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40 años de Democracia La alegría como bandera Los Twist

Cuando promediaba 1983, una banda ignota llamada Los Twist sacaba a la calle “La dicha en movimiento”, probablemente el disco que mejor capturó el espíritu del regreso de la Democracia. Una apuesta a la emoción bailable, con golazos subliminales a la censura del régimen militar (“pensé que se trataba de cieguitos...”) y un combo de artistas que iba de camino a quedar en la historia grande del rock argentino.

Las paredes del Café Einsten chorreaban de humedad y sudor cuando Charly García entró por la puerta del hoy legendario garito que regenteaba Omar Chabán. Sobre la tarima que se autopercibía escenario, Los Twist intentaban afinar sin electrocutarse con los cables que parecían flotar sobre el suelo empapado. Corría el final del verano de 1983 y la banda liderada por Pipo Cipolatti y Daniel Melingo había trajinado por las oficinas de varios sellos discográficos sin encontrar a nadie interesado en su bizarra fusión de rockabilly, ritmos de los años 50, pop y letras delirantes. “Esto no lo va a entender nadie”, era la sentencia de la industria. Pero esa noche, tras esquivar a unos borrachos que se estaban yendo a las piñas, Charly se acercó a la tarima para decirles que no pensaba lo mismo.

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Apenas unos días más tarde, en los estudios Panda, García comandó desde la cabina la grabación de “La dicha en movimiento”, el disco debut de Los Twist. Se hizo en un fin de semana largo y durante los tres meses que siguieron a su lanzamiento logró un récord de ventas de 120.000 ejemplares. En un ranking que elaboró muchos años más tarde la revista Rolling Stone, “La dicha en movimiento” se ubicó en el puesto 15 de los mejores discos de la historia del rock argentino, justito detrás de “La Biblia” de Voz Dei, nada menos. Su primer corte de difusión, “Cleopatra, la reina del twist” fue un éxito instantáneo en la radio, un hit ubicuo que cantaban los pibes en el recreo del colegio, que hizo cabecear a las abuelas e inspiró bailecitos egipcios en todas las discos, matinés y asaltos de entrecasa de la Argentina de 1983.

“Producido por Charly García, el disco se hizo en un fin de semana largo y durante los tres meses que siguieron a su lanzamiento logró un récord de ventas de 120.000 ejemplares. En un ranking de la revista Rolling Stone, se ubicó en el puesto 15 entre los mejores discos del rock argentino”.

Más allá de todos estos pergaminos, aquel disco fundacional de Los Twist pasará a la historia por haberse propuesto como banda de sonido de un momento muy particular de nuestras vidas: una de las antenas que mejor captó el espíritu (y los deseos reprimidos) de una sociedad en tránsito. La Dictadura se desilachaba sin perder sus mañas, en tanto la Democracia aparecía ya como promesa de un futuro en technicolor, que ya se podía tocar con la punta de los dedos.

Renegando de la solemnidad del rock de protesta y la literalidad comprometida, Los Twist hicieron bailar a un país que pedía a gritos salir del agujero interior, colándole en el camino unos cuantos goles a la quizás ya un poco distraída censura del régimen. Desde repetidas referencias a las drogas (En el fondo de mi casa cultivé una plantita de salsa/Flaca, pará un poco, tenés a todos los muchachos moqueando la nariz) hasta postales de la represión callejera (Pensé que se trataba de cieguitos, anteojos negros usaban los seis/Me invitaron a subir a un ford verde). El título del disco, por cierto, está sacado de un manual de toxicología de la Policía Federal (que Pipo Cipolatti encontró en la bibliote-

c L ics mod E r N os

En noviembre de 1983 salió el segundo disco solista de Charly García, que junto a Yendo de la cama al living (1982) y Piano Bar (1984) conforma la trilogía consagratoria del bigote bicolor. Traía temas que se convirtieron en himnos como “No me dejan salir”, “Nos siguen pegando abajo” y “Los dinosaurios”, que se refería poéticamente a las desapariciones y al final de la Dictadura.

ca de su viejo), donde se describe a la cocaína como “La dicha en movimiento”.

El álbum salió a la calle el 17 de octubre, apenas unos días antes de las elecciones que confirmarían a Raúl Ricardo Alfonsín como presidente democrático llamado a cerrar la etapa del Proceso. La fecha elegida para el lanzamiento no fue azarosa: en el disco, Los Twist se embanderan festivamente con el peronismo (25 estrellas de oro, compañeros al balcón, en la calle un solo grito: Los Twist, Gardel y Perón), menos como una militancia sentida que como una provocación a la Argentina conservadora, a la que la banda -en la más pura tradición del rock and roll- se proponia escandalizar.

Muchos de los delirios que conformaron la singularidad de Los Twist tienen que ver con la naturaleza de Pipo Cipolatti, uno de los personajes más inclasificables que ha dado este país nuestro. Hijo de un funcionario policial, fanático hasta el paroxismo de Martín Karadagian y sus Titanes en el Ring, discípulo de Gerardo Sofovich, íntimo de Charly... De su cabeza coronada por una melena pelirroja peinada siempre alla Elvis salieron canciones fundamentales de los ´80 como “El primero te lo regalan, el segundo te lo venden”, que nació de un consejo que le solía dar su tía cuando lo veía frecuentar tanto la noche.

Así como Pipo Cipolatti marcó el tono estético (retro, bizarro, kistch) de Los Twist, Daniel Melingo ofició como indudable director musical. Considerado de forma unánime como uno de los grandes talentos de su generación, este también muy particular personaje venía de una familia tanguera del barrio porteño de Parque Patricios y en su caja de herramientas se mezclaban ritmos y melodías de la radio de las décadas de 1950 y 1960 con una actitud modernísima, asociada a la irrupción del post-punk y la new wave británica. Salgán con Joy Division, el Club del Clan con The Specials y Sandro dándose la mano con el Elvis de Las Vegas.

Aún en pleno éxito de “La dicha en movimiento”, Meling se repartía entre Los Twist y Los Abuelos de la Nada, donde dio vida a hits indelebles como “Chalamán”. En los ´90 emigraría a España, donde estremeció la escena independiente con una banda soul-lisérgica llamada Lions in Love, antes de retornar al pago para revolucionar el lenguaje del tango y sus fronteras, durante los albores del siglo XXI.

vasos y bEsos

El álbum que marcó la consagración de Los Abuelos de la Nada, una banda icónica de los ´80 que también firmó varios himnos de la transición democrática. En el disco venían hits de un jovencísimo Andrés Calamaro, como “Mil horas” y “Así es el calor”, así como clásicos de la banda como “Chalamán”, compuesto por Daniel Melingo, que iba y venía entre Los Abuelos y Los Twist.

ag UJE ro i N t E rior

Los Moura tenían un hermano desaparecido por los grupos de tareas de la Dictadura y canalizaron a través del rock el rechazo que buena parte de la juventud argentina sentía contra el régimen militar. Su estribillo “hay que salir del agujero interior” se entendió como un llamado a dejar atrás la oscuridad de los “años de plomo”. El disco, el tercero de la banda, rompió récords de ventas.

En los primeros años 80, Melingo hizo amistad y buenas migas con Fabi Cantilo en el Ring Club, una especie de sociedad secreta de bohemios, artistas y diletantes que intentaba mantener viva la contracultura por debajo del radar de la policía y los defensores de las buenas constumbres. Fue el germen de al menos dos o tres bandas icónicas de los 80 (Los Twist, Los Abuelos y Suéter) y entre sus habitués se contaban Fabi, Melingo, Calamaro, Miguel Zabaleta, Omar Chabán, Vivi Tellas, Cachorro López, Diana Nylon, Sergio Aisenstein y Gonzo Palacios, que luego sería el emblemático saxo de Los Twist.

Como se deja entrever en varias escenas de El amor después del amor, el biopic de Fito Paéz de Netflix, Fabi Cantilo sentía que Los Twist siempre fue un proyecto de Malingo y Pipo que de ella, por lo que no tardó mucho en seguir por su lado, dejándole su sitio nada menos que a Hilda Lizarazu. “Creo que fue el momento creativo más alto y fecundo de muchos de nosotros”, recordaba Fabi hace unos años. “Era una época dura y, por momentos salvaje”, pero quizás por eso mismo fuimos capaces de animarnos a todo. ¿Qué otra cosa podíamos hacer?”.

bagLiEtto

El rosarino Juan Carlos Baglietto confirmó en este tercer disco solista como uno de los artistas que mejor interpretaba el espíritu de época del final de la Dictadura y el retorno democrático, con canciones emocionalmente movilizadoras como “El témpano”, “Tratando de crecer” y “El loco de la calesita”. El pico creativo de la trova rosarina y la irrupción de un tal Fito Páez.

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