10 MAGAZINE Firmas
Arenas movedizas
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Mis mundiales (II)
espués del fiasco del Mundial de Argentina, la esperanza estaba puesta en el que España organizaba en casa y que suponía el estreno en la organización de grandes eventos deportivos. España concurría con una selección triste, sosa, aburrida, con buenas individualidades pero con un conjunto regular y, como no se clasificó debidamente en la primera fase, fue a dar a un grupo con Alemania e Inglaterra (y no en Sevilla, que era lo previsto), en el que fuimos pasados por la piedra y sin pena ni gloria nos despedimos entre la frustración general. Aquel Mundial fue bueno, pero pecó de una organización turística penosa: Italia ganó y Francia empezó a despertar. Hubo quienes creían que el Mundial iba a ser un maná: restaurantes que pidieron créditos para ampliar instalaciones creyendo que iban a ser abarrotados se dieron de bruces con la realidad, que fue nada de nada. Hubo mucha ruina. Cuando volvió México a organizar un campeonato, España ya fue otra cosa: no olvidaremos en muchos años la tarde de Querétaro y los cuatro goles de Butragueño a la pobre Dinamarca ni el penalti fallado por Eloy ante Bélgica, que nos dejó a las puertas de las semifinales del 86. Miguel Muñoz creó un embrión de equipo infinitamente más resuelto que
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por Carlos Herrera
el del 82 y, posiblemente, mejor que el de Luis Suárez en el 90. En aquella edición nos quitó de la circulación la siempre poderosa Yugoslavia, a punto de perecer como país, después de haber quedado campeones de grupo. Se repitió final y en esta ocasión Alemania le dobló la mano a la Argentina que cuatro años antes había triunfado de la 'mano' de un Maradona en la cumbre. Diego
Ya Francia empezaba a maravillar. De hecho, España perdió la inviolabilidad en su sede de Sevilla dos años antes ante la Francia de Papin y un joven Zidane que se aprestaba a tomar el cetro de jugador con más clase de estos últimos años. La clase no supone ser un crac (Zidane lo ha sido), supone ser elegante: el rumano Hagi lo era; el español Francisco, aún más. La impagable Francia de Zinedine y diez fenómenos más nos embriagó en el Mundial que organizaron los franceses en el 98. Y que ganaron, claro. Nosotros dimos una penosa imagen ante Nigeria y no pudimos ante el Paraguay de ese gigante llamado Chilabert, que lo paró todo. Y nos fuimos sin llegar a nada. Qué chasco. Pero la cosa podía mejorar y de eso se encargó Camacho en el año 2002, hasta que un golfo llamado Al-Ghandour, árbitro egipcio al que las empresas automovilísticas coreanas le debieron de regalar un par de coches, hizo lo imposible por que siguiera la anfitriona en el campeonato. Valiente
La clase no supone ser un crac, supone ser elegante: el rumano Hagi lo era; el español Francisco, aún más Armando comenzaba una decadencia que se evidenció en la cita de Estados Unidos 94 y que dejó en la retina de los espectadores los desequilibrios de un jugador que había sido bueno, muy bueno, pero que daba paso a un exjugador desdibujado y lamentable. Fue el Mundial del codazo de Tassotti a Luis Enrique y de la injusticia de no pasar de cuartos de final tras el choque contra Italia. A España la comandaba un magnífico Caminero y la entrenaba un desigual Javier Clemente, que, no obstante el churro del siguiente campeonato, obtuvo un buen nivel en Estados Unidos. La España de Clemente mereció llegar a la cúspide, pero Baggio y un fallo de un buen Salinas nos lo impidieron.
trincón y sinvergüenza. España hubiera llegado a la final, sin duda, pero se quedó, de nuevo, en cuartos. Una vez ahí, en la final, no sabemos qué hubiera pasado. Ganó Brasil, con Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho, que pasó por encima de la Alemania de Khan, una vez más en una final. En 2006, Aragonés apuntó lo que al cabo de un par de años sería la selección de nuestros sueños. La que urdió ese buen tipo que se llama Vicente del Bosque. Desde el 66, nunca nadie nos dio tanto. Eurocopas y Mundial, uno detrás de otro. Aún me relam0. Q www.xlsemanal.com/herrera carlos@carlosherrera.net/www.carlosherrera.com
20 MAGAZINE En portada ¡P ÓNGA SE
para que sepan colaborar. Que sean ahorradores, que sean ecologistas, que no coman gluten. Yo comí toneladas de espaguetis de niña y no me ha ido mal en la vida. Pero asumimos que lo que era bueno para nosotros, ya no es tan bueno ahora. Así que nos angustiamos». Esa angustia puede estar justificada. Al fin y al cabo, cada hijo supone una inversión de tiempo, esfuerzo, dinero y amor. «Hemos encumbrado a los niños a lo más alto de la jerarquía familiar. Es algo extraño y sin precedentes. Por si fuera poco, crecen en un ambiente en el que no tienen ninguna responsabilidad. Todo lo que queremos para nuestros hijos es que sean felices. Es el objetivo supremo. La felicidad puede ser subproducto de otras cosas, pero no puede ser un objetivo por sí misma. No es como enseñar a arar un campo o a montar en bicicleta. Nuestro intento desesperado por criar niños felices tiene consecuencias», advierte.
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AS CONSECUENCIAS SE LAS ENCUENTRA
cada día en su consulta la psicopedagoga Ana Sánchez Cantera, del Gabinete Sinapsis. Una de las más frecuentes es la poca tolerancia a la frustración de muchos niños. «Las familias desconocen cómo gestionar las rabietas o comportamientos desafiantes de los hijos. Una pequeña dosis de frustración es necesaria e inevitable a lo largo de la vida, ya que nuestros deseos no son satisfechos de forma inmediata y debemos desarrollar las habilidades y capacidades necesarias para hacer frente a este hecho y que no nos desestabilice», explica. Del mismo modo que estamos criando niños alérgicos por falta de entrenamiento de su sistema inmune, por exceso de limpieza y asepsia, la sobreprotección genera niños intolerantes. «Son muy exigentes, impulsivos e impacientes. No soportan la espera. Creen que lo merecen todo porque todo se les ha dado desde pequeños. Como es normal, los padres satisfacen las demandas vitales de forma inmediata. Pero los hijos van creciendo y sus deseos se van postergando. Entonces se rebelan contra los límites, ya que no entienden por qué no se les da todo lo que quieren».
Del mismo modo que los niños desarrollan alergias por excesiva limpieza y asepsia, la sobreprotección genera intolerantes
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PRU E BA!
El gran test parental ¿Es usted un padre piedra, papel o tijera? El estilo a la hora de educar influye en la felicidad de los hijos. Y de los padres. La mayoría de los progenitores no tienen un estilo definido, fluctúan entre autoritario y permisivo, con interludios dialogantes. Conteste con sinceridad y descubrirá cosas de usted y de su familia en las que quizá nunca había reparado. 1. Su hijo ha dejado el salón como si hubiera pasado Atila. a. Le dice que no cenará hasta que no lo recoja todo. b. Le dice que lo va a cronometrar mientras recoge y que, si lo deja limpio en menos de cinco minutos, batirá un récord mundial. c. Le pide que lo ordene y se va, pero cuando vuelve su hijo está viendo la tele y recoge usted.
2. Su hijo y un amiguito están dibujando. A su hijo no se le da muy bien… a. Le termina usted el dibujo para que no se sienta inferior. b. Lo convence para que lo borre y vuelva a intentarlo. En cuanto empieza a dibujar, le dice lo bien que le está saliendo ahora y lo anima a continuar. c. Le dice: «Fíjate en tu amigo, ¿ves lo bien que le sale? Pues pon un poco de interés».
3. Antes de cenar, comenta que no tiene hambre. Su cara está manchada de chocolate, pero dice que no ha comido nada. a. Saca el móvil y le hace una foto. ¡Está tan gracioso! b. Le castiga por mentiroso y por tonto. Si mientes, por lo menos que no te pillen. c. Le pide que se ponga en su lugar. ¿Cómo te sentirías si después de hacer la cena con toda la ilusión del mundo yo prefiriese comer un bocadillo?
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4. Gran pataleta… a. Lo manda castigado a la habitación a grito pelado. A decibelios no le va a ganar… b. Le da lo que quiere para que deje de berrear. c. No cede, espera a que se canse y se vaya calmando, guardando una distancia física para que entienda que no le interesa lo que hace.
5. No ha hecho los deberes… a. Usted se pone furioso y le grita que se ponga a hacerlos inmediatamente. b. Se pone a hacerlos con él a toda prisa, pero son demasiados y ya es la hora de ir a la cama. Tiene que descansar o mañana será peor. Así que le hace un justificante para el profesor diciéndole que el niño no hizo los deberes porque no se encontraba bien. c. Le recuerda que debe ser responsable. Todos deben serlo en casa para que las cosas funcionen. ¿Qué pasaría si yo no tuviera ganas de ir a trabajar?
6. Es mejor tener algo de manga ancha y evitar discusiones. a. Estoy de acuerdo. Mejor no poner en peligro la paz familiar. b. No estoy de acuerdo, al final se te suben a las barbas.
21 c. Depende, pero hay que fijar unos límites. Establecer unas normas: pocas y claras y con cierta flexibilidad. Lo importante es que el niño las entienda y participe a la hora de fijarlas.
7. Los niños necesitan disciplina y si se la saltan deben ser castigados. a. Estoy de acuerdo. Mano dura. Las buenas lecciones son las que duelen... y nunca se olvidan. b. La mili ya la quitaron. No se aprende nada obedeciendo sin más. c. No hay que confundir la disciplina con los buenos hábitos. Es más fácil acostumbrarse a hacer algo que imponerlo. Pero sí que hay que mantenerse firme ante las exigencias constantes.
8. Los niños no deben salirse siempre con la suya, pero también debemos escucharlos. a. Por supuesto que pueden decir lo que piensan, pero ellos no tienen la última palabra. b. La educación es un proceso de negociación. Cuanto mejor sepan exponer sus condiciones, mejor les irá en la vida. c. No es una cuestión de autoridad ni de sacar ventaja. Deben entender que no se puede tener todo.
9. El perro de la familia acaba de morir. Su hijo está muy disgustado… a. Le dice que no esté triste. Mañana mismo le comprará otro perro. b. Aprovecha para hablarle de la muerte como algo consustancial a la vida. Es triste, pero hay que pasar el duelo y salir adelante. c. Le dice que sea fuerte. Era un perro, no una persona.
10. Están en la juguetería comprando un regalo para un amigo del colegio que celebra su cumpleaños. El niño también quiere un juguete… ¡y ahora! a. Le digo que no es su cumpleaños. Si quiere algo, que se lo compre con su dinero. b. ¿Por qué tiene que quedarse rabiando? Es mi hijo. ¿No tiene derecho a un capricho de vez en cuando? c. Tendrá que esperar. Hay que enseñarle a valorar las cosas, a cuidarlas. O se aburrirá enseguida y querrá sustituirlas por otras nuevas.
11. Los padres deben estar de acuerdo, sobre todo a la hora de castigar. a. Sin duda. Hay que apoyarse el uno al otro delante de los niños. Por eso es importante tenerlo todo hablado de antemano. b. Nosotros usamos la táctica del poli malo y poli bueno. Es mejor palo y zanahoria que solo palo. Pero cambiamos de papel con frecuencia para que el niño no le coja ojeriza a uno y siempre le pida las cosas al otro. c. Debe haber un líder en la familia para que no haya confusiones. El niño debe saber quién lleva los pantalones.
c. Las buenas palabras están bien, pero no bastan. Si mi hijo juega al fútbol, le doy un premio por cada gol que meta.
14. Cuando es hora de ir a la cama… a. Les cuesta un poco y a veces protestan, pero habéis trabajado una rutina que funciona casi siempre bastante bien. b. Ellos saben cuándo están cansados. Es inútil meterlos en la cama a la fuerza si no lo están. c. Todo controlado. Una vez que apagas la luz, sabes que no se van a mover de la cama.
15. Y a la hora de levantarse por la mañana… a. No hay que repetírselo dos veces. Y si quieren desayunar, tienen que hacer la cama antes. b. Tengo que estar detrás de ellos todo el rato para que se levanten. ¿Pero a quién no le cuesta? c. Con frecuencia se levantan antes que nosotros, con ganas de jugar. Uno de los juegos es hacer el desayuno.
12. Salir con los niños a comer fuera de casa es:
3. a. 3 b. 1 c. 2
4. a. 1 b. 3 c. 2
5. a. 1 b. 3 c. 2
a. Una pesadilla. Se aburren enseguida y molestan. Por eso preferimos comida rápida.
6. a. 3 b. 1 c. 2
7. a. 1 b. 3 c. 2
8. a. 1 b. 3 c. 2
9. a. 3 b. 2 c. 1
10. a. 1 b. 3 c. 2
b. Una buena manera de hacer cosas juntos.
11. a. 2 b. 3 c. 1
12. a. 3 b. 2 c. 1
13. a. 1 b. 2 c. 3
14. a. 2 b. 3 c. 1
15. a. 1 b. 3 c. 2
a. Demasiados elogios son contraproducentes. El niño pensará que es excepcional y luego se llevará un chasco. b. El esfuerzo hay que valorarlo siempre con una palabra de aprobación, incluso con una mirada.
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Es usted un padre involucrado. Tiene una relación sana y positiva con sus hijos. Hay problemas, pero la atmósfera es de confianza. Pocas reglas y sencillas, pero se suelen cumplir. Y habla con los niños para consensuarlas. Da opciones. Abierto a la negociación. Los niños crecen sabiendo que sus opiniones importan y esto da confianza. Tienen todas las papeletas para ser adultos responsables e independientes. Usted sabe elogiar las cosas que los niños hacen bien y es claro en sus expectativas. No tiene sueños desmedidos para ellos ni subestima su potencial. Por supuesto que los niños se portarán mal a veces, pero el respeto es mutuo.
(de 36 a 45 puntos)
2. a. 3 b. 2 c. 1
13. Usted piensa que:
Padres tijera
(de 25 a 35 puntos)
Padres papel
P U N T U A C I Ó N 1. a. 1 b. 2 c. 3
c. No hay problema. Saben comportarse.
segundas oportunidades. Así que la equivocación no se contempla como parte del aprendizaje. Su objetivo es que los hijos tengan éxito en la vida. Se premia la obediencia. La paradoja es que los niños muy obedientes suelen ser también muy dependientes y con baja autoestima. No hay grandes batallas ni berrinches épicos. Los niños acatan. Pero lo más probable es que se rebelen y terminen rechazando los valores inculcados.
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Padres piedra (de 15 a 24 puntos)
La mayoría de los padres son más autoritarios de lo que creen. «¡Porque lo digo yo!» es una respuesta típica. No hay margen para el error porque piensan que la vida no suele dar
Para evitar ser considerados como dictadores, muchos padres tienden a un estilo permisivo. A veces también es por fatiga. Tienen las mejores intenciones, pero les falta constancia. La relación con los hijos va bien siempre que se haga lo que el niño quiere, pero tiene rabietas. No hay apenas reglas, pero si se rompe alguna no siempre hay consecuencias. A usted seguramente le frustra que sus hijos no le obedezcan, pero se resigna para que no haya discusiones. Llega un momento en que ya no hay manera de razonar. Lo intentó. Pero no le respetan. Algunos padres, frustrados, recurren entonces al estilo autoritario, pero los hijos ya no los toman en serio.
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22 MAGAZINE En portada
Sánchez Cantera organiza talleres de tolerancia a la frustración y autocontrol para niños de seis a diez años en colaboración con la Asociación TDAH Palencia. Algunos ejercicios son juegos de rol donde los niños se ven obligados a ponerse en la piel de sus papás. Esto despierta su empatía. Al fin y al cabo, padres e hijos van en el mismo barco. Falta que remen en la misma dirección. Que los reyes de la casa tiendan al despotismo es hasta cierto punto lógico, pero no inevitable. El biólogo John Medina, del Centro de Investigaciones Aplicadas al Cerebro de la Universidad de Seattle, explica que la mente infantil no es capaz de aprender a identificar sentimientos como la tristeza, la preocupación o el miedo sin la ayuda de los padres. «Una madre que le pregunta a su hijo por qué llora y sea capaz de verbalizar y etiquetar el sentimiento de su pequeño conseguirá que empiece a calmarse. La verbalización tiene un efecto sedante en el sistema nervioso de los niños. Es algo que está medido en laboratorio».
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EG Ú N M E D I NA , « E L M EJ O R I N D I C I O D E
Q U E un niño será feliz es que tenga muchos amigos. Para hacer amigos, hay que ser bueno a la hora de descifrar los signos de la comunicación no verbal. Algo que se aprende interactuando físicamente con otros seres humanos. Los mensajes de texto pueden destruir esa capacidad. Los humanos hemos sobrevivido porque formamos grupos sociales cooperativos. Esto nos obliga a emplear mucho tiempo relacionándonos, interpretando las motivaciones de los otros, sus impulsos, sus sistemas de premio y de castigo». Es fundamental una interacción entre padres e hijos, pero no debe ser la única. «La diferencia de medidas entre el canal del parto y el cráneo del bebé provoca que las mujeres necesiten mucho tiempo para recuperarse. Y que haga falta la ayuda de otros miembros de la tribu para que la cría no muera. Es una impronta que nos viene desde el Pleistoceno. Un bebé está programado para conectar con su madre, pero también con el entorno. Cuando los padres se sienten impotentes, deben entender que la paternidad no es una tarea diseñada para hacerla en solitario». Varios estudios coinciden en que los padres en las sociedades ricas están cada vez más abrumados. Y tan frustrados como sus retoños. Ya lo advirtió Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía, que preguntó a 900 mujeres de Texas cuál era la actividad diaria que más satisfacción les proporcionaba. Cuidar de los niños ocupaba el puesto 16 de un total de 19, por detrás de preparar la
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comida, ver la tele, hablar por teléfono o incluso limpiar la casa. ¿Cómo es posible? ¿Carecen de instinto maternal? Nada de eso. Sencillamente, están saturadas. En los sesenta, los padres norteamericanos pasaban menos tiempo con sus hijos que hoy. Y eso que la mujer no había irrumpido en el mercado laboral y que ahora las que trabajan tienen menos tiempo de ocio que en 1975, apenas seis horas a la semana. Aun así, el 85 por ciento de los progenitores, según otro informe, piensan que no están lo suficiente con sus hijos, y muchos se sienten culpables por ello. En España, los que fueron hijos del baby boom recuerdan haberse criado en la calle, donde jugaban hasta que se ponía el Sol, cuando sus madres los llamaban a gritos desde los balcones para la cena. A los padres solo se les veía el bigote cuando estaba puesta la mesa. Nadie los ayudó a hacer los deberes. Pero ojito si traían malas notas. La socióloga Annete Laureau señala que en muchos hogares del primer mundo con un nivel de estudios y de ingresos medio-alto, «los padres practican un estilo de educación agresivo, con muchas actividades fuera de la escuela y frecuentes conversaciones paternofiliales donde todo se debate; y eso es un trabajo muy cansado. Pero se les quedaría mala conciencia si no lo hicieran, como si pusieran en riesgo el futuro de sus hijos al no proporcionarles todas las ventajas competitivas a su alcance». La intención es buena, viene a decir Laureau, pero nos pasamos de la raya. Y de ahí que esté sucediendo lo que señala Matt Killingsworth, psicólogo de la Universidad de Harvard: que pasar ese tiempo que tanto anhelamos con los hijos es lo que, a la postre, menos felices nos hace. Nos da más vidilla, por este orden, pasar un rato con los amigos, con el cónyuge, con parientes... Estar una hora con los niños se ha convertido en algo tan poco estimulante como estar con un completo desconocido. Pero esa hora en mutua compañía es decisiva para los niños. Y por eso debería ser un tiempo de calidad para ambas partes. Jennifer Senior lo resume así: «Es natural querer que nuestros hijos sean felices, pero deberíamos marcarnos metas más realistas. Por ejemplo, los viejos principios: decencia, ética del trabajo, amor. Y dejar que la felicidad y la autoestima lleguen como consecuencia del bien que hagan, de los logros que consigan y del amor que reciban». Q
Hay que marcarse metas más realistas que la felicidad de nuestros hijos. Son los viejos principios: amor, decencia y ética del trabajo
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OS TRES ÚLTIMOS AÑOS DE SU VIDA, MICHAEL JACKSON ERA UN RECLUSO. EL CANTANTE VIVÍA SOLO EN LAS VEGAS, CON SUS TRES HIJOS, LA CUIDADORA DE LOS NIÑOS Y LOS AGENTES DE SEGURIDAD BILL WHITFIELD Y JAVON BEARD.
CORDON / D.R.
E L PA D R E D E J AC K S O N : U N M AT Ó N Bill. Lo que volvía paranoico al señor Jackson era el sentirse desprotegido ante su propio círculo. Nos quería a su lado para esconder sus movimientos a sus abogados y representantes. Éramos el dique de contención entre él y su familia. Ningún familiar estaba autorizado a cruzar la entrada principal sin previo aviso, a excepción de la señora Jackson, su madre. Todos los demás tenían que concertar una cita. La situación era muy delicada. Constantemente se acercaban admiradores a echar un ojo a la mansión. Cierto día vimos que un PT Cruiser pasaba frente a la casa varias veces. Nos chocó. Al día siguiente, el mismo PT Cruiser se detuvo en la entrada. Fui a ver quién era. Era el padre del señor Jackson: Joe Jackson. Un tipo de aspecto peligroso. Yo no hacía más que decirme: «Maldita sea, este es el fulano que zurraba a los cinco chavales de los Jackson Five». Le pregunté: «¿Cómo está usted, señor?». El hombre me miró tras la verja con esos ojos desagradables suyos y dijo: «Tiene usted la pinta de ser uno de esos que ayuda a mi hijo a chutarse drogas por la vena». No respondí. «Vengo a ver a Michael», dijo. Entré en la casa para avisar al señor Jackson. Oía música a todo volumen. «Señor, su padre está fuera», dije. «¿Tiene cita? ¿Está en la agenda del día?». «Me temo que no, señor».
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«Pues no hay visita que valga. Estoy trabajando, que concierte una cita», afirmó concluyente. Me puso en un brete. Fui andando hasta la verja. «Maldita sea –pensaba–, ¿y ahora cómo le digo a este hombre que necesita cita para hablar con su hijo…?». Le dije que el señor Jackson estaba ocupado, que si no le importaba volver al día siguiente. Le tendí la tarjeta con mi número. Se negó a cogerla. «¡No necesito su maldito teléfono! ¡De no haber sido por mí, ningún cabrón como usted tendría trabajo! ¡Yo puse en marcha toda esta mierda!».
L A F I E STA D E E L I Z A B E T H TAY L O R Bill: El señor Jackson y Elizabeth Taylor eran amigos. Ella iba a celebrar su 75 cumpleaños por todo lo alto. El señor Jackson iba a acudir a la fiesta. Javon: Lo primero que hizo fue llamar a Roberto Cavalli, el diseñador, para que le hiciera un traje. Cavalli se embarcó en el primer vuelo hasta aquí. También hizo venir a su peluquero y a su maquilladora. Estaba tomándose el asunto muy en serio. Bill: Llegó el día de la fiesta, y durante toda la jornada estuvo de muy buen humor. De un buen humor contagioso. Nos disponíamos a salir, pero el señor Jackson estaba tardando una eternidad en arreglarse. Seguíamos a la espera, cuando de repente, ¡BUM!, un ruido de mil demonios. Me giré y vi que un Mercedes se había lanzado a toda velocidad contra el portón y había entrado en el recinto. Eché mano a la pistola y corrí hacia el vehículo. Javon: Nuestro jefe estaba saliendo por la puerta del garaje en ese momento. «¡Señor Jackson! ¡No!», grité. Lo metí en la casa a empujones. Estaba alterado y no hacía más que preguntar: «¿Qué es lo que pasa? ¿Cuál es el problema?». Bill: Saqué la pistola y encañoné al conductor. Me quedé helado. «Joder –me dije–. Es su hermano. Randy Jackson». Randy entreabrió la ventanilla y gritó: «¡Deje de apuntarme o llamo a la prensa!». ¿La prensa? Eso era lo último que quería el jefe. Me acerqué y dije: «Señor Jackson, no puede hacer esto». «Vengo a ver a mi hermano», respondió. Javon: Se puso a chillar como un descosido, repitiendo que le debían dinero y que no iba a marcharse sin el dinero. «¡Michael me debe una pasta! ¡Quiero el puto dinero!». Bill: Le pedí que habláramos de forma civilizada. Se negó. La situación era complicada. Dejé a Javon vigilando a Randy y entré en la casa para hablar con el señor Jackson. «Su hermano Randy ha entrado en el recinto por las bravas. Dice que no se marchará sin haber hablado con usted». El señor Jackson torció el gesto. «Se las arreglará para seguirnos hasta la fiesta de Liz y montará un escándalo de los gordos; Liz no se merece una cosa así». El señor Jackson siguió sentado en silencio, suspiró y dijo: «Bueno. Yo me voy a la cama». Subió al piso de arriba, cerró la puerta y no volvió a salir. Javon: Después de este episodio, el señor Jackson no salió de la casa durante tres días seguidos. No le oímos decir una sola palabra. No oímos que llamara a nadie… Nada. Sencillamente se aisló.
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"Los niños no tenían amiguitos. A veces sentías lástima de ver lo aislados que estaban, pero eran felices"
L A S F I E STA S PA R A S U S H I J O S Bill: Cuando celebraba una fiesta de cumpleaños de los
niños, el señor Jackson nos entregaba un listado con todo lo que quería. «A ver. Quiero un payaso. Un mago. Una máquina de palomitas. Otra de hilar azúcar. Un castillo hinchable». Sus instrucciones eran muy específicas. «Quiero que el payaso sepa hacer globos con formas de animalitos». Javon: Siempre hacíamos lo mismo. Cerrábamos una juguetería para que los niños pudieran hacer sus compras sin ser molestados. Cuando los niños volvían, se llevaban la gran sorpresa: les habíamos conseguido el mago, el payaso, la máquina de azúcar hilado… Bill: A esas fiestas no venían invitados; no había otros niños. Solo los payasos, el señor Jackson… Los niños no tenían amiguitos. Recuerdo que un día pasamos en coche frente a una escuela. Era la hora del patio. Paris y los dos niños tenían los rostros pegados a las ventanillas. Miraba a los otros chavales con fascinación. Javon: A veces sentías lástima al ver lo aislados que estaban, pero eran felices. Cuando el señor Jackson tenía que salir y dejar a los niños en casa, cada uno de ellos se despedía diciéndole: «Te quiero, papá». Y él respondía: «Y yo te quiero más todavía». Era un pequeño ritual que compartían. Y cuando él volvía a casa, los tres salían a recibirlo gritando: «¡Papá! ¡Papá…!». Bill: Los cuatro formaban una especie de pequeña unidad. No tenían a otras personas en el mundo.
S U ' A M I G A ' D E S C O N O C I DA Bill: Una vez, el señor Jackson me
dijo que una amiga iba a visitarlo. El se refería a ella como la 'amiga'. Le pregunté: «¿Tengo que comprobar su historial por seguridad?». «No, no, con ella no hay problema», respondió. Fuimos a recogerla al aeropuerto. Tenía acento de Europa del Este.
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volvíamos del aeropuerto, echó mano al móvil, llamó al señor Jackson y dijo: «Ya estoy aquí. Tus hombres me están llevando al hotel». Estaba claro que se trataba de alguien importante. Nadie más tenía el número del señor Jackson. Hicimos que se registrara en el hotel. Bill: La 'amiga' llevaría unos dos días en la ciudad cuando el señor Jackson fue a verla bien entrada la noche. Entrábamos de tapadillo por la salida de emergencia y lo acompañaba hasta la habitación donde estaba alojada esta mujer. La primera vez que lo acompañé, estuvo con ella unas cuatro horas. Siempre se las arreglaba para estar de vuelta en casa a la hora del desayuno de los niños. La 'amiga' estuvo en la ciudad una semana. Javon: Fue la primera en visitarlo. La segunda fue una mujer a la que él denominaba 'flor'. Todos los desplazamientos los hacíamos en secreto. Bill: Me quedé con la impresión de que 'flor' no le atraía tanto como la 'amiga'. Cuando ella venía, el señor Jackson nos hacía comprarle regalos de los buenos; un día me ordenó ir a Tiffany’s para que grabaran su nombre en una pieza. Se cogían de la mano, y en el coche se abrazaban, se besaban…
E L F U N E R A L , C O M O E N H O L LY W O O D Bill: Tras su fallecimiento recibí una llamada. Una mujer
lloraba al otro extremo «Bill, soy Joanna», dijo. ¿Joanna? Yo no conocía a ninguna Joanna. «Bill, soy yo –me dijo–. Soy la 'amiga'». «Ah. La 'amiga'. Hola, ¿cómo se encuentra?», pregunté. La mujer seguía llorando. «Bill, tengo que ver a Michael. Tengo que decirle adiós. Ayúdeme, Bill…». La mujer no sabía cómo decir 'servicio fúnebre'. Todo el rato usaba la palabra 'show'. «Bill, tengo que ir al show», decía. Pero no había forma de colarla. El señor Jackson la había mantenido en secreto. No sabía qué hacer. Le dije que ya la llamaría más tarde. Javon: Yo no quería ir al sepelio. No soportaba ver a todos aquellos famosos fingiendo ser sus mejores amigos. Pura comedia. Entonces, Bill me llamó y me contó lo de la 'amiga'. Le dije: «Bill, ve tú y dale mi pase a la chica. Se lo merece». Bill: Llamé a la 'amiga'. No estaba en los Estados Unidos cuando hablamos, pero vino de Europa en menos de 24 horas. La mañana del servicio fúnebre, oí que su voz me llamaba por detrás. «¡Bill!». Seguía llorando. Daba la impresión de no haber parado de llorar durante los últimos diez días. Una vez dentro, vi que aquello era uno de los típicos numeritos de Hollywood. Famosos por todas partes. Gente charlando, riendo, 'famoseando'. Penoso. La 'amiga' tenía razón. No era un servicio fúnebre. Era un show. Q
"La 'amiga' echó mano del móvil y, camino del hotel, llamó al señor Jackson: 'Ya estoy aquí'. Nadie más tenía su número"
© THE TIMES MAGAZINE
a última hora de la tarde, cuando se suponía que estaba cerrada. La recepcionista de la consulta filtró la noticia de que Michael Jackson había ido a ver al médico, y la familia se enteró y se sintió escamada. Bill: Ese era el problema de ser Michael Jackson. El simple hecho de llevar a los hijos al médico requería planificación. Bastaba con una filtración y el bulo empezaba a correr.
Javon: Era hermosísima. Mientras
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JAMES FALLON
"¡El mal está dentro de mí!" James Fallon era uno de los neurólogos más prestigiosos del mundo. Su especialidad: el comportamiento psicópata. Profesor de neurociencia, llevaba veinte años analizando cómo funciona el cerebro de los asesinos, hasta que un día… hizo un descubrimiento escalofriante. Esta es su historia. P O R MART IN K NOBBE Y ALEXAN DR A KR AFT / FOTOGR AFÍ A: EMI L I B ER L PAR A STER N
T
ENGO EL CEREBRO DE UN P S I C Ó PATA . Y los genes de un
psicópata. Y una historia familiar llena de psicópatas. Pero, a pesar de todo, soy inofensivo», asegura James Fallon, neurocientífico de la Universidad de California en Irvine (Estados Unidos). La vida de este científico, asesor del Pentágono y auténtica referencia en el estudio de la mente criminal, cambió hace nueve años, cuando un colega le pidió que examinara los escáneres cerebrales de varios asesinos en serie condenados. Para ello le enviaron una montaña de escáneres de criminales, que iban mezclados con otros de
gente sin historial delictivo. Lo que tenía que hacer era diferenciar las personas normales de los asesinos solo a partir de esas imágenes. Uno de los escáneres presentaba con claridad todos los rasgos de un asesino psicópata. «Como se imaginarán, ese escáner era el mío». XLSemanal. ¿Le impactó su descubrimiento? James Fallon. Al principio, me pareció divertido y me reí
mucho con el técnico del laboratorio, que me conocía desde hacía años. Yo era un científico inofensivo y nunca había cometido un asesinato. Así que me dije: «No, no puede ser; mi teoría es absurda o mis colegas me han colado un escáner falso para gastarme una broma». Y seguí con el trabajo como si nada. En aquella época tenía otra prioridad: me dedicaba a investigar el alzhéimer. XL. ¿Cuándo volvió a acordarse del tema? J.F. Meses después, durante una barbacoa aquí en el
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jardín de casa, le hablé del asunto a mi madre. Se rio y me dijo que en la familia de mi padre había habido siete asesinos. Una de ellas fue Lizzie Borden, que mató a su padre y a su madrastra con un hacha y luego los descuartizó en 40 trozos. Aquello me dio que pensar.
"Los malos tratos en la infancia tienen un papel determinante. El gatillo es el entorno"
XL. ¿Por qué se rio su madre? J.F. Porque era algo que podía achacarle a la familia de mi
padre… y porque me conoce y sabe que soy buena persona. XL. ¿Qué es un psicópata para la ciencia? J.F. La psicopatía es un trastorno de la personalidad.
A grandes rasgos, podríamos decir que los psicópatas son personas incapaces de amar. Muy manipuladores y unos mentirosos geniales. Pueden ser increíblemente encantadores y se mantienen extremadamente fríos en situaciones de estrés. Son impulsivos, no conocen la culpa y no se arrepienten de sus actos. Hay un cuestionario, la llamada 'lista de verificación de Hare', que valora estos aspectos dentro del contexto biográfico del paciente. La puntuación máxima es 40. Con 40 se es un psicópata de manual. Además, también se distingue entre psicópatas primarios y secundarios. XL. ¿Qué es un psicópata primario? J.F. El que nace así. Es un arma cargada que puede dispararse
en cualquier momento. No necesita influencias externas negativas. Una persona así no siente ninguna empatía por los demás. De niños ya suelen presentar unos patrones de conducta distintivos. XL. Son bombas de relojería activadas… J.F. Sí, pero no siempre acaban siendo asesinos. Si no
sufren malos tratos durante la infancia, existe una pequeña posibilidad de que crezcan y evolucionen de forma normal. XL. ¿Y usted? J.F. Estoy en torno a 20 puntos. Estoy en el límite, soy un
psicópata secundario. Los secundarios llevamos los genes que nos hacen psicópatas, pero, a diferencia de los primarios, necesitamos obligatoriamente un factor desencadenante para convertirnos en asesinos. Haber recibido palizas de niño es uno de ellos, pero también, por ejemplo, sufrir acoso en el colegio.
D.R.
XL. ¿La psicopatía es una cuestión genética? J.F. Hay genes que llevan asociada
una tendencia a la agresividad, a la violencia y a tener una baja capacidad de empatía emocional. Es
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más habitual que estén presentes en los hombres, ya que, por lo general, van vinculados al cromosoma Y. Estos genes cargan el arma, pero el gatillo es el entorno, y lo es desde la misma infancia. Hay indicios muy claros que apuntan a que los malos tratos en los primeros años de vida son determinantes. Nunca ha llegado a mis manos el caso de un psicópata secundario en el que no haya sido así.
XL. Entonces, ¿usted no se ha convertido en un asesino porque sus padres jamás le pegaron? J.F. Estoy convencido. Si en mi infancia no hubiese recibido
un trato tan bueno por parte de mis padres y de mi entorno, difícilmente habría llegado a la adolescencia. Me habría suicidado o habría acabado matando a alguien. XL. ¿Su esposa nunca ha tenido miedo de usted? J.F. No. Pero mi hijo dice que a veces no sabía cómo iba
a reaccionar con él. Puedo enfadarme terriblemente y, si lo hago, llego a dar miedo de verdad. Soy un hombre corpulento, fuerte. Diane también dice que conoce el lado oscuro de mi carácter. XL. ¿Cómo es ese lado oscuro? Parece usted un hombre muy amigable… J.F. No se dejen engañar. Algunas cosas me las llevaré a la
tumba… Soy encantador y sé cómo ganarme a la gente. Los demás se sienten vinculados a mí, pero a mí ellos me dan igual. Cuando terminemos esta conversación, me olvidaré de ustedes. De quien no me olvido nunca es de la gente que me lleva la contraria. XL. ¿Qué quiere decir con eso? J.F. Me gusta vengarme. Eso es algo totalmente psicopático.
Puedo esperar durante años. Si alguien me pone furioso, no reacciono en ese mismo instante, pero me la guardo y, llegado el momento, respondo con una eficacia quirúrgica. Algunas personas han perdido su trabajo por mi culpa. XL. Ahora sí que me parece usted una persona fría y peligrosa. ¿Qué otros rasgos malvados tiene? J.F. Mi incapacidad para sentirme emocionalmente
vinculado a otras personas. Mi mundo, en lo que a los sentimientos se refiere, está congelado.
"No se deje engañar. Soy encantador, pero me gusta vengarme. Hay quien ha perdido su trabajo por mi culpa"
XL. ¿Es capaz de amar? J.F. Creo, sé, que amo a Diane.
Pero nunca he estado vinculado emocionalmente a ella de verdad, igual que me ocurre con todos los demás. Ella me fascina, tenemos objetivos y valores comunes, pero nunca la he entendido. Creo que no la amo de la misma manera en que ella me ama. XL. ¿Qué siente por su hijo y sus dos hijas? J.F. Al principio eran como juguetes.
Más tarde, cuando se hicieron mayores, se convirtieron en mis
Sistema Natural de Colores, realizado por Moses Harris hacia 1776, a partir de los colores primarios.
En busca del color perfecto
Desde la AntigĂźedad, los pintores han tratado por todos los medios de fabricar tintes con los que reproducir la maravilla cromĂĄtica de la naturaleza. Una gran exposiciĂłn en la National Gallery, en Londres, recorre por primera vez este fascinante viaje del arte en busca del color. POR SUZANA MIHALIC
50 CONOCER Arte
en Londres. Analiza los pigmentos con los que a lo largo de la historia se buscó conseguir tonos verdaderos y repasa también obras y autores que fueron claves en el desarrollo del color en el arte. Uno de ellos fue Tiziano. Ya en el siglo XV, el veneciano apostó por el 'colorito' frente a la escuela florentina, que defendía el 'disegno'. El color hasta entonces se consideraba decorativo, pero Tiziano lo reivindica como parte esencial de la pintura. Siglos después, a principios
© NATIONAL GALLERY
"El artista se sirve de los colores no para dibujar, sino para provocar sensaciones", decía Gauguin del XIX, Turner marca otro giro en el tratamiento del color al proclamar: «El color es luz». Sus paisajes logran una luminosidad sin precedentes y al final se centra tanto en la luz pura que anticipa el arte abstracto. Paul Gauguin y Henri Matisse serían también radicales en el uso del color. Matisse está considerado el mejor colorista del siglo XX. La combinación de la 'fuerza' de los colores, según él mismo decía, los convertía en «coros cromáticos», en arte. Gauguin tenía como lema «todo debe ser sacrificado al color», y dejó una reflexión: «El color, siendo en sí mismo enigmático en las sensaciones que nos produce, hace que solo pueda ser empleado enigmáticamente. El artista se sirve de los colores no para dibujar, sino para provocar sensaciones, las que emanan de su propia naturaleza, de su misteriosa fuerza interior». Q PARA SABER MÁS Q Making colour. Exposición de la National Gallery, en Londres. Hasta el 7 de septiembre. www.nationalgallery.org.uk.
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VERDE: DE NATURAL, NADA El mundo rebosa de vegetación, pero muy pocos materiales naturales dan un pigmento verde a la pintura. La palabra 'verde', por cierto, deriva del latín viridis, que significa 'vigoroso', 'joven'. Una de las fuentes más antiguas de verde es el cardenillo, una pátina venenosa que aparece sobre la superficie de cobre y bronce. Otra era un tipo de arcilla –la 'tierra verde'– que ofrecía una amplia gama de verdes. En el Renacimiento fue usada como base para el color carne; de allí que muchos rostros pintados entonces tengan un tono verdoso. ————— EN ESTE CUADRO. A valley, de Philippe Rousseau, hacia 1860. La dificultad para lograr el verde fue un serio problema a partir de XVI, cuando el paisaje se consolidó como género.
EL SOLDADO 'HOMELAND'
HÉROE O TRAIDOR. Hace un par de semanas, Obama anunciaba la liberación del sargento Bowe Bergdahl, cinco años secuestrado por los talibanes en Afganistán. Como su libertad 'costó' el canje por cinco prisioneros de Guantánamo, la polémica estaba servida.
Para algunos, merecía la pena porque es un héroe. Para otros, no, porque puede tratarse de un desertor. Compañeros de Bergdahl aseguran que abandonó en 2009 su base de Afganistán por propia iniciativa y algunas informaciones indican que había mostrado
en una carta que se recoge en el libro A german Tommy, de Ken Anderson. Un primer contingente parte hacia Gran Bretaña, pero no lo incluyen. Protesta. Pide con insistencia formar parte del servicio activo y le llega la oportunidad cuando piden voluntarios. A los 19 años, puede por fin embarcar con la 55 Brigada de Artillería hacia Gran Bretaña. Como siempre, Schwarz es de los más aplicados; y como siempre, no obtiene los resultados buscados. De nuevo envían a sus compañeros al frente; de nuevo, a él no. Protesta. No sirve de nada.
D.R.
S C H WA R Z D E C I D E R O M P E R
la baraja. Se juega la vida. Sale del campamento el 23 de octubre de 1915 sin permiso. Se convierte en un desertor. Toma el tren y en Londres se compra ropa de civil. El lunes se presenta en una de las muchas oficinas de reclutamiento que piden a los británicos que se alisten. Ahora es otro hombre. Se llama Walter (su nombre real) Lancelot (como el caballero de la Mesa Redonda del rey Arturo)
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su desacuerdo con esa guerra. Mientras el sargento se recupera del trauma psicológico en un hospital estadounidense en Alemania, el caso –similar a la popular serie Homeland– prueba que la realidad siempre supera a la ficción. ————
Merritt (el apellido de casada de una de sus hermanas). Ahora es hijo de un británico afincado en Australia. No le hacen demasiadas preguntas los reclutadores del Batallón de Deportistas en el que se alistó Walter. Faltan hombres y lo aceptan. Aquellos atléticos reclutas que formaron el Batallón de Deportistas fueron absorbidos por los Reales Fusileros y con ellos, al fin, Walter se siente libre de burlas y sospechas. El 14 de marzo de 1916 consigue su objetivo: lo envían a Francia, al frente. En mayo lo hieren en brazos y piernas. Lo trasladan a un hospital en Inglaterra, pero en cuanto se repone regresa a la lucha. Destaca por su valor y su audacia y lo envían a Irlanda a una escuela de oficiales. Es la guerra: los ascensos y la formación se aceleran. En abril de 1917 ya es teniente; en junio vuelve a las
Un viejo amigo lo reconoce en el hospital y lo llama por su verdadero nombre. Walter decide contar la verdad
trincheras. Ahora le toca Flandes, una embestida difícil. De nuevo destaca, merece una segunda recomendación y se convierte en oficial del Servicio de Inteligencia: debe garantizar que sabe guardar secretos... y desde luego que sabe hacerlo. EL 28 DE SEPTIEMBRE DE 1918,
Walter se comporta como un oficial de extraordinaria valentía: bajo la lluvia y un intenso fuego de artillería lidera a un grupo de hombres con un gran parche rojo en la espalda y una bandera también roja, para que los soldados sepan por dónde hay que ir. Su arrojo le supone una recomendación para la Cruz Militar. La consigue el 14 de octubre en otra acción similar, al liderar una avanzadilla entre la niebla, las balas y la artillería, con su bandera y su espalda roja. Se topa de bruces con el enemigo, su grupo captura a 28 prisioneros y él cae con una pierna destrozada. Pasa por varios hospitales. En uno de ellos, en febrero de 1919, se topa con la escena que tanto había temido: se encuentra con un viejo compañero de su pueblo australiano, Toowoomba, que, por supuesto, lo llama Schwarz y se extraña de verlo allí. Walter le contesta: «Se confunde usted de persona». Escapa a ese primer contratiempo, pero su falsa identidad se convierte en un serio problema tras su condecoración. El ejército le pide información para los trámites de la pensión. Walter Lancelot Merritt solo existe en el ejército; no tiene identidad civil. Entonces decide decir la verdad. Escribe al rey. Le pide perdón y permiso para seguir siendo Merritt. Tras varias consultas, Jorge V rubrica el perdón. Schwarz puede regresar a casa. Ya no es un desertor. Pero ya no podrá ser Merritt: su petición de continuar llevando el apellido británico que se inventó no es atendida. Q PARA SABER MÁS Q A german Tommy: the secret of a war hero. Ken Anderson. Editado por Pen & Sword Military, 2014. Cuenta la peripecia vital de Walter Schwarz.
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Tendencia
EL 'BOOM' DE LA COCINA PERUANA En plena efervescencia de la cocina fusión, todos los ojos se han clavado en un país que reúne la gastronomía de los cuatro continentes en sus platos: Perú. Su cocina tradicional mezcla influencias incas, españolas, chinas…; y sus cocineros, liderados por Gastón Acurio, triunfan en el mundo. También en España. P O R CA R LOS MARIBONA / FOTOG RAFÍA DE GAB R I EL R I NAL DI
ID ICEN MUCHOS
peruanos que su identidad se forja en la cocina. Y es verdad. La gastronomía del Perú es una suma de influencias, sobre todo de los incas y de los españoles. Pero también de los japoneses y de los chinos, que llegaron casi como esclavos y acabaron aportando todo el exotismo de sus respectivas cocinas. Por eso, cuando el concepto de cocina fusión se impone en un
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Gastro-DNI El referente de la actual cocina peruana es Gastón Acurio (en la foto), hijo del exministro Gastón Acurio Velarde y uno de los 20 cocineros más influyentes del mundo. Su restaurante Astrid&Gastón lo abrió en Lima en 1994 junto con su mujer, Astrid Gutsche. Su sede en Madrid abrió hace siete años.
mundo globalizado, la gastronomía peruana, el mejor ejemplo posible de esa fusión, se expande imparable. Sus cocineros triunfan en Iberoamérica, en los Estados Unidos y en Europa. En Perú, además, ha surgido una generación de jóvenes cocineros que, recogiendo lo mejor de su recetario y beneficiándose de una despensa inigualable, que utiliza productos de la selva amazónica, del altiplano andino o del Pacífico,
La cocina peruana es de tal variedad que cuenta con más de 400 platos típicos. El ají o pimiento es uno de sus elementos principales. No todos pican; algunos solo dan color al plato.
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REINOS DE HUMO
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ería usted capaz de comerse una carne que haya estado cuatro meses en una cámara? Pues aunque no se lo crea, hay gente que sí. De un tiempo a esta parte algunos carniceros y restaurantes han comenzado a apostar por largas maduraciones para las carnes de bueyes y vacas viejas, que en
Carlos Maribona
POR
Chuletas con cien días algunos casos alcanzan incluso los doscientos días. Un asunto que levanta apasionadas discusiones entre los expertos. Quienes defienden estas maduraciones aseguran que otorgan a la carne una textura
especial y un sabor profundo y muy mineral. Los que las rechazan alegan cuestiones sanitarias y afirman que basta con unos días para que una carne roja
de calidad esté en su punto perfecto de consumo. La verdad es que me cuesta tomar partido en esta polémica. He comido chuletas de buey y de vaca vieja con más de cien días de cámara, hechas en parrilla, y he comido también otras de vacas de catorce o quince años sin apenas maduración, pasadas ligeramente por la sartén. Ambas me han gustado mucho, aunque son bien
E L V I N O Sandara Rosé. Este espumoso de Bodegas Gandía, para el que se ha utilizado exclusivamente bobal, desarrolla en nariz aromas de cerezas rojas maduras y agua de rosas. Es suave en boca y tiene un dulce final, con recuerdos a fresa y frambuesa. Servido frío, a 6 o 7 ºC, es apto desde para el aperitivo hasta para el postre o para tomar entre horas. 4,50 €. J UA N LU I S R E C I O .
diferentes entre sí. Se trata de una cuestión de gustos. Por cierto, rompamos el mito de la carne de buey. No es mejor que la de una vaca vieja. Y además, aunque las veamos anunciadas en todas las cartas, pocas son auténticas. Apenas hay ya bueyes y su precio no está al alcance de todos.
Próximo domingo: Benjamín Lana
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IGNACIO PÉREZ
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Enoterapia
«Cuando empecé –recuerda la gallega Marta Lojo, que se estrenó con la imagen para las bodegas de Julián Chivite–, hice un curso de cata. Tienes que saber de qué va este mundo. Una buena imagen vende y es demostrable», subraya la creadora de Paco y Lola, un albariño que nació vestido de lunares para desembarcar en Extremo Oriente. Telmo Rodríguez, uno de los enólogos precursores de este nuevo orden, del que dan fe el logo de Gago o la serie de puentes sobre el río PARA que ornan el godello Gaba do Xil, VENDER se decanta ahora por mirar atrás. UN VINO Por las viejas y nobles etiquetas ESPAÑOL EN antiguas, artesanal sabiduría de CHINA, los tipógrafos del XIX que llega AY V E C E S MEJOR SI LA a nuestros días. «Me gustan las etiquetas feas y auténticas, que te E N Q U E E L V I N O no nos entra por la boca, sino por los ojos. Las ETIQUETA cuentan una historia –proclama este botellas, vestidas con sus llamativos colores, irradian su atracción ES ROJA Y enfant terrible de las viñas–. Ellas desde los lineales y las bodegas de los restaurantes. Que arroje ORO Y decoran tu vino, tu proyecto. Deben la primera piedra quien no haya descorchado una, seducido por ser honestas. Y, como el vino, una una palabra, un dibujo… «Una etiqueta condensa tu imagen. Es tu TIENE EL etiqueta ha de guardar la memoria nombre, tu cara, tu proyecto», confía Roberto Oliván, el bodeguero NÚMERO 9 de un lugar, de un sitio». riojano autor de Escondite del Ardacho y Tentenublo, como el antiguo toque de campanas para detener las tormentas, dos presentaciones tan rompedoras como los propios vinos. Uno de los primeros en reinventar esta tendencia en España fue Quim Vila. Ahí están El Perro Verde o Las Vacas, logotipos que se archivan en la memoria desde el primer golpe de vista. «Hoy, todo tiene una marca. En el vino sirve para diferenciarte de los demás y para establecer la personalidad de una bodega», señala el propietario de Vilaviniteca. El impacto visual de estos logotipos no es casual. A crear estas imágenes rotundas y sugerentes se dedican algunos de los mejores diseñadores del país. Como Josep Maria Morera, autor, entre otros, de El Equilibrista o la serie Sospechoso para la familia Eguren –con fotos de Jaume de Laiguana–, Xavier Bas y sus Paisajes o Fernando Gutiérrez, el artista asentado en Londres que está detrás de la imagen gráfica de los vinos de Telmo Gutiérrez. «Buscamos conceptos, argumentos», resalta Raúl Barrio, uno de los creativos de la riojana Calcco, autora de la imagen de Orben, Malpuesto, Vetus o Gómez Cruzado, entre otros. Es cierto, son autores poco conocidos por el gran público, pero su obra gráfica posee una audiencia multitudinaria que para sí quisieran artistas consagrados. Y que manejan códigos complejos: si quieres vender un vino español en China, dicen, haz una etiqueta en rojo y oro y pon por alguna parte el número 9, ligado al yang y a los dragones, y no se te ocurra dibujar un 4, que trae mal fario. Y EL NIÑO PINTÓ...
Benjamín Romeo, de Bodega Contador –en San Vicente de la Sonsierra (La Rioja)–, con su hijo Andrés y el dibujo de un Cadillac de 1954 que realizó para la etiqueta de A mi Manera 2013, el vino más joven de su bodega. XLSEMANAL 22 DE JUNIO DE 2014