A単o 0 No. 1/Noviembre $15
No. 1 La muerte en vida
Imagen de la Portada: "Muerte de Adรกn" por Tania Valdovinos
Agradecemos la colaboración en este número a:
No. 1, noviembre 2013 Año 0 Director General: Tonatiuh Chan Directora Creativa: Karina Zavaleta Redacción: Eva Núñez Edición: Karina Zavaleta y Tonatiuh Chan. Diseño Original: Bárbara Castañeda Ilustraciones: Tania Valdovinos Rocío del Carmen Pérez Trabanco Alain Cano
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Consejo editorial (en orden alfabético): Érick Vázquez Portillo Estefanía Iraís Jiménez Salinas Karina Zavaleta Huitrón Tonatiuh Chan Higareda La responsabilidad de los textos publicados en Morbífica recae exclusivamente en sus autores, y su contenido no refleja necesariamente el criterio del consejo editorial. www.revmorbifica.com
Alberto Avendaño Karla Sánchez Diego Rivera Isaac Ríos Lic. Fernando de León Dr. Eduardo Casar Corina González Alain Cano Tania Valdovinos Lic. Eva Núñez Alonso Teresa Espinaza Ediciones sin nombre Los Bastardos de la Uva Crisálida Ricardo Lugo Viñas Ensamble Comics A.C. Federico Aguilar Tamayo Luis Alberto Villegas Muñoz Rocato Bablot
•Contenido• Editorial
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Cuento Soñó una habitación con ventanas/Alberto Avendaño La muerte de Gabriel/Karla Sánchez La aparición/Tonatiuh Chan
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Poesía
In†ramor†is/Diego Rivera
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Yuh Quimati Noyollo Renacer entre las cenizas o morir: Editoriales independientes/Isaac Ríos
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Primus Inter Paris Manual del comportamiento fantástico/ Fernando de León
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Si no conoces a... Eduardo Casar y la muerte en verso/Corina González
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Cartón S/T por Alain Cano
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•Editorial• “Que muero porque no muero” recitaba Sta. Teresa de Jesús en el siglo XVI, hoy probablemente se atrevería una vez más a asegurarlo, pero ya no porque la existencia le pareciese una agonía perpetua como en antaño, sino porque se daría cuenta de que en estos días nadie es capaz de reconocer esa delgada línea entre la vida y la muerte, entre lo que continuamente se nos presenta como realidad y como ficción, entre el individuo y la otredad. Sí, hoy Sta. Teresa viviría, como muchos de nosotros vivimos, sin la menor consciencia de ello, sin percatarnos de que la vida puede ser el perenne calvario o el infinito goce, según sea nuestro deseo; pareciese, entonces, que lo único que ha muerto en nosotros ha sido la voluntad. Por eso este mes no hablaremos de la finitud de la existencia, sino de algo aún más inquietante, del verdadero temor por el paso terrenal: de la muerte en vida. Debemos advertirle que, desde el primer entresijo de este número, usted se adentrará en un angustiante mundo que fluctúa entre dos dimensiones de la existencia (o de la inexistencia). Es así como Karla Sánchez nos presenta una
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faceta que desconocíamos de nuestra venerada Catrina; Tonatiuh Chan nos introduce en un inusitado encuentro; el angustioso despertar de Alberto Avendaño y el poema de Diego Rivera Hernández destilan la agobiante experiencia de subsistir entre un plano y otro. Isaac Ríos nos presenta una columna que expone la lucha de las editoriales independientes por mantenerse vivas. El escritor Fernando de León plantea una vida que adquiere sentido al saberse condenada a perecer. Finalmente, nuestra entrevista al Dr. Eduardo Casar resalta la presencia del tópico de la muerte en la poesía, como hermanadas por el mismo destino. Esperamos, lector, trasladarlo hasta ese funesto infierno materializado. Descuide, nuestra muerte en vida finaliza en la última página, mas no nos hacemos responsables de su decisión sobre su permanencia en ella.
Los editores
•Cuento•
Soñó una habitación con ventanas Por Alberto Avendaño Para Tania Valdovinos Todas las noches él se levantaba a mirar por la ventana. A lo lejos murmuraban los autos; la luz de la luna se diluía con la de los postes; debajo de los autos apagados, unas sombras, que eran perros, se entregaban al sueño. La brisa nocturna movía las hojas de los árboles. La ciudad entera, de cerca y a lo lejos, enmarcada por su ventana, dormía. Todas las noches tenía insomnio y se levantaba a mirar al mundo dormir. Después, inmóvil desde siempre, despertaba jadeando en su celda sin ventanas.
Alberto Bautista Avendaño (México, D.F., 1994). Estudiante de Letras Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras que sueña, aun cuando se queda dormido en clase, que es escritor. Poco ha hecho para lograrlo, pero “es cuestión”, dice, “de tiempo”. Ganó en 2011 el Quinto concurso de cuento infantil y juvenil del IEDF, y tiene un blog donde publica constantemente lo que sus juveniles distracciones le dictan. Cultiva la minificción y el verso libre.
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•Cuento•
La muerte de Gabriel Por Karla Sánchez Cuando noviembre llegó deambulé por cada rincón, me alimenté de sus temores, de sus rezos y de pulque hasta agonizar. El
perfecto y odioso molde infernal de belleza. Su terrible esplendor, que provocaba odio, encendía mis entrañas con su
aroma floral adornaba las calles donde los encontrabas jugueteando en cada esquina, mientras que yo erraba como siempre. Sus rostros se quedaban embelesados con mi sombrero y el ostentoso vestido que se ceñían a mi figura. Cuando lo vi, yo caminaba febrilmente: tenía unos rizos fascinantes que caían sobre un rostro embriagante, tumbado en la calle completamente borracho; la punta de su nariz destacaba entre sus melosos cabellos y de sus labios entreabiertos escapaba lentamente su existencia. Debo mencionar que nunca me había topado con alguien similar; éste no era un ser común. No lo parecía, tampoco lo simulaba; era un extraño equilibrio sin ganas de vivir. Jamás vi tal tentación. Me acerque a él, parecía un cuerpo sin vida: un delicioso,
fuego. Tomé su rostro suave como la flor de cempaxúchitl entre mis manos; intenté beber de entre sus labios azucarados como el pan de muerto. Pretendía robarle la vida, terminar con su agonía, pero él era más poderoso que yo. Él había probado la muerte más veces, había agonizado en vida y parecía morir a cada instante. Sentí su dolor en ese contacto, viví sus heridas y lloré sus desdichas. Me encontré a mí misma en un mortal, en un muerto viviente. Comprendí que poseía un poder infernal, más fuerte que el mío, más chispeante que el de la muerte. Era una tortura del averno planteada por el paraíso, un placer consumido por el roce de dos cuerpos; entendí que él era capaz de someterme en el momento que lo deseara, tan sólo con abrir sus párpados fríos. Lo hizo.
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•Cuento• Eran dos preciosas esmeraldas, más bellas de las de mi collar, tan impresionantes y sombrías, sencillamente excitantes. -Llévame contigo; te he estado esperando – me rogó. Negué con la cabeza y me oculté bajo el sombrero. Sorprendida noté su indiferencia; aquello me exaltó. Estaba dispuesta a irme cuando jaló mi vestido: se levantó, era delgado y bastante alto, se acercó a mi rostro y en él apretó sus labios. Así pudo saber lo que significa ser amado por la muerte. Se unió a mí, plegó sus finos rizos entre todos los vestigios de mi cuerpo; sus manos recorrieron y desgarraron mi vestido de gala, y yo, sumisa, doblegada y extasiada fui suya. Aquel sensato joven no murió esa noche, ni la siguiente. Volvió pensando que el encuentro fue producto de sus vicios, una alucinación. Lo cierto es que él nunca comprendió lo
relevante que significó para mí. Viví por una noche los placeres humanos y me sentí dichosa de saber que era yo quien decidía sobre el destino de su belleza. Dejé que viviera; permití que se marchitara. Cada año volvía a buscarlo entre las sombras. Nunca lo hallé; quizá aquella “visión” le hizo comprender la vida. Hace un par de días, encontré un anciano de rizos blancos y piel arrugada, agonizando. Le besé para terminar con su desdicha; sus labios sabían a pan de muerto, y ahora se convertían en cenizas de incienso. La flor de cempaxúchitl se marchitó al momento.
Karla Jazmín Sánchez Jerónimo (México, D.F., 1995). Estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas en la FFyL-UNAM. Ha participado en proyectos de artes escénicas. "Siempre he creído que no sólo me materializo con mis palabras, no soy únicamente el objeto, también soy el sujeto de mis historias: la palabra me hace y yo la hago a ella" afirma. Para esta escritora lo verdaderamente fantástico es el querer y odiar a la vida, "es la prueba más nítida de que soy un ser humano."
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•Cuento•
La aparición
R. bajó al sótano por encargo de su esposa. Mientras revolvía algunas cajas, se
Por Tonatiuh Chan
encontró con algo espantoso: un ser terrible de piel traslúcida y mirada vaga. Corrió en busca de una cámara. H., lleno de miedo, subió a la cocina para advertir a su esposa: “Haz tus maletas; nos vamos de aquí. En el sótano vive un muerto, de ésos encarnados y de ojos brillantes.”
Tonatiuh Chan Higareda (México, D.F., 1993). Poeta y narrador. Fue finalista en poesía en el XXII Certamen Internacional de Poesía que lanzó la editorial De los cuatro vientos en el 2010 y ganador del segundo lugar en la categoría de Cuento Breve en el Concurso No. 43 de la Revista Punto de Partida de la UNAM. Tomó el curso de Literatura fantástica y ciencia ficción por la Universidad de Michigan y actualmente cursa la carrera de Letras Hispánicas en la UNAM. Es asiduo escritor del cuento jíbaro.
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•Poesía•
In†ramor†is En†re los reflejos negros y la celes†e gravedad se invier†e su pre†éri†o en un dies†ro caminar En la noche los humanos comba†en con las bes†ias, sus colmillos como armas que violan y aran †ierra
Por Diego Rivera Veneno a las rocas: Laredo angelical, fluyen †us carmines sobre los ros†ros de la perenne soledad. Baja el llan†o y ese fardo del corasol del coramor del corazor del corisón de su gélido presen†e y de la pú†rida ficción
Siguen el soplo del vien†o y el infini†o ba†allón bajo el gri†o de ¡Muer†e!, Muer†e al vivo, Muer†e al muer†o, Muer†e al gusano, Y muer†e a Dios.
Diego RiveraHernandez (Mexico, D.F., 1993) Egresado del CCH Sur. En la actualidad estudia la licenciatura de Lengua y Literaturas Hispanicas en la FES Acatlan, UNAM. Piensa que el universo es todo aquello que cabe en la imaginacion.
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•Yuh Quimati Noyollo•
Renacer entre las cenizas o morir: Editoriales independientes Por Isaac Ríos El pasado sábado 19 de octubre me aventuré junto al equipo editorial de Revista Morbífica a la FIL Zócalo 2013 en la
suficientes para dirigir y mantener vivos diversos proyectos autosustentables.
búsqueda de un espécimen en peligro de extinción: el tan codiciado Editorus Independientus, un ser vivo tan raro que actualmente resulta difícil verlo incluso a plena luz del día… Quizá parezca broma, pero es importante conocer el trabajo que las editoriales independientes desempeñan: impulsar el talento mexicano, imprimir textos -obras que, cabe decir, nunca leeríamos a través de las grandes editoriales-; en fin, una larga
Al llegar a la FIL, uno se encontraba con una explanada tapizada de carpas donde la mitad de los módulos pertenecía a Trillas, Porrúa y Gandhi; sin embargo, hallamos una sección completa destinada a las editoriales independientes que avivó nuestra esperanza. Así que realizamos unas cuantas entrevistas, tomamos un par de retratos y, más allá de todo eso, logramos hacer amigos. Dentro de nuestras preguntas se encontraban las
lista de labores que tardaríamos en nombrar. En el presente número, Revista Morbífica no sólo rinde homenaje a nuestros muertos (y otros no tanto), sino también a los héroes de las letras que cuentan con la valentía, disciplina y convicción
clásicas: ¿Cuánto tiempo llevan en el medio? ¿Qué recursos utilizan para lograr subsistir? ¿Cuál es su tiraje? ¿Cada cuánto publican? ¿Cuál es su vía de distribución? Detrás de cada respuesta a éstas y otras
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•Yuh Quimati Noyollo•
Rocato Bablot, foto por Especial.
cuestiones, descubrimos intrépidas historias estoicas; asimismo, vislumbramos a personas muy cálidas, con un impetuoso gusto por las letras. A pesar de tener recursos limitados, han logrado su cometido ya sea por medio de un proyecto escolar, un convenio amistoso o familiar. Las pequeñas editoriales se han caracterizado a lo largo del tiempo por sus propuestas poco comerciales y con un mayor contenido intelectual. A pesar de los avances tecnológicos, la era digital y la sustitución de hojas por pantallas táctiles, nuestros héroes se han propuesto a seguir fieles a su causa, manteneniendo sus publicaciones en papel. Una historia que me conmovió, no sólo por el hecho de buscar la supervivencia en un medio complicado, sino por mantener una tradición familiar, es la de Teresa Espinaza, hija de José María Espinaza, quien lleva en alto la estafeta de su padre, el legado de Ediciones Sin Nombre. Tras veinte años de ardua lucha ha logrado posicionarse a nivel nacional e internacional: Teresa y su editorial exportan libros a diversas regiones de Latinoamérica y actualmente imprimen alrededor de 30 títulos al año. Tarea nada fácil para una emancipada de las voraces competidoras. Las editoriales independientes se encuentran en un punto crítico de su existencia, su destino refleja una tendencia dicotómica: generar mayor auge entre la sociedad o ser desplazadas por los medios electrónicos, las grandes editoriales o las cadenas de librerías. No obstante, la transición de los medios impresos a los digitales sería la opción más viable, mediante la generación de blogs
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•Yuh Quimati Noyollo• o páginas especializadas. “Un medio utilizado para subsistir son las becas... La opción es solicitar apoyo a instituciones o inscribir los proyectos a concursos.” Fue la aseveración de Los Bastardos de la Uva - una editorial relativamente joven, interesada en plasmar al talento hispano parlante- quienes nos brindaron su tiempo para una pequeña entrevista, en la que pudimos apreciar cómo han mantenido a flote el proyecto. Muchas editoriales tratan de publicar regularmente cada mes, pero, con el fin de recuperar fondos y mantener a raya el capital sin mal gastar los excedentes editoriales, publican de manera trimestral para agotar los números impresos como lo han hecho Los Bastardos de la Uva o Crisálida, (ésta última, revista de temática fantástica) y muchas otras más. “Iniciar un proyecto de literatura independiente es un atentado contra tu salud, la ecología y la economía y [sic] bienestar familiar” comentó Ricardo Lugo Viñas, Director de Los Bastardos de la Uva, respecto al esfuerzo con el que han logrado posicionarse en el medio. Ensamble Comics A.C. es otro caso de perseverancia: Federico Aguilar Tamayo y Luis Alberto Villegas Muñoz iniciaron este proyecto hace diez años; el secreto para mantenerse vivos, en palabras de Federico, es “picar piedra, ser muy constante y buscar apoyos institucionales.” Finalmente, pero no menos importante, nos topamos con Rocato Bablot, quien hoy en día, después de años de experiencia en el mundo editorial, se encuentra a cargo de Ediciones Clandestino. El escritor, editor y uno de los difusores culturales con más prestigio en la actualidad es quien reúne y organiza a los proyectos independientes para que la renta del espacio en la feria se reduzca. Un apoyo que las editoriales independientes aprecian y agradecen infinitamente; pero esto es ya sabido por sus conocidos, a Bablot le gusta el trabajo con la juventud. Después del recorrido por la FIL Zócalo, pudimos reafirmar lo que, nosotros como estudiantes y creadores de una nueva
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•Yuh Quimati Noyollo• veníamos esperanzados en creer: las letras no mueren, sólo se transforman. Sin embargo, y a riesgo de sonar nostálgico, no hay nada mejor que un libro impreso. Es por eso que hay muchas o pocas editoriales independientes, la calidad de imprenta y las pastas de sus
Ediciones Sin Nombre y Ensamble Cómics A.C., foto por Especial
libros compiten con las impresiones de las grandes casas editoriales. ¡Larga vida a nuestros héroes independientes!
Oscar Isaac Ríos Mena y Sánchez (México, 1989). Fotógrafo profesional enfocado en el retrato de estudio y apasionado de la fotografía de paisaje. Amante del arte y preocupado por la difusión de la misma. Busca ser un destacado fotógrafo documental.
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•Primus Inter Paris•
Manual del comportamiento fantástico Por Fernando de León A bordo de su Moldum amarillo 2011, el taxista Grisóstomo pensó que aquel debía ser el clima del infierno. Su vida también podía ser considerada un pavimentado círculo del infierno, un lento remolino de calor y angustia. Conducir le proporcionaba un enorme placer. Antes. Ya no. La impaciencia le había invadido el ánimo: ahora quería que las jornadas terminaran cuando apenas las había comenzado. La pasajera, en el asiento trasero, parecía advertir su viscosa desazón. Grisóstomo recordó que antes platicaba con sus pasajeros, y que incluso conseguía, sin proponérselo, saber mucho de ellos, de su forma de ver la vida; solía ver cada trayecto como una aventura y casi pedía adivinar la dirección. Incluso disfrutaba perderse en el trayecto porque platicar siempre lo distraía y en el fondo prefería conversar más con sus pasajeros: no lo hacía para ganar más, de hecho nunca cobraba más que la tarifa pactada al comienzo del viaje, pero ahora se había convertido en un
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conductor silencioso, como cochero de carroza funeraria. Pero, últimamente, incluso llegaba a molestarse con los clientes que no sabían con exactitud dónde quedaba el sitio al que deseaban llegar. Lo amargaba el calor del mediodía y el silencio, o lo que era peor, el ruido de las calles de la ciudad G. Se había convertido en un Sísifo del volante que cada día repetía una jornada similar a la anterior, y que no trascendía en absoluto. Ni siquiera estaba haciendo fortuna. Sus ahorros eran una nimiedad. Casi vivía al día. Tenía 44 años, era soltero y cada noche lo aterraban las figuras que tomaban las manchas de humedad en el techo de su habitación. Esa calurosa mañana trasladaba a una señora enferma de marre, o mal del retrato, la enfermedad apenas descubierta, ocasionada por las cámaras gammagráficas que se usaron tanto y tan irresponsablemente hasta entonces, por las cuales las personas que se tomaron demasiados retratos con ellas y
•Primus Inter Paris• estuvieron expuestas a rayos gamma se fueron quedando paralizadas paulatinamente, hasta el día en que quedaban completamente inmóviles, prácticamente como gammagrafías, y sufrían el colapso nervioso final. La señora que había abordado el taxi con insufrible lentitud le había recordado al propio Grisóstomo los miles de autorretratos que se había hecho con su cámara gammagráfica. Debería visitar pronto a un médico y averiguar si tenía marre. Precisamente entonces dirigía su taxi a un hospital que había en el sector O, pero no se veía manera de escapar al embotellamiento que ya los había tenido atrapados durante más de veinte minutos. Fue entonces que su mirada impaciente reparó en una pareja que peleaba en el vehículo delantero. Levemente escuchó el último de los insultos que ella profirió mientras se bajaba y se perdía entre el estático mar de capotes metálicos. El abandonado se quedó atónito ante el acto de su compañera y tardó en reaccionar. Cuando por fin pareció que se había resuelto ir tras ella, sucedió algo más inesperado: un ave gigantesca tomó entre sus garras el techo del Bostich bermellón y se lo llevó al vuelo con todo y conductor, dejando en su sitio sólo un tramo de asfalto y
el asombro de Grisóstomo. Nadie más vio aquello. Contra su acostumbrada parquedad, Grisóstomo preguntó a su pasajera si había visto lo mismo que él. Ella, lentamente, preguntó a qué se refería. El taxista bajó de su auto para interrogar a los otros conductores si lo habían visto. Todos le cerraron la ventanilla temerosos, creyéndolo un loco peligroso a punto de perder la calma. Grisóstomo no podía creer que nadie hubiera visto al pájaro gigante. Y no era que su existencia fuera imposible: corría el año 2121 y ya entones la genética podía realizar eso y mucho más. De hecho, después de la extinción masiva de 2077, los genetistas se propusieron volver a crear las especies desaparecidas. Ya habían superado las limitaciones que imponía, y la nueva ingeniería permitió dar vida a cualquier tipo de ser; pero como en el 2077 no hubo un inventario como la bíblica lista de Noé, que fuera fiel y completo, los genetistas recurrieron a los libros, a todos los libros: los de historia natural y los tratados de seres mitológicos por igual. Empezaron a crear tortugas, sirenas, gatos, dragones, búhos, unicornios, ranas, catoblepas, caballos, krakens,
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•Primus Inter Paris• serpientes marinas, perros, grifos... En fin, ahora todo existía y una gigantesca ave Roc no tenía nada de asombroso. El punto, el verdadero punto, era que nadie antes la había visto, pues lo que existe y lo que se deja ver no es necesariamente lo mismo. Quizá por eso fue que desde entonces y más que nunca el hombre sólo dio crédito a aquello que le tocaba ver y a Grisóstomo le había tocado verla. Aunque él empezó a desear algo más que eso; empezó a querer ser arrastrado con todo y taxi por los cielos entre las gigantescas garras de un ave Roc. ¿Hacia dónde se llevaría a sus presas? ¿Terminarían ante el pico de sus polluelos? Grisóstomo averiguó en una antiquísimo manuscrito medieval que obtuvo en uno de los miles de expendios de antiquísimos manuscritos que tras el surgimiento de la nueva fauna abundaron en cada esquina de la ciudad: en el Manual del comportamiento fantástico decía que el ave Roc actúa solamente durante un parpadeo y por eso nadie podía ver su fugaz paso. Entonces ¿por qué él no había parpadeado? ¿Por qué había conseguido mirar algo así? También ahí, en la página 765, obtuvo la respuesta: “El ave Roc sólo permite que lo
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vea la última de sus presas”. ¡La última de sus presas! Eso era una especie de garantía de que sería arrebatado por los aires entre las garras de la gigantesca ave, tarde o temprano. Se preparó entonces. Imaginó muchos escenarios, situaciones y destinos posibles que pudieran suscitarse al volar entre las patas del ave Roc. Lo primero que hizo fue comprar un paracaídas, pero cuando lo iba a colocar en la cajuela pensó en lo
•Primus Inter Paris• inútil que era tenerlo ahí dado el momento de emergencia en que podría necesitarlo, así que acondicionó su asiento para siempre traerlo puesto. Implementó en el techo de su transporte un amplio quemacocos para salir con soltura dado el caso. Sabedor de que en las alturas escasea el oxígeno equipó su tablero de control con una mascarilla y un tanque que cada mañana revisaba que estuviera lleno. En sus pantalones cosió una funda para traer una discreta daga que lo ayudara si llegaba a ser alimento para críos de una pájaro gigante. Cincuenta metros de soga se le enredaban en los pies, pues los traía como tapete, para descolgarse si la situación lo ameritaba. Un chaleco de tela blindada protegía cada día su pecho, pues temía que una poderosa garra del ave lo ensartara matándolo desde el principio del vuelo. Así, equipado hasta un grado neurótico, su taxi comenzó a perder el aspecto amable de un taxi y parecer más la guarida de un cazador: de hecho apenas y quedaba espacio para que una persona pudiera ser trasladada y la mayoría rechazaba tomarlo. Pero eso a Grisóstomo le importaba muy poco. Si alguna vez un
despistado
pasajero
entraba
en
su
taxi
lo
prevenía
argumentando que lo llevaría a su destino siempre y cuando no tocara que lo arrebatara por los cielos el ave Roc. Es claro que comenzó a quedarse sin clientela y sin ingresos. Pero él aportó sus magros ahorros para el costo del combustible a fin de seguir patrullando, acechando las garras del enorme pajarraco. Sin embargo su ansiedad se calmaba cuando recordaba que la había visto una vez y eso lo autorizaba a saberse el último. ¿Y si el Manual del comportamiento fantástico se equivocaba? Tal vez, si otro más hubiera visto el suceso, pues era imposible que hubiera dos últimas presas. Siempre hay sólo un último. Y ése era él. Pasados catorce meses Grisóstomo tenía la impresión de que el mundo o su entorno transcurría con creciente velocidad, pero no era así; era que Grisóstomo se estaba volviendo lento. Reaccionaba lento, manejaba lento, respiraba lento. Un médico le había detectado los síntomas de marre y oficialmente se estaba convirtiendo en estatua. Una nueva cuita para su colección, sumada al hecho de que en todo ese tiempo no lo
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•Primus inter paris• había atacado el ave Roc. Suspiró y mientras miraba con infantil envidia por el retrovisor un flamante Adanada color uva, se percató de que de repente ya no estaba. Por el quemacocos -él, y sólo él- vio pasar el negro chasís apresado por una garra omnipotente. La sombra que proyectó tardó en pasar dando prueba de lo grande que era el cuerpo que la generaba, Pero, definitivamente, no podía ser más grande que la frustración que sentía. Condujo lo más rápido que pudo tras lo que pensó que sería la ruta del ave sonando su bocina y maldiciendo que no le hubiera tocado todavía su turno. Era como si la estúpida ave se equivocara de presa y tomara ora uno por delante, ora uno por atrás. Otra posibilidad podía ser que el pajarraco se hubiera propuesto enloquecerlo y sus raptos ante Grisóstomo era puro sarcasmo avícola. ¿Qué esperaba que no iba por él? ¿Desde qué alturas lo acechaba? A partir de ese día Grisóstomo pensó que debía convertirse en una presa más fácil y transitar por caminos despejados, lejos de la zona metropolitana. De hecho, se instaló a vivir en su
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vehículo estacionado en lo alto de una loma. Tenía víveres, mantas y una fuente de energía para cocinar y no morir de frío. Su propio taxi parecía compartir su enfermedad, pues se había quedado inmóvil. Él mismo se movía con muchos trabajos. Comenzaba a temer que moriría sin haber sido presa del ave Roc, cuando una fuerza terrible lo estremeció y el vértigo se instaló en su estómago. Vio alejarse el suelo, sintió el azote del viento tasajeándole el brazo que tenía en la ventana, el sol se derramó por el parabrisas como una ola de luz y, lentamente, giró su cabeza hacia arriba: por el quemacocos vio la escamosa piel de la pata del ave. Lleno de una extraña alegría la tocó. Luego sintió que ya nunca más podría tocar nada: su cuerpo se había quedado paralizado por completo. Vio alejarse la urbe y rozar cumbres nevadas. Sintió que se congelaba cuando enfrentó el mar y su calidez lo reconfortó. Al paso de las horas el verde marino se volvió arena de un desierto desconocido para Grisóstomo. Lo que pasó en los siguientes días no lo consigna ningún Manual del comportamiento fantástico: el ave lo depositó en la
•Primus inter paris• cumbre de una montaña donde reinaba el estruendo del viento. Ahí tenía su nido el ave Roc. El inmóvil Grisóstomo esperaba su propia muerte pero lo que presenció fue el derrumbamiento de la portentosa ave. La notó cansada, milenaria y moribunda. Algo tenían de impresionantes y de lastimeras sus enormes y opacas plumas. Observó que sus ojos no eran de bestia pero tampoco tenían el brillo de los ojos humanos. El ave lo miraba como podría mirar un volcán o un tsunami: sin necesitar de ojos que finalmente cerró. Su muerte tenía sentido: él era la última de las presas que
capturaría y eso lo convertía en su testigo, en el único que la vio actuar y ahora la estaba viendo morir. ¿Por qué el ave Roc no lo había despedazado a la primera oportunidad? Cuando Grisóstomo descubrió el gran huevo negro que asomaba del nido lo comprendió. Inmóvil, como estaba, recordó la daga en su pantalón, la soga entre sus pies y todo lo que ahora le era inútil. El huevo se agrietó con un sonoro crujido y el taxista, rendido a su destino, sintió el secreto placer de saberse alimento de una nueva maravilla.
Fernando de León (Guadalajara, Jal.,1971) Egresado de la Facultad de Letras, Universidad de Guadalajara. Fungió como editor de la revista Luvina. Algunas de sus obras incluyen la colección de cuentos La estatua sensible, La oscuridad terrenal, Cárceles de invención, Apuntes para una novísima arquitectura. En 2004 ganó el Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez; asimismo, fue merecedor del premio de Cuento de los XX Juegos Florales de San Román, Campeche.
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•Si no conoces a...•
Eduardo Casar y la muerte en verso
Por Corina González La poesía, para nosotros los hombres, es claramente una manifestación de la belleza, de aquello a lo que somos más sensibles, lo que nos cambia. A grosso modo, es la búsqueda de nuestro ser en su intento de expresar los sentidos, que viven en un entorno común y en constante cambio. Es, pues, la confrontación con nuestra realidad. En esta ocasión tuvimos la oportunidad de entrevistar al poeta Eduardo Casar (México, D.F, 1952), quien es Doctor en Lengua y Literaturas Hispánicas por la FFyL de la UNAM -con la tesis Para qué sirven Paul Ricœur y otros en crítica y creación literarias-. Actualmente es profesor de tiempo completo en su alma mater. Respecto a su trabajo, el Dr. Casar tiene publicados diversos poemarios en los que reafirma el camino del hombre por expresar su ser; ha logrado grandes escritos, palabras que comunican y sienten. Recibió, por un trabajo colectivo, el Premio de Ensayo Literario José Revueltas en 1976 y en abril de 2009 el Gobierno del Estado de México le otorgó el Premio Internacional de Literatura Letras del Bicentenario "Sor Juana Inés de la Cruz", por su libro de poesía Grandes maniobras en miniatura. El poeta nos explicó el significado que tiene para él su poema Esa ola, el cual logra ir más allá de las emociones y, sin embargo, se mantiene cercano a ellas. La poesía nos puede comunicar el mundo interior de una persona y parte de sus reflexiones. Para el Doctor “es un poema que habla de cómo el oleaje siempre se repite... Simboliza la relación
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•Si no conoces a...• entre el género de la especie. Desde el punto de vista humano, si vemos esa noción... cuando uno aplasta una hormiga nada más porque la ve, como uno no siente que este acabando con mucho porque hay más hormigas. Uno las ve igualitas, pero desde el punto de vista humano, si vemos esa individualidad y la trasladamos a las personas, entonces estamos cancelando una posibilidad vital e irrepetible. Pero esa misma noción no nos la aplicamos a nosotros mismos”. Uno de los temas universales para el ser humano es la muerte, para el poeta Eduardo Casar representa aquello que evita que seamos “una sola ameba ahí flotando en el espacio”. Respecto a ésto, apuntó: “Sin la muerte no habría desarrollo, no habría solución, inteligencia, religión, no habría literatura. La muerte es un mecanismo de creación, de vitalidad. Lo que pasa es que la muerte en términos, ya individuales, nos afecta de manera emotiva... Uno tiene que estudiar filosofía, leer mucha poesía sobre la muerte para realmente tener un concepto de ella que no sean los lugares habituales que asociamos a la muerte.” Pareciera que la poesía en nuestra época ha quedado muy olvidada a pesar de la existencia de creadores que publican libremente por internet, estos no alcanzan demasiado prestigio, empero, nos dan la oportunidad de encontrar en diferentes rincones virtuales un reconocimiento entre uno mismo y otros (sin estar necesariamente cerca) por nuestras cualidades humanas. Podemos asegurar, por lo tanto, la vivacidad de la poesía; nos dan acceso a la lectura de nosotros a través de ellos. Sin embargo, la pregunta sigue en la mesa: ¿El futuro de la poesía podrá encontrarse, entonces, en la publicidad o ésta, en el perfeccionamiento continuo, podrá darle un giro a la creación poética? “... La publicidad tiene ciertas cosas
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•Si no conoces a...• confundidas, en el hecho de que un lema publicitario quiere quedarse en la memoria de alguien con la repetición -como 'Soy totalmente palacio' o considerar a la Coca Cola como 'La Chispa de la vida'-, ya no podemos dejar de pensar en esa cosa cuando lo vemos anunciado.” El Doctor también añadió que “la publicidad es algo momentáneo, hay algunos lemas publicitarios que permanecen, en cambio la poesía es algo que busca una mayor amplitud y de ambición para captarse y pueda continuar viva.” “Lo que pasa es que la calidad del lector va cambiando con el tiempo. Hay algunos textos que por sus características van siendo todavía legibles y disfrutables para lectores de distintas épocas. Nosotros podemos tener muchos textos del Siglo de oro y lo que hacemos a la hora de leerlos es hacer una operación de actualización, donde creemos que lo que ya no está vigente para nosotros en términos culturales se mueve y nos quedamos con armonías, correspondencias, imágenes, sugerencias que todavía nos sirven.” comentó sobre la cualidad diacrónica de la poesía. Eduardo Casar concluyó con algunas palabras respecto al prestigio del escritor: “La verdad, es solamente algo que tiene ver con la manera de la distribución literaria. Es parte de la literatura, porque la literatura es un fruto que a gusto circula en una sociedad; entonces puede haber muchos escritores que, desde el punto de vista del análisis de calidad en un pizarrón universitario, pueda ser muy pobre y, sin embargo, esté muy prestigiado. Los valores literarios van cambiando y también la noción de prestigio.”
Ana Laura Corina González Carranza (México, 1994). Estudiante de Literatura Dramática y Teatro en la Facultad de Filosofia y Letras de la UNAM.
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Cart贸n
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www.revmorbifica.com Revista Morbífica es una publicación mensual. Se terminó de imprimir el 14 de noviembre del 2013. Se tiraron 200 ejemplares en papel ahuesado de 90 gramos, forros en cartulina opalina de 225 gramos con acabado. Para su composición se utilizaron tipos Garamond (16/14 y 12/10) y Mongolian Baiti (25/20)). Impresión digital: Copimagen, Cerro del agua No. 17, Local A, Del. Coyoacán, México, D.F.