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La relación con nuestros padres

CINE Esa imperfecta relación con nuestros padres

Cuando uno ve que en la cartelera figuran los nombres de Ben Stiller y Adam Sandler, se imagina una ambiciosa comedia americana. Pero no, este par se juntó para hacer uno de los mejores dramas de Netflix, de la mano de Noah Baumbach: The Meyerowitz Stories.

Texto: Luis Ríos Florentín @nosoyunvampire

Ya vimos a Dustin Hoffman como el papá de Ben Stiller en la saga de los Fockers. En The Meyerowitz Stories , Stiller vuelve a ponerse en la piel del hijo de Hoffman, pero esta vez tiene como medio hermano a Adam Sandler. Este grupo de hermanos adultos disfuncionales (que se completa con Elizabeth Marvel) intenta vivir a la sombra de su padre, quien hasta de adultos se pasa cuestionándolos y comparándolos.

Es que Harold Meyerowitz (Hoffman) es un padre opresor que se sirve de sus hijos para intentar alcanzar logros personales. Los tres hermanos se muestran unidos frente a esto, pero sufren las consecuencias de una crianza más enfocada en cuestionar antes que enseñar.

En algún punto todos somos víctimas de padres que buscan que nos parezcamos más a ellos o que logremos lo que ellos no pudieron, antes de que alcancemos una identidad propia. Lejano y abusivo.

Harold tiene un favorito: Matthew (Stiller). Esto genera esa sensación de insatisfacción, angustia y depresión en Danny (Sandler), que desde pequeño buscó la aprobación de su padre. Pero para Matthew tampoco fue bueno. Al separarse de su madre, su padre se volvió semiausente. A eso se le suma la presión de mantener un standard que generaba una rivalidad con su hermano, a quien no

quería. En medio de esta disputa, Jane (Marvel) queda casi olvidada y al final de la película revela una situación espantosa que su padre dejó pasar en su infancia.

Este hombre no escucha, no le interesa saber qué hacen sus hijos con sus vidas. Solo habla de él mismo y de la brillante oportunidad que tuvieron sus hijos de hacer algo que él quería que hicieran, pero no lo hicieron. No le importa que sean exitosos o que tengan problemas. Perfectas escenas de conversaciones que son más barullo que otra cosa, retratan esta situación.

Un escenario similar vivimos todos en la adolescencia cuando les decíamos a ese señor Baby Boomer que queríamos hacer algo con nuestras vidas, “algo” que su generación no considera digno. El estigma queda por el resto de la vida con esa sensación de que algo no se cumplió, falta la aprobación de nuestro “héroe”.

Esa figura es la que van rompiendo los hermanos al darse cuenta de que Harold en realidad fue un muy mal padre y un profesional mediocre a pesar de que toda su vida fue un genio no reconocido. En la vida también vamos aprendiendo que nuestro papá en realidad no tenía razón sobre todo y muchas veces no tenía la más pálida idea de lo que hacía o decía.

La disputa entre los hermanos tiene un punto culminante cuando en una vergonzosa pelea se dan cuenta de sus propios errores y de que el otro no es en realidad el enemigo. La tragedia los une en torno a la figura del padre —de nuevo— y el posterior hartazgo hacia su trato los hace finalmente, “dejarlo ir” y enfocarse en ellos mismos.

Por otra parte, las consecuencias de todos esos problemas y disfuncionalidad tienen eco en la vida personal de cada hermano. Danny se acaba de divorciar, no tiene donde vivir y tiene problemas para conectar con su propia hija. Matthew, si bien es exitoso laboralmente, está en medio de una separación y con serios problemas para ser un padre presente. Jane no formó familia y toda su vida gira en torno a estar pendiente de su padre.

Sutil pero caótico, el sello de Noah Baumbach queda plasmado en la trama, al igual que lo hizo en Historia de un Matrimonio. Si esta última es una película que solo los hijos de padres separados podían entender, The Meyerowitz Stories es una que solo los no pudieron conectar con su padre dimensionarían.

El día del padre es una fecha ideal para sincerarnos sobre las cosas buenas y malas que hicimos como hijos y sobre lo que recibimos de papá. Queda gradecer y dejar ir para enfocarnos en nosotros mismos, para ser mejores que lo que él fue.

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