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7 claves para enamorarnos de nuestra edad

Por flora P roverbio *

Los prejuicios que existen en relación con la edad (edadismo) están tan naturalizados, que solemos aplicarlos contra nosotras mismas sin darnos cuenta limitando nuestro potencial. Hoy vivimos casi tres décadas más que las generaciones que nos precedieron. Estos años ganados de vida son una oportunidad para experimentar más vivencias y planes.

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La mediana edad, esa etapa en la que ya no somos jóvenes pero tampoco mayores, solía ser un momento vital de crisis. Hoy, en cambio, es una instancia cargada de reinvención y nuevas puertas, ya que contamos con más tiempo por delante.

Por eso, para diseñar nuestras vidas cada vez más largas es fundamental reemplazar la autodiscriminación por ideas que nos impulsen a soñar con lo que puede estar por venir y a disfrutar el camino.

Te comparto siete claves para pasar del edadismo al modo longevidad positiva:

* Tu edad no determina tu look: No resignes el placer de jugar con tu apariencia por tu edad. El maquillaje, la ropa o el pelo que te va mejor, a todas las edades, es el que te gusta y te hace sentir bien.

*Dejá de lado el “todavía”: Cuando te decís “todavía”, declarás que estás haciendo algo que no se condice con tu momento vital. ¿Y si en lugar de pensar “todavía bailo y me río, todavía tengo sexo salvaje o todavía sigo buscando mi propósito”, te decís “yo bailo, río, tengo sexo y busco?

*Joven no es un halago... Ni viejo un insulto. Cuando alguien luce vital, en lugar de decir joven, ¿qué otra palabra podríamos usar? Es liberador dejar de pensar que ser joven está bien y envejecer está mal.

*“Rockeá” tus arrugas y canas: El tiempo pasa y nuestras caras lo muestran. Somos bellas siempre, y dejar de luchar contra el paso del tiempo te ayudará a relacionarte con tu belleza desde un lugar más ancho de la torre es igual a la distancia que separa a las figuras.

El cielo, nublado, tiene una tonalidad que produce la melancolía de un paisaje urbano pintado en rosa viejo y ocre, y pienso en la línea que une la literatura y la música. y recuerdo el arpegio desgranado en el piano del colegio mientras la hermana Emilia me enseñaba a interpretar a Chopin.

Contraria a esa imagen, guardo un afiche de una pintora contemporánea, Marilyn Bast Dunlap. Con su aire naif, pinta un cruce de calles de un barrio de París, uno de esos que imaginamos en las novelas de George Simenon dedicadas al inspector Maigret y sus vecinos.

Recuerdo que la primera vez que vi este cuadro fui a mi biblioteca y di una ojeada a varios novelas de este autor, esperando dar con una frase que pinte un barrio antiguo, y en la primera que abro, La amiga de Madame Maigret, encuentro un texto del que parece extraída la pintura: “Después de Les caves de Bourgogne, venía una zapatería cuyo dueño se llamaba Bousquet. A continuación, venía la papelería de Frère y detrás, en el patio, había una cartonería.” que se lee “Cave du…” que parece esperar a su dueño. ¿Será el mismo comedor que dejó Maigret, después de tomarse una pinta de cerveza?

Sobre la bicicleta del afiche hay varios grafitis ilegibles y un dibujo de Jim Morrison que me alejan de Simenon. Alrededor, todos los postigos están abiertos, igual que la puerta de la bodega; tras las rejas negras, macetas con geranios y muros amarillentos.

El cuadro se titula Le petite Coeur , un restaurant, según se lee en el toldo rojo, bajo el que resalta el azul de las puertas y ventanales del negocio, y a través de los cristales vemos pulcras mesas de manteles blancos y sillas de respaldares bajos.

“Algunas ventanas están abiertas, pero no hay otro signo de vida en el lienzo que las dos figuras que se cruzan, ignorándose, y varias mujeres a lo lejos.”

Nada del otro mundo, pero imaginamos una buena carta de platos, y algún recuerdo del artista ligado a aquel lugar. ¿La primera cita, la última ruptura? ¡Qué importa! Esta obra ingenua tiene una viveza que provoca meterse en la callecita, abrir la puerta azul y aspirar el olor de una buena sopa de cebolla y de un vaso de borgoña, espeso y saludable.

Una bicicleta anticuada, apoyada al lado de la una puerta de doble hoja, sobre la amoroso. Buscá rutinas de skin-care que cuiden tu piel cultivando la persona que sos hoy gracias a lo vivido.

Sugerencias: 1) Leer algún libro de George Simenon dedicado al Inspector Maigret; 2) Ver los cuadros de Utrillo, ingenuamente hermosos; 3) Buscar los de M. Bast Dunlap.

*Mirate entera: Parate frente al espejo y reconocé cómo va cambiando tu cuerpo. Amigate con la imagen que ves y agradecele a tu cuerpo que te trajo hasta acá. No te cortes en pedacitos ni te analices con obsesión: celulitis, flaccidez. Sos una unidad.

Nunca es tarde: Cuando tu yo-edadista se pregunte si a esta altura vale la pena empezar tal o cual cosa, desactivalo. Nunca es tarde para iniciar algo que sentís que te va a dar alegría o bienestar. Toda la vida nos merecemos nuevos comienzos.

Usa tus súper poderes: El paso de los años nos dan autoconocimiento y experiencia, dos habilidades que nos ayudan a reconocer qué nos hace bien y qué no. Cuando decimos “mi época” solemos hacer referencia a nuestra juventud. Te propongo dejar atrás la idea de que a medida que pasa el tiempo inexorablemente serás una versión desteñida de lo que fuiste y pensar, en cambio, que mientras estés viva siempre es tu época. Todas las generaciones pueden brillar toda la vida. Sentirte protagonista no tiene edad.

*Divulgadora y activista de la longevidad positiva. IG: @plateadasbyfloraproverbio

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