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El cine es poesía El hombre y el monstruo

El hombre y el monstruo

Los años cincuenta fueron una buena época para el cine mexicano. La industria cinematográfica apostaba por todo tipo de historias, aunque la mayoría seguían la tradición del vodevil como estructura, también existieron otras que optaron por dejar de lado los números musicales cantados como movimiento de la trama principal.

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El hombre y el monstruo

Por Azucena Mecalco

En aquellos años se apostó por la comedia, el drama, la tragedia, pero también se incursionó en la ciencia ficción, el thriller o el género policiaco. Se apostó por todo, aunque no en iguales cantidades.

Como parte de esas aventuras alejadas de los clásicos melodramas rancheros, en 1958 Rafael

Baledón, ya conocido por su actuación en trabajos como Aguila o sol (1939), La sin ventura (1948) y la dirección de cintas del estilo de Gitana tenías que ser (1953), Besos prohibidos (1956) o El tesoro de Pancho Villa (1957), llevó a la pantalla la historia de Raúl Zenteno, adaptada al cine por Raúl Salazar: El hombre y el monstruo.

Con el trabajo de Raúl Martínez Solares, prolífico fotógrafo de la época de oro, y música de Gusta-

vo César Carrión, esta película, poco recordada en la actualidad, presentó una faceta distinta en la carrera de Abel Salazar, al mismo tiempo que mostró el coqueteo de los cineastas con las historias de misterio con tintes policiacos y terroríficos.

La trama es conducida por Ricardo Souto (Abel Salazar) un reseñador de espectáculos que acude en busca del famoso pianista Samuel Magno (Enrique Rambal), para conseguir una entrevista sobre sus futuros planes, después de que éste desapareciera del mundo al alcanzar la fama. Pronto Ricardo se ve envuelto en una misteriosa confabulación que envuelve al músico, a su apática madre además de una serie de asesinatos y desapariciones.

La virtud de este trabajo de Baledón es su capacidad para enarbolar la trama desde el exterior y dejar el texto principal en un segundo plano, revelándose poco a poco hasta ocupar el lugar preponderante de la película, en un paralelismo con la historia del propio músico, protagonista oculto de todo el contubernio.

Además de la música, mezcla de original y preexistente, otra jugada del director fue presentar la transformación del monstruo

Hyde (1886), en la cual se muestra de forma explicita la bipolaridad de la personalidad humana, no cabe duda que la forma de trabajarla le brindó una dimensión distinta, creíble y adaptable para el contexto en el que se le sitúa.

Vale la pena retomar este tipo de películas para notar que la época de oro del cine mexicano se constituyó con algo más que charros cantores, comedias de situación y melodramas hiperbólicos, y quizá ello brinde esperanza al cine actual para volver la atención sobre ficciones más creativas y menos naturalistas.

en directo. De manera que somos capaces de penetrar en cada cambio que sufre el personaje mientras más se adentra en la música que toca.

Desde luego, en la actualidad, el maquillaje utilizado para la transformación de Samuel Magno en el monstruo puede encontrarse artificioso o exagerado; sin embargo, para el momento de su producción la técnica empleada resultaba efectiva y escalofriante.

Aunque la historia tiene mucho en común con el clásico Strange Case of Dr Jekyll and Mr

FICHA TÉCNICA Título: El hombre y el monstruo Dirección: Rafael Baledón Guion: Alfredo Salazar Fotografía: Raúl Martínez Solares Música: Gustavo César Carrión Año: 1958 País: México Duración: 78 min.

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