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FILOMENA

Filomena: la borrasca perfecta que nos dejó la nevada del siglo

Pueblos incomunicados, daños en la ganadería y estampas inolvidables de nuestra Sierra Norte

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Foto: Maria Barquero

En la Sierra Norte nieva cada año, no es algo ajeno a sus gentes ya sus paisajes invernales, pero este año se dieron las condiciones ideales para que una borrasca perfecta asolara toda la Comunidad de Madrid, la Cibeles incluida, dejándonos a su paso lo que ya es conocida como “la nevada del siglo”. Incomunicación y caos se mezclaron durante casi dos semanas con solidaridad y estampas inolvidables.

En vísperas de la esperada visita de los Reyes Magos de Oriente, ya los medios de comunicación hablaban de la posible llegada de una gran nevada, como colofón a las vacaciones navideñas. Los anuncios hablaban del jueves 8 de enero, y como siempre que se anuncia una nevada, nadie creyó que fuéramos a ver la nieve cuajar en la mismísima Puerta del Sol. Pero José Antonio González sí lo vio venir y advirtió en sus redes sociales que caerían entre 50 y 60 centímetros de nieve en toda la Comunidad de Madrid y que no habría quitanieves para todos, como efectivamente pasó.

José Antonio, vecino de la Sierra Norte, aficionado a la meteorología y colaborador desde hace años con diferentes agencias de meteorología y medios de comunicación, es probablemente una de las personas que mejor puede explicar en consistió Filomena, una nevada que los más mayores de la Sierra dicen que fue “como las de antes” y que no recuerdan una igual desde hace más de 50 años.

En meteorología 2 más 2 no son cuatro

Filomena, nos dice José Antonio, “es una borrasca de libro, la borrasca perfecta”. Y nos explica por qué. “En esos momentos, en la Comunidad de Madrid, llevábamos 8 días con una bolsa estática de aire frío encima nuestro, con muchísimas heladas y temperaturas que estaban llegado a 7, 8 y 9 bajo cero”. Este fenómeno se conoce como DANA (depresión aislada de niveles altos). Entonces llegó la borrasca, entrando por el sur oeste, desde Canarias, atravesando el mar y cargándose de humedad, una humedad que al llegar a la penín-

Foto: Rafa Turnes

sula descargó en forma de lluvias torrenciales en su trayecto. Los meteorólogos llaman a ese paso por el mar “recorrido marítimo” y esa humedad que si no hace frío se traduce en lluvia, al llegar al centro de la península y toparse con la bolsa de aire frío, se transformó en nieve, mucha, entre 40 y 50 centímetros y no sólo en la Sierra.

Para José Antonio, los avisos de la AEMET (La agencia Estatal de Meteorología) llegaron muy tarde. El aviso rojo, en concreto, llegó cuando ya había una nevada importante. Pero también reconoce que, aunque se había avisado con varios días de antelación, “hasta 24 horas antes, no se sabe con total seguridad por donde va a pasar la borrasca”, porque “en meteorología 2 más 2 no son 4, nunca. Más o menos sabíamos por dónde iba a pasar. Pero si hay un pequeño de giro de viento, esos 50 centímetros en lugar de caer en Madrid, caen el Ávila o en Cuenca”.

Un después muy largo

la nieve y dificultando las labores de limpieza. “El después duró demasiado, entre 15 o 20 días. Yo trabajo en Guadalix, es un punto de inversión térmica increíble, y allí se dieron las mínimas de toda la Comunidad de Madrid, 16 bajo cero. Así la nieve se congela y dura lo que ha durado. Y ha habido pueblos incomunicados y coches que no se podrían mover. Muchas veces nieva, se va el frio y se descongela en uno o dos días, pero hasta que la bolsa de frío no se retiró, la nieve no se pudo deshacer”, nos explica José Antonio.

El caos que llegó con la nevada empeoró los días siguientes: pueblos incomunicados, máquinas quitanieves que no llegaban, escasez de sal para limpiar carreteras y caminos, ramas de árboles caídas, techos desplomados, familias rescatadas. En la Sierra Norte, pueblos como La Hiruela, Puebla de la Sierra y Prádena se llevaron la peor parte quedando incomunicados con todas sus entradas y salidas bloqueadas por la nieve. Y eso que en la Sierra están más preparados y acostumbrados a la nieve que en la capital.

Con todo, lo peor de la nevada estaba por venir. “Se actuó tarde por parte de todos los organismos que además se quedaron cortos en sus previsiones”, explica José Antonio. Pero lo que empeoró la situación, además del colapso por la falta de quitanieves y por la poca atención de mucha gente a los anuncios y avisos de la AEMET, fue la bolsa de aire frío que durante días mantuvo el termómetro bajo cero, helando

Pérdidas millonarias

Sin duda, entre los sectores más afectados por la nevada están el ganadero y el agrícola. El Gobierno regional cifró en varios miles de millones las pérdidas de estos sectores y prometió ayudas. En toda la Comunidad, Filomena dejó sin comer a más de 500 animales, derrumbó naves y hundió

Foto: Maria Barquero Foto: Ulises Romero

invernaderos. “Nosotros hemos sido bastante afortunados, pero sí fue bastante complicado, sobre todo el primer día que desde que empezamos a quitar nieve hasta que pudimos llegar a las cabras tardamos como seis u ocho horas, o así”. Nos lo cuenta Laura Martinez, dueña de la quesería La Caperuza. “Se nos cayó el tejado donde tenemos puesto el forraje, y luego con el temporal de viento que vino después se terminó rompiendo, y lo más duro fue que durante una semana y media o así tuvimos que sacar a mano las cántaras de leche que pesan unos 40kg” nos cuenta.

Ellos sí tenían forraje preparado para el invierno “por lo que pudiera pasar” pero tuvieron que hacerlo todo a mano y andando: “No podíamos entrar con el coche a la finca, teníamos que sacar la leche andando que desde la nave a la carretera son casi un kilómetro y había que darse varios viajes, ni siquiera con el tractorcito pequeño que teníamos podíamos abrir el camino, pero en general no nos podemos quejar porque no tuvimos daños gordos”.

Tampoco le fue mal a Rubén en su taller. También su previsión les ayudó a poder trabajar antes que otras empresas. El mismo domingo, un día y medio después de la nevada, Rubén bajó desde Pedrezuela, donde vive, a San Agustín, donde tiene el taller. “El polígono no estaba limpio y me costó mucho llegar. Tuve que dejar el coche en una de las calles principales para llegar andando. Toda la calle del taller estaba colapsada de nieve y decidí antes de que hubiera algún problema con el hielo, abrir una parcela de 15 metros cuadrados para poder sacar algunos coches y poder trabajar”. Ese trabajo le ayudó a poder sacar lo coches que tenía y poder avanzar algo. Pero todo era un caos, montañas de nieve por todas partes. Trabajadores que no podían llegar y clientes que tampoco. Pero reconoce, la nevada le ha aumentado la carga de trabajo en torno a un 25%, sobre todo por el tema de las baterías que con el frío se rompen y los golpes en la carrocería por el hielo en la calzada.

Solidaridad frente al caos

Pero Filomena también no ha dejado muchas estampas de solidaridad e historias personales emotivas. Vecinos y empresas ayudándose a limpiar sus entradas y calles, re-

Puerta de Alcalá: Benjamín Nuñez Foto: Rafa Turnes

des de personas organizadas para que lo más mayores no tuvieran que salir de casa a comprar, compañeros de trabajo organizándose para compartir coche y penurias. Es el caso de Arantxa, su jefe priorizó la seguridad de sus empleados, sin correr riesgos. Ella tenía el coche atrapado en un parking, así que ayudó a su compañero a sacar el coche de El Molar y consiguieron llegar hasta San Sebastián de los Reyes, donde tienen la oficina: “Nosotros dos y los que pudieron llegar de otras naves, nos juntamos para despejar las entradas todo lo posible para poder trabajar el miércoles”.

Lo peor en su caso es que ese lunes, después de la nevada, le tocaba el cambio de custodia. Tendría que haberse ido a Mejorada del Campo con sus hijas, pero desde El Molar, con el coche atrapado, casi 3 horas de transporte público se hacía casi imposible. “Fue una odisea, además, como justo coincidió con el fin de las vacaciones de Navidad y como yo había tenido el primer turno, eran ya 12 días sin verlas y fue bastante emotivo nuestro reencuentro. Ellas sabían que yo no podía irme en coche y también les daba miedo que tuviera que hacer todo eso para poder ir, pero bueno, al final todo acabó bien”.

“Para mí la experiencia fue buena y mala” nos cuenta Esther, “ha sido súper dura por los inconvenientes de no poder bajar a comprar, ver que tu coche se queda bloqueado. El miedo que te da pensar que, si te pasa algo, o tienes alguna urgencia, no vas a poder salir. Esa sensación es horrible. Quitar la nieve fue horroroso, sobre todo de la zona abuhardillada, con medio cuerpo fuera, ver a la gente que se caía, yo entre ellas, me caí me di un golpe tremendo porque había zonas muy helada... y, encima aislados por el COVID. Psicológicamente a mí me afectó bastante”. Pero hay que quedarse con lo bueno, y para eso está, nos cuenta, “la Cara Be de la nieve. Lo chulo que es cuando bajas a la calle y sientes ese silencio, los paisajes tan bonitos”. Y, sobre todo, sobre todo, las risas de los niños, las guerras de bolas, los trineos, tirarse en plancha para hacer la forma de un ángel, imágenes que no se nos olvidarán en muchos años.

Texto: Elena Aljarilla

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