Las malezas altas y exuberantes en el borde del terreno desaseado y vacío- se movieron ligeramente. Las anchas hojas del viejo lampazo rasgado ondularon oblicuamente y los los ojos verdes no parpadeantes fijaron la vista en la oscuridad de la calle lúgubre. Lentamente, y con mucha cautela, un gato flaco y amarillo apareció en la acera desnivelada. Se detuvo expectante para olfatear en el aire nocturno señales de enemigos.