Cómo Despedir a una madre?.............................................P.7
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Mamá Astrid…………………………………………….........................P.17 En el tártaro sin pecado concebido…………………..................P.25 Una madre retando a la muerte……………………....................P.33 In defensa de género…………………….....................................P.41 El Tiempo, El Espectador, El Extra……………........................P.49 Berta: siete perros y una vorágine de olvidos…..................P.57 Y les tocó salir a volar…….................................................P.65
“Más de una razón para leer”
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Revista de Crónicas Un Pretexto Edición No. 8 revista1unpretexto@gmail.com revista1unpretexto https://issuu.com/1unpretextorevistadecronicas
Rectora Dra. Rosita Cuervo Payeras Vicerrector de Desarrollo Institucional Ing. Andrés Correal Cuervo Vicerrector Académico Ing. Rodrigo Correal Cuervo Vicerrectora de Investigación, Ciencia y Tecnología Ing. Patricia Quevedo Vargas Vicerrectora de Educación Virtual Ing. Carmenza Montañez Torres Decana Facultad Ciencia Jurídicas y Sociales Mg. Ethna Yanira Romero Garzón Directora Programa Comunicación Social C.S. Julieta Montoya Rojas Universidad de Boyacá Campus Universitario: Cra. 2 Este Núm. 64 – 169 Tunja – Boyacá Tels.: 745 2105 Fax: 745 0044 www.uniboyaca.edu.co 2017
Colectivo Redacción Periodística y Literaria Universidad de Boyacá Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales Programa de Comunicación Social ISSN: 2322-6218 Editora General Mg. Carolina Pinzón Camargo. Escriben en esta edición Ángela Patricia Parra R. - Juan Sebastián Rodríguez C. Kendy Danitza Unda C. - Angy Johanna Ramos G. Ivette Camila Jiménez R.- Lina María Ortiz M. Jenifer Catherine Borda T. - Gina Viviana Zambrano G. Laura Carolina Herrera V. Corrección de estilo Ethna Yanira Romero Garzón Gladys Elvia Lara Romero Angélica María Rincón Rodríguez Julieta Montoya Rojas Concepto visual y diagramación Laura Jimena Peña Bernal Ilustraciones Magdalena Garcés Neira Colaboración Cinco Sentidos Semillero de Investigación Impresión Búhos Editores Ltda.
“Más de una razón para leer”
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Presentación Revista Un Pretexto La revista Un Pretexto que tiene en sus manos es 8 x 8 x 8. En esta octava edición usted leerá ocho historias de ocho mujeres. La integran crónicas que narran la existencia femenina en sus múltiples dimensiones, facetas y remolinos. Pero más que un conjunto de relatos de mujer, este número es de la mujer como relato, texto, lenguaje y potencia simbólica de otros asuntos humanos. Ya lo dijo Silvia Plath: la mujer no es solo sentimiento, ni solo pensamiento; sino la gestión de un complejo y vital entramado de las dos cosas. La mujer es un territorio sobre el cual se han escrito poderosas marcas, invisibles a la cultura patriarcal. Su vida es un relato que grita por salir de las entrañas del tiempo hacia la superficie de la historia. Marta Lamas dice que una mujer es más que un cuerpo condenado por su biología. Por eso; es relato apasionado, creador, marginal y siempre en resistencia. En su octavo número, Un Pretexto ha querido que las mujeres de región se cuenten. Y como son vínculo entre memoria y territorio, cada crónica es testigo de mujeres que tomaron una decisión y con ella definieron el destino de muchos. Son relatos de mujeres que trastocan su tiempo y determinan la existencia de otros. No es solo lo que hacen con su propia vida sino cómo sus palabras y sus actos han organizado la vida de otros. En Un Pretexto, encontrará a una madre escrita en el antebrazo de su hija para toda una vida, y en el alma por mil eternidades. El itinerario político de una defensora de la humanidad; léase, feminista. El tormentoso mundo de una mamá enferma que le provoca sueños a su hija, quitándoselos. La lucha espiritual de una mujer que para mantener vivos a sus hijos se debate entre la ley divina y la Ley 100. El sombrío destino de la mujer que fue víctima de su depredador, oculto tras las máscaras del amor. Leerá la vital experiencia de una madre que sostiene a su familia de verdad…vendiendo periódicos. La revista cierra con dos crónicas de mujeres en éxodo que huyen de la guerra entre godos y cachiporros. Todas son historias de mujeres que han vivido, sobrevivido, resistido y re-existido. De nuevo, como en las versiones anteriores, reconocemos y valoramos el trabajo de los estudiantes cronistas que han apostado desde el periodismo por la visibilidad de las mujeres. Cada día, en los periódicos y la televisión vemos a todas las mujeres y a ninguna. Estas crónicas, las devuelven del anonimato estadístico al mundo de la vida. También nuestro grato reconocimiento a la profesora Libia Carolina Pinzón Camargo, por su entrega y juiciosa conducción de este proyecto. Jaime Alberto Pulido O.
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Cartas al Saludo cordial. Deseo reiterarle mi agradecimiento por haberme obsequiado un ejemplar de la revista de crónicas Un Pretexto que publica la Universidad de Boyacá. La lectura de las crónicas me ha activado recuerdos boyacenses e informado sobre la vida de personas que habitan en Boyacá y sobre las actividades que realizan con esfuerzos y sacrificios. Los estudiantes de Comunicación Social se ejercitan satisfactoriamente en la elaboración y escritura de crónicas sobre acontecimientos del departamento. He leído con atención e interés crónicas como las siguientes: “Justicia lisiada”, “El catedralazo”, “Cómo curar los males con el dulce de pata”, “Echelo pa´ la escuela”, “El abrazo de los bueyes”. He recordado que mi abuelo materno, oriundo de Pesca, iba a comprar miel de caña a Miraflores, población que se encuentra próxima a San Eduardo, en las primeras décadas del siglo XX. Arduos trabajos efectuaban estos hombres y sus mulas por caminos difíciles y peligrosos. Los bueyes también ayudaban mucho a los campesinos en las labores agrícolas y en el arrastre de objetos pesados. ¡Vale! Orlando Beltrán Moreno. Bogotá, D.C.
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Cómo despedir a una madre?
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Por: Ángela Patricia Parra R.
A veces queremos buscar historias de otros porque consideramos que tienen los suficientes picos que las hacen merecedoras de ser contadas.En una de las clases de redacción la profe Carolina Pinzón mencionó que “si somos capaces de contar nuestro propio cuento, podemos contar el cuento de otro”, por esto me animé a escribir la historia de vida de mi mamá, una mujer joven y luchadora, llena de sueños y proyectos. A quien la vida le da un giro de 180° cuando le detectan cáncer de seno; la crónica narra cómo fue el proceso, su lucha, la enfermedad, el divorcio que estaba afrontando en ese momento además de los tratamientos, cambios físicos y emocionales. Pero todo desde mis ojos, su única hija. La crónica plantea una pregunta que queda sin respuesta: ¿Cómo despedir a una madre?
8 Sé que para mi mamá Cielo Piedad, su único amor fue mi papá Diego Parra. Lo conoció siendo adolescente y se arriesgó a irse de la casa para estar con él, razón por la cual mi papá y mi abuela nunca se llevarán bien. Mi mamá quedó embarazada a los 22 años; según mi familia, fue la más dichosa del mundo, fui la primera nieta y la más consentida por todos, nací el 10 de diciembre de 1992 en Ibagué, Tolima. Durante todo el embarazo hablaron de dos nombres: María Camila si era niña y Juan Diego si era niño. Sin embargo, mi papá me registró a escondidas y me puso Ángela Patricia. “Siempre me gustó ese nombre por una presentadora y reina de belleza; Ángela Patricia Janiot, nadie se lo esperaba y casi me cuesta el divorcio”. Mis primeros años de vida transcurrieron de una manera feliz. Cuando llegaba del colegio me cuidaba mi abuela o la mayor de mis tías por parte de mamá. Esperanza, ella me cargaba para todos lados, me consentía como nadie. Siempre la he visto como una segunda mamá. De estos años viviendo con mis padres recuerdo muy poco, empezaron a pelear mucho y cuando tenía 5 años se divorciaron. Mi papá se fue de la casa y empecé a verme con él cada 8 días. Aún recuerdo la rutina, me recogía todos los domingos y se ingeniaba cada fin de semana un plan diferente. Siempre me alegraba verlo, aunque es una persona muy seria y callada a quien respeto muchísimo, es noble y muestra su amor a
su manera, tal vez no con palabras dulces, ni abrazos, pero sí siendo muy responsable y estando ahí, siempre para mí. Compartíamos el día y hacia las seis de la tarde me volvía a dejar en mi casa. Así duramos varios meses hasta cuando consiguió otra pareja, eso complicó todo, pues mi mamá a pesar de que no estaba con él lo seguía queriendo; lloró y sufrió años por haber perdido su amor. Cada vez que salía con mi papá, me preguntaba si compartíamos nuestro domingo junto a esa “vieja” como le decía ella. A lo cual me sentía entre la espada y la pared, porque en ocasiones sí salíamos los tres y mi papá me hacía prometerle no decirle nada a mi mamá. Una vez alguien nos vio en la calle y mi mamá se puso como loca, me regañó y me gritó que “a la mamá no se le traicionaba”, que le dolía que no le contara las cosas y me pusiera del lado de mi papá, eso sin contar todo lo que le dijo a él. Sé que hablaron en el apartamento, pero la conversación terminó en una fuerte pelea; yo me encerré en mi cuarto y debajo de la cama solo los escuchaba gritar y tirar cosas. Duraron sin hablarse varias semanas hasta que todo volvió a la normalidad, mi papá me recogía cada ocho días y me llamaba todos los días en la noche. Llegaba al medio día del colegio y a la hora llegaba mi mamá del trabajo, ella vendía motos y carros en una empresa que se llama “Tolimotoshonda”; usaba trajes casi siempre de colores pastel, una falda arriba de la rodilla
9 y un bléiser destacando una silueta voluptuosa, piernas gruesas y parejas que siempre llamaban la atención, una piel blanca pálida que resaltaba con un labial rojo haciendo una mariposa en sus labios, los hoyuelos se le marcaban en las mejillas cada que sonreía, tenía ojos marrón con bastante pestañina y el cabello ondulado color castaño la mayoría de veces suelto y hasta los hombros. Le encantaba andar de trajes, el preferido, uno de pantalón color vino tino con rayas blancas. Éramos muy unidas, siempre la consideré mi mejor amiga, no le tenía ningún secreto, tal vez los referentes a mi papá porque no me gustaba verla llorar, sé que en las noches lloraba y cuando le preguntaba me decía que era por un fuerte dolor de cabeza. El fin de semana, el día que no pasaba con mi papá me quedaba con ella, arreglábamos la casa con el equipo a alto volumen escuchando su CD de Hombres G o el de Maná con repetición de la canción “Te lloré todo un río”. En la tarde nos bajábamos a visitar a mi tía Esperanza quien había tenido a “las gemelas”, bueno en realidad son mellizas; Daniela y Valentina, pero siempre para referirnos a ellas las llamamos así. En esa época de los 90 mi abuela se había ido a vivir a Armenia con mis otros dos tíos, los menores, Andrés y Carolina. Así que en las tardes mi mamá decidió meterme a natación porque no tenía quién me cuidara mientras ella trabajaba y para ayu-
darme a superar el problema de asma que tuve desde bebé. La liga de natación quedaba por toda la carrera quinta, la más concurrida de la ciudad, a la vista de todo el mundo. Una reja encerraba las dos piscinas donde a veces se paraban varios espectadores, entre esos mi papá quien se quedaba observándome en silencio y en ocasiones agitaba su mano saludándome. El descenso Mi mamá seguía llorando en silencio, pero ya no era por mi papá o por su pareja, al parecer su salud no estaba bien, mantenía con mucho decaimiento, empezó a adelgazarse y
10 sus gruesas piernas cada vez estaban más delgadas. Cuando nos visitaba mi tía, se encerraban las dos a llorar, luego de algunos minutos ambas con ojos hinchados nos decían a las gemelas y a mí que todo estaba bien. Pasaron algunos meses y mi mamá lucía cada vez peor. La parte de arriba del clóset parecía una droguería, el tiempo que pasaba en su trabajo era cada vez más corto, y sus ánimos empeoraban, sin embargo, para mí siempre tenía una sonrisa y ganas de jugar. Algunas veces me mandaba a dormir donde mi tía, incluso semanas, pues le tocaba ir al médico. En una ocasión entré al baño mientras se estaba cambiando y vi que solo tenía uno de sus senos; el otro lado era plano con una enorme cicatriz que ya tenía una pigmentación rosada, todo el borde se veía bastante irritado, se estaba aplicando una pomada, en ese momento me imagino que mi cara de susto fue mucha porque lo primero que me dijo fue que no me asustara, se puso rápido el brasier que en uno de sus lados tenía espacio para introducir una silicona con el molde de un seno, que al ponérselo
daba la apariencia de tener ambos. Me sentó en la cama y me dijo que su nuevo brasier era porque estaba enferma. “Tengo una enfermedad que se llama cáncer. Nena, los doctores dicen que voy a estar mejor, tú tienes que ayudarme a ser muy fuerte y verás que entre las dos vamos a salir de esto”. Tal vez en ese momento no entendía la complejidad de lo que me estaba diciendo, o nunca me la explicaron, solo veía que esa enfermedad que tenía la acababa de a poco. Mi papá nunca me tocó el tema y mi mamá me decía que no fuera a decir nada, que era un secreto entre las dos, que a nadie le interesaba la vida del otro. Esa situación sirvió para que mejorara un poco la relación entre mis padres, por lo menos cuando mi papá me llamaba en las noches mi mamá contestaba y hablaba algunos minutos con él. El tratamiento de mi mamá empezó a ser cada vez más fuerte, dejó de trabajar, pero logró una pensión por Colfondos, era la única fuente de ingreso que teníamos aparte de la cuota que daba mi papá. Su cabello empezó a caerse; aún me sorprende la actitud que asumió, recuerdo que hasta con un tono de alegría me dijo “nena vamos a hacernos un cambio de look ¿te parece?” Fuimos al salón de belleza y se cortó el cabello muy bajito, casi como un hombre, y a mí me mandó a hacer un corte honguito arriba de los hombros. “Lo vamos a hacer mejor”, dijo “vamos a comprar pelucas con diferentes estilos”, lo que en
11 ese momento me pareció divertido. Compró una peluca lacia de color negro que llegaba a los hombros y tenía capul, además compró pañoletas. Recuerdo que una era la bandera de Estados Unidos, y una boina negra que se le veía bastante bien. Hasta ahora analizo lo difícil que fue esa época, ella lo hacía ver tan fácil, tan sencillo. En ocasiones recibía llamadas que la alteraban y la hacían llorar, nunca me contó quién era, pero una vez la escuché hablando con mi tía “esa vieja no hace sino burlarse de mi enfermedad y decirme que Diego me tiene lástima, que me dejó por estar incompleta”. La escuchaba llorar en las noches, parecía que al despertar todo había quedado atrás, ponía su música preferida con alto volumen y empezaba a oprimir los botones del equipo que sonaban como ambulancia o la patrulla de la Policía, con una carcajada “¡para despertar a las amargadas del conjunto!” empezaba a bailar mientras hacía el almuerzo o arreglaba la casa. Éxodo Circunstancial Mi tía Esperanza llegó a visitarnos y a contarnos que estaba esperando bebé, se abrazaron y gritaron no sé por cuanto tiempo. Las gemelas y yo nos emocionamos, pero estoy segura que no tanto como ellas. Ese día mi mamá dijo que también nos tenía una noticia “vamos a conocer el mar, nos vamos a San Andrés” esa noticia sí que me alegró más que mi nuevo primito. “no me puedo morir sin conocer el mar”, le dijo a mi tía. Mi abuela se nos unió al plan, en cuestión de
12 dos meses se organizó el viaje, el mejor viaje de mi vida, mi mamá y yo llegamos directo al mar, nunca la había visto tan feliz, se enterró en la arena, hizo amigos en la playa, resultamos en un kiosco con gente de otras partes, la sacó a bailar un negro con rastas que no hablaba español, ni sabía que mi mamá bailaba champeta. Luego de tres canciones volvió con nosotras muerta de la risa “yo no sé qué le pasó a ese negro, pero apenas le dije que me llamaba Cielo, empezó a gritar ¡sky! ¡sky! Y a mirar al techo como loco, quién sabe de qué religión es”. Conocimos el Hoyo Soplador, la isla de Joniki, estuvimos en todas las integraciones e iglesias. Caminando en la playa nos encontramos a unas sanandresanas que convencieron a mi mamá para hacerme las chaquiras porque eso “hace parte del paseo” dijo la mujer que me las hizo, pues si quemarme el cuero cabelludo también era parte del paseo hubiera preferido no hacerme nada. Pero lo que más queríamos ver mi mamá y yo, era el majestuoso mar de los siete colores. Estuvimos cuatro días y tres noches, fueron los días en que más feliz vi a mi mamá. Regresamos a Ibagué, y ya estaba terminando octubre. Los tratamientos no estaban haciendo efecto, mi mami se sentía sin energías y a veces sin ganas de pararse de la cama, creo que hacía un gran esfuerzo para alistarme para el colegio, dejó de preparar el alimento, hizo un contrato con un restaurante cercano a la
casa, pedía un solo almuerzo para las dos, pero con tres bocados ya estaba llena. Mi abuela le ofreció irnos a vivir a Armenia, le dijo que ella no estaba para vivir sola, que allá tendría el apoyo de todos y así fue, en muy poco tiempo armamos el viaje. Mi mamá arrendó el apartamento y la mayor parte del trasteo lo dejó donde mi tía Esperanza. Me costó mucho dejar el colegio que tanto me gustaba, dejar a mis amigos, pero en especial dejar a mi papá. El día que nos despedimos fue la única vez que vi llorar a mi papá. Aunque me prometió que iría a visitarme seguido y pasaríamos todas las vacaciones juntos; cerramos ese pacto con un abrazo. Un año en Armenia Al llegar a Armenia las cosas y nuestro espacio cambiaron mucho, mi tío Andrés se había ido a vivir con una novia así que nos dejó su cuarto, de nuestro apartamento y mis dos cuartos de juego pasamos a acomodarnos en una habitación con dos camas sencillas, una mesa de noche en el centro de ellas y un televisor acomodado en el clóset “esto es temporal” dijo mi mami “vamos a ver cómo nos sentimos en esta ciudad, si nos gusta nos quedamos del todo y buscamos un apartamento para las dos”. En la habitación del frente estaba mi tía Carolina, me encantaba su cuarto: estaba decorado con esas estrellitas y lunas fosforescentes que se cargan con la luz y alumbran de noche, tenía un espejo de cuerpo entero y en la puerta cámaras y frases hechas con cartulina,
en la mesa de noche una lámpara con forma de luna y un walkman Sony color fucsia. A mi tía la veía muy poco, pues mantenía en la universidad, estudiaba comunicación social en la Universidad del Quindío, ella fue quien me inculcó las ganas y el amor a la carrera que como ella, escogí. Mi papá seguía llamándome todos los días y como lo había prometido viajaba a verme muy seguido. Entre semana mi mamá estaba en su tratamiento en compañía de mi abuela y cuando tenía tardes libres mi tía me llevaba con ella a la universidad, con sus amigos, incluso una vez me llevó a un chalet de uno de sus pretendientes, estuve en la piscina por horas, tanto, que el día terminó con un regaño para ella por la insolada que me pegué. Mi tía parecía mi hermana mayor, regañaba, peleábamos, nos contentábamos, hacíamos planes juntas; para mí era mi mejor compañía, la veía preparar su programa de radio, trabajar con barrios vulnerables que quedaron muy mal después del terremoto y yo solo pensaba que cuando grande quería ser como ella.
13 Ese año mi mami mantenía muy débil ya ni se arreglaba, ni usaba pelucas como antes, solo se cubría con pañoletas y sus trajes elegantes los cambió por sudaderas y buzos anchos, lo que más me gustaba de su pinta eran unas zapatillas Bosi color violeta, no me las quitaría si pudiera tenerlas en este momento. Cuando finalizó el año mi mamá nos reunió y dijo que había tomado la decisión de volver a Ibagué, el tratamiento y las quimios no habían surtido efecto, nos dijo que deseaba estar en su apartamento, en su espacio. A lo que mi abuela respondió que la apoyaba y que se devolvía con ella. La única que se quedó fue mi tía Carolina porque le faltaba muy poco para terminar la universidad. Mi abuela nunca vendió su casa en Ibagué, así que volvió a su hogar y nosotras a nuestro apartamento. El peor año de mi vida “¡Yo me quiero morir!, ¡Dios no me hagas sufrir más!” repetía mi mamá una y otra vez. Cada vez estaba más desmotivada, pero mis abuelos, tíos, incluso mi papá, hablaban con ella para que luchara, para que diera la pelea. Empezó a probar las radioterapias, viajaba a Bogotá pues según los oncólogos las cosas
14 allá eran más avanzadas; viajó unos meses y empezó a notar más cambios en su cuerpo, extrañamente un brazo empezó a inflamársele más que otro, estiraba ambos y me preguntaba si notaba alguna diferencia. Claro que la notaba, el izquierdo empezó a hinchársele progresivamente y a perder fuerza, tanto que se le caían los pocillos o cualquier otro objeto. Su brazo se tornaba morado y llegó al punto que no pudo estirarlo más, tampoco podía cerrar la mano, si la apretaba mis dedos quedaban hundidos entre sus fluidos. El médico explicó que era un efecto de la quimio, una retención de líquidos o también llamada hidropesía. La Hidropesía, es la acumulación de líquido en el peritoneo, es decir en el vientre, aunque también se da en los tobillos y muñecas, en los brazos y en el cuello. Este síntoma es consecuencia de un mal funcionamiento de las funciones digestivas y eliminadoras de los riñones y piel de la persona que la padece. Si la cantidad de líquido retenido es elevada se producen trastornos en el funcionamiento del corazón y de los pulmones debido a la presión que actúa sobre estos órganos. Mi mamá ya salía muy poco a la calle, usaba un cabestrillo para sostener su brazo. Un día se alistó para ir al colegio pues empezaban las inscripciones para hacer la primera comunión, duró por mucho una hora, pero al parecer fue tiempo suficiente para que la gente hablara. Al otro día mis compañeros me preguntaron si era verdad que a mi mamá le habían ampu-
tado el brazo, llegué a contarle y se derrumbó en llanto diciéndome que no me fuera a avergonzar de ella; jamás podría avergonzarme, creo que me lo dijo porque para ese entonces su autoestima estaba en el piso. Mi tía Esperanza iba a visitarnos con las gemelas y Juanfe, el nuevo bebé, pero ese junio fue para darnos la noticia de que mi abuelo había muerto, ese año lo vimos pocas veces, pero no estaba enfermo ni nada, un infarto acabó con su vida así de un momento a otro. A mi mamá empezaron a pasarle cosas raras, se le reventaban los anillos de oro, le aparecían murciélagos muertos y ensangrentados en la ducha, mi tía decía que la tenían rezada, pero mi mamá trataba de no pensar tanto en eso, o por lo menos era lo que me hacía creer. Ese año estuvo hospitalizada varias veces, incluso para la fecha de mi primera comunión. Su cuerpo se deterioraba de a poco, el último procedimiento que tuvo fue una sonda de alimentación. La retención de líquidos había invadido uno de sus pulmones y a pesar de intentar cada uno de los procedimientos que sugerían los doctores, parecía que todo lo que experimentaban con ella era inútil. Su cuarto tenía la apariencia de una clínica, la alimentación era un licuado que se le inyectaba al estómago; al lado de su cama una bala de oxígeno y en su mesa de noche un pequeño pocillo donde se le servían las “góticas”. “Las goticas” como les decía mi mami y a las cuales les fue subiendo poco a poco la do-
sis; era morfina. Entre sus efectos, “La morfina produce analgesia, euforia, sedación, disminución de la capacidad de concentración, náuseas, sensación de calor en el cuerpo, pesadez en los miembros, sequedad de boca, y prurito. La morfina es improbable que produzca depresión miocárdica o hipotensión directamente. Sin embargo, la reducción del tono del sistema nervioso simpático en las venas periféricas produce un estancamiento con reducción del retorno venoso, gasto cardiaco y presión arterial”(News-medical.net). Luego de unas semanas en la casa volvió a la clínica, el trabajar con un solo pulmón era bastante desgastante, se ahogaba muy seguido. Los sábados eran los días de visita, así que me alisté muy temprano y como eran estrictos con el ingreso de comida guardé muy bien el mecato que llevaba. Toda la tarde hablamos, nos reímos y planeamos sus 33 años que estaba próxima a cumplir. Hacia las seis de la tarde empezaron a sacar la gente, recuerdo que la abracé muy fuerte y con mucho cuidado, me impresionaba con todos los cables que la rodeaban, me despedí una y otra vez, no quería irme, antes de salir me quedé mirándola… No sé si alguna vez han sentido esa sensación de que nunca más vas a volver a estar así, que quisieras tener poderes para inmortalizar ese momento, bueno eso fue lo que yo sentí. Pasaron dos días comunicándonos por teléfono, tuvimos una discusión y aún no recuerdo bien el motivo, era algo referente al colegio,
15 al pago de una pensión, le dije que tenía mal genio, que hablábamos después, algo que jamás me perdonaré. El deceso Llegué temprano del colegio, me encontraba con mi tío Andrés, quien luego de recibir una llamada salió por varias horas. En ese entonces, aunque vivía con mi mamá, ella mantenía hospitalizada. Así que mis tíos y mi abuela se turnaban para acompañarme. Estaba ansiosa por hablar con mi mamá y contarle que había quedado en el equipo de natación del colegio. Me acosté un rato y me levanté varias veces, sonó el teléfono hacia las 6 de la tarde. “Angelita, Angelita” era mi tío Andrés. “- ¿Nena con quién estas?” -Hola tío, -“Nena es que la mamita se murió, le dio un infarto, el otro pulmoncito se le llenó de líquidos” Me dijo con la voz entrecortada. -“Yo ya voy para allá”. Un silencio se apoderó de mí. No sabía qué hacer, a quién acudir, no me salían lágrimas, solo estaba ahí en una silla con el teléfono en mis manos mirando a mi alrededor, lo vacío que se sentía el apartamento, supongo que esa hora transcurrió rápido, ya era de noche, todo estaba oscuro, pero yo seguía ahí sin moverme. Tal vez ahora hubiera reaccionado distinto, pero en ese momento tenía 10 años, no entendía muchas cosas. Es verdad que mi mamá y familia me venían preparando para algo así, pero la verdad dudo que uno pueda
16 estar preparado para despedir a la mamá a su viaje a la eternidad. Abrieron la puerta y encendieron las luces de una forma brusca. Era mi tío, me abrazó muy fuerte, me hablaba, me hablaba mucho, pero yo solo asentaba con mi cabeza, sin entender ninguna de sus palabras. Llegamos a la parte trasera de la Clínica Tolima, una familiar mencionó que mi mamá estaba en un cuarto, señalando con su brazo el fondo del pasillo. Me dirigí a donde me indicó, era un cuarto oscuro y muy frío, bajaba unas escaleras y podía ver un mesón largo, con un cuerpo encima, tapado con una sábana blanca, ni lo pensé, bajé de inmediato y levanté el manto que la cubría. Era mi mamá, sus ojos estaban cerrados, su cuerpo desnudo y morado, su boca abierta
como si hubiera hecho el intento de tomar su último respiro, la abracé, la abracé mucho. Es una imagen que tengo guardada en mi memoria, imposible de borrar. Así estuve unos minutos, mirándola, tocándola, despidiéndome. Mi mamá se fue terrenalmente, la extraño mucho. Como su canción favorita “Lloro ríos” cada día de la madre, cada 17 de noviembre que era su cumpleaños, el 6 de noviembre cuando se marca un nuevo aniversario de su partida, en mis 15, en navidades y años nuevos, cada que veo a alguien con cáncer o cada que me toca hacerme algún chequeo médico. Lloro, lloro mucho, aunque dicen que el tiempo ayuda sanar, yo siento su pérdida como un suceso reciente, algo que me marcó, un vacío que jamás nadie podrá llenar.
Varias veces intenté sacar ese hecho que marcó mi vida siendo niña, pero me era tan difícil como hablarlo, no avanzaba más de dos páginas y quedaba con el sinsabor de que jamás estaría listo. Esta crónica me ayudó a desnudar mi alma y sacar muchas emociones dentro de mí. El recordar, el revivir el momento, las sensaciones de alegría y tristeza fueron indescriptibles. Lloré en cada página, pero al finalizar la felicidad y tranquilidad de sentir que me había quitado un peso de encima fue muy liberador. Aunque en un principio no la escribí pensando en publicarla considero que es una forma de mantener viva a mi madre y su recuerdo, es mi mayor ejemplo de valentía y mi mayor orgullo. Por ello su historia que hoy comparto con ustedes. Ángela Patricia Parra R. angparra@uniboyaca.edu.co Instagram: angelaparra7
Mamá 17
Astrid Por:Juan Sebastián Rodríguez
Astrid Castellanos es una luchadora feminista y social boyacense. Su trabajo en pro de los derechos de las mujeres y la población LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales) la han llevado a ser admirada y querida por muchos, tanto que hoy tiene más de mil hijos. Su trabajo incansable en la dirección de la Casa de la Mujer, la han convertido en un referente de lucha y reivindicación femenina en Boyacá, el cuarto departamento con más violencia hacia las mujeres.
REVISTA1 UNPRETEXTO
OCTAVA EDICIÓN
18 “Ha llegado la hora de reclamar la soberanía que como pueblo nos pertenece...Y como todo acto tiene consecuencias, hay que evidenciar la profunda irresponsabilidad de sabotear un proceso que por fin quería abrir la puerta para dar paso al verdadero proceso de paz, construido por un pueblo sometido por centurias a la esclavitud de la ignorancia. Otros veinte años y cuántos muertos para dilatar las consecuencias de la corrupción y el crimen. No podemos permitirlo. Y en esto, las mujeres tenemos un
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compromiso histórico. No hemos parido hijos para la guerra…No permitiremos que uno más de los hijos de esta tierra de campesinos y pobres preste servicio militar obligatorio” Expresó Astrid Castellanos en la Plaza de Bolívar de Tunja, el día cuatro de octubre del año 2016, a las 6:30 pm. Astrid Castellanos Correcha es hija de Boyacá, Boyacá, amante de las obras de Isabel Allende, la música colombiana, la trova cubana y los pensamientos del Subcomandante Marcos: “hay que llenarse de rabia con las injusticias, para actuar” Su vida ha estado marcada por la lucha de los derechos humanos, especialmente el respeto y la dignidad de la mujer. Su trabajo incansable en procura de sus congéneres y el bienestar de sus estudiantes, le han otorgado el título de mamá de muchos hijos. Su vida inició el 23 de octubre del año 1957 y desde muy pequeña, con la lectura como amiga, comprendió que su destino era la lucha constante. Su familia se trasladó a vivir a Tunja. En la ciudad noble e hidalga, aprendió a leer a los cuatro años de edad, de la mano de su mamá, una maestra rural. Luego a los cinco años Astrid empezó sus estudios en el Colegio de Boyacá y a los 16 años se graduó de bachiller. “Desde muy pequeña yo quería ser médica. Cuando salí del colegio, me encontré con un problema y es que en ese entonces Tunja no tenía facultad de EDICIÓN
19 medicina, tocaba ir a Bogotá”. “¿Cómo va a dejar ir a esa muchacha a estudiar Medicina en Bogotá?” fue una frase que le escuchó a su padre cuando le comentó a la familia el deseo de desplazarse a la capital para continuar estudios en educación superior. Por fortuna su progenitor, un hombre conservador, pero amante de las letras, comprendió que las mujeres igual que los hombres merecen la oportunidad de prosperar en el ámbito intelectual. Con 16 años reflejados en las mejillas, llegó a la Bogotá de movimientos estudiantiles, panfletarios y de música protesta. En la ciudad encontró cobijo en la casa de un primo de su padre, quien estaba casado con una brasilera. “Se llamaba Mariza, era oriunda del mismo pueblo que el cantante Roberto Carlos y un día el artista nos visitó en Bogotá. De ella aprendí mucho porque conocí otra cultura, otra forma de ver la vida y me impactó su carácter, una mujer firme” Expresó Astrid. Inició sus estudios de medicina en la Universidad Juan N. Corpas, donde se ganó el agrado de sus amigos de carrera académica por ser la más joven, y de los profesores por su responsabilidad y pilera. Luego, en medio de charlas con amigos de la Universidad Nacional, conoció a un hombre, el arquitecto Alberto Borray, amante de la música. Él con una guitarra en las manos cautivó su corazón y se convirtió en el amor de su vida. Padre de sus dos hijas y abuelo de sus dos nietos. Próximamente cumplirán 31
años de casados. La Mujer con más de mil hijos Así tituló la periodista Catalina Moreno, un artículo escrito para el periódico Boyacá Siete días del 10 y 11 de mayo del año 2014, en la sección Boyacenses de Hoy. En el texto se hace una retrospectiva a la vida de Astrid, su lucha por los derechos humanos, el trabajo realizado en la Casa de la Mujer y cómo la música trajo a sus brazos al hombre que se convertiría en el amor de su vida. “Yo por naturaleza soy muy afectuosa y tierna. Por otro lado, con todos mis estudiantes, como soy profesora y pedagoga, al mismo tiempo soy maternal, mi planteamiento pedagógico es el amor” dice Astrid. Palabras cargadas de cariño hicieron que los estudiantes la vieran como una mamá y empezaran a decirle mamá Astrid. La expresión de afecto mutuo entre estudiantes y docente se extendió voz a voz y meses después, muchos jóvenes, dentro y fuera del centro de estudios le decían mamá. Igualmente, mamá Astrid se ganó el amor de cientos de estudiantes fuera de sus aulas, pues vieron en ella una líder protectora de los jóvenes revolucionarios, sobre todo cuando se presentaban las batallas campales entre el ESMAD y los alumnos, a las afueras de la universidad, muchos de ellos eran llevados presos a la Fiscalía. “Íbamos y con mis amigos profesores de derecho resultábamos allá rescatando los muchachos, siempre he tenido esa preocupación porque pienso en las madres y abuelas detrás de ellos” comentó
20 Astrid, quien de paso les llevaba alimentos y cobijas. Después de arduas jornadas de batallas jurídicas, demostrando que muchos de los jóvenes presos en esas celdas indignas eran muchachos que no tenían nada que ver ni deber, de hablar con directores de policía y directivos de la universidad, lograba rescatarlos y que volvieran a sus vidas académicas sin problemas “A mí me preguntaban por qué hacía todo eso por ellos y les respondía: porque los amo, son mis estudiantes, amores absolutos” Apuntó mamá Astrid. Regreso a Boyacá En1997, por invitación de unos amigos, empiezó a formar parte del grupo interdisciplinario de estudios de género de la Uptc. En aquellos años la violencia contra la mujer en Boyacá sobrepasaba las estadísticas nacionales, a pesar de la denominación “Boyacá, cuna de la libertad”, resultó ser el peor lugar para la mujer, según datos de Profamilia. Los casos de humillación llegados de varias partes la indignaron y encendieron en ella, la chispa de la lucha enfocada hacia la promulgación de los derechos de la mujer. “Lo normal y lo lógico era que las mujeres fueran sometidas, calladas y que les pegaran; se habían normalizado las situaciones de agresión” explicó la profesora Astrid. La situación de la mujer boyacense no ha mejorado, datos recientes del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, publicados en el periódico El Diario de Boyacá, el 13 de mayo del año 2015, demostraron que
el departamento ocupa el cuarto puesto en violencia de género, siendo las ciudades de Tunja, Duitama y Sogamoso las que más casos registran. Ese mismo año Astrid asistió a la Asamblea Departamental que dio nacimiento a la Casa de la Mujer, sin imaginarse que tiempo después ocuparía la dirección de este centro amigo para el género femenino y población vulnerable como la LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, travestis e intersexuales). En el año de 1998 se vinculó a la planta docente de la Facultad de Salud de la Uptc, empezó su etapa como profesora, siendo consiente del gran reto que tenía por delante. “Los casos de violencia contra la mujer boyacense en los sectores rurales y urbanos eran preocupantes. Las situaciones de agresiones verbales y físicas hacían parte de la cotidianidad de miles de madres, esposas, novias, hermanas, abuelas e hijas, que, sin tener conocimiento de sus derechos, con valentía y resignación aceptan su destino: nacer mujer en el departamento más machista del país” Explicó mamá Astrid. Casa de la Mujer “El feminismo es una construcción netamente política, para mí las mujeres que se dicen feministas y no tienen un constructo político no son feministas, tal vez hembristas. El feminismo es una postura ético-política frente a la realidad de la mujer” acotó Astrid. En el año 2008, Astrid llegó a la dirección de la Casa de la Mujer, entidad adscrita la Uni-
21 versidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Asumió el cargo por pasión porque la universidad no ofrece ninguna contraprestación de tipo académico o monetario. Su intención fue la de trabajar, ayudar y luchar por el género femenino. Las funciones de este centro son brindar ayuda a las mujeres en las áreas de psicología, salud sexual y reproductiva; acompañamiento jurídico y laboral, y sobre todo defensa de sus derechos. Igualmente empoderar a las mujeres con herramientas legales para que ellas sepan que están amparadas por la ley y nadie las puede hacer sentir inferiores o humilladas. Con el trabajo realizado por esta entidad, las mujeres se fortalecen y ellas a su vez realizan una construcción de tejido social con sus demás congéneres del barrio o municipio, creando una red de apoyo para aconsejar a las demás madres o abuelas que sufren violencia en cualquiera de sus tipos. A la oficina de Astrid Castellanos en la Casa de la Mujer llegan todo tipo de personas que necesitan ayuda, desde consejos para padres asustados porque a su hija le llegó la primera menstruación, madres en busca de medicamentos para sus hijos, jóvenes con ideas suicidas, mujeres que quieren saber más sobre métodos anticonceptivos o simplemente seres humanos que necesitan una palabra de aliento.
22 Samantha Lo primero fue muy sencillo, escogió el nomDesde el año 2010, la Casa de la Mujer, abrió bre de Samantha porque le suena bonito y un espacio para escuchar a la población piensa que la mayoría de las personas le diLGBTI (gays, lesbianas, trans, intersexuales) de rán “Sam”. Boyacá. Fue el primer centro donde la po- Lo segundo fue complicado y el inicio de una blación sexualmente diversa polucha con muchas lágrimas. día llegar y encontrar ayuda, Sola, sin amigos, ni familia acompañamiento y, sobre y simulando una vida que todo, una mamá, como lo no era la suya en medio comentó Samantha. de ásperos y rudos obreJosé era un hombre de ros de construcción, 52 años, que trabajaSamantha se resigba en la construcción, nó a continuar con su o de ruso como se cometamorfosis. Pero en noce popularmente su cuarto, en la intimien Tunja y sus alrededad mientras ensayaba dores. Él, un día del año como maquillarse, recordó 2015, con mucha valentía la recomendación que le dio y coraje, entendió que su un médico y fue que visitara la cuerpo de hombre no era el Casa de la Mujer. En ese instanverdadero hogar para su sentir te Samantha tuvo un arranque y su identidad, así es que José de optimismo y lo aprovechó, emprendió el camino para ser como su última carta. Samantha. Al día siguiente Samantha visitó a Lo primero que hizo fue sacar una la profesora Astrid Castellanos. En nueva cédula y amparado por la su oficina hablaron bastante tiemley, José comprendió que necesipo, le comentó anécdotas, como taba de un nombre femenino, así aquella de una noche, donde se estaque con la fuerza que solo tiene una ba probando ropa de mujer por primemujer, llegó una tarde a una Registradura vez y de repente un vecino golpeó a la ría y pidió cambio de nombre y reasignación puerta, en cuestión de segundos Samantha de género. En su cédula aparece su nombre se volvió a transformar en José para atender de mujer, al lado del retrato de un hombre la solicitud, luego, despachado el visitante, maduro, de tez blanca, barba de tres días y Samantha regresó. cabeza calva. Con el acompañamiento jurídico de la Casa
23 de la Mujer y la fuerza de Astrid, Samantha Astrid y demás integrantes de la población interpuso una tutela para obligar a la entidad LGBTI para dotar, a su nueva hija, Samantha prestadora de salud a la que está afiliada, a de maquillaje, ropa, accesorios y sobre todo realizar una cirugía de reasignación de sexo. de algo invaluable, de una familia, ya que Al poco tiempo y cumpliendo los términos de la parentela biológica de Samantha no la la ley, la tutela fue contestada, Samantha aceptó. decidió ir sola a recibir la respuesta del acto “Por mis actividades políticas y sociales siemjudicial. Caminó un buen rato por los alrede- pre se corre peligro, pero yo tengo un argudores de la Plaza Real, encontró fuerza para mento y es que respeto mucho los miedos, abrir el sobre y leer lo siguiente: pero yo no los tengo” comentó mamá Astrid Resuelve: en el Concejo de Tunja, año 2015. “Primero: Tutelar los derechos fundamentales Legado a la salud, a la identidad, a la dignidad hu- Recientemente las luchas realizadas por mana, al libre desarrollo de la personalidad mamá Astrid, han tenido como resultado la de la señora Samantha …y en consecuencia aprobación de políticas públicas en la ciuordenará a COMPARTA EPSS que dentro del dad de Tunja que propenden por reconocer, término de las cuarenta y ocho (48) horas si- defender y trabajar por los derechos de la guientes a la notificación de esta sentencia, mujer y la población LGBTI. Esta última es un adelante las acciones tendientes a garanti- hito en la historia del departamento de Boyazar la autorización para la remisión al Hospi- cá, ya que la capital boyacense se convirtió tal San José de Bogotá, para el tratamiento en la cuarta ciudad del país en contar con integral por la clínica de cambio de Sexo. En un marco jurídico que desde lo local trabaja caso de no poder garantizar el tratamiento para proteger a los gays, lesbianas, trans e mediante su propia red de prestadores de intersexuales y garantiza recursos para realiservicios deberá contratar con una IPS que zar jornadas de sensibilización en colegios y lo suministre y que cuente con el equipo mul- barrios con el objetivo de erradicar la homotidisciplinario de cambio de sexo, a fin de fobia, lesbofobia y transfobia. proteger los derechos fundamentales vulne- Igualmente es una defensora a ultranza del aborto: “Las mujeres somos dueñas de nuesrados”. -Yo veo que todos le dicen mamá Astrid ¿yo tros cuerpos y nuestras decisiones no deben estar en manos del Congreso o la Iglesia” extambién le puedo decir mamá? puso Astrid en un foro realizado en el Capito-Claro corazón, yo soy tu mamá. lio de la República en Bogotá. -Gracias mami. Para el mes de diciembre se tiene programa- Mamá Astrid continúa al frente de la Casa do realizar un transhower por parte de mamá de la Mujer, desarrollando varias labores en
24 procura del bienestar del género femenino Uptc, es abanderada de los maestros ocasiodel departamento. Recientemente ha obte- nales, aquellos que cada 6 meses quedan en nido contacto con mujeres que trabajan en la el limbo laboral, en la incertidumbre de saber prostitución, jóvenes gays infectados de SIDA si continúan o no en sus trabajos y con la prey mujeres angustiosas porque no saben cómo ocupación de mantener a sus familias. ni dónde resultaron con enfermedades de El número de hijos e hijas a cargo de mamá transmisión sexual. “Muchas mujeres confían Astrid aumenta cada año. Ella les abre sus en sus maridos y no se protegen. Pero resulta brazos y las puertas de la Casa de la Mujer que conocemos casos donde los esposos les para que encuentren un hogar, un consejo, llevan VIH a domicilio a sus mujeres y ellas vi- palabras con valor para afrontar las circunsven sin tratamiento ni cuidado”. tancias adversas de la vida y una razón para Sigue con sus clases de medicina social en la luchar por los derechos humanos.
Como todas las mamás, siempre encuentra las palabras adecuadas, suaves y cálidas para ayudar a las personas. Ese amor que entrega en las aulas de clases y en las luchas diarias, la han convertido en una persona admirable. Es sin duda una de las mujeres que está haciendo historia en el departamento de Boyacá. Por ello, su relato lo comparto con ustedes.
Juan Sebastián Rodríguez C. jsrodriguez@uniboyaca.edu.co Twitter: @juansebasroca
25
En el
Tártaro sin
pecado
concebido Por: Kendy Danitza Unda C.
Una madre esquizofrenica, que sin quererlo dejó recuerdos dolorosos a sus hijos, un padre ausente, sin el menor conocimiento de lo que sucedía. Una familia fuera de lo común marcada por una enfermedad mental. ¿Qué podría suceder en una casa donde el caos reina y la felicidad falta? Momentos tormentosos, tristes y sonrisas fingidas, una historia que muestra una madre en su peor momento.
26 “Tengo que ir a verla”. Es la idea que me ha estado retumbando en la mente los últimos días, pero no es porque sea mayo, o porque la extrañe, ni mucho menos porque la quiera. Paradójicamente, si no fuese por un programa de radio, estoy segura que en mis pensamientos no tendría en este momento espacio para ella. Lo que para otras personas puede ser normal, recordar a su madre, a mí me resulta tortuoso y hasta un poco agobiante. La invitada del programa, escritora, mencionó a una madre de la mitología Griega que intentó cocinar a su hijo, no recuerdo si era diosa o mortal y mucho menos el nombre, solo sé que instantáneamente pensé en ella y no fue porque hubiese intentado cocinarnos a mis dos hermanos y a mí, aunque tal vez en medio de su locura la idea no fuera tan descabellada, porque intentó ahogarnos, nos lanzó cuchillos, nos lanzó piedras, nos arrastró del cabello por el piso, nos mantenía días enteros sin comer, y otras cosas que se me hacen difícil recordar, prueba de ello son las cicatrices que llevamos en el cuerpo, en la mente y en el alma. “Tu mamá no lo hizo porque quería, lo entiendes, verdad” Es lo que me han repetido psiquiatras, psicólogos y la familia de mi mamá. Debe ser porque notan en mis palabras algo de rencor al mencionarla, aun cuando he intentado mantener el disfraz de hija comprensiva que sabe que su mamá tiene esquizofrenia. Siempre he creído que hay cosas que no se pueden perdonar, así las haya hecho la persona que te dio la vida.
Si se busca en internet o se le hace la pregunta a un psiquiatra, darán la misma o parecida definición “La esquizofrenia es un nombre genérico de un grupo de enfermedades mentales que se caracterizan por alteraciones de la personalidad, alucinaciones y pérdida del contacto de la realidad” en palabras más coloquiales, ves cosas donde no las hay. El problema consistió en que mi familia duró casi 10 años en darse cuenta de que eso era lo que padecía mi mamá, lo que quiere decir que mientras muchos seguían con sus vidas de manera placentera, mis hermanos y yo sufrimos un infierno en casa, algo así como estar en el Tártaro sin pecado alguno. Creo que debemos empezar por los buenos recuerdos, no quiero que se hagan una imagen tan bizarra de mi madre, aunque lastimosamente solo tengo dos. La casa en que vivíamos en ese tiempo era grande, tanto que el taller de ornamentación de mi papá se ubicaba en un local enfrente, es decir al otro lado de la calle; las habitaciones y la cocina quedaban al fondo. Una de mis tías, hermana de mi mamá, me dijo muchos años después en una de las visitas de vacaciones “eso fue lo que enloqueció a tu mamá, dime quién no se va a enloquecer con ese ruido de mierda que vivía haciendo tu papá día y noche, pobrecita, de milagro aguantó tanto tiempo”. No refuté nada, simplemente ofrecí una de mis sonrisas cordiales en casos y conversaciones que me desagradan.
Días de gloria y dolor No sé si estaba riendo o llorando, pero tengo la sensación de que la atmósfera era agradable, tenía 4 años, estaba sentada en una mesa mientras ella ponía en sus dientes aluminio para asustarme, se acercaba lentamente y luego se alejaba mostrando sus dientes como un gatito o un león. Mi mamá en ese momento era hermosa y lo fue por mucho tiempo. Sus ojos claros me parecían bonitos, incluso cuando se enojaba y parecían arder de ira. El segundo recuerdo está más fresco y es de los que más intento mantener presente. Tenía cinco años y mi hermano Daniel uno, mi papá me había comprado una bicicleta pequeña de color rojo, algo desgastada y oxidada, pero para una niña de esa edad era el instrumento perfecto para encontrar la felicidad. La bicicleta todavía tenía llantitas para primerizos que no tienen equilibrio, pero yo con mis ganas de independencia decidí que no las necesitaba más y sin pedir permiso las quité. El resultado fue rodillas raspadas y lágrimas en las mejillas, pero mi mamá no me consoló, siguió sentada dándole la sopa a mi hermano. “Quien le manda, levántese sola, porque yo no la pienso levantar.” No lo dijo de forma amable o enojada, fue más o menos como si no le importara. Después de esto todo se torna un poco más oscuro, mi mamá empieza a convertirse en Hades. Nos cambiamos de casa, el taller fue separado del hogar por razones que desconozco. Un día llegué del cole-
27 gio, y encontré a la única muñeca que he tenido, desmembrada en el patio de la casa. Las razones eran simples, yo le estaba haciendo brujería a mi mamá, fue el argumento que me dio y como buena hija que era, tenía que aceptar. No lloré, simplemente me quedé callada viendo los trozos de lana morada, y la tela de flores del mismo color. Mi mamá se fue a dormir, siempre se la pasaba durmiendo, y yo ese día me le adelanté a algunos años de mi infancia.
28 En el colegio las cosas iban mal, no podía integrarme al grupo, todos mis compañeros me parecían muy revoltosos, mi profesora de primero estaba muy preocupada, nadie iba a recogerme al colegio, a veces llevaba el uniforme sin lavar y sin contar que ni tenía onces, ni había almorzado. Creo que su paciencia culminó cuando un día llegué en pijama al colegio, estaba tan enojada que me hizo pasar al tablero y me regañó delante de mis compañeros, los niños se reían “¿Kendy crees que al colegio se viene a dormir?” “No señora” respondí, “entonces por qué tienes puesta la pijama y lo peor no te has bañado.” Me mandaron para la casa, mi mamá estaba durmiendo, lavé el uniforme que estaba empapado en una tina y lo sequé con una plancha, cuando me devolví al colegio las clases ya estaban terminando; mi profesora me dejó entrar, pero me advirtió que el incidente no se podía volver a repetir, tuvieron
que pasar muchos años para que volviera a hablar frente a un grupo grande de personas sin que se me fuera la voz. El odio empezó a guardarse poco a poco en mi caja de pandora; me resultaba difícil ver comerciales de mamás donde daban besos a los niños en la cola, ver a compañeros de mi clase siendo tratados de maravilla, mientras en mi casa me esperaban golpes y gritos, por eso prefería que ella durmiera, no me importaba que no hubiera comida, en mi afán por tener una vida más fácil, le pedí a una de mis vecinas que me enseñara a cocinar, y a los 7 años aprendí a preparar huevos, daba de comer a mi hermano y algunas veces a ella, todo iba bien hasta que volvió a quedar embarazada, se puso más irritante y no soportaba que Daniel llorara. Lastimosamente mi hermano era muy apegado a ella; en el presente no queda nada de ese apego. Mi hermano tenía la costumbre de colgarse de la falda de mi mamá, ella siempre quiso un niño, fue al que más consintió, Daniel dice no tener recuerdo de eso, por el contrario, cuando se manda a cortar el cabello y se le notan cicatrices que tiene en el cuero cabelludo, no falta quien pregunte “¿cómo se las hizo o quién?” responde sin ninguna emotividad: “me las hizo mi mamá”. Un día mi hermano jugaba fútbol con un amigo de la misma edad bajo el sofocante sol de Yopal, estaban sudados y agitados pateando el balón, el niño de 8 años hizo la pregunta de manera cautelosa, “¿Qué le pasó ahí?” señalando la cabeza de Daniel, él sin ninguna duda le dijo “una vez cuando mi mamá esta-
29 ba trapeando me bajé de la cama y fui a la cocina a buscar un vaso de agua, ella se enojó y me pegó con el palo del trapero”. El niño no le dio gran importancia ya que Daniel, no parecía hacerlo, siguieron con el juego hasta que el sol se ocultó. Melitza es el polo opuesto de Daniel, es callada, a veces parece ausente, y tengo miedo de que algún día se vaya volando como Remedios La Bella y me deje. Porque siempre he creído que de los tres ella heredó el buen parecido de mi madre. Tiene ojos grandes y temerosos, una boca pequeñita y un cabello acaramelado, que hacen que tenga un aspecto admirable con tan solo 13 años, y no lo digo porque sea mi hermana, si fuéramos extrañas que recién se conocen no dudaría en pedirle que me deje acariciar su abundante melena. Sin embargo, esa belleza de mi hermana no es la razón para que la compare con Perséfone; la diosa griega que fue raptada del Olimpo por Hades y condenada a vivir en el inframundo por la eternidad. En la historia, la madre de Perséfone, Deméter, sufre por no tener al lado a su querida hija. Pero hay que tener claro que en esta historia mi mamá sería Hades y Démeter sería Silenia, la salva-
30 En esta nueva casa vivíamos con la familia dora de Melitza. Silenia es de esas mujeres que aunque no de mi papá, un tío, una tía, dos primas y una quieran tienen instinto de madre, amó a mi abuela y contándonos a nosotros seríamos en hermana incluso antes de que naciera, en mi total 10 personas viviendo bajo el mismo temente está la imagen de ella con sus innu- cho. Una mañana mi mamá se levantó muy merables pecas que parecían estrellas rega- temprano a bañar a mi hermana que tenía das por el cielo, llevando unos zapatitos de solo 6 meses, lo cual me generó curiosidad, lana rosados, y poniéndolos en la panza de recuerdo que el lavadero estaba al lado de 9 meses de mi mamá. Cuando Melitza nació nuestro cuarto y yo las podía observar desde mi madre solo mostró desinterés por ella. Por mi ventana, incluso cuando mi mente vuelve lo tanto Silenia se hizo cargo de mi pequeña a ese día, puedo sentir el agua que me caía hermana y la cuidó como si fuera su propia en la cara, pero por más que intento todo se vuelve oscuro y de repente estoy en la sala hija. viendo a mi abuela gritando: “loca, como se El espacio en blanco. Lamentablemente mi mamá en sus ataques te ocurre, es tan solo una criatura.” Luego veo de celos creyó que mi papá tenía una rela- a mi hermana empapada y con los ojos y la ción amorosa con Silenia; prohibió cualquier cara rojos; mi mamá había intentado ahogartipo de contacto de ella con algunos de no- la. sotros y más con Melitza. “Es raro, tu mamá no Melitza no recuerda nada, tan solo tenía seis los cuidaba, pero tampoco permitía que al- meses, pero mi abuela paterna, se encargó guien más lo hiciera, eso es algo que después de que ella se enterara y lo mantuviera prede tantos años no he podido comprender y sente; aun así, de los tres ella parece la más duele saber que ustedes tuvieron que pasar cercana a nuestra madre, cuando están junpor todo eso, siendo tan pequeños.” Silenia lo tas mi hermana la abraza y le da besos en la negó, mi papá casi no se la pasaba en casa mejilla, incluso le dice mamita y no se asusta y eran pocas las veces que ella lo veía, rogó en los ataques, al contrario, es la que le da las para que por lo menos dejara que ella le lle- pastillas. Debe ser porque no recuerda que se le hace más fácil acercarse sin temor. vara la leche a Melitza y la respuesta a las súplicas fue cambiarnos de casa. Después de eso mi papá parecía intranquilo, había algo anormal en él, ya que siempre da la sensación de estar en cal-
31 ma, incluso en los momentos de crisis, su serenidad era lo que me generaba cierto respeto y miedo hacia él, siempre he creído que detrás de tanta paz debe haber una guerra. Don Abel, como todos le dicen, se la pasaba trabajando y no podía estar con nosotros, para él era de vital importancia conseguir el alimento, por lo tanto laboraba más de 13 hora diarias, por eso no me sorprende que incluso después de tanto tiempo no sepa lo que mis hermanos y yo sufrimos. “Yo no sabía nada, me la pasaba ocupado trabajando, en ese tiempo tenía trabajos en veredas y por eso duraba días sin ir a la casa. Cuando llegaba, todo estaba desordenado, ustedes no habían comido y su mamá estaba durmiendo.” Un conocido le dijo que lo mejor era internarla en un centro psiquiátrico, y mi viejo que la amaba tanto tuvo que elegir entre su esposa o la seguridad de sus hijos. Esa sería la última vez que viviríamos como una familia, Ella fue internada y diagnosticada a tomar pastillas de por vida. Sin poder convivir con nosotros ya que no tenía las capacidades mentales para ser madre. Mentiría si dijera que su partida me dolió, me sentí tan feliz que incluso creí que podría perdonarla, ya que estaba enferma, pero ha pasado el tiempo y sigo teniendo rencor, me dejó tantas heridas que aún no han podido sanar y traumas que he tenido que tratar. Tengo fobias que parecen incoherentes, no soporto que gente desconocida me toque, siento que la piel me arde, sobre todo los brazos, uno de los motivos por los cuales no estudié en Bogotá, incluso cuando fui admitida en tres universidades; el Transmilenio me resultó un infierno. Odio las iglesias, es más, creo que odio cualquier tipo de religión, cada vez que entro en uno de esos lugares siento como si ella estuviera allí esperándome, para decirme que el fin de los tiempos está cerca y que el arre-
32 pentimiento es la única solución. Años han pasado, ahora tenemos una madrastra. Viven en unión libre con mi papá, asisten a la iglesia Pentecostés, y tienen un hija de tres años, Sara Sofía. Al principio fue difícil dejar entrar a alguien para llenar ese espacio en blanco que había dejado mi mamá, pero todo resultó bien. Sandra, a su modo se preocupa por nosotros, ahora somos una familia grande con dos hijos de ella y tres de mi papá y contando a Sofía seríamos ocho personas compartiendo algo más que una casa. Aún me tiembla la voz cuando hablo de ella, pero he cambiado, siento que soy más fuerte, hoy a mis 20 años no me preocupa volver a verla. Han pasado ya dos años desde la última vez que la vi.
Mis tías maternas, están enojadas porque no hemos ido a saludarla. Creen que soy una mala hija que manipuló a mis hermanos para que no quieran a su mamá, y todo es debido a una pelea que tuvimos. Ella estaba sentada meciéndose de atrás hacia adelante, algo que siempre ha hecho. Yo, enfrente de ella, le comenté “Mamá voy a entrar a la universidad” “¿Y qué vas a estudiar? preguntó ella, “Aún no lo sé” dije con desgana. Y entonces me sugirió algo que me alteró e hizo que se me fuera toda la sangre a la cabeza “Por qué no estudias Teología, es muy bonito, estudiar algo que es para servir a Dios y de paso consigues un marido que sea pastor.” Estoy segura que si me viera en ese momento, no me reconocería, solté una carcajada de villana y sin pensarlo dos veces la miré a la cara y le dije: “primero muerta”.
Siempre he creído que es más fácil desnudar el cuerpo que desnudar el alma. Puede que nos dé pena mostrar esos pequeños detalles de más que tenemos debajo de la ropa, pero creo que es más aterrador mostrar los desastres que llevamos bajo la piel. Por eso, contar esta historia se me hizo difícil, desenterrar mi pasado fue aún peor, y recordarlo a otros resultó ser más mortificante, pero no me arrepiento, si algo he aprendido de todo lo que he vivido, es que en cierto modo, decir la verdad te libera. Y qué mejor forma de contarlo con lo que más me gusta, la escritura. Kendy Danitza Unda C. kdunda@uniboyaca.edu.co Instagram: Kendy Unda
Una
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madre retando
a la
muerte Por: Angy Johanna Ramos G.
Esta crónica gira en torno a Lucrecia, una mujer perseverante y creyente de Dios. La vida la enfrentó con diversos obstáculos, que solo una mujer valiente puede superar con la cara en alto como lo hizo Lucrecia. Sí, eso es ella, una madre como muchas colombianas, que siempre se preocupan por el bienestar de sus hijos y esperan que estén bien en todo el sentido de la palabra. Pero, que nunca llegan a dimensionar que sus vidas pueden cambiar. Lucrecia, una madre que nunca dejó de creer, una madre que realmente decidió retar a la muerte.
34 “Sientes que todo se viene encima. Es una situación que no da espera. Yo sabía que en cualquier momento tenía que irme inmediatamente, como la hora era incierta, entonces dejaba la maleta lista en las noches por si tocaba salir a las carreras”. Lucrecia es madre cabeza de familia, tiene tres hijos que son el motor de su vida: Rubén Arley, Lizzeth y Karen la menor. Es una mujer que ha tenido que atravesar por una serie de obstáculos, hechos que influyeron para que ella diera un gran paso, el paso que cambiaría su vida y la de su familia para siempre. Decidió asistir a una iglesia cristiana porque estaba atravesando por problemas familiares. A partir de ahí, sus vidas giran en torno a Dios, llevan ya 12 años congregándose en la Misión Carismática Internacional. Una de sus hijas, Lizeth, que en ese entonces tenía 15 años, le mostró que un brote extraño había aparecido en su cuello. Lucrecia no le prestó tanta atención, pues pensaba que podría ser la picadura de una pulga. Lo extraño ocurrió cuando en el trascurso de ese día, su ciclo menstrual empezó a presentar anomalías y en la noche el brote ya se había extendido hasta las piernas. Al recordar aquella ocasión, Lucrecia cuenta cómo era ese sarpullido que había visto en el cuerpo de su hija, se apropia del tema y con sus dedos hace una figura para mostrar qué tan grande era, aunque no era un brote tan visible, ella pasa las manos sobre su brazo para explicar la sensación que se sentía. Mientras cuenta, hace unos gestos de
asombro y desconcierto. Lo peor estaba por llegar, a Lucrecia le empezó a preocupar esta situación y decidió llevar a su hija por urgencias a la clínica de la Policía de Tunja (el papá de Lizeth es sargento), “Cuando es por urgencias los exámenes se tardan una hora en salir, pero no, allí se demoraron entre dos o tres horas, nosotras estábamos extrañadas. Entonces salieron los resultados y la doctora nos dijo que Lizeth debía trasladarse urgente al hospital San Rafael porque no tenía plaquetas, y necesitaba lo más pronto posible una transfusión de sangre”. El no tener plaquetas, científicamente, es conocido como trombocitopenia, lo que significa que en cualquier momento se podría sufrir recaídas y hemorragias. Aunque en ese momento, ninguna entendió la magnitud de la situación, a la una de la mañana el internista les aclaró que era una enfermedad muy delicada y debía ser tratada. Por ello, Lizeth fue hospitalizada y aislada. La preocupación comenzó a invadir sus mentes, impulsándolas a averiguar sobre la enfermedad. Lo que encontraron fue devastador, pues de cada cien millones de habitantes, la posee una sola persona. Muchas preguntas salieron a flote ¿Por qué a ella, si viene de una familia que cree en Dios? las posibilidades de una recuperación satisfactoria eran escasas, lo único que pudieron hacer fue aferrarse a Dios, ¿Pero será que ese Dios del que tanto hablan, sí iba a poder sacar a Lizeth de esa enfermedad casi incurable? Después de conocer más sobre el tema,
35 les comunicaron que Lizeth tenía el síndrome urgente. Estos eran los síntomas que presende Evans o el de púrpura trombocitopénica taba Lizeth en cada recaída. idiopática. Lucrecia relata “Ya cuando le veía una peEl médico cirujano Daniel Cadena les expli- tequia (ampollas o bolas de sangre) o algo có que el “Síndrome de Evans es una enfer- rojito, la llevaba pronto al hospital, porque medad autoinmune, la cual se caracteriza me dijeron que uno la podía ver bien, pero por tener, trombocitopenia y anemia he- internamente podía estar mal; Lizeth tenía molítica; eso quiere decir que el mismo recaídas cada ocho o quince días”. cuerpo produce la baja de Reina, amiga de Lucrecia y miemplaquetas como la ruptura bro de la iglesia, recuerda “Ella de los glóbulos rojos. Y, era una niña normal, perfecta. la trombocitopenia Todo estaba bien, pero de es la disminución de un momento a otro, se las plaquetas. En comenzó a enfermar, cuanto a núyo también viví el promero, por deceso: cuando sus pies bajo de 50.000, se le ampollaron y no siendo normalpodía caminar, perdió mente, de 150.000 el color de su piel, cuana 450.000” do tenía rajada su piel, Mientras descartaban casi todo le suturaba lo que realmente presensangre. Todo se le emtaba Lizeth, le dieron de alta bejigó”. y se fue para su casa. Pero allí, En la casa de Reina hay las recaídas se hicieron repetitivas, por calma, se respira paz, “Dios ello, fue trasladada nuevamente al hoses el tema principal en este hopital. gar”, pensé. “Mi casa fue testigo Si usted entra al baño, se acerca al espede cada lágrima que derramaba jo porque siente algo extraño en su boca, Lizeth y de cómo mis muebles azules se mira sus labios, saca la lengua y se da se convirtieron en el sostén de ella, ese cuenta que tiene unas ampollas de sangre. espacio se volvió en un templo de oración Se suena y le sale sangre. Tiene hemorragias. cada vez que venía a visitarme”. Observa que su cuerpo tiene moretones inex- Cuando tuvieron la oportunidad de llevar a plicables. También brotes constantes, ¿esta Lizeth al dermatólogo en Bogotá, muchas pálida? Tenga cuidado, y vaya al médico dudas fueron resueltas, pues el doctor les ex-
36 plicó con más detalle en lo que consistía este dijo el médico ese día, “¿Usted cree en Dios? trastorno; les dijo que no era una enferme- Me preguntó, yo le dije sí, y me dijo, él es el dad hereditaria, sino autoinmune, es decir, el único que puede salvarlo, el golpe fue muy mismo organismo se ataca. duro”. La enfermedad de su hija no fue el único reto Rubén Arley había empezado a tomar desque tuvo que enfrentar Lucrecia, antes de la de las siete de la mañana hasta las ocho de enfermedad de Lizeth. Su hijo Rubén, próximo la noche y decidió irse con sus amigos para a cumplir los 18 años, salió de su casa un 29 Jenesano, tomando prestada la cicla de su de junio, a las 7 de la noche, a dar una vuelta jefe, pero esta no cumplía con los requisitos con sus amigos; su mamá le insistió que no sa- establecidos (no tenía frenos). “Mis amigos liera porque era tarde, pero Rubén logró con- me dejaron botado, y pues yo cogí la cicla y vérsela. Pasaron las ocho, nueve, diez de la di pedal para alcanzarlos, ya cuando me ennoche y aún no llegaba. Lucrecia sintió una contré con un compañero, fue difícil esquicorazonada, ese instinto de madre avisándo- varlo, le metí el pie a la llanta y de la misma le que algo no andaba bien. Sin embargo, ya velocidad no frenó y me estrellé con él. Hasta que había tenido un día bastante agitado y ahí me acuerdo”. estaba cansada, decidió irse a dormir, lo que Fue así como Rubén entró en un profundo no esperaba, es que al despertar se enteraría sueño y gracias a las máquinas del hospital, él que su hijo no había llegado a su casa por- se mantenía todavía con vida. Aunque alguque había tenido un accidente. nos familiares se resignaron, pensando que el “Yo vivía en un tercer piso, cuando mi herma- joven no se iba a recuperar porque no daba na me dio la noticia y me explicó que mi hijo signos de vida, su madre sí seguía con la esestaba en el hospital, salí corriendo, gritando peranza y la fe de que su hijo se iba a levany antes de salir de casa, recité la sangre de tar de la cama. En medio de su angustia llegó Cristo en mi hijo para que lo protejiera mien- a su cabeza, el versículo, “Esta enfermedad tras llegaba. Cuando entré al hospital San no terminará en muerte. Servirá para mostrar Rafael, y me llevaron donde se encontraba el poder de Dios, y el poder que tengo yo, el mi hijo, quedé paralizada al verlo, él estaba hijo de Dios” (Juan 11:4). No obstante, mienen la camilla, amarrado, sudaba, su cabeza tras su hijo dormía, ella le hablaba como si estaba inflamada y todo el cuerpo se movía la escuchara. “Recuerdo que una vez, cayó incontrolablemente”. del rostro de mi hijo una lágrima; me partió el El médico le contó a Lucrecia que su hijo ha- alma. Le compraba zapatos para que camibía tenido un traumatismo cráneo encefáli- nara, le decía bueno Rubén vamos alabar a co, es decir, un golpe muy fuerte que afecta Dios. Cuando salía de la habitación, le decía la función neurológica, ella revive lo que le a las personas que Rubén me había habla-
37 do y caminado, lo que quería era desatar palabras de fe en mi hijo, pero no era verdad”. Incluso sus familiares pensaban que ella se estaba volviendo loca. Uno de los momentos más cruciales para una madre, unas palabras que nadie quisiera escuchar, pero que Lucrecia tuvo que enfrentar. Después de que pasaron 16 días y Rubén no despertaba, recibió una llamada “El pastor me dijo: ha llegado el momento de que se lo entregues a Dios, y que sea Dios quien desate su voluntad en Rubén, así como Abraham entregó a su hijo Isaac. Yo decía, pero ¿cómo? No puede ser y, él me dijo, sí. El dolor me consumía, pero me llené de valor. Me acerqué a Rubén, me arrodillé con la voz entre cortada, le di gracias a Dios por haberme permitido tener ese hijo y dije, Dios te lo entrego que se haga tu voluntad”. Mientras recordaba esta escena los ojos de Lucrecia se aguaron y su voz
38 se cortó. guíneas viejas, creando células nuevas. AdeLizeth comenzó su tratamiento con el doctor más, produce los glóbulos blancos que luchan Jony Cárdenas. Normalmente se inició con lo contra sustancias extrañas pero, lo que sucebásico para mirar cómo es el avance del pa- día en el cuerpo de Lizeth, era que las defenciente, por lo tanto, le formulan una variedad sas veían como enemigas a las plaquetas, por de medicamentos que debe consumir dia- eso las atacaba. riamente (doce pastillas), “Al final me cansé, La cirugía fue compleja, tardó casi seis horas, me cansé de tomar tantos medicamentos, así “Fue una cirugía larga, porque a ella le licuaque los reunía todos y me los tomaba al tiem- ron el bazo, le hicieron unos orificios en el vienpo”, dijo Lizeth. tre para succionarlo, no se la hicieron común Los medicamentos no cumplieron con el ob- y corriente, porque corría el riesgo de desanjetivo que esperaban y por ello el médico se grarse”, dijo Lucrecia. reunió con Lucrecia y Lizeth, para comentar- La cirugía fue un éxito, Lizeth empezó a recules que ya se había quemado la primera fase, perarse satisfactoriamente, todo parecía marque el paso a seguir era extraerle el bazo, char bien, todos estaban contentos porque el Lucrecia recuerda “Yo no estaba de acuer- karma había terminado. Lo que no esperado con esta opción, no me imaginaba a mi ban fue que después de seis meses volvería la hija sin un órgano, pero al verla desesperada, enfermedad como un huracán, las recaídas tan amarilla (ya había empezado a presentar se hicieron más fuertes y constantes. Lucrecia anemia hemolítica), débil, cansada de tomar rememoró, “Apenas mi hija presentó las retantos medicamentos, ella me dijo: mami caídas, la remitieron urgente para Bogotá, lo estoy cansada, mi vida no es como la bueno es que yo ya iba preparada y esta vez de un joven de mi edad, si esta es la sí llevaba maleta”. Se ríe cuando lo cuenta. solución, por favor hagámoslo. Me El médico que llevaba el proceso de Lizeth, resigné a la cirugía”. no se explicaba qué estaba sucediendo en el El bazo tiene cuerpo de la joven, por lo tanto, acudió a las como función quimioterapias. Cada tres días a la semana se ser un filtro las realizaban, sin suspender los medicamenque purifica tos. la sangre, Lucrecia recuerda “Yo estaba preocupada en otras pa- de que se le cayera el cabello porque eso era labras, es el lo que atormentaba a mi hija, no quería verla medio que sufrir más. Oraba muchísimo y sé que Dios esdestruye las cuchaba mis plegarias, no se le cayó ni un solo células san- cabello, ni las cejas, ni las pestañas, nada. Eso
sí, la piel se le volvió como la de una bebé”. Mientras Lizeth seguía sus tratamientos y luchaba por su vida, no dejaba sus estudios, al contrario, trataba de sacar adelante cada semestre de su carrera, Contaduría Pública en la Fundación Universitaria Juan de Castellanos de Tunja. Aunque perdía bastantes clases por los tratamientos, no fue obstáculo para abandonar su sueño, ella se adelantaba y así pasaba sus semestres. Después de un mes de quimioterapias, tampoco se vio una mejora, por ende se devolvieron a Tunja, pero seguía asistiendo a controles en Bogotá. Como las defensas de Lizeth eran muy bajas, estaba expuesta a múltiples enfermedades, una de ellas fue la aparición de “un ojo de pez” en su pie izquierdo, “Yo me despertaba a las tres y cuatro de la mañana porque no me dejaba dormir, yo gritaba, lloraba de la desesperación; para caminar me tocaba saltar. Solo se me calmaba el dolor cuando metía el pie en el agua o cuando me dopaba, era horrible. Me preguntaba ¿Por qué a mí? ¿Yo qué hice? Si he sido buena hija. Eso sí, nunca argumenté contra Dios, al contrario seguía yendo a la iglesia”. La enfermedad de Lizeth hizo que Lucrecia renunciara a su trabajo para dedicarle más tiempo a ella. Además, con los pocos ahorros que tenía Lucrecia, se trasladaron de vivienda a un lugar más higiénico por la salud de Lizeth. Pero otra tragedia estaba por suceder. Lizeth se encontraba en la sala con su pie levantado, Lucrecia organizaba el trasteo y Karen jugaba con sus nuevas amigas. Karen, que
39 en ese momento tenía aproximadamente 12 años, con la inocencia que la acompañaba y ajena del peligro que podía acarrearle, se divertía con sus amigas en la terraza. De repente, cogió un cable de alta tensión para sostenerse, provocando una descarga eléctrica en ella y haciendo que cayera desde un tercer piso. Karen expresó “Había perdido la conciencia y empecé a reaccionar cuando estaba en el taxi, mi mamá estaba muy alterada, gritaba al taxista, y yo le decía que estaba bien. Hizo caso omiso y me llevó al hospital, me hicieron una cantidad de exámenes, al final los resultados mostraron que no me había pasado nada”. En el caso de Rubén, un joven que cree en Dios, pero que no es tan consagrado como su familia. Sin embargo, la buena relación que tiene su mamá con Dios lo salvó. “Yo no escuchaba nada, solo recuerdo que caí en un sueño profundo, donde caminaba y caminaba, pero no llegaba a ningún lugar, veía a alguien parecido a mí (como un alma) diciendo que me fuera con él. A lo último, me cogió de la mano, luego traté de soltarme y ahí desperté”. La pregunta del millón fue ¿Lizeth correría con la misma suerte de sus hermanos? Después de tantas oraciones y ayuno, un día Lucrecia recibió una llamada que le dio vida nuevamente, el doctor que estaba atendiendo a Lizeth le comentó que había llegado un medicamento a Colombia que podría salvar a su hija. Sin embargo, no todo era felicidad, pues Lizeth iba a ser la primera en probarlo,
40 por lo tanto, había dos posibilidades: la primera que fuera un éxito y la segunda que fallara. El resultado de este medicamente fue satisfactorio, las plaquetas se estabilizaron extraordinariamente, pero, así mismo presentó síntomas de bilirrubina (pigmentación amarilla en la piel), provocando que otra vez entrara en tratamiento con las quimios. “Teníamos que viajar cada ocho días para el tratamiento. Mi hija no pudo continuar con las citas, porque el doctor que la estaba atendiendo no le habían renovado el contrato, por lo tanto, no había un hematólogo que se hiciera cargo. Por ello, Lizeth dejó de asistir a controles y tratamiento. A tal punto que un día, no tenía medicamentos”. Lucrecia muy preocupada por el estado de su hija, insistió por las citas, pero su intento falló. Así trascurrieron nueve meses, en julio del 2016, logró conseguir una cita para su hija con el mismo médico que llevaba el proceso. El Dr. Jonny realmente sorprendido, no podía creer lo sucedido. Los últimos análisis indicaban que Lizeth estaba sana, no había rastros de aquella enfermedad extraña.
Fue una experiencia bonita, primero porque la historia llegó a mí de manera inesperada, no sé si por casualidad, pero lo que sí sé es que atrapó mi atención por completo cuando la escuché. Desde el inicio supe que era un gran reto, porque ella tenía que revivir un suceso fuerte de su vida, pero decidí asumirlo así me afectara emocionalmente. Por otra parte, me dejó una gran enseñanza, a veces nos encerramos en los problemas, pensando que no hay alguna solución y esta historia muestra que siempre hay una esperanza cuando se cree que todo se ha perdido. Angy Johanna Ramos G. ajramos@uniboyaca.edu.co Facebook: Angy Ramos
41
Una mujer desesperada con un esposo agresivo y posesivo, regresa a su casa sin saber que allí iba a encontrar la muerte y se desataría una tragedia que cambiaría la vida de toda una familia. Unas niñas inocentes y un hombre inconsciente, aquella situación daría una transformación a cada integrante de la familia como consecuencia de un suceso que ninguno de ellos esperaba.
In
Defensa de
género Por: Camila Jiménez y Lina Ortiz
42 “En las audiencias expresaba con su actitud que estaba satisfecho y que si pudiera lo volvería a hacer; en muchas ocasiones me gritó cosas y me miró horrible.” Así se mostraba Luis Eduardo Rodríguez luego de asesinar a su esposa Lucía Esperanza Parada, quien en repetidas ocasiones se había acercado a las diferentes Comisarías de Familia de Tunja para denunciar el maltrato que recibían ella y sus hijas por parte de su cónyuge “Siempre fue violento con nosotras desde que tengo memoria” así lo afirma Laura, su hija mayor, exhibiendo su dolor. Días antes de su asesinato, Lucía se había acercado a la Comisaría Tercera de Familia en el barrio Los Muiscas, pasó un manuscrito pidiendo ayuda a las autoridades, diciendo que no la obligaran a vivir con Luis Eduardo y que la apoyaran. “Él le había manifestado que si no era de él no era para otro hombre” afirmó el Fiscal del caso. Allí fue citada con su esposo, el mismo lugar donde él le manifestó sus deseos de asesinarla “ella venía dándole alertas a las Comisarías de Familia, la comisaria de familia no advirtió esas alertas tempranas, días antes de su muerte había golpeado insistentemente las puertas de esa Comisaría de Familia y la comisaria lo que hizo fue un paliativo, como quien dice “tocarle la espalda a la persona y esperar si se mejora y vuelve después”. Juez del caso. Varios años de maltrato pasaron no solo para Lucy también para sus hijas, quienes desde pequeñas sufrieron de violencia intrafamiliar, viendo cómo Luis le pegaba a su mamá, “Era
muy malgeniado, siempre que llegaba tomado, era pelea segura”, afirma Diana Castillo, amiga de Lucy. Lucía no pensaba que esta amenaza se haría realidad un sábado en la madrugada. La noche anterior Lucía Esperanza se encontraba en un evento de integración organizado por la UPTC, evento que se hace anualmente para los empleados del Fondo Foravi (fondo de ahorro y vivienda para empleados de la universidad), “La última vez que hablé con mi mami fue por teléfono, llamó a decirme que mi hermana menor ya iba para la casa en un taxi y ella para su evento, también me dijo que había comprado unas blusas, las cuales quedaron nuevas”. Laura la hija mayor. Ese día Lucy se mandó arreglar las uñas y el cabello; cuentan sus compañeros que estuvo muy feliz, sin imaginar que en su casa la estaba esperando Luis Eduardo Rodríguez. Al llegar a su vivienda, se encontró con el “monstruo”, su esposo. Un hombre de piel trigueña, contextura media, ojos pequeños de iris color castaño claro, bigote medio superior, cara redonda, nariz media base horizontal, perfil recto. Ligia Sánchez, Fiscal del caso, relata los hechos de aquella madrugada, hechos que jamás olvidarán las niñas Rodríguez Parada. “Esa noche llegó el señor al lugar de habitación de la víctima en el barrio El Poblado de Tunja, mandó a dormir a sus hijas, él bajó de su habitación con una cobija, cogió un cuchillo y se escondió en el garaje, entre la pared y el carro; dicen que la señora siempre ingresaba por el garaje y al fondo de
43 éste hay una puerta que comunica al patio, si la señora veía la puerta abierta la cerraba, esa noche las niñas habían dejado la puerta cerrada. Luego de la investigación descubrí que esa puerta no cerraba el señor le puso debajo una cajetilla de cigarrillos Marlboro para impedir que la puerta cerrara. Lucía llegó y fue a cerrar la puerta, el agresor salió de donde estaba escondido y le dio la primera puñalada que fue por la espalda, ella gritó de forma desgarradora ¡¿Qué me está haciendo?!, cuando volteó a mirar qué estaba pasando, él le dio la otra puñalada que fue en el corazón”. Con el grito logró despertar a Laura, la mayor de sus hijas, quien asustada bajó rápidamente a ver qué había pasado. Laura al ver que su mamá no pronunciaba ninguna palabra, no lograba entender lo que pasaba, pues no había rastros de nada en su cuerpo y Luis ya se había alejado de su madre. Después Laura observó a su padre debajo de las escaleras con un cuchillo lleno de sangre en sus manos. “Tenía una expresión de mucha ira.” La joven comenzó a gritar hasta que sus hermanas se despertaron, Laura se encerró en el estudio, dominada por los nervios y la desesperación, llama a Taxi-ya (empresa que presta el servicio de taxis en la ciudad), y pidió una ambulancia. Al colgar llamó a la Policía, pero los nervios, la confusión y el miedo se apoderaron de su voz y no podía pronunciar una sola palabra. “Tomé el teléfono y me metí debajo del escritorio, me daba miedo que mi papá subiera a agredirme, llamé y después de muchos intentos la persona que contestó me entendió, pues mi voz no salía y era muy temblorosa.” Al bajar nuevamente, la imagen que notó la impactó para siempre, su hermana Tatiana estaba detrás de su papá intentando quitarle el cuchillo, “lo peor fue bajar mi mirada y ver a mi mamita dentro de un charco de sangre y junto a ella mi hermanita menor, limpiándole la sangre que le salía por la nariz y la boca, recuerdo que mi hermana menor decía ”tranquila mamita que ya viene la ambulancia”. Pasados varios minutos, no llegaba ningún tipo de ayuda,
44 la hermana mayor salió de casa, pero tam- Cuando llegó la ambulancia, y los bomberos poco obtuvo colaboración alguna por parte pidieron a todos salir de la casa para revisar de los vecinos, todos estaban como espec- a Lucía, sin tocarla, solo observándola por tadores nada más. encima, expresaron “está muerta, vamos a Las hermanas lograron que el agresor saliera llamar a la Fiscalía para que haga el levantade la casa, este intentó agredir a Laura, su miento. Puedo decir que es la frase más hohermana Tatiana al defenderla salió herida rrible que han escuchado mis oídos, me neen sus manos con el mismo cuchillo que ha- gaba a aceptarlo, me desesperé, veía a mis bía sido apuñalada su madre y ante los gritos hermanas llorar desconsoladamente, a mis de ayuda por parte de sus hijas y de los ve- tíos tratando de calmarnos”, afirma Laura. cinos, Luis tiró el cuchillo al jardín de la casa “Sucedido el episodio, se informa por parte del frente y salió corriendo, las hermanas se de la Policía que a eso de las 3:04 horas del entraron y cerraron la puerta. “Al entrar nue- mismo día, la central de radio reporta y orvamente me encontré con mi mamá allí bo- dena la búsqueda y localización de un sutada en el piso, toqué sus pies y estaban he- jeto de estatura de 1.70 metros, piel morena lados, le gritaba y ella no reaccionaba. Allí quien llevaba puesta una pijama de color pensé que era el fin, pero no quería aceptar- azul y había causado la muerte de su comlo”, Tatiana. pañera sentimental y por información de la Laura llamó a su tía Elsa, hermana de Lucy, ciudadanía dicho sujeto se dirigió hacia el le contó lo sucedido y le rogó que llegara barrio Montecarlo a escasas cuadras del pronto; mientras esto sucedía y llegaba al- sector; de inmediato se procedió a realizar guien que las ayudara, las hermanas vivieron patrullaje por las unidades de Policía quiela peor experiencia de sus vidas, ver morir a nes lo ubicaron frente a la Cra 14 No. 55, se su mamá y no poder hacer nada para ayu- practicó una requisa y se identificó como Luis darla, sentir que la vida se acababa, que el Eduardo Rodríguez, al verificar que se trataser más preciado, amado e importante en ba de la misma persona a quien señalaban sus vidas se iba frente a sus ojos por culpa de como autor del homicidio, voluntariamente su papá. expresó a los policías que él era quien había Cuando llegaron los tíos, Fredy Parada levan- herido a su esposa, por lo que se procede de tó a Lucía en sus piernas, “le gritaba que re- manera inmediata a su aprehensión y se le accionara, lo único que se movía en ella era dieron a conocer sus derechos”. Así se relala sangre que salía de la herida en su espal- tan los hechos en la sentencia 030 de 2013 da. Uff, fue muy duro llegar y ver a mi herma- Horas después de la tragedia, en casa de la na así, quería matar a ese desgraciado que familia Rodríguez Parada, el CTI se acercó al le hizo daño”. lugar a hacer el levantamiento del cuerpo y
se procedió a hacer la investigación por parte de la Fiscalía, donde se determinó que Lucía y Luis Eduardo tenían un matrimonio de veintidós años y que desde que eran novios siempre hubo agresión física y verbal. En una de sus discusiones en la etapa de noviazgo, Luis Eduardo intentó quemar la casa donde ella vivía; a pesar de dicho suceso, tomaron la decisión de casarse. Revisando los antecedentes, la Fiscalía descubrió que hubo varias denuncias en diferentes entidades “pero siempre se llegaba a una conciliación” afirma el fiscal del caso. Luis Eduardo se desempeñaba como conductor de bus. Las paredes de la casa estaban llenas de sangre, al parecer Lucía intentó tomarse de la pared “una escena bastante conmovedora, la verdad me impactó tanto, no solo a mí, a todos quienes conocimos el caso” Ligia Sánchez, fiscal.
46 Luego de que la Fiscalía mostró las diferentes pruebas que comprobaban la culpabilidad de Luis Eduardo se procedió a la imputación de los cargos y la condena del mismo. El día 15 de noviembre de 2013, dicho sujeto se encontró culpable y recibió una condena de 33 años de prisión, “A Luis Eduardo la pena se le impuso porque había sometido a su pareja a un cuadro típico de violencia al interior de la familia y el juzgado advirtió que en el seno de la sentencia se amparó esa situación y se censuró la actuación de la Comisaría Tercera, iniciando un proceso disciplinario”, Juez del caso. La pena de Luis Eduardo se justificó porque la Fiscalía consideró la indefensión de Lucía, ya que ella llegaba a su domicilio sin saber y sin pensar que el sujeto la esperaba al asecho para luego atacarla. Este hecho está matizado por la violencia contra la mujer, tal como lo afirma el Código Penal colombiano, “Artículo 103. Homicidio. El que matare a otro, incurrirá en prisión de trece a veinticinco años”. Artículo 104. Circunstancias de agravación. La pena será de veinticinco a cuarenta años de prisión, si la conducta descrita en el artículo anterior se cometiere: en la persona del ascendiente o descendente, cónyuge, compañero o compañera permanente, hermano, adoptante o adoptivo, o pariente hasta el segundo grado de afinidad.” Durante las audiencias, la defensa hizo acusaciones a la fiscal del caso “Me pedían que le quitara el agravante, dada la situación nunca estuve de acuerdo con eso, la defensa me recusó en varias oportunidades, por el hecho de ser mujer y estar investigando un caso que tenía que ver con una mujer”, Ligia Sánchez, fiscal. Al aceptar los cargos y reconocer a este sujeto como una persona consiente de sus actos se procedió a recluirlo, “Está pagando hoy en día su pena, aceptó los hechos, pero fue un poco exigente y el reproche fue alto porque la sometió a un cuadro clínico de violencia durante mucho tiempo”, Juez del caso. En el caso de Luis Eduardo la mujer había dado señas de violencia “le había advertido que la iba a matar y cumplió su promesa de una forma exagerada” una puñalada certera que la atravesó, “uno no se imagina los últimos días de la mujer golpeando en las puertas de un Estado que le fue indiferente, de un agresor que sabía cuándo la iba a matar, que escogió el momento y la mató” juez del caso. Según el informe Forensis más reciente de Me-
dicina Legal, en el año 2016, 51.182 mujeres fueron víctimas de ‘violencia de pareja’. Eso quiere decir que cada 10 minutos hay una agresión tan grave, que obliga a un examen de lesiones personales en Medicina Legal. Son 140 casos diarios. A abril de 2017, se había registrado que 25 mujeres fueron asesinadas por su pareja. Según los expertos, estos hechos trágicos pueden iniciar con un maltrato verbal y van subiendo de tono hasta llegar a la agresión con armas. Cuatro años después de la tragedia, los milagros de las hermanas Rodríguez Parada son Luciana y Martín, dos ángeles que llegaron a la vida de Laura, Tatiana y Luisa para darle un giro; con ellos volvieron las esperanzas a la familia, se volvió a soñar y a buscar un futuro en familia, ellas piensan que aparte de ser dones de Dios, son regalos que envío su mamá Lucy Parada. Luisa, la menor, dio a luz a Martín, su razón de ser, “en sus ojitos veo reflejada a mi mamita y sé que ella está feliz y me lo mandó para alegrarme la vida”. Luciana es la hija de Laura, la mayor, curiosamente tienen el mismo tiempo de nacimiento con Martín y piensan que esto son bendiciones del cielo, una nueva oportunidad para ver la vida de otra manera. A Laura le dieron el trabajo de su mamá, en la Escuela de Ciencias de la Uptc. Está tranquila, trabaja con los compañeros de su mamá, con el mismo jefe y su entorno, “dicen que me parezco a mi mamá, agradezco la oportunidad que me dieron, pero en mis planes no está quedarme ahí, actualmente estudio psi-
47 cología.” Laura Rodríguez. Hace un tiempo, fue el grado póstumo de Lucía al que asistieron sus tres hijas para recibir el título “fue un orgullo recibir el fruto de tanto esfuerzo y dedicación; mamita, nos sentimos súper orgullosas de ti y aunque no estás seguiremos tu ejemplo de llegar a ser profesionales, a pesar de los tropiezos que tengamos en el camino, te amamos. Ahora eres licenciada en informática y tecnología, qué orgullo.” palabras de Laura. Laura se comunica con Luis Eduardo por medio de la abuela paterna que lo visita cada ocho días y en ocasiones vía telefónica. Al comienzo no había asimilado la gravedad de los hechos, luego de la condena y de su traslado a la Cárcel de Máxima Seguridad de Cómbita cambió de actitud y ahora está arrepentido, cada vez que puede les pide perdón. Laura está en el proceso de perdonarlo. También Luis Eduardo recibe terapia grupal en la cárcel por parte de los practicantes de psicología de algunas universidades. Siempre que pregunta por sus hijas y ellas tienen alguna dificultad, se siente culpable y llora porque dice que, si estuviera él y la mamá, ellas estarían bien; ellos estarían ahí para ayudar. Se ha sentido culpable y ve el peso de lo que hizo, “él era malgeniado y duro de corazón, se volvió cristiano tiene grupo de oración en el patio, está estudiando la biblia, se le nota en la forma de expresarse que sí ha cambiado. Laura Rodríguez. En cuanto a la comisaria que recibió la última denuncia de Lucía, el 8 de febrero de 2016,
48 fue sancionada por su actuar en el caso de Niño Bustamante, por el término de 10 meses Lucía Esperanza Parada “Según el ente acu- e inhabilidad especial por el mismo término. sador, la disciplinada no tomó medidas de Lo anterior, debido a la falta de atención y protección drásticas y efectivas para evitar ligereza con la que actuó en la resolución de agresiones a una mujer que era víctima de una medida de protección solicitada por una maltrato familiar producido por su esposo, mujer víctima de violencia intrafamiliar. Los quien días después fue asesinada por su agre- hechos probados en el proceso disciplinario, sor. Pese a denuncias antecedentes y eviden- establecen que la víctima identificada como cias sobre graves hechos de violencia intra- Lucía Esperanza Parada Ramírez, acudió en familiar, la funcionaria solo habría acudido a el año 2012 a la Comisaría, asegurando que la figura de conminación y amonestación al durante 22 años había sido objeto de graagresor de la mujer. En fallo de segunda ins- ves agresiones físicas, verbales, sicológicas y tancia, la Procuraduría Regional de Boyacá morales por parte de su esposo, el señor Luis confirmó la decisión adoptada el 2 de julio de Eduardo Rodríguez Espitia”. Información que 2015 por la Procuraduría Provincial de Tunja, hace parte de los archivos de los medios de en la que se suspendió a la comisaria tercera comunicación de Boyacá que cubrieron la de familia de Tunja (Boyacá), María Esperanza tragedia en 2013.
Contadoras de historias, apasionadas por los temas judiciales, pretendiendo contar hechos que para la mayoría de funcionarios judiciales son rutinarias. Como escritoras tenemos la capacidad de contar las historias desde otra perspectiva y con un punto de vista humano y sensible. De esta forma buscamos dar la importancia que merece cada ser en sus ámbitos. Lina María Ortiz Molina linortiz@uniboyaca.edu.co Instagram: lina.m.ortiz Ivette Camila Jiménez R. icjimenez@uniboyaca.edu.co Facebook: Camila Jiménez
El Tiempo, 49
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El Espectador,
El Extra! Por: Jenifer Catherine Borda T.
Durante varios años, por no decir que prácticamente la mitad de su vida, Margarita, una mujer humilde, trabajadora y sin estudios, luchó por sacar a sus seis hijos adelante con ayuda de su voz. A pesar de las dificultades, ella se ganó la lotería, pero no la del billete o tiquete, si no la de los ángeles como menciona. La vida puso en su camino, la historia de valentía, decisión y coraje de esta mujer, es el amor reflejado en la familia.
“Es una casita sencilla, perdonará lo feita y el desorden, pero, es lo único que tengo. Este lotesito lo compré hace años, cuando se vendía bonito y se ganaba bien, no me acuerdo hace cuánto fue, pero unos vecinos que trabajan por donde vendo mi periodiquito me la construyeron, Dios los bendiga a ellos, que hicieron esto tan bello”. Margarita comienza su relato remembrando algunos detalles de su infancia. “Viví algunos años con mis papás, nosotros somos de Boyacá Boyacá, un pueblito muy cerquita a Ramiriquí; siempre trabajaron en el campo, labrando donde podían cultivar, con eso ellos me sacaron adelante. Yo les colaboré en lo que pude, pero la verdad fue muy poco porque nunca me gustó el campo y muy jóven decidí irme para la ciudad a trabajar en casitas con el oficio”. A sus 81 años, Margarita recuerda que su primer trabajo fue en Tunja como empleada de servicio. A los 18 se trasladó a Bogotá con la misma familia que inició, pero por motivos personales decidió retornar a la capital boyacense, con el propósito de trabajar en la misma labor, además de independizarse. “Yo trabajé en distintas casas, donde los Sutanetas, los Azula, con una señora llamada Omaria, y así hasta que terminé en la casa de un doctor Salamanca; me ofreció irme para Bogotá con él a trabajar, pero yo no quise porque en esa época ya tenía mis niños, eran muy pequeños y esa ciudad era muy peligrosa para ellos, así que no acepté y me quedé”, asegura Margarita.
50 La señora Rátiva, se retiró de las casas de familia y emprendió como vendedora de fruta y panela en la Plaza de Mercado del Sur, hasta que se cansó de la rutina y el trabajo y decidió comenzar con un puesto de fruta y verdura en la antigua esquina de Telecom, en la Plaza de Bolívar de Tunja. El periodiquito Margarita se toma la cara con las manos, al parecer le preocupa no recordar las fechas importantes, se las pone en la boca, se quita el sombrero blanco que siempre usa, peina su canoso cabello y sonríe temerosamente dejando al descubierto las arrugas de su piel morena, como si quisiera ofrecer disculpas por olvidar esos momentos. “El hecho es que yo comencé a trabajar como voceadora como hace unos cuarenta años, en ese entonces el encargado era un señor Henry Sánchez, allá llegaba uno y decía que iba por el periódico para trabajar y él decía: claro mija lleve el que quiera”. Durante esa época, cuenta la señora Margarita, cambiaron permanentemente el personal a cargo de los voceadores y ella y sus compañeros siempre trabajaron directamente con la Casa Editorial El Tiempo, hasta que la empresa contrató con un intermediario y se desentendieron con la organización, así que la persona que está a cargo ahora, se entiende solamente con el grupo de los 16 voceadores que aún queda en Tunja. De acuerdo con Julio César, hijo de la señora Rátiva y voceador hace cerca de 35
51 años, esta labor es desagradecida debido al esfuerzo de la carga del periódico y a las condiciones laborales a las que se enfrentan. “Mire, uno siempre comienza su jornada a eso de las 3:00 a.m., uno se levanta y se arregla para salir porque le entregan el periódico una hora después y si uno no llega a tiempo se jodió. Con la edad que tiene mi mamá yo prefiero recogerle el periódico y entregárselo a eso de las diez de la mañana que es cuando está en el centro, nosotros a cada periódico le ganamos solo el 20 por ciento, es decir que si vendemos diez Siete Días, solo nos ganamos unos dos mil pesitos, eso es todo, no tenemos nada más”. Antiguamente–explica Margarita- vendía cerca de cien o hasta cuatrocientos periódicos al día o semanal, “así que uno vendía bonito. Siempre he usado mi voz como ayuda, de pronto mucha gente me conoce por eso, porque llevo años gritando ‘El Tiempo, El Espectador, El Extra’ y como tenía a mis niños pequeñitos, eso ellos me ayudaban a revolar por todo lado
vendiendo; así fue que alcancé a darle a mis chinitos la primaria, no pude más, pero lo logré. En cambio, yo nunca pisé la puerta de una escuela, mis papás no puedieron darme estudio, pero si lo hubieran hecho, otro pan me comería”. Tunja –dice la señora Rátiva- no era así de grande como ahora, cuando inició su labor como voceadora recorría el barrio Suárez; el Aquimín; el Consuelo y hasta el Paraíso, siempre en el centro de la ciudad, “eso la mayoría de barrios que hay ahora eran potreros, por acá por el centro las calles no estaban como ahora, eso era pura trocha”. Desde el momento en que incursionaron algunos medios de comunicación como la radio, la televisión e incluso el internet, muchos ciudadanos dejaron de lado el periódico impreso y por ello desde ese instante Margarita se ubica cerca al Bolo Club Social, sobre la carrera décima. “Yo aquí llego todos los días a eso de las diez de la mañana para vender los periodiquitos, yo soy madre soltera, jamás quise casarme porque ví que
mi mamá sufrió mucho con mi papá y desde entonces decidí que nunca un hombre me trataría mal, yo no nací para aguantar eso; preferí tener mis hijos sola, a trancas a mochas pero sola, y orgullosamente soy madre de seis hijos, ya todos están grandes y se fueron de la casa, pero tengo una niña especial, ella se llama Alicia, tiene 40 años, y pues yo la cuido porque no hay quien más lo haga; a veces mis otros hijos me ayudan, pero yo me encargo de bañarla, arreglarla, darle su desayunito y me toca dejarla solita hasta por la tarde”. La señora Rátiva cuenta que fue una mujer muy estricta y dura con todos sus hijos, menos con Alicia ya que notó dificultades de aprendizaje y habla cuando tenía tres años y hasta cuando los doctores afirmaron que tenía autismo. Ella fue una muy buena madre –dice Martha Rátiva, una de sus hijas- aunque a todos nos cuidó mucho y nos dio bastantes juguetes cuando pequeñitos, ella fue muy buena y nos sacó adelante, así sola y como pudo. Eso lo admiro bastante porque siempre buscó la forma de comprarnos lo que necesitabamos, además ella prefirió quitarse el pan de la boca para dárnoslo a nosotros. En varias ocasiones ella no nos dio la libertad que necesitabamos, pero aveces pienso que eso nos ayudó para tener un buen futuro. “Yo fui muy dura con mis chinitos, eso ellos sufrieron mucho porque yo les pegaba bastante, pero así tenía que ser, por algo ahora son lo que son. Además nunca dejé que nadie los cuidara, siempre hice todo sola”, afirma la
52 señora Rátiva. Margarita no tiene ningún otro oficio, dice que a la edad que tiene no puede conseguir otro trabajo, además que los años ya comienzan a hacer estragos en sus rodillas, manos y ojos. Con los años se ha hecho conocer en la ciudad y quienes la distinguen de hace tiempo, le regalan dos mil o cinco mil pesos de más cada vez que le compran, o aveces le llevan una libra de arroz, un pan o algo de comer. Ella, dice que diario con la venta del periódico, gana unos dos mil o tres mil pesos y mensualmente por mucho cien mil. Actualmente Margarita hace parte del programa de Solidaridad con el Adulto Mayor ‘Colombia Mayor’, con el que recibe un subsidio mensual de $80.000, dicha ayuda es exclusiva para personas mayores que se encuentren desamparadas; que no cuentan con una pensión; que viven en la indigencia o en la extrema pobreza. Mi lotesito “Yo recuerdo que una señora me contó que había una conocida que vendía lotes y que uno los podía pagar a plazos. Como en esa época yo vendía tan bien me arriesgué, tenía que pagar mucho más de cien mil pesos y en esa época era mucho dinero cuando lo compré. El hecho fue que yo terminé pagando el lotesito, pero eso fue un negocio como mal hecho y tuve que cancelar mucho más por esa casa porque nos sacaban plata a cada nada, que disque para obreros y máquinas”, explica la señora Rátiva.
53 La casa queda ubicada entrando al barrio Escandinavo, por una calle destapada, es pequeña, la fachada es de color blanco igual que la puerta; el mobiliario que tiene, como la sala, el comedor, las camas y hasta una lavadora, han sido regalos de los conocidos o los hijos. Mientras que Margarita me cuenta esta historia, noto que usa frecuentemente diminutivos en varias palabras, es algo que la caracteriza; continuo escuchándola, observo a mi alrededor y noto que la mujer que está frente a mí, es devota de la Virgen María, por algunos lugares cuelgan cuadros, afiches e imágenes del Sagrado Corazón, de Juan Pablo II y del Papa Francisco. “Yo creo que todo lo que me ha pasado es porque tengo un padre muy grande que me ha cuidado durante todos estos años, o dígame ¿a quién le construyen una casa sin haber
54 aportado nada?. Este fue definitivamente el sin embargo, ella al igual que sus hermanos día más feliz de mi vida, yo no me lo podía agradecen el hecho de que unas personas a cambio de nada le regalaran su casa. “Lo creer”, dice la señora Rátiva. Margarita duró más de 15 años con el lote correcto hubiese sido que nosotros le hubiéraabandonado porque nunca logró ahorrar; las mos construido, pero no pudimos. Eso es duro, ventas fueron bajando a medida que pasa- pero ya que, hay que dejar el pasado atrás, ron los años hasta que decidió venderlo, sin ahora lo importante es que ella y mi hermana embargo no lo hizo, “como los vecinos que están bien”, explica Martengo por donde trabajo me vieron ya tan tha. avanzada en edad y como sabían de Alicia, ‘La casita’ -como se reunieron tres socios que son de los alma- dice la señora Ráticenes por donde trabajo y me construyeron va- es fría y ha tomado un olor caracteaquí”, expresa Margarita. Yo conozco a la señora Margarita hace varios rístico a humedad o años –dice Miguel (nombre supuesto por pe- moho, tal vez del tición del personaje)- un buen día comenza- techo, que por mos a charlar y comencé a preguntarle datos cierto, de su vida, entonces me contó que vivía en arriendo y que tenía una niña enfermita… eso es muy triste, porque una señora, a esa edad, y trabajando, eso es muy tenaz. Un día le dije que le colaboraba con los papeles para que el Estado le diera una casa de interés social, pero ella me contó que como tenía un lote a su nombre no quisieron ayudarle y ella pensaba en venderlo. Esas son las injusticias de la vida y fue entonces cuando tomé la decisión, con mi esposa y otro amigo que se unió, para construirle un hogar. Estas son las cosas que uno debe hacer desinteresadamente y que de verdad satisface, poder ayudarle al que necesita. Martha dice que lamenta no haber podido cumplir el sueño de su mamá,
tiene varias manchas de color marrón, quizá porque no tiene tejas y la lluvia y el clima con el pasar de los años han hecho de las suyas, han invadido todo el lugar y se ha comenzado a despegar el barniz de las paredes. “Yo le he tenido mucho amor a Dios y él se ha encargado de cuidarme, él toda la vida me ha puesto angelitos en el camino, como los que hicieron posible que tuviera un techo. Lo cierto es que de no ser por Alicia yo no seguiría en estas, porque solo estamos las dos viejecitas, solo nos tenemos la una a la otra”, dice Margarita. Lo amargo Julio César asegura que durante años hicieron parte de El Tiempo, sin embargo nunca recibieron ningún beneficio por parte de la empresa, y aunque al principio existió un especie -como dice él- de contrato, jamás hubo algo por escrito que certificara que estaban vinculados a la organización. “Ahora nosotros estamos esperando si podemos hacer algo para que nos reconozcan años de esfuerzo y dedicación. Aunque lo vemos muy difícil, no perdemos la esperanza que de pronto un abogado pueda ayudarnos y quién quita, por lo menos mi mamá se gane alguito adicional”, explica César. De acuerdo con Ricardo Ávila, abogado conciliador, en Colombia los principios mínimos del derecho laboral, dicen que el trabajo es un derecho fundamental consagrado en el artículo 45 de la Constitución, sin embargo la Ley 100 de 1993, contempla los parámetros
55 sobre los cuales recae la seguridad social en los colombianos. Existen situaciones en la que los ciudadanos no pueden acceder a los sistemas legales que contempla la ley laboral, en este caso existen trabajadores informales, como lo es Margatiga, su hijo Julio César y los demás voceadores. Sin embargo –afirma Ávila- aunque ella ya está protegida por el Estado, hay varias empresas en el país que evaden obligaciones con algunos trabajadores y esta situación evidencia que El Tiempo lo único que tiene es un mero distribuidor, es decir que no hay una obligación laboral. Esta Organización no tiene ningún problema en que un particular compre sus periódicos y los redistribuya sin generar ningún tipo de vínculo laboral, porque han hecho una operación mercantil contemplada en el artículo 20 del Código de Comercio, y por lo tanto, esta no está sujeta a derechos laborales. En el informe del Dane, para el trimestre abril-junio de 2017, la tasa de desempleo en el total nacional para el género femenino fue de 11,7%, y para el mismo trimestre en el año 2016 fue del 11,5%; lo que indica que la tasa de ocupación para trabajos informales donde se emplean las mujeres colombianas se ha reducido; sin embargo, en este mismo informe el gobierno nacional se muestra satisfecho porque el índice de desempleo entre 2016 y 2017 en términos generales se ha reducido en varios puntos y lo muestran como avances significativos (dane.gov,co).
56 De acuerdo con los datos, la historia de Margarita refleja la situación económica y laboral de muchas mujeres colombianas que sin importar la edad, acuden a la informalidad laboral como estrategia para mantener sus hogares sin importar vinculación a prestaciones sociales y derechos laborales. Margarita dice que su única salida es ser fuerte y trabajar hasta que ya no pueda más, porque todo lo hace por su bienestar y el de Alicia. Por ahora seguirá vendiendo como lo hace a diario junto al Bolo Club Social y como cada domingo recorrerá la carrera 12, subiendo por el ancianato ‘Mi Casa, hermanitas de los hermanos pobres’ hasta el santuario El Topo, seguido del barrio Paraíso y hasta el Escandinavo, por donde tiene unas contratas -como dice ella- con algunas personas que le compran desde hace años.
Como todo artista tiene el anhelo de terminar su obra, yo tengo la esperanza de cambiar historias a través de más historias, relatos que son ejemplo para muchos y nada para otros. Antes de comenzar con esta crónica, pensaba en lo difícil que sería, en lo imposible de lograr; imaginaba que estas letras no saldrían más allá de un papel; ahora me siento como el artista, el que termina su obra y la observa en una exposición, en una galería o incluso puesta en el Museo del Louvre, uno de los más importantes de Francia. Tener la posibilidad de escribir una historia como parte del proceso de mi graduación como comunicadora social, es ratificar que la academia presenta una amplia posibilidad de mostrar los talentos y las habilidades de sus egresados. Jenifer Catherine Borda Tovar jenborda@uniboyaca.edu.co Twitter: @JeBordaTovar
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Berta: siete perros y una
vorágine de olvidos
No había escuchado maldecir tantas veces una tierra, que para unos es fértil y para Berta maldita. Los llanos Orientales han sido el epicentro y la cuna de varios problemas sociales; para los años 50 la guerra se apoderó de los inmensos paisajes y hatos llaneros. Berta Camacho tuvo que empuñar armas, prestar a su esposo para la guerra y hasta dar de comer a los que en ese momento generaban terror. Orocué, municipio del departamento de Casanare, esconde miles de historias y crea personas fuertes, aguerridas y valientes; así es Berta. Ella sobrevivió a las inclemencias del clima, al poderío de los animales y a la fuerte batalla entre partidos políticos.
Por: Carolina Herrera V.
58 “¡Firme el brazo! Porque si lo mueve el tiro se va para otro lao” le gritó el hermano a Berta. Eran los años 50 en Colombia. Después de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, la tensión se agudizó en el país, y en los Llanos Orientales un grupo de campesinos liderado por Guadalupe Salcedo empezó una lucha que duraría 4 años. A 190 kilómetros de Yopal se encuentra Orocué, más conocida como la Cuna de la Vorágine, por ser el lugar donde José Eustasio Rivera, a orillas del imponente río Meta, se sentaría a escribir las primeras líneas de una de sus mejores obras. Y es allí, a orillas del río donde Berta Camacho escribió sin tinta sus únicos y más bellos recuerdos de una juventud afanosa en un país a punto de estallar. A los veinte años, Berta se aferró a la mano de su novio y en un salto ciego, típico de amor, salió de Sogamoso al espesor de la llanura. Fueron los años más arduos que vivió. Orocué era como varios municipios olvidados de Colombia; sin vías de acceso, sin centros de salud, sin educación, con una funesta comunicación. “Allá no había ni teléfono, ni reloj, ni radio. Nada”. Pronto se convertiría en una mujer y daría a luz el primero de sus 7 hijos. La lucha por sobrevivir había iniciado; la comida, el trabajo, el peligro de los animales y la guerra la habían puesto a prueba. Cuando sus hijos empezaron a crecer comenzaron las plagas. Nuches, garrapatas, se incrustaban sin piedad en el cuero cabelludo de los niños. “Pasaban días enteros y yo
deles remedios caseros, pero nada. Un día la vecina me dijo que fumara y mascara tabaco o sino las plagas los iban a matar”. Berta jamás había fumado, pero el amor retumbó en su corazón y, dispuesta a hacer todo lo que haría cualquier madre por sus hijos tomó el consejo, sin dudarlo aspiró hasta llenar sus pulmones de nicotina. “Inmediatamente me empezó una borrachera y me mandó a la cama de una”. Su vecina tenía razón, el humo acabó con las plagas, espantó las serpientes, pero poco a poco también le fue arruinando sus dientes. “Una noche tuve que matar a palazos una cascabel y una coral que se habían desplomado de lo alto de un árbol y terminaron justo en el patio de mi casa. Las dos luchaban revolcándose, pero la coral ganaba la batalla, yo vi cómo esta se la engullía por la cola, pero no podía dejarlas ahí por la seguridad de mis hijos, así que me acerqué y empecé a aplastarlas con la pala hasta matarlas. También en las noches salía a cuidar las topocheras (Cultivo de plátano maduro) porque los chigüiros se comían todo, me llevaba una carabina, un machete, fósforos y tabacos, me metía en la selva y lograba matar unos pocos mientras los demás huían”. Cuando la guerra en Colombia arreció, “El centauro del llano” como era conocido Guadalupe Salcedo, obligó a los campesinos a unirse al grupo de las guerrillas liberales de los Llanos Orientales y enfrentar la violencia conservadora del Estado. “Mi esposo era estafeta y mis hermanos gue-
rrilleros. Allá les tocaba o los mataban. Tenían que matar un soldado y llevarle el uniforme a Guadalupe con todo y casco o sino los mataban a ellos. Entonces, cómo no me iban a enseñar a manejar un arma”. La primera vez que Berta apretó el gatillo, fue con una escopeta de fisto. La había tacado tanto, que cuando el fulminante reventó la mandó de espaldas, pero eso sí, logró matar al chigüiro. “Para esa época, la lucha entre guerrillas y Ejército era dura. En las noches sonaban disparos de todos lados, no podíamos hacer ruido porque cualquier grupo armado llegaba a la casa a robar o a matar. Era tanto el miedo que nos tocaba amarrarle el pico a los gallos y el hocico a los perros”. Después de fallidas negociaciones entre la guerrilla de Guadalupe y el gobierno colombiano, en 1953 el Teniente General Gustavo Rojas Pinilla se compromete a traer la paz y da un golpe de Estado del presidente, Laureano Gómez. Dos meses después, el 22 de julio, los grupos pusieron fin a sus operaciones. Avionetas lanzan papeles con el lema: “Llegó la paz, se acabó la guerra”. Berta y los suyos sobrevivieron a esa fatídica guerra, pero no querían seguir en esa re-
59 gión, sus hijos crecían y allá no había forma de darles educación. Enfrentó a su esposo y le pidió a gritos que regresar a su tierra “ya que nos salvamos, vámonos para Sogamoso”. Después de convencer a su esposo vendieron, casi regalado, el ganado y sus cosas de la pequeña casa de palma que los cobijó. “Ya todo estaba listo para el viaje, lo único que no podían
60 traer era siete perros que durante todo ese tiempo me acompañaron. Yo solo les pedí a los nuevos inquilinos que los cuidaran. Desde la noche anterior estaban inquietos, creo que sospechaban que nos íbamos. Esa mañana los animales ya sabían lo que estaba ocurriendo y corrían y aullaban por toda la casa. Yo prometí no llorar, pero cuando el carro echó a andar vi a los siete perros corriendo detrás del carro, entonces no lloré, aullé todo el camino”. Llegaron. Berta estaba feliz en su nueva casa sin puertas ni ventanas. Después de todo lo vivido en ese lugar era un premio y lo iba a provechar. Lo que más quería era la educación para sus hijos y trabajaba en lo que fuera, sembraba maíz y lo vendía. Alfonso, que no había sido un hombre cariñoso, decidió volver al llano y desde allá enviaba dinero a su familia. Años después, un cáncer de pulmón no le dio más tiempo para respirar. Ella habla poco de su esposo, luego de 55 años de convivencia; ella se mantuvo, lidiando con las responsabilidades del hogar, afrontando la rutina de
61 los hijos y dándoles alimento a los animales. ven como ungüento. Cuando Berta parecía tener todo en orden, la vida le dio la espalda de la forma más La segunda guarda un líquido del color del cruel, le arrancó tres hijos “¿cómo es posi- whisky, pero con olor a humedad. En el fonble que se salven de todo lo que había en el do de la botella aún se alcanza a ver partes llano y vengan a morir aquí? Eso me acabó de una tatacoa (serpiente) descompuesta. mucho. A uno lo atropelló una volqueta y lo “La capturé porque en el llano esta serpiente mató de una. El otro trabajaba en Cementos alivia cualquier dolor de los huesos. Ese día (Empresa cementera de Boyacá) y se le en- mientras caminaba por una trocha, me la redó el peto con una máquina y le estalló la encontré de frente, era café, no tan larga, cabeza. Una hija de 9 añitos que se me aho- y con la geta pequeña, sin dudar abrí una gó en el Puente Reyes (río). Yo me lancé y bolsa y con una horqueta que llevaba logré eso era hondo, el agua me mandaba de un guardarla. Días después un indio llegó, la rezó lado para el otro. Ese día me quería ahogar y la metió entre una botella de vidrio, le agrey eso le decía a Dios. A mi hija Rosalba la en- gó aguardiente e inmediatamente el líquido contraron siete días después. Eso fue lo más se volvió blanco como la leche”. La conserva duró aquí”. desde entonces y cuando se siente enferma Berta saca un tabaco, lo parte en dos y pone se toma un trago doble. un pedazo en la muela izquierda y otra en Francisco, uno de sus hijos, sonríe al recordar la derecha. Alcanzo a divisar la dentadura cómo es su mamá. “Ella nunca ha dejado de inferior que tiene bisos oscuros y recuerdo lo trabajar, siempre lo hizo para que estuviéraque me había contado. “Una vez me mandé mos bien. Nos enseñó a cocinar, a traer la sacar siete dientes de un jalón, el médico me leña y así. Ella trabajó verracamente. Aquí dijo que me podía dar una hemorragia, pero tocó trabajar con maíz y trigo, nunca ha deyo no quería seguir con ese verraco dolor, jado de trabajar. Si me pregunta ¿Qué sienme los saqué”. Quizá por eso su labio superior to? Pues orgullo, porque es una mujer echamantiene una apariencia agigantada. da pa lante”. La sala, sin orden aún, conserva como un troEn uno de los cuartos un armario deja al des- feo mal ganado los vestigios de ese infierno cubierto tres muñecas de caucho mugrien- que vivió; un cuero de güio que serpentea tas, mal peinadas, y con los ojos desencaja- por toda la pared, una cabeza de payara dos. Un par de fotos familiares deterioradas, (pescado) y unos colmillos de jabalí que más porcelanas y dos botellas de vidrio de distinto parecen de marrano. Empolvado así evocan tamaño. La primera conserva hojas de mari- su pasado. “La vida del llano es pa´el más huana mezcladas con otras hierbas que sir- fuerte” sentencia con la vista clavada en el
62 suelo, “allá se pierde el asco y el miedo; allá de ver las cosas y de poder servir a la comutodo eso se acaba”. nidad”. En el llano Carlos Julio, uno de sus hijos adop- “Ella es la curandera del barrio, todos acutivos, como se hace llamar él por el cariño díamos a ella porque tiene remedios para que le tiene, la recuerda como una mujer di- todas las maluqueras, además tiene un jarcharachera. “Ella dice las cosas sin un pelo dín inmenso de yerbas medicinales. Es una en la lengua y pocas personas pueden ha- buena persona, eso sí, tiene un carácter blar en ese idioma del campesino nato. Y fuerte y a veces da miedo, pero en el fonesa señora que vivió en ese caserío sin carros do es un gran ser humano”. Aclara Marleny, ni nada, es muy verraca porque es una selva una de sus vecinas más cercanas. completa, no había civilización eso era de Varios de sus nietos afirman con alegría que admirar”. es la mejor abuelita del mundo, recuerdan La acompaño a darle de beber a dos terne- perfectamente que los echaba de cabeza ros y me sorprende su fuerza, carga el agua y al tanque, que los obligaba a tomar aguas va despacio, pero a paso firme. Nunca duda amargas cuando les dolía el estómago y les en sus respuestas, parece tener siempre un hablaba con voz de mando “Para mi abuela monólogo y lanza palabras sin equivocarse. siempre estaremos flacuchentos como dice Me mira y por primera vez descubro el claro ella. Una vez me dijo: ¿mijo qué quiere de de sus ojos. Siempre habla con propiedad, comer? yo le dije cualquier cosa abuela, y fuerte, se ríe con mucho desparpajo, como me sirvió como para tres días y ahí donde no si en ese instante pudiera volar. Ella ya no tie- comiera, duré como mil años comiendo y no ne miedo, “el miedo es el cobarde, uno no”. me pude levantar. Ella vigilaba que comiera Yolanda, su hija mayor, no recuerda mucho todo”. Su nieto recuerda jocosamente. de la época del llano, “yo era muy chiquita Berta tiene una casa no muy grande y a pey no me acuerdo nada de allá. Pero me en- sar de que vive sola, siempre tiene listas las canta ir, respirar el olor a esas matas, ir allá habitaciones para alguna visita de amigos es un gusto, y cuando me vengo, no, me da o familiares, “todos se fueron de la casa con una nostalgia terrible”. sus maridos y sus esposas, sin embargo, ahí Ángela, una de sus hijas, la más cercana, tengo tres piezas para cuando vienen”. Una vive a unos cuantos pasos de su casa y a parte de su familia vive en el llano. De sus siediario la visita y está en constante cuidado te hijos tres murieron, dos viven en Sogamode ella, “mamá es un gran ejemplo a seguir. so en algunos terrenos que su padre les dejó En el llano aguantó mucha hambre, mucha como herencia. Yolanda, su hija mayor, se miseria, pero aquí todo se le dio. Bueno para radicó es Paz del Río y Edelmira, su hija menosotros que tuvimos estudio y otra manera nor, se encuentra en la capital boyacense.
63 Ahora Berta ya no tiene la fuerza física de sus mejores épocas, donde recorría la llanura y le daba de comer a sus animales, pero su fuerza mental le es suficiente para saber qué paso sigue y cómo darlo mejor. No tiene miedo al hablar, no le teme a la muerte, y es capaz de hablar de cualquier tema lanzando dardos como frases. Su contextura tiene molde de las abuelas de nuestro tiempo, no muy alta, pero sí rolliza. Camina lento y aún conserva en el dedo índice de su mano izquierda, el que quizá sea el único recuerdo de su esposo, un anillo con una pequeña incrustación, porque si de algo está segura Berta es del respeto, la fidelidad y el compromiso adquirido en la iglesia ante Dios, eso fue inquebrantable para ella, y es una de las razones por las cuales soportó en algún momento, el maltrato de su esposo. Sobre sus hombros reposan dos trenzas largas de una cabellera plomiza. Los párpados se han caído como queriendo esconder la melancolía de sus ojos, pero que ante la luz se encienden como un cielo sin nubes, ya no enfocan lo suficiente, y aunque nos encontremos de frente, sus ojos bailan sin ritmo y su objetivo parece siempre estar puesto en otro lugar. “No necesito cementerio, no necesito misas, no necesito flores, no necesito nada, gracias por su hueco del cementerio. Yo detesto el cementerio, con tanta tragedia que me ha pasado. Una bomba le botara a ese cementerio y mirar volar a todos esos esqueletos. Me da una rabia, y cuánto gastan, millones para comprar un hueco y meterlo a uno y a los siete años lo vuelven a sacar y pague impuesto como si estuviera viviendo quién sabe quién ahí, yo pago impuesto porque estoy
64 viva, pero después de muerta olvídese. Yo quiero que me quemen y me boten las cenizas en el Meta (río) ya tengo encargado eso. Me gusta el río Meta, pasé mi mejor juventud ahí cuando tenía 20 años”. Entonces en la vida de José Eustasio Rivera, el río Meta debió tener la misma importancia para él como para Berta Camacho. Dos personas desiguales, que jamás llegaron a conocerse, pero que quizá se sentaron en la misma orilla, en la misma piedra, a la misma hora y, mientras la tarde caía en un río inacabable, sintieron y soñaron y, en lo más hondo de su pecho supieron que en ese lugar serían felices para siempre.
A la hora de escribir nunca será fácil poner el lenguaje adecuado para transmitir todo lo que una historia, un sentimiento o un simple gesto pueden generar. Sin embargo, es gratificante el momento en el que pones punto final a tu escrito, atrás queda un trabajo arduo, pero más que ese mismo trabajo pesa el contenido y la astucia de lograr conectar al lector. Laura Carolina Herrera Villamarín lcherrera@uniboyaca.edu.co Facebook: Carolina Herrera
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Y les tocó
salir
a volar Por: Gina Viviana Zambrano G.
Mientras que en toda Colombia se alzaba una voz de guerra el 9 de abril de 1948, en Sutamarchán, municipio de Boyacá, el día transcurría con normalidad hasta que la tranquilidad del lugar se vio interrumpida por una serie de actos violentos, que son aquí narrados. “Y les tocó salir a volar”, contiene el relato de lo vivido por la señora Aura Herminda Fino, en su natal y querida Suta, cuando ella era tan solo una niña.
66 “Ese día estábamos en Suta, habíamos ve- se de Historia: “prácticamente hubo un esnido como normalmente lo hacíamos para truendo, un estallido, en los sentimientos de dormir. Éramos un poco de jóvenes de por la época que eran muy políticos y muy de allá del colegio y habíamos bastantes mu- partido, era el problema del trapo azul y del chachas, nos habíamos quedado en el cen- trapo rojo; es decir, que cualquiera que se tro porque veníamos del campo. Estábamos identificara con uno de los dos colores era ya para acostarnos donde nos íbamos a enemigo del otro, que entre otras cosas era quedar y se formó semejante tiroteo tan te- una especie de salvajismo humano. Cuanrrible, pero un tiroteó inmenso, toda la gente do ya la noticia se comprobó, el Ejército se se asustó, Virgen Santísima eso era para dar puso en un estado de alerta y hubo como temor de verdad, pero nosotras como éra- un ambiente de guerra. En ese entonces yo mos pequeñas, tendríamos por ahí de 10 a vivía aquí en Tunja al frente de la sección in12 años, nos reíamos de oírlo, entonces las tegrada del Colegio de Boyacá, cerca de la señoras que estaban con nosotras, que ve- Primera Brigada del Ejército, y después del 9 nían era a acompañarnos, nos regañaban, de abril, casi todas las noches escuchábaque nos calláramos que nos iban a matar y mos salir esas camionadas de muchachos, nosotras era ría, como al fin niñas esa vez, del Ejército claro está, que apoyaban a la pero fue un tiroteó salvaje por todo el pue- policía Chulavita, y que los mandaban a lublo”. char; que pesar con todas esas madres que Narra Aura Herminda Fino de Gil, sutamar- un día despidieron a sus hijos y no los volviechense quien en carne propia vivió el destie- ron a ver. Comenta el historiador con tristeza rro de un sin número de partidarios liberales “Ay Dios mío”. de este y otros municipios y veredas aleda- Según Luz Amanda Domínguez, una mujer ñas, luego de la muerte de uno de sus gran- de estatura baja, cabello al ras de las orejas des líderes: Jorge Eliécer Gaitán, cuyo mag- y copete despeinado, con grandes y redonnicidio ocurrido en Bogotá el 9 de abril de dos lentes que a ratos se nublan por las lá1948, fue el detonante de una serie de pro- grimas al recordar lo sucedido en su pueblo testas y actos violentos que sumieron en caos natal, “en este Sutamarchán fue muy duro, la capital, Bogotá, y no solo esta, sino que no quiero mencionar nombres porque tengo en general a todo el país, en donde prácti- amistad con los del otro lado y los respeto, camente el pueblo colombiano se puso en pero fue una cosa brava, un derramamiento estado de alerta. de sangre innecesario, la gente ignorante se Boyacá fue uno de los departamentos más mataba por el color de un trapo, que unos afectados, según Gilberto Ávila Monguí, Se- líderes mal llamados líderes, ¡unos irresponsacretario perpetuo de la Academia Boyacen- bles, unos cobardes! daban la orden al pue-
blo de vaya y mate a fulano porque es que ese es liberal; eso no se debe hacer”. “En ese tiempo era terrible, porque los conservadores y los liberales; no se podían ver, les tocó salir a volar a todos los que vivían en Suta, porque eran liberales, se largó toda la gente y no quedó nadie, eso les tocó pagar escondedero porque los conservadores se apoderaron del pueblo, venían de Bogotá y de todo lado, por eso es que hoy en Suta todo lo que hay son más conservadores, porque esa gente en ese tiempo no estaba, llegaron ahí”, comenta Aura Herminda con una expresión angustiosa, mientras entrecruza los dedos de las manos que apoya sobre sus piernas. Está sentada en la habitación escogida por ella para contar la historia, en su casa, un lugar humilde, donde se respira tranquilidad y un tenue olor tan dulce como las flores que usa como perfume cada día. El arribo de los conservadores al municipio de Sutamarchán y a otros pueblos de Boyacá, se produjo por parte de “Los Chulavitas” provenientes del norte del Departamento. Según narra Germán Santamaría en su libro “Colombia y otras sangres” (Editorial La Oveja Negra Ltda. 1994); “De los 500 hombres, solo unos 40 eran de la vereda Chulavita y debido a sus arrestos se convirtieron no solamente en uno de los conglomerados humanos más temidos del país, sino que en algo así como un puñado de hombres con las suficientes convicciones religiosas y políticas para morir por Dios y el Rey; fue tanto lo que alcanzó
67 la acción de su temeridad que muy pocos colombianos se imaginaron que se tratara de otros colombianos de carne y hueso, fue más un terror convertido en leyenda”. Los “Chulavitas” eran quienes debían mantener el orden en la región, inclinándolo a las ideologías conservadoras, como afirma el historiador Javier Ocampo López, actual presidente de la Academia Boyacense de Historia: “El Gobernador de Boyacá Francisco Villa Real, trajo a los chulavitas, para que establecieran un orden aquí dentro de Boyacá; uy eso cuando un Chulavita veía a un liberal lo perseguía, eso fue tremendo, el liberalismo fue quien más sufrió. En Sutamarchán hubo mucha violencia, se recuerda que era más liberal que Villa de Leyva, y se presentaron esas luchas fuertes. Allá en Sutamarchán fue muy pasado”.
“Hubo alguien que a los liberales los amenazaba, los acorralaba, los maltrataba y a las mujeres las ultrajaba”, cuenta Amanda Domínguez y seguidamente Aminta Sánchez, su comadre, “una vez,
68 a una señora el tipo la violó, y esa señora se enloqueció, y no había justicia… A mucha gente los acorralaban, tuvieron que dormir en los árboles amarrados con un lazo pa que no se cayeran, mucha gente lo hizo porque aquí en Suta corrió sangre” “Fue una época de zozobra que a Dios gracias ya pasó, el régimen era de hegemonías, la idea entre otras, era conservatizar por parte de unos y liberalizar por parte de otros, y ¿cómo? Por la violencia, a uno le preguntaban, yo lo viví en carne propia, decían: oiga chino ¿usted qué es, liberal o conservador? Y aquí en Tunja había que decir siempre yo soy conservador, así uno fuese del otro lado, para evitar que lo cogieran y le dieran su tunda; a más de uno lo agarraban y lo volvían una nada: le rompían la cabeza, lo marcaban y si lo volvían a ver lo mataban, fue una época muy dura, muy difícil, tanto en las ciudades como en los campos había un estado de alerta. Aquí en Boyacá la mayoría ha sido conservadora, pero había una clase liberal que era sumamente firme, que en otras épocas se llamaba tener carácter, pero los Chulavitas exterminaban familias enteras, que se acababan y se destruían. Y bueno, en donde había la mayoría de conservadores se procuraba que los pocos liberales se fueran, tenían que salir o volverse conservadores,” cuenta Gilberto Ávila Monguí,
secretario perpetuo de la Academia Boyacense de Historia. “Los vecinos corrían por los barrancos, y hasta entre los matorrales llenos de espinas para que no los persiguieran, y en donde había una piedra grande ahí se metían para esconderse, mejor dicho, eso fue un duro desenlace porque: unos corrían no se sabía pa donde; los unos pa arriba y los otros pa abajo, eso parecía un pueblo de locos, pero de locos, locos. Mi papá sí decía que “ojalá los matarán”, es que cuando iban a haber elecciones, subía a caballo un señor llamado Saratiel, para que se voltearan y votaran por él para ser alcalde, y él era liberal, entonces el tipo ese, porque mi papá no quiso voltearse a su política lo iba dizque a matar. Eso cuando iban a haber elecciones, por allá se volvía horrible en el campo, subían los cabecillas más grandes para la alcaldía, y decían: voten por mí,
69 vote por no sé quién o, sino que lo mataban y mi papá le dijo: “pues yo no voto por usted, yo no me voy a voltear, ¡Máteme, aquí estoy, máteme!” pero el tipo se fue y no lo mató, me imagino que era para asustarlo y que votara por él para ganar las elecciones. De todo eso me acuerdo muy bien porque mi hermana y yo estábamos ahí afuera de la casa y mi papá nos gritó: “¡echen pa dentro!” Porque además venían otros tres tipos, todos liberales; es que esa gente era fregada, esos liberales subían nada más a amenazar a la gente con sus pistolas y escopetas, esa gente era violenta y por eso después de lo de Gaitán mi papá se burlaba: que bien hecho que los hubieran despachado para que no subieran a aburrirle más la vida, decía mi papá”, la señora Aura Herminda limpia sus ojos, evocando no solo la violencia, sino los recuerdos y las palabras de su padre “alma bendita”.
Mi nombre es Gina, y como casi todos los jóvenes de mi edad, más de la mitad de mi vida ha pasado en un salón de clases, y usted que lee esto ¿cree que me acuerdo de algo? Pues sí, recuerdo amar la música y el arte, no era muy buena, pero me esforzaba, cosa contraria con las matemáticas que entendía muy bien, pero las odiaba. Ahora soy una Comunicadora Social en formación, enamorada de mi carrera, lo acepto, nunca fui buena al escribir, pero hoy en día lo intento muchísimo más que en mis días de colegio, no por obligación, sino por gusto, cada día me apasiona más la redacción. Gina Viviana Zambrano G. gvzambrano@uniboyaca.edu.co Facebook: Gina Viviana Zambrano Gil
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