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Nos quedamos sin tiempo
Nos quedamos sin tiempo. No hay vuelta atrás. Aunque quieras negarlo es así.
Nos quedamos sin tiempo. Ya no hay margen para las excusas. Ni para las explicaciones sin sentido.
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Nos quedamos sin tiempo para distraernos, dispersarnos, hacernos las desentendidas.
Nos quedamos sin tiempo para seguir procrastinando, dilatando decisiones o posponiendo conversaciones ineludibles.
Nos quedamos sin tiempo para continuar en el descuido de nuestros deseos, sueños y propósitos.
Nos quedamos sin tiempo para evitar besos, contener abrazos y limitarnos en nuestra capacidad expresiva.
Nos quedamos sin tiempo para simular que estamos bien, fingir entusiasmo y hacer de cuenta que no nos importa.
Nos quedamos sin tiempo para no dedicarnos a lo que nos apasiona y fluir en sintonía con ello.
Nos quedamos sin tiempo para enmascarar lo que te duele, esconder lo que te daña y resignarte a transitar tus días desde la desesperanza.
Nos quedamos sin tiempo para no involucrarnos, comprometernos y accionar en pos de nuestros valores.
Nos quedamos sin tiempo para que la indiferencia nos gane, el aburrimiento se apodere de nosotras y la amargura inunde nuestro corazón.
Nos quedamos sin tiempo para secuestrar nuestra alma y dejarla relegada al olvido.
Nos quedamos sin tiempo para no poner en palabras lo que sentimos, no ser escuchadas y permanecer en relaciones que no nos nutran.
Nos quedamos sin tiempo para que el automatismo sea nuestro hábito y para que la conciencia no tenga espacio en nuestras elecciones.
Nos quedamos sin tiempo para evitar ser felices, buscar nuestro bienestar y exprimirle el jugo a la vida.
Nos quedamos sin tiempo para jugar con el tiempo de manera caprichosa y tener la soberbia pretensión de poder hacer con él a nuestro antojo.
Imaginá por un segundo que realmente tuvieses la certeza que te quedaste sin tiempo. ¿Qué sostendrías? ¿Qué cambiarías? ¿Qué dejarías de hacer? ¿Qué crearías?
Nos quedamos sin tiempo. Este es el tiempo. Estás a tiempo.