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“Soy mejor que vos”: ¿Sirve para algo competir?
Por a lejandra Pujó *
Soy mejor que vos!” ¿Cuántas veces en la vida nos dijeron esto o nos lo dieron a entender sin palabras? ¿Qué hacemos cuando alguien con un personalidad dominante nos avasalla con ese tipo de mensajes descalificatorios, corriéndonos a veces de nuestro propio centro? ¿Qué sucede cuando somos nosotros mismos quienes tenemos estos pensamientos mientras contemplamos a un compañero de trabajo, una jefa o una pareja hablando o haciendo algo?
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Por lo pronto, tenemos que entender que todas las personas solemos actuar desde nuestras creencias... que son precisamente eso, creencias, no verdades absolutas. ¡Y podemos transformarlas! ¿Cómo?
El primer paso será bien personal, interrogándonos acerca de las cosas que decimos y cómo las decimos, buscando percibir cómo nos resuenan nuestras propias palabras. El segundo paso será aprender a reconocer desde dónde estamos hablando y comportándonos, evaluando cómo impactan nuestros dichos en los vínculos con los demás.
Este tipo de creencias negativas (“soy mejor que los demás”) a veces prenden fuerte en las personas, sacándolas totalmente de foco. Además de no aportar ningún valor, generan agotamiento en lugar de impulsar al progreso, favoreciendo situaciones de competencia disfuncional e incómodos ambientes familiares, laborales y sociales en general.
Para salir de ese lugar que no nos deja crecer, les propongo desarrollar la inteligencia emocional. Cuando se emprende este camino, un nuevo panorama de posibilidades se despliega, dando paso a una mirada diferente. Esta “otra manera” de sentir, pensar, actuar, asume un papel protagónico y diferencial que nos hará brillar a cada uno de nosotros, nosotras, pensó que si conseguía un préstamo, podría rehacer su fortuna. Volvió entonces a pensar en los ricos hidalgos de México, pero estos se negaron a recibirlo.
Un mendigo al que él siempre daba limosna le aconsejó que buscara en el convento de San Diego a fray Anselmo. Don Lorenzo fue hasta allí y pidió por él, que no tardó en aparecer: se lo veía cansado y rotoso, aunque su expresión era alegre; lo invitó a su celda, humilde y acogedora, para hablar sin que los interrumpiesen.
Cuando don Lorenzo le dijo el dinero que necesitaba, el padrecito quedó pensativo y le pidió que rezaran juntos. Ambos se arrodillaron y mientras rezaban ante un humilde crucifijo, vieron un alacrán que subía por la pared encalada. Fray Anselmo lo tomó entre sus dedos sin temor y lo envolvió en su pañuelo.
Toma le dijo el fraile. — Llévalo al Monte Pío y te darán el dinero que necesites.
El comerciante dudó, pero al ver al otro tan confiado, se preguntó si no estaría burlándose. “No”, se dijo, “es un buen hombre y de él sólo puedo esperar cosas buenas”. Así que fue a la casa de préstamos y extendió la mano con el envoltorio. Luego de unos segundos, el empleado exclamó: y a la otra persona también, ya no compitiendo, sino reconociendo y fortaleciendo lo mejor de cada una a partir de un trabajo conjunto en pos de alcanzar objetivos. Entonces, será el momento de reemplazar el “Soy mejor que vos”, por el “¡Somos las mejores! ¡Somos los campeones del mundo!”.
“!Que extraordinario trabajo!”. Y al levantar la vista, don Lorenzo vio que el otro tenía en la mano un alacrán de oro, topacios, rubíes y esmeraldas. Por él le ofrecieron una gran suma, que aceptó sin chistar, y partió hacia Acapulco, donde compró cuanto quiso, llenando sus baúles de sedas y porcelanas, para regresar luego a México a rehacer su negocio.
Desde entonces, el dinero se multiplicó y todo volvió a ser como antes, aunque nunca se repuso por la pérdida de su familia. Como todo andaba bien, fue al Monte Pío a recuperar la joya y devolverla al frailecito, así aquel podía seguir ayudando a otros. Cuando la tuvo en mano, volvió a maravillarse de su belleza.
Ya ante el fray, don Lorenzo le contó las buenas nuevas, luego tomó el envoltorio y lo abrió: por un momento, las gemas y el oro centellearon, pero cuando el padre lo tomó y lo puso en la pared, a tiempo que le decía “Anda, sigue tu camino, criaturita de Dios”, la joya cobró vida, se apagó su brillo y comenzó a trepar.
Sugerencias: 1) Buscar en librería de usados Leyendas mexicanas, de Rafael Morales, edición ilustrada, Editorial Aguilar; 2) Leyendas mexicanas de terror para chicos y grandes.
Cuanto más efectiva sea nuestra manera de comunicarnos, desafiando las propias creencias, más significativo será el paso de nuestra vida por las vidas de los demás, y viceversa…
Aquí van algunos tips para desarrollar la inteligencia emocional: -Reconocé desde qué lugar hablás.
-Comparate con vos mismo/a: hoy, en tu actual versión, antes y pensando en el ideal de persona que querés ser.
-No tomes todo de manera literal. Nada es personal, el otro dice lo que dice…
-Poné en juego la empatía: el otro hace lo mejor que puede, ayudalo a ver algo diferente, sin juzgar si está bien o mal.
-No critiques y hacé aportes de valor.
-Aceptá que los demás pueden pensar diferente. Creer que tenemos la única verdad solo nos cerrará puertas.
*Especialista en Coaching de emociones y CEO de la organización “Emoción en Movimiento”. IG: emocionenmovimiento.o me