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La huella en el cuerpo: Ser embarazada hoy

POR LIC. DIANA WECHSLER *

Anadie se le escapa que el mundo está en cambio constante. Las personas que estamos trabajando con el cuerpo como resultante de la historia, vemos que a través de su sintomatología el cuerpo expresa lo que la persona vive, y constituye la unidad biopsicosocial y espiritual que le permite conocerse y cambiar de acuerdo con el nuevo lenguaje.

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La maternidad, como entidad en sí misma, está influida por estos nuevos valores y cambios. Pero a “la maternidad”, la habitan mujeres de carne y hueso que encarnan distintos arquetipos que el imaginario social espera. Son mujeres con su historia personal, y en el embarazo se encuentran con “su” otra historia, la historia de las hembras de la humanidad, la que viene de siglos y está en su inconsciente. En el embarazo el cuerpo y la percepción se amplían, las experiencias se expanden. Si este cambio se acepta, estamos en los umbrales de un embarazo gozoso. Y es aquí donde nos encontramos con qué significa ser madre hoy. Por un lado, y como herencia judeo cristiana, se la idealiza, y desde ahí la madre será dulce, buena, sacrificada. Por el otro, se la castiga con exigencias de una sociedad que olvida que son madres y les exige en el trabajo, el cuerpo, el sostén. Lo que hoy vemos son mujeres que eligen no ser madres, otras que resuelven serlo, otras que atraviesan tratamientos de fertilidad, otras que adoptan, otras que son madres solas. También sucede en edades dispares, como ocurre con el gran aumento de embarazadas adolescentes y madres de más de 40. Las familias ensambladas a veces experimentan padres y madres que son abuelos y padres al mismo tiempo.

Si a esto le sumamos el concepto del cuerpo que propone la sociedad actual,

Shakespeare nos dio la mayor diversidad de caracteres femeninos: Lucrecia, víctima de una violación, Lady Macbeth, más ambiciosa que su marido, pero también con una mayor conciencia del mal que han hecho; la protagonista del Mercader de Venecia, que es un abogado entre abogados; Katherina, la fierecilla domada; Cordelia, la mejor hija; Ofelia, que enloquece de amor, y la madre de Hamlet, que es un enigma: ¿sabía o no que su marido fue asesinado por su actual amante? Pero antes, los griegos nos habían dado Medeas, Fedras, Electras y Yocastas. Y aún antes, Homero cantó a Helena de Troya y a Penélope, e inventó a Circe. Más cerca de nuestro tiempo, Balzac elaboró una serie de protagonistas estudiadas por la psicología, pero fueron Tolstoi, Ibsen y Flaubert quienes retrataron tres grandes exponentes femeninos: Ana Karenina, Nora y Emma Bovary. Las revoluciones siempre visibilizaron a las mujeres: la americana nos enseñó que podían administrar sus bienes y defender a sus familias durante la guerra, y la Revolución Francesa las llevó a la guillotina o las sacó a la calle. Pero una tierra que concedía a la mayoría de las mujeres, de todas las clases sociales, un espacio con bastante libertad, fue la América española, contrariamente a la América anglosajona, que endureció el entorno de la mujer hasta llegar a situaciones como la de las brujas de Salem. En nuestra parte de América, la mujer fue aventurera, amante, regidora de destinos, madre y prostituta, monja bandolera, y si bien los tiempos no eran de absoluta libertad, los documentos muestran una sociedad donde la solidaridad las unió, donde pobres y ricas, señoras sirvientas se presentan a nuestros ojos unidas por un simple “nosotras”, donde no se hace hincapié ni en linajes, ni en heredades, ni color de piel. Las diferencias vinieron después, porque a veces la civilización y la razón parecen retroceder antes que avanzar. vemos que la contradicción es muy alta. A través del mito de la belleza y eterna juventud, donde lo valioso es ser joven, vital y bello, se da un mensaje que el embarazo no tenga su cuerpo, que no “se note”, que no respete su inercia, energía y estética. Es un halago muy común el “qué bien estás, ni parecés embarazada”. Y así como no tiene lugar en el cuerpo, tampoco lo tiene en la sociedad, donde se le pide que “sea vital”, que no descanse, que juegue a la superheroína, a que niegue su estado. En este no encontrar su espacio, vemos que la embarazada feliz y plácida que los medios intentan mostrar, no coincide con la experiencia de miles de mujeres, privadas de su saber instintivo, sometidas a alto estrés, confundidas en su potencialidad de hembras. Así como el arte afro muestra embarazadas llenas de dolor por parir a otro esclavo, las mujeres de hoy están llenas de temor por no saber qué premio o castigo la sociedad les devuelve. Con mensajes contradictorios, donde su ser es dividido en arquetipos femeninos que no debieran ser excluyentes, como mujer-madre o mujer erótica, la sociedad sacraliza la maternidad, pero castiga a las mujeres que tienen huella en el cuerpo. Es nuestra tarea integrar los diferentes aspectos de la maternidad, para que cada vez más seres humanos sean recibidos al mundo con conciencia, respeto y amor. *Directora de proyectonatal.com.ar.

Ante la indiferencia de muchos estudiosos, históricamente fueron los escritores, quienes formaron una galería de mujeres individualizadas.

Por eso, repasar la historia de las relaciones entre los sexos es parte de esa evolución: sólo cuando accede a la escritura de la narradora o a la mención del narrador, la mujer se nos hace reconocible.

Sugerencias: Leer o releer: 1) La prima Bette, de Balzac, una de las malas más perversas del universo literario; 2) Casa de Muñecas (teatro) de Ibsen; 3) Ver una de las versiones en cine de Ana Karenina.

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