcharle”? Fotos:David Pou

Quizá el coronel no tiene quién le escriba, pero Pedro Martínez sí tiene a quién lanzarle. Ya lo veremos: 29 equipos a los cuales enfrentar. Solo hay que esperar que firme su contrato (¡y los Phillies tienen la delantera!).

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New York Mets

nal, donde Pedro regresa a la Liga Nacio 5 entra a 200 En s. one lesi comienzan sus 10,875,000; los New York Mets, con US$ 6, con US$ 2005, con US$ 11,813,351; 200 02,234; 2008, 14,0 14,875,000; 2007, con US$ con US$ 11,813,351.

Mi vida es muy simple”, me dice Pedro Martínez, con tono categórico, pero yo no se lo creo. No creo que su vida sea simple. La vida de una superestrella de Grandes Ligas no puede, en mi librito, ser simple. No debe serlo. Si fuera simple, sería igual que las vidas de los que nos sentamos en las gradas o frente a la televisión a verlo “pitchar”. Seríamos igual que Pedro en el sentido esencial de la palabra. Y no lo somos. Porque todos no podemos ser Grandes Ligas. Ni mucho menos, Grandes Ligas superestrellas con una carrera como la de Pedro Jaime Martínez, nacido en Manoguayabo el 25 de octubre de 1971, en República Dominicana. Y de eso se trata, de creer que podemos ser Grandes Ligas, porque si Pedro (no Don Pedro, ni el Licenciado Pedro, o el Doctor Pedro… no, solo Pedro) pudo, también podemos nosotros (aunque sea en sueños). Y soñar que pudimos haber sido jugadores de Grandes Ligas, cuando no pasamos nunca de pequeñas ligas, fueran las Mercedes o Capejón Díaz o Quique Cruz, o bien de clase pelota forrada y guante roto en Ciudad Nueva, con sede en el parqueo de lo que fue el Cine Triple, como es mi caso. Lo cual no es tan simple como parece: el mejor jugador de béisbol es el fanático, porque no comete errores. “Coge un bate, y ven a jugar aquí, al terreno, a ver si es fácil”. Sueños de vitilla, apara-batea, tres contra tres de la pared en las Cinco Esquinas de San Carlos. Y los sueños son cómodos, contrario a la realidad de un pelotero de Grandes Ligas: en primavera, tirarse de la cama a las 5:30 de la madrugada, entrar a un estadio antes de las 6:30 a.m. hacer ejercicios, correr, túnel de bateo, desayuno, “meeting” con el dirigente, correr otra vez, masajes, descansar, luego

estrecharse, almorzar, y a la 1:05 p.m. “take me out to the ball game” bajo el sol infernal de la Florida o de Arizona. Y el asunto no termina ahí. Porque después viene lo bueno. Más de cien juegos, en casa y en la ruta, sin mencionar las series Mundial y de Campeonato, donde la presión se quintuplica hasta hacer colapsar la más impenetrable concentración. Meses sin ver a su familia (o, en caso de que viajen con él, verlos bajo otra perspectiva, porque la concentración de un lanzador, el día en que le toca “pitchar”, requiere de un silencio absoluto, mortal; nadie en el “clubhouse” le dirige la palabra a un “hurler” de la talla de un Pedro Martínez, de un Roger Clemens, de un Randy Johnson). O, en todo caso, a El Expreso, a quien Pedro sigue en la lista de los lanzadores con más de una temporada de trescientos ponches o más, con seis (Nolan Ryan), y dos (Martínez), respectivamente. No hay día para salir a tomar un helado con los chicos. No se puede salir a hacer la compra con “Mamá”, que vino de Santo Domingo a hacerle unas habichuelas con dulce a su hijo el pelotero (tan flaco que ta’ ese muchacho, el pobre!), o a compartir con tío “queseyoquiencito”, que hasta un roncito trajo de la República para beberse un traguito con su sobrino, el “bigleaguer”… Del hotel al estadio, a practicar, del estadio al hotel, a descansar, del hotel al estadio, a jugar, del estadio a un avión, para repetir la rutina, una, y otra, y otra vez. Y con todo y eso, la gerencia del equipo espera que ganes juegos. Más de veinte, si es posible. Cien, si pudieran. Porque, ¡je!, no son tres cheles que te están pagando, por hacer lo que más te gusta, que es pararte en la lomita, coger aire, y lanzar la pelota, a ver qué pasa (a ver si ponchas, a ver si no lo pasas por bola, a ver si no te equivocas y se la pones como un coco para que te la manden donde no aparezca jamás). ¿Fácil, eh? Por algo dicen: coje un bate.

“Mi tiempo en grandes ligas está cerca de su fin, y lo se”. 74

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MEDIAS ROJAS DE BOSTON

Pedro pasa a Boston y allí gana su primer anillo de Serie Mundial y tiene sus mejores años. 1998, Boston Red Sox, con US$ 7,575,000; 1999, con US$ 11,100,000; 2000, con US$ 11,500,000; 2001, con US$ 13,000,000; 2002, con US$ 14,000,000; 2003, con US$ 15,500,000; 2004, con US$ 17,500,000.

l caso es que, Pedro dice: “mi vida es muy simple”, y yo pienso: “bárbaro, Pedro, ¿que tu vida es simple? ¿A papá?” Pero Pedro me lo aclaró de inmediato. Cuando uno llega a ese nivel, hay un momento en que se trascienden las frivolidades en que uno incurrió al principio, una vez que se llega a la cima, al estrellato… llega un momento en que eso ya no importa. Esas son las frivolidades que vienen como fruto de la carencia inicial. De la falta de… Y es que, no hay una superestrella dominicana de Grandes Ligas que haya nacido en cuna de oro. El béisbol no es una opción para los apellidos que suenan a comida italiana. Una vez que se es una estrella de Grandes Ligas, la familia sigue… ¿qué decir? El dominicano es así: primero la mamá, luego los hermanos, los primos, y el pelotero se convierte en una empresa familiar, con estructura jerárquica, con responsabilidades delegadas en una escala gerencial que se ocupa de mantener todo el engranaje aceitado para que el producto (el pelotero) esté concentrado, en lo suyo. Y la familia de Pedro es dominicana. Igual que las familias de todos los prospectos dominicanos que se han convertido en grandes estrellas de Grandes Ligas, y esos que no se han convertido en estrellas sino en jugadores famosos, y también los que no se han convertido ni siquiera en jugadores tan famosos pero han tenido una o dos temporadas buenas. Siempre, con todos ellos, es igual: inclusive con los invitados a las fincas de entrenamiento en República Dominicana, jovencitos que respiran, comen, sueñan béisbol… dólar que entra, dólar que se usa para incrementar la calidad de vida de la familia, en orden de prioridades, por supuesto; primero mamá, y luego los hermanos, y la familia… y los amigos, y los conocidos, y los que lo han oído mencionar. Porque el pelotero tiene que sa-

LOS MEJORES AÑOS

En Boston, Pedro Martínez no solamente ganó buen dinero (ver arriba), sino que también se puso su primer anillo de Campeón de Serie Mundial.

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Expos de Montreal

Pedro juega bajo el mando de Felipe Rojas Alou, y gana su primer Cy Young. Debuta en 1994, con US$ 200,000; 1995, con US$ 270,000; 1996, con US$ 315,000; 1997, con US$ 3,615,000.

car a todos de la olla. Porque la cultura de celebridad en la modernidad baila al ritmo del mundanal ruido, y ya no hay paralelos ni “transfers” que hacer, porque Dos Passos jugaba en el jardín derecho porque no tenía brazo. Hace mucho tiempo un cantante me comentó que el artista que está en la cima de su popularidad no puede andar sin efectivo… mucho efectivo. Todo el mundo espera que “la figura”, la celebridad, sea espléndido. Pedro Martínez es conocido por sus frugalidad, hasta donde se pueda aplicar el calificativo a un Grandes Ligas como él, por supuesto. Es decir, las extravagancias conocidas de otros muchos peloteros, las colecciones de automóviles deportivos, el cierre de discotecas para bacanales interminables, y otras escapadas desenfrenadas propias de la fortuna que va más allá de la capacidad y madurez de sus propietarios para asumirlas, no han sido atribuidas a Pedro Martínez, de quien lo menos que se puede decir es que es discreto. En todo caso, a Pedro Martínez se le encuentra, frecuentemente, en Manoguayabo. Mientras estuvo lesionado, practicaba en el Centro Olímpico Virgilio Travieso Soto (y que quede claro que esto no es una apología de la humildad no probada de Martínez), y es difícil que se le vea, si consideramos la forma en que se maneja, como muchos otros peloteros del ayer, que se quedaron, al final de sus carreras, sin un céntimo. Después de todo, ¿cómo puede ser simple la vida de un lanzador de Grandes Ligas que ha sido, durante 18 años, uno de los más apabullantes


Philadelphia Phillies

Philadelphia En 2009, Pedro firma con los porada pasada, Phillies a mediados de la tem os, como salario. ead rrat con US$ 2,000,000, pro al. Pedro pierde ndi Mu ie Ser El equipo llega a la kees. el último juego contra los Yan

“pitchers” del negocio, con más de 219 juegos ganados de por vida, 2,93 de efectividad, 3.154 ponches, 2.897 entradas lanzadas, una triple corona, tres Cy Young, un anillo de Campeón, con los Medias Rojas de Boston, además de ocho selecciones al Juego de Estrellas, líder de juegos ganados de la Liga Nacional en una ocasión, y en tres ocasiones de la Liga Americana, además de ser el único lanzador en ganar cien juegos en ambas ligas, entre otros muchos premios y reconocimientos. Pedro explica: “...Mantengo mi vida simple. No soy extravagante. No quiero impresionar a nadie con cosas materiales...” Y continúa: “mis valores no me permiten hacer esas cosas. Mi dinero lo gasto en gente que lo necesita más que yo. Yo no salgo a la calle con un micrófono diciendo lo que hago por mi gente. Mi familia vive cómoda, todos ellos. Pero no alardean”. Y entonces sucede lo que alguien con dos dedos de frente esperaría de un profesional curtido en su quehacer, alguien de su experiencia, a pesar de ser joven: Pedro Martínez se pone filosófico, aunque sus ponderaciones son matizadas por el sentido de lo práctico que dan las penurias tempranas. “Quien tiene mucho dinero y no se da cuenta de que necesita a los pobres para disfrutar ese dinero lamentablemente no tiene nada. Porque el que no se da cuenta de que el edificio en que vive fue hecho por gente que no puede ni siquiera entrar en el lobby, es un mal agradecido. Cuando más abundancia tienes es cuando más tienes que pensar en los demás”. Y entonces, mirándome a los ojos, y porque no tiene nada que perder, y tampoco me debe nada a mí, que soy un periodista que lo ha entrevistado tres veces aunque él no lo recuerde, me dice: “he estado en lo más alto, pero he estado en lo más bajo”. “Todo esto” (es decir, la forma inteligente en que ha integrado a su familia al proceso de “branding” del producto Pedro Martínez, la manera en que ha empleado el talento profesional de abogados y manejadores que no le pierden pisada, como si ser “pitcher” fuera manejar una corporación moderna en la que los empleados tienen acciones) “hace que mi bajada del béisbol sea más suave”.

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Cuando se trata de dinero, Pedro cuenta con un equipo de abogados y gente que lo asesora. “Pero ellos trabajan para mí, y yo los dirijo, y al final la decisión la tomo yo”. Y continúa: “preparé una colchita debajo, por si me caía, o me caigo, de repente, caer bien acomodado. A mí nunca me ha molestado vivir dentro de la pobreza. Todos los días vivo lidiando con gente pobre”, dice. Si bien Pedro Martínez fue pobre, y está consciente de lo que eso implica, del trabajo y los sacrificios que le ha costado su ascenso, su estrellato (digan lo que quieran, pero Pedro Martínez no es un ser común y corriente, porque nadie que llegue donde él está lo es), lo cierto es que Pedro Martínez no es pobre… y por lo que puedo ver, no me luce como un botaratas. Continuamos conversando, hasta que, más adelante, Pedro me dice, de frente y sin vacilar, algo que, estoy seguro, nadie se imaginó que alguien como él pudiera decir, una revelación que indica que, como hombre, sabe dónde se encuentra, lo que le espera, y ha hecho su paz con su situación, en el tiempo y en el espacio, en su momento personal. Pedro afirma: “mi tiempo en Grandes Ligas está cerca de su fin y lo sé”. ¿Cuántos Grandes Ligas han afirmado algo semejante? Luego continúa: “no porque no pueda competir, no porque no me sienta bien; he demostrado que puedo competir, pero no quiero jugar tanto tiempo”. Parece simple, como su vida misma.

“manteng o mi vida simple, no soy extravagan te”.


Busco una opinión calificada. Llamo a Ángel Luis Núñez, el destacado cronista deportivo dominicano, y le pregunto, en general, qué pasará con Pedro Martínez. Con la parquedad que lo caracteriza, Núñez afirma que su futuro para 2010 está en Philadelphia, por un año, con una probable extensión de contrato, siempre de acuerdo con su desempeño. La clave está, como dice Evans Clinchy, columnista del Tufts Daily, “... el riesgo es alto con un lanzador de edad, como Pedro, pero no se puede negar que la recompensa es altísima”. “Las perspectivas para mi están perfectas. Me siento positivo. Satisfecho por mi carrera. Cualquier cosa que pase, dentro de la post-temporada, o en este momento, en la agencia libre, me va bien”, dice Pedro. Albert Chen, escritor especializado en béisbol de Sports Illustrated, comenta que “dada su edad y su historia reciente al escoger equipos, no cabe duda de que Pedro lanzará para un equipo que tenga una buena oportunidad de ganar un campeonato, ya sea en Philadelphia u otra novena para la que no haya trabajado”. Y añade: “en todo caso, pronto lo veremos”. En cuanto a los equipos (que si Philadelphia, que si Chicago, que si los Dodgers), Martínez exhibe la misma paciente frialdad que se le ve en una séptima entrada, no importa lo difícil de la situación. “Me sentí cómodo en Philadelphia, me

gustaría jugar allí. Pero son 30 equipos, y todos califican. Si lo puedo conseguir en la Liga Nacional sería un plus”. Liga Nacional, Liga Americana. ¿Qué pensar? ¿Cómo decidir? ¿Hasta cuándo esperar? “No estoy apurado en buscar un equipo, pero tampoco en dejar de jugar béisbol. Quiero descansar y escoger la oportunidad precisa para entonces encaminarme a negociar. Voy a dejar que los equipos tomen la iniciativa en lo que es las ofertas, y después elegiré con qué equipo me quedaré, y qué chance me dará para clasificar”. Albert Chen se muestra de acuerdo: “no creo que Pedro esté apurado por firmar o ser invitado al entrenamiento de primavera. Él sabe que es más atractivo como alguien que entra a mediados de temporada, como Clemens hace unos años”. Pero Pedro, en caso de retiro, no es una fuerza captadora de patrocinios y representaciones, como Alex Rodríguez, o Tiger Woods (hasta hace poco), entre otras estrellas deportivas. “Hay muchos otros lanzadores que son más populares. Sus años de super estrella han terminado”, dice Chen. Pero el columnista también entiende que Pedro sigue siendo una marca, y por lo tanto los equipos “reconocen el hecho de que la gente va al estadio cuando él abre el juego, y por lo tanto habrá demanda para él, ya sea un equipo o una empresa buscando apoyo”. Chen concluye: “sencillamente, Pedro no está donde estaba hace unos años. Pero todavía tiene oportunidades por ser quien es”. “Todo tiene su final. Y yo lo acepto. Cuando me toque, lo aceptaré. Pero mi final no lo dicta un hombre, o un periodista”. Me quedo en silencio, porque Pedro Martínez tiene razón. En suma, que no es el dinero (Pedro ya lo tiene). No es permanencia (Pedro ya la ha tenido). ¡Es la gloria… un año más de gloria! Y uno piensa en aquella frase: “eran los peores tiempos, eran los mejores tiempos”, de Charles Dickens. “Un anillo de Campeón de Serie Mundial en la Liga Nacional”, me dice. Y de ahí, después del “out” 27, dirigirse al pequeño poblado al norte de New York donde se jugó pelota por primera vez, hace tantos, pero tantos años, y donde ahora van a descansar los nombres inmortales en la casa de Abner Doubleday… y escucharlos cantar, a todos ellos, “¡Take-me-outto-the-ball-game!”

LOS ANGELES DODGERS

En 1993, Pedro firma con los Dodgers de Los Angeles, con un sueldo de US$ 119,000 (Pedro Martínez firmó con los Dodgers como agente libre amateur en junio 18 de 1988, y debutó en las Grandes Ligas en septiembre 24 de 1992).

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PEDRO “Wild” Pedro Martínez ha tirado un total de 92 “wild pitches”, y le han dado 63 batazos de sacrificio que han redundado en anotaciones.

¡Show Me The Money!: el brazo del di nero Juegos de estrella En más de cinco ocasiones (1996, 1997, 1998, 1999, 2000, 2002, 2005, 2006), Pedro ha sido parte del Juego de Estrellas, aunque solamente en una ocasión ha sido el lanzador abridor. De los últimos tres años en que jugó en este certamen, no fue sino en 2006 cuando Pedro ganaba la mayor cantidad de dinero de toda su carrera, con US$ 14,875,000.

SUS ENFRENTAMIENTOS Pedro Martínez ha golpeado a 141 jugadores con sus lanzamientos, mientras que, de por vida, ha visto un total de 11,394 hombres pararse en el “home” a esperar su propuesta. De las carreras que le han anotado, 919 son merecidas.

PEDRO YOUNG laor Pedro Martínez tiene, de por vida, más de 3,000 ponches y más de cuatro premios Cy Young ganados durante su carrera, lo cual le granjea la entrada al exclusivo Salón de la Fama de Cooperstown, de manera automática, siempre considerando el buen manejo del serpentinero, en sus relaciones personales con la prensa.

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Los fallos

Pedro ha dado un total de 2,419 bases por bolas cada nueve entradas lanzadas, con la mayor concentración de boletos otorgados en la Liga Nacional, con 1,949, en el año 2005.


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