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Argentina en el espacio La Guerra Espacial de Malvinas
El telescopio solar submilimétrico fue un avance tecnológico a nivel mundial. Se instaló a través de un acuerdo con Pierre Kaufmann de Brasil y la Universidad de Mackenzie. En la Argentina los colaboradores del proyecto fueron los investigadores Horacio Ghielmeti y Marta Rovira. El Ingeniero Adolfo Marun se perfeccionó en la detección de radiación de 200 y 400 Mhz.
Radiotelescopio solar. Trabaja en 200 y 400 Mhz. Adolfo Marún en la figura se especializó en esas muy altas frecuencias.
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Mas detectores CCD
La cantidad de detectores CCD fue aumentado a través de acuerdos con Michael Rich de la Universidad de Columbia que también nos proveyó de una cámara de vacío para realizar vacío en los CCD. A través de subsidios de CONICET denominados PME se adquirieron nuevos CCD en la empresa Photometrics de Tucson (Estados Unidos).
El recibido por acuerdo con Michael Rich de la Universidad de Columbia
Adquirido por CONICET a la empresa Photometrics.
El Telescopio Helen Sawyer Hogg
Un querido colega, Bob Garrison de la Universidad de Toronto se contactó conmigo muy apesadumbrado porque la Carnegie Institution quería cobrarles una cantidad de dólares que su universidad no tenía para seguir manteniendo el telescopio Helen Sawyer Hogg (HSH), instalado en el CARSO (Carnegie Southern Observatory) en Chile. Le propuse desmontarlo, transportarlo a CASLEO, instalarlo en el Cerro Burek y
compartir el tiempo de observación en mitades. Garrison aceptó de inmediato y allí se inició la proeza más grande y compleja llevada adelante a la perfección que haya realizado el personal de CASLEO. Viajaron al CARSO en Chile los ingenieros Arnaldo Casagrande y Daniel Victoria y los señores Rubén Domínguez y Carlos Domínguez. Ellos desarmaron completamente el telescopio histórico HSH, para lo cual hubo que alquilar cierto equipamiento y en camión fue transportado al Leoncito. Hubo que construir el camino al Cerro Burek y llevar los servicios. Victoria estuvo a cargo de la construcción del camino con cargas de dinamita colocadas por Armando Roca y despejando con maquinaria prestada por la Municipalidad de Calingasta. La línea eléctrica fue llevada por la ladera sur del Cerro, un arduo trabajo dirigido por el Victoria con la participación de Juan Yapura, Ruben Domínguez y Carlos Domínguez. Llegados al Burek se construyó el edificio albergue con estructura metálica. En la figura 39 puede observarse el albergue, en construcción y terminado y el telescopio HSH ya montado en su interior. Se mantuvo el nombre HSH porque Helen Sawyer Hogg realizó con ese telescopio trabajos fundamentales sobre cúmulos globulares.
El Telescopio Centurion 18
A través del astrónomo Ricardo Gil Hutton se logró un acuerdo con el Instituto de Astronomía de Andalucía (España) para instalar en CASLEO un telescopio que tenía como propósito descubrir nuevos objetos de nuestro sistema planetario. El telescopio se instaló en el Cerro Burek que es el mejor lugar por su tamaño de imagen (seeing).
El telescopio HSH en funcionamiento
Avances en la enseñanza
En 1995 se comienza a dictar la carrera de Licenciatura en Astronomía en la UNSJ y desde 2005 un doctorado en la disciplina. Unos 300 inscriptos hasta el 31 de diciembre de 2009 año en que finalizó mi dirección en CASLEO 22 Licenciados recibidos 4 doctorados en el país – ya en carrera del investigador de CONICET 3 doctorados en exterior 3 cursando doctorados en el exterior 4 cursando doctorados en el país.
La interacción entre el servicio y la investigación es fundamental para el auto sustento de la unidad CASLEO cualquiera sea su forma jurídica futura.
Actividades de divulgación
Hasta el 2011 se desarrolló un programa en colaboración con el Ministerio de Educación
de la Nación promovido por el astrónomo Horacio Tignanelli, a través del cual visitaban CASLEO algunos grados y divisiones de colegios de todo el país como premio por su participación en las ferias de ciencia. Escuelas de Santa Fé, Formosa, Santiago del Estero, Córdoba y Mendoza entre otras visitaban la localidad de Barreal y el CASLEO. Tenían actividades de observación nocturna y se le daban charlas sobre temas generales de astronomía. También a través de Ministerio de Educación de la Nación, se realizaron diversos seminarios de perfeccionamiento docente en la enseñanza de la astronomía, a los cuales asistieron profesores de Nivel Secundario y Nivel Superior de todo el país, coordinados por el mismo Tignanelli.
Los principales actores del éxito de CASLEO
De izquierda a derecha Maldonado, Manucci (mecanico fino), R. Dominguez (Mecánico , tornero y fresador Casagrande, Ingeniero Jefe en CASLEO y Yapura (mantenimiento de servicios y red vial. Casagrande en la consola original de control del telescopio
Daniel Victoria, ingeniero responsable de la infraestructura de CASLEO
José Luis Giuliani, el Jefe de Computación.
Argentina en el espacio. La Guerra Espacial de Malvinas
Gustavo Marón
Asociación Argentina de Tecnología Espacial - Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Cuyo Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Cuyo Instituto de Energía y Minería “Dr. Edgardo Díaz Araujo”, Universidad de Mendoza
dr.gustavo.maron@gmail.com
Resumen
Es bien sabido que la Guerra de las Malvinas se disputó en tierra, mar y aire. Pero también tuvo un capítulo espacial. Esta investigación histórica se focaliza en el empleo de satélites de inteligencia, comunicaciones, navegación y pronóstico meteorológico norteamericanos y soviéticos durante el conflicto y su rol decisivo en el desenlace de sus principales acontecimientos.
El 2 de abril de 1982 la Argentina ocupó militarmente las Islas Malvinas. La referencia sería meramente anecdótica de no ser porque el resultado de la guerra que se inició, que tantas consecuencias habría de producir, se decidió en gran medida en el espacio. Es indiferente si la ocupación militar de Malvinas fue una recuperación (como argumentó nuestro país) o una mera invasión (como argumentó el gobierno británico). Lo cierto es que el 1° de abril, un día antes del desembarco de nuestras fuerzas en las islas, el Reino Unido de Gran Bretaña convocó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para que se tratara “urgentemente la situación en el Atlántico meridional”. Para ello, el representante permanente británico ante la ONU, Anthony D. Parsons, expresó por escrito que “el Gobierno del Reino Unido tiene razones fundadas para creer que las fuerzas armadas de la República Argentina están a punto de intentar invadir las Islas Falkland”. La información que manejaba Parsons era sumamente precisa. Para dar una idea al respecto, basta indicar que la sesión 2345 del Consejo de Seguridad, convocada por el gobierno británico, comenzó en la sede del edificio de la ONU, en New York, a las 20:35 hora local del 1 de abril. Para entonces eran las 21:35 horas en Argentina y la Fuerza de Tareas integrada por el destructor ARA Santísima Trinidad (D-2), el buque de desembarco ARA Cabo San Antonio (Q-42) y el rompehielos ARA Almirante Irízar (Q-5) se aprestaban a realizar las operaciones de desembarco en Malvinas. En efecto, el primer grupo de botes con 84 comandos anfibios y buzos tácticos se desprendió del destructor argentino a las 21:18 horas. A las 22:45 horas de Buenos Aires (21:45 horas de New York), cuando el grueso de la Agrupación de Comandos Anfibios salió del buque, el
Consejo de Seguridad se encontraba escuchando al embajador Parsons, quien se refirió de esta manera a los hechos en curso, casi como si los estuviera observando: “He descrito con cierto detalle este reciente incidente en Georgias del Sur. Pero el propósito de mi Gobierno al convocar esta reunión del Consejo es considerar la amenaza no a Georgias del Sur, sino a las Islas Falkland. (...) Tenemos pruebas de que la Armada argentina está a punto de lanzar una invasión, posiblemente mañana por la mañana. La prensa argentina durante varios días ha dado no sólo una información detallada de los movimientos navales argentinos “dispuestos para operaciones en el Atlántico meridional”, sino también acerca de declaraciones sobre la importancia de estos movimientos por parte del Ministerio de Defensa argentino. (…) Es evidente que prácticamente toda la flota argentina, incluido un portaaviones, destructores, corbetas y submarinos, están ahora en el mar. (...) El 30 de marzo, por lo menos dos aviones de la Fuerza Aérea Argentina sobrevolaron las Islas Falkland sin que se hubiese pedido permiso diplomático, de conformidad con los procedimientos internacionales habituales. Uno de esos sobrevuelos fue realizado de noche y el avión no llevaba luces. Toda esta actividad y las declaraciones de Ministros argentinos que la acompañaron, dieron razón a mi Gobierno para creer que se va a intentar hacer uso de la fuerza para cambiar la administración de las Islas Falkland contra los deseos de sus habitantes”. En otras palabras, el gobierno británico estaba perfectamente al tanto del movimiento de las fuerzas argentinas, incluyendo el submarino ARA Santa Fe (zarpado de la Base Naval Mar del Plata a las once de la noche del 27 de marzo de 1982), el portaaviones ARA 25 de Mayo (zarpado de la Base Naval de Puerto Belgrano el 28 de marzo de 1982), y las corbetas ARA Drummond, ARA Granville y ARA Guerrico (zarpadas de Puerto Belgrano el 29 de marzo). Esto explica que el faro del Cabo San Felipe (Pembroke Lighthouse), ubicado en la isla Soledad (East Falkland) fuera apagado la noche del 1° de abril para privar de referencias a la fuerza de desembarco. Esto también explica que la pista de aterrizaje del aeropuerto de Port Stanley fuera obstaculizada por maquinarias y tractores para impedir el aterrizaje de aviones argentinos. Es más, todo el personal del King Edward Memorial Hospital fue convocado para prestar asistencia médica a los Royal Marines que se aprestaban a defender las islas y se les hizo saber por radio a los isleños que al día siguiente no debían llevar a sus hijos a la escuela. ¿Cómo es posible que los principales funcionarios del gobierno británico en New York, Londres y Stanley estuvieran informados de una operación anfibia que la Armada Argentina estaba llevando a cabo en el mayor secreto y con el mayor sigilo? No es creíble que una red de espías ingleses estuviera operando en Argentina, un país con el que Gran Bretaña tenía hasta el momento excelentes relaciones, e incluso si así hubiera sido era imposible reportar con tanta precisión el movimiento de ocho barcos zarpados desde bases militares distintas y en algunos casos al abrigo de la noche. La explicación es que toda la flota de mar argentina había sido detectada (y estaba siendo seguida) desde el espacio. En efecto, desde el inicio de las tensiones en las islas Georgias del Sur (19 a 28 de marzo de 1982), el gobierno de Gran Bretaña había estado recibiendo regularmente información de inteligencia proveniente de satélites secretos norteamericanos, entre ellos el Chalet 3 [COSPAR 1981-107A, SATCAT 12030]. Se trataba de una estación orbital para intercepción de telecomunicaciones desde la órbita terrestre alta, que giraba en
forma geosincrónica no estacionaria con una inclinación de 2 grados respecto el plano ecuatorial, un perigeo de 35.463 kilómetros, un apogeo de 35.527 kilómetros y un período de 1421 minutos. 1 2 3 El Chalet 3 había sido lanzado al espacio el 31 de octubre de 1981 por un cohete portador Titan III (23C) que incluía el módulo de posicionamiento orbital SSB10 Transtage desarrollado por MartinMarietta Corporation y Aerojet Rocketdyne. 4 5 Se trataba de un satélite espía de inteligencia electrónica (SIGINT) diseñado para escuchar transmisiones de radio originadas en la superficie de la Tierra o en otros satélites en órbita. El Chalet 3 tenía una masa al despegue de unos 1.800 kilos y 820 kilos en órbita. Una vez en el espacio desplegaba un plato reflector con forma de paraguas de unos 38 metros de diámetro que le permitía recoger todo tipo de emisiones en un amplio espectro de radiofrecuencias. Este satélite era tan secreto, que cuando su existencia fue comentada por la prensa, el nombre Chalet fue cambiado a Vortex (y en 1987 a Mercury, cuando el nombre Vortex se hizo público). 6 7 Al momento de producirse la crisis de las Georgias, el satélite Chalet 3/Vortex estaba siendo aprovechado para interceptar conversaciones sobre América Central, pero varias horas por día la antena era reorientada hacia el Atlántico Sur para captar tráfico de radio militar argentino, asumiendo personal británico su control. Los datos interceptados eran procesados por la National Reconnaissance Office (NRO) de los Estados Unidos e ingresados a la red ECHELON por la National Security Agency (NSA), que los compartía en simultáneo con los países signatarios del acuerdo de inteligencia UKUSA, es decir, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, los “cinco ojos” que vigilaban a la Unión Soviética, a sus aliados y a cualquier enemigo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de allí el nombre Five Eyes con el que se conocía al sistema en la comunidad de inteligencia. 8 9 ECHELON era (y es) una red multinacional de vigilancia cuyo control total ejercía (y ejerce) la NSA en Fort Meade, Maryland, a través de la intercepción de todo tipo de comunicaciones electrónicas. Activa desde 1964, la red es una consecuencia del Acuerdo UKUSA o, si se quiere, una actualización del mismo para su mejor funcionamiento en la era de las comunicaciones satelitales. Y es que ECHELON fue posible gracias a la puesta en órbita de la primera generación de satélites de tráfico global INTELSAT, que se desarrollaron en paralelo con grandes computadoras procesadoras de datos. Esta referencia es importante porque cada estación de la red ECHELON cuenta con computadoras que automáticamente buscan a través de millones de mensajes interceptados aquellos que tengan determinadas palabras clave preprogramadas (“guerra”, “enemigo” y miles de etcéteras). Por la frecuencia y canales selectados en una estación, cada palabra de cada mensaje era (y es) automáticamente rastreada, por lo que el sistema no necesita conocer un número de teléfono o de máquina cifradora en particular para saber de dónde y hacia dónde van los mensajes. De modo que las computadoras de ECHELON son como un diccionario electrónico diseñado para interconectar a todas las estaciones vinculadas y hacerlas funcionar como un todo. El sistema reemplazó el mecanismo por el cual los aliados del Acuerdo UKUSA interceptaban separadamente el tráfico, cada cual analizaba y procesaba los mensajes en sus propias estaciones y luego los compartía. En lugar de eso, ECHELON comparte automáticamente los datos interceptados en crudo. Cada computadora-diccionario de cada estación contenía (y contiene) no sólo
las palabras que son de interés del país que la administra, sino también de todos sus aliados. Para 1970 sólo dos estaciones de la red ECHELON eran requeridas para monitorear todas las comunicaciones INTELSAT del mundo: la de Morwenstow (Cornwall, Inglaterra) con dos antenas bajo administración conjunta del GCHQ y la NSA (cada una apuntando a los satélites ubicados en órbita geoestacionaria sobre el Océano Atlántico y el Océano Índico) y una estación más en el Oeste de los Estados Unidos que apuntaba al INTELSAT que cubría el Océano Pacífico. Debido al incremento en el tráfico de comunicaciones, para 1982 otras tres antenas de Morwenstow apuntaban al satélite del Atlántico, más otras dos más ubicadas en territorio norteamericano. La entrada en servicio de la nueva generación de satélites INTELSAT 4A y 5 a finales de la década de 1970 requirió la instalación de al menos dos estaciones terrestres adicionales: CSOS Stanley Bay en Hong Kong (1979) y NSA Sugar Grove (totalmente operativa en 1980 en la costa Este de Estados Unidos para cubrir Norte y Sudamérica). A esta red se sumó la estación de inteligencia británica en la Isla de Ascensión, que ya estaba monitoreando las comunicaciones argentinas en 1981, mucho antes del inicio de la crisis de las Georgias de marzo de 1982. 10 El ultra-secreto acuerdo UKUSA, vigente desde el 5 de marzo de 1946, obligaba a Estados Unidos y a Gran Bretaña a compartir la información colectada por sus respectivas agencias de inteligencia, inicialmente el UK Government Communications Headquarters (GCHQ) y la NSA, aunque progresivamente se fueron incorporando otras reparticiones a medida que se calentaba la Guerra Fría con la Unión Soviética. Las partes acordaron intercambiar todos los datos que captaran en el extranjero y acordaron también colaborar en la recolección de tráfico, compra de equipos de comunicaciones, análisis, criptoanálisis, descifrado, traducción, prácticas y procedimientos. El acuerdo UKUSA fue extendido en 1948 para incluir a Canadá y en 1956 para incorporar a Australia y Nueva Zelanda. No es de extrañar, por eso, que estos tres países pidieran estar presentes el 2 de abril de 1982 en la reunión N° 2349 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, iniciada a las 21:15 horas de New York (22:45 de Buenos Aires) donde se comenzó a discutir el temperamento a adoptar respecto de la ocupación argentina de Malvinas, producida ese mismo día. 11 12 El 3 de abril de 1982 los representantes de Canadá, Australia y Nueva Zelanda también estuvieron presentes como invitados sin derecho a voto en la sesión N° 2350 del Consejo de Seguridad en que se emitió la Resolución N° 502/82, conforme a la cual se exigió a la Argentina el cese inmediato de las hostilidades y el retiro también inmediato de todas sus fuerzas militares de las Islas Malvinas. La resolución fue aprobada luego de que la propuesta británica recibiera diez votos a favor (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Irlanda, Guyana, Jordania, Japón, Togo, Uganda y Zaire), un voto en contra (Panamá) y cuatro abstenciones (China, la Unión Soviética, España y Polonia). Puesto que el gobierno argentino no acató la resolución, ese mismo día los primeros elementos de la Royal Air Force fueron desplegados a la Isla Ascensión, en la mitad del Atlántico. El 4 de abril fue despachado al Atlántico Sur el submarino nuclear HMS Conqueror y el 5 de abril partieron de Portsmouth los portaaviones HMS Hermes y HMS Invincible, núcleo de una flota de más de cien unidades identificada como Task Force 317. 13 A partir de ese momento el monitoreo desde el espacio de Malvinas y las bases continentales argentinas se hizo más intenso. El Chalet 3/Vortex no era el único satélite disponible para ello, pues para la observación
de América del Sur los Estados Unidos ya tenían en órbita el satélite espía KH-8 (nombre código Gambit 3), una plataforma de vigilancia y reconocimiento fotográfico de baja altitud que era capaz de eyectar sobre territorio continental de los Estados Unidos (u otros sitios elegidos) los paquetes fotográficos que iba obteniendo en el espacio. El KH-8 contaba con módulo óptico de cuatro cámaras. La principal, con una distancia focal de 4,46 metros, era una cámara de una sola tira diseñada para recopilar imágenes de muy alta resolución de objetivos terrestres. La segunda cámara (Astro-Position Terrain Camera, APTC) estaba formada por tres lentes (uno de marco de terreno de longitud focal de 75 mm y dos estelares de longitud focal de 90 mm). La tercera cámara tomaba exposiciones de la Tierra en la dirección de giro del satélite para determinar la actitud y la cuarta cámara observaba en direcciones opuestas de 180 grados para tomar imágenes de campos estelares. La sensibilidad de las películas Eastman Kodak que utilizaba el KH-8 era tal, que podía fotografiar con precisión satélites soviéticos en el espacio y objetos en superficie terrestre con una resolución de diez centímetros cuadrados, el límite absoluto impuesto para un sistema óptico por la turbulencia de la atmósfera terrestre. El KH-8-52 [COSPAR 1982-006A, SATCAT 13040] había sido puesto en órbita el 21 de enero de 1982 desde la base Vandenberg de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF) por medio de un cohete portador Titan IIIB. Todo en torno a él era secreto, al punto que no se han hecho públicas siquiera las fotos de su lanzamiento. Para despistar, la USAF, la NSA y la Central Intelligence Agency (CIA) lo refirió indistintamente como Gambit 3, Key Hole 8 o 13040. Era una verdadera nave espacial, pues podía ser orientado para que cambiara de trayectoria, de ángulo y de posición. Al momento de su lanzamiento pesaba tres toneladas, incluyendo el combustible para su movimiento. Fue colocado en una órbita baja prácticamente circular, de 630 kilómetros de perigeo por 641 de apogeo, con una inclinación de 97,20 grados respecto del plano ecuatorial terrestre. Orbitaba nuestro planeta cada 97:40 minutos, lo que equivale decir que prácticamente cada una hora y media sobrevolaba el Atlántico Sur y el territorio continental argentino. 14 Alrededor del 28 de abril de 1982 el KH-8 fue trasladado a una órbita baja, lo que permite inferir que ya desde entonces se encontraba en condiciones de obtener imágenes de muy alta resolución de los puntos de interés que sus operadores desearan mirar, específicamente bases aéreas, bases navales y el despliegue de la flota de mar argentina en vísperas de los ataques que Gran Bretaña ya tenía planificados ejecutar a partir del 1° de mayo de 1982. Para lograr sus posicionamientos orbitales, el KH-8 se valía del módulo de potencia y soporte de energía Agena D al que iba acoplado, lo que lo convertía en una auténtica nave espacial con capacidad de ascenso y descenso a diferentes órbitas y movimiento en los ejes de guiñada, cabeceo y rolido. 15 16 Con todo lo impresionante que era, el satélite KH-8 tenía un punto débil, cual era que no podía reportar lo que veía en tiempo real. Sus imágenes de altísima resolución debían ser lanzadas desde el espacio en pequeñas cápsulas (canisters) que terminaban cayendo en paracaídas, cuyo descenso podía ser seguido mediante un sistema de telemetría. Luego de la recuperación venía el revelado y procesamiento de las imágenes, que podía llevar días, lo que significaba que el KH-8 no servía para decidir acciones tácticas, sino para ir recopilando información estratégica que permitiera formar un mosaico general de inteligencia. Para tomar decisiones inmediatas estaban los satélites ultrasecretos KH-11 y Parcae.
El KH-11 (también conocido como Kennen, Kennon, Kennan, Key-Hole 11, Crystal o 1010) era una impresionante nave espacial construida por Lockheed Missile & Space Company en su planta de Sunnyvale, California, bajo el más estricto secreto. No sacaba fotos en papel, sino que tomaba las imágenes a través de un complejo mecanismo electro-óptico digital que superaba incluso la fantástica resolución del KH-8. El primer satélite de la serie KH-11 había sido lanzado al espacio en diciembre de 1976, más de cinco años antes del inicio de la guerra de las Malvinas, pero sus capacidades eran tales que siguen siendo clasificadas, al igual que todas las imágenes tomadas desde entonces. Para dar una idea de su rendimiento, basta indicar que el telescopio espacial Hubble que la NASA puso en órbita en 1990 [HST, COSPAR 1990-037B] fue construido entre 1981 y 1985 a partir de la estructura de un KH-11. Obvio es decir que el Departamento de Defensa y Lockheed derivaron a una aplicación civil sólo parte de la tecnología que tenían disponible para usos militares. 17 18 Las características técnicas del KH-11 permanecen secretas, pero pueden inferirse parcialmente a partir de las dimensiones y prestaciones del telescopio espacial Hubble. El KH-11 tendría, pues, una longitud de 19,5 metros y un diámetro de hasta 3 metros. El peso oscilaría de 12 a 19 toneladas, teniendo en cuenta que es una nave espacial que debe transportar el combustible que permita alimentar sus motores de alineación, que se presume es hidrazina. De acuerdo con algunas fuentes el espejo primario del KH11 tenía 2,34 metros de diámetro. Para dar una idea de sus capacidades basta indicar que el Hubble orbita la Tierra a una velocidad de 28.000 kilómetros por hora (por lo que da una vuelta al planeta cada 97 minutos) y a pesar de ello puede apuntar con precisión a un astro con una desviación inferior al grosor de un cabello humano visto a una distancia de un kilómetro y medio. Estudios científicos han podido calcular que con un espejo perfecto de unos 2,40 metros de diámetro un KH-11 podría obtener una resolución limitada por difracción de alrededor de 0.05 segundos de arco, que desde una altitud orbital de 250 km daría una precisión de 0.06 m (es decir, seis centímetros). Puede imaginarse entonces lo que era capaz de ver un KH-11 sobre Argentina, Malvinas y el Atlántico Sur, dado que básicamente se trataba de un “Hubble invertido” que observaba hacia abajo. 19 20 Dado que no usaba película del tipo celuloide, las imágenes digitales del KH-11 eran transmitidas a través de una red de satélites de comunicaciones (Satellite Data System) al Área 58 de la NRO (Fort Belvoir). La señal digital grabada a bordo se transmitía prácticamente en tiempo real y en destino se imprimaba con un láser en una película que recreaba la imagen grabada. La comunicación hacia los satélites repetidores en órbitas superiores se enrutada y encriptada, pero a la vez era inmune a cualquier interferencia desde la superficie terrestre pues se emitía en una frecuencia que era bloqueada por la propia atmósfera terrestre. Podría argumentarse que, pese a su extraordinaria complejidad, el disco electroóptico del KH-11 no podía ver en la oscuridad terrestre o cuando su objetivo se encontraba cubierto de nubes, pero la teledetección térmica satelital ya estaba disponible en los satélites espía norteamericanos en 1975, por lo que fue incorporada en las naves Kennen, que tenían la capacidad de observar la superficie terrestre en el espectro de luz visible, pero también en la banda cercana al infrarrojo y directamente en banda térmica, por lo que la noche o la nubosidad no les representaba ningún problema. 21 22 Para marzo de 1982, cuando se inició la crisis de las Georgias, los Estados Unidos tenían en órbita dos satélites Kennen/Crystal, el KH-11-
3 [COSPAR 1980-010A, SATCAT 11687] y el KH-11-4 [COSPAR 1981-085A, SATCAT 12799]. Ambos habían sido lanzados desde Vandenberg AFB por sendos cohetes portadores Titan IIID, el primero el 7 de febrero de 1980 y el segundo el 3 de septiembre de 1981. Demás está decir que estos satélites de inteligencia, carísimos, no habían sido puestos en órbita para espiar a la Argentina, sino a la Unión Soviética. El KH11-3 tenía una masa declarada de 13.300 kg, un apogeo inicial de 501 kilómetros, un perigeo de 309 kilómetros, un período de 92,70 minutos y una inclinación de 97,100 grados respecto del plano ecuatorial terrestre. El KH-11-4 pesaba lo mismo pero tenía una órbita ligeramente más elíptica (244 kilómetros de perigeo y 526 de apogeo), con un período orbital de 92,30 minutos y una inclinación de 96,900 grados respecto del plano ecuatorial. 23 24 Como eran verdaderas naves espaciales, los satélites KH-11 podían ser maniobrados libremente en el espacio, podían cambiar lateralmente de trayectoria, subir y bajar sus alturas orbitales. Eso, por supuesto, tenía un costo, pues suponía el consumo del combustible de sus motores hipergólicos, lo que impactaba en la vida útil del satélite. En virtud de los compromisos asumidos por el Acuerdo UKUSA, inmediatamente después de confirmar que la Argentina no acataba la Resolución N° 502/82 del Consejo de Seguridad de la ONU, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos modificó la trayectoria y altura orbital del KH-11-3 para hacerlo pasar diariamente sobre el territorio continental argentino, su mar adyacente y el archipiélago ocupado a los fines de monitorear el despliegue de aviones, barcos de guerra y hasta la disposición de las propias tropas en Malvinas. El reposicionamiento orbital implicó un mayor consumo de combustible, por lo que el KH11-3 perdió vida útil y se desintegró por fricción contra la atmósfera el 30 de octubre de 1982. Estuvo en el espacio 996 días, contra los 1177 que permaneció en órbita su gemelo, el KH-11-4. Para dar una idea de la pérdida que significó para los Estados Unidos disminuir la vida útil del satélite para atender las necesidades de información de Gran Bretaña, basta indicar que un KH11 tenía prácticamente el costo de un portaaviones nuclear de la clase Nimitz. 25 Las capacidades de teledetección del satélite KH-11-3 eran impresionantes, pero el arsenal espacial norteamericano todavía tenía una herramienta más en su menú de inteligencia, concretamente los satélites NOSS integrantes del Naval Ocean Surveillance System. Con ellos la Marina de los Estados Unidos monitoreaba desde principios de la década de 1970 los movimientos de superficie de barcos militares en todos los mares del mundo, especialmente los soviéticos, dado el contexto de Guerra Fría. Cada satélite NOSS era puesto en órbita baja de la Tierra y, una vez en el espacio, desprendía a otros dos subsatélites, por lo que el racimo volaba en constelación a distancias de 30 a 240 kilómetros uno del otro. Esto les permitía triangular la posición de un barco mediante la recepción en modo pasivo de sus señales de radio, radar o microondas. Los primeros satélites NOSS tenían una masa de 590 kilos, que fue creciendo hasta los 6.800 en función de la complejidad de sus equipos receptores y el mayor combustible que debían cargar para movimientos o reposicionamientos de altura orbital. Los satélites NOSS no sólo permitían detectar un navío, sino también identificarlo mediante el análisis de las frecuencias en que estaba operando o sus patrones de transmisión. El procesamiento en tierra de las señales interceptadas pasivamente en el espacio permitía obtener las coordenadas del objetivo, su dirección y velocidad, información que podía actualizarse con los datos recolectados por el conjunto
satélite-subsatélites en cada uno de sus pasos orbitales sobre el objetivo. Los parámetros de órbita de los satélites de la serie NOSS permanecen todavía clasificados. No hay fotos públicas de ellos ni de los despegues de los misiles Atlas E/FMSD (Multiple Satellite Dispenser) que los pusieron en el espacio desde la plataforma 3W de la base aérea de Vandenberg. El archivo coordinado de datos de la NASA tiene registro de sus lanzamientos, pero no de sus órbitas, que son uno de los secretos mejor guardados de los Estados Unidos, dado que un barco enemigo que se sepa espiado puede “desaparecer” del ojo pasivo del satélite simplemente apagando todas sus emisiones de radio y radar. Como todos los satélites espía, y debido a su carácter ultra-secreto, los satélites NOSS han sido referidos con diversos nombres y apelativos, incluyendo Parcae y White Cloud, mientras que sub-satélites recibieron también nombres diversos, como Searching Satellite Unit (SSU), GB, JD, SS o EP, acrónimos de los que se desconoce el significado. Todo este misterio puede llevar a pensar que, en realidad, estos satélites no existen, pero son bien reales a punto que son “cazados” por observadores aficionados que los registran y clasifican. Los primeros dos satélites NOSS fueron fabricados por el Naval Research Laboratory (NRL), pero luego la producción en serie se transfirió a Martin-Marietta (el fabricante de los misiles Titan, que también eran utilizados para poner cargas orbitales) bajo la dirección de la Space & Missile Systems Organization de la USAF. 26 Al momento de iniciarse la crisis de las Georgias, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos tenía en órbita tres constelaciones de satélites Parcae. La Parcae 1, lanzada el 30 de abril de 1976, estaba formada por el Multi Satellite Dispenser [COSPAR 1976-038A] y tres subsatélites [COSPAR 1976-038C, 1976038D y 1976-038J). La Parcae 2, lanzada el 8 de diciembre de 1977, estaba formada por el dispenser [COSPAR 1977-112A] y tres subsatélites [COSPAR 1977-112D, 1977112E y 1977-112F]. La Parcae 3, lanzada el 3 de marzo de 1980 estaba formada por el MSD [COSPAR 1980019A) y otros tres subsatélites [COSPAR 1980019C, 1980019D y 1980-019 SATCAT 11745]. Parcae 1 tenía un perigeo de 1092 kilómetros, un apogeo de 1128 kilómetros y una inclinación de 63.5° respecto del plano ecuatorial. Parcae 2 tenía un perigeo de 1054 kilómetros, un apogeo de 1169 kilómetros y una inclinación de 63.4 grados. Parcae 3 tenía 1035 kilómetros de perigeo, 1150 kilómetros de apogeo y 63 grados de inclinación respecto del plano ecuatorial. Los datos son estimados a partir de las observaciones terrestres de aficionados, ya que no hay información oficial sobre las órbitas, masas o características técnicas de estos satélites. 27 El Departamento de Defensa de los Estados Unidos conocía perfectamente las características, frecuencias y potencias de emisión de las radios y radares de los principales barcos de guerra de la Armada Argentina pues la US Navy había tenido ocasión de monitorearlos durante los ejercicios conjuntos UNITAS que se venían desarrollando desde 1959 para apoyar la política exterior norteamericana en tiempos de Guerra Fría y expansión continental del comunismo. En fecha tan próxima a la guerra como junio de 1979, en el marco del operativo UNITAS XX, la Marina norteamericana pudo haber relevado perfectamente las frecuencias, potencias de emisión y demás características de las radios y radares del portaaviones ARA 25 de Mayo y del crucero ARA General Belgrano, para poder identificarlos fácilmente desde el espacio. El GCHQ británico, por su parte, conocía perfectamente las “firmas de emisión” de todos los sistemas electrónicos que
equipaban los destructores ARA Hércules y ARA Santísima Trinidad (especialmente sus poderosos radares Type 909), sencillamente porque se trataba de barcos de la Clase Sheffield construidos en astilleros ingleses y entregados a la Armada Argentina en 1976 y en 1980, respectivamente. Ambos destructores contaban, además, con radares de búsqueda aérea Marconi 965P, radares de búsqueda en superficie Marconi 992Q, radares de navegación y control de helicópteros Kelvin Hughes 1006 y radares de navegación DECCA 1229. 28 29 Debe señalarse que, en virtud del acuerdo de cooperación de inteligencia UKUSA, la recolección y análisis de información sensible a Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda se realizaba indistintamente por las agencias de estos países y se compartía sin más. La colaboración era la esencia del acuerdo y la confianza entre las partes era absoluta, más aún si se tiene en cuenta que se había forjado en millones de escuchas, intercepciones de comunicaciones y descifrados de tráfico proveniente de las radios, computadoras encriptadoras, pulsos de microondas y emisiones radar de todas las fuerzas armadas de la Unión Soviética y sus países de influencia. Los socios de Gran Bretaña en UKUSA no eran enemigos de la Argentina, pero no privarían en absoluto a GCHQ de toda la información que captaran o les fuera requerida, porque precisamente esa era la esencia del acuerdo secreto de colaboración de inteligencia. 30 En virtud del Acuerdo UKUSA, Estados Unidos colaboraba rutinariamente con el Reino Unido en general y con la Royal Navy en particular en las áreas de comunicaciones, inteligencia e información meteorológica. La colaboración era tan flexible que los términos del intercambio se iban ajustando regularmente mediante documentos (memorandos) suscriptos entre el Ministry of Defense británico y el Department of Defense de los Estados Unidos, o incluso directamente entre la US Navy y la Royal Navy. La cooperación se extendía a programas sensibles (ultrasecretos), incluido el uso en tiempo real de satélites SIGINT (inteligencia electrónica), COMINT (inteligencia de comunicaciones) y SOSUS (escucha pasiva de submarinos). 31 Por lo expuesto, la constelación de satélites Chalet, Gambit, Kennen y Parcae ya estaba barriendo las bases continentales argentinas y el espectro radioeléctrico en la tierra y el mar cuando, el 12 de abril de 1982, Gran Bretaña declaró una zona de exclusión marítima de 200 millas náuticas alrededor de las Malvinas para prevenir el envío de suministros y pertrechos a las tropas que continuaban llegando al territorio insular. La declaración vino a significar la primera exigencia operativa a todo el sistema satelital norteamericano, porque la única forma que tenía la inteligencia británica de saber qué barcos argentinos entraban o salían de la zona de exclusión era viéndolos o detectándolos desde el espacio. Al realizar esta tarea, los satélites de inteligencia electrónica del tipo Chalet/Vortex y Parcae inmediatamente detectaron (por lo menos) a los barcos más importantes de la flota argentina: los destructores ARA Hércules y ARA Santísima Trinidad, el portaaviones ARA 25 de Mayo y el crucero ARA General Belgrano. Al ubicarlos, fue muy fácil seguirlos en movimiento, fuera por teledetección electro-óptica casi en tiempo real (Kennen), por teledetección térmica nocturna o bajo capa de nubes (Kennen), por intercepción de sus comunicaciones libres o cifradas (Chalet/Vortex) o por la proyección de su posición triangulada (Parcae). Debido a que no todos los satélites sobrevolaban el área Malvinas en el mismo momento ni tenían tampoco la misma frecuencia de aparición sobre el área objetivo,
los analistas y encriptadores de la NRO (Fort Belvoir, Virginia), de la NSA (Fort Meade, Maryland) y del GCHQ (Cheltenham, Gloucestershire) debieron haber tenido un flujo de información prácticamente continuo del teatro de operaciones Malvinas, más aun teniendo en cuenta que cada uno de los satélites citados pasaba al unas quince veces por día sobre las islas o su mar adyacente. El dato es sumamente importante teniendo en cuenta que desde el 11 de abril de 1982 tres submarinos de propulsión nuclear ya se encontraban en inmersión en el área de Malvinas a la espera de instrucciones para perseguir y hundir objetivos argentinos. Ellos eran el HMS Spartan y el HMS Splendid (ambos Clase Swiftsure), y el HMS Conqueror (Clase Churchill). 32 33 Para el 1° de mayo de 1982, cuando Gran Bretaña lanzó los primeros ataques aéreos contra las fuerzas argentinas el Spartan ya tenía a la vista al portaaviones 25 de Mayo, cuyos aviones de exploración Grumman S2E Tracker ya habían detectado a su vez al núcleo de la flota británica (sin ningún tipo de ayuda satelital). Debido a la proximidad de la noche el portaaviones no lanzó el ataque a sus cazabombarderos Douglas A4Q Skyhawk, que ya estaban armados en cubierta, ya que estos no tenían capacidad de ataque y operación nocturna. El Spartan, a su vez, tampoco disparó sus torpedos dado que su blanco se encontraba unos 19 kilómetros fuera del límite de la zona de exclusión. El ataque argentino se hubiera visto frustrado incluso si la flota británica hubiera sido detectada más temprano pues uno de estos satélites norteamericanos, probablemente el Parcae, había detectado por la tarde una emisión radar proveniente de un destructor Tipo 42 argentino. Se trataba indudablemente del Hércules o el Santísima Trinidad, que navegaban escoltando al portaaviones 25 de Mayo. Esta información fue transmitida al portaaviones británico HMS Hermes y de inmediato el núcleo de la Task Force tomó distancia del grupo de barcos argentinos. En otras palabras, la precisa información satelital decidió la primera mano en la partida naval que se estaba jugando. 34
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También decidió la segunda, porque mientras el HMS Spartan ubicaba al portaaviones argentino, el HMS Conqueror hacía lo propio con el crucero ARA General Belgrano (botado en 1938) y sus escoltas, los destructores ARA Piedrabuena (botado en 1943) y ARA Bouchard (botado en 1944). El grupo argentino parecía salido de una película de la Segunda Guerra Mundial y, por supuesto, sus oficiales de a bordo no sabían que habían caído en una red invisible de satélites y submarinos diseñados para ganar la Tercera. El Conqueror hizo contacto con el Belgrano y sus escoltas la noche del 30 de abril de 1982 a partir del mensaje COR 153 emitido desde el cuartel general de las fuerzas armadas británicas en Northwood, pero no los atacó porque estaban fuera de la Zona de Exclusión Total. El 1 de mayo de 1982 por la tarde el Comandancia de Operaciones Navales de la Armada Argentina, Vicealmirante Juan José Lombardo, ordenó a todas las unidades navales desplegadas que buscaran la Fuerza de Tareas británica alrededor de las Malvinas y lanzaran un "ataque masivo" al día siguiente. El Belgrano ingresó a la Zona de Exclusión Total como la pinza Sur de una maniobra de tenaza en cuyo extremo Norte estaba el grupo encabezado por el portaaviones ARA 25 de Mayo. Los destructores Bouchard y Piedrabuena debían disparar sus ocho misiles MM-38 Exocet contra los barcos enemigos, mientras que el Belgrano debía rematar a los buques impactados con sus poderosos cañones de largo alcance. El plan era perfecto y hubiera sido devastador teniendo en cuenta el ataque simultáneo de los Skyhawk del portaaviones
25 de Mayo, pero el comando argentino no contaba con que las comunicaciones cifradas dirigidas a sus barcos habían sido interceptadas y decodificadas. Por lo menos desde el 26 de abril de 1982 el tráfico entre de comunicaciones entre el comando naval argentino y sus barcos desplegados venía siendo procesado a bordo de la central de inteligencia embarcada en buque de asalto HMS Intrepid, que por entonces navegaba a la altura de la Isla Ascensión. 38 39 Con la posición de las fuerzas argentinas perfectamente demarcada y sus comunicaciones secretas ya descifradas, el 2 de mayo de 1982 la Primera Ministro británica, Margaret Thatcher, celebró una reunión de urgencia con su gabinete de guerra. Para ese momento los tres barcos del grupo Belgrano se encontraban fuera de la Zona de Exclusión, pero se decidió que fueran atacados por considerarlos todavía una amenaza. El capitán del Conqueror, Christopher Wreford-Brown, recibió la orden y a las 15:57 horas disparó tres torpedos. Uno impactó en el ARA Bouchard, sin explotar. Los otros dos dieron de lleno al Belgrano, que se escoró y hundió a las 17:00 horas llevándose las vidas de 323 tripulantes, prácticamente la mitad de todas las bajas que la Argentina tendría en la guerra. Desde el punto de vista táctico, el ataque no solo hundió a un barco sino que eliminó del teatro de operaciones naval a toda la flota de superficie argentina, que a partir de ese momento recibió la orden de regresar a sus bases para no ser diezmada por los submarinos nucleares ingleses. 40 41 La orden de hundir al Belgrano le llegó al capitán del HMS Conqueror por mensaje cifrado cuando su nave se encontraba en inmersión. El dato no es menor pues pone en evidencia la capacidad y fiabilidad de las comunicaciones británicas y, además, que el enlace entre el submarino y su cuartel general de Northwood se estaba realizando vía satélite. Pero Gran Bretaña no tenía satélites de comunicaciones desplegados en posición geoestacionaria sobre el Atlántico Sur sencillamente porque ese nunca fue el escenario previsto para un choque frontal con las fuerzas de la Unión Soviética. Para ello se valió de la red de cinco satélites FLTSATCOM que la Marina de los Estados Unidos tenían en órbita sincrónica desde 1978. Estos satélites garantizaban comunicaciones de alta prioridad en UHF entre aviones navales, barcos, submarinos y estaciones terrestres. En fecha tan temprana como el 1° de enero de 1978 el gobierno británico había suscripto con su par norteamericano un memorando para el uso pleno del Defense Satellite Communications System (DSCS) de los Estados Unidos. A partir del 8 de abril de 1982 (es decir, seis días después de la ocupación argentina de Malvinas) 21 canales se encontraban autorizados y operativos. Los canales incluían circuitos de transmisión a barcos, circuitos dedicados a comunicaciones barco-tierra y tierra-barco, y dos canales desde terminales móviles de tierra. Al inicio de la crisis de las Georgias el Reino Unido estaba utilizando aproximadamente el 11% de la potencia total del satélite de comunicaciones que cubría el Atlántico, pero a medida que escaló el conflicto con Argentina le fueron autorizados 27 canales adicionales e incluso el uso prioritario para conducir operaciones especiales. El 4 de abril de 1982, dos días después del desembarco argentino en Malvinas, los Estados Unidos aprobaron la instalación de una terminal satelital para la Royal Navy en la Isla Ascensión y luego dieron curso a una solicitud de la Royal Navy para utilizar en exclusiva equipos criptográficos por un período máximo de siete meses, que presumiblemente era el tiempo que pensaban les insumiría recuperar las Malvinas. Un memorando de entendimiento suscripto el 18 de octubre de 1979 permitía a la marina
británica el uso de circuitos encriptados para intercambio de información segura, vía satélite, con su flota de submarinos. 42 43 44 45
46 Los satélites de la flota norteamericana habían sido manufacturados por TRW como unidades activas capaces de recibir, procesar y enviar con mayor potencia las
comunicaciones, con alcance global. Estaban compuestos por tres módulos hexagonales en tándem y dos paneles solares de 13,3 metros de envergadura que proveían energía a todos sus equipos, incluyendo doce transponders que trabajaban en ultra-alta frecuencia (UHF) con un rango de potencia de 240 a 400 MegaHertz. Cada satélite contaba con un plato reflector de 4,9 metros de diámetro y un motor a base de hidrazina con 120 kg de combustible para orientación y posicionamiento en órbita geoestacionaria. La constelación había sido puesta en el espacio por cohetes portadores AtlasCentaur, siempre desde el Eastern Space & Missile Center, la estación de la USAF en Cape Canaveral. Cada satélite pesaba más de 1800 kg tenía una vida estimada de siete años, por lo que todos estaban en servicio al iniciarse la crisis de las Georgias y, luego, la guerra de las Malvinas. Ellos eran el FLTSATCOM-1 [COSPAR 1978-016] lanzado el 9 de febrero de 1978, el FLTSATCOM-2 [COSPAR 1979038A] lanzado el 4 de mayo de 1979, el FLTSATCOM-3 [COSPAR 1980-004A] lanzado el 18 de enero de 1980, el FLTSATCOM-4 [COSPAR 1980-087A] lanzado el 31 de octubre de 1980 y el FLTSATCOM-5 [COSPAR 1981-073A] lanzado el 6 de agosto de 1981. Este último era más avanzado que los anteriores y pesaba 84 kilogramos menos, pero tuvo problemas en desplegar uno de sus paneles solares y ello redujo su vida útil. De todas formas, la constelación se encontraba plenamente operativa, con alcance global, para enero de 1981. 47 La respuesta argentina al hundimiento del ARA General Belgrano fue el hundimiento del destructor británico HMS Sheffield, el 4 de mayo de 1982, a manos de dos aviones AMDBA Super Etendard de la Aviación Naval Argentina que lo atacaron con sendos misiles -39 Exocet. A partir de ese momento ya no hubo duda alguna de la magnitud del conflicto, más todavía teniendo en cuenta que sólo la Fuerza Aérea Argentina había lanzado 58 misiones de combate el 1° de mayo de 1982 contra las fuerzas británicas, que habían sido repelidas en su intento de acercarse y tomar posiciones cerca de Port Stanley (rebautizado Puerto Argentino). 48 Para monitorear el movimiento de las fuerzas argentinas en lo que se había convertido en el primer conflicto aeronaval y anfibio desde la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos decidieron poner en órbita un nuevo satélite espía fotográfico, el KH-9-17 Block III [COSPAR 1982-041, SATCAT 13170], también conocido como Byeman, Talent, Hexagon, Key-Hole 9 o Big Bird. La nave fue puesta en el espacio el 11 de mayo de 1982 por un cohete portador Titan IIID lanzado desde Vandenberg AFB que lo puso en una órbita elíptica muy baja, de 177 kilómetros de perigeo por 262 kilómetros de apogeo, con una inclinación de 96.4° respecto del plano orbital. Esta órbita era tan baja que atentaba contra la vida útil de la nave, que terminó cayendo a la Tierra el 5 de diciembre de 1982, pero hasta entonces proveyó valiosa información del teatro de operaciones dado su sofisticado equipamiento de espionaje. 49 50 Los satélites KH-9, construidos por Lockheed, eran plataformas de espionaje óptico que, al igual que sus predecesores KH-8, debían eyectar las cápsulas con las imágenes tomadas para que luego pudieran ser procesadas en laboratorio por los analistas. Pero el KH-9-17 en particular no llevaba sólo estas cámaras, sino también un paquete de experimentos científicos y, además, el subsatélite de inteligencia electrónica Farrah 1, diseñado inicialmente para precisar las características de diferentes emisiones radar de la Unión Soviética y demás países del Pacto de Varsovia. Los satélites Farrah (también conocidos como Subsatélites Ferret) contaban con dos motores de combustible sólido que les permitían elevarse y circularizar
su órbita después de separarse de su satélite anfitrión KH-9. 51 52 53 Para dar una idea de las capacidades de teledetección óptica de los satélites norteamericanos, basta analizar la información desclasificada por el NRO relativa a algunas pasadas sobre las bases continentales argentinas y Malvinas durante abril y mayo de 1982. Allí puede verse la precisión de los detalles imprimados en las películas de los satélites KH-8 y KH-9, muy inferiores a las imágenes digitales de los KH11, que todavía permanecen clasificadas. 54 En contraste con todas estas capacidades, la Argentina no tenía en el espacio nada que pudiera fotografiar o detectar a las fuerzas británicas. Tenía, sí, la certeza de que sus propios barcos, bases y posiciones estaban siendo observadas por los ingleses. El cable informativo 2172 del 3 de mayo de 1982 y el Mensaje Militar Conjunto N° 39 sostenían que “el enemigo recibe información satélite sobre posición diurna y nocturna todas unidades superficie propias”. El General de División José Antonio Vaquero, Jefe del Estado Mayor General del Ejército Argentino, no tuvo mejor idea que increpar al Embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires, Harry Schlaudeman, expresándole que tenía “pruebas concretas” de que Estados Unidos había proporcionado a Gran Bretaña la inteligencia satelital que había permitido localizar y hundir al crucero Belgrano. Las “pruebas concretas” probablemente hayan sido las publicaciones de la prensa norteamericana, concretamente la edición del 13 de abril de 1982 del programa televisivo World News Tonight de la cadena ABC (que a las 7:00 p.m. reportó que Estados Unidos estaba proveyendo al Reino Unido con “enlaces de comunicación a sus submarinos, inteligencia sobre la actividad militar argentina, pronóstico meteorológico y suministros a la Isla Ascensión”) y la edición del 15 de abril de 1982 de The New York Times (según la cual los Estados Unidos estaban proporcionando rutinariamente a los británicos una “amplia gama de inteligencia, incluyendo vigilancia aérea e intercepciones electrónicas”). 55 56 57 58 El gobierno de Washington negó expresamente haber brindado auxilio a la Royal Navy, expresando incluso que Estados Unidos no había sido consultado por el gobierno británico respecto del ataque. Lo segundo era cierto (la decisión de hundir al Belgrano había sido tomada in extremis por Margaret Thatcher el 2 de mayo de 1982 en la intimidad de su Gabinete de Guerra), pero lo primero era absolutamente falso, pues los Estados Unidos estaban atendiendo los suministros de todo tipo provenientes de la Royal Navy con un retraso no mayor de 36 horas respecto de todo requerimiento británico. Esto incluía información de inteligencia en tiempo real, pero también enlace directo para recibir información satelital meteorológica desde la estación de la USAF en Sunnyvale (California), la provisión de tres codificadores de voz para comunicaciones satelitales seguras CV 3333 UHF y la provisión de dos antenas VOE-82C para terminales AN/WSC-1 (SATCOM). 59 60 61 La negación relativa al hundimiento del Belgrano fue la segunda que el Gobierno de Washington produjo oficialmente respecto a que estuviera brindando a los británicos información satelital. La primera se había producido el 10 de abril de 1982 en Buenos Aires, cuando el Secretario de Estado norteamericano, General Alexander Haig, le expresó al Presidente de facto argentino, Leopoldo Fortunato Galtieri, que eran falsos los informes de que Estados Unidos estaba proporcionando información de inteligencia y satélite al Reino Unido son falsos. Haig negó incluso la solicitud británica (lo que era un acto de cinismo, pues en virtud del Acuerdo UKUSA Gran Bretaña no debía solicitar información, simplemente la recibía).
Haig, un mentiroso profesional, expresó a Galtieri que Argentina no estaba siendo espiada pues “como cuestión de principio, creemos que los aliados no deberían espiar el uno al otro”. Yendo todavía más lejos, Haig le dio a Galtieri su garantía personal de que “nuestro satélite, además, no estaba en condiciones de recopilar datos de esta área” y que, “de haber sido así, no los habrían proporcionado a los británicos”. Para despejar toda sospecha del gobierno argentino, el Secretario de Estado expresó que toda la historia de los satélites espía había sido plantada por los izquierdistas en Inglaterra para usarla contra Margaret Thatcher. El presidente Galtieri le agradeció a Haig sus garantías. Fueron testigos de la conversación el Asistente del Secretario de Estado (Thomas Enders), el Ministro de Relaciones Exteriores argentino (Nicanor Costa Méndez), el Subsecretario de Relaciones Exteriores (Enrique Ros), el Secretario General de la Presidencia (General Héctor Eduardo Iglesias), el Jefe de Planificación argentino (Mayor General Mertil) y el Embajador norteamericano en Buenos Aires (Vernon A. Walters). 62 No todos los argentinos creyeron en la palabra de Haig. Al menos no lo hizo el Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Argentina, Brigadier General Basilio Lami Dozo, para quien resultaba clarísimo que el retiro de nuestra flota de mar del Atlántico Sur como consecuencia del hundimiento del crucero Belgrano haría recaer sobre las unidades aéreas bajo su dependencia la mayor parte del esfuerzo ofensivo en la guerra que se estaba desarrollando. Lami Dozo sabía que los Estados Unidos tenían sobrados motivos históricos, geopolíticos y militares para respaldar a Gran Bretaña en un conflicto bélico y que la provisión de inteligencia e información satelital era una forma silente y efectiva de hacerlo, en buena medida porque no dejaba registro alguno, se mantenía continuamente secreta, no era interceptable por los sistemas de comunicación argentinos y siempre podía ser negada por los canales diplomáticos, como habían hecho sucesivamente el Secretario de Estado norteamericano, General Alexander Haig, y el Embajador norteamericano en Buenos Aires, Harry Schlaudeman. Lami Dozo sabía que la única manera de equilibrar la cancha en Malvinas era contando con información satelital tan precisa como aquella con la que estaban contando los ingleses, lo que colocaba como único proveedor a la Unión Soviética, el archirrival de los Estados Unidos en la Guerra Fría que en ese preciso momento se estaba desarrollando a escala global. Acercarse abiertamente al gobierno de Moscú podría ser peligrosísimo, no sólo porque podría desencadenar consecuencias inimaginables frente a los norteamericanos, sino porque era políticamente incorrecto dado que la Fuerza Aérea integraba una Junta Militar que, desde 1976, se había esmerado en combatir abiertamente al comunismo no sólo en territorio argentino, sino también varios países de América Central. Para fortuna de Lami Dozo, fueron los propios soviéticos quienes se acercaron a la Argentina para ofrecerle ayuda militar. El primer contacto con diplomáticos de la Unión Soviética se produjo el propio 2 de abril de abril de 1982, cuando las fuerzas argentinas ocuparon las Malvinas. Ese día el Embajador soviético en Buenos Aires, Sergei Striganov, fue citado al Palacio San Martín por el Canciller argentino Nicanor Costa Méndez, quien le pidió el apoyo diplomático de su país y el ejercicio del derecho de veto de la URSS en el Consejo de Seguridad para bloquear toda acción negativa del Reino Unido. Lo mismo había solicitado en Moscú horas antes el embajador argentino Ernesto de la Guardia ante el Viceministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética.
Las gestiones diplomáticas argentinas fueron un rotundo fracaso pues, como hemos visto, la Unión Soviética no sólo se abstuvo de vetar la Resolución 502/82 del Consejo de Seguridad de la ONU que ordenó el retiro inmediato de todas sus fuerzas militares de las Islas Malvinas, sino que directamente se abstuvo de pronunciarse al respecto. 63 Sin embargo, los rusos eran grandes jugadores de ajedrez y no dejarían de tomar ventaja en la crisis que se estaba produciendo entre un país marcadamente anticomunista que estaba llevando adelante una guerra secreta contra la insurgencia de izquierda en América Central (Argentina) y el principal aliado histórico de los Estados Unidos (Gran Bretaña). Uno y otro tenían fuertes vínculos con los Estados Unidos, bajo cuya esfera de influencia política actuaban, por lo que cualquier grieta que pudiera abrirse por el lado argentino terminaría comprometiendo de una u otra forma a los norteamericanos, que en definitiva eran los principales enemigos en la Guerra Fría. Siendo así, la primera oferta de colaboración militar soviética llegó a Buenos Aires a los pocos días del desembarco, cuando el embajador Striganov visitó al Subsecretario de Relaciones Exteriores, Enrique Ros. Según Nikolai Leonov, que era al momento del conflicto Director del Departamento Analítico Informativo de la KGB, para ese momento los soviéticos querían “entregar armamentos directamente, pero los argentinos rechazaban que hubiera algo directamente entre gobiernos. Querían algo a nivel de empresas”, lo cual llevó a un estancamiento de las negociaciones, máxime en un momento donde la guerra parecía evitable. 64 65 Poco después del hundimiento del Belgrano, la diplomacia soviética se contactó con su par argentina para ofrecer ayuda militar a cambio de cuatro concesiones: la inmediata retirada de los asesores argentinos de América Central, la abstención de votar contra la Unión Soviética en Naciones Unidas cuando se trataran temas como la ocupación de Afganistán, la autorización para construir pesquerías soviéticas en Ushuaia y el cese del apoyo al Presidente de facto de Bolivia, General Celio Torrelio Villa. La Junta Militar argentina expresó la imposibilidad política de aceptar la asistencia soviética, agregando la percepción de que si la URSS terminaba interviniendo directamente en Malvinas, también lo harían los Estados Unidos a favor de Gran Bretaña, lo que posiblemente escalaría hasta la Tercera Guerra Mundial. No obstante ello, sí aceptó la provisión de información de inteligencia, dado que su recepción podía ser muy fácil de negar. 66 La información comenzó a fluir. El Agregado Militar en la Embajada soviética en Buenos Aires, Coronel de Tanques Valentín Livtonchicov, se aseguró de que el Embajador Striganov le diera para su uso exclusivo una de las escasas líneas telefónicas de la representación (sita en Rodríguez Peña 1741 de la Capital Federal). La información satelital llegaba codificada al télex de la Embajada y luego Livtonchicov se la entregaba a su enlace de la Fuerza Aérea Argentina. A fines de mayo, inesperadamente, el flujo de información se detuvo. Entonces, el Secretario General de la Fuerza Aérea Argentina, Brigadier Mayor Rodolfo Aquilino Guerra, se puso en contacto con el jefe de la Agencia de noticias TASS en Buenos Aires, Isidoro Gilbert, que era abiertamente comunista y a quien conocía desde hacía varios. Según recordaría en 2007 el periodista: “Me citó a su despacho del Edificio Cóndor. Me esperaba un suboficial. Pasamos sin dejar señas en la guardia. ´Necesito de vos un esfuerzo patriótico´, me espetó Guerra con una solemnidad jamás utilizada en nuestros encuentros. Me contó que el contacto con los soviéticos con la información satelital se había roto y que se necesitaba restablecerlo
con prontitud. Creí, francamente, que era una provocación. De todos modos, me las ingenié para encontrarme con un soviético amigo mío, Vladimir Denisiuk, a quien le transmití la petición. Denisiuk empalideció y casi se descompuso. Analizamos los pros y los contra de la situación, si era ´una cama o no´ y, al fin, él decidió que se encontraría con Guerra bajo severas condiciones en un restaurante que funcionaba entonces en Arenales y Coronel Díaz. ´Decile a tu amigo que debe llegar con un diario bajo el brazo y que a mis preguntas deberá tener las respuestas acordadas´, dijo. Con este consejo expreso, retorné al Comando en Jefe de la Fuerza Aérea y le transmití a Guerra los paseos a seguir para el día siguiente. El brigadier lo aprobó y yo transmití a Denisiuk en una cita acordada previamente que las condiciones habían sido aceptadas. Sin embargo, al otro día recibí en la corresponsalía de TASS un comunicado para que me comunicara urgente con Guerra. ´Está todo arreglado: el Jefe (Lami Dozo) se vió con el otro Jefe (Striganov)´. Debía avisar a Denisiuk para que no fuera a la cita. Pero yo n podía ir a la embajada y dejar las huellas. Tuve fortuna: el periodista Carlos Agosti, que era corresponsal de la agencia informativa checoslovaca, CTK, pasó al rato por mi oficina. Le encargué que fuera a la embajada soviética y que le dijera a Denisiuk simplemente: ´No vayas, está solucionado´”. 67 El testimonio de Isidoro Gilbert, involucrando directamente al Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Argentina en el intercambio de información satelital con los soviéticos, debe ser muy tenido en cuenta no sólo por su posición de Jefe de la agencia TASS en Buenos Aires (que era considerado un canal alternativo al vínculo diplomático oficial entre Buenos Aires y Moscú) sino porque habría llegado a tener el rango de Coronel en la KGB, el servicio secreto soviético. Quizá por eso la Armada Argentina llegó a pensar incluso que la información satelital llegaba directamente al télex de la agencia noticiosa. Pero no era así. Desde un Centro de Control en Moscú la información llegaba al télex de la Embajada soviética en Buenos Aires y, en sobres cerrados y previas coordinaciones dignas de películas de espías, disimuladamente se entregaba a oficiales de la Fuerza Aérea. No se entregaban imágenes “por razones técnicas” (según los soviéticos), sino datos de objetivos militar en cifras que denotaban sus coordenadas geográficas. Para la Fuerza Aérea, la información la daba el Amigo Invisible, mientras que en ciertos documentos navales se citaba al satélite soviético como el Ojo Mágico. Sólo un círculo muy pequeño conocía esa colaboración y jamás se dejaba constancia sobre su origen. Como expresó el Jefe del Centro de Información y Control (CIC) Malvinas a este autor, “el Amigo Invisible existió y por ese motivo en dos o tres ocasiones nos hicieron cortar las transmisiones de los radares en Malvinas. Siempre pensé que era justo a la hora que un satélite podía captar solo emisiones inglesas”.
68 69
Esta referencia indica que el satélite soviético comprometido en el rastreo de la flota británica no era fotográfico, sino de relevamiento electrónico, y que disponía de una tecnología equivalente a la que estaban utilizando los satélites norteamericanos Chalet/Vortex y Parcae. Y resulta que la Unión Soviética tenía tres satélites con esas capacidades en órbita sobre el Atlántico Sur o fácilmente desplegables para que alcanzaran su posición sobre el objetivo requerido dado que eran verdaderas naves espaciales. Se trataba de los satélites Kosmos-1355, Kosmos-1365 y Kosmos-1372, todos ultrasecretos. El primero pertenecía a la categoría USP (Upravlenniye Sputnik Passivny, satélite controlado pasivo) y los dos últimos al tipo
US-A (Upravlyaemy Sputnik Aktivnyy, satélite controlado activo). La inteligencia occidental los conocía respectivamente por EORSAT (Electronic Ocean Reconnaissance SATellite) y RORSAT (Radar Ocean Reconnaissance SATellite). La diferencia principal entre ambos modelos estaba dada en la fuente de energía, pues mientras los sistemas pasivos del EORSAT eran alimentados por paneles solares, los radares de alta potencia de los RORSAT se alimentaban de la energía generada por reactores nucleares BES-5 a base de Uranio-235. 70 Los satélites EARSAT/RORSAT funcionaba en órbitas bajas de 255 a 420 km de altitud con una vida media de dos hasta tres meses y se lanzaban para que coincidieran con las principales maniobras navales de la OTAN y de la US Navy. Los objetos ideales a detectar por sus grandes antenas de radar eran los portaaviones debido a las superficies grandes y planas de sus cubiertas, que además eran metálicas, por lo que constituían reflectores particularmente buenos. Los RORSAT en particular constaban de tres componentes principales: la carga útil y la sección de propulsión, el reactor nuclear y la etapa de eliminación, que se utiliza para maniobrar el reactor a una órbita de cementerio 900 a 1000 km de altitud al final de la misión para que el Uranio-235 no contaminara la atmósfera terrestre al momento de la desintegración del satélite. Cada USA/RORSAT tenía 1,30 metros de diámetro por 10 metros de longitud y pesaba 3.800 kilogramos, de los cuales 1.250 correspondían al reactor nuclear y a la etapa de eliminación. El satélite era una auténtica nave espacial y estaba equipada con dos antenas radar laterales capaces de localizar objetivos navales en cualquier clima, de día o de noche, incluidos aquellos que mantenían silencio de radio. 71 72 Durante la Guerra de las Malvinas la Unión Soviética lanzó al espacio un satélite de rastreo pasivo US-P/EORSAT y dos satélites de rastreo activo USA/RORSAT con el objeto de monitorear los movimientos de las fuerzas británicas. El pasivo fue Kosmos-1355 [COSPAR 1982-038N, SATCAT 14275], que fue colocado en órbita desde el complejo espacial de Tyuratam, Kazajastán, el 29 de abril de 1982 por un cohete Tsyklon-2. Le siguieron el Kosmos-1365 [COSPAR 1982043A, SATCAT 13175], también lanzado desde Tyuratam el 14 de mayo de 1982 con un cohete portador Tsyklon 2, y el Kosmos-1372 [COSPAR 1982-052A, SATCAT 13243], lanzado desde Tyuratam el 1° de junio de 1982 por otro cohete Tsyklon 2. El primer USA/RORSAT comenzó a orbitar con un apogeo de 967 kilómetros, un perigeo de 907,2 kilómetros, una inclinación de 65.1° respecto del plano del ecuador terrestre y un período orbital de 103.6 minutos. El segundo US-A/RORSAT entró en órbita con un perigeo de 912,5 kilómetros, un apogeo de 987,3 kilómetros, una inclinación de 64.9 grados y un período orbital de 103,9 minutos. En ambos casos, los datos corresponden a sus primeras trayectorias, pues eran naves que podían cambiar sus alturas de vuelo y posiciones laterales en el espacio. 73 74 75 En sus pasadas sucesivas sobre el área de Malvinas al menos el Kosmos-1365 logró detectar a los principales barcos de la Task Force 317, incluyendo los dos portaaviones, y precisar exactamente la fecha en que se produjo el primer desembarco británico en las islas. 76 Según el periodista Sergei Brilev, subdirector de Rossiya Television, RTR, este satélite proveyó las coordenadas precisas para que la Aviación Naval argentina hundiera al portacontenedores Atlantic Conveyor el 25 de Mayo de 1982 y para que la Fuerza Aérea Argentina hiciera lo propio, ese mismo día, con el destructor HMS Conventry, gemelo del ya hundido HMS Sheffield. La provisión de información regular de inteligencia a la
Argentina le fue confirmada en 2008 por el General Nikolai Leonov (quien era en 1982 el jefe de los servicios analíticos de la KGB) y por el general Valentin Varennikov, primer subjefe de las fuerzas soviéticas en Moscú. 77 78 79 A partir de la información satelital soviética, a fines de mayo de 1982 la Fuerza Aérea Argentina y la Aviación Naval planificaron una operación conjunta contra el centro de la flota británica, con el propósito de destruir al menos uno de sus portaaviones. La aspiración venía de larga data. El 7 de abril de 1982, siendo claro que los británicos enviarían una fuerza militar para re-invadir Malvinas, se gestó, en el seno del Comando Aéreo Estratégico de la Fuerza Aérea el Plan de Operaciones 2/82, denominado Mantenimiento de la Soberanía. Dentro de las previsiones del plan, se daban las prioridades “para el uso de los aviones de combate”. La máxima prioridad era el “ataque a las lanchas de desembarco y a las tropas de desembarco”, pero se anotó de puño y letra, arriba del primer punto, la palabra “portaviones”, por ser la prioridad absoluta en el combate aeronaval. Ahora bien, el problema con los portaaviones era que no se conocía su ubicación precisa, meramente el área aproximada en la cual operaban. 80 El 22 de mayo de 1982 se dictó la Directiva N° 1, complementaria del plan citado, dejándose en claro allí que “El Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Argentina ha ordenado el planeamiento de una operación aérea para destruir el o los portaaviones británicos, utilizando los medios propios de la Fuerza Aérea y los aviones Super Etendard de la Armada”. Sin embargo, también allí se dejaba claro que “no se conoce con precisión cuál es la posición del o los portaaviones”. Entonces, para precisar dicha ubicación, la misma directiva requería contar con información proveniente del radar Malvinas, que detectara a los buques (si se acercaban lo suficiente) o procesara la información de movimiento de aeronaves, que fuera detectado por aviones de la Fuerza Aérea (Canberra o Boeing 707) o de la Armada (Tracker, Bandeirante o Neptune) volando a gran altitud o finalmente, que se lo localizara “mediante información provista de fuentes externas”. 81 Durante los días siguientes, se fue tratando de precisar la posición de los portaaviones enemigos, utilizando principalmente la información del radar Malvinas, un AN/TPS43 de la Fuerza Aérea Argentina ubicado en las cercanías de Puerto Argentino. El 29 de mayo, con datos más o menos definidos, se había planeado ejecutar la operación contra los portaaviones, recibiendo a las 07:30 horas el Brigadier Horacio Crespo (Comandante de la Fuerza Aérea Sur de la Fuerza Aérea Argentina) un informe complementario con la posición de los portaaviones británicos, y también del buque requisado Queen Elizabeth II. La operación se pospuso para el día siguiente y, nuevamente, el 30 de mayo 1982, en horas de la mañana la Fuerza Aérea Sur ya tenía información del Ojo Mágico, según la cual el portaaviones HMS Invincible se encontraba a 51° 38´S y 53° 03´O. Al HMS Hermes se lo ubicaba en 51° 34´S y 54° 30´O. El informe señalaba que en la zona había vientos del sudoeste, 5/8 de nubes, temperatura de 8 a 10°, temperatura del agua de 3 a 5 ° y que el estado del mar era 3 o 4. 82 Con esta información fue lanzada una de las más atrevidas misiones de la historia de la Aviación Militar, ya no sólo de la Guerra de Malvinas. Desde los ataques japoneses en la Segunda Guerra Mundial ninguna fuerza aérea había intentado jamás atacar a un portaaviones, menos aún en tiempos de guerra electrónica, con defensa antiaérea misilística y contra la flota de un país aliado en la OTAN. Participaron del ataque seis aviones, dos AMD-BA Super Etendard de la Tercera Escuadrilla de Caza y Ataque del Comando de Aviación Naval (uno de ellos armado con el último misil AM-39 Exocet con
el que contaba el país) y cuatro Douglas A-4C Skyhawk de la IV Brigada Aérea de la Fuerza Aérea Argentina (cada uno armado con tres bombas de 227 kg de caída retardada por paracaídas). Las formaciones recibieron dos reabastecimientos de combustible en vuelo por parte de sendos aviones cisterna Lockheed KC-130 Hercules de la I Brigada Aérea y atacaron al núcleo de la flota británica prácticamente desde el Sur, por lo que el efecto sorpresa fue total. Tan pronto los aviones navales dispararon el misil antibuque, regresaron a su base. Los demás cazabombarderos siguieron adelante siguiendo la estela del misil. En la corrida final al objetivo, fueron derribados los A-4C de los Primeros Tenientes José Vázquez y Omar Castillo. Los otros dos aviones alcanzaron el blanco, al que identificaron como el portaaviones HMS Invincible. Argentina reclamó haber dejado fuera de servicio a la nave. Gran Bretaña admitió que se había producido un ataque por sorpresa al núcleo de su flota, pero nunca reconoció daños ese día ni en el portaaviones ni en ninguna otra unidad de superficie. Los norteamericanos, en cambio, abrigaron sus sospechas. En un Memorandum del 12 de junio de 1982 dirigido al General Alexander Haig por el Vicealmirante Jonathan Howe, Director del Buró de Asuntos PolíticoMilitares del Departamento de Estado, se expresaba que “los niveles bajos recientes de salidas de Harrier también pueden indicar daños al Invincible, que, en cualquier caso, ahora se encuentra alejado de las Malvinas unas 5075 millas adicionales”. 83 84 Dañado o no, pronto quedó claro que el portaaviones no había sido hundido y para los satélites soviéticos debió haber sido bastante fácil determinarlo. Siendo así, el Ojo Mágico del Amigo Invisible proveyó nuevas coordenadas tan pronto pudo. No se sabe con exactitud cuántos reportes hubo, pero en la Dirección de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea Argentina se conserva el mensaje N° 582 enviado por el Comando Aéreo Estratégico al Comando de la Fuerza Aérea Sur a las 13:40 horas del 9 de junio de 1982, en el cual se precisaba la posición de los dos portaaviones británicos registrada a las 23:00 horas del día anterior, lo que denota que el satélite buscador era un US-A o un Tselina, pues de lo contrario no habría podido detectar a los buques en plena noche. Los portaaviones HMS Hermes y HMS Invincible fueron ubicados en latitud y longitud con precisión de grados y minutos, rumbo (hacia el NE) y velocidad (7 nudos), velocidad del viento, cantidad y altura de nubes, temperatura del agua y temperatura del aire en la zona objetivo. 85 Sin embargo la Fuerza Aérea ya no intentó ningún otro ataque en profundidad, probablemente porque ya no quedaban más misiles aire-mar AM-39 Exocet con los que repetir la hazaña, pues las misiones de combate se sucedieron prácticamente hasta el último día de las hostilidades. Para entonces, los norteamericanos tenían absolutamente claro que la Unión Soviética había estado espiando los movimientos de la Task Force 317 pues lo filtraron a la prensa especializada e incluso a la prensa general. Pero este tipo de prácticas era común y aceptada entre las superpotencias, por lo que en sí misma no representaba ninguna amenaza. Hasta donde se sabe, ni Gran Bretaña ni los Estados Unidos conocieron nunca la ayuda suministrada por la Unión Soviética a la Argentina bajo la forma de información de inteligencia. 86 87 Es importante destacar que durante el conflicto del Atlántico Sur ambos bandos accedieron a los servicios de otros satélites que, como eran civiles, se encontraban abiertos al uso público. Del lado norteamericano estaban los TRANSIT de navegación, los GOES y NOAA para pronósticos meteorológicos y los LANDSAT de relevamiento geográfico. Del lado
soviético estaban los satélites meteorológicos METEOR, a los que la Fuerza Aérea Argentina tuvo acceso gracias al enlace establecido con su Amigo Invisible. 88 El 14 de junio de 1982 por la tarde el comandante de todas las fuerzas argentinas en Malvinas, General de Brigada Mario Benjamín Menéndez, acordó la rendición con el comandante de las fuerzas terrestres británicas, Mayor General Jeremy Moore. Terminó así una guerra de 74 días que la Argentina nunca debió haber iniciado pero que bien pudo haber ganado de no mediar la fenomenal asistencia que los Estados Unidos brindaron durante todo el conflicto a Gran Bretaña, no sólo en términos de provisión de armamentos y equipos, sino especialmente de inteligencia satelital. Nuestro país, que durante décadas había buscado contar con una presencia permanente en el espacio, padeció en carne propia las consecuencias de no tenerla justo cuando se estaba decidiendo por las armas la suerte de una causa nacional.
Referencias
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