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Cuando el elefante se puso de cabeza
c o l u m n a s
cuando el elefante se puso de cabeza
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Víctor Zúñiga
Economista, Universidad de Chile.
Desde 1938, el Estadio Nacional ha cobijado a las distintas expresiones del deporte nacional. Es un enorme espacio de convocatoria de la comunidad deportiva del país, especialmente de Santiago. También ha sido el espacio elegido para mostrar las más diversas expresiones culturales y políticas. En 1973, una lamentable decisión de la dictadura militar transformó este monumento al deporte nacional, en un campo de concentración durante 58 días, dejando una indeleble pátina de vergüenza en los opresores y el testimonio vívido de los que allí sufrieron prisión y tortura. Desde entonces, el Estadio Nacional retornó a su función original: servir de espacio privilegiado para la reunión de los ciudadanos de Chile, sin distinción.
estadio nacional | bienes nacionales | comunidad deportiva Si bien no hay acuerdo en el origen del vocablo estadio, convencionalmente corresponde a un recinto, con graderías, donde se realizan y observan competiciones de distinto tipo. Desde luego, el Estadio Nacional cumple la función de proporcionar un escenario formidable para que los deportistas de múltiples disciplinas practiquen y compitan con sus congéneres o con deportistas invitados desde otras naciones. También a este espacio cívico concurren los ciudadanos a compartir eventos políticos y culturales (Imagen 1).
Inaugurado en 1938, el Estadio Nacional se edificó sobre donaciones de terrenos realizadas por Noguera Eguiguren y por la Caja del Seguro Obrero. El Estado aportó los recursos públicos necesarios para construir este recinto magnífico, que Alessandri llamó elefante blanco. Fue pensado por el alemán Brunner como un
gran centro deportivo y de esparcimiento para Santiago. Su diseño fue obra de los arquitectos Fuentealba, Cormatches y Müller, funcionarios del MOP.
Quienes viven en Ñuñoa, los que pasan hacia Peñalolén o hacia el Centro por la avenida Grecia, los que van y vienen por Pedro de Valdivia, Marathon, Guillermo Mann o Carlos Dittborn, tienen grabada la imagen robusta y cálida del Estadio Nacional de Chile. La estación homónima de la nueva línea del Metro, completan los modos de transporte disponibles para acceder al Estadio.
Es un espacio de encuentro privilegiado, referente, central, incidente, convocador. Fuente de emociones inconmensurables, alegrías y desolaciones.
Las múltiples competencias en tantos deportes, vinculan a ciudadanos de todo el país en torno a la tranquila silueta de nuestro paquidermo deportivo, que nos proporciona canchas de fútbol, court y canchas de tenis, piscina olímpica, el velódromo, el centro de alto rendimiento, un estadio de beisbol, pistas e infraestructura para atletismo.
El 12 de junio de 1962, con un público cercano a los 76.000 espectadores, Chile venció a Yugoslavia y logró el tercer puesto del Mundial de Fútbol. El Estadio Nacional acunó esta hazaña deportiva, el más alto honor en la historia de nuestra selección de fútbol varones, sólo comparable a la Copa América obtenida en 2011.
En 1973, durante 58 días el Estadio fue dislocado de su función ciudadana, para servir de cárcel para más 40.000 prisioneros políticos que pasaron por allí, muchos de ellos torturados, muertos y desaparecidos. En medio de esta tragedia, se montó un patético remedo de partido de repechaje entre Chile y la Unión Soviética, que nos clasificó para el Mundial de 1974.
Es Monumento Histórico a partir de septiembre de 2003. Por muchas razones: su significado deportivo, su
Imagen 2. Panorámica del Estadio Nacional. Fuente: Patrimonio Ñuñoa, 2018.
significado ciudadano y ese indigno significado brutal.
Y así ha quedado el Estadio Nacional, como símbolo de funciones en distintas esferas: deportiva –los deportes, las selecciones nacionales; política –centro de detención, tortura y asesinato; civil –centro de votaciones; cultural –centro de espectáculos y encuentros masivos.
Santiago, 11 de septiembre de 2018. Como siempre, al atardecer llegamos al Estadio en familia, desdoblados: amamos el deporte y a su continente, pero volvemos para recordar y condenar los 58 días de distorsión inexcusable. El 11 de septiembre el fútbol descansa y el estadio se torna en escenario patente que deja avizorar con sensibilidad y respeto, la vigencia de las atroces jornadas de ese último trimestre de 1973.
Es recordar una fecha dolorosa. Hacerlo en el Estadio Nacional nos pone en relación con aquellos que aquí sufrieron cárcel, tortura y muerte. Quienes vamos «En 1973, durante 58 días el Estadio fue dislocado de su función ciudadana, para servir de cárcel para más 40.000 prisioneros políticos que pasaron por allí, muchos de ellos torturados, muertos y desaparecidos.
Chile y la Unión
Soviética, que nos clasificó para el
Mundial de 1974.»
«El Estadio Nacional es dúctil, recoge las demandas ciudadanas y se deja aprovechar. Las funciones que cumple se han transformado, abriéndose a nuevas expresiones culturales. Por eso, cientos de miles de ciudadanos continuamos haciendo deportes, somos espectadores de competiciones y participamos en encuentros culturales, al tiempo que el
referencias bibliográficas
Patrimonio Ñuñoa (2008). Panorámica del Estadio
Nacional. Recuperado el 6 de diciembre de 2018, disponible en: http://nunoapatrimonial.cl/ los-origenes-del-estadio-nacional/ Memoria Nacional (2014). Un sufrimiento Nacional.
Recuperado el 6 de diciembre de 2018, disponible en: https://memorianacional.wordpress.com/tag/ patricio-sandoval/
al Estadio regularmente a ver y a practicar deportes, nos sentamos en las mismas graderías (remozadas) en que padecieron presos políticos, muchos de ellos torturados, asesinados o desaparecidos (Imagen 2).
Al atardecer, el verde de la cancha semi iluminada nos evoca un partido de fútbol; quienes estuvieron aquí presos, miraron este mismo césped, donde había movimientos, gestos y acciones violentas que extremaban el miedo y la incertidumbre. Hoy gritamos un gol como ellos gritaron en salas de tortura bajo las graderías. Esta situación antagónica expresa la magnitud de la tragedia de Chile en 1973. Y releva con nitidez que el Estadio Nacional no fue construido para esa función represiva y castigadora.
Cada 11 de septiembre, miles de personas, decenas de miles de personas, se reúnen al alero del Estadio Nacional, hay música, bailes, cantos, información histórica, muestras de arte de todo tipo, comidas, vendedores ambulantes, lienzos y pancartas por doquier, niños, niñas, jóvenes, mujeres y hombres de todas las edades, compartiendo un homenaje a los que simbolizan la represión social en 1973: los que estuvieron en el Estadio Nacional. Todos y todas conocemos y entendemos de distinta forma lo que allí pasó, pero compartimos nuestra afirmación con seguridad: no debe repetirse, nunca más.
El Estadio Nacional es dúctil, recoge las demandas ciudadanas y se deja aprovechar. Las funciones que cumple se han transformado, abriéndose a nuevas expresiones culturales. Por eso, cientos de miles de ciudadanos continuamos haciendo deportes, somos espectadores de competiciones y participamos en encuentros culturales, al tiempo que el Estadio mantiene un espacio para advertirnos acerca del horror irrepetible.
El Estadio Nacional, solemne y silencioso, continúa cobijándonos. A todos.
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Imagen 1. Feria Pinto Temuco. Fuente: Gonzalo Puebla (Flickr 2015).