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Opinión
Restauración hidrológico-forestal: ¿hay futuro para un pasado de éxito?
Ciro Arnol Alvarado Torres Ingeniero de Montes calvarado@mapa.es Eduardo del Palacio Fernández-Montes Ingeniero de Montes Antonio Muñoz Correal Ingeniero Técnico Forestal Subdirección General de Política Forestal, Área de Actuaciones Forestales y Lucha contra la Desertificación. Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico
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Un pasado de éxito La restauración hidrológico-forestal es un concepto que no es nuevo en nuestra profesión. Ya a los pocos años de la creación de la Escuela Especial de Ingenieros de Montes (1848) se aborda con decisión la restauración forestal. Así, el R.D de 11 de julio de 1877 y el R.D. de 3 de febrero de 1888 inciden en evitar la denudación de los suelos necesitados de protección, el primero, y en los trabajos de repoblación en las cabeceras de las cuencas hidrográficos, el segundo. El R.D. de 7 de junio de 1901 crea los Servicios Hidrológicos Forestales, orientados principalmente a la corrección de los torrentes de montaña. Es a partir de entonces cuando la restauración hidrológico-forestal en España va avanzando, consolidándose y organizándose hasta nuestros días. En el camino de la RHF en España se van dando fases en las que dominan diversos aspectos del concepto, con hitos destacados como la creación de las diez Divisiones Hidrológico-Forestales en 1901, la creación de las Confederaciones Hidrográficas en 1926, el Patrimonio Forestal del Estado en 1941, el ICONA en 1971 y la transferencia de competencias a las comunidades autónomas en 1985, como consecuencia de la nueva organización territorial y administrativa de España. En la transferencia de competencias en materia forestal y de conservación de la naturaleza de la Administración General del Estado a las comunidades autónomas, la restauración hidrológico-forestal se encara a través de los convenios de colaboración establecidos con ellas. Los convenios de colaboración finalizan de facto en el año 2010, como consecuencia directa de la crisis económica. Ya desde el inicio de sus actuaciones, los ingenieros de montes plantearon la restauración hidrológico-forestal como una actuación mixta con repoblación y tratamientos selvícolas y la realización de obras de tipo civil. El resultado no ha podido ser más eficaz. Centrándonos en la época más reciente, hasta esa terminación de los convenios de colaboración, se puede concluir que se ha cumplido de manera amplia con las expectativas, como indican las cifras mostradas en la tabla 1.
Tabla 1. Actuaciones realizadas a través de los convenios de colaboración en materia de restauración hidrológico-forestal firmados entre el Estado y las comunidades autónomas
Tipo de actuación Obras de corrección Repoblación forestal Tratamientos selvícolas Act. auxiliares Pistas forestales Unidad Medición Inversión (mill. €)
% Inversión
m3 1.442.775,52 176,79 23,06
ha 207.757,89 292,89 38,20
ha 257.003,75 270,79 35,32
km 2.668,31 26,28 3,43
Fuente: Cozar Castañeda et al.; 2019
El éxito: saber es hacer Además de cumplir la inestimable función de corrección hidrológica y sus efectos a corto, medio y largo plazo, se cumple otro papel poco abordado y que pasa un tanto desapercibido: proporcionar a numerosos ingenieros una experiencia insustituible tanto en el diseño y planificación como en la ejecución de trabajos de restauración hidrológico-forestal. Es indudable que la España forestal debe a estos profesionales su estado actual, y la comparación fotográfica de los “antes” y “después” es meridianamente clarificadora (foto 1). El lema de la ETSI Montes, conocido por todos, “Saber es hacer”, está íntimamente ligado a este concepto, puesto que, si con el paso del tiempo dejamos de hacer, tarde o temprano dejaremos de saber, por mucho que se haga en el esfuerzo académico. En nuestra profesión de ingenieros hay que hacer, ejecutar, como se dice ahora.
Foto 1. Peña Apartada (Sierra Espuña) en 1895 (izq.) y en el siglo XXI (dcha.). Fuente: Del Palacio et al.; 2013
En ocasiones, el callado hacer de los forestales sale a la luz cuando la naturaleza muestra su fuerza y desbarata alguna de las obras de control realizadas. No hay más que recordar algunos acontecimientos trágicos de no hace demasiado tiempo (la tragedia de Biescas es un claro ejemplo). Hoy en día, afortunadamente, se sigue sabiendo y por ello se sigue haciendo; y así, por ejemplo, tras los incendios forestales las Administraciones públicas proceden a efectuar los correspondientes trabajos de RHF. No hay más que recorrer las zonas de actuación y comprobar cómo trabajan los elementos que se diseñan e implementan; las albarradas colmatadas (foto 2), las fajinas reteniendo sólidos y las laderas plantadas cubriendo al poco el terreno con nueva flora. En conjunción con ello, no pocas veces se puede observar lo que ocurre en zonas adyacentes en las que no se ha actuado: erosión en regueros, movimientos en masa en eventos meteorológicos adversos, degradación de la masa vegetal…
Foto 2. Albarrada colmatada. Restauración del incendio de La Palma de 2016. Fuente: SG Política Forestal Un futuro… de éxito La ya larga trayectoria del sector forestal en la RHF, con sus luces y sus sombras, como toda actividad humana tiene en el horizonte algunos nubarrones. La importancia del monte como regulador del ciclo hidrológico es muy clara, hasta que aparecen otros intereses habitualmente de beneficio inmediato, ya sean infraestructuras, dotaciones u otras necesidades de las administraciones. En ese momento se reduce o desaparece la financiación, una de las nubes más amenazadoras. La carencia de presupuesto elimina actuaciones, incluso aquellas que ya están con toda su documentación técnica a falta sólo de ejecutar. Aunque los técnicos de las unidades forestales tengan muy claro qué es lo que hay que hacer, dónde, cuándo y cómo, los recortes afectarán a los cuatro adverbios. El dónde quedará muy reducido y localizado; el qué tenderá a lo indispensable; el cuándo adolecerá de exceso de prisa; y el cómo a veces se acerca a “como sea”. Otra nube es la competencial, en un país como España totalmente descentralizado. Cada uno es responsable de su territorio. Cuando se une a presupuestos reducidos y a impedimentos normativos y de competencias, las actuaciones se reducen al mínimo. La inversión disponible limita las actuaciones, por ejemplo, a menos del 10 % de una superficie incendiada (eficacia reducida). Además estas actuaciones con frecuencia no se realizan donde más se necesitan, debido a la estimación urgente (no hay mucho tiempo para tener información muy fina) de los lugares de mayor riesgo en donde concentrar la inversión (información no contrastada en el punto de partida).
Nuevamente los forestales tienen claros los cuatro elementos: qué, cuándo, cómo y dónde, pero la amplia panoplia normativa y de competencias desarticula especialmente el dónde, porque si el territorio es de uno, el otro no puede actuar o para hacerlo hay que seguir unos procedimientos a veces no demasiado ágiles. Tras la primera intervención, por diversas razones (disminución de “actualidad política y social” de una actuación, falta de presupuesto), a veces las administraciones autonómicas competentes no siguen actuando y los trabajos caducan o pierden efectividad (pistas que se desmoronan, obras transversales aterradas y absorbidas, matorral, evolución a modelos de combustible muy peligrosos). En el pasado se tuvo éxito actuando en un marco regulatorio contra la erosión y la desertificación, quizá siguiendo políticas anteriores. Actualmente se va a la actuación de emergencia, buscando la inversión cuasi instantánea en un tiempo reducido y mientras la autoridad competente está sobrepasada por los hechos (incendios); por ello los proyectos no están completamente madurados y la praxis puede resultar perjudicada. Además, hay que unir a esto el hecho ya comentado de la división com
petencial AGE/CCAA, que limita las actuaciones o proyectos de la AGE. Quizá habría que considerar si volviendo en parte al pasado podemos repetir sus frutos, es decir, incidiendo de nuevo en un marco regulatorio contra la erosión y la desertificación, que además es una política necesaria a nivel internacional. Acompañando a la normativa hay otras medidas posibles: f Tener planes de contingencia, para lo que es necesario un conocimiento cabal del territorio y valorar según algunos indicadores qué hay que hacer y dónde una vez que tenemos un evento.
Imprescindible para ello es el Inventario Nacional de Erosión de Suelos (INES) (gráfico 1) y sobre todo unidades administrativas dedicadas a ello, pues si el que tiene que diseñar una actuación está a la vez atendiendo otras emergencias no va a poder efectuar el trabajo de manera correcta (la emergencia arrastra). f Analizar qué efectividad tienen las actuaciones a nivel monte y a nivel microcuenca y cuenca hidrográfica, por ejemplo mediante universidades y Copernicus (programa de la Comisión Europea
Gráfico 1. Pérdidas de suelo por erosión laminar y en regueros. Fuente: INES. SG Política Forestal
para proporcionar información medioambiental a través de satélites). Esto posiblemente permita incrementar la tendencia a invertir al ver su eficacia. f Habilitar procedimientos administrativos y/o normativos que permitan tramitar los proyectos de restauración, sin la espada de Damocles del tiempo de reacción y tramitación. Es imprescindible concienciar a los responsables de las administraciones competentes (las CAAA, en la mayor parte del territorio nacional) sobre la importancia de efectuar trabajos de restauración y protección hidrológico-forestal “clásicos”, sin tener que esperar a que se produzca la situación de emergencia social y medioambiental (incendios, inundaciones) que precisamente estos trabajos pueden prevenir en gran medida. En este sentido, una buena oportunidad podría ser potenciar/divulgar la idea de la RHF como medida de defensa contra el cambio climático.
Conclusiones Se puede mantener y reforzar el éxito de antaño, aplicando el ya ancestral saber de la profesión forestal, sólo hay que analizar la situación presente y planificar qué hacer, cómo, dónde y cuándo, y una vez ejecutado comprobar qué efectos ha conseguido en relación a lo planificado. Todo ello apoyado en procedimientos administrativos, normativos y, especialmente, presupuestarios. Con las herramientas actuales tecnológicas y científicas se trata de volver a aplicar nuestros ya conocidos aforismos de Inventariar, Planificar, Ejecutar (imprescindible hacer para saber) y Revisar. Hay que incluir, eso sí, la Comunicación, más a nivel administrativo y político que a nivel de opinión pública. p
Bibliografía
Río Navacerrada. Valle de La Barranca (Madrid)
CÓZAR CASTAÑEDA, A.; MARTÍN-FERNÁNDEZ, L.; DEL PALACIO FERNÁNDEZ-MONTES, E.; 2019. Restauración Hidrológico-Forestal en España en las Comunidades Autónomas en colaboración con el Estado (1985-2010): Balance y Futuro marco de actuación. Vol. 45 Núm. 1: Cuadernos de la SECF. DEL PALACIO, E. (Coord.); 2013. Cien años de restauración hidrológico-forestal. Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Madrid. LÓPEZ CADENAS DE LLANO, F.; 1998. Restauración hidrológico-forestal de cuencas y control de la erosión. Tragsa-Tragsatec-Ministerio de Medio Ambiente-Mundi-Prensa. Madrid. MARTÍN FERNÁNDEZ, L., MARTÍNEZ NÚÑEZ, M., PÉREZ AGUIAR, W.; 2013. Propuesta de un marco de actuación para la mejora de la gestión de los proyectos y convenios de restauración hidrológico-forestal en España. 6CFE01-581. Actas 6º Congreso Forestal Nacional. Vitoria. MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE; 2002. Plan Forestal Español. Dirección General de Conservación de la Naturaleza. Ministerio de Medio Ambiente. Madrid. MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE; 2003. Ley 43/2003, de 21 de noviembre, de Montes. BOE nº 280: 41422- 41442, de 22/11/2003 (con modificaciones posteriores). Ministerio de Medio Ambiente. Madrid. PEMÁN GARCÍA, J.; IRIARTE GOÑI, I.; LARIO LEZA, F. J. (Editores); 2017. Restauración forestal de España: 75 años de una ilusión. Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente y Sociedad Española de Ciencias Forestales. Madrid.