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El erotismo según pasan los años

Por flora P roverbio * de María Rosa Lojo, que une en sus trabajos una prosa atrayente junto a investigaciones exhaustivas. ta su caída. Este autor tiene una prosa muy amena, especialmente para sus biografías: no solo escribió la de Rosas, sino también la de Hipólito Yrigoyen, de Sarmiento, otras de héroes americanos casi desconocidos para nosotros y una obra encantadora sobre nuestro querido Ceferino Namuncurá, titulada El santito de la toldería

La sexualidad es una dimensión importante para una longevidad positiva. Que nuestro erotismo no caduque requiere cambiar el relato sobre la sexualidad en la madurez y la vejez. Pero dejar atrás ideas patologizantes que se proyectan sobre la menopausia, la andropausia y el climaterio, también implica una decisión: abrazar con una mirada realista, amorosa y con actitud positiva el paso del tiempo, y cómo este se materializa en el terreno de la sexualidad.

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Crecemos y el tiempo pasa, pero los expertos aseguran que el deseo se mantiene toda la vida. Si bien la lubricación, la capacidad eréctil o la intensidad del orgasmo pueden transformarse con los años, la piel sigue sintiendo y el cerebro desarrollando su capacidad de fantasear, mientras que el clítoris, órgano responsable del placer femenino, funciona perfectamente.

Entonces, ¿cambia nuestro cuerpo?

Sí. ¿Cambia su respuesta? Por supuesto. ¿Cambia nuestro erotismo? No necesariamente. Para seguir teniendo una vida sexual satisfactoria, lo más importante es decidir tenerla. ¿Cómo? Echando mano a la inteligencia sexual: desarrollando recursos para seguir gozando, si eso es algo importante para nosotras o nosotros.

Así como se habla a menudo de la inteligencia emocional o la artificial, me gusta pensar que la capacidad para ir incorporando al juego amatorio los cambios físicos y emocionales que vamos transitando, haciendo pie en lo que sí podemos y no en las carencias, da cuenta de nuestra inteligencia sexual.

Esta etapa puede ser la oportunidad de transitar experiencias sexuales no centradas en la penetración, donde el erotismo privilegie el contacto, los besos, los matices de estimulación vulvar o peneana con la boca, las manos y con juguetes.

He seleccionado estos libros porque justamente la época de don Juan Manuel de Rosas es un abrevadero tentador donde se cruzan los enfrentamientos entre unitarios y federales, como telón de fondo, con la presencia de franceses e ingleses -representantes de los países más poderosos del mundo en aquel entonces (con su grupo de espías cada uno de ellos apoyando alternativamente a uno u otro de estos); junto a la tentación de encontrar Romeos y Julietas, Montescos y Capuletos entre tanta discordia prácticamente irreconciliable.

Por lo tanto, aunque vayan a escribir sobre otra época, les recomiendo leer estos libros como ejemplos de aciertos en lo que se relaciona a fuentes y tratamientos. Además, me atrevo a sugerirlos porque no son libros extensos, todos están entre las 150 y 200 páginas.

“La época de don Juan Manuel de Rosas es un abrevadero tentador para para todo tipo de estudios, cuentos, novelas y obras de teatro.”

Y acá viene bien recordar a Lucía Gálvez, excelente historiadora, nieta de don Manuel Gálvez y quien nos hizo amar la historia, pues unía a una escritura atrayente la profundidad de una gran estudiosa. Mientras escribo, recuerdo las charlas de ella a las que asistí, los encuentros en casa, con amigos amantes de la historia, alrededor de la mesa, todos escuchando sobre aquellos que considerábamos próceres y que ella había conocido desde niña. En recuerdo de esa patria que a veces se nos pierde en el pasado, leamos las obras que escribieron sobre nuestros aciertos y equivocaciones, sobre esa pasión tan argentina que es nuestra política.

Pero no por eso debemos dejar las viejas biografías de lado: disfruté mucho la de Don Juan Manuel de Rosas escrita por Manuel Gálvez, además de su saga de novelas, que abarca desde la llega al poder de Rosas has-

Sugerencias: 1) Buscar en Internet la saga de Manuel Gálvez sobre la época de Rosas, sin olvidar el primer libro, difícil de hallar: “El General Quiroga”; 2) Conseguir “La princesa federal”, de María Rosa Lojo.

En cuanto a lo emocional, es buena idea tratar de elaborar los cambios y cuidar la autoestima con conciencia y tenacidad. En ese sentido, el autoerotismo siempre es una práctica positiva que nos mantiene conectados con nuestro cuerpo y aquello que nos activa. Las fantasías y las sensaciones siempre son aliadas del bienestar.

El ejercicio de la sexualidad no escapa al reloj biológico de nuestro cuerpo. La buena noticia es que los años nos dan dos herramientas maravillosas: la experiencia y el autoconocimiento. A medida que vivimos, vamos conociendo nuestras preferencias. Podemos discernir qué nos enciende, qué nos da placer y qué no. Solos o acompañados, nuestro repertorio crece y nuestra capacidad de expresión también. ¿No es eso estimulante?

No quiero romantizar los desafíos que nos depara el paso del tiempo. Pero sí invitarnos a nombrar los cambios, ponerle un poco de humor a las situaciones nuevas, no dejar de experimentar y sobre todo a tener una mirada benévola sobre nuestros cuerpos. Agradecer que nos trajeron hasta aquí y que toda la vida serán capaces de sentir y gozar.

*Divulgadora y activista de la longevidad positiva. IG: @plateadasbyfloraproverbio

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