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La Copa Mundial de la FIFA Catar 2022:
UN TRIBUTO A LA HIPOCRESÍA
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POR DR. MIGUEL RUJANA QUINTERO DOCENTE INVESTIGADOR DE LA UNIVERSIDAD DEL SINÚ– EXTENSIÓN BOGOTÁ En la “civilización del espectáculo” el sujeto de hoy demanda diversión sin límites hasta el paroxismo, y los promotores son los mensajeros del mercado para traer esta felicidad. En esta sociedad se cambian valores –los que fundaron y le dieron vida a Occidente y a Oriente– por la banalidad de la cultura, la trivialidad y la hipocresía.
La “civilización del espectáculo” volvió a prender sus luces el pasado 20 de noviembre con el certamen deportivo más grande del mundo: la Copa Mundial de la FIFA Catar 2022, evento que reúne a más de un millón y medio de espectadores en los estadios, y miles de millones de personas lo ven por televisión. Asisten destacados artistas, reconocidas personalidades del deporte, el cine, la moda y el espectáculo, multimillonarios, delegados de gobiernos, y hasta el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, celebró el evento al lado del emir (monarca), y hasta “protestó” contra la FIFA por no permitir que los jugadores usaran brazaletes arcoíris en sus juegos. Todos ávidos de entretenimiento y diversión, tal vez, para escapar del aburrimiento. Todos demandando febriles emociones. “Pasión universal que es el ideal corriente de la sociedad actual. Perfectamente legítimo, sin duda. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros de esta sociedad que quieran dar solaz, esparcimiento, humor y diversión a sus vidas encuadradas por lo general en rutinas deprimentes y a veces embrutecedoras. Pasando por alto, que convertir esa natural propensión a pasarla bien en un valor supremo tiene consecuencias: la banalización de la cultura, la generalización de la trivialidad” 1, y la normalización de la hipocresía.
El territorio de Catar ha estado poblado por pequeños grupos desde la prehistoria. La región se integró al islam en los tiempos de mayor auge de esta confesión y, en el siglo VIII, ya pertenecía al Califato Abasí, fundado por descendientes del profeta Mahoma. A finales del siglo XIX, cayó bajo el control del Imperio Otomano y tras su disolución en 1922, fue incluida dentro del protectorado del Imperio Británico, junto con una decena de naciones. En esos tiempos fue un territorio pobre dedicado principalmente al cultivo, la recolección y la comercialización de perlas. Por ello es conocido como el “país de las perlas”.
Todo el territorio catarí es un desierto de arena, sin agua dulce, sin vegetación ni elevaciones, rodeado de mar. Es una ciudad Estado. El clima es árido, con veranos extremadamente calurosos que suben hasta 50°. Allí viven 2.6 millones de personas, de las cuales unas 300.000 son cataríes, el resto son trabajadores migrantes que se encargan de proveer servicios y ser mano de obra2 .
Fue bajo el protectorado del Reino Unido cuando se descubrieron grandes cantidades de petróleo y de gas natural en Catar. En 1961 pasó a formar parte de la OPEP, y en 1971 se convirtió en un Estado independiente por concesión británica. Traspaso de poder que aprovechó la familia Al Thani, para organizarlo como una monarquía islámica de corte conservador. Nación rica y codiciada por el mundo entero3 .
Debido al temor de ser invadido o agredido por su posición estratégica, por ser una nación rica y pequeña, y por financiar a grupos proislámicos, ha estimulado la diplomacia que le ha permitido alianzas con potencias extranjeras. Primero, se apoyó en los británicos, quienes mantenían la seguridad en la región a cambio de ventajas comerciales. Luego, Estados Unidos tomó el relevo a cambio de beneficiarse de grandes negocios y de una base militar, la de Al Udeid, al suroeste de Doha, la más grande de Oriente Próximo4. La adopción del wahabismo también se produjo, en parte, para no ser absorbida por la hegemónica Arabia Saudí, único país con el que comparte frontera.
A pesar de las enormes diferencias culturales, políticas y religiosas entre Catar y Occidente, tienen fuertes y grandes intereses en común: económicos, de negocios y geopolíticos. Desde la década de 1990 Catar ha sido socio de países como Estados Unidos, Reino Unido, y ha participado en operaciones militares como en la Guerra del Golfo de 1990 contra Irak y en la invasión a Libia en 2011.
Pero es su política económica neoliberal y aperturista la que ha permitido hacer valer su poder en el mundo. Ha diseñado una estrategia de penetración a los mercados internacionales, a la sociedad del consumo y a la del espectáculo, convirtiéndolo en un jugador válido para Occidente. Interés que ha llevado a Doha, su capital, a convertirse en un exótico centro turístico y de negocios, de los más modernos del planeta, que compite sin límites con los lujos de ciudades como Las Vegas. Ya cuenta, como extensión, con la prestigiosa universidad norteamericana Georgetown.
Su poder se debe básicamente a la gran cantidad de combustibles fósiles. Esta nación es la cuarta más rica del mundo por su PIB per cápita, según Forbes de agosto de 2022. Es la mayor exportadora de gas natural con el 13% del total global y, además, cuenta con una reserva de unos 25 mil millones de barriles de petróleo para las próximas décadas5. Energías que se las disputan desde hace tiempo Europa y otros países desarrollados, y hoy mucho más debido a la guerra RusiaUcrania.