rock
peruano
nexo
LEJOS DEL CIELO Y LOS DIAMANTES
Año 7 | Nº 21 | junio-julio 2012 | www.ulima.edu.pe
¿De sabor nacional?
Somos parte de la movida, pero no gravitamos en el plano internacional: nuestros rockeros y su música sin fuerza e identidad.
informe
Ajenos al contexto y a los mercados internacionales
¿Rock peruano o rock hecho en el Perú? Desde que a mediados de la década del 50 un grupo liderado por un irlandés asentado en Lima comenzó a experimentar con el rock, muchas bandas han sonado con mayor o menor éxito comercial, pero sin poder conjugarse dentro de una misma identidad que permita colocar al rock nacional una marca registrada en Latinoamérica. Escribe Álvaro Arce
En agosto del 2009,
la Asociación Peruana de Autores y Compositores (Apdayc) decidió festejar los “25 años del rock peruano” con un concierto tipo buffet de agrupaciones en el Parque de la Exposición. Pero en vez de propiciar el arrebato nostálgico de las huestes rockeras, tuvo el efecto contrario: provocó el rugido opositor de los seguidores por discrepar con la edad estimada de ese género, hecho que dejó fuera del cartel a grupos anteriores a la década de los ochenta. Y de paso evidenció el divorcio histórico entre el Estado (Apdayc recauda derechos de propiedad con permiso de las autoridades públicas) y la realidad musical de las calles y sus recovecos. Los más entendidos en la materia se animan a rastrear el surgimiento del rock peruano a mediados de la década del 50. Por aquellos años había una notable rotación de películas norteamericanas en las salas limeñas y el nuevo género musical aparecía cada vez más como fondo sonoro. Se dice que la banda pionera en el Perú fue Los Millonarios de Jazz, fundada por Pat Reid, un irlandés radicado en el país, junto
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Pasión hipotecada. La idiosincracia del peruano hace que la música no sea vista como una profesión, sino como un pasatiempo que muere en la adultez con la aparición de las urgencias económicas. En nuestro país muy pocos se atreven a estudiarla por considerarla poco rentable, además de innecesario.
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con cuatro amigos suyos. Pese a la distracción semántica del nombre, ellos incluían el rock dentro de un repertorio variado de temas. En 1957 lanzaron su primer Mini LP con la canción Rock with us y al cabo de unos meses el LP titulado Potpourri carnavalesco. Luego siguieron conjuntos como Los Kreps, Los Alfiles, Los Star’s y Los Sunset, entre otros. Sin embargo, todos padecían del mismo mal: se dedicaban únicamente a hacer covers de bandas extranjeras. La innovación, como suele ocurrir en diversas partes del mundo, llegó a través de las ciudades portuarias. En el Callao, como rechazo a las sombras musicales norteamericanas y foráneas, apareció el grupo Los Incas Modernos, formado por cuatro vecinos chalacos que se arriesgaron a grabar Bajo El Sol, el primer disco con temas propios hecho en el Perú y que vio la luz en 1963. Rafael Valdizán, periodista cultural y melómano, es consciente de que la génesis del rock nacional se remonta a los años cincuenta, pero apunta que la primera camada de bandas importantes emergió en la década del 60 con Los Shain’s, Los York’s, Los Dolton’s, Los
Belking’s y Traffic Sound. “Había mucho de psicodelia, de nueva ola y de rock de garaje”, comenta. Y agrega: “Incluso es ahí que surgen Los Saicos, señalada por algunos expertos como la primera banda punk de la historia, aunque sería preferible usar el término ‘protopunk’. Lo que sabemos es que en la década de los sesenta la escena era bastante fuerte. Hay quienes refieren que en ese entonces el rock peruano tenía mayor presencia regional que países que luego cimentaron un movimiento más sostenido como Argentina”. De manera consecuente, los cines fueron los principales impulsadores del rock en el Perú porque además prestaron sus locaciones para las famosas matinales. Entre los más recordados destacan los cines Porvenir, Pacífico, Tauro y Country. Cada establecimiento tenía su público debidamente segmentado y cautivo. La masa no iba hacia la banda sino que la banda iba hacia ella, en recorridos domingueros comprendidos entre las nueve de la mañana y las dos de la tarde. Muchas veces las funciones cinemato-
Brillo cegador. Los dos premios ganados por Libido en las ediciones del 2002 y del 2003 de los Premios MTV Latinoamérica, junto con las nominaciones de grupos como TK y Zen, fueron un espejismo que ocultaron por un momento la crisis del rock en el Perú. Pasado el furor, todo volvió a su monocorde realidad.
gráficas eran interrumpidas ante el pedido de los concurrentes, en su mayoría escolares, para que se inicie el concierto rockero.
Fuera de tono Pero es allí cuando el rock en el Perú encajó su primer y gran revés, justo cuando estaba en su pico creativo. Y que quizás fue también su tiro de gracia. El 3 de octubre de 1968, Juan Velasco Alvarado, por entonces jefe del Ejército y del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, dirigió un golpe de Estado que trajo abajo el gobierno de Fernando Belaúnde. El militar ocupó la presidencia por siete años en lo que se conoció como la Primera Fase del Gobierno Militar. Velasco Alvarado instauró un modelo socialista y nacionalista típico de los países tercermundistas y se caracterizó por su prédica antiimperialista. En ese sentido, el dictador prohibió en 1969 las matinales en los cines por considerar que el rock era una tendencia cultural extranjerizante y alienante. Sin más, los amplificadores se apagaron y
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las bandas fueron desapareciendo paulatinamente. Fue un punto de quiebre del que ha sido imposible recuperarnos. Valdizán señala que “la dictadura de Velaso Alvarado fue para los músicos de entonces casi un zapatazo que los estampó en el piso”. Sin embargo, afirma que “tampoco se manejan versiones de que durante esos años de opresión haya habido bandas que protestaran, de manera clandestina, haciendo letras antisistema”. Por el contrario, el régimen militar de Jorge Videla en Argentina, instaurado también por un golpe de Estado en 1976 y que se prolongó hasta 1983 pero con otros jefes castrenses, avivó la discordancia entre los jóvenes gauchos. Y el rock sirvió como el vehículo de expresión idóneo para su postura contestataria. Al principio fueron letras alegóricas como la de Tiempos difíciles escrita por Fito Páez o la de Maribel se durmió interpretada por Luis Alberto Spinetta. No obstante, las críticas más punzantes contra la dictadura provinieron del lado más
áspero del rock: de agrupaciones punk como Los Violadores con su tema Represión y las de heavy metal como V8. Si en Argentina la represión militar generó un caldo de cultivo para bandas que rivalizaban con el poder de las botas, Valdizán sostiene que “el Perú, en materia musical, no ha marchado de la mano con los acontecimientos sociales y políticos, aparte de haber sido afectado por ellos”. Es complicado saber por qué las cosas ocurrieron de esa forma. Quizá sea un tema de idiosincrasia: “La pasividad del peruano versus la inconformidad argentina”. Y aunque precisa que en los setenta hubo bandas que continuaron en actividad como We All Together, Pepper Smelter, Pax, El Polen y Tarkus, la movida que generaron no causó furor ni cambios notables que se recuerden en los libros o en los periódicos.
Género indefinido La disonancia entre la progresión del rock en el Perú y el devenir nacional
Fusión y sazón. Ante la probada dificultad para afinar una identidad, el rock nacional ha empezado a echar mano de ciertos elementos folklóricos como los ritmos afroperuanos o la cumbia. Miky González puso la primera piedra y ahora persisten bandas como Bareto o La Sarita.
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también se hizo penosamente visible durante el caótico primer gobierno de Alan García, mediante una paradoja: a la vez que explotó el movimiento subterráneo gracias a obstinados grupos de punk o metal, la crisis económica se tragó a las que invirtieron en serio. Ante la imposibilidad de contratar un estudio que asegurara la calidad del producto final, algunos grupos grabaron discos, cintas y demás materiales casi de forma artesanal y luego aplicaron la circulación de mano en mano. Juan Carlos Guerrero, exconductor del programa de rock nacional Zona103 por Radio Nacional, comparte la idea de que el rock peruano desaprovechó la oportunidad de fortalecerse a partir de las desgracias: “Si después de tantos años de inestabilidad política, recesión, falta de apoyo y dictaduras militares y civiles, el rock local hubiera alumbrado un grupo o una corriente generacional que ocasione que el Perú rockero deje de ser solamente un divertimento de chicos de
05 clase media, se podría decir que esos pasajes sí fueron influyentes en ese género musical. Y es claro que no hay nada de eso”. Hasta ahora, el diario de la travesía del rock en el Perú asoma como un registro de esfuerzos disgregados más que como un proyecto conjunto y de bandera. ¿Es factible entonces hablar de una identidad en el rock nacional o siquiera de rock peruano? Francisco Melgar, crítico de música, es tajante: “No creo que haya rock peruano, creo que hay rockeros peruanos. Tampoco se puede hablar de una identidad en el rock peruano. A lo mucho podemos hablar de canciones que pueden generar una fantasía sobre cierta manera de vivir en el país como Meshkalina de Traffic Sound, Un lugar de Leuzemia o Avenida Larco de Frágil”. A la vez, Valdizán coincide en que el ‘rock peruano’ como término es “utilitario y práctico para fines referenciales, pero no para definir a un movimiento a partir de hitos históricos o estéticos que pudieran fundar una identidad”. Y se apura en hacer una acotación: existen recursos que si son empleados con destreza podrían servir para forjar un espectro diferenciado de la música que se realiza en otros países. “Uno de esos elementos es la posibilidad de incorporar herramientas de raíces andinas o afroperuanas. Hay gente que lo hace como Uchpa, Del Pueblo del Barrio, Los Últimos Incas o Miki González en su tiempo. Pero son intentos aislados que podrían correr el riesgo de caer en el cliché de la fusión”, explica.
Victorias pírricas Guerrero afirma que la mayor crisis del rock en el Perú es no haber sido constante ni perseverante a lo largo de su historia: “Eso, más que una crisis, es una tara social. Lamentablemente en nuestro país la tenacidad no es el arma de la clase media o del limeño promedio, pero sí del provinciano. Por ello es que ahora Los Hermanos Yaipén son un éxito diario, mientras que Traffic Sound toca cuando les provoca y para un público exclusivo en el Hotel Los Delfines”. Guerrero hace memoria en vano tratando de recordar los episodios dorados del rock hecho en el Perú. Si entendemos por éxito al acto de trascender las
Los Saicos (arriba) nacieron en los sesenta y actualmente son una banda de culto. Su fanaticada se extiende hasta el Viejo Continente. Traffic Sound (derecha) puso la cuota de originalidad a fines de los setenta al proponer un estilo de rock psicodélico. Su protagonismo regional y calidad musical superó a bandas de Argentina y Chile. Los Millonarios del Jazz (abajo) fue una agrupación musical que en los años cincuenta se convirtió en una de las pioneras en la experimentación del rock en el Perú. Su líder fue un irlandés radicado en Lima, cuyo nombre era Pat Reid.
fronteras para dejar huella en otros mercados, han sido cuatro bandas (Libido, TK, Cementerio Club y Zen) las que más se han acercado a ese ideal por las ‘lenguas’ o nominaciones que recibieron en la versión regional de los Premios MTV. Sin embargo, añade que “en esos momentos dieron todo de sí e hicieron sentir que podíamos ser grandes como los argentinos o los mexicanos, pero una vez que pasó el momento de gloria todo volvió a su lugar. Muchos se duermen en sus laureles o no saben
cómo seguir avanzando”, añade. ¿Qué se necesita para convertir al rock peruano en una marca registrada en Latinoamérica? Si bien es cierto que la circulación del género en los medios de comunicación se ha desvanecido, al igual que el espaldarazo de las firmas disqueras, Melgar insiste en que lo que falta es justamente la esencia de la música: “Hay gestos y discos mejor grabados, pero no hay canciones memorables que uno quiera escuchar todo el tiempo. Primero que hagan buenos discos y que después se encarguen de venderlos”.
especial
Voz propia, pero Somos los eternos coleros en las evaluaciones de comprensión lectora en Latinoamérica. Sin embargo, inflamos el pecho porque el Perú es la tierra de Vallejo, Vargas Llosa y Arguedas. El Perú es una flecha de doble dirección: ¿cómo explicar que en el país del huayno, la música criolla y la cumbia, haya nacido una banda como Los Saicos, fundadora involuntaria del movimiento punk en el mundo?
UL/Jorge Pezantes
Escribe Carlos Mejía
Fidel Gutiérrez es periodista y ha escrito sobre rock durante toda su vida. Sus textos han sido publicados en las desaparecidas pero emblemáticas revistas Caleta, 69 y Freak Out!. Actualmente reseña los nuevos lanzamientos musicales a nivel local en el diario El Peruano.
Los Saicos [1964] En Lince, unos chicos con huecos en los bolsillos se juntaron para hacer historia. Ninguno dominaba bien un instrumento, pero tenían energía infinita que descargar. Los gritos salvajes de Erwin Flores y los tres acordes de Rolando Carpio pudieron hacer pensar que Los Saicos era una banda marginal, pero no: “Ellos eran muy populares. Tenían el apoyo de la industria: sonaban en las radios y participaban en un programa de televisión”, cuenta Fidel. Su historia ha sido redescubierta a través de nuevas ediciones de sus discos, conciertos en todo el mundo y de un documental llamado Saicomanía que los revalorizó como hitos de la música mundial.
Traffic Sound [1967] Musicalmente, tal vez sean los que llegaron al pico más alto. La banda que integraron Jean Pierre Magnet y Manuel Sanguinetti soñaba con codearse con los mejores grupos del globo. Cantaban en inglés para lograr esa meta, pero su sonido universal no obviaba los instrumentos peruanos. Fidel sostiene: “ Traffic Sound llevó la cosa a un nivel de proyección mental y musical muy elevado, más que cualquiera en ese momento. Supieron plasmar su propuesta. El disco Virgin es una maravilla, es una suma enorme de influencias y que a la vez suena muy propio”.
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frágil
Junto al crítico y especialista del rock nacional, Fidel Gutiérrez, elegimos a nuestro dream team.
Leuzemia [1983] Desde sus inicios en la Unidad Vecinal 3 del Cercado de Lima, Daniel F y compañía se convirtieron instantáneamente en la realeza del movimiento subterráneo, pues “lograron una empatía muy grande con la gente. Sus letras hablaban de drogas, política y descontento social, algo poco visto hasta ese momento”. Un cortocircuito entre sus integrantes llevó a su separación en 1986, apenas tres años después de haber sido formada. A la mierda lo demás fue el álbum y el leit motiv con el que regresaron en 1995, explorando más allá de las fronteras d e l p u n k. N o pararon hasta hoy y continúan llenando locales pese a la poca difusión mediática.
Los Mojarr as [1992] Fueron tan explosivos como Leuzemia , pero ellos no querían ser ídolos del movimiento subterráneo, sino las estrellas de todos los peruanos. Su fusión del rock con la chicha los convirtió en referente del festival Agustirock y así pudieron sonar en las más populares producciones televisivas de entonces como Tribus de la calle y Los Choches. “Por el lado social, era importante ver a estos patas mestizos en un programa de gran audiencia. Por fin nos estábamos viendo a nosotros mismos”, señala Fidel. Los desvaríos de Cachuca, su líder y vocalista, hicieron que la banda se pierda entre escándalos.
LIbido [1996] Con premios de la transnacional MTV y conciertos en toda Sudamérica, Libido llegó al punto más elevado de profesionalización e internacionalización que alcanzó —¿y alcanzará?— el rock nacional. “Se codearon con la élite del rock latinoamericano. En el manejo comercial y artístico hicieron escuela”, agrega Fidel. Su música, con una propuesta nunca uniforme que acariciaba baladas que pegaban en las radios, guiños al rock británico y temas pesados, terminó formando parte del soundtrack mental de la juventud de inicios del nuevo milenio. Pero no se quedaron allí. Aunque han perdido cierta masividad, cada nuevo álbum o video sigue siendo un evento importante para su público fiel y las cadenas musicales del extranjero. Probablemente, como sucedió con Los Saicos, tendrán que pasar algunas décadas para que nos demos cuenta de su verdadera trascendencia.
Menciones honrosas Dependiendo de los gustos, existen otras bandas que podrían ser icónicas para el el rock peruano. Por ejemplo, Los Incas Modernos (1961) fue el primer grupo en grabar un LP con canciones propias. El Polen (1969) se adelantó a muchos con el rock fusión, mientras que Tarkus (1971) fue la banda peruana de rock pesado más conocida en el extranjero. Frágil (1976) fue el mayor ícono progresivo y Río (1983) la banda más masiva de los ochenta. Mar de Copas (1992) se mantiene vigente por más de 20 años y La Sarita (1996) es lo más cercano a un tótem en el panorama del rock nacional contemporáneo. También resalta 6 Voltios (1998) debido a la influencia que tuvo en una generación de púberes con parches y pines en las mochilas.
entrevista
“Sacamos discos porque somos románticos”
A diferencia de varios críticos musicales, Jorge Pelo Madueño sostiene que el rock peruano sí tiene una identidad definida. Señala, además, que el dinero es un condicionante para su internacionalización, incluso por encima del talento. La industria funciona así, opina con decepción. El acercamiento al arte es clave y allí la tarea del Estado es insuficiente: ¿Cómo producir rockeros de dimensión latinoamericana o mundial si la música y su historia no se encuentran socializadas en la vida nacional? ¿Qué hacer para competir con las bandas argentinas o chilenas y llenar estadios de 50 mil personas en plazas tan complicadas como México o España? Entrevista Juan Rosales Fotos Hugo Alejos
Relajado y vestido
con jean oscuro, zapatos en punta y polo negro, Pelo Madueño, hijo de un director de orquesta, se acerca a la sala que tiene en su estudio musical y en la que suele atender a la prensa. El lugar queda en Miraflores y está decorado con cuadros de leyendas de la música como David Bowie o The Who. Lleva una taza de metal y el cabello ligeramente alborotado. ¿Cómo hace un artista de rock para salir adelante en un medio tan limitado como el nuestro? Tienes que estar convencido de lo que estás haciendo, tener un motor que te lleve a una necesidad de componer canciones o de comunicar algo. Si tienes eso te puedes enfrentar al mundo, pero hace falta además muchísima constancia y una serie de características personales que se van aprendiendo en el camino. Es un entorno muy difícil para la música: el Perú tiene un tema pendiente con su cultura y hay géneros musicales tradicionales que tienen aún menos atención que el rock. No queda otra que trabajar y luchar. En tu canción A nivel nacional señalas que el negocio de la ignorancia asegura la abundancia. ¿Eso puede interpretarse como una crítica a la industria musical? Esa frase habla de eso, pero también de muchas otras cosas. De alguna forma a las empresas del mundo del espectáculo les interesa que la gente consuma cosas ligeras. Parece que les interesara tener a la gente embobada. Es algo que viene incluso del Estado, al que le interesa que la población no sea crítica porque así se obtienen votos
fáciles. Eso pasa un poco también con los medios de comunicación. Estuvo varios años en España haciendo música. ¿Cómo es la movida rockera allí, considerando que existe un medio musical más consolidado? Es un país con una historia musical que ha calado en la gente, sobre todo después de la dictadura de Francisco Franco, que permitió la explosión de una especie de revolución cultural que trajo mejores condiciones de trabajo. Cuando fui a España noté que había un público para la música: no necesariamente basado en la fórmula de la radio o en el ‘pachanguito’. Eso es muy inspirador y enriquecedor para un músico porque es un
entorno con gente haciendo cosas buenas y distintas, lo que te hace crecer creativamente.
Camino interruptus
Mencionó la dictadura de Franco… ¿La falta de consolidación del rock peruano se debió a la existencia de golpes militares y crisis económicas que interrumpieron su desarrollo? Juan Velasco Alvarado no dejó que Carlos Santana tocara en Lima… En los años setenta se le adjudicó a la dictadura militar (Juan Velasco Alvarado y Francisco Morales Bermúdez) el fin del primer gran momento de la música peruana con
Falta de corriente En el 2002, Pedro Cornejo Guinassi publicó el libro Alta tensión: los cortocircuitos del rock peruano, en el que consigna frases muy agudas y realistas sobre el ambiente rockero peruano: l “La historia del rock peruano es accidentada, discontinua y fragmentaria, que se ha truncado una y otra vez y en la que aparentemente no hay un hilo conductor que articule sus diferentes periodos”. l “El rock nacional empezó a hablar su propio lenguaje en 1964 con la aparición de Los Saicos, que fue una de las primeras bandas de Sudamérica que escribió sus propias canciones. Desde 1968 hasta 1972 el rock peruano alcanzó su momento de mayor madurez”.
“La segunda mitad de los años setenta fue una época particularmente oscura para el rock nacional porque los grupos tuvieron casi nula difusión en los medios de comunicación. El retorno a la democracia, ocurrido en 1980, fue determinante para el resurgimiento de la movida del rock en el Perú”. l “Con el advenimiento de la década de los noventa y los aires neoliberales que trajeron consigo, la situación del mercado musical entró en un proceso de paulatina mejoría. Eso se tradujo en el resurgimiento de una escena comercial encabezada por grupos y solistas extremadamente exitosos”. l
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Viejo conocido. Tras un inicio subterráneo en Narcosis, Jorge Pelo Madueño conformó La Liga del Sueño, popular agrupación noventera. En el 2000 viajó a España y supo abrirse camino en el difícil mercado ibérico. Hace cuatro meses lanzó Nivel Nacional, su tercera producción como solista.
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entrevista la Nueva Ola y toda su expresión. Eso se apagó de pronto. En los ochenta vino una segunda etapa que coincidió con el auge del rock en Latinoamérica. Creo que desde ese momento ha habido una continuidad: cada vez hay más bandas y mejores cosas que oír. El problema está en los medios de comunicación que no difunden el trabajo de los artistas. ¿Hay cultura rockera en el Perú? No lo sé muy bien. He estado tanto tiempo en el extranjero que no lo llego a saber. Me gustaría que exista y que haya un público que siga a sus bandas. En ese sentido, internet juega un papel importantísimo porque fomenta el acercamiento y el consumo. Ha habido proyectos para apoyar al sector musical. ¿Qué se debe hacer para mejorar el rock nacional? El Estado es clave y debe trabajar con intensidad desde el Ministerio de Cultura. Lo central es que el trabajo de las bandas empiece a ser conocido. ¿Cree que el rock peruano tiene voz propia como el argentino? ¿O es solamente una imitación? No. Latinoamérica tiene muchos puntos en común. Puedes escuchar cosas que se asemejen, sobre todo en las fusiones porque las bandas suelen compartir compases y formas musicales tradicionales con el rock. Ahí encontramos posiblemente una similitud y puede haber confusión, pero creo que el rock de cada país tiene una voz propia y única, pues suele hablar de su realidad. Además es recurrente el uso de elementos autóctonos como un charango o una quena.
Organización y dinero
¿Qué se debe hacer para que las bandas peruanas tengan el impacto de las argentinas? Se necesita organización, un manager y mucho dinero. Y ser muy bueno, o al menos bueno. Para el reconocimiento internacional, lo más importante es el dinero. Eso te permite hacer una carrera en el exterior o llegar a MTV. Si eres muy bueno, eso es relativo. Lamento
Tocar o morir. La piratería en el Perú afecta al 98% de las grabaciones musicales y genera pérdidas por 66 millones de dólares. Los conciertos en pubs como La Noche o Sargento Pimienta aparecen como la mejor fuente de ganancias. Luz roja. El presidente de facto Juan Velasco Alvarado, cuyas decisiones nacionalistas interrumpieron el proceso de modernización del rock nacional, impidió el concierto de Santana que debió realizarse el 10 de diciembre de 1971 en el Estadio de San Marcos.
decirlo, pero es la verdad. Así es como funciona la industria. ¿Cuál es el nivel de nuestras bandas? El público dice que prefiere a las agrupaciones extranjeras porque las nacionales son malas. ¿O es que la gente ignora lo bueno que se hace aquí? Creo que la gente lo ignora. Y además es posible que haya escuchado a la banda equivocada como para tener ese juicio de valor. Pero sí es cierto que llegar a sonar bien en el Perú demora mucho más que en cualquier otro lado del mundo. Nosotros vamos aprendiendo por migajas, nadie nos enseña a hacer las cosas como ocurre en México, Argentina o España. En esos países hay toda una infraestructura. Aquí debemos aprender de la nada cómo sonar bien y la manera de producir un disco con profesionalismo. Hay que descubrir el estudio de sonido y conocer los secretos para sonar bien en vivo. Nadie nos instruye.
Grupos señeros
¿Cuáles son las bandas de rock más representativas del Perú por década? En los sesenta fueron Los Belking’s , Los Doltons y Los Saicos. Luego, Frágil en los setenta e incluso Río. Del movimiento subterráneo tenemos a Narcosis y Leuzemia. En los noventa, Mar de
Copas, La Liga del Sueño, Libido y Pedro Suárez Vértiz como solista. Seguramente me estoy olvidando de algunos. ¿Piensa que su trabajo en La Liga del Sueño se volvió representativo para el rock peruano? Esa no era mi aspiración. Siempre tratamos de hacer buena música y de vivir de lo que hacíamos. En ese tiempo no me sentía cómodo. Estaba en una sociedad cuya idiosincrasia no sentía fascinación ni inquietud por lo nuevo. ¿Cuál era su actitud cuando estaba en Narcosis? ¿En qué se caracterizaba la movida musical en los ochenta? Eso fue hace 20 años y estamos hablando del rock subterráneo más visceral que había aquí. Nuestra actitud era la mejor y la peor a la vez. ¿Un rockero peruano gana más con los conciertos o con los discos? Con los conciertos, definitivamente. Los discos los sacamos porque somos románticos. Pelo hace largas y meditadas pausas en sus respuestas . Parece que no va a decir nada más , pero súbitamente saca una frase que complementa a la anterior . Sus respues tas parecen ser diplomáticas. Cosa rara en un artista cuyas melodías han sido siempre razonablemente impulsivas.
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Por Eloy Jáuregui (*)
El sordo ruido de la noche
El rock, ese ritmo cizañero, desafiante y punzante que vino al mundo en los 50, es en nuestro país una masa deforme cuya indentidad no ha podido ser descifrada.
(*) Es profesor de la Escuela de Humanidades de la Universidad de Lima.
La música no existe
si el silencio no es violado por el ritmo. Ese es el sino y hado del rock. Una convulsión rítmica sobre un soporte melódico. La tradición consigna que el género musical es el tejido de varios estilos del folclore estadounidense, hecho popular desde 1950. Forraje del blues, del rhythm and blues, del country y del swing. Decir que Elvis Presley es el fundador no es tan cierto, aunque el de Memphis fue ícono gracias a sus gritos, movimientos y trajes. No solamente eso. Fue una revolución generada por jóvenes que sabían de música. Si Lennon imaginaba que “Dios es un concepto por el que medimos nuestro dolor. Sólo creo en mí. Esa es la realidad y esa es mi música”. Y si Morrison definía que “este es el fin de nuestros elaborados planes, de todo lo que permanece en una tierra desesperada… Es el fin de las risas, de las dulces mentiras y de las noches en las que intentamos morir tocando”, vemos que el proceso no es nada sencillo. Compleja manera de hacer música. Extraña forma de tocar. El rock fue una provocación y se expandió por el mundo. En Argentina, por ejemplo, en donde el tango y la milonga tenían sus fuertes apaches, llegó el rock y se hizo virtud, renovación y subversión. Entonces fue bandera de la rebeldía y mucho más en tiempos de dictadura. Brasil, en tanto, deleitaba con fusiones de bossa nova o de la corriente ‘tropicalista’. Y en Chile, aquellas vanguardias son hoy las cátedras de una sabiduría especial. En estos tres modelos podemos encontrar la simiente de un rock nacional. Y así como en el Perú no existe ni una cocina nacional (solamente las regionales) y menos un fútbol con identidad, engar-
Eloy Jáuregui nació en 1955 en Surquillo. Formó parte de uno de los grupos poéticos más emblemáticos de Latinoamérica: Hora Zero. Actualmente es columnista del diario La Primera y brinda charlas sobre periodismo y literatura en el Perú y en el extranjero.
ces sociales y devenires, tampoco existió ni existe un rock nacional. Veamos. Luego de la irrupción del mambo de Pérez Prado en la Lima de los años cincuenta, las secuelas de aquella sacudida generaron una gigantesca ola. Le dijeron entonces Nueva Ola, pero más que un término, era un amplio recipiente en el que se colocaba aquello que no cabía en los registros del valse, de los boleros, de las rancheras y hasta del jazz. A Guido Monteverde, antiguo periodista de la farándula nacional, le acomodó mejor el término de “música romántica juvenil”. Y tenía razón: cualquier otra expresión que le cantase al amor era también romántica, pero ese era el terreno de los maduros y de las señoras. La nueva música, que tenía un abanico de influencias, que partía de la tradición y la hipermodernidad y que podía adherir otras estructuras musicales sin ningún problema, no debía tener rótulo. Quedó entonces un único registro casi sobreentendido para ese entonces y para siempre: música juvenil. Por ahí circula una fecha de la llegada del rock al Perú: el 15 de setiembre de 1955, con ocasión del estreno de la película Blackboard Jungle y en la que se oye el tema Rock Around the Clock de Bill Haley & His Comets . Sí, es cierto, pero el aserto es tan falso como decir que la oreja nacional no había escuchado antes el bramido de una guitarra empiernada a un saxo caprichoso. La música no llegaba como el Apolo a la Luna. Era más que eso: un espíritu, una atmósfera y un nuevo aire que ataca de manera anfibia. Algo que se engarza, se teje y se urde a una sensibilidad especial que espera el hincón de la batería para el relincho del corazón y la taquicardia de la pelvis. Hay intentos musicales que nunca pegaron generacionalmente en el imaginario
masivo del peruano. El jazz, aquel poema musical de profundas tenazas estéticas, pasó inadvertido. Yo nunca oí, por ejemplo, cantar a un zambo de Surquillo un tema de Sinatra o tararear una melodía de Louis Armstrong. Sí gocé con unas vecinas del callejón de al lado con El Rock de la Cárcel en la versión de Enrique Guzmán, vocalista del grupo mexicano Los Teen Tops. Y luego con el Dúo Dinámico. Y después con Leo Dan. Que era rock o no lo era, es bizantino. Había un soporte que iba a multiplicar esa incisión musical rebelde y amorosa: la eterna juventud. Poco y casi nada se ha teorizado sobre esa ruptura. Apenas las reflexiones de un cantante y personaje de ese tiempo, Gerardo Manuel, o los libros del filósofo y cantante Pedro Cornejo Guinassi, sobre todo aquel que se llama Alta Tensión: Los Cortocircuitos del Rock Peruano. De ahí el silencio más que el vacío. Los actores de ese suceso tenían un pretexto: “Somos jóvenes, luego filosofamos, ahora muévete”. Quedan obviamente los testimonios de los músicos, pero nunca es suficiente. Lo que es tangible y real supone admitir que esa hibridez musical tenía solamente un vector. Era música de los jóvenes o lo digo de otra manera, parafraseando una popular melodía de Los Belking’s : “Tema para jóvenes enamorados”. Los tratadistas han descubierto que fue en 1963 que un grupo denominado Los Incas Modernos (¡vaya nombrecito!) editó el primer álbum de rock. Más no se sabe de ese hallazgo. Su historia se perdió, como los mitos que habitan en una esquina de la esfera simbólica. Nadie los recuerda, pero allí están. No hay fotos, sus grabaciones desaparecieron, pero están alimentados por una épica vicaria que los ha convertido en leyenda. Existen allí, como momias musicales, pero en silencio.
Patiotrasero
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Grupos como Los Saicos, Traffic Sound y otros fueron la respuesta nacional a una rebelión juvenil a escala global. [Gerardo Manuel, músico, 2009
La única identidad que he notado en el rock peruano fue cuando había una buena cantidad de grupos malos. [Manolo Barrios, guitarrista de Mar de Copas, 2002]
Nuestra música, siempre lo he dicho, es rock and roll. Punk no la veo por ningún lado. Además, hay música mejor que el punk.
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[Pancho Guevara, miembro de Los Saicos, 2011]
La gente de hoy ha crecido en otra realidad cultural: involutiva, cerrada, banal y hasta vulgar. La minoría es menor que antes. En mi época, la minoría era grande. [Pelo Madueño, músico, 2012]
“Me irrita cuando se habla de internacionalización, como si internacionalizarse fuera un acto de voluntad. Simplemente es cosa de cifras de ventas”. [Pedro Cornejo, crítico de música y filósofo]