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Mundo forestal

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El toro bravo, una raza de bovino adecuada para la gestión silvopastoral de la dehesa

Jorge Cuadra Soriano Ingeniero de Montes jorgecuadra2002@yahoo.es

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La gestión del pastoreo en la dehesa está condicionada por diversas circunstancias. En este sentido, el tipo de ganado, la organización del rebaño y las mejoras silvopastorales, repercuten en la sostenibilidad y eficiencia del aprovechamiento de los recursos disponibles. De hecho, los gestores de dehesas, nos enfrentamos a diferentes casuísticas en función de la explotación ganadera ligada a cada finca. Si bien es cierto que la oveja es la especie ganadera más destacada para la sostenibilidad de la dehesa, desde mi punto de vista, entre los bovinos, la de lidia es una raza muy adecuada para su gestión silvopastoral. La cría del toro bravo presenta singularidades con respecto a la de otras razas bovinas y otras especies ganaderas. El ciclo productivo de este tipo de ganadería supone la preparación de la finca, dotándola de diferentes cerrados o cercados, en los que pastoreen lotes de hembras y camadas de machos de diferente edad. Además, la condición genética de estos bovinos (bravura), hace que manifiesten ante el extraño una actitud desafiante, altiva y finalmente esquiva, lo cual les atribuye el calificativo de animales semisalvajes, cuya crianza debe desarrollarse en condiciones de semilibertad. La raza de lidia es una raza autóctona de la Península Ibérica. Es conocido que, cuando se da esta condición, los animales presentan características de rusticidad, que permiten una mayor adaptación a las circunstancias geográficas, de clima y suelo, favoreciéndose así una mayor eficiencia en el pastoreo desarrollado, en comparación al de otras razas foráneas. Además, el propósito de esta raza es la producción de animales adecuados para la lidia, siendo la producción cárnica un objetivo secundario. Esto ha supuesto que la selección que los ganaderos han venido realizando durante siglos, desemboque en la actualidad en bovinos de morfología y peso más reducido que el de otras razas mansas. De hecho, el peso medio de una vaca reproductora de lidia está en torno a 300 kg, y el del

Vacas reproductoras, semental y becerro de la raza de lidia en una dehesa de Sierra Morena Oriental (Jaén)

cuatreño alrededor de 450 kg, frente a los 850 kg que puede llegar a pesar una vaca de otra raza bovina, como por ejemplo la Limusina. Los cuatreños y cinqueños de la raza de lidia, acostumbrados a los piensos de “remate”, suelen estar en cerrados relativamente pequeños, siendo sus desplazamientos, para consumir pastos naturales, reducidos. Por el contrario, los cercados de hembras, añojos, erales y utreros, que no vayan a lidiarse con esa edad, presentan las dimensiones propias de la ganadería extensiva. La no excesiva suplementación, de estos lotes de animales, favorece que los recorridos sean amplios en el territorio habilitado, permitiéndose así un aprovechamiento eficiente y sostenible de pastos y frutos (bellotas); sin olvidar el impacto moderado sobre el regenerado y los pies menores de las especies arbóreas de la dehesa (Quercus). Limitando la comparación a los bovinos, que de por sí son de mayor tamaño que ovinos y porcinos, sostengo que el impacto moderado que menciono es consecuencia del menor tamaño de las reses de lidia con respecto al de otras razas como la Limusina o la Charolaise. Poner en práctica en el campo métodos de pastoreo diferentes al continuo, tradicional en la ganadería extensiva del ámbito mediterráneo, supone ciertas dificultades de gestión (inversiones mediante cerramientos, aumento del número de jornales para pastoreo, etc.). Sin embargo, en un contexto climático, cada vez más “hostil”, la racionalización de los recursos pascícolas de la dehesa se plantea como una medida de gestión crucial. Métodos de pastoreo variantes al tradicional, tales como el diferido, u otros como el rotacional, son alternativas de gestión acordes con los tiempos que vivimos y que no debemos desdeñar. Sin duda, la dotación de cercas de la dehesa de bravo, facilita la posibilidad de aplicar los sistemas de pastoreo diferido y rotacional. De la misma manera, el personal de estas ganaderías (mayoral y vaqueros), juega un papel decisivo en el pastoreo eficaz de estas dehesas, por estar especializado en el manejo de los animales y ser conocedor de sus reacciones y querencias. Este manejo del ganado contribuye en las mejoras pascícolas y en la prevención de incendios mediante el control del matorral. Se ha escrito, y se ha dicho en varias ocasiones, que “el toro bravo es el guardián de la dehesa”. Esta expresión se ha empleado con carácter metafórico, para explicar que la crianza del toro permite su conservación, y consecuentemente la de las especies silvestres que la habitan, algunas de ellas en peligro de extinción. Indudablemente, coincidiendo con este análisis, además compruebo, por mi experiencia en el campo, que la expresión alcanza una mayor cota, pudiéndose entender incluso en sentido literal. Me explico, la amplia mayoría de personas, ajenas al campo o no, evitan entrar (sin autorización de la propiedad), en fincas con animales bravos, como medida de precaución por la desconfianza que les genera el carácter de estos bovinos. Así, el gestor de la dehesa encuentra un “aliado” en el “toro”, para reducir los episodios de furtivismo sobre aprovechamientos de recursos tales como la caza, las setas, o los espárragos. Basta con la señalización adecuada mediante carteles de advertencia. Por último, decir que mi vida profesional me ha permitido comprender que la inmensa mayoría de ganaderos de lidia encuentran su motivación empresarial en aspectos diferentes al económico, como son la tradición, la vocación, el reconocimiento social, y el amor a la naturaleza. Esto, al final, pese a las dificultades que vive actualmente el sector taurino, garantizará, desde mi punto de vista, la conservación de toda aquella dehesa que sea pastoreada con ganado de lidia. G

Municipios: los grandes perjudicados en los proyectos forestales de absorción de CO2

Miguel Cebrián Porosón Ingeniero de Montes Ayuntamiento Torremocha de Jarama (Madrid) ingmontes@torremochadejarama.es En el origen de esta situación, que descubriremos más adelante, está el Real Decreto 163/2014 sobre registro y seguimiento de proyectos forestales de absorción de CO2, en el marco del registro de huella de carbono, inscritos en el registro del MITERD. Al amparo de esta normativa, se pueden desarrollar proyectos de dos tipos: repoblaciones forestales

con cambio de uso del suelo (por ejemplo, antiguas zonas agrícolas); o reforestaciones en zonas forestales incendiadas. La inclusión de estos proyectos en el registro de huella de carbono es voluntaria. Este registro permite calcular las toneladas de CO2 capturadas por la actuación forestal al cabo del periodo de permanencia de la masa forestal creada, que es, en España, de entre treinta y cincuenta años. Con esta estrategia, que se extiende a escala europea y mundial, se facilita que sectores no contemplados por la normativa actual del mercado regulado de derechos de emisión, puedan demostrar a la sociedad su esfuerzo para reducir su huella de carbono mediante, por ejemplo, proyectos forestales de absorción de CO2. No hace falta explicar aquí el ciclo del carbono y la fotosíntesis que transforma los vegetales en sumideros de carbono. Esta iniciativa global es beneficiosa a nivel planetario para reducir el efecto de los gases de efecto invernadero como el CO2. Al calor de las normativas y de las diferentes líneas de financiación auspiciadas, entre otros, por el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), el sector forestal está inmerso en numerosos proyectos de repoblación / reforestación. Y este tema tiene muchas perspectivas de futuro. Hasta ahora, todo es positivo para el sector. Pero toda superficie suele tener un propietario… y en España, muchos propietarios forestales son municipios, (en un 30 % de la superficie forestal). Generalmente, los pequeños municipios en áreas forestales son mayoritarios, y suelen tener escasez de recursos técnicos para valorar proyectos forestales de absorción de CO2. Y en ese entorno es donde “aterrizan” empresas para proponer proyectos de repoblación “que no costarán nada al municipio… y que dejamos un bosque magnífico que disfrutará el municipio…”, salvo que el municipio se queda en muchos casos con un pasivo, ya que en los convenios firmados no se suelen incluir los costes de mantenimiento o los tratamientos selvícolas de esa masa forestal durante los treinta años mínimos que marca la normativa. Y muchos Ayuntamientos no tienen presu-

Repoblación en antigua zona agraria, realizada en 2021 con especies de ribera, encinas y Pinus pinea. Torremocha de Jarama (Madrid, febrero de 2022)

puestos ni capacidad financiera para atender esa nueva zona forestal en crecimiento, dependiendo solo de posibles subvenciones para trabajos selvícolas, que siempre son escasas. Además de esta problemática, los Ayuntamientos ni siquiera acceden a un pequeño porcentaje del beneficio que obtienen las empresas por compensar su huella de carbono. El objetivo de los proyectos forestales de absorción de CO2 es la creación de un patrimonio de toneladas de CO2 que ese bosque va a capturar al cabo de cuarenta años, por ejemplo. Dichas toneladas, dentro del ámbito de los mercados voluntarios de compensación (MVC), son susceptibles de operaciones de compraventa, como lo podría ser la madera. Según Pablo Barrenechea, adjunto a la dirección de la ONG Ecodes, “Aunque hablemos de un mercado voluntario, hay unas pautas y una serie de requisitos para asegurar la confianza en el proceso. Como la adquisición de compensaciones no es algo tangible, es importante tener estas estructuras para asegurar la transparencia y la calidad del proceso”. El precio de la tonelada de carbono en los MVC oscila entre los dos y los treinta euros, según datos de Ecodes. En el otro lado de la ecuación, tenemos empresas que al amparo de “pintar de verde” su imagen mediante su loable acción de reducir su huella de carbono “plantando arboles”, consiguen grandes campañas de comunicación a costes reducidos, aumentan sus ventas gracias a su imagen sostenible, “eco friendly”, etc., mientras que los municipios se quedan con alguna foto de alguna campaña de comunicación… y con todo el coste del mantenimiento de la repoblación sobre sus espaldas. Por otro lado, las empresas de ingeniería que realizan y ejecutan estos proyectos de absorción de CO2 están, lógicamente, interesadas en firmar convenios con los propietarios forestales, como son los municipios, pero sin ninguna contrapartida para estos últimos, argumentando además que “los trabajos forestales de repoblación son muy costosos…” como para añadir un coste extra. Sería de mucha utilidad, para los Ayuntamientos, que la FEMP pudiera articularles unas recomendaciones sobre cómo redactar los convenios y qué tipo de compensación económica (euros/ha, euros/t CO2, por ejemplo) se pueden obtener por ceder su territorio a proyectos forestales de absorción de CO2. Sería una nueva fuente de recursos económicos para las corporaciones locales que tan necesitadas están, al amparo de la solidaria y aceptada norma “quien contamina paga” con su corolario lógico “quien descontamina cobra”. G

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