5 minute read

Leyes mentirosas

Next Article
Los Antifa

Los Antifa

EL PAÍS

POR JUAN JOSÉ RODRÍGUEZ PRATS

El confinamiento ejercita mi memoria. Recordar es uno de los dones más apreciados del ser humano. Evoco mi pasado y me regodeo en algunos discursos que he pronunciado, ¡qué enorme privilegio exponer ideas e intentar convencer a quienes toman decisiones! Diría que es un acto amoroso. Disculpe este inicio un tanto cursi para relatar algunas experiencias de mis 15 años de representante popular.

El más auténtico y relevante trabajo de un legislador es el parlamentario: estudiar, analizar y deliberar sobre asuntos jurídicos y políticos. En la LV Legislatura, a fines de 1991, se discutió una reforma trascendental, la del artículo 27 constitucional para terminar el reparto de la tierra y permitir la escrituración en propiedad del ejido.

El PRD (opuesto al cambio) propuso incorporar el derecho a la alimentación. Al responder como parte de la bancada priista, sostuve que no confundiéramos normas jurídicas con políticas públicas. Citando a Guillermo Floris Margadant, señalé que el derecho es similar a la maleza, tiende a la exuberancia, y que nuestra Constitución debía ser podada para convertirse en auténtica ley y no un enunciado de buenas intenciones. Esto enardeció a la oposición. Raymundo Cárdenas me refutó, alegando que, en tal caso, legalizáramos la corrupción, el poder absoluto del presidente y la explotación de los trabajadores. El debate, para malestar de mis compañeros de partido, se prolongó varias horas.

Según recuerdo de mis lecciones de filosofía del derecho, es evidente que, de lo que es, no se infiere lo que debe ser. Por lo tanto, el derecho intenta corregir lo que está mal para acercarlo al valor de la justicia que pretende proteger. Es una respuesta a nuestra inconformidad con la realidad.

Hoy, insisto, el derecho mexicano requiere una podada. El verbo podar implica una necesaria tarea: quitar lo dañino, lo que estorba, lo que no sirve, lo que impide a los organismos desarrollarse en plenitud, en todo su potencial.

Tiempo después, como senador del PAN expresé que nuestra Constitución era un bodrio y una monserga. El respetable jurista Ignacio Burgoa, autor de muchos libros sobre los cambios que requiere nuestra carta magna, declaró que yo “debería ser quemado en leña verde”.

Bodrio es la comida que se repartía en los conventos a los pobres durante la Edad Media, una mezcolanza de las sobras. Nuestro derecho se ha conformado de diversas y contradictorias corrientes políticas, dependiendo de su predominancia en nuestro devenir. Así, encontramos la influencia de la Constitución de Estados Unidos en la Independencia, el liberalismo en la Reforma, el positivismo en el porfiriato, el jacobinismo y un chapurreado socialismo de la Revolución, el estatismo del nacionalismo revolucionario, vuelta al liberalismo, ahora denominado neoliberalismo. El más grave, el populismo de cada sexenio, con la excepción del gobierno de Ruiz Cortines (dos artículos reformados).

Monserga es lo que obstruye. Cuando nuestra ley fundamental protege al Estado del ciudadano, debiendo ser lo contrario, es evidente que la agresiva palabra se justifica.

Por último, dije que México tenía un derecho masturbatorio. Lo sostengo. Manoseamos la realidad, pero no la mejoramos. Experimentamos una sensación efímera de satisfacción para caer de nuevo en un profundo desencanto y anhelo de justicia. Tenemos leyes que son mentiras, no se cumplen.

Estamos ante un enorme desafío. Nuestra lenta Suprema Corte, dado su acostumbrado rezago, habrá de tomar decisiones cruciales en los próximos meses. Es urgente dotar a México de instrumentos legales que permitan cerrar la brecha entre el México real y el que prescriben nuestras normas.

El confinamiento también me ha traído coraje. Al escuchar a nuestro Presidente y al “dirigente” de su partido proferir tantas barrabasadas, reafirmo lo sostenido: no hagamos demagogia con el derecho.

Política / EL PAÍS / 21

Salvador Echeagaray

OPINIÓN

Desempleo brutal

MIRADOR

Recibe la noticia. Dolor en el pecho. Se contiene el aliento. Las piernas flaquean. Ahora una bocanada de aire. La angustia enseñorea. Miedo al futuro.

-¿Con qué viviremos, con qué comeremos, con qué rentaremos?

Tristeza y coraje del pasado. Mi mejor época, mis años juveniles, desperdiciados. Pero ¿qué sigue, a quién acudo, qué hago?

Estos son algunos pensamientos y sensaciones que experimenta alguien que ha perdido su trabajo. Aunque las circunstancias son distintas la angustia, el miedo y el desasosiego son la característica común del despedido. Incluso, hay quienes se infartan con la noticia, otros mueren al poco tiempo, otros, no sólo pierden el trabajo, sino también a sus familias.

Y pensar que en esta crisis pandémica se han perdido, tan sólo en el mes de abril, 557,247 empleos formales, según cifras del IMSS. Más de medio millón de empleos en un solo mes. Más los que siguen. Diversos organismos nacionales e internacionales estiman que la caída del empleo en México,

22 / OPINIÓN / Política

por el COVID-19 y las políticas públicas equivocadas será descomunal.

En una nota de Aristegui Noticias se dice que “… el desempleo en México no tendrá precedentes, estima UBS. Con una caída de 7.6% de la economía, el país se encamina a una crisis de empleo sin precedentes, señala el banco suizo”.

Pero no sólo ha sido la pandemia, desde el inicio de este gobierno la tasa de empleo formal ha ido disminuyendo. Y no se vislumbra que vaya a crecer, al menos no al corto ni mediano plazo. Aunque se diga que se crearán dos millones de empleos en los próximos meses. Ojalá fuera así, pero los resultados siempre dicen otra cosa.

Así que, los que tenemos empleo, o un negocio, empresa, puesto, changarro, algo que nos genere el sustento de nuestra familia, hoy en día, es una bendición. Todos al final, trabajamos para otros. Nada de que yo soy sólo empleado y si el sueldo es poco, pues trabajo poco. No. ¡Hay que dar siempre más de lo que se espera de nosotros! El premio siempre llega, tarde o temprano.

Recuerdo un Texto de Og Mandino en “El Memorándum de Dios” que decía -palabras más, palabras menos, “da más de ti… haz lo que tienes que hacer, y un poco más, y deja que sea yo, Dios, quien te recompense”.

Hay que conservar nuestro trabajo, siendo responsables y haciéndolo lo mejor que se pueda. Si somos empleados, ponerse la camiseta de la empresa, dar lo mejor de uno mismo. Llegar a tiempo. Cumplir con diligencia y honestidad. Ser profesionales.

Si se tiene un negocio, brindar un excelente servicio con calidad. Cobrar lo justo. Entregar pronto. Satisfacer al cliente y superar expectativas.

Pues, hoy en día, tener trabajo ya será un factor, si no de riqueza, sí al menos de sobrevivencia.

---0---

Esposa: ¿De qué escribiste hoy?

Esposo: De los desempleados que no pueden llevar dinero a casa.

Esposa: Qué bueno que tocas el tema.

Esposo: ¿Por qué?

Esposa: Si no traes dinero a casa, no entras.

¡Plop!

This article is from: