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Metamorfosis
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Lesslie Sarahí Torres Salmán (1992) “Neko Katz”: Es estudiante de la carrera de Diseño y Comunicación Visual en la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, en la especialidad de ilustración. En 2013 algunas de sus ilustraciones fueron seleccionadas para integrar una exposición en la Galería de Arte “Aguafuerte”, junto con algunos colegas, y elaboró un mural en el Instituto de Energías Renovables de la UNAM, el cual fue pintado en colaboración con Chulavista Art House con motivo de la Semana de la Ciencia. Su obra es orgánica, fluida, autoexpresiva, elegante y sutil, llena de fantasía, con un toque nostálgico que representa lo peligroso y divino de la figura femenina, la inocencia y la sensualidad, tocando temas como la muerte, la vida y las dualidades dentro del ser humano.
/nekokatzillustration neko-katz-illustration.tumblr.com/
Contenido
1 Carta editorial 2 Ciudades · Damián González 3 El gato · Fernando García 6 Un buen par de botas valen una larga caminata · Carlos Márquez 9 Pequeña Biblia · Carlos R. Mass 10 Dialéctica de vida · Óscar Estrada 12 Procedimiento para lanzarse · Óscar Mendoza 14 Morte · Miguel Ángel Araujo 19 Dossier · Iraís Jiménez
Carta editorial
¿Qué es metamorfosis? Tras plantearnos esta interrogante comenzamos el trabajo de la presente edición. Preguntas que incomodan son preguntas que se responden con más interrogantes. Parecería sencillo resumir y enclaustrar este concepto en una sola palabra como cambio o variación, pero ¿realmente una metamorfosis es eso? ¿tan elemental, tan sobrio? Es imposible ignorar la importancia que conllevan las mutaciones de cualquier tipo. Es desde lo oculto, desde lo íntimo que emerge nuestra identidad, lo que verdaderamente somos. Es cómodo desdeñar y desconocer lo que nos conforma. Del mismo es confortable creer que vivimos en lo inamovible, que nuestro propio cuerpo es algo fijo. Después de meditarlo un poco, estamos hechos de cambios, de mudanzas, de trueques, de alteraciones, y por qué no, hasta de mutilaciones. Planteamos esta pregunta desde nuestra trinchera: la literatura. Son inagotables las expresiones que se acercan a querer responder. Desde una Biblia que engloba la existencia en su mínima expresión, las instrucciones básicas para arrojarse al vacío y hundirse triunfante en su abismo, hasta una vida vivida a través de los zapatos en Kinky-Boots. Respondemos desde la literatura, desde lo que las letras y los significados nos dan permiso sin desearlo, desde donde las voces que se plantean el silencio como medio de comunicación se abren, desde nosotros mismos y los que quieren ser escuchados. ¿Qué es la metamorfosis? La metamorfosis es todo. Ya es cuestión tuya, Lector, advertir hasta dónde quieres saber la profundidad que esta metamorfosis te conforma. Que lo disfrute.
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Cuento
Ciudades Por Damián González Tomaba el ticket, subía al tren, le agregaba un número. Después hurgaba en la memoria de sus bolsillos vacíos, aquella razón de no buscar más las palabras, o el reino lírico de la mujer que trataba de olvidar. Buscaba el azar con frecuencia, poseído por una soledad irreparable, su imagen corporal jamás tuvo tal escritura como la que ahora tenía. Los trenes a los que subió, fueron fieles testimonios el día que simplemente dejó de existir. * Un día despertó, con la curiosidad de escribir como mujer, pensar como mujer, hacer el amor como mujer. Cuando se vio en el espejo tenía el cabello largo, sus zapatillas combinaban con la falda corta con la que lucía radiante. Por fin era lo que siempre fue y se cambió el nombre a Rubí.
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A Thery le avergonzaba el hecho de considerarse común, pero cada mañana repetía en un acto monótono su terrible silencio. Por las noches mataba el tiempo para leer el mismo libro que la atormentaba en todos sus sueños. Tenía la idea de ser salvaje, como los personajes que leía e incluso ser presa del apetito voraz de un viajero. Le inquietaba, por ejemplo, que sus pocos amigos fueran terriblemente ordinarios, que en el pueblo no hubiera ruidos, como de carnavales, ni un solo bar al cual ir a distraerse. Thery pensaba que ni Dios mismo conocía sus más hondos pensamientos o secretos. Es por eso que la mañana en que todo el pueblo desapareció, a ella se le vio en la carretera con un rostro placentero, tan lleno de extraordinaria felicidad, como si su alma ya descansara.
Poesía
El gato por Fernando García Érase una vez un gato que creía ser un ave,
Recuerdo cuando era chango
un perro que maullaba y un chango que razonaba.
¡cómo me gustaba escribir! encaramado en mi rama, un poco bohemio, vuelto un anacoreta.
El gato intentó volar pero al suelo fue a dar
El tiempo era mi cómplice, la soledad mi estrategia.
soy un ave que no vuela, concluyó. El perro maulló y maulló, buscaba alimento,
Extraño mis libros viejos, tan maltrechos por la vida,
sólo así cayó en concierto, soy un gato mudo, se dijo descontento.
herederos de antiguas bonanzas, dueños de hermosas remembranzas.
El sabio escribió un poema pero nadie lo supo leer.
En aquel librero se encuentran ahora esos recuerdos añejos
Soy de un país extranjero, eso debe de ser.
de cuando fui chango, de cuando fui ave, ayer, apenas ayer...
El ave miró a los tres desde el vuelo,
De alguna manera los poetas son todos, mitad hombres, mitad aves,
y con aires de compasión pensó mientras reía:
volando entre las ramas, pensando en poesía profana.
esos gatos soberbios,
Hacia allá vamos poetas, sabios y changos, juntos todos,
pretenden volar cuando el perro apenas intenta maullar.
buscando encontrar un descanso, al fin, por fin, el descanso.
Si el gato volara, seguro yo seria su alimento, si el perro maullara, ¡qué horrible engendro!
Nunca un poeta fue sabio, sólo yo, dijo el chango
¡Pero qué lindos versos escribe mi amigo el poeta!
que pudiendo ser hombre, me quedé chango.
es una pena que estè deseando ser hombre.
Es triste la vida del sabio, él deseando ser chango y siendo sólo un hombre...
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Recuerdo cuando era chango ¡cómo me gustaba escribir!
¡El gato vuela sin alas!
encaramado en mi rama un poco bohemio, vuelto un anacoreta.
¿cómo es que lo ha logrado?
El tiempo era mi cómplice la soledad mi estrategia. -Para volar no hace falta ser ave, ni simio ni sabio, Todos los poetas de alguna manera mienten,
para volar hay que ser insensato, aventurero,
son mensajeros de lo abstracto, creadores de ilusiones.
poco dogmático, distraído, abstraído,
Están locos, locos todos ellos,
algo romántico, algo humano -se dijo el gato.
locos los buenos, también los malos. Y así fue como, con más esperanza que certeza, Es triste la vida del sabio,
el gato a los versos se dejó aventurar,
él deseando ser chango y el chango vuelto un poeta.
y de tantas veces que intentó volar, aquellos fracasos al fin tuvieron recompensa,
Así que este gato se siente ave,
pues el poeta vuela, en verdad lo hace,
de repente me recuerda a aquel insensato,
siempre y cuando no se vuelva hombre,
a aquel anacoreta que creyó, que alguna vez soñó,
siempre y cuando, abandone toda certeza.
que podría ser poeta. Al camino de las letras, bienvenidos los insensatos, no importa el género, poetas, sabios o changos, el único requisito importante, es haber sido gato. haber sido… un gato.
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El gato Fotografía por Fernando García
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Primus Inter Pares
Un buen par de botas bien valen una larga caminata Kinky boots
Suele otorgarse a la figura del profesor un papel fundamental en la formación del individuo. Tal vez ya no estemos en aquellos tiempos en los que la escuela era una extensión del hogar y el docente, un segundo padre, pero nadie podría negar que aún se considera que, además de llenar la cabeza de los niños con innúmeros datos, el educador tiene la misión de formarles el carácter; aunque a veces los resultados no sean los esperados. Debía yo tener unos diez años cuando la maestra Yolanda llamó mi atención sobre un hecho que, a cualquiera de esa edad, pasaría más que desapercibido: “Debes cuidar la limpieza de tus zapatos, cuando las mujeres buscan marido es lo primero en que se fijan”. La ecuación me dejó perplejo, ¿sería que las posibilidades de tener pareja
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estarían en relación proporcional a la cualidad del calzado? Como quiera que fuese desde entonces no pude dejar de observar los pies de las personas, los zapatos se convirtieron no sólo en una parte fundamental de mi vida, si no en una obsesión. Si ahora alguien me preguntase ¿qué es lo más hermoso del mundo?, no respondería que una puesta de sol, las hojas de los árboles que caen durante el otoño o la faz del ser amado; no, sin duda haría eco de las palabras de Charlie Price en Kinky Boots (2005) y respondería: “no hay nada más bello que un par de zapatos”. Charlie Price (Joel Edgerton), tras la repentina muerte de su padre, decide hacerse cargo de la fábrica de zapatos para caballero que ha pertenecido por generaciones a su familia; ello provoca
Por Carlos Márquez que suspenda los planes de boda que tiene con su prometida Nicola (Jemima Rooper) y, peor aún, la por ambos añorada mudanza a Londres, el escape de la anodina y conservadora Northampton. Como si las calamidades no fuesen pocas, la empresa atraviesa por malos momentos, en el nuevo mercado no hay lugar para la manufactura duradera y artesanal. Sin saber cómo salir del bache, Charlie decide tomar el reto lanzado por Lauren (Sarah-Jane Potts), una de sus recién despedidas empleadas, y buscar un nuevo mercado: la elaboración de botas para Drag Queen. Ello lo obligará a trabajar con Lola (Chiwetel Eijofor), cantante principal del club londinense The Angel, en el diseño de una nueva línea que será exhibida en la semana de la moda de Milán.
Charlie en medio del trabajo a marchas forzadas cuestionará sus principios y su lugar en la tradición de la familia Price, se enfrentará a los sentimientos contradictorios que Lauren le provoca e intentará mostrar a Nicola que es un buen hombre de negocios pese a que ello ponga en riesgo su relación. Por su parte, Lola revivirá su infancia provinciana y prejuiciosa, luchará por ser respetada en un entorno marcadamente masculino y se debatirá entre su meditada apariencia femenina y su particular forma de vivir la masculinidad. Kinky Boots, mediante el uso de pulcros primeros y medios planos y de actuaciones medidas (pese a que el tema podría haberlas conducido a un tono fársico), muestra el conflicto íntimo que vive el ser humano en su búsqueda de identidad ya sea familiar, sexual
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o social. Mención aparte merecen la iluminación que enmarca y acompaña la vivencia de los personajes y su caracterización, especialmente los zapatos, que se convierten en un símbolo de sus deseos y frustraciones; como muy bien muestran Lola y Lauren al ponerse el reto de adivinar el carácter de las personas por medio del calzado que portan. Kinky Boots es de esas pocas películas que lo tienen todo. Si gustan de una comedia romántica, lo es; si buscan un drama de búsqueda de identidad, allí está; si son aficionados a las historias de superación basadas en hechos reales, aquí lo encontrarán; si buscan una cinta con números musicales, plumas, lentejuelas y toneladas de maquillaje, también lo posee. Así que, haciendo ahora eco de las palabras del presentador de The Angel: “Damas, caballeros y
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aquellos que aún no se han decidido por ninguna de las opciones”, no duden en menear mente y esqueleto al ritmo de las imágenes debut creadas por Julian Jarrold.
Poesía
Pequeña Biblia por Carlos R. Mass
I Veréis lo bueno
II
Los cielos y la tierra
Gozaban de una locura
La luz
tus párpados
(y el día) Las aguas (y los mares)
se abrían para dejarte ver el mundo
El cielo
real
(y las nubes) La hierba (hierba que dé semillas) Lumbres en la extensión del cielo (que revienta)
III Siglo XXI Ya es hora: descendamos del mono.
Estaciones (que se van) Seres vivientes (que también se van) (fructificar y multiplicaos) Entre sí y a los vuestros pero observa y veréis lo imprescindible.
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Ensayo
Dialéctica de vida Por Óscar Estrada Arthur Schopenhauer señala desde un punto de vista aparentemente fatalista, que la vida no es más que un ciclo incesante de pelea y lucha contra la vida; nos dice que el papel principal del humano es sucederse a través de un sinfín de emociones —más negativas que positivas— que generan decepción exponencial hasta llegar a la derrota final: la muerte. El autor comenta que para el hombre que desea evadir esa negatividad y las sensaciones de soledad, tristeza y hasta depresión que pueden llegar a causar, hay una salvación: Arthur —con bastante consciencia del budismo— indica el Nirvana como alternativa para el hombre agobiado por la pesadumbre y explica que el precio a pagar para alcanzar este estado donde el hombre no experimenta más dolor, es entregar la voluntad.
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Lo que precisa también sacrificar capacidades para sentir felicidad, logro o las dulzuras de la bienaventuranza. Es ciertamente triste el método para eliminar la tristeza. Me refiero a que, ¿Qué clase de hombre subleva su voluntad, y, más importante, se despide de la felicidad solamente para evitar el dolor? ¿Vivir como un ente solamente compuesto de materia orgánica que no es reactivo ante las circunstancias de la vida es vivir? Es sólo un cuerpo esperando la hora de la derrota final de la vida; el remedio es peor que la enfermedad. Naturalmente, si fuera enfermedad, podría ser relativamente comprensible, pero pienso que el dolor y la pena son ‘males necesarios‘ para la formación de todo hombre. Se necesita esa oscuridad y negatividad para formar la conducta
que se va a ejercer durante la segunda mitad de la vida; es ésta la que nos ofrece un estilo de vida que procura mitigar las malas experiencias, sin tener que recurrir a la supresión de la voluntad. Una dialéctica de vida nos salva de la vida. Justo esto es lo interesante: en mi convivencia diaria me he encontrado con un sinfín de contemporáneos que afirman que el núcleo de vida —entendiéndolo como el eje y motivo principal de ésta— es practicar el frenesí desmedido de actividades que desafían la salud, o como a ellos les gusta llamarlo: ‘vivir su vida’. Esta preocupante práctica es curiosa, ya que los fieles seguidores de ésta también son amantes de la limitante y aprisionante inclusión tecnológica, que más bien se refleja en un aislamiento social, a excepción de los momentos en los que salen a destruirse,
con la premisa de que sólo se vive una vez y el tiempo vale oro. Naturalmente que lo vale, por eso, pienso, se deberían de dedicar unos minutos a la formación o al menos esbozo de un código moral o al menos de la percepción real de la vida, con la finalidad de que puedan llegar eventualmente a las interrogantes que el autor alemán plantea en algunos de sus ensayos existenciales. Si no se llega a éstas preguntas, tendremos una generación de viejos frenéticos y desmedidos. Preocupante, pues puede derivar en demencia casi colectiva, y aquellos que no opten por el nirvana, no tendrán conocimiento suficiente de la realidad de la vida, y acabarán adoleciendo por el resto de sus días, lo que hará que la lucha con la vida —supuestamente más cerrada y menos dolorosa en el último tramo de ésta— se hará más férrea y desesperante, hasta que el invicto ganador tome otra alma.
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Yuh Quimati Noyollo
Procedimiento para lanzarse al vacío Por Óscar Mendoza Basados en la observación constante e infalible,reforzada con la experimentación y comprobación tácita de los hecho, y finalmente, impulsados por un deseo innato de preservar a la especie, hemos elaborado este pequeño manual para lanzarse y salir volando del vacío. Empecemos por lo sencillo. Aunque usted haya perdido su casa, su empleo, o se haya perdido a sí mismo, no pierda la calma. Concéntrese en su propia persona y elabore un círculo de fuerza que lo protegerá de sus propios miedos. Luego, con la ayuda de nosotro, logrará pararse en la orilla del acantilado.Mire hacía el fondo y no sienta vértigo alguno. Pero no se adelante, apenas vamos comenzando Inmediatamente después, cuando sea capaz de poner los dos pies en el borde y no le tiemblen las piernas, cierre
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los ojos. No piense en su fallecida madre durante el accidente o en la depresión de su padre y su posterior muerte. Evite a toda costa sentir resentimiento contra el causante del choque y bajo ninguna circunstancia se permita tener coraje, ira o sed de venganza. Sólo así podrá mantener el equilibrio, alzar los brazos y sentir el aire que brota del fondo y lo llama; todavía no se lance. Lo felicitamos, ha ido más lejos de lo que cualquier persona en su situación ha llegado hasta ahora. Prosiga con calma, mantenga los ojos cerrados, los brazos abiertos y forme una T. Junte los pies, sienta el rugir del aire, el aliento del fondo y confúndase con la oscuridad. Le arropará como su tía poco antes de irse. Lo besará en la mejilla como el sacerdote que lo confesó. Le susurrará en el oído como la abuela, postrada en
una cama con tubosmetidos en la nariz y todos sus orificios, sentirá un empujón como los que daba el abuelo justo antes de caer preso por haber estrangulado a su hermano. Ahora está cayendo, déjese envolver y no piense en el fondo. Pero no vuele todavía. Mientras cae relájese. No se preocupe por las deudas que puede dejarle a sus hijos. No piense más en el destino de su mujer ni el de sus cosas, yaa serán repartidas y ella repatriada o viceversa. Sienta las paredes de aquel túnel vertical y cómo se aleja la luz del comienzo y se acerca el fondo negro. A esta profundidad percibirá un fuerte olor pero no se asuste. Son sus propios humores siendo expulsados de su piel. Se sentirá poco a poco más ligero. Tendrá que acostumbrarse, de manera inmediata, a la nueva ligereza que lo
hará caer más lento. Para entonces ya habrá olvidado sus sueños frustrados, a sus enemigos y sus malestares. Las piernas ya no le pesarán porque ya no tendrá piernas. La cabeza al fin dejará de punzar y el corazón dejará de doler. Su enfado desaparecerá mientras le brotan las alas. Y ahora sí, podrá agitarse y volar desde el fondo. Como verá nuestro método es efectivo y comprobado. La mayoría de nuestros pacientes resurgen de las sombras y emprenden el vuelo porque siguieron al pie de la letra nuestro procedimiento. Garantizamos resultados visibles de inmediato;siempre y cuando obedezca el manual como usted lo ha hecho; aunque de todos modos se haya estrellado en el fondo.
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Cuento
Morte
Por Miguel Ángel Araujo
Cerró con llave y bajó las cortinas, apagó las luces en todas las habitaciones, dejó que el silencio y la penumbra lo acogieran, encendió un cigarrillo, soltó un par de bocanadas, hizo un esfuerzo por disfrutar el aroma a tabaco que envolvió el ambiente, pero no pudo más que soportar el humo que exhalaba. Había dejado de fumar hace más de una década, su esposa le suplicó que lo hiciera; cuando lo hizo, se lo agradeció con el primer hijo varón de los dos con que habían soñado. Abandonó lo que quedaba del cigarro sobre un escritorio y dejó que se consumiera cual varilla de incienso e impregnará su olor en cada rincón. Avanzó a tientas, aún a oscuras, tomó una vela, accionó el encendedor, un par de chispas, después la flama, la mecha comenzó a consumirse, la luz batalló con la penumbra, recuperó territorio. Raúl suspiró, cogió el revólver color plata, revisó el tambor, estaba llenó, retiró cinco de las seis balas de capacidad que tenía el arma, giró la ruleta, levantó la vista, observó su reflejo en el espejo que se encontraba frente a él —¿no derramarás ninguna lágrima?, ¿mantendrás esa expresión fría y terca hasta el último momento? —cerró el puño e hizo estallar el cristal con sus nudillos. Gotas de sangre y trozos de cristal llovieron sobre el suelo, colocó el cañón del
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revólver en su sien, jaló el martillo y presionó el disparador. La ruleta giró, un hueco sonido metálico, tiritó su mano, sus piernas temblaron. Cilindro vacío. —¿Piensas acabar pronto, o puedo volver más tarde, cariño? —la voz alteró por completo el ambiente, Raúl se sintió absorbido por un abismo, lo invadió la incertidumbre, el pánico. Giró tan rápido como pudo, levantó el arma y apuntó a la oscuridad. —¿Quién ha dicho eso, quién está ahí?, ¡salga ahora! —sus ojos buscaban ansiosos alguna figura entre las sombras, movía con desesperación de un lado a otro la mirilla del cañón. El silencio respondió a su pregunta, sus latidos imitaban el tictac del reloj al marcar los segundos, se consumió un minuto y Raúl comenzó a convencerse de que aquellas palabras no habían sido pronunciadas fuera de su mente. Bajó el arma, buscó el interruptor con su mano la pared, un clic y la luz apareció, las sombras ardieron, y el resto de la oscuridad se ocultó en los rincones. Raúl se volvió para dirigirse al diván pero se congeló en el acto, preso de una mezcla de terror y sorpresa, un hombre lo miraba desde el sofá, se encontraba tendido con total placidez, su indumentaria negra lo cubría
de los pies a la cabeza, usaba zapatillas altas y el traje más oscuro que Raúl había visto. Sostenía un bastón con su mano izquierda y un sombrero de copa alcanzaba a tapar sus ojos, el resto de su rostro, así como sus manos desnudas, parecían estar cubiertas de marfil, el negro de su vestimenta contrastaba con el blanco óseo de su piel de tal forma que parecían cuerpos distintos. A Raúl un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, antes de poder articular palabra alguna alzó su arma y apuntó al extraño que lo miraba expectante. —Hola, cariño —era la misma voz que instantes atrás lo había alarmado, una voz cálida, varonil—. No hay necesidad de eso, mi cielo. Baja el arma y ven conmigo. —¿Quién eres?, ¿cómo entraste?, ¿qué es lo que quieres? —Raúl profería las palabras con gran esfuerzo, sentía que su voz se quebraba al final de cada oración, sostenía el arma con sus dos manos, pero ni eso lograba evitar que no pudiese mantener la mira fija, de haber disparado hubiese fallado a pesar de la corta distancia. —¿Acaso mi presencia te ha hecho olvidar el destino que tiene la bala dentro de tu arma? —el hombre se levantó, era mucho más alto que Raúl, incluso sin las zapatillas lo reba-
saría, avanzó con soltura hacia él, meneaba las caderas con ligereza. Cuando estuvo más cerca, Raúl se sintió amenazado y guiado por su instinto accionó el arma, de nuevo el hueco sonido metálico y nada más, otro cilindro vacío. El extraño esbozó una sonrisa coqueta, se inclinó sobre el rostro helado y pálido de Raúl, besó su mejilla con ternura y susurró en su oído—. Tranquilo, cariño, no pretendo lastimarte —dio media vuelta y recorrió el espacio con la mirada, suspiró—. Todo es tan monótono, el mismo escenario, la repetición cíclica de todas las etapas de esta enfermedad y otra vez el mismo tablado, el mismo caos enclaustrado, sometido a interpretar la farsa del orden y la resignación, pero todo apesta a ansiedad, a desesperación, cada acto es una manifestación del apego a este sufrimiento. —¿De qué hablas? —Raúl podía sentir como su sangre perdía calor y su piel se helaba por dentro, su corazón bombeaba con prisa y su pecho apenas podía contener el golpeteo. Se sentía confundido, inquieto, miraba al hombre sin la seguridad para afirmar si se trataba de una visión, o algo más tangible, llevó su mano a la mejilla, el beso había sido real, aún podía sentir el tacto helado de sus labios— ¿quién eres? —preguntó de
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nuevo, con más calma esta vez. El hombre lo miró, levantó su sombrero y dejó ver un par de esferas blancas y luminosas, ahí donde deberían estar sus ojos. —Mi nombre, cariño, es Andree Morte, pero puedes llamarme como mejor te plazca, parca, calaca, huesuda, catrina, destino, maldita desgraciada o… muerte. Raúl perdió el equilibrio, el revólver se le escapó de las manos y cayó a los pies de Andree Morte, trató de separar su mirada de los ojos del hombre, pero no podía dejar de mirar aquellas esferas que parecían ver más allá de su piel y escrutar en su interior. Andree cogió el arma del suelo, bajó de nuevo su sombrero y las luces blancas desaparecieron, ofreció su mano a Raúl y lo ayudó a componerse, lo guió hasta el diván y ahí lo hizo recostar. —Tú mataste a mi esposa y a mi hijo, tú te los llevaste — Raúl lo miraba con rabia. —Así es, cariño, fue esta mañana, tu hijo fue primero y después Elena; bello nombre, sencillo, no pretende ornamentar a la persona con cualidades que quizá no posea, es sólo un nombre, como el tuyo, hay nombres que comprometen a la gente, los obligan a guardar una imagen —Andree pudo observar
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en el rostro de Raúl una expresión de ira –lamento no poder compadecerte, cariño, sé que parezco insensible, pero no puedo sentir pena por tu situación, y me veo incapacitada para pedir una disculpa, la verdad es que cada vez que uno de ustedes abandona su existencia me siento aliviada. Estoy cansada, ustedes me enferman y cada vez me siento más agotada. Andree se sentó en el otro extremo del diván, observó con detenimiento el arma, Raúl lo miraba con terror, con furia, con impotencia, dominado por la intriga, sumergido en la confusión, inmóvil a causa de la falta de entendimiento. —¡Qué frágil es la vida!, gritan ustedes y revientan en llanto en esas ceremonias que llaman velorios, y soy yo quien carga con el verdadero peso de su existencia, me consumen día a día con su presencia, y son ustedes los que se lamentan cuando exijo lo que me pertenece, mi orden, mi paz, mi salud, ustedes necios e impertinentes se reproducen sin conciencia. No bastándoles el desgaste que me causan con cada latido del que gozan, se mofan de mí y alardean eternidad, fantasean con edenes, resucitan ídolos y los llaman dioses. Pero la muerte es lo único natural y eterno, ustedes son caos, una
revolución al orden y la coherencia, son un virus —Andree se encogió de hombros, suspiró con fuerza y se giró hacia Raúl—. Estoy fatigada, cariño, harta de luchar contra la vida, deseosa de sumergirme en un letargo profundo, y soñar con verlos pudrirse en su propia existencia, hacerlos eternos como tanto desean, aunque eso signifique mi fin. —¿Dices que podrías detener el ciclo natural de la vida?, ¿acabarías con el fin? —Los encararía con su propia existencia, al fin tendrían conciencia de lo que son, un virus y nada más, cargarían con su propio peso y no pensarían más, sino su existencia es frágil, anhelarían la muerte. El caos no puede mantenerse a sí mismo, lo devora todo hasta que acaba, después es autodestructivo, no sigue ningún un orden, ustedes son caos. —¿A qué has venido aquí?, ¿por qué hablas ahora conmigo?, ¿por qué este discurso, por qué expones ante mí tu pesar y sufrimiento? —Porque tú hacías lo mismo cuando yo llegué, estabas cansado de luchar contra la muerte y decidiste ceder, pero lo haré yo primero, cariño —Andree Morte se puso de pie, miró
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a su interlocutor, se quitó el sombrero, su cabeza era blanca como la leche, las cuencas blancas brillaban en su rostro, le dedicó una reverencia a Raúl. Dejó el revólver sobre el diván, caminó hacia la puerta, sus pasos resonaban en toda la habitación, giró la perilla, la puerta se abrió, sonrió a Raúl. —Ahora sí puedo compadecerte, cariño, en verdad lo lamento —soltó una carcajada, cruzó el umbral y desvaneció al instante. Raúl había comprendido muy poco de lo sucedido, o se negaba a entenderlo, un sudor frío le recorrió la frente, se lanzó sobre el arma, y la cogió tan rápido como pudo, notó que sus manos temblaban más que antes, cuando el cañón tocó su sien recordó el beso frío de Andree y palideció, apretó el disparador, cilindro equivocado, dejó escapar un alarido de desesperación, repitió la acción, un fuerte sonido lo aturdió por completo, un relámpago de dolor cruzó por su cabeza, sintió la sangre escurrir a ambos lados de su rostro, una sonrisa irónica se dibujó entre sus labios, continuó apretando el disparador, se hipnotizó un momento con el eco de la ruleta al girar, daba igual que el tambor estuviese vacío, había comprendido ya que no podía morir.
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Encendió un cigarrillo, apagó las luces, dejó que la oscuridad lo abrazara, se sumió en el diván, un par de bocanadas, disfrutó el aroma a tabaco que se impregnó en el aire, mantenía un gesto en su rostro que no llegaba a ser sonrisa, ni pretendía ser algo más. —Esto es la eternidad, este dolor que siento es la eternidad.
Dossier
Iraís Jiménez (Ciudad de México, 1993). Estudiante de Comunicación. Ha colaborado en proyectos editoriales, de difusión cultural y de marketing digital. Le interesa la producción audiovisual. Actualmente es Directora editorial de Revista Iboga y miembro del consejo de organización de la Feria Interactiva de Revistas y Publicaciones Periódicas Independientes (FIRPPI).
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Makeup artist y styling: Tania Valdovinos
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Modelos: Jair Cuevas y Valeria Hernรกndez
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Colaboradores
Damián Alejandro González Pérez
Oscar Mendoza Mora
(Cd. Reynosa, Tamps.1984). Ocupación: caminante de las letras.
Radica en Morelia, Michoacán, y es colaborador de la Revista
Promueve la lectura en comunidades de sordos.
Clarimonda y ERRR Magazine.
Fernando García Romero
Dr. Carlos Márquez
(México, DF., 1987). Estudiante de la Facultad de Artes y Diseño (FAD),
Profesor de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán UNAM
UNAM. Considera su actividad y pasión principal la fotografía de autor;
en las carreras de Diseño Gráfico y Lengua y Literatura Hispánicas.
por ello es que está en constante búsqueda de fuentes de inspiración.
Traductor de lengua portuguesa con colaboraciones varios proyectos
“La literatura es algo que me permite explotar facetas de mí mismo que
tanto académico, como literarios. Amante de la literatura per se y
se muestran solamente bajo ciertas circunstancias. En la escritura
escritor en horas vagas.
encuentro una forma de expresión que enriquece todos los aspectos de mi vida, me ayuda a conocerme y a entenderme con los demás”, asegura.
Carlos R. Mass Canto (Campeche, México, 1995). Estudia literatura en la Universidad Autónoma de Campeche (UAC). Ha publicado en el Colectivo Resortera y en el suplemento periódico de su estado.
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