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El Tlatelolco de 68, las elecciones del 2018 y Andrés Manuel López Obrador

c o l u m n a s

el tlatelolco de 68, las elecciones del 2018 y andrés manuel lópez obrador

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Tania Ilian Rosales Reyes

Licenciada en Ciencias Políticas y Administración Pública, Universidad Nacional Autónoma de México.

Diplomado en «Indicadores Macroeconómicos de Coyuntura en México», Museo Interactivo de Economía (MIDE) en 2014; Diplomado «Presupuesto Basado en Resultados», Secretaría de Hacienda y Crédito Público en 2016; Diplomado «Derecho para no Juristas» , Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM en 2016. Parte del Colegio de la Globalización 2015: Generación Octavio Paz del Instituto Mexicano de la Juventud.

Tlatelolco es un espacio que cuenta una historia cruel de México: la matanza de estudiantes en 1968 por parte del Estado mexicano. Este lugar emblemático recuerda la importancia de los valores democráticos y el respeto de los derechos humanos, pero, sobre todo, de la exigencia de escuchar a la sociedad cuando se gobierna. El triunfo de Andrés Manuel López Obrador –un hombre de izquierda- en las elecciones de julio pasado por la presidencia de la república muestra que, a cincuenta años, las secuelas de ese episodio se mantienen vigentes.

elecciones presidenciales méxico | movimientos estudiantiles | memoriales urbanos El movimiento estudiantil de 1968 tiene secuelas en la vida de los mexicanos a más de cincuenta años de su lucha. La Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco fue el escenario en el que se llevó a cabo la masacre por parte del Estado mexicano con el fin de reprimir diversas demandas de los manifestantes como la libertad de presos políticos, la desaparición del cuerpo de granaderos y la exigencia de un diálogo público entre el movimiento y el gobierno. Aunque en ese mismo año se llevaron a cabo los Juegos de la XIX Olimpiada, la memoria colectiva sólo recuerda el episodio de la matanza como un momento doloroso de la historia de México que nunca debió

«Hoy, ese memorable lugar ha sido retomado como un espacio de encuentro que dignifica el valor del movimiento.

Se ha vuelto un punto de encuentro de cultura y turismo, que también ha logrado reconstruir y enseñar que ante la apatía social el autoritarismo gana.»

haber ocurrido, pero que es necesario no olvidar. Diversos colectivos de estudiantes realizan marchas año con año desde entonces, para recordar que el “2 de octubre no se olvida”, y les reprochan a los medios que su cobertura se haya resumido en “un día soleado”.

Hoy, la Plaza de las Tres Culturas se ha vuelto en México un lugar emblemático, que sirve para recordar la existencia de un régimen autoritario controlado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que hasta hace poco seguía prevaleciendo en México. Quien acude ahí lo hace para entender, observar e imaginar; en otras palabras, como señala J. Estefanía en su libro Revoluciones “los que asisten ahí no lo hacen para ver la función, sino para ser la función misma”.

El nombre de la Plaza de las Tres Culturas hace honor a las etapas más distintivas de México: la era prehispánica, la conquista española y el México moderno. Es posible encontrar distintos vestigios ancestrales como pirámides, conventos católicos y hasta un edificio donde se desarrolló la vida administrativa contemporánea del país, como la ex sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Hoy, ese memorable lugar ha sido retomado como un espacio de encuentro que dignifica el valor del movimiento. Se ha vuelto un punto de encuentro de cultura y turismo, que también ha logrado reconstruir y enseñar que ante la apatía social el autoritarismo gana.

Asegurar que para todos los mexicanos este espacio representa algo en sus vidas es aventurado. Sin embargo, es innegable aceptar que las repercusiones han tenido secuelas en la vida democrática de México, comenzando con el reconocimiento que hoy existe a la diversidad de pensamiento y a los derechos humanos. Sin duda, aún hay un gran camino por delante para celebrar sin excepciones.

La clase política aprendió una lección que pronto sería una lección de Estado: los movimientos sociales provenientes de las universidades tienen un alto potencial de volverse demandas universales, y aunque pudiera pensarse que sólo son un par de voces rebeldes, se puede perder la estabilidad de una nación, o hasta la reputación de un presidente… o dos como lo fue con Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez.

Los valores democráticos persisten por espacios como éstos en la ciudad y la izquierda mexicana lo sabe. La llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia, un personaje abiertamente combativo con el status quo, ha sido con probabilidad, la última piedra del peldaño que se presume como un knockout al sistema después de dos postulaciones fallidas y con sospecha de fraude. Su relación con Tlatelolco ha sido cercana, ahí llevó a cabo diversos mítines políticos que criticaron la falta de una democracia auténtica. Su discurso respecto al

«Hoy, ese memorable lugar ha sido retomado como un espacio de encuentro que dignifica el valor del movimiento.

Se ha vuelto un punto de encuentro de cultura y turismo, que también ha logrado reconstruir y enseñar que ante la apatía social el autoritarismo gana.»

referencias bibliográficas

Estefanía, Joaquín (2018). Revoluciones: Cincuenta años de rebeldía (1968-2018). Barcelona: Galaxia Gutenberg.

tema ha sido contundente: no reprimir como la mejor forma de honrar al movimiento.

El fenómeno “AMLO” en las elecciones mexicanas de Julio pasado arrasó en la renovación del cuerpo representativo del país. Su partido MORENA, consiguió la mayoría en la Cámara de Senadores y la de Diputados. Destaca que su modo de hacer política recupera algunas de las demandas del 68, por ejemplo, Claudia Sheinbaum Pardo, la nueva Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, perteneciente a ese partido anunció la desaparición de granaderos en la capital.

Los resultados de sus gestiones estarán por verse, sin embargo, el simbolismo que representa una izquierda en el poder es muy alto para aquellos que se mantuvieron en la lucha. Con seguridad se puede decir que la gente votó por una nueva dinámica de relacionar la política con la sociedad.

Y esto, no hay que olvidarlo, ha sido posible por Tlatelolco.

Imagen 1. Fuente: Thousand (Detalle) 2012, Yee Sookung.

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ruinas y memoria: kintsugi, la estética de lo imperfecto

Claudia Oliva Saavedra

Arquitecta Universidad de Chile.

Sebastián Laclabere Arenas

Arquitecto Universidad de Chile, Master in Architecture, Tohoku University, Japón.

Debido a sus condiciones geográficas y de ubicación a lo largo del Anillo de Fuego del Pacífico, Chile posee una historia marcada por sismos y tsunami, que han dado forma a nuestras ciudades a través de un continuo proceso de construcción y re construcción. Así, el concepto de memoria pasa a formar parte fundamental del constructo socio-cultural que subyace nuestros asentamientos urbanos. A través del estudio de la técnica cerámica del kintsugi, podemos ver como Japón (otro país de marcado carácter sísmico) pone en valor y destaca lo dañado e imperfecto, como una expresión estética y cultural significante. Esta manera de valorar lo dañado también se hace presente a escala urbana, a través de la conservación de ruinas y edificios destruidos como objetos de memoria y reunión de la comunidad. La valoración y aceptación de la ruina como una manera de recordar sucesos traumáticos presenta un marcado contraste con la visión occidental y plantea preguntas de interés con respecto al como recordamos y hacemos presente la memoria de nuestras ciudades de cara al futuro.

memoria | ruinas | desastres naturales

«[...] a través de la incorporación de estas ideas en la reparación de cerámicas, el kintsugi busca no solo alcanzar una nueva expresión estética, sino cargar los objetos de significado como modo de reconstruir y rememorar su pasado, otorgándoles así una vida nueva.»

Imagen 3. Ubicación de Okawa y Arahama en Miyagi. Fuente: Autores

Kintsugi o unir con oro

Kintsugi es un método Japonés tradicional de reparación de piezas cerámicas utilizando laca (kurushi) y polvo de oro o plata. La particularidad de éste método es que no se intenta ocultar el quiebre o el área dañada, sino que esta se pone en valor, otorgándole a la pieza un nuevo carácter y belleza, a partir del reconocimiento del daño como parte intrínseca del objeto y su historia. (Keulemans, 2016) Esta técnica comienza a utilizarse en Japón durante el siglo 17, principalmente por antiguos maestros de la Ceremonia del Té (sadō), que influenciados por las enseñanzas del Budismo zen, comienzan a otorgar un nuevo valor significante y estético a objetos dañados.

En particular existen dos conceptos de la filosofía zen que dan forma al método del kintsugi: wabi-sabi y mujo. Wabi-Sabi es un concepto estético que trasciende múltiples esferas de la cultura tradicional japonesa

y que podría definirse como la belleza de la imperfección. Este concepto pone en valor tres ideas primordiales: nada dura, nada está completado y nada es perfecto. (Juniper, 2003) Por otra parte, el concepto de mujo explica que nada en el mundo es permanente, todo pasa y cambia con el tiempo, dejando de lado la búsqueda de lo permanente.

De esta manera, a través de la incorporación de estas ideas en la reparación de cerámicas, el kintsugi busca no solo alcanzar una nueva expresión estética, sino cargar los objetos de significado como modo de reconstruir y rememorar su pasado, otorgándoles así una vida nueva.

Ruinas: Objetos de memoria a escala urbana.

Japón ha estado sujeto a lo largo de su historia a gran cantidad de eventos destructivos que han azotado de manera feroz sus ciudades como terremotos y tsunami, además de los trágicos casos de Hiroshima y Nagasaki bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial. Esta constante exposición a desastres de diversa índole ha influenciado profundamente la producción artística y cultural de Japón a lo largo de su historia. (Ferilli, 2016)

En el caso de Hiroshima, la primera ciudad afectada por la bomba atómica en Agosto de 1945, existe incluso hasta el día de hoy una ruina que permanece como vestigio y elemento memorial de este evento destructivo, se trata del “Domo de Genbaku”, ruina de un antiguo edificio administrativo que sobrevivió a la explosión y permanece en la actualidad como parte del Parque de la Paz de Hiroshima.

Es interesante como esta construcción nunca fue demolida totalmente, ni reemplazada por una construcción nueva para servir de memorial, en este caso es la estructura original y dañada la que sirve de

Imagen 4. Vista exterior ruinas Escuela Básica de Okawa. Fuente: Autores

memorial, la que carga el peso de la historia en sus muros agrietados e incompletos.

Este objeto dañado en medio de la devastación de Hiroshima sirvió en el año 1968 como inspiración a Arata Isozaki para la realización de su obra “Re-Ruined Hiroshima” donde sitúa a modo de montaje fotográfico ruinas ficticias de sus proyectos en un Hiroshima desolado por el ataque nuclear. Para Isozaki, arquitectura y ruinas son parte de lo mismo, en tanto cada obra, desde el momento de su concepción empieza un camino ineludible hacia el deterioro. (Isozaki, 2001)

El daño y el desgaste no son entonces un aspecto negativo, sino que, por el contrario, otorgan un nuevo valor y trascendencia a ciertos elementos arquitectónicos que a través de dichos daños adquieren una significación y valor nuevo.

Imagen 5. Vista interior sala de clases Memorial Escuela Básica de Arahama. Fuente: Autores

El Terremoto del 3.11 y las Escuelas Básicas de Okawa y Arahama.

El 11 de Marzo de 2011 a las 14:46 horas, un terremoto de gran intensidad (9.0Mw) sacudió violentamente la región de Tohoku, causando posteriormente un tsunami que barrió con múltiples localidades costeras, particularmente en las prefecturas de Iwate y Miyagi causando enormes daños materiales y humanos.

En este contexto, dos escuelas básicas en la prefectura de Miyagi se convirtieron en símbolos de esta tragedia: La Escuela Básica de Okawa, cerca de Ishinomaki y la Escuela Básica de Arahama en Sendai. Ambas escuelas se encontraban localizadas cerca de la costa y sufrieron de manera directa el embate de las olas, con resultados diametralmente opuestos. (Center for remembering 3.11, 2015)

La Escuela Básica de Okawa sufrio un destino trágico, en tanto no logro ser evacuada a tiempo y 74 de los 77 estudiantes que se encontraban en la escuela en ese instante perdieron la vida. Hoy la escuela está deshabitada y la construcción se mantiene en estado de ruina, con pequeñas intervenciones y recordatorios que han dejado las familias a los niños que perdieron la vida en el lugar como juguetes y flores.

A pesar de su trágico destino, la comunidad y el gobierno han decidido no demoler estas estructuras sino transformarlas en un monumento y mantenerlas tal cual están hoy, como un espacio de memoria para las familias y un recordatorio del poder destructivo de la naturaleza para educar a las generaciones futuras.

Por otra parte, la Escuela Básica de Arahama presenta una historia similar, pero con un desenlace opuesto. La estructura de 4 pisos que albergaba a la Escuela sirvió como punto de evacuación vertical para

«Parece existir entonces en la ruina un valor trascendente como objeto de memoria, más allá de juicios estéticos o funcionales, relacionado estrechamente con la comunidad que la rodea y como ésta se apropia de sus espacios a través del uso, que nos permite cuestionar la manera en que entendemos, recordamos y proyectamos nuestras ciudades hacia el futuro.»

estudiantes, profesores y pobladores cercanos, salvando la vida de 320 personas. Esta escuela también se conserva en estado de ruina, como monumento y lugar de memoria, incluso transformándose el año 2017 en un punto de exhibición del desastre, con muestras que relatan lo los eventos del terremoto y la historia de la comunidad de Arahama.

En éste caso particular, la comunidad se ha reunido en torno al edificio y lo identifica como parte de la memoria colectiva del lugar, haciéndolo propio y activándolo con distintas actividades, no solo generadas desde las autoridades sino también desde la misma comunidad, como manera de manifestar su apego y apreciación por el lugar. Resulta interesante desde esta perspectiva el caso de “HOPE FOR Project” una iniciativa espontanea de la comunidad de Arahama que organiza actividades culturales y artísticas en las salas de la ex escuela (Takayama, 2017). Según datos de la administración del recinto, desde que la estructura abrió sus puertas como memorial, ha conseguido una respuesta sumamente positiva, recibiendo aproximadamente 125.000 visitantes de Japón y el extranjero en alrededor de 18 meses.

Conclusiones

Cómo recordamos y damos cuerpo a la memoria colectiva de una comunidad es un tema latente en la construcción de la ciudad, sobre todo en un país de historia sísmica como Chile. El tiempo desgasta y daña de manera implacable las construcciones tangibles que dan cuerpo a nuestros asentamientos, pero la memoria, el constructo social en torno a ellos, permanece y merece ser preservado.

A través de la lectura del kintsugi como método de reparación y valoración de la dañado e imperfecto, podemos ver como ciertas expresiones arquitectónicas y urbanas en Japón toman un enfoque similar, influidos por el budismo zen, otorgando un valor estético y significante a las ruinas, como manera de recordar hitos importantes de su historia, como el bombardeo a Hiroshima y el gran Terremoto de Tohoku el año 2011.

Parece existir entonces en la ruina un valor trascendente como objeto de memoria, más allá de juicios estéticos o funcionales, relacionado estrechamente con la comunidad que la rodea y como ésta se apropia de sus espacios a través del uso, que nos permite cuestionar la manera en que entendemos, recordamos y proyectamos nuestras ciudades hacia el futuro.

«Parece existir entonces en la ruina un valor trascendente como objeto de memoria, más allá de juicios estéticos o funcionales, relacionado estrechamente con la comunidad que la rodea y como ésta se apropia de sus espacios a través del uso, que nos permite cuestionar la manera en que entendemos, recordamos y proyectamos nuestras ciudades

referencias bibliográficas

Keulemans, G. (2016). The Geo-cultural Conditions of

Kintsugi. The Journal of Modern Craft, 9(1), 15–34. https:// doi.org/10.1080/17496772.2016.1183946 Juniper, Andrew (2003). Wabi Sabi: The Japanese Art of

Impermanence. Tuttle Publishing. ISBN 0-8048-3482-2. Ferilli, Guido (2016). Commitment to 3.11: Response to disaster through culture and creativity in Japan, AKAAKA

Art publishing, Kyoto. ISBN 978-4-86541-033-4 Isozaki, Arata (2001). Unbuilt, Tokyo: TOTO Shuppan. 978-4-88706-195-8 Takayama, T. (2017). HOPE FOR project Practical Build

Back Better Efforts, and the Course of Action Hereafter.

Documento presentado en International Disaster and Risk Conference, Sendai, Japón. Recuperado de http://worldbosaiforum.com/2017/english/report/ files/02-04_en.pdf Center for remembering 3.11. (2015). Activity report of the Center for remembering 3.11. Recuperado de https://recorder311.smt.jp/wp-content/uploads/w_ reports2015s.pdf

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