Un hermoso día de verano dos grandes arquitectos bajaron a la orilla del mar.
Cada uno quería construir un castillo, su gran castillo. Y querían que fuera el más maravilloso del mundo.
¡Menudo disgusto se llevaron al encontrarse!
<¡Qué mala suerte!>, se dijo uno. <¡Qué mala fortuna!>, pensó el otro. Porque ambos imaginaban que estarían solos.
Tras mirarse un buen rato con cara de pocos amigos, se pusieron manos a la obra.
Los dos estaban convencidos de que su castillo serĂa el mejor.
Trabajaron muy duro, hasta que sus castillos quedaron finalmente acabados. ¡Eran magníficos! Tan magníficos que todas las gaviotas de la playa se acercaron a mirar.
También salió a mirarlos un inmenso cangrejo. Y no le gustó nada lo que habían construido en su playa. Corrió hacia un castillo… ¡y lo derribó con sus enormes pinzas! -¡Oh, no! –gimió el arquitecto. -¡Ja, ja! – se rió el otro.
Luego corrió hacia el castillo que todavía seguía en pie y también lo derribó. -¡Ja, ja! – se rió el arquitecto que antes había llorado. -¡Oh, no! Gimió el arquitecto que antes había reido.
Tras lamentarse un buen rato, los dos arquitectos se pusieron a trabajar de nuevo.
<Esta vez mi castillo será más fuerte>, se prometió uno.
<Esta vez mi castillo será más alto>, se juró el otro.
Pero por mĂĄs que lo intentaron, los castillos no resultaron ni tan altosâ&#x20AC;Ś
â&#x20AC;Ś ni tan fuertes
Los dos arquitectos volvieron a mirarse con cara de pocos amigos. Sin duda hubieran preferido estar solos.
-Levantaré una muralla para no verte nunca más –Dijo uno. -Desaparece de mi vista –contestó el otro.
Y así fue: entre ellos creció una muralla muy alta que no les dejaba verse.
Sin embargo, los dos grandes arquitectos se preguntaban: <¿Será mi castillo el más hermoso de la playa?>
Y como no pensaban en otra cosa, los dos arquitectos ya no se daban cuenta de lo que pasaba a su alrededor.
Ninguno not贸 que se acercaba una incre铆ble ola azul. La ola rompi贸 sobre la playa, y no dej贸 nada en pie.
Los dos grandes arquitectos se miraron de nuevoâ&#x20AC;Ś Pero esta vez no lo hicieron con cara de pocos amigos. Estaban tan tristesâ&#x20AC;Ś. A nadie le gusta beber agua de mar.
Fue entonces cuando alargaron sus brazos y se estrecharon las manos, como hacen todos los grandes arquitectos.
Empezaron a hablar y decidieron trabajar juntos para construir un Ăşnico castillo. Un castillo realmente
altoâ&#x20AC;Ś
…
realmente fuerte…
… realmente hermoso
El mar se sintió tan orgulloso de ellos que les regaló uno de sus caracoles mágicos.
Y entonces los dos amigos jugaron juntos hasta el atardecer. ÂĄNunca se habĂan divertido tanto! Y cuando oyeron los gritos de sus padres llamĂĄndolos, se marcharon con la promesa de volver a verse.
El sol ya no estaba, pero otras luces iluminaban el cielo.