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MAFALDA

¿Seremos capaces de cambiar el mundo?

El 29 de septiembre de 2020, dejaba este mundo, a sus 88 años, el llamado “padre” de MAFALDA, personaje muy conocido mundialmente.

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Joaquín Salvador Lavado, familiarmente llamado QUINO, fue un dibujante argentino, hijo de inmigrantes andaluces, nacido en la provincia de Mendoza, pero en la búsqueda de su pasión por el dibujo se fue a vivir a Buenos Aires, donde en la década de los 60 dio a luz a MAFALDA.

Esos años trajeron una época muy convulsa, complicada y marcada por revoluciones no sólo para Argentina sino para el resto de América Latina.

Tal vez por esa situación política y social Mafalda es una niña reivindicativa, cuestionadora, contestataria, que nace como una necesidad imperiosa de reclamar, de resurgir la protesta, de exigir cosas mejores para los seres humanos desde la visión caprichosa de una niña.

Mafalda como la mayoría de los niños y niñas supo regalarnos esa pastillita de felicidad que necesitamos para afrontar nuestro día a día.

Consiguió rescatarnos la risa y hacernos ver la adversidad con gracia y humor. Nos transmitió el arte de la ironía para explicar los dramas del mundo.

Quino, a través de Mafalda, de esa niña respondona y preguntona, nos dejaba viñetas como éstas:

Mafalda aprendió a reclamar la paz, cuestionando a líderes mundiales y a dirigentes de la clase política, y desde sus reclamos con inocencia no provoca la confrontación ni llama al enfrentamiento sino que provoca la gracia y la risa desde todas las posiciones, ya sean políticas, filosóficas, religiosas, etc. Y como niña eterna, no podía faltar su presencia en la Declaración Universal de los Derechos del Niño para Unicef.

Quién de nosotros no se ha atrevido a soñar con un mundo más justo, más igualitario, donde todos los niños y niñas puedan hacer todas sus comidas al día, estudiar, jugar en libertad, vivir sin violencia y sin maltrato, crecer en el respeto y en el amor, ser cuidados y protegidos, disfrutar de su infancia, y convertirse en adultos emocionalmente sanos y felices.

Es increíble que ya avanzados en el siglo XXI, sigamos soñando igual que Mafalda hace más de 50 años con estos derechos para los niños de nuestro mundo.

¿Será posible que no hayamos prosperado? ¿Será cierto que sigamos estancados en reclamar, protestar, reivindicar lo que muchas veces, desgraciadamente vemos como una utopía?

Ocho mil quinientos (8500!!) niños mueren de desnutrición cada día en el mundo, según datos de Unicef. no dejando de sufrir por la vulnerabilidad en la que se encuentran algunas mujeres en el mundo. Pero comprobando con firmeza y seguridad que en cada pisada se va dejando una huella y una marca para otras que vienen detrás, y las que vendrán después.

Sabemos que ese camino no es sólo de las mujeres, es también de ellos, de nuestros padres, esposos, compañeros, hermanos, amigos. Nos necesitamos todos, pero codo a codo, buscando un objetivo común, para encontrar el equilibrio que da la igualdad y el respeto.

Mafalda tampoco pasó indiferente frente a la incertidumbre y a la fragilidad de la vida, dándole valor a lo realmente importante y colocando cada cosa en el cajón de las emociones que corresponde y nos enseñó que:

Como niña y en una posición de mujer feminista reclamó sus derechos, en tono irónico y gracioso cuestionó la situación de las mujeres en la sociedad, polemizó reclamos por las tareas de la casa, que se dejan destinadas para las llamadas “amas de casa”.

Peticiones que hoy se siguen haciendo muchas veces a gritos, otras veces en silencio, pero caminando y avanzando, y Mafalda lo entendió y por eso lo transmitió tan claramente.

¿Seremos capaces de imitarla? ¿Podremos romper con tantos preconceptos arraigados y camuflados en nuestra sociedad? Y en nuestras familias?

Quino se fue, pero dejó a Mafalda entre nosotros, pero lo que no se fue ni se irá, es lo que nos transmitió en sus frases y sus diálogos: la ingenuidad, sus exigencias por alcanzar la paz del mundo, el reclamo por la justicia, por la igualdad entre las personas.

Con Mafalda, a través de sus viñetas y comics tal vez puedan sobrevivir los valores de mirar al mundo con inocencia y con la ilusión de los niños, aunque debamos como adultos, seguir luchando por los derechos humanos, por la extinción de la desnutrición que se lleva por delante a millones de niños inocentes, por la educación y la erradicación de la violencia, porque ninguna mujer sea infravalorada y por el valor de la vida de todos y cada uno de los seres humanos.

Porque al fin de cuentas no hay otro modo de vivir en este mundo que hemos heredado y que dejaremos como legado.

Y si al menos en una frase o en algo de lo escrito coincidimos, estamos avanzando, así que siga PASANDO PÁGINA.

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