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Testimonios que sanan La Magia del Encuentro - Marlene Salgado Diálogos Reales desde la Virtualidad - Clorinda Aquino
by Sentidos
“La vida es el arte del encuentro”
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Daniel Taroppio
En la nueva realidad que nos toca vivir desde la aparición del SARS-COV-2, más conocido como el Covid -19, y la declaración de la pandemia por la OMS (Organismo Mundial de la Salud) a inicios del 2020, nos ha obligado a vivir con restricciones debido a las medidas de seguridad sanitaria que cada país implementó y sigue implementando a nivel mundial. Nos hemos visto obligados a acatar un distanciamiento social, incluso de nuestros seres queridos más cercanos y vulnerables, imposibilitados de poder tener el contacto físico acostumbrado por temor al contagio. También imposibilitados de acompañar a nuestros amigos y familiares, más aún si están contagiados. Nos hemos visto privados de poder celebrar las ceremonias y actividades sociales, incluidas las ceremonias de despedida de seres queridos que no lograron superar la enfermedad y partieron de este plano. Sin embargo, la tecnología ha permitido acortar distancias, llegando a ser un aliado invaluable para poder estar informados y conectados.
Por otro lado, es bueno tener presente que los seres humanos por naturaleza somos seres relacionales e interdependientes y, en este contexto, en donde no podemos interactuar de la forma que estamos acostumbrados, la tecnología juega un papel importante. Asimismo, es comprensible que muchos estén a favor de su uso por los beneficios que aporta y muchos otros en contra por el mal uso y abuso que genera.
En esta nueva realidad que nos toca vivir,
personalmente, considero a la tecnología como una herramienta valiosa y como un aliado en esta pandemia. Depende de nosotros darle un uso con sentido. En mi experiencia me ha servido como un medio para seguir conectada con las personas y disfrutar de ese encuentro sagrado con el otro, creando lazos y alianzas sin barreras, incluso en los momentos más críticos y en espacios de difícil acceso, como es el caso de esos espacios restringidos de los hospitales (UCI -Unidad de cuidados intensivos), permitiéndonos acompañar y despedirnos de nuestros seres queridos gracias a la tecnología y la buena disposición de los profesionales de la salud.
En la pandemia, sobre todo durante los encierros prolongados, al comunicarme a través de los diferentes medios: las videollamadas, las salas de Zoom, Skype, Meet, Facebook, llamadas telefónicas, entre otros; he podido evidenciar que el encuentro humano trasciende las barreras físicas y el lenguaje. Si tomamos conciencia de la comunicación de la “presencia” y que en el acompañamiento no se presta servicio desde lo que se hace, lo que se sabe o lo que se dice, sino desde lo que es, desde el “ser”, podemos darnos cuenta de que el ser trasciende al lenguaje y el espacio, permitiéndonos un contacto más sutil. A través de la presencia, al percibir y sentir esa conexión, permitimos que se haga evidente la magia del encuentro que, desde mi perspectiva, siento que es lo único que necesitamos en los momentos límites.
Los acompañamientos realizados a través del “Programa Te Escucho”, haciendo uso de la tecnología, me ha permitido evidenciar ese encuentro mágico, conectar con las emociones que emergen en ese momento, pese a las limitaciones y la falta de contacto físico. Poder acompañar despedidas simbólicas, muy emotivas, expresión de un cóctel de emociones: dolor, ira, tristeza, frustración e incluso la negación. Ver transitar procesos de duelo por diferentes tipos de pérdida, ver como poco a poco han ido superando las crisis con una actitud resiliente. En esos momentos, pese a las limitaciones del contacto físico, haber tenido la oportunidad de presenciar el amor en sus diferentes formas, me llena de gratitud y plenitud.
Marlene Salgado
Consejera en Tanatología. En proceso de certificar como: Coach Transpersonal. Además, Instructora de Meditación Primordial, Posgrado en Psicología Transpersonal y Voluntaria del Programa TE ESCUCHO
DIÁLOGOS REALES DESDE LA VIRTUALIDAD
Entre todo lo que vamos cambiando y aceptando, está la virtualidad, esa manera de comunicarnos tan distinta; siendo los cambios oportunidades de evolución y aprendizaje constante. Cuando veo la pantalla, aparece en mí esa rara impresión, tan cerca y tan lejos.
Hace muchos años tuve una experiencia maravillosa frente a una pantalla, en ese entonces fue con la pantalla de un iPod, fue algo maravilloso. Hacía unos meses que mi hija vivía a miles de kilómetros de distancia y solo se podía hablar por teléfono, sin poder verla.
Por esos tiempos habían las aplicaciones de Tango, Viber y seguro que otras más, pero yo tenía esas instaladas en ese aparatito llamado iPod. La experiencia que viví, la primera vez que vi a mi hija en esa pantalla, fue increíble. Verla en tiempo real, ver su expresión, su sonrisa, el lugar donde estaba, eso me dio mucha tranquilidad, porque eso es lo que yo quería... Verla y saber cómo estaba. Y hasta ahora me sigue impresionando, porque ahora veo crecer a mis nietas, y cuando están paseando me enseñan esos paisajes preciosos por donde paseamos cuando yo estuve allá con ellas. Incluso, por el tema de la pandemia, tengo que ver a mi nieta de 8 meses que vive a 5 minutos de mi casa, solo por la pantalla, ahora por WhatsApp. Aun así, disfruto viéndola por la pantalla y pienso “solo me falta meterme en la pantalla para estar con ellos y disfrutarlos mejor”.
Hoy en día hay muchas más aplicaciones, como Zoom, Meeting, WhatsApp, Facebook y todas las redes sociales que en estos momentos, por el tema de la pandemia, nos ayuda mucho a estar con nuestros seres queridos de esa forma virtual, por una pantalla que cada vez es menos fría, porque podemos ver la tristeza, la alegría o el llanto de esas personas que tanto queremos. Podemos decir que hemos humanizado la pantalla.
Lo maravilloso también es que podemos hacer por vía virtual nuestras sesiones de acompañamiento.
Al otro lado de la pantalla está un ser que necesita ser contenido, escuchado, pero ¿cómo hacer que esa persona se abra ante nosotros?. La dinámica es una buena herramienta que me ayuda a que la persona pueda recrear una situación y conectarse con su mundo afectivo, con sus emociones, teniendo en cuenta no abrir muchas puertas y luego no poderlas contener.
Como dice Sandra B. la intimidad se irá compartiendo a medida que la confianza se vaya incrementando. Es muy importante la presencia, esa presencia en el aquí y el ahora, de forma viva frente al otro y abiertos a la novedad.
La primera vez que tuve una terapia de acompañamiento online fue por Skype y no vi a mi terapeuta. Eso me pareció muy raro, hablar frente a una pantalla y no ver a nadie al otro lado, fue como si hablara yo sola. Yo quería mirarla, sentir como me mira, como es, o simplemente verla y recuerdo tampoco pedir que prenda su cámara para verla.
Después de un tiempo, con otra terapeuta que sí logré ver, la sensación fue diferente. Incluso, cuando me emocionaba por algo que estaba yo contando, ver la serenidad en el rostro de ella o ver en su expresión que no me juzgaba, me hacía sentir bien y podía continuar hablando. Ver a alguien que está frente a mí escuchándome atentamente, aun siendo de forma virtual, me daba confianza.
Esta experiencia con mis terapeutas es personal, no necesariamente todas las experiencias son así. Cada uno vive una experiencia en el proceso de su terapia y quienes la viven son el terapeuta y el acompañado, y cada uno de una forma diferente.
Esta emergencia sanitaria nos ha llevado a que todos estemos en casa y no siempre los espacios de la casa están disponibles o quizá la casa es muy pequeña y no tienen privacidad sus habitantes. Ha pasado que mi acompañada sale a la calle para que pueda hablar con comodidad, porque en su casa hay mucha gente o mucha bulla y lo que ocurre es que por el teléfono muchas veces solo veo su cara. Siempre es mejor verla un poco más, así puedo ver su movimiento corporal durante la sesión.
El acompañado tiene que estar cómodo y tranquilo, en un lugar que se sienta bien para la sesión y se de el milagro del enlace humano.
También puede ser como en el caso de mi acompañada durante su primera sesión. Ella no prendió su cámara y siempre yo prendo la mía, por lo que le sugerí prender la suya y me respondió “no, así está bien” y así hicimos la sesión. En la segunda sesión, a propósito yo no prendí mi cámara, porque quería saber si a ella no le importaba no verme “¿qué pena verdad?”, y de inmediato me dijo “¿por qué no prendes tu cámara? Quiero verte”, y conteste muy suavecito, “yo también quiero verte” y se logró. Prendió su cámara y esa voz temblorosa que tenía en la primera sesión desapareció. Le pregunté por qué no quería prender su cámara y dijo, “me daba vergüenza que me mires mientras yo hablo”. Entonces le conté una anécdota mía, donde en una charla dije una cosa por otra y todos se rieron, entonces fue que a ella le dio un ataque de risa, y le dije… pues sí, así se rieron todos de mí en la charla.
Quería que mi acompañada sienta que está frente a una persona que se equivoca, que comete errores, que tiene sensibilidad, que es igual que ella… un ser humano como ella, invitándola a que entre a mi intimidad, a mi vulnerabilidad y permitir que se dé esta maravillosa experiencia humana.
Como dice Martín B. al referirse a la necesaria reciprocidad para la co-creación del encuentro, es un permitirnos estar para el otro a la vez que invitamos al otro para estar con nosotros.
Clorinda Aquino
Terapeuta Integral con cuarzos y Aromaterapia. Además, larga experiencia en masajes y drenaje linfático manual. Embajadora de Lima Provincia del World Wellness Weekend Perú. También soy voluntaria del programa Te Escucho de Dau y Consejera Logoterapeuta.