Año XIX No. 113 JULIO - AGOSTO
2020
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EDITORIAL
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VOZ DEL RECTOR
24 18 Directorio
Pbro. Ascensión Martínez Escobar DIRECTOR GENERAL COORDINADOR EDITORIAL Saúl Trejo Martínez
A todos ustedes...
PARA REFLEXIONAR
No tenemos derecho a ser los mismos
DIÓCESIS DE ZACATECAS
- La gran prueba del ministerio Sacerdotal... - Cuando la realidad nos alcanza...
LUZ PARA EL CAMINO
COEDITORES José Pedro Rosas Maldonado Víctor Francisco López Méndez Antonio Torres Martínez Luis Fernando Sánchez Huerta Jesús Alberto Gallegos Cabral Luis Manuel Rodríguez Santos Juan Herrera Herrera
Interdependencia
SECCIÓN DE NIÑOS Sergio Sánchez Huerta
RETAZOS DE VIDA
- Preguntas frecuentes a los seminaristas - Formación Sacerdotal en pandemia - Cuando el Dios fiel llama
VOCACIONES
DISTRIBUCIÓN Y VENTAS José Manuel Alvarado González
Discernir la llamada
CULTURA
FOTOGRAFÍA Rafael Cristalinas García Emmanuel Govea González
LITURGIA
DISEÑO José Luis Miranda
Lecciones de una marcha La sagrada comunión en la mano, en tiempos de pandemia
IGLESIA UNIVERSAL
Te has pregutado alguna vez cuáles son las actividades diarias del Papa Francisco?
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AMIGOS Y BIENHECHORES PASTORÍN
EDICIÓN GRATUITA
En Portada: Papa Francisco Bendición "Urbi Et Orbi"
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Seminario de Zacatecas
@RevistaPastores
¡Hola!
queridos lectores
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e da mucho gusto poder saludarlos nuevamente por medio de nuestra Revista Pastores, espero que se encuentren bien a pesar de todo lo que hemos vivido en estos meses, y que el Señor los proteja y acompañe. Aún por la propagación del Covid-19 esta edición fue elaborada en nuestros hogares y terminada para ser digital y gratuita. Todos los artículos, como siempre, valen la pena leerlos, pero quiero señalar tres que nos hacen confrontar con la realidad que vivimos. En la sección Para reflexionar, Luis Rubén Santos, tomando como punto de partida la reflexión del papa Francisco en la pasada bendición Urbi et Orbi, da luces para demos un verdadero cambio en nuestras vidas aun a pesar de la oscuridad que vivimos; por otra parte en la sección Luz para el camino, el padre José Manuel nos pone a reflexionar sobre la fragilidad de la humanidad, aun aunque esta tenga un sinfín de alcances científicos y tecnológicos; por otra parte en la misma sección, Jesús Norberto Quiroz, nos escribe cómo ha de ser la Iglesia en salida para entrar en diálogo con el mundo.
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Por Saúl Trejo Martínez Coordinador editorial
Cambiando de tema, estamos volviendo a la «nueva normalidad», se están abriendo los templos poco a poco, la gente está regresando a sus trabajos y actividades, pero las medidas de prevención que seguimos usando para cuidarnos parece que nos han distanciado de los demás; ya nos es extraño saludar a alguien estrechando su mano o con un abrazo, ya es común ver a las personas en la calle con cubrebocas. Parece que nos estamos haciendo más fríos y lejanos unos con otros. Creo que algo similar estaba empezando a pasar nuestras parroquias y comunidades, parecía que la fe de muchas personas se estaba apagando a causa de que los templos estaban cerrados, o porque no se estaba celebrando la misa con asistencia de personas, y el único recurso que teníamos para acercarnos a la Eucaristía era por televisión e internet. Pero gracias a Dios se está volviendo a tener la celebración de la Eucaristía, y se está reavivando la fe. Que nuestra fe y esperanza no decaigan. Han sido tiempos difíciles, de mucho dolor y angustia, pero el Señor no nos ha abandonado, no nos soltemos de su mano y sigamos adelante.
¡Dios los bendiga!
PASTORES 113 EDITORIAL
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A todos ustedes seminaristas, sus familias y comunidades parroquiales: l Por
Pbro. Ascensión Martínez Escobar Rector
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stamos cerrando el ciclo formativo 20192020; los seminaristas estuvieron en su casa desde el momento que inició la situación pandémica en nuestra nación y las autoridades decidieron que teníamos que estar en casa y evitar todo tipo de reuniones masivas. Sin embargo, no interrumpimos el proceso formativo, con los medios digitales disponibles seguimos comunicándonos con los seminaristas para seguir en cada una de las dimensiones; los maestros, siguieron dando material de estudio, los espirituales continuaron con su acompañamiento a través de celular; los seminaristas en sus parroquias estuvieron ayudando de una u otra manera a los párrocos, y desde la disciplina tratamos de estar presentes para lo que pudieran necesitar.
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PASTORES 113
VOZ DEL RECTOR
Ha sido un verdadero tiempo de creatividad, a veces de incertidumbre; la COVID-19, como han llamado a esta nueva enfermedad, ha sido un factor detonante para otras situaciones difíciles, algunas ya existentes, como la violencia e inseguridad en nuestras calles y hogares, además, la crisis económica que se está dejando sentir en casi todos los ambientes. Fue muy sentida la situación religiosa, ya que se cerraron los templos, por el mismo hecho de evitar las reuniones masivas que son, incluso ahora, causa de contagios, sin embargo, no todos entendimos de la misma manera. Hubo quienes se disgustaron enormemente el que se haya dispuesto no celebrar abiertamente la Eucaristía. El mismo Papa, en Roma, celebraba a puerta cerrada y podíamos seguir la celebración a través del Internet, igualmente el Sr. Obispo.
La mayoría de los seminaristas ayudaron a sus párrocos a hacer posible que la Eucaristía llegara a la mayoría de los hogares de las parroquias. De esta manera y, por otros medios se trabajó, sea colectando despensas para llevar a los pobres, sea rezando el rosario diariamente en familia o en los grupos de WhatsApp, ayudando a los amigos a entender esta situación y, a la vez, evangelizando. Ha sido un tiempo muy rico en creatividad, en experiencias de fe, en conocimiento de realidades que, de no ser por el virus, no hubiéramos conocido. Gracias a todos los seminaristas, especialmente a sus familias. El Sr. Obispo y el equipo formador del Seminario les agradece la comprensión y todo lo que hicieron para tener en sus casas a sus hijos y ayudarnos a continuar su formación; este tiempo no será olvidado y nos dio ideas claras para ser creativos en circunstancias como esta y en otras muchas que puedan presentarse.
Gracias jóvenes seminaristas, desde el Seminario Menor hasta el Seminario Mayor, podíamos esperar menos de ustedes, han vivido muy a la altura de las circunstancias y creemos que han aprendido mucho para su ministerio pastoral, si Dios les permite llegar. PASTORES 113
VOZ DEL RECTOR
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. a ser los mismos
NO TENEMOS DERECHO l Por Luis Rubén Santos Segura
Comunidad Lazos de Amor Mariano
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l pasado 27 de marzo ocurrió un suceso histórico. Al atardecer, en una plaza de San Pedro completamente vacía, con el mundo entero atemorizado, sometido por una pandemia que recién comenzaba, el Papa Francisco llenó al mundo entero de esperanza con la bendición Urbi et Orbi extraordinaria, que hoy, a más de tres meses de distancia, sigue resonando y haciéndonos reflexionar, como un mensaje divino para estos tiempos «nuevos». Antes de las palabras del Papa, se leyó el pasaje del Evangelio de san Marcos, cuando los discípulos y Jesús van en la barca en medio de una tormenta (Mc 4, 35-41), y que comienza con estas palabras: «Al atardecer». Cuando el día va perdiendo su claridad dando paso a la noche que le pone fin, el atardecer es un cambio, un momento especial de la jornada que no se vive igual que la mañana.
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PASTORES 113 PARA REFLEXIONAR
En esta ocasión retomaremos tres aspectos del «atardecer» que mencionó el papa Francisco en su homilía y que reflejan muy bien cómo gran parte de la humanidad ha vivido el inicio de esta pandemia: oscuridad, soledad y silencio. La «oscuridad» nos puede provocar incertidumbre, ansiedad, temor. Los discípulos en este evangelio se encontraban también asustados, perdidos, inseguros. Si anteriormente se sentían seguros al navegar, como algo cotidiano, esa tarde no sería lo mismo en absoluto. Este año 2020, que iniciaba como tantos otros, no aparentaba ser diferente. La tempestad en medio de la oscuridad vino a descubrir y derrumbar las falsas seguridades y dejarnos claro, de una vez por todas, que sin Dios nada podemos.
Cuántos de nosotros en el trabajo, en el estudio, en el apostolado e incluso en nuestra vida de oración, llegamos a caer en la rutina, en la monotonía y poco a poco nos fuimos olvidando de Aquel a quien teníamos en nuestra barca. Increíble que podamos recorrer años en nuestra vida espiritual teniendo a Jesús siempre a nuestro lado, pero desconfiando, como si no estuviese ahí. Solemos viajar como en «piloto automático», sin alegría, sin renovarnos, olvidando quién lleva la barca (aunque parezca que está dormido), y es por eso que llega la ansiedad.
Pero esta oscuridad también nos permite ver otras cosas (sí, aunque suene paradójico), como en una noche estrellada al retirarnos de la ciudad para contemplar mejor los astros, ya que las luces artificiales no lo permiten. Así nosotros al alejamos de las luces de las apariencias, del hacer por encima de ser; pudimos ver más claramente que nuestra fe aún es débil y nos falla. Ciertamente los discípulos tenían fe, pues invocaron a Jesús en la tempestad creyendo auténticamente que él podría salvarlos, pero el Señor aun así les reprochó: «¿Por qué tienen miedo? ¿Acaso aun no tienen fe?», porque su fe no estaba completa. En la oscuridad ante la tentación de la ansiedad, el Señor nos presenta la primera virtud teologal como remedio: la fe. La «soledad» nos puede provocar tristeza, angustia, desanimo e incluso depresión. Los discípulos en este pasaje, aun estando todos juntos y teniendo a Jesús en la barca, se sintieron «solos», aunque no lo estaban. Tal vez muchos de nosotros al no poder realizar las actividades que antaño teníamos, al no poder ver a nuestros amigos y aquellos a quienes amamos, al no poder estar cerca, en este tiempo en que incluso «un abrazo es peligroso», podemos tener la tentación de sentirnos así, tristes. Tristeza tal vez ha sido el sentimiento predominante en estos últimos 3 meses. Pero la soledad no siempre es mala, también nos permite encontrarnos e incluso encontrar a aquellos que creíamos perdidos. Al estar tanto tiempo en casa, providencialmente hemos tenido la oportunidad de reencontrarnos con nuestra familia, con la que tal vez compartíamos el techo y la comida, pero no el tiempo. PASTORES 113 PARA REFLEXIONAR
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Si durante estos días aumentaron los problemas en casa y vimos algunas de nuestras relaciones fracturadas, no es para que la tristeza inunde nuestros corazones. El sentir tristeza es natural, pero permanecer en ese estado nos está «prohibido» si de verdad queremos ser hombres y mujeres nuevos y transformados. Así como «el oro se purifica en el fuego» (Eclo 2, 5), también esta «nueva normalidad» exigirá que no seamos los mismos que solíamos ser. En la soledad, ante la tentación de la tristeza, el Señor nos presenta la segunda virtud teologal como remedio, la esperanza. El «silencio» nos puede provocar desesperación, vacío y miedo. El ser humano de hoy huye del silencio, pues le resulta incómodo. El silencio exhorta y a veces habla más que las palabras. Frecuentemente al comenzar en la vida de oración lo que más cuesta es el silencio, pero ahí nos habla Dios. No es que le tengamos miedo a Él, sino a lo que nos quiera pedir, pues sabemos que su palabra nunca pasa inadvertida. Si anteriormente en el ajetreo del mundo, de nuestras preocupaciones, no teníamos tiempo para guardar silencio, para escuchar su Palabra, providencialmente nos ha dado la oportunidad. De ahí viene la palabra vocación, «el llamado».
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PASTORES 113 PARA REFLEXIONAR
Todos compartimos el llamado hacia la santidad y tal vez en estos últimos meses nos fue mostrada nuestra vocación particular, a la cual nunca debemos tener miedo. La valentía ayudará a quitarnos la parálisis y la desesperación que ha dejado el silencio. En nuestra vocación está el remedio, pues la santidad es vivir en el amor, y «el amor echa fuera el temor» (1 Jn 4, 18). Si algo debemos renovar para no ser los mismos, es nuestra manera de amar. No te preocupes si aún hoy tenemos más dudas que respuestas. Como diría san Juan Pablo II: «El amor me lo ha explicado todo». Amemos y dejémonos amar a través de la escucha de su Palabra, y ahí encontraremos la respuesta.
La gran prueba del
MINISTERIO SACERDOTAL
en tiempos de pandemia l Por Juan David Villalpando Pacheco
Vicario de la parroquia de San Antonio de Padua Morelos Zac
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ecuerdo cómo el 20 de marzo se cerró la parroquia donde estoy sirviendo actualmente, a causa de la pandemia, puesto que las autoridades civiles habían decidido poner a toda la sociedad en cuarentena para evitar los contagios de este virus. Fue, de alguna manera, una decisión bastante difícil, ya que no participarían más las personas en la Eucaristía de una manera presencial, por lo que tuvimos que ver la manera de llevar la Eucaristía hasta sus casas y lo hicimos a través de las redes sociales. Esto implicó un reto, ya que tuvimos que aprender a usar algunos instrumentos y aplicaciones, y así buscar la manera de estar cerca de los fieles a pesar de la distancia física.
Comenzábamos el sábado 21 de marzo a realizar las primeras transmisiones para que las personas no se alejaran de Dios, sino que viviéramos juntos esta cuarentena, que pareciera que se va alargando cada vez más y que no tiene fin. Es verdad que no podemos abandonar a los hermanos que Dios nos ha confiado, pues, aunque al inicio nos pidieron quedarnos en casa, no por esto teníamos que excluir a los hermanos enfermos de un encuentro personal con Dios a través del sacramento de la Unción de enfermos; también había que seguir reconciliando a los hermanos que se encontraban enfermos del espíritu y que necesitaban experimentar la misericordia de Dios en sus vidas a través del bello sacramento de la Reconciliación.
PASTORES 113 PARADE REFLEXIONAR DIÓCESIS ZACATECAS
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Ha sido un tiempo de dificultad, a veces hasta de impotencia por no poder acudir a acompañar a aquellos que están sufriendo por la muerte de un ser querido, por el dolor que causa la enfermedad, por las dificultades de la misma vida, y más cuando el pueblo que tiene necesidad lo pide a gritos: «Padre, nos hace falta alimentarnos con el Pan Vivo que es Jesús; padre, quiero reconciliarme con Dios, pues el pecado me atormenta, necesito paz en mi corazón». Y así, muchas situaciones que me han puesto entre la espada y la pared. Algunas soluciones han estado en mis manos, pero otras no. Por lo que me viene un cierto remordimiento e impotencia de no poder ayudar y no poder estar con mis hermanos. Pero doy gracias a Dios porque en algunas ocasiones me ha permitido acompañarlos observando las medidas sanitarias y, sobre todo, teniendo en cuenta la obediencia a las autoridades eclesiásticas y civiles.
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PASTORES 113 DIÓCESIS DE ZACATECAS
Aunque tengo que reconocer que en la parroquia donde sirvo se presentó una situación muy difícil y que, como sacerdote, de alguna manera tenía que dar testimonio de fe y confianza en Dios. En los primeros días del mes de mayo experimentamos de cerca el contagio de este virus, pues personas muy cercanas a la parroquia habían contraído esta enfermedad y, por la cercanía y la convivencia que tuvimos con ellos, fue necesario aislarnos, no solo por nuestro bien, sino por el bien de la comunidad parroquial, pues no sabíamos en realidad si nos habíamos contagiado también nosotros o no. Lo mejor fue guardarnos un tiempo, y esto me causó un gran dolor, ya que no podía acompañar de manera directa a nuestro pueblo a través de las transmisiones de la Eucaristía y el Rosario. Sin embargo, Dios es testigo de que esta prueba me ayudó a tener una relación más estrecha con él, pues, aunque ya no se transmitía la Misa por redes sociales, de alguna manera seguía celebrando la Eucaristía desde el aislamiento.
Cada día que pasaba en este aislamiento, era una oportunidad más, para comprender lo que esta enfermedad implica, ya que las indicaciones son resguardarse durante quince días para ver si aparecían los síntomas propios. Por gracia de Dios, ninguno apareció. Aun así viví un ambiente de desesperación, ya que en el encierro a veces la mente traiciona y, de tanto escuchar síntomas y aumento de cifras de personas contagiadas, me hacía sentir más nervioso, pero es aquí que experimenté como sacerdote, por la fe puesta en Dios, la fortaleza que él da. A pesar de que cada día aparecían casos nuevos confirmados, en estas tres semanas de aislamiento fue desesperante e impotente no poder ayudar a mis hermanos, ya que algunos pedían los sacramentos y por el aislamiento no podía administrarlos; pero una oportunidad que encontré fue profundizar mi relación con Dios, ya que esta prueba me ayudó a crecer y llenarme de fortaleza en el Señor.
Es verdad que seguiremos viviendo la realidad y las consecuencias de esta pandemia, pero si nos unimos más en oración y tenemos confianza plena en Dios, creo que podremos salir adelante, podremos encontrar la forma de no vivir con un miedo que nos paraliza, sino que seremos capaces de ver esta situación con fe y amor hacia Dios y al prójimo. Cada día surge la esperanza de poder reunirnos como pueblo, como hermanos, para alimentarnos del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, pero es necesario crear nuevos hábitos para poder reunirnos como pueblo de Dios y celebrar los sacramentos juntos, por lo que tenemos que cuidarnos y cuidar a los que nos rodean, teniendo siempre en cuenta las medidas sanitarias, para poder seguir viviendo como Iglesia que peregrina en este mundo.
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Cuando la realidad nos alcanza…
la fragilidad felizmente es redescubierta. l Pbro. José Manuel Espinosa Torres Prefecto de Filosofía
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n los últimos meses, la vida ordinaria ha sido trastocada por el enemigo invisible tan conocido por todos: la Covid-19. A pesar de la pequeñez de un virus, que ni siquiera entra en la categoría de ser vivo, la humanidad entera ha visto amenazada no sólo la salud, sino toda la estructura social, política y económica que a lo largo de los años ha sido construida por el hombre. El ser humano, dolorosamente, ha redescubierto su permanente vulnerabilidad que, por despiste o soberbia, había dejado ingenuamente en la alcoba de las fantasías que habían sido superadas. Sin embargo, no cabe duda: la realidad se encara con el hombre, le recuerda su identidad y lo interpela en toda su existencia.
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No podemos negar que la humanidad a lo largo de su estar en la tierra y de la construcción de su historia ha dado pasos orientados al progreso, a la civilización y a la cultura. Ha hecho de su entorno no sólo un lugar para sobrevivir, sino que lo ha transformado para tener un ambiente que le permita explotar y desarrollar sus capacidades. Sin embargo, la historia humana no es puro optimismo, pues el mito de la modernidad ha caído: el hombre moderno pretendía que su ciencia, su racionalidad y demás capacidades, acabarían con la ignorancia, la enfermedad, la desigualdad y la opresión. No obstante, ya desde el siglo XX el mundo ha sido testigo de que el hombre moderno es capaz de matar, oprimir y violentar con la ciencia que prometía el paraíso, un ejemplo de esto son las dos grandes guerras. PASTORES 113 DIÓCESIS DE ZACATECAS
Hoy somos testigos de una nueva crisis ante la pretensión humana de tener todo bajo control. La política y la democracia han sido insuficientes para aplacar la inquietud de los ciudadanos; la economía global y los grandes mercados no han dado respuesta genuina ante la pobreza y el desempleo; el derecho a la salud, que por ley está consignado, no ha cuajado en todas las personas que requieren asistencia médica. Esto no quiere decir que las estructuras humanas sean un fracaso, pero, seguramente, esta realidad que estamos viviendo, que supera incluso a la imaginación de Hollywood, cuestiona la soberbia ilusión que ha absolutizado tales estructuras, que juró por un momento que el hombre ya no estaba en peligro porque había conquistado a la naturaleza, sin darse cuenta que no ha sido conquista sino autorreferencialismo que no es capaz de ver más allá de sus pretensiones.
No se trata de satanizar la ciencia, la política o la economía, sino de considerarlas en su justo puesto en la vida del hombre, la cual debe estar construida desde la integralidad de su ser, poniendo como centro la realidad espiritual humana. Al afirmar que el hombre es un ser espiritual tenemos que ir más allá de esoterismos simplistas, y considerarlo en su concepción más profunda: el hombre es espiritual porque posee razón, libertad y voluntad, que al hacerse conscientes, son instrumentos no sólo para conquistar al mundo, sino para descubrir el sentido de la vida, alcanzar el fin último, llegar a la Trascendencia, conocer a Dios. Únicamente de este modo, la vida es auténticamente humana, los progresos no sólo son técnicos sino de sentido, la riqueza no sólo es económica sino integral, la política no sólo es poder sino comunidad, la ciencia no sólo conocimiento, sino contemplación del Misterio que nos rebasa. La realidad que tanto hemos evadido, por contemplar nuestros logros y excluyendo nuestra fragilidad y nuestra realidad caduca, nos ha mostrado nuevamente su rostro. Y, creo yo, que no se trata de espantarnos y desesperarnos ante el rostro tan desencajado de la realidad, más bien, se trata de hacer un ejercicio de autocrítica, en el que podamos darnos cuenta de nuestro ser humus, que por más admirables conquistas que podamos realizar, nuestras creaciones y estructuras por sí solas no garantizan ni paz, ni justicia, ni igualdad.
La crisis que estamos viviendo es una oportunidad para darnos cuenta de la importancia de no olvidar nuestro ser espiritual, cuya tarea no es simplemente conformarse con una actitud fideísta que aguarda sin compromiso a que Dios arregle todo, sino que se trata de asumir con seriedad la existencia: seguir conquistando la ciencia y la técnica, pero humanizándolas con la humildad y la justicia; seguir promoviendo la organización política y económica, pero teniendo presente que no son fines sino medios al servicio de la dignidad de la persona; seguir contemplando la grandeza del hombre, pero también acercándose al misterio de Dios que sostiene tal grandeza, pues es fuente de nuestro ser. Un ser no vivo, como es el virus, nos ha invitado no solamente a contemplar nuestra vida, sino el significado de ésta, para revisar nuestra escala de valores, y humanizarla desde nuestra realidad más original: somos simples humanos que, al descubrirnos, tenemos la posibilidad no sólo de transformar el mundo, sino que unidos a Dios y desde Dios, podemos hacer este mundo verdaderamente humano, y podemos llegar a la Vida que nuestra más grande capacidad, por sí sola, de ningún modo puede llegar ni siquiera a soñar: la Vida eterna.
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Interdependencia para la salvación humana
l Jesús Norberto Quiroz Figueroa
Estudiante de la Licenciatura en Políticas Públicas por el CIDE
Nadie se salva solo
« », fueron las palabras que el Papa Francisco mencionó hace unos meses al realizar la bendición Urbi et Orbi dada al mundo entero ante la crisis ocasionada por la pandemia del nuevo coronavirus. Estas cuatro palabras indican la necesidad de cooperación, diálogo y acuerdo entre personas, pueblos y naciones para controlar esta enfermedad y superar otros retos para la humanidad. Sin embargo, es pertinente preguntarse si los católicos estamos contribuyendo a esta cooperación mutua entre individuos para la salvación del mundo. No se requiere hacer una exploración profunda para responder a la pregunta, ya que un comportamiento común en nuestros días es alejarse y, hasta cierto punto, discriminar a los que –por circunstancias ajenas– tienen un pensamiento distinto. Así, nos alejamos del llamado del Santo Padre a colaborar entre seres humanos.
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Esto sucede cuando varios de nosotros le negamos la mano a personas con distinta religión, distintas ideas políticas, otra preferencia sexual, un trabajo no bien visto (como la prostitución) y adicciones como el alcoholismo o la drogadicción. Sabemos que algunos de estos comportamientos son contrarios a la voluntad de Dios y optamos por alejarnos de las personas que hacen estas acciones. Sin embargo, muchos católicos no nos damos cuenta de que, al alejarnos de estas personas, también las alejamos de la fe cristiana porque estas personas se sienten agredidas cuando las excluimos, cuando las juzgamos o cuando, de una manera intrusiva, las intentamos persuadir para que abandonen sus comportamientos. Asimismo, estas personas comienzan a desarrollar la idea de que la Iglesia Católica las rechaza porque varios fieles les han faltado al respeto y, en consecuencia, optan por alejarse de la fe.
Esta problemática se evidencia Esto significa que los católicos tenemos que acercarnos a también con la disminución de los que piensan distinto a nosotros: los ateos, proaborto, católicos en el país, según los comunidad LGBT, feministas, sexoservidores, drogadictos, últimos censos del INEGI, en el alcohólicos… a nuestros hermanos, hijos, padres o compañeros 2000 el 88% de la población era que por alguna razón no comparten nuestra fe. Ofrezcámosles católica, mientras que en el 2010 nuestra amistad, diálogo con ellos, compañía en sus momentos esta pasó al 82.7%. Aún no están de tristeza o desesperación. De esta manera nosotros seremos los resultados del censo del 2020, coherentes con el mandamiento que nos dio Jesucristo: «Ámense pero se espera que la tendencia los unos a los otros como yo los he amado» (Jn 15, 17), e iremos continúe y que el porcentaje aún más lejos, con nuestro ejemplo y compañía sembraremos en de católicos disminuya por el prójimo la semilla que lo haga acercarse a Dios y a su Iglesia. debajo del 82%. Sin embargo, los católicos no debemos ver No obstante, es necesario remarcar lo siguiente, el hecho de con tristeza o temor esta caída amar al prójimo no significa abandonar la doctrina de la Iglesia de fieles en el país, veamos esto y aceptar acciones, ideologías, preferencias sexuales, entre otros como una oportunidad para aspectos, que son contrarios a nuestra fe. Aceptar este tipo de ser una «Iglesia en salida», comportamientos solo para aumentar el número de fieles volvería como lo ha promovido el papa a la Iglesia una institución mundana y la alejaría de cumplir su Francisco en los últimos años. misión fundamental: llevar al mundo la salvación que Dios nos da.
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Tan solo basta ver el ejemplo de iglesias protestantes de Inglaterra y Bélgica que siendo «permisivos» con la sociedad de hoy, pasaron por alto la moral cristiana, creyeron que aumentarían los fieles, sin embargo, disminuyeron sus fieles. Algunos podrán decir que, aunque se conviva con ellos, estas personas no van a cambiar sus comportamientos, a lo que se les responde que es verdad, pero al menos estaremos cumpliendo el mandato de Dios y seguro lograremos convencer mínimo a uno. Recordemos que con la conversión de una persona toda la Iglesia se alegra. Además, ¿qué otro camino habría? Intentar convertir a personas con regaños y seguir perdiendo a fieles no es una opción.
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LUZ PARA EL CAMINO
Por tanto, para que los católicos contribuyamos a la evangelización del mundo, debemos comenzar primero con las personas que están a nuestro alrededor. Y, también, tener en cuenta que convivir, acompañar y respetar a las personas cuyos comportamientos e ideas son contrarios a la fe no significa apoyar sus conductas, sino más bien amar a las personas tal como Cristo nos ama. Para cumplir esta misión guiémonos por el Espíritu Santo y recordemos las palabras de San Pablo apóstol: «La caridad no hace mal al prójimo» (Rm 13, 10). Así lograremos revertir las estadísticas, aumentar el número de fieles en el país y, lo más importante, contribuir a la obra de salvación del mundo: «Nadie se salva solo».
Preguntas frecuentes hechas a los seminaristas A lo largo de nuestra preparación en el Seminario, sobre todo en experiencias en semanas de misión, hemos recibido bastantes preguntas de niños, jóvenes y adultos que se preguntan por las cosas que hacemos o dejamos de hacer, por nuestro modo de vida. Por eso, aquí tratamos de responder un poco a algunas cuestiones que a muchos se nos han presentado:
Usan sotana todo el tiempo?
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La sotana en el uniforme oficial de un seminarista y, por lógica, debería portarla todo el tiempo, pero en la realidad no es así. La sotana la utilizamos en celebraciones solemnes, peregrinaciones y momentos especiales dentro y fuera de nuestra comunidad, fuera de estos momentos solemos llevar ropa adecuada a cada situación.
Los mandan a otros países?
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Cabe distinguir, para contestar esta pregunta, que nuestro seminario es diocesano, es decir, que pertenece a la Diócesis de Zacatecas y, por tanto, todos los sacerdotes que se formen en dicha institución pertenecen a la misma diócesis y serán puestos al servicio de ella dentro del territorio que le corresponde. A diferencia de otros seminarios que son de comunidades religiosas o misioneras donde su formación es diferente. Aun así, existen situaciones donde nos pueden mandar a otras diócesis o países como, por ejemplo, que nos manden por necesidad a estudiar fuera o como auxiliares a diócesis más pequeñas.
Los seminaristas pueden usar las redes sociales?
Si, de hecho, la mayoría de los seminaristas hacemos uso de ellas. Son un medio de evangelización muy actual, una manera de mantenernos en contacto con nuestros seres queridos y un medio por el cual podemos relajarnos en nuestros ratos libres. Cualquier seminarista puede participar en una red social pero siempre de una manera adecuada y sin olvidar lo que somos: seminaristas en formación al sacerdocio.
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Los seminarios son instituciones eclesiásticas, es decir de la Iglesia, que se dedican a educar y formar a los futuros sacerdotes para una diócesis determinada. Son casas en las que viven y conviven los seminaristas, en las que pasan sus ratos de oración, de estudio, de trabajo y de ocio. También podemos definirlos como un lugar donde se revive la experiencia que vivieron los apóstoles cuando el Señor los llamó para que estuvieran con él (Mc 3, 13). En esta gran experiencia él los fue formando durante toda su vida pública, hasta que recibieron el Espíritu en Pentecostés, para la vida apostólica.
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Qué es un seminario?
En el seminario cobran?
No, el seminario no cobra por los servicios que ofrece para la formación de los sacerdotes. Sin embargo, a los seminaristas se nos pide una pequeña contribución, que no llega ni siquiera a la mitad del costo real de nuestra formación, para que valoremos lo que supone para la Iglesia formarnos, así como el sacrificio silencioso de muchas personas que cooperan y el esfuerzo de nuestras parroquias de origen, que en muchos casos también ayudan. En sentido estricto, un seminario no es, pues, un negocio redituable, podríamos decir que es una inversión a largo plazo, porque va a formar a los futuros pastores de la Iglesia.
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RETAZOS DE VIDA
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Formación sacerdotal en tiempos de pandemia Ya a casi 4 meses de haber dejado la casa del seminario seguimos refugiados en nuestras casas por la cuarentena que la COVID-19 ha ocasionado. Pero la formación al sacerdocio no ha frenado en ninguno de nosotros, y seguimos en contacto con nuestros profesores y formadores que han tenido a bien pedirnos continuar con nuestra formación de una manera un tanto inusual: desde nuestras casas. Esta experiencia ha sido una oportunidad magnífica para convivir con la familia, apoyar en nuestras parroquias y ponernos a prueba, respecto a la libertad en nuestra autoformación. Algunos seminaristas nos comparten cómo ha sido esta experiencia: “Estando en casa he convivido con mi familia, adaptándome nuevamente al ritmo que ellos viven, he platicado y rezado con ellos, así como ayudado en los quehaceres y trabajos que realizan, esto me hace valorar todo lo que ellos hacen por mí para que pueda seguir formándome, ha sido una experiencia muy buena.” Rafael Cristalinas.
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“Estar en mi parroquia y en mi casa con mi familia, me ha permitido aprender del testimonio de muchas personas que forman la Iglesia, y que desde su familia y su trabajo viven el Evangelio, por ejemplo, los padres de familia que han recobrado su papel de catequistas en sus hogares, o las personas que se atienden las necesidades de sus vecinos más necesitados” Luis Enrique Ibañez
“La situación actual de la pandemia ha sido un gran reto y oportunidad para mi formación sacerdotal. Seguí avanzando en los distintos ámbitos de mi vocación, pues tuve que ordenar el tiempo de estar en casa de manera que pudiera seguir realizando las tareas y trabajos que me pedían del Seminario, sin descuidar las relaciones familiares y teniendo siempre momentos para mi oración personal, además de colaborar en lo posible en mi parroquia, sobre todo en las transmisiones de la eucaristía por las redes sociales.” Ricardo Herrera.
“Te sientes parte muy activa de la parroquia, te das cuenta del alcance de las redes sociales y de lo valiosas que pueden ser para la evangelización. Yo he estado apoyando en las transmisiones de las celebraciones litúrgicas, lo que me ha hecho darme cuenta de lo importante que es que nosotros, como futuros sacerdotes de este siglo, aprendamos a manejar estas herramientas para aprovecharlas al máximo". Juan Carlos Betancourt.
“Este tiempo en casa ha sido una oportunidad de redescubrir la llamada que Dios me hace a estar siempre con él y llevarlo a los demás. La participación en mi parroquia me ha recordado que la misión del sacerdote es también orar por su pueblo y acompañarlo en tiempos difíciles.” Víctor Francisco López.
Por último, para concluir este año escolar 2019 – 2020, a lo largo de junio y julio regresamos por grupos al seminario, esto para tener evaluaciones y finalizar con éxito el curso escolar.
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Cuando el Dios fiel llama En mi poca experiencia he tratado de encontrar cuál es el objetivo de nuestra vida y creo que es: ser felices amando. Quiero compartirles mi corto camino al tratar de alcanzar el objetivo antes mencionado.
S
l Marco Antonio Ureño Arriaga Primero de Teología
oy Marco de 23 años, hijo de Javier (un comerciante excepcional) y de Gloria (una mujer extraordinaria), soy el tercer hijo de seis (Paco, Diego, Cynthia, Juan Pablo y Ángel). Desde pequeño mi mamá, de manera especial, nos instruía en la vida cristiana, nos enseñaba los primeros rezos, nos llevaba a misa los domingos y juntamente con mi papá nos formaban en valores como el servicio, la solidaridad, el trabajo, la responsabilidad y el amor. Alrededor de los seis años yo recuerdo que jugaba a ser sacerdote, hacía mis altares, peregrinaciones en el patio de la casa, rezaba y cantaba frente a una imagen de la Virgen de Guadalupe. Mi infancia en general fue marcada por ese gran deseo sacerdotal sin saber lo que ello significaba.
El momento decisivo para ingresar al Seminario diocesano se dio en los últimos meses de secundaria. Mis amigos y compañeros siempre se acercaban a mí para pedirme algún consejo, para desahogar sus penas y cosas similares; yo con toda voluntad los escuchaba, sin embargo, me daba cuenta que si quería ayudarlos tendría que estudiar alguna carrera que me diera herramientas para ello, pero la psicología no llenaba mis expectativas. Fue así como comencé a recordar la ardua labor de los sacerdotes en su afán de salvar y conducir almas a Dios. Investigué sobre el Seminario, fui al preseminario y me quedé después de mucho dudar sobre si era ahí mi lugar, mi vocación.
Fui creciendo y conforme pasaban los años otras profesiones ocupaban mi pensamiento. Quise llegar a ser veterinario, soldado, chef, maestro, astronauta, etc. Pero el Señor ya había sembrado en mi corazón la semilla de un proyecto extraordinario. Como a los doce años me impactó la vida de san Francisco de Asís al grado de también querer ser franciscano. Los sacerdotes de mi parroquia, la Inmaculada Concepción en Jerez, con frecuencia le decían a mi mamá que le pidiera a Dios para que uno de sus hijos se fuera al Seminario ya que somos cinco hombres y mi madre siempre me echaba el ojo a mí, a lo cual yo me chiveaba y me negaba.
Ingresé al Seminario menor el 6 de agosto del 2012, día de la Transfiguración del Señor. Ese día quise darle a Jesús todo lo que soy, mis virtudes y cualidades, pero también mis errores y mis defectos; sé que no soy el discípulo fiel que Dios merece, pero estoy seguro de que el don de la vocación sacerdotal me ayudará para algún día contemplar cara a cara al Dios que sin importar mis debilidades me miró, me sonrió y me dijo: «¡Sígueme!». Y cuando el Dios fiel llama, llama para siempre. Hoy a casi ocho años de mi ingreso al Seminario estoy convencido de dos cosas: 1. Dios es fiel y siempre lo será aunque nuestra vida no siempre corresponda a esa fidelidad y a ese amor misericordioso de Dios. 2. Sea cual sea nuestra vocación específica, debemos encontrar el lugar donde amemos y seamos felices, pues al final de cuentas en eso consiste la vida eterna.
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PASTORES 113 RETAZOS DE VIDA
Discernir
la la llamada llamada
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a mayoría de nosotros tenemos un teléfono celular, y todos hemos vivido la experiencia de una llamada que nos entra al móvil. Podemos decir que cuando nos llaman se dan tres elementos: lo primero que tiene que suceder para que suene el teléfono, es alguien que se quiera comunicar con nosotros; lo segundo es ver quién es y responder; y el tercero es el mensaje o misión que nos piden al hablarnos. Por lo cual, podemos decir que la llamada consta de tres pasos: alguien que llama, alguien que responde y el mensaje o la misión que se nos da. Podemos darnos cuenta que en nuestra vida espiritual sucede algo similar a la hora de hablar sobre la vocación: Dios que nos llama personalmente a cada uno de nosotros, el hombre que responde a esta llamada divina y la misión que nos da a cada uno para poder ser felices y hacer su voluntad.
l Fernando Rafael Llamas Puente Formador del Seminario Menor
Pero la pregunta es: ¿Cómo saber a qué nos llama? Es verdad que saber esto es una tarea que requiere tiempo de soledad y silencio, porque se trata de una decisión muy personal que otros no pueden tomar por nosotros. Para responder esta llamada tenemos que ser generosos en la entrega de nuestra persona, es decir, no podemos pensar en un proyecto individualista y egoísta que solamente vea por nuestros intereses y comodidades, sino que esta llamada divina nos exige ir más allá de nosotros mismos, a dar lo mejor que tenemos como personas y cristianos. Esto nos lleva a plantearnos un proyecto más grande donde se pueda ayudar a los demás, un proyecto con un horizonte nuevo de completa entrega. Solo así podremos ser verdaderamente felices, ya que realizando este proyecto podremos encontrar nuestra transcendencia de este mundo. Es necesario que, para responder a la llamada tenemos que plantearnos muchas preguntas, pero una cosa que debemos tener en cuenta si queremos ir por el camino de este proyecto que lleva a trascender, es comprender que la pregunta correcta no es ¿qué es lo que quiero hacer en mi vida?, sino ¿qué quiero ser en mi vida? Pareciera decir lo mismo, pero en realidad se viven de manera diferente. Por lo tanto, debemos de tener claro que la respuesta no debe ser superficial, conformándonos con saber qué es lo que queremos hacer en la vida (actividades, profesión, etc.), sino que la respuesta es más profunda, ya que debe tocar nuestras raíces más humanas, pero también nuestras raíces espirituales, llevándonos a tomar una decisión y una forma de ser en la vida.
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Para responder, es preciso ser valientes y atrevidos, ya que esta respuesta involucra una decisión, y una decisión siempre implica renunciar a algo y ganar algo. En este sentido es renunciar a las cosas del mundo para ganar la transcendencia de la misma vida. Y en ocasiones, puede dar miedo renunciar al mundo porque pensamos que podemos ser infelices si no hacemos caso a las propuestas de éxito que da el mundo; debemos tener claro que el éxito no se mide afuera de la persona sino en el interior de la misma. Así podemos comprender que el éxito no lo vamos a encontrar ganando mucho dinero, ni siendo famosos y reconocidos, porque estas cosas no duran para siempre, ya que en ocasiones suelen esfumarse y desaparecer, y si lográramos conservarlas durante toda nuestra vida realmente no nos proporcionarían una auténtica felicidad, sentiríamos en nuestro interior un vacío que no vamos a poder llenar con nada, porque solamente nos preocupamos por el hacer, pero nunca por el ser.
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Por esta razón, es necesario citar lo que nos recuerda el papa Francisco en su exhortación apostólica Christus vivit, que, para responder a qué quiero ser en la vida, dice: «No hay que empezar preguntándose donde se podría ganar más dinero, o donde se podría obtener más fama o prestigio social, pero tampoco conviene empezar preguntándose qué tareas le darían más placer a uno. Para no equivocarse hay que empezar desde otro lugar, y preguntarse: ¿me conozco a mí mismo, más allá de las apariencias o de mis sensaciones?, ¿conozco lo que alegra o entristece mi corazón?, ¿cuáles son mis fortalezas y mis debilidades? Inmediatamente siguen otras preguntas: ¿cómo puedo servir mejor y ser más útil al mundo y a la Iglesia?, ¿cuál es mi lugar en esta tierra?, ¿qué podría ofrecer yo a la sociedad? Luego siguen otras muy realistas: ¿tengo las capacidades necesarias para prestar ese servicio?, o ¿podría adquirirlas y desarrollarlas?».
Estas preguntas nos llevan más allá del hacer y nos sitúan en el ser. Por lo tanto, respondamos con sinceridad y así podremos escuchar hacia dónde Dios nos está llamando. No tengamos miedo de realizar este proceso de discernimiento, es decir, de escucha y decisión. Nos recuerda el papa Francisco que la vocación es un regalo de Dios. Los regalos de Dios son interactivos y, para gozarlos hay que poner mucho en juego, hay que arriesgar. Pero recordemos que no estamos solos, Jesús nos acompaña, y cuando el Señor suscita una vocación no sólo piensa en lo que eres sino en todo lo que junto a Él y a los demás puedes llegar a ser.
Lecciones DE UNA MARCHA
l Guillermo Yoav Flores Aréchiga. Segundo de Filosofía
Zacatecas tiene una hija. Una hija muy bella, altiva y orgullosa. Hija que por donde pasa deja a todos extasiados. Hija que a donde quiera que marcha, sea en casa o sea muy lejos de ella, todo el mundo entiende sus señas y juntos siguen sus huellas. Padre y madre, orgullosos siempre de ella. Padre y madre, entre fiestas, danzas y desfiles todos celebran sus glorias. ¿Qué marcha eres? ¿Por qué marchas así? Marcha Zacatecas eres, poema de los zacatecanos en su latir. Marcha Aréchiga eres, un camino por vivir.
¿Quién de Zacatecas en más de alguna vez tuvo la fortuna de sentarse un jueves en la Plazuela de Goitia a escuchar la Banda Sinfónica del Estado? ¿Cuál es la parte favorita de todos? Cuando el Maestro Salvador cierra con sus manos la última canción. El Maestro, con su sonrisa modesta, voltea al público y agradece los aplausos para su Banda en su última canción. Cuando comienzan a cesar los aplausos, sucede que su rostro toma más seriedad y gravedad: pide que nos pongamos de pie, guardemos silencio y pongamos en nuestro pecho el patrio saludo. Se hace el silencio sagrado, la ciudad contiene por unos segundos el aliento, presto a comenzar a cantar:
Prestos estad a combatir oíd llamar suena el clarín, las armas pronto preparad y la victoria disputad.
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Y es en ese sagrado momento cuando el acanterado rostro de la Ciudad se sonroja más, iluminado por sus luces, por su orgullo, por su unidad y por el amor de sus hijos, ¿a quién no se enchina la piel? Todo zacatecano, todo mexicano, todo hijo, todo humano en ese momento detiene su vida para honrar al mismo hombre y a su Patria.
¿Cómo surge algo tan solemne, tan grato y tan profundo aunque no pronuncie palabras? La grandeza tiene sus caminos.
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Nace en una época de valor. Nace en la época de juventud de nuestra República Mexicana. Porfirio Díaz se esforzó por embellecer a México en todos sus sentidos y lo logró: literatura, filosofía, arte, música, arquitectura, danza, teatro y educación hace sembrar en los corazones jóvenes altos ideales de patria, libertad, lucha, trabajo y lealtad. México se consolidaba como nación y sus valores se construían con la cultura que hasta el día de hoy reúne. Que no nos falten los gobernantes que busquen la grandeza del hombre en el mismo hombre a través de su educación, cultura y valor.
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Nace en una época histórica: cerca del centenario de la Independencia de México, posterior a la batalla de Puebla y anterior a la Toma de Zacatecas. Entre los hombres ilustres zacatecanos en estos hechos históricos estaba el general J. Jesús Aréchiga Mojarro, jalpense y gobernador del Estado de Zacatecas desde 1880 al 1900. Los momentos difíciles prueban y hacen a los grandes hombres y mujeres.
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Fruto de una apuesta entre amigos. «Se dice que una tarde del año de 1891, se hallaban reunidas en la casa del compositor Fernando Villalpando varias personas, entre las que estaba Genaro Codina. Al parecer, al fragor de la conversación surgió un reto entre ambos músicos, que consistía en ver cuál de los dos componía la mejor marcha militar. Hecha la apuesta, se acordó que el vencedor de la justa musical dedicaría su marcha al entonces gobernador de Zacatecas, el general Jesús Aréchiga». El ganador fue Genaro Codina. Esto nos enseña que de una buena amistad pueden surgir buenos y grandes frutos. A pesar de que uno ganó, los dos amigos al final contribuyeron a crear algo grande. Que no nos falten los amigos que nos impulsen a ser mejores y a contribuir y enaltecer a nuestra sociedad.
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La marcha nos enseña el valor de la humildad y el amor a la Patria. En el fondo de todo hombre hay muchos valores por reconocer. Aunque el Gobernador no era religioso y se oponía a la misma Iglesia, reconocemos gestos de humanidad en él. Detrás de los concursantes percibimos lo mismo: «Como muestra palpable de que no había mala sangre entre los dos adversarios, Villalpando no solo hizo el arreglo para la banda a partir del original de Codina para arpa, sino que también se encargó de dirigir a la banda el día del estreno de la Marcha Aréchiga, como fue conocida originalmente la pieza. Sin embargo, inmediatamente después del estreno, el gobernador Aréchiga tuvo un gesto noble y modesto y pidió que en lugar de su nombre, la marcha ostentara el nombre del estado. Fue así como nació la muy famosa y muy difundida Marcha Zacatecas, que desde su nacimiento fue conocida y reconocida como un Himno Estatal y posteriormente segundo Himno Nacional».
El valor, la cultura, los momentos difíciles, la lealtad, los buenos amigos y la humildad nos harán grandes humanos siempre.
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La Sagrada Comunión
EN LA MANO, EN TIEMPOS DE PANDEMIA l Fernando Daniel Quiñones Ortega Tercero de Filosofía
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os tiempos que vivimos son inéditos en todos los sentidos. Nadie imaginó nunca que una enfermedad fuera capaz de paralizar a prácticamente todo el mundo, cerrando empresas, oficinas, actividades sociales y religiosas. La COVID-19 nos ha tomado por sorpresa. Como cristianos estamos llamados a afrontar esta situación con fortaleza, pero sobretodo con fe, esperanza y caridad. Las epidemias han acompañado a la humanidad desde siempre, y en cada época las ha enfrentado de distinta manera. Jesús mismo nos dice que estas cosas tienen que pasar, pero aún no es el fin (Mt. 24,6). La Iglesia ya se ha enfrentado a muchas epidemias, y a cada circunstancia y momento histórico se ha respondido con diligencia. Es interesante notar algunas prácticas documentadas de la Iglesia durante la Edad Media para distribuir la Sagrada Comunión en tiempos de pandemia, como, por ejemplo, el uso de pinzas eucarísticas para recibir el Cuerpo del
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Señor en la boca. Sin embargo, aquellos y estos tiempos son muy distintos. En aquella época la más grande epidemia fue la de la peste negra, que ahora sabemos, se transmitía por el contacto con las pulgas de las ratas, pero ellos creían que a través del aire; ahora, en cambio, el nuevo coronavirus que causa COVID-19 se transmite por gotículas de la nariz o la boca que se expulsan por la persona infectada al hablar, toser o estornudar, asimismo estas pequeñas gotas pueden caer a superficies e infectar a las personas cuando tocan estas superficies y llevan sus manos a los ojos, nariz o boca.
Atendiendo a esta razón, la Iglesia que peregrina en este tiempo ha dispuesto, en atención al bien integral de las personas, apoyada en la opinión de especialistas en salud y liturgistas, distribuir la Sagrada Comunión en la mano de los fieles, sin descuidar por ello, la reverencia y adoración que se tiene al Cuerpo de Cristo. Esto ha ocasionado confusión para algunos y escándalo para otros, y no sobran en las parroquias reclamos y personas que se niegan a recibir la comunión de esta manera, incluso sacerdotes que se niegan a distribuirla de esta manera. Como fieles cristianos debemos tener bien presente cuál es el valor que se intenta proteger, en el caso actual de la pandemia: la salud de las personas que se acercan a comulgar y los ministros. Quienes ponen por encima del valor de la caridad fraterna y la salud propia y de quienes nos rodean a su devoción particular, tienen, definitivamente, mucho que aprender sobre el ser PASTORES 113 LITURGIA
cristianos, hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Hay que resaltar que solo las manos del sacerdote, consagradas en el rito de ordenación, son las únicas aptas y apropiadas para tocar el Sagrado Cuerpo del Señor, pues se trata del Señor mismo In persona Christi. Pero no hay que olvidar que el sacerdocio ministerial, así como es don, es un servicio que se presta a la comunidad de la Iglesia, dado que todos somos consagrados sacerdotes por medio del Bautismo. De la misma manera que el sacerdote toca la Sagrada Hostia con sus manos, atendiendo a las recomendaciones de especialistas en salud y las enseñanzas de la Iglesia, los fieles pueden recibir la comunión en la mano sin cometer por ello ningún pecado, dado que, para ello, según la Instrucción General del Misal Romano se puede recibir la Sagrada Comunión de pie y en la boca, de rodillas y en la boca y de pie y en la mano. El uso de un purificador para recibir la Comunión en la mano por parte de los laicos no está señalado por la Iglesia en ningún documento, por lo que su uso está completamente fuera de lugar. A Dios no le ofende que le toquemos con la mano, lo que le ofende es que lo recibamos con un corazón lleno de egoísmo, soberbia y pecado. Jesús mismo nos pone ejemplo cuando nos dice que el hombre se hizo para el sábado y no el sábado para el hombre (Mc 2, 27). Las normas no se hicieron para oprimir al hombre, sino para su perfeccionamiento. Si la Iglesia, atendiendo la situación extraordinaria (y hago énfasis, extraordinaria), que estamos viviendo, nos pide comulgar en la mano, es muy conveniente que, confiando en su discernimiento, asumamos la disposición que nos ha señalado.
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Hay otro riesgo latente para quienes, desatendiendo estas indicaciones de la Iglesia, se empeñan en recibir la comunión en la boca en estos tiempos de pandemia: el de convertirnos en fariseos, como aquel que estaba en el Templo y pensaba que era mejor que el publicano (Lc 19, 9-14). Siempre está la tentación de pensar que, por el hecho de que yo recibo la comunión en la boca y no en la mano, soy mejor, por la piedad y reverencia al comulgar, de pensar que ellos están mal y yo estoy bien solo por esa razón. Sin embargo, también puede ocurrir lo mismo entre quienes sí recibimos la comunión en nuestra mano. Lo correcto, en esta situación extraordinaria, es obedecer con confianza y humildad las indicaciones que la Iglesia, apoyada en los especialistas de la salud, nos propone, salvaguardando ciertas indicaciones:
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Antes de entrar en el templo, es importante desinfectar las manos con agua y jabón o gel antibacterial.
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Los templos deben estar ventilados, limpios y desinfectados antes de las celebraciones eucarísticas.
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Evitar tocar las bancas y portar correctamente el cubrebocas en todo momento.
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En la medida de lo posible, los fieles y el sacerdote, deben ponerse gel antibacterial en las manos antes de recibir y distribuir la Sagrada Comunión. Al recibir el Sagrado Cuerpo de Cristo en la mano se debe comulgar inmediatamente, sin signarse con Él, llevarlo a la boca y revisar que no hayan quedado partículas en nuestras manos.
Ahora algunas recomendaciones espirituales para recibir la Comunión en la mano:
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Ser conscientes que Cristo está realmente presente en la hostia consagrada, tratarlo con toda la reverencia y adoración. Cuidar que no queden partículas en nuestras manos, si es así, comulgarlas también. Ser conscientes de que al recibir al Señor en la boca o en la mano, al que se recibe es a Cristo, con la misma dignidad si es de pie, sentado, hincado, acostado (para el caso de los enfermos), en la mano o en la boca. La gracia de Dios no está sujeta a esas leyes humanas.
Ojalá que estas recomendaciones nos ayuden a vivir nuestra fe de una manera más auténtica y caritativa. Dios no tiene mirada escrupulosa, como algunos lo creen; lo que Dios ve son las intenciones y los deseos del corazón. Procuremos no hacer divisiones en las comunidades creyentes a partir de formalismos estériles y sin sentido. Vayamos a los fondos y superemos las discusiones acerca de las formas. Preocupémonos por vivir el Evangelio y construir el Reino, esa es la tarea principal de aquellos que nos alimentamos del Santo Cuerpo del Señor Jesús, en la Eucaristía. PASTORES 113 LITURGIA
¿Te has preguntado alguna vez cuáles son las actividades diarias del papa Francisco?
E
l 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergolio fue elegido Papa tras la renuncia de Benedicto XVI. Su opción preferencial por los pobres lo llevó a tomar el nombre de Francisco. Desde el inicio de su pontificado ha mostrado actitudes de sencillez y humildad; decidió vivir en la casa santa Marta, un edificio construido al lado de la Basílica de san Pedro. «Vivo en la casa de santa Marta y no en el Palacio Apostólico porque me gusta estar entre la gente. No puedo estar solo».
04:30
El papa Francisco pasa la mayor parte del tiempo en la casa santa Marta con el resto de los cardenales que se hospedan por un tiempo, religiosos y laicos que trabajan en la Secretaría del Estado Vaticano. Es aquí donde pasa la mayor parte del tiempo. El ritmo de vida que lleva el papa Francisco nos sorprende por su intensidad, manteniendo un horario estricto, en donde la oración ocupa un lugar importante ya que es lo que lo mantiene con fuerzas y unido a Dios.
Levanto
Se levanta muy temprano. Después pasa aproximadamente 2 horas en oración y meditación silenciosa antes de las actividades del día.
Misa 07:00
El Papa Francisco celebra una Misa privada en la capilla de santa Marta para quienes trabajan en el Vaticano. Con motivo de la contingencia sanitaria el Santo Padre ha decidido celebrar la santa Misa en directo y en streaming. Es una iniciativa para poder estar cerca del Pueblo de Dios, para guiarlo en momentos en los que las iglesias del mundo estaban cerradas como medidas restrictivas por el Covid-19. A partir del martes 19 de mayo, el Papa siguió presidiendo las misas en Santa Marta de forma privada. Reuniones
08:00
Reuniones
Después del desayuno, las horas de la mañana las dedica a reunirse con personalidades y a responder las cartas que a diario llegan al Vaticano. PASTORES 113 IGLESIA UNIVERSAL
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10:30
Audiencia pública
Los miércoles y al medio día de los domingos, el papa Francisco tiene una audiencia pública donde se dirige a las multitudes reunidas en la Plaza de san Pedro. El Santo Padre comienza su recorrido entre los fieles a las 9:00 visitando los diferentes sectores. Durante el resto de la semana almuerza a esta hora del día.
Hora de la siesta
14:00
El Papa Francisco toma una pequeña siesta todos los días entre las 2 y las 3 de la tarde, para tomar un descanso de las actividades del resto del día y recargando su energía. El resto del día lo utiliza para reuniones adicionales, reza el rosario y celebra las vísperas.
20:00 Cena
Cena con algunos cardenales y miembros de la Iglesia que viven allí. Come lo mismo que todos ellos y está muy al pendiente de todo lo que sucede a su alrededor.
22:00
Hora de dormir
El papa Francisco termina su día; sube a su habitación para poder descansar y prepararse para las actividades del siguiente día.
La pandemia ha cambiado el ritmo y el estilo de vida del Santo Padre; y con ello las actividades que estaban programadas durante estos meses, algunas de estas actividades era el viaje que iba a realizar a la ciudad de Malta previsto para el 31 de mayo el cual se canceló. El Papa Francisco al igual que muchos sacerdotes ha tenido que celebrar Semana Santa sin asistencia de fieles. Las Audiencias generales son transmitidas desde la biblioteca del Palacio Apostólico. El 31 de mayo, después de tres meses, el Papa volvió a saludar y bendecir a los fieles que estaban en la plaza de San Pedro desde la ventana tras el rezo del Regina Coeli.
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El ritmo de vida del papa Francisco no es fácil, a sus 83 años de edad nos demuestra su gran capacidad para cumplir cada día con las diferentes actividades que están programadas en su agenda. Su fuerza proviene de la oración que lo impulsa y lo motiva a seguir custodiando del Pueblo de Dios a él encomendado. PASTORES 113 IGLESIA UNIVERSAL
Agradecemos
a n ues tro s
&
Bienhechores
Amigos
PASTORES 113 AMIGOS Y BIENHECHORES
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P
ín r o t as
Sí, Pastorín, estamos ansiosos.
¡Hola, amigos! ¡Qué gusto me da saludarlos de nuevo! ¿Cómo han estado?
Hola, Pastorín. Hemos estado muy bien.
Me da gusto que estén emocionados al igual que yo. Hoy quiero preguntarles una cosa.
Dinos, Pastorín, ¿de qué se trata?
¡Me da gusto! Es importante aprovechar el tiempo con nuestros papás, con nuestra familia, amarlos porque ellos nos aman, cuidarlos porque ellos nos cuidan y hacen todo lo necesario para que seamos felices.
Sí, Pastorín, a nosotros también nos da mucho gusto verte. ¿Qué vas a enseñarnos hoy?
En estos días en los que han estado con sus papás en casa, ¿Qué han aprendido de ellos? ¿Han aprovechado el tiempo?
¡Claro, Pastorín! Hemos aprendido muchas cosas nuevas. ¡Así es! Nuestros papás nos dan el hermoso regalo de la vida, además nos guían por el camino del bien, nos acompañan en cada momento, nos guían a Dios y nos cuidan de todos los peligros.
Es cierto, mis papás me dan amor, lo mejor para ser feliz y me han enseñado muchas cosas.
¡Nuestros papás son un regalo de Dios! Por cierto, ¿Conocen a los papás de la Virgen María? ¿Saben quiénes eran?
Los papás de la Virgen María, quien es la Madre de Jesús, eran san Joaquín y santa Ana. Ellos eran los abulos de nuestro amigo Jesús.
San Joaquín y santa Ana pidieron mucho a Dios que les diera un hijo, pues eran ya avanzados en edad y no habían tenido ese regalo. Pero Dios escuchó sus oraciones y les concedió una hija a la que le pusieron el nombre de María.
Que buenos papás tenía María
San Joaquín y santa Ana amaban mucho a María. Desde pequeña le enseñaron a buscar hacer la voluntad de Dios y a dirigirse a Él todos los días. Además, la educaron y le enseñaron muchas cosas.
San Joaquín y santa Ana fueron un gran ejemplo para la Virgen María y también lo son para todos nosotros
Además, María amaba mucho a sus papás, pasaba mucho tiempo con ellos y les ayudaba en todo lo necesario. Le gustaba acompañarnos.
Yo también haré lo mismo con mis papás Muy bien, amigos. Recuerden amar a sus papás y ser agradecidos y obedientes con ellos, pues son un regalo de Dios y nos han dado la vida.
Claro, Pastorín, así lo haremos.
Gracias por enseñarnos todo esto. Gracias a Dios por nuestros papás.
¿Sabías qué?
La fiesta de los santos san Joaquín y santa Ana se celebra el 26 de julio. Además ellos son llamados patronos de los abuelos.
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