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Opinión
Guillem Canaleta* Ambientólogo gcanaleta@paucostafoundation.org Oriol Vilalta* Biólogo Mariona Borràs* Ingeniera de Montes Helena Ballart* Ingeniera de Montes Jordi Vendrell* Geógrafo Emma Soy* Dra. Geografía y Medio Ambiente David Martin* Ambientólogo Núria Prat* Dra. Ciencias Ambientales
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*Pau Costa Foundation (PCF)
E ntre los días 4 y 7 de octubre de 2022 tendrá lugar la conferencia titulada “Ecología del fuego más allá de las fronteras: conectando la ciencia con la gestión”, organizada conjuntamente por la Asociación para la Ecología del Fuego y la Fundación Pau Costa en Florencia (http://fireacrossboundaries.org/). Será una gran oportunidad para que investigadores en el campo de los incendios forestales y la ecología del fuego, gestores del territorio y servicios de prevención y extinción puedan encontrarse, debatir, coordinarse y fortalecer la comunidad internacional de incendios. Se debatirán temas de actualidad, como el rol de la ecología del fuego en la gestión y la conservación de ecosistemas, gestión de paisaje, gestión forestal mediante quemas prescritas, las nuevas generaciones de incendios, políticas en incendios forestales y la relación de la sociedad con los incendios. Os hacemos un pequeño avance. Desde que las plantas colonizaron el medio terrestre y la atmósfera empezó a acumular oxígeno, el fuego ha sido un elemento recurrente, en mayor o menor medida, en todos los ecosistemas. De forma natural ha actuado como una perturbación, renovando hábitats, favoreciendo a unas especies y perjudicando a otras. Además, el manejo del fuego por parte de la especie humana también ha jugado un papel importante, con la apertura de espacios abiertos mediante quemas controladas destinadas a renovar pastos para el ganado, poder cultivar y cazar. En definitiva, sin el fuego no podríamos entender los paisajes que observamos hoy (PAUSAS & KEELEY, 2009). S in embargo, en las últimas décadas, y especialmente en los últimos años, hemos vivido una serie de episodios de incendios, quemando grandes superficies con intensidades muy altas y superando completamente la capacidad de extinción. Ecosistemas que raramente veíamos quemar hace unos años han ardido debido a la falta de gestión y al aumento de temperaturas que está sufriendo el planeta como causa de los efectos del cambio climático. Es el caso de los incendios del norte y oeste de Europa en 2017 y 2018. De la misma forma, los ecosistemas que ya ardían cada vez lo hacen con más frecuencia e intensidad y con más días de riesgo de incendio al año. Este es el caso de los incendios de Australia 2019-2020, con comportamientos de fuego una vez más sin precedentes, con 12 millones de hectáreas quemadas y longitudes de llama de hasta 70 metros, o los incendios de octubre de 2017 en Portugal, que calcinaron 290.000 hectáreas, llegando a tasas de expansión superficial de 4.000 hectáreas por hora (CASTELLNOU et al., 2018; JOINT RESEARCH CENTER, 2018). Llegados a este punto surge la pregunta: ¿Y si dejamos de depender tanto del tiempo atmosférico que no podemos controlar y recuperamos la gestión forestal y paisajística que sí podemos controlar? Sa-
bemos que la no intervención en nuestros paisajes significa que podemos perderlo todo durante el siguiente gran incendio forestal. Pero con un paisaje gestionado, los incendios que tengan lugar pueden llegar a quemar de una forma ecológicamente sostenible a la vez que reduciendo el riesgo para las personas. Se ha visto en numerosas ocasiones (PAUSAS & KEELEY, 2019) cómo un manejo del fuego adecuado puede influir positivamente en mantener y mejorar los servicios ecosistémicos que nos ofrece la naturaleza: provisión, regulación, cultura y soporte. Sin ir más lejos, las quemas prescritas pueden ser una gran herramienta para la prevención de incendios a la vez que permiten gestionar hábitats para favorecer los servicios ecosistémicos, con una aplicación del fuego con niveles de intensidad, severidad y consunción adaptados a la ventana de prescripción de acuerdo con los objetivos de planificación. Entre otros beneficios, las quemas prescritas permiten: mantener espacios abiertos que favorecen las especies intolerantes a la sombra y fauna salvaje adaptada a estos espacios, la regeneración de pastos para el ganado, la adaptación de las nuevas especies al cambio climático, la mejora de la biodiversidad (PONISIO et al., 2016; PAUSAS & RIBEIRO, 2017), explicar a la sociedad el rol del fuego como perturbación natural y la reducción del riesgo de incendios forestales, que tendrían un impacto mucho más severo que las quemas prescritas. Al final, se trata de favorecer que cada ecosistema prospere de forma sostenible en los escenarios dinámicos actuales, a la vez que se cumple con el objetivo de prevención de incendios y se aprovechan sus recursos. Otra forma de gestión que se está erigiendo como una solución para mantener controlada la carga de combustible es la ganadería extensiva. Esta práctica ha sido una gran aliada durante generaciones para proteger el monte y los asentamientos humanos de los incendios. No obstante, la falta de rentabilidad económica en un mercado globalizado e industrializado provocó un abandono progresivo del pastoreo y, en consecuencia, la pérdida de pastos y el aumento de la densidad de vegetación. Actualmente, proyectos como “Rebaños de Fuego” (www.ramatsdefoc.org/es/; figura 1) o la red RAPCA de Andalucía (www.juntadeandalucia.es/ medioambiente), permiten recuperar estas prácticas en zonas estratégicas de prevención de incendios mediante la creación de un sello de calidad y campañas de sensibilización y comercialización
Figura 1. Rebaño de aproximadamente 300 ovejas, pastando bajo arbolado en una zona estratégica para incendios conducidos por viento, en el noreste de la Península Ibérica, provincia de Girona
para hacer de la ganadería extensiva una actividad económicamente sostenible. Esta gestión que vemos tan necesaria viene acompañada de muchas otras dudas (cada cuántos años, en qué época del año, cuáles son los objetivos de la gestión, metodologías, herramientas a usar, qué especies favorecer, retos del cambio climático…) que necesitan respuesta y deben ser adaptadas a cada caso particular. Para ello, la ciencia y la experiencia se necesitan para solucionar los interrogantes que plantean los nuevos escenarios. El estudio y manejo del fuego para la gestión del territorio viene desarrollándose durante siglos, pero bajo el contexto de cambio climático en el que estamos inmersos, hace falta desarrollar nuevo conocimiento respecto a su uso y aprender a transferirlo de forma práctica a la gestión de nuestros ecosistemas. La conferencia “Ecología del fuego más allá de las fronteras: conectando la ciencia con la gestión” permitirá aprender e intercambiar experiencias entre diferentes regiones y ecosistemas del mundo. Os animamos a participar y a enviar resúmenes a partir de enero de 2022. s
Bibliografía
CASTELLNOU, M.; GUIOMAR, N.; REGO, F.; FERNANDES, P.; 2018. Fire growth patterns in the 2017 mega fire episode of October 15, central Portugal. Fire Management, pp. 447453. JOINT RESEARCH CENTER; 2018. Forest Fires in Europe, Middle East and North Africa 2017, s.l.: EFFIS. PAUSAS, J.; KEELEY, J.; 2009. A Burning Story: The Role of Fire in the History of Life. BioScience, pp. 593-601. PAUSAS, J.; KEELEY, J.; 2019. Wildfires as an ecosystem service. The Ecological Society of America, pp. 289-295. PAUSAS, J.; RIBEIRO, E.; 2017. Fire and plant diversity at the global scale. Global Ecol Biogeogr, Volumen 26, pp. 889-897. PONISIO, L.; WILKIN, K.; M’GONIGLE, L.; 2016. Pyrodiversity begets plant–pollinator community diversity. Glob. Change Biol., Volumen 22, pp. 1794-1808.
Las lecciones de la carta del coronel Bowman
Ignacio Pérez-Soba Diez del Corral Doctor Ingeniero de Montes Decano en Aragón del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes
El 7 de septiembre de 2021 me encontraba trabajando en mi despacho del Servicio Provincial de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente de Zaragoza del Gobierno de Aragón cuando me anunciaron que una persona quería entregar en mano una carta y una foto al Patrimonio Forestal del Estado. Como es bien sabido, el Patrimonio Forestal del Estado (PFE) desapareció hace medio siglo, cuando fue sustituido por el ICONA en 1971, por lo que esa intención resultaba, cuanto menos, chocante. Con la natural curiosidad, recibí a quien quería hacer tan peculiar entrega. Resultó ser un hombre de avanzada edad, y lleno de vitalidad, llamado Hal K. Bowman, teniente coronel retirado de la fuerza aérea de los Estados Unidos y titulado en agronomía por la Universidad de Purdue (Indiana). Había venido a España desde su residencia en Carolina del Norte, y en efecto, traía una carta escrita en inglés dirigida al Servicio Forestal provincial de Zaragoza, España y acompañada de una fotografía en color. Me explicó verbalmente lo que por escrito contaba también su carta, y que constituía el motivo de su visita: agradecer el trato que, hacía cincuenta y nueve años, había recibido del PFE.
Foto 1. Instantánea de Bowman con los pastores y su rebaño durante la visita al Pirineo Aragonés en 1962 (monte de Zuriza, valle de Ansó, Huesca). De izq. a dcha.: uno de los pastores, David Belloc, Jorge Puyó, Alfonso Villuendas, Hal Bowman y Santiago Marraco
En 1962 Bowman era piloto de un bombardero B-47 en la Base Aérea de Zaragoza, y un día, paseando por la ciudad, vio las oficinas de la Brigada en Aragón del PFE, lo que (a la vista de los deforestados montes que rodeaban la ciudad de Zaragoza) suscitó su curiosidad sobre dónde estarían las masas forestales que justificaran la existencia de ese servicio. Y sin más, entró y preguntó en la recepción (en inglés, ya que Bowman no sabe español): “Perdone: ¿dónde están los árboles?”. Lejos de molestarse por tan concisa pero sorprendente pregunta, le acompañaron con cortesía al despacho del jefe de la Brigada, el ingeniero de montes Alfonso Villuendas Díaz, quien le saludó calurosamente y le dijo que, si tenía libre el día siguiente, le “mostraría los árboles” en el Pirineo aragonés. Y en efecto, a la mañana siguiente Villuendas y Bowman salieron hacia el Pirineo, acompañados –el piloto estadounidense anotó sus nombres– del veterinario David Belloc Poderós (que se encargaba en Aragón de los centros de mejora ganadera del PFE) y de los ingenieros de montes Santiago Marraco Solana (quien, como es bien sabido, sería muchos años después presidente del Gobierno de Aragón y director del ICONA) y José María Para Cabello (luego jefe del Servicio de Montes de Cantabria). El viaje es descrito coloridamente en la carta (la traducción es nuestra): La primera parada fue en una taberna de Huesca donde nos reunimos con el alcalde del pueblo y tomamos un trago, “para matar el gusanillo” [literalmente en la carta, “to kill the worm”]. Recorrimos las repoblaciones más recientes y luego nos adentramos en las estribaciones, donde me explicaron que las masas más maduras existían gracias a las precipitaciones que recibían de las nubes que, procedentes del otro lado de la frontera, descargaban en las primeras millas del territorio español. En cuanto a la fotografía que me entregó Bowman, es esta (foto 1). Está tomada en el monte de Zuriza, en el valle de Ansó, y su calidad demuestra que, como buen estadounidense, Bowman tenía una cámara y una película fotográfica excepcionales para la época. He podido identificar a casi todos sus protagonistas gracias a Santiago Marraco, que recuerda bien esta visita. Se ve, de izquierda a derecha: a uno de los pastores del ganadero ansotano Jorge Puyó Navarro; a David Belloc; al propio Jorge Puyó (célebre pastor, escritor y ejemplo de majeza aragonesa) vestido con el traje típico, como acostumbraba; a Alfonso Villuendas Díaz; a Hal Bowman; y a un jovencísimo Marraco (había acabado la carrera ese mismo año). Es de suponer que la bota que aparece en primer plano sería la de José María Para
haciendo de fotógrafo. Fue Bowman quien pidió retratarse con los pastores y su rebaño, puesto que había pasado su niñez en una granja con ovejas, y pagado sus estudios universitarios trabajando como esquilador. De hecho, en esa parada hizo una demostración de la técnica de esquilar a la oveja sentada y sin trabar, que hoy es habitual, pero entonces era desconocida en España. Acaba la carta: Ese día siempre ha sido un recuerdo especial para mí. La belleza de la zona y la hospitalidad española fueron extraordinarias. Por supuesto, agradecí a mi visitante su viaje, y sus entrañables carta y relato, que habían sido una agradabilísima sorpresa. Pero esta anécdota también me hizo pensar en cuánto bien podemos hacer contestando con amabilidad, interés y entusiasmo –por muy ocupados que estemos– a cualquier persona que nos pida razón de nuestra vocación; es decir, que nos pregunte “¿dónde están los árboles?”. Nuestra profesión es tan hermosa que un solo día en el Pirineo aragonés marcó la memoria del teniente coronel Bowman para el resto de su vida. Y es que las buenas acciones atraen buenas acciones, aunque sea de forma inesperada –casi podríamos decir que misteriosa– o, como sucedió en este caso y sucede casi siempre en el sector forestal, a un plazo tan largo que no podamos verlo. Quería por ello compartir esta anécdota, muestra de esa esperanza que nos sostiene en nuestro trabajo cotidiano, en el que tan a menudo hemos de sembrar sin recoger aparentemente nada, confiando en que los frutos los puedan disfrutar otros. Como decía Gabriel Alonso de Herrera en su “Obra de Agricultura” (publicada en 1513), cosa justa es que nosotros trabajemos y plantemos para nos y para los que después de nos vinieren, que bien mirado, ninguno nació para sí mismo solamente. s
Erupción en La Palma ¿Por qué no arde el monte?
Jesús Barranco Ingeniero de Montes Vicedecano en Canarias del COIM. Isla de El Hierro
“¿Por qué no arde el monte?”. Algunas preguntas se repiten con cierta frecuencia ante el fenómeno volcánico en La Palma, donde una de las preocupaciones latentes, antes de que la erupción pasara de inminente a presente, era la posibilidad de que generara un incendio forestal. Un incendio que habría vuelto aún más compleja la gestión de esta emergencia. Lo cierto es que la actual erupción volcánica es, como tantos otros fenómenos naturales, una invitación a la humildad técnica. Humildad para aceptar el carácter transversal y poliédrico de la emergencia, donde la realidad nos demuestra, una y otra vez, que el carácter especializado de los operativos resulta insuficiente si no existe una coordinación adecuada entre los muy diferentes grupos de gestión. Una coordinación de la que, a propósito, bien podemos enorgullecernos en este episodio, que debería estudiarse como modelo de anticipación y planificación en emergencia. Ha combinado la compleja logística de la evacuación con acciones educativas en colegios y plazas, y el despliegue de un mosaico de actuaciones preventivas y operativos de primera respuesta, tanto física como psicosocial. El resultado de esta gestión, que se apoya en la experiencia previa de El Hierro en 2011, ha permitido que ahora mismo nos lamentemos de la inexorable pérdida de viviendas e infraestructuras, sin que tengamos, sin embargo, que incluir a ningún fallecido entre la lista de desgracias. Cuando surge un volcán en un territorio con una densidad de población superior a los 100 hab/km2 , no se me ocurre mejor indicador de éxito. Humildad, por otro lado, para comprender la limitada capacidad mitigadora del ser humano ante determinados eventos. Hace no muchos días, aunque para los que vivimos en las islas parezca un pasado ya lejano, un terrible incendio asolaba Málaga.
E. Sánchez Deniz. Gobierno de Canarias
Cara noreste de las bocas eruptivas alineadas en la cordillera de Cumbre Vieja (El Paso, La Palma, Canarias). Fotografía a 1.341 m de cota y 1.200 m de distancia al cono, con dron DJI Matrice 210V2, cámara termográfica y RGB Zenmuse XT2
Decíamos ayer…
Un volcán en actividad en la más forestal de las islas Canarias
Por L. Ceballos y F. Ortuño, ingenieros de montes del Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias. Publicado en el Nº 28 de la revista Montes, año 1949; páginas 293-306.
De tiempo en tiempo nos recuerdan las Canarias su origen y su pertenencia a los dominios de Plutón. […] Si […] nos atenemos a las que parecen plenamente comprobadas, resulta la siguiente sucesión de erupciones [en el archipiélago canario] conocidas por el hombre, de las que ha quedado algún testimonio: Año 1393 o 1399. Tenerife. Referencia de unos marinos vizcaínos. […] Año 1585. La Palma. Volcán de los Llanos. […] Año 1646. La Palma. Volcán de Tigalate. Año 1677. La Palma. Volcán de Fuencaliente. […] Año 1705 o 1725. La Palma. Volcán Charco. […] Año 1909. Tenerife. Volcán Chinyero. Dieciséis en total, en algo más de cinco siglos: no son pocos, en verdad, aunque tampoco su cifra es exagerada… […]
[…] Vemos, pues, que las erupciones de La Palma, si su ritmo puede generalizarse por los datos que conocemos, parecen sucederse muy rápidamente durante amplias épocas de actividad, separadas por periodos de reposo también muy prolongados. Si ello es así, ¿qué significación tiene la erupción actual? ¿Será el comienzo de una nueva etapa semejante a la de los siglos XVI y XVII? Quisiéramos más bien inclinarnos a la opinión de algunos geólogos contemporáneos que la consideran perteneciente a las postreras manifestaciones del ya casi extinto vulcanismo canario. Deseamos que ello sea así en beneficio de estas maravillosas islas, tantas veces asoladas por el fuego de la Tierra. […].
A. Benítez
Plena actividad de la erupción v ista desde los pinares del término de El Paso
Este incendio chocaba con el rechazo, por parte de la ciudadanía, a aceptar que nuestros recursos de extinción fueran incapaces de hacer frente a determinadas circunstancias del fuego. Que hubiéramos llevado el concepto de “fuera de capacidad de extinción” a un nuevo nivel, donde comenzamos a invertir el paradigma habitual hasta la fecha; donde ya no disponemos de una enorme ventana de intervención, con pequeños episodios inabordables, sino de grandes escenarios en los que tenemos cero capacidad de influencia sobre las llamas, con pequeñas ventanas temporales y geográficas de intervención. El carácter inexorable del volcán es más fácil de asumir por nuestra mente que el del incendio forestal, donde nos sigue costando aceptar la dimensión de las nuevas configuraciones del fuego. Pero, incluso aquí, hay respuestas que se repiten. La búsqueda de nuevos enfoques y soluciones ante las consecuencias de los fenómenos naturales es no solo recomendable, sino necesaria. Es la base sobre la que se han construido muchos de nuestros avances técnicos. Sin embargo, parte de ese proceso de iteración en las ideas nos lleva propuestas que se apoyan en la falta de comprensión del fenómeno. Las redes sociales se llenan de recomendaciones y exigencias, unas veces sorprendentes, y otras veces terroríficas, que plantean formas de evitar la realidad del poder transformador de un volcán. No se deben subestimar las emociones subyacentes a estas ideas. Visibilizan un impulso firmemente afianzado en nuestra sociedad actual, donde aspiramos a la existencia de mecanismos totales, de soluciones integrales, de una supremacía técnica sobre la naturaleza, que existe, pero no en la forma en la que algunos la visualizan. Queremos un “botón” que permita, por su mera activación, desactivar la amenaza natural que se alza ante nosotros. Queremos que se tape el volcán, que se enfríe la lava, que se desvíen las coladas. Queremos que se apague el incendio forestal, donde y cuando lo consideramos necesario, independientemente de los riesgos. Nosotros también. Pero, por desgracia, la naturaleza no funciona así. O, tal vez, por fortuna. El incendio forestal no se ha producido en la erupción de La Palma. Al menos, todavía. La vegetación es engullida por las coladas, carbonizada de forma individual. Los pinos y las palmeras antorchean y desaparecen para siempre. En algunas ocasiones, darán lugar a moldes fósiles como los que se encuentran en esta y otras islas. Que haya surgido en zonas que se vieron afectadas por el trágico incendio de 2016, donde falleció un agente de Medioambiente, ha facilitado que no se haya producido una propagación al uso. Que las bocas no hayan proyectado partículas incandescentes a gran distancia, generando focos secundarios, ha contribuido a que la emergencia, terrible en su naturaleza actual, no se haya vuelto más compleja. Pero podría suceder. Hay múltiples escenarios en los que los montes de La Palma también arderían. La adaptación del pino canario es testimonio de esta circunstancia. Y, si sucede, los operativos forestales, que no han dejado de trabajar en apoyo de la presente emergencia, estarán preparados para actuar, como siempre. Y lo harán solo donde y como se pueda intervenir, como deben. El volcán de La Palma nos debería recordar, una vez más, que las casas destruidas se pueden reconstruir. Pero las vidas perdidas, no se recuperan. s
Primer plano: zona de pino canario con codeso de monte. Al fondo: volcán en la cordillera de Cumbre
Vieja (El Paso, La Palma, Canarias, octubre de 2021). Inspección del estado del cono en su lado noreste, a 1.600 m de distancia del mismo, desde el mirador de Los Llanos del Jable (término municipal de El Paso). [42]Fotografía con dron DJI Matrice 210V2, cámara termográfica y RGB Zenmuse XT2 Nº 146 | Cuarto Trimestre 2021