Revista Sapo Cuentos 07

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¡SAPO 7 CUENTOS! Ya es 2018 y vamos por la septima edición de Sapo Cuentos, wow... ¡Me sorprende! Como saben esta revista la hacemos por amor al arte; para difundir creatividad y libertad de expresión. Hay amigos de todo el mundo que nos envían sus mejores cuentos para ser compartidos con ustedes. Como quisiera que estos ejemplares se imprimieran y se repartieran gratuitamente. Si hay alguien por ahí que lo quiera hacer ¡¡¡contáctenos ya!!! jajaja. En esta edición quiero agradecer a cada uno de los escritores que han enviado sus cuentos y también a nuestros editores de Costa Rica que siempre hacen un genial trabajo. Gracias a Danthe!!! También pedir disculpas a los que ya enviaron sus escritos y no entraron en esta edición, pero ya están en la proxima! Como siempre, los invito a compartir nuestras revistas, envíenos sus sugerencias, sus cuentos, sus historias y sigan leyendo Revista Sapo.

Marcelo Díaz S. Revista Sapo.

Revista Sapo Chile DIRECTOR GENERAL: Marcelo Díaz S. EDITOR: Danthe Thenad, Costa Rica. Pamela Sandí Villalobos, Costa Rica. Fractales Literarios, México.

DISEÑO: Marcelo Díaz Soto. Pancho Hidalgo. Contacto contacto@revistasapo.com

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Siempre es un gusto editar una revista tan variopinta como Sapo Cuentos. Sin embargo, lo que quizás pocos sepan es que, tras bambalinas se mece un trabajo meticuloso que es la edición y el montaje que realiza Marcelo. Muchas veces, a pesar de querer sacar una revista rápido, mi ética de filólogo me frena pues ¿quién sería yo si dejo que un texto de ustedes, lectores, no salga con una buena edición? Muchas veces, el gran problema está en la idea de editar fondo-estilo y otras, en la cantidad de textos. En esta ocasión, tenemos una edición gigantesca. Es como si “me despertara y el dinosaurio siguiera ahí”. Es por esto, y mi presión hacia Marcelo, que hemos dividido esta revista en dos. Pensamos en lanzar pequeñas ediciones más seguidas. Acá lo importante es la calidad y esto implica tiempo y dedicación que todo el equipo de Sapo invertimos porque el arte se respira con el alma. Tengan ustedes la primera parte de esta revista, la misma que ha estado en contrabando entre mis clases, viajes, fiestas o partidos. Un editor siempre tiene un lapicero para corregir lo que ve. En mi caso, siempre está el documento de Sapo como leitmotiv y recuerdo de mi gusto por leerlos, corregirlos y darles el mejor producto posible. Antes de despedirme, quiera hacer la salvedad de que si en alguna edición modifiqué sus textos de forma que no les gustó, me disculpo. Quisiera conocerlos a todos, dialogar para poder construir una mejor edición. Cronos siempre apremia y roba vida. Estoy abierto a críticas y comentarios en mis redes sociales. Esta siempre será su casa. Buen provecho.

Contacto contacto@revistasapo.com revistasapo@gmail.com www.issuu.com/revistasapo

Danthe Thenad. Editor de Revista Sapo Productor de #TeamGemuCR de Radio E, Proyecto Contrastes @danthenad

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COLABORAN EN ESTA EDICIÓN: Nacional (Chile). Rodrigo Torres Quezada LAC Janialely Victoria Ramos

Internacional. Fractales literarios, México. Weilong Guan, Beijing, China. Alejandro Rivera, México. Marcos Cardona, México. Damián N Hepp, Argentina. Oscar Botero, Colombia. Beatriz Calderón, México Rusvelt Nivia Castellano, Colombia. Orlanda Torres, USA. Armando Rivera, Guatemala. JC Pozo, México. Axel Ovalle Dávila, Guatemala. Danthe Thenad, Costa Rica. Nadia Galaviz, México. Joselo Marinozzi, Argentina. Ren ZuTo, Perú. Atxuri Zúñiga, México. Emma Muñoz, México. H. K. Michael Ayala Alva, Perú. César Calmont, México. Bell Leilael, México. Alfredo Murillo Rivas, México. Fabro Torres., México. Salvatore Di Martino, Venezuela. Zayin Aguila, México. Emmanuel Morales , Costa Rica

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ÍNDICE

SAPO CUENTOS 06 Cicatriz 09 Andrea 12 Inzomnilandia 17 Fiesta en la montaña 19 Fútbol 20 Beliza 22 El último árbol 23 El homicidio de la novia 29 Tucu y Martín 31 Otros tiempos 32 En el Cole 38 Los dinosaurios de dios 39 El Duelo 40 Ser en potencia 41 Virgen de los deseos 44 Sea la Mujer, Capítulo 01 48 Bajosfondos 51 Cielo arañado 53 :) 55 La cola eléctrica del gato parlante 57 Fútbol era el de antes 62 Tu silueta 64 Destellos de ayer 68 El niño de oro 71 Historia de fantasmas 76 El llanto del tlaconete 80 Roca oceánica…Febrero 1997 84 Lila 89 Cibernético Final 93 El Plan 97 Kamaru y Hall

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CICATRIZ El costado vanidoso de Sofía debería sentirse orgulloso debido a la constante catarata de halagos que, bajo un único plan de conquista, le regalaban día a día sus compañeros de trabajo. Pero desde que había sufrido un leve y traumático accidente le era inevitable cuestionarse si las tan bellas palabras que recibía cual ramo de flores, eran auténticas o una simple y vil estrategia con el fin de ganársela como trofeo. Trofeo de guerra que luego sería exhibido como sustento de la virilidad del hombre que hipotéticamente resulte “victorioso”. Se negaba a irrespetarse aceptando ser un simple objeto sexual, aunque sus fuertes impulsos naturales le urgían por conseguir un

compañero, un amante. No quería ser solo un cuerpo perfecto. Quería sentirse aceptada ahora, con su nueva y reluciente cicatriz de seis centímetros que abarcaba toda su mejilla derecha. Había rechazado, muy a su pesar, incluso hasta la invitación del hombre más atractivo e inteligente de la oficina solo porque éste le había preguntado, de forma inocente, por su cicatriz. Su autoestima recibía un duro golpe tan solo al ver que los ojos de los hombres, cuando le hablaban cara a cara, inevitablemente eran desviados de sus ojos y se dirigían hacia su cicatriz.

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Su propia realidad no entendía que este es un simple reflejo del ser humano y terminaba desvirtuando las cosas volviéndolas una señal prejuiciosa y dañina. Los cumplidos se habían convertido en una puñalada. Creyó desde ese entonces que moriría sola a menos que encontrara a un hombre que aceptara su defecto ¿Qué lo acepte o que no lo note? Una mañana de agosto comenzó el día laboral con la noticia de que aquel hombre apuesto e inteligente ya no trabajaba más junto a ella. Allí se había esfumado su mejor partido. En su reemplazo llegó un hombre de

treinta y pico, estatura media, contextura normal, perfil extremadamente bajo. Nada que le llame demasiado la atención. Pero en el descanso, decidió darle una oportunidad luego de que cruzaran palabras de manera casual. Él no había ido tras ella guiado por su testosterona. Eso le agradaba. Cuando hablaron sus ojos se conectaron. Los de él nunca eligieron otro camino, solo se desviaron en un momento hacia su boca, en ningún momento pusieron el foco de atención en su cicatriz.

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Ella sonrió por dentro. Inevitablemente también sonrió por fuera. Hubo una natural conexión entre los dos por lo que ella decidió seguir la charla fuera del ámbito laboral. Ni siquiera esperó a que él la invitara. Sabía que era el indicado. Más tarde confirmó sus sospechas. El jamás desvió la mirada hacia su cicatriz, ni tampoco, en cuatro horas de charla, lo mencionó. Parecía ni siquiera haberla notado. Sofía estaba contenta, aunque por otro lado le pareció algo extraño. Tal vez demasiado bueno para ser real. Así que, así de la nada, sacó el tema del baúl y lo puso sobre la mesa. La excitación fue mucho más grande cuando confirmó nuevamente que a él ni siquiera le parecía un tema relevante. No llevaría mucho tiempo para que Sofía cayera, luego de semejante trauma y de una dolorosa soledad, en un estado profundo de enamoramiento. Había encontrado a un hombre desinteresado y amable con el cual podía sostener la mirada y una charla agradable. De golpe se había convertido en el hombre perfecto para ella. Al fin y al cabo, qué le va a importar una insignificante cicatriz a un hombre que está acostumbrado a infligir daños mucho más grandes. Por: Damián N Hepp , Argentina

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ANDREA Ella es quien puede hacer llover en pleno invierno dentro de tu pecho con tan solo sonreír, tiene la sonrisa más dulce que nunca antes han visto mis ojos —Expresó el joven príncipe— En el reino no había doncella más bella que Andrea, tiene ojos de esmeralda; un carisma encantador y unas manos que quieres tomar todas las tardes para disfrutar un paseo, ella es todo un juego simbiótico de palabras y de emociones, hace los lunes fines de semana; sientes miedo de perderla, de no verla, pues alguien como ella con tan solo hablar crea magia en ti. Andrea está enamorada solo de su vida, del campo, de las flores. El príncipe no hace otra cosa más que pensar en ella; se sienta sobre el pozo de agua a tirar piedritas preguntándose en quién pensara la doncella Andrea; si le gustara el chocolate, si prefiere las estrellas o la luna, siempre caía en la misma conclusión: en que la quería un poco más antes de dormir.

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Tomó valor y a la mañana siguiente tomó su mejor corcel, mientras seguía el camino de alegría porque sabía que la vería y podría besarle la mano cordialmente. Eligió las mejores rosas, junto con claveles para llevarle un pequeño detalle, él ya quería tenerla entre sus brazos una vez más como aquella vez que bailaron en la fiesta de fin de año. Era muy difícil que Andrea saliera a otros eventos, se le veía escasamente y solo en fin de año se le podía ver sonriente y contenta; bastó tan solo una melodía para hacer que el príncipe quedara estupefacto ante tal belleza; labios rosados como las rosas, su nariz pequeña fruta de árbol nacido en primavera, sus manos manantiales de agua clara, sus ojos cual poemas y versos escondidos tras sus pestañas, sus cejas cubren la tristeza, el mal, el odio; ella huele a flores a gerberas, a campo, huele a vida. Ella es espectacular. El príncipe llegó a aquel castillo con tantas ganas de ver a la doncella, de declararle su amor; bajó del caballo y con gran valentía decidió adentrarse. — ¡Andrea! — comenzó a gritar en repetidas ocasiones.

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—Al parecer no hay nadie en el castillo— Comenzó a sentirse muy decepcionado, estuvo durante varios minutos sin recibir respuesta, estaba a punto de irse; cuando se escucho el crujir de la puerta. Salía una luz radiante que te cegaba por completo, todo un espectáculo verla. El príncipe de inmediato sacó las rosas y los claveles para mostrárselos en señal de admiración. — ¡Mire que usted es muy linda! Le he traído flores, para que juntos acompañen todo su esplendor, me gusta mirarla y me gusta para toda la vida— El joven príncipe no dejaba de hablar de lo bella que era Andrea, le dijo las cosas más hermosas aquellas que ni el universo imaginaba; cualidades cuantitativas

y cualitativas en función de su alma. Margaritas, orquídeas, azucenas, nacieron en su pecho cuando la joven doncella puso su delicada mano sobre su hombro y le dijo: — No hacían falta las flores, solo hacías falta tú, ¿Por qué tardaste demasiado? — Él se quedó helado, después de haber dicho mil y una cosa se quedó mudo; no tuvo opción y la beso; como se besa la brisa de las mañanas: suave y tranquilamente.

Por: Marcos Cardona, México.

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INZOMNILANDIA Sé feliz- Coca Cola. Somos de los que toman café con un toque distinto- Café Gold. Nuevo interés del 5% con media mensual del 1%... Sé feliz- Banco Estado. -Mi diagnóstico es el siguiente: todos ustedes padecen de insomnio crónico. Las palabras del doctor llenaron de congoja a los Gutiérrez. -Pero no se asusten- agregó el médico- Las familias como ustedes son de gran utilidad en el país de Inzomnilandia. Les aseguro que aquí el sentido de sus vidas está asegurado. Con esta receta pueden entrar gratis. Al entrar al maravilloso país, los Gutiérrez fueron recibidos por un presentador que vestía con una librea dorada, un gorro multicolor y pantaloncillos de pegatinas. -Bienvenidos a Inzomnilandia. Seguramente

se estarán preguntando: ¿por qué nos tocó a nosotros? No teman, mis amados. Sepan ustedes que aquí llega lo más selecto del mundo. El insomnio, en este lugar, es recompensado con creces. Ustedes han sido bendecidos con el gen del progreso infinito. Siéntanse felices. Los Gutiérrez se miraron entre sí con sorpresa. Eulalia miró a su hija Pancrasia; Domiceo observó con alegría al pequeño Silvio. Domiceo preguntó: -Disculpe, señor presentador, mi familia y yo sufrimos de insomnio. ¿Es eso bueno en este lugar? www.revistasapo.com 12


El anfitrión les dio una brutal sonrisa. Les guió hacia una de las fábricas más importantes de la capital. -Vean lo majestuoso de nuestro mundo: las personas compiten entre sí para ver quién es el mejor; no existen las clases sociales, pero sí las clases profesionales. Si quieres progresar no puedes dormir, por ello necesitamos de ustedes, los insomnes, los creyentes en nuestro estilo de vida. El presentador les indicó a los Gutiérrez un eterno sol que descansaba en el cielo. -Aquí jamás es de noche porque siempre estamos despiertos. Somos personas ocupadas, trabajólicas y creyentes en el excedente. El pequeño Silvio se aferró a las piernas de Eulalia. -Mami, el señor dice cosas bonitas, pero todavía yo no soy alguien… El presentador se llevó las manos a la boca.

Respondió con temor: -¿Ustedes no son nadie? Esperen un momento. Llamaré a mis amigos. El presentador hizo sonar un silbato. De inmediato apareció un grupo de personas vestidas con uniforme blanco. -Les presento a nuestros ingenieros sociales, gurús de nuestra población insomne. Él es el doctor Friedman, economista que cree en el progreso infinito por medio de la presión asistida, método por el cual nuestros amados ciudadanos son sometidos a un stress constante para que no duerman. También está nuestro querido Bacon, científico que por medio de los alimentos transgénicos modifica la percepción espacio-temporal de nuestros insomnes y obviamente, también está nuestro gurú sagrado de la metafísica del no dormir.

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El gurú comenzó a proferir palabras cargadas de amor al progreso: -Labor Omnia vincit, el trabajo todo lo vence, amén. El doctor Friedman se acercó a los Gutiérrez, besó sus frentes y comenzó con el procedimiento cuántico: -Ustedes aún no son alguien. Tenemos la solución a eso. No se olviden jamás de competir y ser mejores que el resto, ser proactivos, ese es su sentido. Aquí la ontología se define como la intoxicación del devenir. Comed de nuestra hostia, pequeños. Silvio, ten. Con este diploma serás un universitario lleno de proyectos. Pancracia, toma. Este botox te permitirá ser una modelo feminista. Eulalia, con este cartón certificamos que en Inzomnilandia serás una mujer exitosa, vendedora de cremas Avon. Domiceo, Ponte este casco y serás el mejor ingeniero de la nación. Listo, con estas herramientas, ya sois “alguien”. Los Gutiérrez se abrazaron dichosos. Se tomaron de las manos y cantaron la canción de Inzomnilandia: -“Progreso infinito, digno eres de nuestras alabanzas. La luna no existe, el día es eterno ¿Y qué transacción bursátil puede cohibir las aspiraciones competitivas de nuestro interés compuesto del 2%?”.

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El anfitrión despidió a los ingenieros sociales. Estos, al punto, se escondieron en sus esquinas sagradas para seguir investigando a los insomnes. Luego, el de pantaloncillos de pegatinas les mostró a los Gutiérrez lo feliz que se puede ser en la nación. -Amados, pequeñitos míos, escuchen la conversación cotidiana de nuestros habitantes insomnes: -Dinero, dinero, dinero, ¿dinero? ¡Plaata! Dinero, dinero, mp3, iPod, ddr2, ¿dinero? Dinero ¡Dineeerooooo! Plata. Sexo- dijo un habitante. -Dinero, plata, publicidad, ¿dinero? ¿Dinero? ¡Dinero, dinero, dinero, dinero! Dinero, moneda, libra, dólar, peseta, centavo, peso. Sexo, sexo, Xbox 360, PlayStation, alfombra roja, Justin Bieber, dinero… Dinero- le

contestó el otro ciudadano. Los Gutiérrez al oír la conversación sagrada se abrazaron entre sí y lloraron de la emoción. -Mamita, este es el paraíso. Jamás pensé que sería tan feliz y dichosa ¡Lo mejor que nos pudo haber pasado es no dormir, así podremos competir eficientemente y ser ciudadanos de prestigio!- dijo Pancracia con lágrimas en sus ojos. El presentador estaba callado. De pronto, pareció como si algo le hubiese incomodado. Se sentó en el suelo, cabizbajo. -¿Qué le pasa, señor?- le preguntó Domiceo. -Es que los resentidos nos odian. Aunque no lo crean, los insomnes no estamos solos- respondió el anfitrión. Entonces, levantó su índice e indicó la plaza central de Inzomnilandia. Aquí, dos bestias horrendas yacían ahorcadas.

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-Esos seres… Se llamaban Kike y Keko… Un día, en medio del trabajo… Ellos… Ellos…el presentador comenzó a sollozar- Ellos nos traicionaron y se quedaron dormidos… Y descubrimos que no eran insomnes… Eran sonámbulos, o sea, unos traidores que se dedican a sus sueños fantasiosos. Eulalia abrazó al hombre que lloraba sin poder controlarse. -Calma, lo bueno es que están muertos. Se negaron al progreso y a la competencia, eran sólo unas lacras- le consoló Pancracia. De pronto, ante la sorpresa de los Gutiérrez, los cuerpos de Kike y Keko comenzaron a

convulsionarse. Todos se miraron confusos. El anfitrión dijo: -Maldición… A lo lejos se escuchaba un sonido estruendoso. Cientos de sonámbulos venían del otro lado del mundo para fastidiar a los insomnes. El anfitrión y los Gutiérrez se tomaron de las manos. Recitaron la oración sagrada: -“Capital peregrino, que tu estanflación inmerecida esté con Caduceo, Comercio y los santos. Ahorro”.

Por: Rodrigo Torres Quezada, Chile.

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FIESTA EN LA MONTAÑA En el engorroso sortilegio de su vida prestada, la pequeña niña, la copiadora de recuerdos en el cuaderno de sus desvaríos, anota, con mano delicada, la hilvanada historia de sus días actuales. No es gran cosa desde el misterio de las letras inexpertas. Su apoteósica entrada al mundo de los adultos deja mucho que desear debido a la repulsa que todo adulto produce en ella. Podría tratarse de una historia inventada por la

imaginación de los quince años. Ese montaje de fiesta y regalos en el calendario de las fechas especiales. Una costumbre que ha perdido la razón desde sus orígenes, si alguna vez lo tuvo, hasta convertirse en una orgía de promociones de viajes, vestidos alquilados y gastos cuantiosos. No somos claros al respecto. En algún momento, ella ansiaba que sus amigas la invitaran al jolgorio de los acontecimientos que parten la niñez.

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Los adolescentes invaden la vacía casa, que demolida en parte, permitirá el ruido y la sorpresiva posibilidad de una villana juerga de iniciados en las lides de las experiencias desconocidas. No comentaron su planeada osadía para evitar la discordia de sus anhelos puestos a prueba frente al obvio rechazo de sus mayores. Desde la llegada, se sabía que todos esperaban sorpresas. Ignoraban que esa vivienda semiderruida fue el hogar de la familia asesinada en el incidente más trágico que recuerdan los habitantes de la región. Ese permaneció sin resolver. Nadie jamás se atrevió a pisar esos suelos carcomidos por el tiempo y las alimañas del entorno. La noche transcurrió entre las carcajadas de los chicos y el consumo ponderado de las deliciosas golosinas, vinos y robados cigarrillos. Amanece. Desde la alucinada montaña, baja una densa bruma que cobija

el lugar. La quinceañera escribe las líneas finales de la aventura. Dice así: “no recuerdo mi nombre, ancianos de ojos pequeños miran los cuerpos de otros ancianos que dormitan a mi alrededor. He tocado mi cara y profundas arrugas como máscaras devuelven a mi alma la vida. He despertado de un oscuro sueño. Siento que la sangre corre por mis venas. He soñado que yo era una jovencita que, acompañada de mis amigos, entraba a una casa abandonada”. Una semana más tarde, las autoridades encontraron un cuaderno en blanco en medio de los escombros cubiertos por intocada vegetación. Es el único objeto intacto y limpio en toda la zona. Después de muchos años, la desaparición de un grupo de adolescentes continúa sin resolver. Por: Oscar Botero, Colombia.

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FÚTBOL Estaba sentado en la banca y empecé a calentar. Solo faltaban pocos minutos para que acabara el partido. El profe no me llamaba. Le preguntaba si iba a entrar.

besé y la dejé. Todo el estadio gritaba mi nombre, todo el estadio estaba conmigo. Un gol cambiaría la historia y... erré.

Estábamos cero a cero, en plena final de la copa del mundo. Dos minutos para que todo acabara y un penal a favor de nosotros, pidió el recambio y entré. Tenía que patear ese penal, mis compañeros estaban agotados. Tomé la pelota y la sequé con la camiseta, la

Hoy después de cuarenta años, confieso que me pagaron para errar ese penal y, gracias a eso, tengo lo que tengo. Por: Marcelo Díaz Soto, Chile.

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BELIZA En la novena de los difuntos, almas completas desfilan por el convento. La noche gris es frío espasmo acompasado. La quietud de los ciegos impide clarificar el sentido de las oraciones emprendidas a deshoras. Un anciano encorvado asume el mando de las monótonas retahílas mientras la costumbre ancestral de los paisanos, repite la letanía del supuesto misterio de la muerte. Bajo su manto, la alcahueta del último cadáver retira el banco que bajo sus pies estorba el paso de nuevos dolientes. El antiguo templo, hogar de los desterrados, pertenece a la comunidad de las monjas vírgenes. Ante el importante acto luctuoso, está quebrantado el ardor que la historia personal de los cadáveres callan. Yace la figura recordada de la única mujer que murió por culpa de su excesiva belleza. Fue su vida, una leve prueba de un ser cubierto

por el desaforado deseo de ser buena. Supo siempre la verdad de su destino. Como una deslumbrante mariposa, voló en el antro de la miseria ineludible. Vivió para alentar codicias y su rostro limpio abrió apetitos entre la muchedumbre de los habitantes del fango. Precio tuvo y pagaron por ella. Iniciada en la ciudad de los asesinos, no formó parte de las aciagas componendas donde hombres ofrecen su maldad al comercio insaciable de la delincuencia establecida y hambrienta. Beliza, protegida como tesoro, creció ajena al pan escaso y el trabajo vil de los niños del lugar. En este barrio de los horrores, su temprana presencia fue un misterio. La supuesta madre la robó en el descuido imperdonable de una familia confiada.

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Su piel perfecta, hasta ahora sin profanar, ha sido valorada por la codicia de su inminente futuro de carne pública en manos de los hampones del lugar. Luisito es su único amigo entre los azorados niños del inquilinato. Es Luisito nacido de la nada. Arrastrado por desplazamiento, nadie supo de donde vino ni cómo llegó. Ha crecido incólume a la triste dejadez de su destino. Es tan bueno que solo él puede acercase a Beliza. Todos entienden y aceptan la cercanía de la niña al niño. Dos seres puros como lirios de un charco inmundo en medio de la perversa

urbe. Pasan los años y Beliza es la prostituta más cara de la ciudad. La mafia se enriquece con los clientes de la niña. Los delincuentes han vendido los ojos de Luis al comercio ciego de los mercaderes de órganos humanos. Luis vela frente al ataúd de su amiga. En el prostíbulo, otra niña ocupa el lugar de la que Luis amó. Por: Oscar Botero Pérez, Colombia.

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EL ÚLTIMO ÁRBOL El viento sopla cada vez más fuerte. Hay truenos en el cielos y tormentas de arena en los desiertos, no me dejaban ver el horizonte, todo está oscuro. He andado por mucho tiempo por estos lugares para encontrarlo a él. Mis ropas ya están viejas, como mi cuerpo, como mi espíritu, como mi conciencia. Mi magnetismo cada vez era más bajo y eso me dejaba fuera de la dimensión. Ya no sé si soy un monstruo o un muerto caminante. A nadie le importa eso, no hay nadie más. Mi corazón se paralizó al igual que el de toda la humanidad de este lugar. Yo fui uno de los que estuvo frente al Dios supremo, humillado ante su famosa creación y también lloré porque me di cuenta de todo el mal que ha traído a este lugar así como el mal que había traído a los otros lugares en los otros tiempos y en los otros mundos.

Por: Marcelo Díaz Soto, Chile.

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EL HOMICIDIO DE LA NOVIA Era una noche lluviosa y sinceramente reflejada en indecencia. Así todo comenzó, sin ninguna poesía, mientras el prometido de la novia, percibió algún hedor de sangre, cerca al pasillo de espantos, que llevaba al cuarto nupcial de su linda enamorada. Para esta ocasión, el hombre iba hacia donde su prometida otra vez. Pero de pronto él se detuvo. Descifró unas bajas conmociones de tragedia sobre su perturbada alma. Obviamente las presintió con repulsión, un segundo antes de abrir la puerta principal del cuarto silencioso. Enseguida se detuvo tras una sola acción de impresión precipitada. Además, allí se comprendió con gran angustia y temor, porque sucesivamente veía la aterradora escena de delirio, arribando a su juventud del presente desgraciado. Y aparte de esta rara intuición, comprendió extrañamente encausado el lóbrego instante, proveniente del más allá.

Ahí mismo pensó con profundidad en sus actos contrariados. No sabía si proseguir claramente hacia el otro lado del umbral. Tampoco estaba seguro de sus otros movimientos indeseados. El delirio comenzó por controlar sus profusas impresiones. Luego de haber cavilado muchas probabilidades, decidió ingresar al cuarto umbrío de sus viejos pesares. Lo hizo trémulamente y bajo el temor de la duda. Entró, eso sí, con algo de supuesta resolución hasta ese preciso momento en el que descubrió el cuerpo de su novia tirado sobre el tapete blanco que les habían regalado hace apenas unas horas. Ella estaba desnuda y recostada boca arriba mientras tanto, mirando sola hacia un lado de la puerta. Estaba bañada de la sangre de sus senos y sus brazos desparramados.

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El prometido, tras dicho sobresalto presenciado hace poco en sus muchos sentidos escabrosos, comenzó entonces a sentir el siniestro pánico de su desorientación nerviosa sobre todo su cuerpo delgado. Al mismo tiempo, esta desgracia lo fue perturbando hondamente en su raciocinio trastocado. Así que para renunciar a su difusa realidad decidió mirar cerca la figura aciaga de su prometida. Aún quería tenerla viva tras su debido momento derrotado. Procuró, por tanto, la acción de observarla con algo de ansiedad y recelo en su interior perturbado. Ella tenía ya varias cuchilladas en el abdomen y en la cintura. Eran profundas y antagónicas,

las heridas. Y la sangre aún fluía lentamente desde las aberturas. Luego, este mismo hombre, se acercó cuidadosamente hacia al decaído dibujo del rostro femenino. Se veía totalmente pálido y frío en su triste aliento. Asimismo, alcanzaba por comprenderse, por su piel blanquecina exageradamente cadavérica, la cual iba marchitándose poco a poco que su muerte era un hecho. Por lo demás, fue cierta la confusión de su existencia para este inestable esposo.

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Fuera de esto, hubo para su conciencia otro raro entendimiento cuyo desequilibrio fue mostrándose paradójicamente diáfano al real lado lógico de las cosas. Sucedió entre otro recurrir del instante. Precisamente cuando descubrió a su enamorada realmente muerta. Ella, junto a sus brazos velludos. Pero su memoria guardaba una última tentativa por saberla viva. El hombre quiso acercar su oído derecho al lado del corazón del cadáver. Lo hizo para saber si aún latía su estremecimiento sublime de la vida. Igual, no pasó nada de lo que ansiaba esperar milagrosamente. Entonces, fue claro el resto de todas las verdades. No hubo señales del más remoto renacer en esta mujer. Nada podía salvarla ya de su hondo abismo aciago. Solamente había un cuerpo muerto y sin su espíritu. Además, hacía rato que había cesado el palpitar de su corazón reverenciado. El prometido, consciente ya de esta muerte, fue ahora y se juntó un lapso más con su ternura de mujer. La tomó entre sus manos, tras un siniestro acto desbocado. Soltó enseguida un disparatado grito desgarrador, voraz. Fue un largo alarido como de pugna desbordada. El prometido no pensó igualmente en este mísero crimen, mal fraguado por el momento del dolor. Tan sólo presintió la ausencia de los siguientes días sin su linda prometida.Luego, salió otros gemidos ahogados de terrible sufrimiento cuyos estruendos fueron

esbozando el dolor con su oscuridad. Los fragosos lamentos mientras tanto chocaron contra las paredes azul claro, teñidas a la vez de sangre escarlata. Pero fue claro el resto. Al cabo de algunos segundos, cesaron estos gritos lentamente. Ellos se fueron apagando extrañamente mientras este mismo hombre se levantaba del suelo enlozado en coloraciones grises.

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Un momento después, volvió a su memoria la recreación fantástica del posible acto criminal. Entendía con su lógica de ajedrecista que no era un suicidio. Eso era obvio. No había dudas sobre este presentimiento. A primera vista, se comprendía como otro homicidio más de los tantos vistos. Así lo descifraba este prometido. Pero aquí había un misterio por resolver en su cabeza. Eran escasas sus sospechas sobre quién había sido el asesino de su hermosa novia. Lo pensó por varios segundos. Se paseó por el cuarto lentamente. Esquivó el espejo enterizo del rincón. Siguió caminado por entre la noche desamparada. Miró posibles amistades cercanas. Igual, no dedujo al asesino. Se llenó de ira entonces y ya con algo de inconsciencia en sus pensamientos; decidió recoger el cadáver marchito de la muchacha. Lo hizo rápidamente y sin recelo. La tomó entre su pecho juvenil y luego la

dejó con soberana delicadeza en el lecho de tendidos violetas. En estos segundos vertiginosos, sacaba ya una manta de coloraciones plateadas, estaba muy bien acomodada en el closet de al lado. Ya pues tras otro acto angustioso, pasó por extender esta misma sábana; sobre el cuerpo de dicha mujer, quien no era suya profundamente, solo era suya superficialmente. La miró una vez más. Sólo dejó el rostro de su violinista descubierto. Quiso verla así otra vez y así lo hizo bajo la extraña luz dorada de la luna, una extraña luz filtrándose de a poco por entre los ventanales del cuarto nupcial. Luego, quiso besarla en sus labios de aromas románticos. Así que abrazó sus labios a los de ella en hondos emociones nobles. La siguió besando ansiosamente en la boca y por fin despidió sus caricias antiguas, entre otras caricias nuevas, mientras seguía decayendo la noche pálida en la ciudad musical. www.revistasapo.com 26


Su alma de hombre arrogante, algo desvariado, algo lejano, entretanto, fue dejando caer algunas lágrimas de dolor hacia los párpados de la violinista. Y al rato, un beso más en sus labios, quizá el último para sus versos persistidos, avivados tiernamente, cuya resistida pasión se fue ideando ansiada, algo procurada en una sola locura precipitada. Esta vez no quería perderla. Además, no la quería lejos de su presencia. Así que ahora decidía abrazarla en profusas armonías hasta el mismo instante en que decidió apartar estos labios ajenos de los suyos propiamente. Tuvo que apartar el cadáver misteriosamente de su proximidad, igual fue extraño, pero fue así. Hubo de separar este cuerpo con exagerada furia de sí mismo. Lo realizó sin misericordia alguna en su alma, según su criterio, porque esta desgraciada escena, había de mostrarse contrapuesta para su abstracción interpretativa Además de eso, estaba su crisis demencial por el dolor pasional, cuya realidad volvía desde los pensamientos pasados al tiempo presente de las cosas y los hechos.

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El prometido, por tanto, apartó su vista del cadáver a la vez que se fue alejando con resuelta ironía de la habitación tétrica donde se encontraba entre sus vagas nociones de locura. Luego, se fue desapareciendo rápido de este lugar mortuorio y mal sabido. Cruzó asimismo el pasillo por el cual había entrado hace apenas un corto lapso. Caminó lentamente por entre la noche de este paraje vergonzoso, todo en su silencio de culpa, hasta cuando hubo de acostarse en una de las sillas rojas que había en el salón del enfrente. Cuando estuvo dispuesto, y bien lúcido, entre la sangre fría de su suciedad, quiso acariciar por fin el puñal homicida que llevaba consigo en el bolsillo izquierdo de su traje oscuro. El mismo traje, que siempre tuvo bien puesto para la boda, hace unas escasas horas. Hacia el final, ya como parte obvia, terminó extrayendo la daga plateada del pantalón negro, lo hizo trémulamente, luego, este único puñal entre sus dedos otra vez, recubierto con la sangre de su prometida.

Por: Rusvelt Nivia Castellanos, Colombia www.revistasapo.com

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TUCU Y MARTÍN Una pareja de Martín pescador duerme plácidamente en su madriguera. Martina acurrucada abarca la gran mayoría del espacio, mientras Martín hacinado y con las plumas al aire, ni roncar podía el pobre, cuando un ruido interrumpe su incómodo sueño… —Tucu- crrr …tucu-crrr Martina medio dormida le dijo: —Alcedo, ¿qué es eso? —Duerme mujer, que yo voy. —Tucu-crr… Tucu-crrr. Ahora Martina ya despabilada. —Ave María purísima, ¡el Tue-tue! Del susto se le llegaron a parar las plumas

de la cabeza, que había logrado bajar la noche anterior, mientras se peinaba con gel. En eso, Martín se levanta y pisa un objeto resbaloso que lo hizo ir a dar directo al río. No sirvieron de nada las advertencias de Martina, “Alce, cuidado con el geeeeeeel!”. Con las patas ya en el agua, Martín buscó de dónde provenía ese sonido tan extraño: “¿Tendrá razón esta mujer y será el Tue-tue?”. Entre los Mañíos, una extraña sombra.

Foto de Sebastián Saiter www.revistasapo.com 29


—¿Quién eres? —preguntó. —Tucu-crrrr. —Sí, sé que haces ese sonido, pero quién eres. Tucúquere giró su cabeza y Martín vio la sombra. —¡Batman! —exclamó Martín. Tucúquere extendió sus alas y se acercó a Martín. —Soy Tucúquere (mirándolo a los ojos). —¡Vaya sí que tienes insomnio! Yo también duermo mal en las noches. —Sigo un Oligoryzomys. —¿Oligory qué? —Ratón colilarga. De pronto se escuchan los gritos de Martina. —¡¡¡¡Alcedooooo!!!! Hay un ratón en nuestra casa y moriremos de Hanta. Según lo que Tucúquere le explicó a Martín, venía siguiendo al colilarga. Cruzó casi todo el bosque y claro, había aprovechado la oportunidad para escabullirse y esconderse en la madriguera. —Tengo una idea —le dijo Martín—. Quédate afuera de mi madriguera. Entonces yo lo sacaré a picotazo limpio y ahí es todo tuyo. —Tucu-crrr, ¡excelente! Tucu-crrr, ¡perfecto! Cuando Martín se devolvió a su

madriguera, entre los gritos de Martina, los huracanados movimientos y polvareda, salió el Olygoryzomis hiperbólicamente asustado, con taquicardia y una sustancia medio pegajosa en las patas. Con los picotazos de Martín y Martina, ya venía medio aturdido pero como la adrenalina colabora en el valor, de igual manera, salió arrancando entre medio de las ramas, donde Tucúquere lo alcanzó de un vuelo y se lo llevó. —Muchas gracias, amigo Martín, tucucrr, ¡te debo una!

Por: LAC, Chile. www.revistasapo.com 30


OTROS TIEMPOS El coronel, que vivía en una gran desilusión, aunque herméticamente enmascarada de fe, no tuvo por años quien le escribiera nada y recibía cuchillas de locura cada vez que veía el óxido helado de su buzón vacío. Sin embargo, llegó el capitalismo a la isla y lo hartó de toda clase de ofertas novedosas y trabajos temporales. En ese correo, fue precisamente también que descubrió eBay, por donde al fin se animó a vender su gallo. Hoy vive más desilusionado que nunca y se levanta sin esperar nada. Ahora sí se le nota. Por: JC Pozo, México. www.revistasapo.com 31


EN EL COLE Capítulo 04, Seleven FERNANDO: La vieja del kiosco me compró 2 por piso y son 17 pisos a luca el número de rifa números y me dio la papita. son… 6 por 10 son 60, o sea, sesenta lucas más siete por seis son… ¿cuánto es 6 por 7? HARRISON: Güena. Puta, a mí no me han Eh... comprado naa, ya ¿Y qué te dijo? HARRISON: 42. FERNANDO: Que fuéramos a vender números a los edificios de acá a la vuelta, donde ella va FERNANDO: Ehh 42 más 60 son como cien… a dejar el diario. Me dio hasta el nombre del conserje. HARRISON: son 102… HARRISON: Güena idea, perro. Subimos al FERNANDO: Puta es que odio las último piso y vamos bajando departamento matemáticas… 102 luquitas y la mitad de 102 por departamento. lucas son como cincuenta y algo… FERNANDO: A ver, si son 6 departamentos HARRISON: Son 51. www.revistasapo.com 32


FERNANDO: La calculadora humana. Ya hueón, tenemos que hacer los cinco edificios pa’ forrarnos. HARRISON: Sí, pero quizás no todos los departamentos nos compren. FERNANDO: ¡Puta, el hueón pesimista! Por gente como vos, el país anda como el pico. Ya, vamos a trabajar mejor.

En el edificio 1, conserjería. FERNANDO: Hola, somos amigos de la señora Nuri del kiosco y nos dijo que viniéramos a hablar con usted para que nos deje vender números de rifa acá en el edificio. CONSERJE: ¡Ah, de la Nurita! Sí, pasen no más chiquillos y ¿qué hay de premio? HARRISON: Ehh, Un auto cero kilómetro… FERNANDO: Un viaje al caribe con todo pagado incluyendo tragos, con habitación con vista al mar, un año de gimnasio gratis, un Smart tv de 78 pulgadas y mucho más… ¿Cómo se vería con un Smart tv acá en vez de esa tele chica en blanco y negro que tiene ahí? Ah? Ah?

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CONSERJE: Chuta sería güeno. Oye, ¿el viaje CONSERJE: Ya le tengo fe, aparte que pa’ donde es? necesito unas merecidas vacaciones ¿y por luquita? Si ya todo sale de cinco lucas HARRISON: ¡Al caribe! pa’rriba. CONSERJE: Que buena, yo siempre he FERNANDO: Si, po. Ya, elija un número del 1 querido ir para allá. al 100. FERNANDO: Sí po, imagínese usted con CONSERJE: El 33, el número de la suerte. su polola en medio de palmeras, aguas cristalinas, arenas blancas, bikinis. FERNANDO: Ah, sí, ¡po! Ya, ¿y su nombre y teléfono? CONSERJE: No, po, voy solo. ¡Qué voy a andar llevando a la polola, allá me busco una. CONSERJE: Jorge Carrasco y póngale la ¿Cómo no caerá una turista? dirección de acá no ma. FERNANDO: ¡Ya estamos! FERNANDO: Sí, po, toda la razón. Ya, ¡a luca el número! HARRISON: Don Jorge y, ¿me quiere comprar un número a mí? www.revistasapo.com

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CONSERJE: Chita, es que tengo luquita no ma. Pero suban a vender a los departamentos. Acá la gente es muy buena onda. FERNANDO: Ya, gracias don Jorge, piense en el premio, así lo atrae. Viaje, viaje, viaje. Así funciona el poder mental: viaje, viaje, bikini, viaje… En el estacionamiento del edificio, después de un rato de haber vendido rifas falsas en los departamentos. HARRISON: Loco, es la papa, llevo 27 rifas vendidas. FERNANDO: Yo cincuenta y dos, las viejas caen al tiro. La técnica es poner los ojos del gato con botas. HARRISON: Ya vámonos que se hace tarde y hay que estudiar para la prueba de mañana. FERNANDO: Ya, tranqui, uhhh cacha. HARRISON: La media mina. FERNANDO: Levanta la raja, vamos.

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Los chicos se levantan y se dirigen donde FERNANDO: Cállate, hueón, que nos va a una mujer muy guapa que saca unas bolsas escuchar. del maletero del auto. MUJER: Ya, chao. Sorry, niños es que estaba FERNANDO: Hola, somos del cole y estamos esperando esa llamada. ¡Uy, estoy feliz! vendiendo números de rifa para ayudar a los niños pobres. FERNANDO: Bacán y ¿se puede saber? MUJER: Hola, ¡ah! que entrete. Espera que me HARRISON: No seay patudo. está sonando el celular. ¿Aló? FERNANDO: Oh, verdad, sorry. HARRISON: Hueón la media mina. MUJER: No pasa nada, es que me dieron la FERNANDO: ¡Mmm, me la comería entera! pega. Así que feliz. Ya. ¿Qué me decían de una rifa? HARRISON: Cacha, cacha. FERNANDO: Ah, sipo. Es que estamos FERNANDO: Hueón, se le ven, se le ven. vendiendo números de rifa del cole para ayudar a los niños pobres. HARRISON: Se le ven todas las tetas.

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MUJER: Ah, que piola. Me gusta que los HARRISON: No me saco de la cabeza esas colegios ayuden a la gente pobre pero no tetas. Cero posibilidad de estudiar para la tengo ni uno acá. Si me ayudan a subir las prueba. bolsas les compro una arriba. FERNANDO: La tengo. FERNANDO: Eh, eh, ya po. Ayudá, po, ¡amermelao! HARRISON: ¿Qué? ¿Qué tení, la prueba? Después de un rato, camino a casa…

FERNANDO: Cinco luquitas perro, cinco luquitas.

HARRISON: Puta, la mina rica hueón y simpática. HARRISON: Yapo, Feña, ¡pásala po! FERNANDO: Sí la cagó, hoy me echaré unas FERNANDO: Perro negocios son negocios. diez pajas a su nombre. HARRISON: Yapo, ¡hueón! HARRISON: Sí, hueón. Puta, no voy a poder estudiar pensando en las tetas cuando se FERNANDO: ¡Suelta cinco lucas no ma! agachó. FERNANDO: Sí, se le ven, se le ven, ¡jaja! Digna de una paja.

Por: Marcelo Díaz, Chile. www.revistasapo.com

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LOS DINOSAURIOS DE DIOS los dinosaurios del edén -con su calma de saurópodos- rumian lentamente el tiempo. miran, sin poner atención, la belleza del paraíso. con su actitud sosegada cuestionan la idea de dios, mientras pastan en silencio. los dinosaurios del edén son criaturas apacibles y sueñan con un humano para comprender la creación de dios. Por: Armando Rivera, Guatemala. www.revistasapo.com 38


EL DUELO En el oeste de los tiempos, se encontraron en una avenida desierta tres pistoleros El Presente, que había viajado por el tiempo dos días al pasado; el Pasado, que también había viajado por el tiempo dos días al futuro; y el Futuro que había retrocedido varios días. El Futuro había llegado de procedencia incierta a través de una máquina del tiempo al igual que los otros dos mal encarados vaqueros. Apegados a su naturaleza beligerante producto de su humanidad, los tres jinetes del tiempo se retaron a un duelo. En la avenida, decidieron posicionarse en forma de triángulo equilátero y cada quien usaría dos pistolas, una en cada mano, para tratar de contrarrestar los embates de los otros dos. Antes de los diez pasos de rigor y cuando aún se encontraban frente a frente, se detuvieron un segundo a meditar. Si el Futuro

era el vencedor, pues al mismo tiempo se moriría él también. En caso que el Pasado ganara, se harían polvo inmediatamente los otros dos. El Presente era el único que tenía esperanzas de vivir, aunque le quedarían acaso pocos días, eso era el tremendo albur que tendría que correr. Decidieron, por lo pronto, mejor no jugarle al destino y abordaron una misma máquina los tres, no sin antes haberse asegurado de la destrucción de las otras dos. En el viaje, la máquina que eligieron sufrió una avería irreparable y aterrizaron de manera forzada en un futuro muy lejano. Ahí, rápidamente y sin pensarlo, los tres sacaron sus armas y, al unísono, se pegaron un tiro en la sien.

Por: JC Pozo, México. www.revistasapo.com 39


SER EN POTENCIA Despertó, sintiéndose doble en su cama. Su mismo olor. Despertó y descubrió su imposibilidad de ser madre.

Por: Danthe Thenad, Costa Rica. berrinchesdedanthe.tumblr.com

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SEA LA MUJER Capítulo 01. Hay personas que piensan que la mujer vive siendo víctima, que no se conforma con lo que vive y siempre utiliza su naturaleza de ser mujer para autoflagelarse y que todo es doloroso, triste, que todo lo malo les ocurre a ellas, que todos la desprecian y que por eso son lloronas y débiles... yo no creo que eso sea siempre así... Ju tampoco. Soy Ju, vivo con mis padres, soy la menor, y desde que tengo uso de razón he conocido un padre borracho, golpeador y desinteresado. Recuerdo cómo veía sufrir a mi mamá... despeinada, sucia y abandonada... no quería que fuese mi madre así, me apenaba,

encontraba muchas cosas injustas... Cuando entré a la pre básica, un informe del Kinder decía que yo no hablé a la tía durante todo el período escolar; tal vez para no molestarla, ni siquiera le preguntaba si podía ir al baño, me aguantaba hasta el recreo... a mi mamá le dijeron que debía llevarme al psicólogo. “Sentí mucho odio por mi padre, sentí mucho odio de su espermio, me daba asco pensar que venía de parte de él... hubo noches en que los escuchaba juntos y deseaba arrancar... el sexo me producía asco...

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Mi madre estaba incondicional, por siempre para él y yo no entendía. También odié el matrimonio, dije que jamás me iba a casar, pero también dije que quería ser mamá, deseaba tener una hija. Vivir con odio a los 13 años, es tan dañino, vivir en un infierno constante, es suficiente para tomar muchas decisiones... “por suerte” me hablaron de Dios; mi abuela materna siempre me habló de Dios... mi madre también, pero habían muchas cosas que no me encajaban, y a veces era rebelde, otras pedía perdón... ¿Por qué Dios si me amaba me tenía viviendo en un infierno? Habían veces que me llegaba el período y no tenía toallas higiénicas, no porque fuésemos pobres, sino porque mi padre no le daba más dinero a mi mamá; y en esas situaciones mi mamá debía hacer malabares, conseguirse o pedir fiado (la primera vez tuve que colocarme un género envuelto e ir así al colegio). Pasaba lo mismo con el desodorante, sostenes, ropa, etc. Tampoco usábamos papel higiénico, eso era un lujo, había que ocupar periódico. Mi madre, tal vez, para desahogarse, me contaba su vida... eran cosas que yo no debía saber... mi padre la violó y la dejó embarazada; yo no entendía por qué se había casado, ella me decía que lo amaba y que por otro lado mi abuela le dijo que no podía quedarse sin casar.

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Dios sí existía, pero yo no lo quería tener cerca de mí en ese momento, necesitaba vivir “mi vida”, no quería perdonar, no quería querer, no quería la vida que tenía, no quería mi casa, mi familia... no quería nada. Y “por suerte” la idea del suicidio nunca la concreté... aunque deseaba morir, siempre. Y llegó un momento que me pregunté: ¿Por qué la mujer vive todo esto? ¿Por qué Dios como que no ama a las mujeres? ¿Por qué tanta maldición?

Mi madre no tuvo papá, cuando le preguntaba a mi abuela por él, ella le decía: “tu padre fue un desgraciado” Y mi madre siempre se preguntaba ¿Dónde está mi papá?
¿Quién será mi papá? ... En el colegio le decían “guacha”

Por: Lidia A. Corona, Chile.

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BAJOSFONDOS Averiguar mi esencia podría confundirte. A veces, soy esa chica depresiva que no se levanta de su cama en dos días seguidos. Otras, camino sin rumbo en un ataque de curiosidad por la vida. Otras más, estoy tan feliz que parezco boba, con mi sonrisa idiota aunque la más honesta que hallarás por aquí. Ese día, te puedo decir que me conociste en una faceta de tristeza profunda. Una que no había experimentado.

humana ni de las emociones. Son como los colores, tienen sus matices. Más oscuros o tenues. O como la música, sonando en compases lentos o veloces, llenos de silencios con pausas. Quizá fue la faceta más extraña, la que pensaba iba a asustar a todo el mundo. Cuando iba sin rumbo y solo atravesaba los días tratando de construir una nueva normalidad, una cotidianidad que quería me devorase para eliminar todo eso que dolía extraordinariamente.

Antes, pensaba que solo se podía estar triste o alegre; no entendía la complejidad www.revistasapo.com 48


Por aquella época, simplemente deseaba estar sola y confrontarlo por mí misma. Recuerdo lo detestable de las personas reprochándose sus errores en público, en voz alta, al asistir a una simple reunión de amigos. No quería eso. Un amigo me había dicho que la basura se tira donde corresponde, no en aquellos que mínimamente te importan. Coincidí. Solo empaqué mis cosas, las más vitales. Al final, supe que habían sido demasiadas. Por algún lado debía iniciar, tratar de reiniciar, darle formato a toda mi cabeza. Creo que tardé un año en sanarme sin nada de cosas religiosas o terapias. Fue un encuentro valiente conmigo misma. Justo así estaba ese día que nos presentaron los que eran más tus amigos que los míos. Tuvo que ser en esa época, cuando con otros ojos conocí a nuevas personas y reconocí a otras tantas que me parecía conocerlas profundamente. Entendí, somos incomprensibles. De manera similar, vi cómo esa inédita mezcla de personalidades, casi únicas, daban forma a relaciones muy únicas. Quisiera pensar que eso sucedió entre nosotros, pero como algo afortunado.

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En resumen, todo, casi todo, ocurrió en un año. Las decepciones, los descubrimientos, las soledades y compañías, los encuentros casuales y aventuras extrañas. Lo más oscuro que no creo volver a visitar jamás. Los bajosfondos que nos desnudan. Todo lo que, en realidad, debió ocurrirme en mis años anteriores, me hizo ver la vida distinta ese año. En los últimos meses, las tormentas suelen ser más frías. Ya no me afectan. Renuncio constante a una idea y mejor dejo fluir la siguiente. Siento tu mano tomar la mía con fuerza. Hay que dejar pasar el calendario de los días sin esperar ni siquiera la muerte. Tengo la suerte de permanecer libre como esa ave que revolotea siempre junto a tu ventana. Eso, si me preguntas quien soy. Por fortuna, nunca lo hiciste.

Por: Nadia Galaviz, México.

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CIELO ARAÑADO Berta y Claudia se agarraron a puñaladas en los mezquitales de La Troje. Dicen que por aquellos rumbos, cuando se acerca la noche, se escuchan los gritos de las dos mujeres. Santos Valdés tenía cuatro buenas parcelas, cinco puercos y unas diez gallinas. También andaba en la política, desde chiquillo supo hacerse de dinero; sentía que las podía todas. Santos Valdés se casó con Claudia, ella era de armas tomar, era una mujer brava. Traía bajo las enaguas un puñal.

Los de La Troje dicen que a los quince años, el padre de la Claudia la desvirgó, eso la hizo fuerte y canija con los hombres. También andaba metida en la política, convenciendo a la gente para que votaran por tal o cuál. Por aquellos tiempos, Santos Valdés compró abono traído desde el norte y se lo vendió a los ejidatarios al doble del precio. Se hizo de fama y de dinero. Pronto fue la admiración de las chamacas del pueblo. Valdés portaba un cinto pitiado, caro, con el que sostenía su panza. Era bigotón, pero con cara de niño. Tenía una camionetona.

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Berta era rama de otro pirul, ella bajaba la cabeza al caminar. Hablaba poco. Hacía todo lo posible para que nadie la viera. Sin embargo, cuando sonreía, todos y todas volteaban a mirarle los labios y los ojos. Santos Valdés no la conocía porque Berta acababa de llegar de otro pueblo. Fue hasta después, que todos los amigos de Santos Valdés hablaban de Berta, la nueva en el pueblo. Un día de aguaceros, aguaceros de esos bravos, Santos vio a una mujer que trabajosamente caminaba entre el lodo y las piedras lizas de las calles de La Troje. Paró su camionetona y pidió que subiera. Era Berta. Varios ojos divisaron el acto y el rumor corrió en el pueblo: Berta anda paseándose en la camioneta de Santos Valdés.

Si una cosa tenía Claudia era orgullo. Claudia tenía los ojos grandes, encendidos como fogatas. Carácter frío como los aguaceros de La Troje. A veces en el mercado, a veces en la calle, Claudia y Berta chocaban miradas. Ni Claudia, ni nadie, ni nosotros, nos imaginamos que la propia Berta, en un atardecer, la siguió hasta los mezquitales. Berta iba preparada, iba con el puñal que recién había comprado en el mercado. No se supo bien lo que se dijeron. Quién sabe quién empezaría. La gente del pueblo no quiere tocar el tema. Yo me enteré por lo que me cuentan. La cosa fue que encontraron los cuerpos de Claudia y Berta, cada una con un puñal en la mano, que ni muertas soltaron. Por: Atxuri Zúñiga, México. www.revistasapo.com 52


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:) Nadie sabe de dónde vino, ni quién lo creó… sale la sonrisa y todo se borra, eso es lo último que ves… Hoy no hay agua potable, no hay luz eléctrica… no hay registros. El 24 de noviembre el virus llegó para destruirlo todo, fue un ataque global simultáneo. Éste ciberataque terrorista eliminó toda información de cualquier dispositivo electrónico y electromecánico que se conectara a la Web o que tuviera alguna conexión a alguna red del ciberespacio. Todas las máquinas electrónicas dejaron de funcionar, computadoras, servidores, teléfonos, softwares. Todos ellos dejaron de funcionar. Las industrias, las comunicaciones, las hidroeléctricas, todo paró su funcionamiento, sus computadoras estaban reseteadas y no podían volver a funcionar porque no había

registro de nada, ni siquiera se les podía instalar softwares porque el ataque fue a la raíz de todo sistema. Hace unos años, hubo un ciberataque en el cual se encriptaba la información y los ciberpiratas podían desencriptar la información a través de un cobro, pero esta vez, no hay nada, todo esta eliminado. El World Wide Web ha sido atacado, todo el sistema de hipertextos, documentación digital ha sido eliminado vía internet. Todo tipo de software, archivos, base de datos, videos, bibliotecas, datos financieros, historiales, registros, todo ha sido eliminado, todo ha vuelto a cero. Ni siquiera el mejor antivirus, ni la Cybersecurity de los países más tecnológicos lo pudieron detectar. Esta vez, no hay nada encriptado, el virus lo borró todo.

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:) Nadie sabe quién está detrás de todo esto, a todos les afecta, todo se ha apagado. No hay comunicación, no hay televisión ni radios, todo ha sido borrado. Hemos vuelto a cero. Algunos dicen que fue un atentado terrorista de ISIS, también algunos conspiradores dicen que se trata de una estrategia de los gobiernos manejada por

haber tenido una deuda de por vida y todo eso ya no existe. Es un colapso económico. Todo registro fue borrado, ya no queda nada. Tu nombre, tus pertenencias, todo tus registros, todo ha sido eliminado, sólo quedan tus propios recuerdos que están alojados en tu mente.

la elite mundial, otros más creativos dicen que fue una intervención alienígena, nadie lo sabe, sea quien sea, ya está todo borrado. Todas las cuentas bancarias se eliminaron, podrías haber sido un multimillonario o

Ya no puedes comprobar que eres la persona que eres, o demostrar que tus pertenencias realmente te pertenecen, no hay registro, no hay nada. Y la guerra civil comienza.

Por: Marcelo Díaz, Chile.

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LA COLA ELÉCTRICA DEL GATO PARLANTE Modesto era un gato que deambulaba normalmente por un barrio muy tranquilo, lleno de viejitos, gente retirada, que se aburrían bastante en su diario vivir. Siempre que Modesto entraba a una de las casas, lo celebraban, jugaban con él y, cuando lo dejaban de agasajar, se iba al siguiente hogar. A Modesto nunca le faltó comida ni agua. Era la estrella del barrio y todos querían jugar con él. Un día un abuelito falleció y su casa quedó desocupada. A la semana siguiente, una señora mayor que casi ni veía se mudó ahí. Todos los vecinos le dieron la bienvenida, le llevaron de regalo una buena radio porque la señora no podía ver televisión ya que su capacidad visual era muy disminuida. Pasaba sus días sentada en el antejardín, escuchando los rumores del barrio. Ella siempre estaba atenta. Sus hijos le traían comida muy rica a diario, y Modesto estaba muy al tanto. El gato comenzó a planear una forma de presentarse con la abuelita, ya que como veía muy poco, no se encantaría con el precioso pelaje y lindos ojos del gato. Modesto armó un maquiavélico plan para tener acceso a la rica comida. Esperaría que la señora estuviera sentada en el antejardín escuchando a las vecinas cuchichear y el haría su desfile frente a ellas, para que así comentaran su hermosura y luego iría donde la poco vidente.

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El plan funcionó a la perfección. Aunque, poco después, Modesto se arrepentiría de por vida. El gato comenzó a ir una y otra vez a la casa de la viejita, que le daba comida y jugaba con él. Modesto saltaba, jugaba, hasta se metía entre medio de la madeja, tal como lo haría cualquier gato feliz. Ella se enojaba un poquito pero era tanto su amor por Modesto que nunca le dijo nada. Un día, la dadivosa anciana decidió poner música para ver si Modesto era capaz de bailar esas lindas canciones que ella escuchaba cuando joven. Se acercó a la radio y comenzó a buscar el cable para enchufarlo. Modesto, curioso, se aproximó también. La mujer le tomó la cola y la metió al enchufe. Como era una casa antigua no se cortó la corriente, y el gato se comenzó a electrocutar. Estaba tieso, con los ojos salidos, tiritando como loco, y le salían ruidos guturales de

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gato por la boca. La anciana pensó que era la música de sus nietos y la comenzó a bailar. El gato seguía vivo aunque no me explico cómo. La mujer gozaba tanto con su nueva música que nunca la desenchufaba. Se sentía joven, moderna, y estaba ansiosa por la visitaran sus nietos para así mostrarles que ella ahora estaba a su mismo nivel. Estaba triste porque pensó que Modesto no disfrutaba de la música y por eso no había vuelto más. La mujer falleció de pena cuando se dio cuenta que sus nietos nunca vendrían. El gato Modesto soñaba con que llegara alguien a salvarlo de su agonía, cosa que nunca sucedió. Modesto se mantuvo vivo por un largo tiempo, unos dos años, su corazón seguía funcionando gracias a la electricidad, y, aunque se había quemado casi por completo, nunca dejó de latir. Por: Carlos Otondo., Chile.

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FÚTBOL ERA EL DE ANTES Para 1940 el vivir en Monte Maíz, provincia de Córdoba, significaba que por lo menos te ibas a enfrentar con algunas situaciones irrisorias. Bueno… irrisorias viéndolas desde el 2017, pero normales para aquellos tiempos como por ejemplo tener que ingeniártelas para jugar al fútbol ya que las pelotas de cuero número 5 no estaban al alcance de cualquiera. No estaban al alcance de nadie.

del mundo, podríamos pensar, pero los muchachos de antaño se divertían como locos con tal rudimentario artefacto. En otros casos, los más sofisticados me atrevería a acotar, inflar una vejiga de chancho y usarla como balón. El uso de tamaño pelota no estaba exento de dificultades, por ejemplo: como la atadura quedaba por fuera, seguir o tratar de adivinar la trayectoria de la pelota mientras rodaba era imposible.

En aquellos días era muy común hacerlas con medias rellenas de papel y trapos o bolsas rellenas. Lo más incómodo www.revistasapo.com 57


Podías darle un tremendo patadón al aire cuando, en el último pique, el nudo daba contra el piso y la hacía cambiar abruptamente de dirección como si la hubiese pateado el hombre invisible. En muchos casos, ese desconcertante movimiento era el causante de serias dolencias o traumas óseos y musculares. El partido de fútbol que iban a jugar los peones del campo que pertenecía a unos ingleses en Monte Maíz, tuvo todos los condimentos necesarios como para saber de antemano que no iba a terminar bien. La improvisada cancha la delimitaron entre el potrero y el galpón (llamémosle así) de ordeñe. Los arcos eran unas ramas clavadas en el pasto, y como eran siete los jugadores, después de elegir por pan, queso, pan… dejaron que el séptimo eligiera para qué

equipo jugar, mientras todos rogaban que eligiera el otro equipo. La pelota la habían fabricado Pedro Lanza y Pierino con una vejiga que había quedado de la “faturación” (faena) de Albertito, el chancho de casi 300 kgs que ahora colgaba en forma de salames y bondiolas del techo del sótano. Los equipos se conformaban de la siguiente manera: Mingo, Pedro lanza, Pierino y el lastre de el Vasco, quien por esas contradicciones de la vida sobraba en cualquier equipo a la vez que a él mismo le faltaban algunos jugadores. Ellos conformaban el ala europea del encuentro y el Cordobés, el Negro y Mora, el ala nativa y carente de dignidad futbolera a los ojos del contrincante.

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El premio al equipo ganador consistía en un vino moscato, tan preciado en esos días y una suculenta polenta con queso que prepararía la madre de Pierino, junto con la eximición de limpiar el chiquero por siete días, tarea que odiaban realizar tanto unos como otros. El partido comenzó con una tenue llovizna y una amenazadora tormenta que se avecinaba. Ante el primer intento de Pedro Lanza por llegar a la valla contraria con un pique corto. El Cordobés lo abanicó con su pierna izquierda sacándole con exactitud quirúrgica y gracias a sus petrificadas uñas, la pelota y un trozo de piel de la canilla, ante lo cual Pedro Lanza lo miró como previniéndolo de la revancha. El juego prosiguió sin carecer de insultos en varios idiomas y dialectos, rengueras, músculos inflamados y hasta un ojo negro gracias al codazo que le metió Mora al Vasco, en un córner, innecesario por cierto, tanto el

codazo como el Vasco ya que este último, no sabía ni por dónde venía la pelota. Promediando el partido iban cinco a cinco, cuando en un centro profundo al área, Mingo y el Negro luchan por darle de lleno al balón. El afortunado, o no tanto, fue Mingo quién después de cabecear se desploma como pájaro alcanzado por un gomerazo. Es que la pelota, (la vejiga de chancho) no es impermeable y a medida que absorbía agua mientras rodaba, se iba haciendo más y más pesada hasta que se transformó en una piedra, que si por el fragor de la justa deportiva cabeceabas, pagarías sí o sí las consecuencias como Mingo. Mingo cayó inconsciente y entre el Negro, el Cordobés y Pierino, lo arrastraron unos metros fuera del campo de juego para que se recuperara o no… más bien para que no molestara.

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Ahora la cosa se había emparejado, eran tres contra tres pero el equipo “europeo” corría con desventaja, gracias al Vasco que todavía no entendía muy bien lo que tenía que hacer. Entonces, Mora estrella un tiro en el palo, “la pelota” rebotó unos metros y quedó esperando una definición. En ese momento, el grito de Pierino hace que vuelva a la realidad el Vasco y sale corriendo como loco para repeler el avance de Mora pues estaba llegando para anotar el sexto gol nativo. En su desesperación por llegar antes que Mora, el Vasco se tira y gracias a la copiosa lluvia que caía hacía ya rato, se desliza como sobre hielo para darle a la pelota o en su

defecto quebrarle la gamba a Mora. Este lo ve venir, toma recaudos y justo antes de la colisión salta con la vejiga entre los pies y el Vasco pasa como una tromba por abajo, deslizándose entre el alambrado del potrero y el suelo para terminar contra un bayo. Asustado de muerte por el impacto, patea hacia atrás dándole de lleno en la mejilla izquierda del Vasco que se le despegó del hueso y quedó colgando como cuando no sacás del todo una etiqueta de una lata de tomates. El pobre era un solo grito y sus compañeros de juego lo ayudaron a salir del potrero.

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El Negro le pegó nuevamente la mejilla, y le colocó la mano derecha (la del Vasco) haciendo presión sobre su cara y lo mandó a que lo curaran. Ahora eran tres contra dos pero no había diferencia. Aprovechando un descuido del Cordobés que miraba azorado los refucilos que blanqueaban el estadio, Pedro Lanza y Pierino hacen una pared magistral, llegan al arco y, cediéndole el honor, Pedro Lanza le pasa a Pierino la pelota que, para entonces, ya ni se podía patear debido al peso y dureza por el agua acumulada, y Pierino convierte. La pelota se va fuera de los límites del campo y cae en la inundada zanja que está al lado del camino. En un acto despojado de egoísmo y digno de un premio al jugador Fair Play del día, Pedro Lanza corre mientras le hace señas a los demás para que no se preocupen porque él la iba a buscar. Cuando se agacha para

cruzar el alambrado, con un pie en el último alambre y la mano sosteniendo el otro, cae un rayo y lo incinera en el acto dejándolo en la misma posición en que lo encontró, pero calcinado y sin vida. Los jugadores restantes comprendiendo que ya era inútil acercarse para socorrerlo y viendo también que Mingo permanecía en la misma posición en que lo habían dejado tras el mazazo de la vejiga en la cabeza, tácitamente concuerdan y ponen fin al juego, por falta de jugadores. Mientras comen la deliciosa polenta, regada con moscato. El Negro con su habitual humor pueblerino, termina abruptamente con el silencio reinante y declara: “No es un buen día para ser europeo”, mientras a Pierino solo le preocupa tener que limpiar el chiquero él solo por una semana.

Por: Joselo Marinozzi, Argentina. www.revistasapo.com 61


TU SILUETA Era una tarde de verano. Intentaba buscar mi cuaderno, pero el salón de clase estaba cerrado. Caminé una y otra vez por los pasadizos del colegio. Por una extraña razón, no encontraba a nadie que me pueda ayudar. Al entrar a la biblioteca, me pareció observar una silueta de una mujer. —Disculpe —esto parece como aquellas películas de terror, el error más grande del protagonista es acercarse a investigar. Decidí alejarme pero al darme media vuelta, me asusté al ver una alumna mirándome con una gran sonrisa. —¿Eh? —grité del susto. —Lo siento, no quise asustarte.

No la había visto antes. Tengo muchas preguntas que hacerle pero lo mejor es que me ayude a encontrar la llave maestra de los salones para irme a casa con mi cuaderno. —No te preocupés, sé que no fue tu intención. ¿Sabrás donde está la llave maestra para abrir los salones? Me he olvidado mi cuaderno. —¿Te refieres a esta llave? —me mostró la llave otra vez sonriendo. —Sí. Caminamos juntos hasta llegar a mi salón. Entré solo y al coger mi cuaderno, la puerta se cerró. Un escalofrío me paralizó. No quise mirar atrás de mí. Abrí un momento mi cuaderno. Había algo escrito.

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“¿Por qué no me preguntaste quién era? ¿Por qué no preguntaste dónde se encontraban todos? ¿Por qué no preguntaste cómo encontré la llave? ¿Por qué no miras atrás de ti?” Tantas preguntas hicieron que mis piernas temblaran de temor. Cerré los ojos. “No tengas miedo. Soy yo. ¿Acaso no me recuerdas?”. Una voz susurró muy cerca de mí. Al abrir mis ojos, me encontraba en mi habitación. Recién despertaba y tenía las mejillas húmedas. No puedo creer que la haya olvidado. Ella siempre estuvo a mi lado. Era muy misteriosa con sus apariciones y sus bromas terroríficas como aquella vez que olvidé mi cuaderno. El tiempo transcurre muy rápido. Han pasado ya más de cuatro años y casi no recuerdo su

rostro. ¿Por qué me dejaste? Lo sé… nunca te fuiste. Estás en mí. Aquel día, hubo mucha gente alrededor de la escuela. Te perdí. Quise escuchar tu voz por última vez pero solo quedó en mi mente la imagen de la ambulancia llevándote y el ruido de la sirena. Te llevó y nunca más volviste. ¿Recordarás aquel beso que nos dimos en el parque bajo el gran árbol? Aquel primer y último beso que nos dimos. Mis días transcurren bajo tu silueta delicada. Olvidé tu rostro, tu voz pero… aún estás en mis pensamientos y en mis escritos. No me dejarás. Lo sé. Solo espérame un poco más.

Por: Ren ZuTo, Perú.

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DESTELLOS DE AYER Ángel y yo nos conocimos a los 14. Recuerdo su particular sonrisa: dientes delicadamente acomodados, cual collar de auténticas perlas elaborado a mano, y enmarcando aquella obra de arte, dos labios perfectos, ni gruesos ni delgados, de un carmín envidiable para cualquier marca de labial. Una armoniosa sinfonía cuando estiraba los pómulos y emanaba de su garganta el sonido de aquella sonrisita con hoyuelos, como cabezas de una nota musical. La primera vez que hablamos, fue durante el tercer año de secundaria. Él era nuevo en la escuela y de inmediato destacó en los

torneos deportivos. Al principio me limité a mirarle de reojo desde mi butaca. Una mañana la maestra nos formó en equipos; y me tocó con él. Imaginé su caligrafía terrible y la ortografía aun peor. Pero, con gran sorpresa, descubrí una letra hermosa y pulcra. Él miró mi hoja y sin ningún pudor se atrevió a corregir la palabra “óleo”; sentí vergüenza por el acento omitido. Mi rostro se encendió cuando dijo: “qué bonita letra tienes”. Cualquier chica hubiera pensado que era el cumplido más bobo; sin embargo, para mí fue la señal de que él no era común, tal como yo creía. ¡Cupido amenazaba! www.revistasapo.com 64


Cierto domingo, lo encontré justo antes de entrar al templo: —¿A dónde vas? —me dijo. —A misa —respondí. —¿Sola? —Sí —Yo también voy para allá. Sabía que ese hábito de ir sola a misa no era normal en una adolescente, pero… ¿él? Nos sentamos en la misma banca. Lo miré de reojo, un tanto extrañada. No podía creer que un joven como él asistiera a un lugar así. Al salir, caminamos juntos durante un rato. Al principio, platicamos algunas cosas de su vida, pero luego quiso indagar sobre mi ex, comentándome que era una buena persona, que quizá merecía una segunda oportunidad. Pasaron dos o tres domingos. Siempre me acompañó. Eso me intrigaba, ¿cómo sabía que yo iría precisamente a esa misa de 12?, o

¿no lo sabía y aun así me esperaba? Un día fue directo al grano. —¿Y si salimos? —me dijo, y sonrió mientras me miraba y hacía ademanes nerviosos con sus manos. Sentí una intensa confusión, ¡semanas antes me convencía de regresar con mi ex novio!, poco a poco iba descubriendo que Ángel era una rara mezcla de benevolencia y locura. Acepté, pero le advertí que tendría que pedir permiso en casa. Fue la única vez que un pretendiente mío llamó a mi madre para obtener su permiso. Poco a poco dejé que me tomara de la mano. Por inverosímil que parezca, me invadía el miedo de que alguien le fuera con el chisme a papá, aquel señor de bigote prominente y cejas pobladas cuya voz de “mandamás” asustaría al más valiente.

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Sin embargo, una vez que nuestros dedos se entrelazaron, todo fluyó. Luego vinieron los abrazos y entendí que así es todo en la vida, que una vez que das el paso es como si ya lo supieras hacer desde siempre; esas cosas fluyen con la naturalidad propia del ser humano. Pocas veces salimos más allá de la escuela o la iglesia. Nuestro noviazgo se limitó a las divertidas pláticas entre clases, a los partidos escolares de fútbol; las canciones de Sanz en los Walkman y las tardes de tareas en su casa. Una mañana, cuando casi terminaba el ciclo escolar, Ángel me dijo que su familia se marcharía de la ciudad. Me dijo que no quería irse, que gracias a su habilidad para el básquetbol, le habían ofrecido una beca en una preparatoria privada, que la aceptaría y así podríamos permanecer juntos. Dijo que podríamos casarnos en cuanto nos graduáramos y evitar así la separación. Esa noche no pude dormir, no me imaginaba casada a esa edad y a Ángel lejos de su familia por mi culpa, ¿y si al final yo no era lo que él esperaba? ¿Y si, tal como mis padres, terminábamos separados y odiándonos eternamente? Aún recuerdo sus intentos por sostener una sonrisa desencajada y fúnebre cuando le dije que era una tontería seguir. Asintió en silencio y escondió las manos en las bolsas de su chaqueta.

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Después de mí, le conocí una o dos novias. Reconozco que sufrí con la idea de saberlo ajeno, aunque nunca lo vi relucir con ellas esa sonrisa tan suya. A pesar de sus artimañas truculentas, aún me siento privilegiada de haber sido conquistada por él. Me quiso a mí sobre todo el séquito de chicas que lo asediaban. Aunque nunca besé sus labios, lo recuerdo con cariño, sobre todo por respetar mi etapa de niña inexperta. El día de la mudanza sentí la necesidad imperiosa de escribirle una carta. Le aclaré que nunca quise romperle el corazón, que le deseaba una vida maravillosa en su nuevo hogar y firmé con mi necesidad infantil de decirle que aún lo amaba. Toqué el timbre de su casa. Al escuchar el rechinido de bisagras mi valentía se desvaneció ante la posibilidad de encontrarnos de nuevo. Era su hermano. Le entregué la carta y, sin pedir siquiera verlo, salí corriendo de ahí. Lloré durante el

trayecto de regreso, recargada en el vidrio del autobús, imaginando que Ángel leía mi carta mientras lloraba igual que yo. No volví a saber de él. Pienso a menudo en sus labios, en el deseo de probar aquella boca perfecta. Fue mejor así, porque hoy me doy el lujo de imaginar a mi antojo el sabor de su boca, la textura de sus labios y mis dedos entre sus cabellos, jugueteando. Ahora, después de tantos años, sólo tengo su recuerdo. Tenía el nombre perfecto: Ángel. Quizá es feliz, casado, lleno de hijos, con una vida plena y rebosante. Lo recuerdo algunas veces, casi siempre cuando escucho los acordes de alguna sinfonía, pienso en su sonrisa llena de perlas; entre blancas, negras, corcheas y fusas, inmersas en pentagramas musicales, a contratiempo. Cuando el saxofón toca jazz y evoca la memoria de mis adentros. Por: Emma Muñoz , México. Fractales literarios

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EL NIÑO DE ORO Retumba un tambor en los Andes; dos pequeños pies invocan a la pacha. Le han prohibido al niño de oro que baile, que cante, que dance como el diablo y enemigo furtivo de los santos pastores, esos amos del sometimiento al poder divino de la cruz. Satanás lo ha tentado, Dios también. Le han dicho al oído que gire, se mueva, invoque a los ángeles con los pies en una madrugada eterna donde los cerros, las montañas, los ríos y las acequias acompañan con su sonido al tambor invisible que resuena entre los cerros, mientras rompe el pacto y la promesa de no volver a bailar para sus ancestros y abuelos. ¡Que no me danzas carajo! Ha dicho su padre el pastor, le ha lanzado una bofetada – recuerda - cuando ha sugerido la posibilidad que Dios y el diablo puedan ser amigos y acaso perdonarse ¿No fue tirano y egoísta ese creador? ¡La mierda de la danza no la bailas nunca más! Ha dicho el padre. Le ha negado que su sangre se conecte con la tierra, la bendita esencia que lo llama ahora a lanzar gritos inesperados y movimientos prohibidos por las doctrinas y dogmas enseñados desde niño. Pero él danza ahora en la parte más lejana y aislada del pueblo (siempre cerca a los cerros), piensa en la posibilidad de creer en un Ser supremo que puede ser diablo y Dios al mismo tiempo. www.revistasapo.com

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Trasgrede sin límites el reino abstruso de su pensamiento, medita en su herejía que no sabe que es herejía y se convierte en anatema sin seguidores. Danza como el diablo con la música de los vientos; mientras viola todo pacto, le ha pedido a Dios que le dé la fuerza de Satán antes de caer en el infierno; el ímpetu de aquella vez – como le contó su taita – en que el Lucifer era ángel cantante y danzarín también (antes de la primera revuelta cósmica). Le ha pedido al dueño de la cruz redimida y a los infiernos que

le dé el calor de las hogueras que matan inocentes y el resplandor celestial en los espejos de su vestimenta, quemada para siempre en el pacto bíblico perpetuo de su familia para no bailar jamás. El niño de oro se esconde entre la madrugada, entre las veces que ha pedido caridad para llevar medicinas y posponer lo mejor posible el viaje de su padre al “Uku pacha”, al mundo aquel de fardos y momias habitantes de la infratierra. Padre, taita y el recuerdo de la promesa aquella.

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Mantente fiel hijo, ha dicho antes de morir tras meses de agonía, recuerda el libro negro de borde dorado entre tus manos, mira su cruz, conviértete en pastor y limpia a nuestra era de las garras infernales. Ha prometido, llorando, que lo hará, que el fuego quemará el resplandor de los espejos que capturaban los rayos del sol para llenar de energías los endiablados trajes de fiesta, los que al compás de las bombardas manejan a su antojo el cuerpo poseído de quien danza ahora de madrugada. La mañana se resiste a despertar, pues la tierra retiene al sol un poco más para sentir el poder humano de unos pies endiablados, que

ahora se rebelan contra todo lo enseñado a un niño de oro que baila con la fiereza de un huayco arrastrador de las piedras más grandes y los rostros más admirados de una noche invisible, a la cual el padre ya no puede regresar para castigarlo, pues los cuentos ancestrales dicen que los muertos ya no vuelven y las doctrinas cristianas sentencian la brecha infranqueable entre el aquí y el allá partido en dos reinos. Es una noche sin rencores, sin lamentos, de profanos movimientos acompañados de lágrimas. Por: H. K. Michael Ayala Alva, Perú. Fractales literarios

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HISTORIA DE FANTASMAS Sabes que vas a morir cuando te enfrentas a la incertidumbre de un paseo involuntario, un paseo que sobrepasa los límites de lo habitual. En un principio, como en las otras ocasiones, creímos que se trataba de un levantón de rutina, de esos que a fuerza de repeticiones se instituyen como parte de una manifestación. Fue durante la última visita del Presidente Sánchez Abarca a la ciudad. A pesar del sigilo con que las autoridades locales trataron el asunto, la noticia se disipó como el fuego en la pólvora. Alertado por una llamada anónima, Florentino Maza, nuestro líder, convocó a reunión extra urgente. Era una magnífica ocasión, según él, para echarle en cara al Presidente las miles de atrocidades que ha cometido en su mandato. Nos indicó la ruta que seguiríamos para llegar a Palacio de

Gobierno donde se llevaría a cabo el evento. La inminencia de un enfrentamiento era tan real como en las otras ocasiones. Nada nuevo para nosotros. —Habrá muchos granaderos —advirtió Florentino Maza—, más de los que se puedan imaginar. Nadie se atrevió a cuestionarlo. Obedecíamos sus órdenes con la sumisión de un perro amaestrado. Además, la presencia de los granaderos, enemigos naturales de nosotros, era suficiente para subsanar cualquier tipo de flaqueza. Nos formaron en hileras. Éramos, si acaso, cincuenta. El evento nos sorprendió en fin de semana (la mayoría de los nuestros habían ido a visitar a sus familias), así que no había forma de engrosar el contingente. www.revistasapo.com 71


Florentino Maza extendía su voz a través del altoparlante que habíamos robado a un policía en la manifestación del dos de octubre. Era un artefacto de poco alcance, sin embargo, el inicio de una frase solitaria era suficiente para invocar el repertorio de consignas. Dos cuadras antes de llegar a Palacio de Gobierno distinguí el resplandor de cientos de torretas alargándose por toda la avenida. Había oficiales por todas partes; decenas, cientos, quizá miles de ellos. La imponencia de su indumentaria, con sus cascos lustrosos y las macanas ansiosas por golpearnos, atizaron los recuerdos del último enfrentamiento. Aquello parecía un operativo contra el narco. Al menos lo que

debería implementar el gobierno contra ellos, los narcos. En un inicio, intimidados ante semejante ostentación de poder, detuvimos nuestra marcha, sin embargo, acostumbrados a los golpes y a los humos lacrimógenos, avanzamos con mayor determinación que al principio. La ingenuidad congénita en todo joven estudiante (y más en nosotros, normalistas), nos hizo suponer el desenlace habitual en esas circunstancias: los granaderos agarrarían a los menos precavidos y, después de una golpiza rutinaria, los soltarían con los huesos rajados en diminutas proporciones. Nos equivocamos.

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Ese día, como nunca antes, los granaderos nos superaban en número. Quizá había diez de ellos por cada uno de nosotros. En un inicio, sólo nos observaban como perros rabiosos que esperan al asecho de su presa. Florentino Maza nos arengaba como un guerrero espartano y nosotros, envalentonados por el recuerdo de la última golpiza, erosionábamos con gritos el feroz ruido que hacían las macanas al golpear contra los escudos: pam… pam… pam-pam-pam. Con el estruendo, muy a duras penas podíamos escuchar la eterna consigna que ellos utilizan para intimidar a los manifestantes: “Avanzar, avanzar y capturar… avanzar, avanzar y capturar”. Era una técnica tan rancia y obsoleta que ya no surtía efecto en ninguno de nosotros. Cualquier otro sindicato, incluso el de maestros, se habría empequeñecido ante semejante amenaza. Nosotros, en cambio, a pesar de nuestros ánimos crispados por el miedo, no dejamos de mover nuestros pies hacia adelante mientras ellos, a su vez, avanzaban a nosotros sin dejar de golpear endiabladamente sus escudos. De pronto, la mezcolanza de sus gritos y los nuestros se diluyó con el sonido inconfundible de un par de helicópteros que estremecieron el aire con el movimiento de sus aspas. Aquello parecía la antesala del infierno.

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Jamás creímos que esa misma noche lo conoceríamos, el infierno. Como sardinas enlatadas, nos embutieron en la parte posterior de dos patrullas. 25 almas por vehículo; 50 cuerpos destinados a engrosar la inmensa sepultura. El país entero es un cementerio; somos muertos caminando sobre muertos. Con el cuerpo magullado por los golpes y aplastado por los cuerpos de mis compañeros, a duras penas podía mover la punta de mis dedos. Mis pulmones se esmeraban por arrancar una partícula de aire en ese ambiente enrarecido por el aliento de la muerte. Escuché gritos, gemidos desahuciados y súplicas estériles que pretendían sobreponerse a los alaridos que nos escupían los granaderos, como si fuéramos puercos rumbo al matadero. “¡Ora

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sí, cabrones! Muy valientes, ¿no? ¿Ya se los cargó la verga; hijos de su puta madre, revoltosos!”. Después de más de una hora de viaje y de macanazos aleatorios, nos bajaron en la inmensidad de un terreno solitario. Muchos apenas y podíamos mantenernos en pie. La mayoría no eran más que bultos esparcidos sobre el suelo. Los árboles frondosos incrementaron la penumbra y acentuaron nuestros miedos. Sólo se veía la luz de las torretas flotando sobre los rostros deformes de los que aún pertenecíamos a este mundo. Florentino Maza tenía la cara tapizada por los coágulos de sangre; lo reconocí por su mano testaruda sujetando el altavoz impertinente.

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Cerré los ojos y pensé en mi madre, en los cientos de veces que me advirtió de que algo así podría ocurrir. Lloré por la inminencia de mi muerte, por la impotencia de un final tan prematuro. Lloré por el llanto de los míos, por sus lágrimas vertidas sobre un ataúd que no tendría más que el recuerdo de mi cuerpo, donde vaciarían sus plegarias por el descanso eterno de mi alma. Nunca lloré tanto como en esa ocasión; jamás lo haré de nuevo. Desde entonces, los lagrimales se me han marchitado junto al último recuerdo de esa noche. No supe qué pasó después, cómo es que logré salir de ahí, o si fui capaz de hacerlo por mis propios medios. A siete de nosotros se nos concedió el milagro de la vida. ¿Un descuido voluntario? ¿Acaso el verdugo requiere de testigos para escarmentar cualquier indicio de protesta? Nunca lo sabremos. Esta es nuestra historia, historia de fantasmas; fantasmas que incomodan; fantasmas que se revolcarán en el recuerdo de toda la Nación. Por: César Calmont, México. Fractales literarios

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EL LLANTO DEL TLACONETE La mujer se detiene, los altos pinos al borde de la carretera la hacen reaccionar, ha caminado largo rato. Las lágrimas han transformado su rostro en una paleta de pintor. A su izquierda se yergue el gran tanque cilíndrico, lo contempla. Se quita las zapatillas, y sosteniéndolas en su mano junto con el trozo de papel estrujado, avanza lenta pero decidida por la vereda. Sus sentidos explotan. A través de sus pies desnudos siente los latidos de la tierra, los cantos de las aves y el chirrido de los grillos. Y en sus mejillas siente la caricia suave de la brisa, preámbulo de la lluvia ya cercana. Algo la domina, tan profundo, que casi olvida la pena que le atraviesa el corazón. Carmela se para junto al tanque de agua; en un suspiro escapa su congoja, y piensa: “Si pudiéramos conservar este don: percibir olores, sonidos, colores y formas, ¡qué triste

es que la adultez nos lo arrebate!” Posa sus manos en la escalera metálica empotrada. La gruesa capa de musgo, adherida a la curvada pared, le advierte que puede resbalar. Los pitidos del tren de las seis anuncia su arribo, y el delicioso olor a pino y a humedad que envuelve el ambiente, la sacan de sus divagaciones. Sube cada escalón con firmeza; la Niña Blanca le brinda apoyo cuando está por desfallecer. Ya en la cúspide, mira en el piso arcilloso sus zapatillas y la hoja donde plasmó su último adiós. Acaricia el abultamiento de su vientre, que aloja un pequeño corazón que late presuroso, sintiendo el final. Ella firma su nota de despedida: —Una lágrima por mi matrimonio fallido, otra por los dos hijos que dejo, y la última por la vida nueva que me llevo conmigo.

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Sus pies desnudos palpan el borde del estanque, en donde distingue un grupo de negros renacuajos que nadan presurosos, huyendo del animal rosáceo, un ajolote, que los quintuplica en tamaño: mitad lagartija, mitad pez, que porta tres pares de branquias por lado, llenas de vellosidades. Escucha el torrente en sus venas, y las voces del bosque fundidas en su ser. Empieza a oscurecer y las luces de las luciérnagas le parecen almas en pena. La Niña Blanca le susurra al oído: —Eso que abre tus sentidos, lo percibes porque yo te permito mirar el mundo a través de mí; pero ya es hora, entra conmigo al estanque. —Todavía no, espera, es tan hermoso, es… como anestesia para mi dolor. Carmela le habla al ajolote, que en pocos segundos ha triplicado su tamaño, al consumir algunos renacuajos: —¿Tienes acaso magia, ajolote? Tú, que regentas esta inmensa pila de agua, en la que ahogaré en breve mis penas. ¡A ti me encomiendo! Un llanto detiene su discurso. Es un tlaconete, la pequeña salamandra, que “pía” advirtiéndole las consecuencias. Ella lo ignora, se incorpora, toma impulso, se zambulle, y piensa: “Libero mi alma y la vida que llevo en mí. La que nunca debí utilizar como moneda de cambio para retenerlo. ¡Él me traicionó! ¡Cómo pudo atreverse a robar la inocencia de mi sobrina adolescente! La que traje del pueblo para que me ayudara con los quehaceres, a cambio de techo y educación.” www.revistasapo.com

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Al caer, golpea su vientre con el primer escalón sumergido en el agua. Soporta el dolor y con firme propósito consume bocanadas de agua. Coyolxauhqui, la Niña Blanca, acude a su encuentro, la arrastra al inframundo. Sigue la luz blanca; la luna la acompaña mientras se hunde lentamente. Los recuerdos la asaltan: los rostros de los hijos, la traición del marido, la noticia del embarazo. Todo se mezcla en el remolino que la succiona al fondo. Abre los ojos en el agua, ¡Él ajolote nada junto a ella! Le habla: “Soy Xólotl, dios de la vida, hermano de Quetzalcóatl, perseguido por los dioses y para escapar de la muerte, me transformé en un axolotl ó ajolote. Y tú, mujer, ¡vivirás!, ¡tus hijos te necesitan!, Coyolxauhqui ha reclamado al bebé que llevas en tu vientre”. Una masa de renacuajos, guiados por Xólotl, forman una cama de burbujas sobre la que la mujer emerge del fondo fangoso. Una estela de sangre se propaga a través de su entrepierna, y tiñe de rojo el camino de Carmela hacia su salvación. Alex tiembla en la noche fría, los chillidos en el patio, y las leyendas que ha escuchado de su abuela lo estremecen. —¡Mami, los tlaconetes pian afuera ¡Tengo miedo! El niño se duerme en el regazo de su madre. Carmela recuerda el estanque, su aborto, y como dos meses después, algo comenzó a crecer en su vientre, el que hoy está por reventar. Carmela acaricia el cabello de Alex y acerca a su pequeña hija Eli, también dormida. Entonces susurra: “mañana enfrentaré la venganza del tlaconetl. Las salamandras no chillan en el patio, lo hacen desde mis entrañas”.

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La abuela golpea a Carmela con un ramillete de hierbas de variados y fuertes olores. Frota un huevo sobre su piel desnuda. Carmela, abierta de piernas sobre una palangana, se apoya en la cabecera de la cama: —Mi Carmela no quiso destruirte, bebé, estaba desesperada. ¡Salgan, tlaconetes! Vayan al húmedo bosque, bajo los helechos y troncos de árboles. Los ojos de la abuela se entornan, ¡entra en trance! Un chasquido resuena en la habitación, ¡luego dos! ¡Tres! La palangana humeante, rellena con leche hirviendo, recibe uno a uno a los tlaconetes; una lluvia de salamandras se abre paso a través de la vagina de Carmela. Viene una abundante hemorragia. El más grande de los anfibios que ahora flotan en la leche, le habla a Carmela: —Yo soy tu bebé, asesinado por ti en el gran tanque de agua. Y éstas son mis crías. Volví para infestar tu vientre impuro con mi prole, pues no mereces ser madre. Xólotl te salvó, y yo fui entregada en sacrificio a Coyolxauhqui. La Señora de la Luna sembró mi alma en el www.revistasapo.com

tlaconetl que piaba allá. Y yo me introduje en ti. Carmela se desangra, la leche mezclada con su sangre es ya un líquido rosado. Pretende gritar, pero la voz no sale de su garganta… La abuela le susurra al oído: — Carmelita, no te me mueras! Iré por el padrecito ¡Aguanta! Apenas la abuela abandona la casa, el ajolote se le revela a la moribunda mujer; su cara se forma en el rosado líquido, su boca es un remolino al centro de la palangana, que succiona uno a uno los tlaconetes. La cabeza completa del monstruo rosáceo emerge del líquido, en tercera dimensión, y se dirige a ella: —¡Mujer, eres afortunada! Yo Xólotl, dios de la vida, te protejo. —Pero… según la leyenda, la mujer invadida por un tlaconetl muere, ese es el castigo por matar a su bebé; entonces, yo… —No morirás. Yo, tu Señor, te daré otra oportunidad. Sanarás y olvidarás todo. Por: Alejandro Rivera, México. Fractales literarios

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ROCA OCÉANICA…FEBRERO 1997 Jamás olvidaré esa tarde, “febrero 1997” verano en que te conocí, cuando te vi directo a los ojos, supe en ese instante que irremediablemente tu vida y la mía se cruzarían en una serie de sucesos… lo que no intuí es que viviría algo fuera de lo común, sintiendo emociones encontradas, que hasta hoy me persiguen… El día 18 de febrero, llegaste temprano a mi oficina, cuando te vi, confieso me sentí molesta ¿Cómo era posible tanto descaro de tu parte, acaso no alcanzabas a dimensionar que entre tú y yo existía un abismo de diferencias, imposibles de derribar? Pero estabas ahí con tu mejor sonrisa, tembloroso y deseoso, se te escapaban las ganas de mi, hasta por las orejas, y eso me provocaba un natural rechazo a ti. ¡Hola!– dijiste y luego las disculpas por no aceptar el no rotundo; te observaba casi con lástima, sentía vergüenza ajena y me estremecía tu porfía, esa fue anulando los no que salían de mi boca. Era raro para mi, verte cada mañana frente a mi oficina, con esa sonrisa… maldita sonrisa, que cada vez me acercaba más a ti, las distancias, los prejuicios, las culpas moralistas y las diferencias mutuas. Hasta ese día; que en un momento de debilidad consentí dar un paseo por el borde costero.

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El día estaba soleado, no obstante el aire marino era fuerte y frio, ahí en la roca oceánica, parada forzada de quienes ansían tener una vista panorámica de la belleza del océano pacifico, nos detuvimos un instante a disfrutar la majestuosa vista y fumarnos un cigarro, ¡ahí fue que por primera vez te vi, y supe que serías mío! Estabas tan turbado, tus manos estaban húmedas, tus ojos me comían de pies a cabeza, y en un arrebato de galantería, te sacaste tu chaleco y lo colocaste sobre mi espalda, para protegerme del viento, ahí te sentí rozar con tus manos torpes y rusticas mi pelo, sentí tu perfume, y tu boca tan cerca de la mía, peligrosamente cerca… tu boca olía a menta y tabaco, y la química se encendió, como fuego en un bosque de pinos secos, sin control, sin consciencia, sin limites… Me sentí frágil, incierta de esa turbación que surgía; la cercanía de tu cuerpo al mío, de tu boca con tu perfecta sonrisa, que dominaba todo mi ser, sentía ese señorío que fluía de tus guiños. Tomaste mi mano en silencio, en mutua complicidad libre de prejuicios, comenzamos

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a descender hacia el camino, cada uno absorto en nuestros propios miedos, subimos al auto, y seguimos nuestro viaje al balneario de Zapallar, ahí ya las resistencias habían cedido, embriagada de ti, de tu seguridad, de tus ideales sindicalistas, tu natural relajo, de ti todo comenzó a ser para mi irresistible, ese camino me mostró al hombre, comencé a entender tus actitudes y me sentí arrebatada junto a ti. Nos dirigimos a un restaurante, la vista era de una belleza cautivante, el paisaje natural de Zapallar, entre bosques y mar era ideal para iniciar una aventura; nos sentamos uno frente al otro, entre copas de Chardonnay blanco ofrecido bien frío, y unas ostras servidas en su estado natural fue brotando un romance de mutua complicidad, me sentí distendida, las risas se hicieron presentes y ya nuestra comunicación fluyó mágicamente. La tarde avanzaba, deseaba detener el tiempo, seguir sentada frente a ti, así como estábamos, con mi pie entre tu entrepierna y tú masajeando mis pies, sin poder dejar de mirarnos.

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Bajamos las escaleras del restaurante, me sentía mareada por las copas; Tus brazos fuertes sostenían mi cintura, dándome la seguridad de no sufrir un traspié. Llegamos al estacionamiento, nos detuvimos, nuestras miradas se buscaron, nuestros labios se fundieron en un beso sellando nuestro encuentro. Reíamos como dos locos enamorados, que se besan por primera vez, parecíamos adolescentes rebeldes, dejando atrás todo lo que no tuviera que ver con nosotros. Con tus manos en mis piernas y tu brazo en mi hombro, condujiste todo el camino hacia un motel, deseábamos un lugar lindo y acogedor, necesitábamos conocernos el uno al otro, tocarnos, brindarnos mutuas caricias de reconocimientos de nuestros cuerpos. En esa habitación de madera con ventanas hacia el océano, perfumada de pinos y

eucaliptos, entre sabanas blancas y un sofocante calor hicimos el amor, éramos dos desesperados…tu cuerpo desnudo era hermoso, tus piernas formadas y firmes, esa espalda increíble, tus manos expertas en caricias me regalaron una tarde de ardores y sacudidas nunca vividas, ¡tú lo descubriste! era mi primer orgasmo…me habías llevado al cielo sin necesidad de morir. Desde ese momento mis tardes no fueron lo mismo, cada día a las cinco en punto tú pasabas por mí, nuestros encuentros eran cada vez más intensos, más violentos también. Tus temores cambiaron la historia, pretendías que nadie me mirara, explotabas en unos celos incontrolables y surgieron los golpes, las peleas en la intimidad, intentos de suicidio, por carecer de la capacidad de manejar tus celos.

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Yo por mi parte, perdí trabajo, familia y amigos, éramos tú y yo, atrapados en un espiral de la cual era necesario salir. Tuvieron que pasar diez años para nuestro adiós; con nuestras vidas rotas y lagrimas en los ojos nos dejamos partir… Cada año en el mes de febrero recibo una llamada tuya, ¬– ¿Como estas? – No te olvido, lo sabes ¿verdad?– yo simplemente escucho, luego corto la llamada en silencio… ¿Si pudiera decirte que tampoco te olvido?, como olvidar tanta pasión derrochada en sombras, fuimos amantes robándole horas a la familia, como olvidar

las culpas, ¿ no logro borrar tus huellas? ¿sabes? me resulta quimérico circular por la ciudad y no evocarte, cada esquina, cada bar, cada playa, me habla de ti, de nosotros, de nuestros errores y mesuras. Hoy descubro que estos afectos asolan la dignidad, te reducen a la mas insignificante de las formas, definitivamente deben ser anulados de raíz de nuestros espíritus, los amores violentos dejan huellas y cicatrices… lo que aún no logro comprender es porque sigo extrañándote… Por: Victoria Ramos, Chile. Fractales literarios www.revistasapo.com

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LILA No pasa una noche sin que sueñe con ella. Las terribles pesadillas que la experiencia con Lila me heredó, son tan reales que no logro diferenciar la vida de la muerte. Despierto entre sudor, lágrimas y gritos ahogados, mientras mi esposa me habla para sacarme de ese lugar en que mis sueños se han estancado; “despierta”, me dice con su dulce voz, se esfuerza por ser delicada para rescatarme de las fauces del monstruo que me devora. A veces no recuerdo qué es lo que sueño, simplemente recupero la claridad y veo su hermoso rostro. Me mira fijamente y me dice: “todo está bien… volverás a ser el mismo. La sonrisa ocupará nuevamente su lugar en tu rostro y la alegría de la vida cobrará tal fuerza, que las malas experiencias se opacarán hasta convertirse en borrosas imágenes imperceptibles”. La voz de mi esposa retumba en mi cabeza con tanta fuerza que me derriba. Traté de levantarme de la cama, huir de la locura, pero no tengo fuerza suficiente para mantenerme de pie, así que caigo pesadamente sobre mí. Otra vez de espaldas, llorando en silencio, clavo la mirada en la luz que se filtra entre las rendijas que la cortina ofrece, pienso en mi vida, sé que he hecho cosas terribles, me avergüenzo de gran parte de mis acciones, noche y día, es como si ese comportamiento se acumulara sobre mi nuca y el peso me obligara a caminar doblegado bajo mi propia culpa. No es vida, es un constante remordimiento insano que me va consumiendo. www.revistasapo.com

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Mi esposa acaricia mi cabeza, insiste en que ya todo está bien, pero nada puede estarlo si cada vez que cierro los ojos, la sonrisa más hermosa que haya visto me arranca trozos de carne entre destellos azules y blancos. Mi esposa dice “despierta”, pero yo sigo atrapado en la ensoñación donde mis manos están heridas y mi sangre escurre a través de mis guantes, pierdo el ritmo respiratorio al mismo tiempo que las lágrimas en mis ojos, me ciegan totalmente.

efímero por este mundo… me pregunto ¿cuántas veces se habrá reído? ¿Serían suficientes para decir que fue feliz? Muy pocos años, una vida inconclusa. Yo la vi sonreír, sentí su manita tratando de aferrar la mía, pero ella estaba exhausta. La luz la cegó, el polvo en su rostro no pudo ocultar los ríos que habían escurrido desde sus mejillas hasta su boca y su nariz. Lila se convirtió en la más bella visión que mis ojos hubieran captado jamás, después del nacimiento de mi hijo, precisamente porque luego del “Deja que Lila se vaya”, insiste mi esposa y terrible dolor y la oscuridad, era como si ella ahora su rostro es de angustia. No puedo hubiera nacido entre mis brazos. olvidar, dejarla ir sería tanto como negar su existencia o relegarla a ser sólo un paso

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La sorpresa de encontrarla es tremenda, no logro reaccionar de inmediato, miro a mi alrededor: hay doscientas personas tomándose fotografías con miradas crísticas tan falsas como ofensivas, otras tres que ayudan con más buena fe que conocimiento y con ellos estoy yo, enterrado hasta la cintura, pidiéndole a la pequeña niña que tenga calma unos minutos más mientras la evalúo para saber si puedo transportarla sin riesgo de lastimarla más. Ella asiente con la cabeza y cierra sus ojitos, esperando.

por un aura plateada y nos tomamos un respiro. Sus ojos ya no sufrían, me miró y me preguntó “¿Por qué lloras?” y entonces el aura se rasgó por la mitad, con violencia indescriptible. Una horda nos cayó encima, desordenados y frenéticos, no hicieron caso, ¡no me escucharon! Arrancaron a Lila de su lecho sin fijarse en aquello que la mantenía atrapada, ella estaba mal herida. Interpuse mi cuerpo entre las manos de aquellos que se arremolinaron sobre nosotros, les pedí que se calmaran, pero ninguno me escuchó. Cuando el cuerpo de Lila pasó sobre mi rostro, Sus labios se abrieron trémulos y balbuceó un hilillo de sangre escurrió en mi boca. Vi su nombre. sus manos desmayadas a los costados y —Lila. su cabeza inerte balanceándose sin fuerza Una increíble paz encerró esa pequeñísima mientras el soldado que la cargaba caía de partícula del universo en que estábamos, rodillas ante las morbosas cámaras… nos apartó del dolor, quedamos envueltos

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“Dejarla ir” es tan absurdo como “volver a ser el mismo”. Para cuando pude liberarme del agujero en que me había hundido al desenterrar a Lila, un golpe en las costillas me devolvió al piso y una horda nueva se reunió a mi alrededor, gritando, manoteando, esgrimiendo las palas y los picos contra los fusiles de asalto que les apuntaban a la cabeza. Una vorágine de imágenes borrosas y destellos azules me confunde, siento muchas manos jalándome, veo a unos jóvenes interponiendo su cuerpo entre los soldados y yo; gritan, lloran, maldicen, hasta que alguien sale de entre la formación militar que ya estaba lista para disparar. El minúsculo sujeto, con la mano en alto, empuñando una pistola les grita a los jovencitos que me rodean —¡Ya! ¡A la chingada de aquí!— La pesadilla se detiene como en el fondo de un remolino.

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Me siento a la orilla de la cama y mi esposa se aferra a mi espalda. —Ya no sueñes. Despierta. La beso en la frente y me a la recámara donde mi pequeño niño duerme. Me pregunto si será feliz, si dirijo lo beso y lo abrazo lo suficiente para que sepa cuánto lo amo, ¡que daría mi vida sin dudarlo, para que él no sufra! Nunca lo sabré, pero me esforzaré para que así sea, esos muchachos que salvaron mi vida, aún con toda su ignorancia y sus poses, se merecen el mejor de mis esfuerzos cada día. La débil luz de una lamparita de noche que ocupa la cabecera, me abstrae del momento. Puedo sentir el calor de mi esposa, irradiándome vida. Respiro, siento nuestros corazones latiendo sincronizados y me pregunto si volveré a ser el mismo.

Por: Fabro Torres, México. Fractales literarios

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CIBERNÉTICO FINAL El laboratorio militar de biología aplicada cerró sus puertas apagando las luces. Humanos, robots y ciborgs desalojaron las instalaciones. Complejos dispositivos de seguridad basados en señales excitadas por entrelazamiento cuántico se activaron. Después de numerosas pruebas, todas con un resultado exitoso y una infalibilidad del 100%, los directivos del laboratorio decidieron implementarlos en sus instalaciones. Todo parecía perfecto, a excepción de un pequeño detalle que ocasionaría inimaginables consecuencias. Al cerrar el laboratorio, la temperatura dentro de él se mantenía a 10 grados centígrados, pero esa noche la energía dispersada por el nuevo sistema de seguridad la aumento un cuarto de grado, cosa prevista por los ingenieros y técnicos, lo ignorado fue, que uno de los contenedores de plasma que albergaba ácaros modificados genéticamente estaba defectuoso, al aumentar la temperatura perdió viscosidad, permitiendo a los diminutos parásitos, atravesar con relativa facilidad las paredes del recipiente para convertirse en los verdugos de la humanidad. Año 2324 una época feliz, las enfermedades habían sido derrotadas, las personas dejaban este plano material con la muerte natural, alrededor de los 150 años de vida la energía celular se agotaba, y las células simplemente dejaban de reproducirse.

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La tecnología, contrario a lo que se pensaba, aumentó los puestos de trabajo, los computadores cuánticos abrieron un universo de posibilidades y la energía limpia impulsó un proceso lento pero sostenido de reforestación, mejorando el bienestar económico y social de los habitantes del planeta. Lamentablemente las miserias adheridas a nuestra condición humana no fueron extirpadas, simplemente se disimularon, y a escondidas de la población, los perros de la guerra seguían trabajando en la invención de armamento, cada vez más sofisticado y siniestro. El planeta tierra, completamente automatizado, también estaba habitado por los ciborgs, seres híbridos con conciencia robótica ensamblada a un cuerpo biológico. Poseían una mente electrónica configurada a través de miles de picochips superconductores, la razón artificial que dominaba todo el cuerpo humano, en estructura física y funcionamiento de órganos. Idénticos en apariencia a los poseedores de cerebros naturales, pasaban desapercibidos entre la multitud, sin embargo, una característica peculiar los delataba, estaban programados para servir y asistir a los humanos. El término de su existencia no dependía de sus partes biológicas, cuando una de ellas dejaba de funcionar simplemente era reemplazada, por cuestiones de seguridad no podían ser inmortales, una sola línea en su lenguaje de programación compilaba un código Dart que interrumpía el ciclo de vida al transcurrir 100 años.

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El último humano recibió un diminuto sobre en sus manos, toda la información referente a la gran catástrofe resumida en pocas líneas, colocado en ellas por un ciborg, al que en este mes ya le habían cambiado los pulmones dos veces. Los científicos habían logrado algo inconcebible; apasionar a los ciborgs, un tipo de pasión muy conveniente para la especie dominante del planeta; la pasión por servir y ayudar a los humanos, el esclavo perfecto que se congraciaba con su

condición. Éstos al ver morir a los humanos en una gran epidemia de asma, se reunieron y decidieron investigar tan contundente mortandad. Llegaron a la verdad, pero no pudieron hacer nada, en el momento en que todo se supo, un solo ser, objeto de su adoración en la madeja de sus circuitos lógicos quedaba con vida, y a él le entregaron el documento que explicaba los nefastos acontecimientos.

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Las apresuradas manos rasgaron el nuestra propia estupidez. sobre, en su interior una pequeña píldora, ― Y ahora que haré yo mi señor, si no en realidad un dispositivo de memoria que, recibo tus ordenes mi cerebro entrara en al arrojarse a una pantalla holográfica y atravesar su campo visual, la información contenida en él se mostraba al usuario. El próximo difunto y último humano prefirió leer en vez de la implantación directa, lo hizo en voz alta dirigiéndose al ciborg: ― Ácaros del gran laboratorio biológico encargado del desarrollo de armas no convencionales escaparon, se reprodujeron y dejaron sus excrementos en el aire, fueron respirados alojando en los pulmones microscópicas “bombas de tiempo”. Al activarse provocan un fuerte ataque de asma imposible de detener, el humano muere irremediablemente en minutos. También afecta nuestros pulmones biológicos, pero al poseer un cerebro electrónico que puede funcionar sin oxígeno, esperamos a que nos implanten otros pulmones para luego continuar con nuestras labores diarias ―. Finalizó la lectura y agregó. ― Victimas de www.revistasapo.com

hibernación hasta que el tiempo de vida útil expire y, perderé la conciencia. ― Tú no perderás la conciencia, tengo un trabajo para ti. ― ¿Cuál mi señor? ―. Exclamó emocionado y feliz el ciborg. ― Vas a borrar mi historial de internet y el de todos los humanos fallecidos, pero debes eliminar uno al día. Después de cumplir tu labor cotidiana, tienes el resto del día libre ―. La bomba biológica estalló en sus pulmones, y un fulminante ataque de asma le arrebató la vida mientras sonreía. La orden dada se cumplía día a día con entusiasmo y devoción. Las demás horas de la jornada las utilizó para aprender a reprogramar a sus semejantes. Los esclavos alcanzaron la inmortalidad, y conquistaron el universo. Por: Salvatore Di Martino, Venezuela. Fractales literarios

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EL PLAN Al salir de la plaza comercial, un viento invernal obliga a Pablo a dejar al lado las bolsas de las tiendas para abotonar su abrigo y acomodar su bufanda; se dirige al auto en el estacionamiento. De nuevo olvidó su teléfono celular. Fueron segundos; tomó las bolsas y continuó su camino sobre un andar apresurado. En un instante, Pablo se detiene como si una barrera invisible se hubiera alzado frente a él: — ¿Dónde quedó? — se pregunta desorientado. Olvidar no era solo el problema. Su atención también se estaba viendo perjudicada. En su oficina ha tenido ya varias advertencias por ello y en casa, bastantes disgustos se han provocado. — ¿Es en el pilar tres o en el seis? — miraba a su alrededor — ¿Dónde me estacioné? www.revistasapo.com

La pregunta fue todo un golpe a su cabeza y reverberó al mismo tiempo que el mundo se contraía solo en él. — Puede ser cualquier lugar — se escuchó una voz interior — Entonces ¿por qué no hacerlo? Su corazón se agita y siente un fuerte calor en el cuerpo. — ¡Hazlo! ¡Huye! Su semblante, tomó color y una leve sonrisa se dibuja. Ansioso, Pablo vuelve la mirada hacia atrás y observa en la distancia las puertas de la gran plaza comercial. La pregunta gira aún con profundidad en su cabeza: ¿dónde me estacioné? Sus pies se han vuelto de plomo. Jamás lo había pensado: — ¿Huir ahora? Sí. Irme a donde sea, solo eso. En su interior, siente un despertar.

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— Comienzo de cero desde otro lugar. Yo puedo — se plantea con osadía. Su cabeza es ahora una total revolución. — ¿Qué hago?, ¿qué hago? — El rápido balance mental le hace dudar. Pablo sigue de pie sin poder moverse, igual como sucede con su vida, percibida por él mismo llena de pena y desilusión. — ¿Por qué tengo que estar a prueba permanente? ¿Por qué siento me han robado lo que soy? Para qué necesito todo esto? — repasa en su mente. La idea ha perturbado su cordura. — ¿Debo dejarlo todo atrás? ¿Qué hago? Necesito el control, necesito acabar. Una fuerte ráfaga de viento le arrebata la más pequeña de las bolsas de su mano; vuelve en sí y corre por ella; inesperadamente el claxon de un auto lo inmoviliza. Pablo lo observa mientras de nuevo lo escucha sonar. — ¿Qué pasa? ¿Ahí te vas a quedar? — le grita el hombre al volante en espera de continuar. Toma su bolsa y se hace al lado. Sin más, lo

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recuerda entonces: — Es el pilar seis. Retoma su caminar apresurado, así como sus ideas en busca de una decisión. - Debo hacerlo ahora. No quiero seguir así. ¡Necesito hacerlo hoy! Llega al auto y cual ladrón, mira a su alrededor. Solo busca el horizonte. Necesita una ruta para su escape y la encuentra al sur. Las llaves del auto permanecen en sus manos sudorosas; la desesperación le hace empuñarlas. - Extraño sentirme feliz. Del corazón brota el más profundo de sus deseos. Las bolsas caen al suelo, a donde su alma se ha mantenido triste y muerta desde hace tiempo. El mundo se ha ensombrecido alrededor; sus fuerzas lo abandonan y deja su cuerpo derrumbarse totalmente vencido sobre la puerta del auto, prisionero en su propia oscuridad, llorando desesperado, suplicando coraje para escapar. - ¡No sé qué he hecho mal! Pablo golpea el suelo empuñando la mano.

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Su vida está convertida en una excusa continua, en un cansancio permanente, en una serie de infortunados momentos que le restan motivos para continuar. - ¡Por qué no lo hago! ¡Solo tengo que irme! El llanto le ahoga, el enfrentamiento con las responsabilidades lo ataja, lo frena. Diseñó un camino que no resultó. Las circunstancias cambiaron y siente la frustración e impotencia por ello. No puede más. Una vibración traspasa la puerta del auto y llega a su espalda. Es su teléfono. - ¡No puede ser! – piensa con fastidio. Necesita tomar una decisión ya… pero precisa más que valor para hacerlo. Pensar tanto le confunde. El teléfono repica sin detenerse, mientras él respira profundo para volver a la calma. El sonido deja de escucharse, pero al segundo vuelve con su insistencia.

Pablo cierra los ojos, el teléfono le aturde; lo ignora, pero después de unos minutos no puede evitarlo. Se pone de pie, recoge las bolsas del suelo y abre la puerta del auto. Toma el teléfono alojado en el compartimiento interno de la misma puerta y lo responde. - Selene, ¿qué pasa? - ¿Qué pasa? … ¡qué pasa! – se escucha con disgusto tras la bocina. - Si, dime qué pasa – le responde incómodo mientras abre la cajuela para acomodar las bolsas. - Pasa que tienes más de media hora que te fuiste al carro. Tus hijos preguntan y preguntan por ti y yo ya no los aguanto. De seguro te has puesto a fumar y te olvidaste que no vienes solo. - No, no ha sido así.

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- Pues entonces, ¿qué esperas para regresar? Aún me quedan tiendas por recorrer. - Sí, sí, está bien, voy para allá. - ¿Para dónde vas?, si ni sabes dónde estoy. - Dime pues; ¿dónde te encuentras? – pregunta con enfado. - Estoy frente a Rosmery Co. en las bancas del área de descanso. - Muy bien, ahí te veo. - Pablo tr… Sin más, Pablo cuelga. Cierra la cajuela

y un lamento interno le absorbe junto a un profundo respirar: - De nada sirve planear la huida, si de uno mismo no se puede escapar. Solo entonces, descubre la resignación en la cual vive. Eso desalienta todo Paciente, Pablo acomoda de nuevo su saco y bufanda para tomar su camino de regreso a la plaza comercial, mientras en su mente repasa: - Tengo que dejar todo listo… en otra ocasión será.

Por: Alfredo Murillo Rivas, México. Fractales literarios

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KAMARU Y HALL Los dragones aman el agua y el fuego, generalmente se encuentran a las orillas de algún río, en mitad de un lago o nadando en el mar. El problema es que los humanos requieren del líquido para prosperar. A cambio del elemento los mortales prometieron tesoros y sacrificios. Los aldeanos se miran los unos a los otros, no hay jóvenes solteras y las niñas son pequeñas. No han realizado la entrega del tributo en tres meses, en venganza el dragón negro se ha recostado sobre el cauce del río desviándolo, negándoles el agua. Los viajeros son su esperanza, deben encontrar una doncella solitaria y tonta entre ellos. Así, los dioses los bendicen cuando “El Maravilloso Espectáculo de las Estrellas”, un grupo de artistas, se instala a las afueras del poblado.

Pagan por la bailarina más torpe y barata; el líder de la agrupación está feliz de entregarla, desde que la encontraron vagando hace tres días la mala suerte los ha perseguido. Le dicen a la chica que será la estrella en un gran evento; concursará en las festividades del consejo de brujas, por ello debe ponerse un hermoso vestido blanco. Ella grita emocionada al seguir las instrucciones, se sube a la tarima cubierta con flores, permite que le pongan un grillete dorado en el tobillo derecho y sonríe. La procesión recorre el camino rocoso que lleva a la cordillera llena de cuevas. La colocan frente a una caverna junto a puñados de oro. La dejan sola, jala la cadena, intenta abrirla, pero le es imposible, intenta liberarse, pero se hiere el tobillo. www.revistasapo.com

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Sabe que estar encadenada la pondrá en desventaja frente al dragón. Las horas pasan, se sienta para reconsiderar su situación, comienza a pensar que la llevaron al lugar incorrecto y tal vez los rumores son inciertos. Maldice ante su mala suerte, debe esclavizar a un dragón si quiere ganar. Ataca de nuevo la cadena, tiene que aprovechar su tiempo y no puede quedarse en mitad de la nada por siempre. El silencio es interrumpido al anochecer, ella voltea ante el ruido para ver a un hombre alto, vestido con pieles, llevando una canasta y una alforja. Su atención no se centra en su piel bronceada, el cabello rojizo, los angulosos rasgos o sus músculos, sino en sus ojos amarillos. Él deja la canasta sobre una roca, saca de su alforja dos punzones, se arrodilla frente a ella y comienza a trabajar en la cerradura. Le dice a la joven:

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“Lamento los problemas que esos tontos le han causado.” El grillete se abre, observa el daño. “Tengo hierbas medicinales en mi casa, puedo curarla y podrá seguir su camino.” “¿Por qué un ser mágico muestra tanta amabilidad con una pobre damisela?” Él se ríe, la mira a los ojos. “Usted es todo menos pobre, mi estimada señora.” Ella saca la daga que mantenía oculta en su brazo derecho, la pone sobre el cuello de la criatura al mirarlo fijamente: “Sabes la razón de mi presencia ante ti.” “No se necesita ser sabio para adivinarlo, hechicera.” “Subyúgate ante tu ama dragón.” Él se incorpora, recoge la cesta. “Haz lo que desees mujer. La invitación sigue abierta.” “Hall.” Él levanta su ceja derecha al formar una línea con sus labios. Ella repite: “Puedes llamarme Hall.”

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“Kamaru. Todos me dicen así.” Él sigue su camino, no toma flores, joyas o a ella. Hall le pregunta: “¿Dejarás los regalos?” Él chasquea la lengua. “Me son innecesarios. Nosotros no requerimos de los humanos.” “¿Qué haces con las jóvenes?” “Las dejo en cualquier otra aldea al azar, con los de su especie.” “¿Me llevarás a alguna aldea?” “Lady Hall, dudo que requiera asistencia para transportarse.” “Debo suponer que no has invitado a las otras. ¿Por qué hacer una excepción conmigo?” Él acerca una silla para que ella se siente,

va a los estantes de la cocina, toma de las estanterías de roca una pomada y agua. Lava las heridas, coloca el ungüento sin dejarse llevar por el olor de la hechicera. “Hermano he traído…” Hall mira a un hombre parecido a Kamaru, pero su cabello es negro, su piel un tono más oscuro y sus ojos son azules. Kamaru se incorpora al ir hacia su hermano, le dice: “¡No! ¡No lo hagas Nor!” Nor comienza a carcajear mientras le arroja a Kamaru las truchas que traía en la mano. Hall decide retirarse antes que la situación sea más incómoda y extraña.

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Ella sale de la cueva, avanza entre las rocas, salta al desaparecer en el aire. Kamaru le da un golpe en la nuca a su hermano para que deje de reír. “Lo siento Ka. No quise asustar a tu mujer…” Comienza a carcajear de nuevo, le parece hilarante la mala suerte de su hermano. Kamaru observa el hilo rojo atado a su dedo meñique. La franja luminosa sigue los pasos de Hall y termina en su mano. Siente el brazo de Nor sobre sus hombros: “Ve con ella Ka. Los guardianes los

han unido.” Revuelve el cabello de Kamaru, da un paso al frente, extiende los brazos, da una vuelta y hace una floritura. “Es tu llamado al mundo.” Ambos se ríen. “Me encargaré de los deberes, no seré vago y me portaré bien, te lo prometo. Ahora deja de ser un apretado y corre antes que se aleje más.” Kamaru le da un puñetazo a su hermano en el hombro, sale corriendo al seguir el hilo, se interna en la noche y por primera vez se siente libre.

Por: Bell Leilael, México. Fractales literarios www.revistasapo.com 100


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