| Me Arde, Brevísima Antología Arbitraria Ecuador-Colombia |
Colección: Vamos a brillar, mi amor
Me Arde, Brevísima Antología Arbitraria Ecuador-Colombia
Compilación y selección Ecuador: Augusto Rodríguez Compilación y selección Colombia: Gladys Mendía
www.lospoetasdelcinco.cl
Me Arde
Brevísima Antología Arbitraria Ecuador-Colombia
© Copyright
de los autores del prólogo: Marcel Kemadjou Njanke
© Copyright
Paracaídas Editores de John Paolo Mejía Guevara, 2012 Mz. T, Lote 24, Urb. Flores de Lima 1ra etapa, Lima 36 paracaidas.editores@gmail.com www.paracaidas-editores.blogspot.com t. (511) 988 4247 58
Primera edición:
mayo de 2012
tiraje:
300 ejemplares
edición al cuidado de concepto gráfico & diagramación: Ilustración de portada:
Juan Pablo Mejía
Paracaídas Editores Unidad de diseño
Hecho el Depósito Legal Nº 2012-xxxxx en la Biblioteca Nacional del Perú Se permite la reproducción de esta obra siempre y cuando se cite la fuente. Impreso en Perú | Perú llaqtapi qillqasqa
Nota preliminar
Esta antología forma parte de la Colección titulada Vamos a brillar, mi amor, donde se unen a dos países o dos continentes, en la búsqueda del diálogo y la multiplicidad de registros poéticos bajo una misma temática que los envuelva. Tenemos a Me Urbe, Brevísima Antología Arbitraria Chile-Venezuela, en la que exploramos a 12 poetas de cada país y su encuentro con la ciudad; Me Vibra, Brevísima Antología Arbitraria Chile-Panamá, que gira en torno a la cultura y cómo esta nos hace sentir y decir de manera única. En Me Usa Brevísima Antología Arbitraria Uruguay-Perú, profundizamos en el ámbito social y político, en el que el sistema económico dicta la pauta, en la mayoría de los casos siendo infractor de daños irreversibles en nuestras comunidades. Me Arde Brevísima Antología Arbitraria Ecuador-Colombia, une versos dedicados al amor en todos sus matices en las voces de catorce poetas, a quienes consideramos representativos y agradecemos a ellos la buena voluntad al querer colaborar con este pequeño aporte a la posteridad creativa. Agradecimientos especiales a Fernando Cely y Martha Carolina Dávila Gladys Mendía
El fuego de los fuegos
Me Arde como lo indica su título es una antología del fuego. Este fuego que une dos países volviéndolos gemelos en la magia de la palabra; Ecuador y Colombia, este fuego une a catorce poetas que escriben del amor con varias tintas develando la estructura interior de cada uno de ellos y ellas. Después de la lectura de los textos no pude evitar escribir algo parecido a un diccionario del amor o mejor, una lista de las palabras que se deben encontrar en un poema de amor en nuestro mundo actual. Disfrutamos de estas palabras enumeradas en desorden: cuerpo, geografía, raíces, mano, lluvia, piel, geometría, territorio, tiempo, noche, lugar, desnudar, silencio, lugar, pierna, aliento, distancia calle, llanto, puerta, espacio, deseo, estallido, almohada, esperma, deseo, piedra, viento, fusión. Estas palabras son palabras triviales que la rueda existencial hace vocear millones de veces por día. ¿Significa esta acotación que el amor es algo que no tiene importancia? Darién Giraldo Hernández nos presenta primero el amor como algo breve en contra del deseo que respira la eternidad. Por otra parte nos dice que «el amor no es efímero como el viento». Estos versos dibujan las dos caras del amor: cara de luz y cara de sombra. Así nos encontramos en un universo en el que todo cambia permanentemente, una esfera en donde todo es como el amor, vale decir, como lo subraya Aleyda Quevedo Rojas desde Quito, «fluye como la estructura de un bosque». Esta esfera; «el lugar del amor» es el cuerpo
humano. El cuerpo del amante como el de la amada y también el cuerpo de la tierra y el del cielo. Todos estos cuerpos inventados o reales se mueven entre los brazos del día y de la noche; sobre todo de la noche que aparece entre los renglones de los versos de Carolina Dávila como el teatro del amor y continúa por el «movimiento» perpetuo de Fátima Vélez para acabarse en la contemplación que nos impone el «diario del refugio». Sí, amar es refugiarse en las manos o la “comarca” (John Jairo), del o la que amamos. Estos poetas son más que poetas, son músicos de la palabra y hacen cantar las metáforas desde los pasos sordos de los versos, hasta la ausencia de puntuaciones que simboliza la plenitud del silencio, nos familiariza con personajes que peregrinan en nuestra consciencia. Está Angélica, la orgullosa, lo afrodisíaco místico. Está Lorena, la bailarina cuya danza, como los colores de Jacanamijoy es camino, camino de la Lolita de Siomara España que conduce al descubrimiento del «yo soy Lolita». El sexo atraviesa a veces estos textos. No se puede evadir la relación entre el amor y la sexualidad. No se puede esconder que el sexo es la fragua en la que el fuego del amor transforma constantemente las horas. No se puede esconder que los miedos y las esperanzas de la juventud son materia prima que la fragua del amor transmuta en fuerza. Aquí el sexo es como la mano del amor que trata de reconciliar el corazón y el alma, el terruño poético y la huidiza eternidad que el tiempo no puede abarcar. El amor, como lo ha grabado Hermes en las piedras de las pirámides del antiguo Egipto, es la fuerza fuerte de todas las fuerzas. Esa Fuerza no habla y no puede callarse porque si habla los poetas se callaron y si se calla los poetas habla
ron en su lugar. Este juego de extremidades deja en la geografía del amor montañas de nostalgias y de sublimaciones que solo pueden decir y escribir los que tienen en sus ojos este fuego de los fuegos que deseos y desesperaciones alimenta en estos poemas escritos por jóvenes que a pesar de su edad están saciados de madurez, sabiduría y confianza. Marcel Kemadjou Njanke Douala-Camerún, febrero de 2012
| Ecuador |
Aleyda Quevedo Rojas (Quito, 1972)
El amor y las piedras
El amor en ocasiones se vuelve insustituiblemente frágil tanto que puede diluirse y perderse entre el oxígeno Esta necesaria levedad es anillo solar que se pega en la lengua inventando una ecuación de energía líquida Golpe de aire que se repite pocas veces y siempre tiene el rostro lleno de hielo El amor fluye como la estructura de un bosque de cristal su corte perfecto atraviesa montañas Pero las piedras siempre las piedras permanecen en el lugar del amor Logran convertirse en la exactitud que apenas la velocidad las supera.
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Estallido de los cuerpos
Lentamente alumbro tu necesaria parte erecta me entrenzo en tus brazos de sol te sumerges en mis pesta単as y abriendo las fauces nos perdemos en un estallido.
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Hai-kai de los pĂĄjaros
CuidarĂŠ tus pĂĄjaros pero me niego a hacer el amor en la jaula.
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Franklin Ordóñez Luna (Loja, 1973)
A la sombra del corsario El único destino es seguir navegando en paz y en calma hacia el siguiente naufragio. José Emilio Pacheco, Titánic
Se retuerce la noche, animal en celo. Perfora la piel, los huesos donde escribo la historia. Sube el mar: espejo y pájaro de agua; siembro tulipanes en el vientre de gaviotas. Recorremos Goya, de las bocas del metro emergen relámpagos, delfines, toros que navegan sobre espadas. Pero abres las alas, desapareces. Enloquecido me lanzo a la ciudad, te busco. Azoto mi cabeza contra el muro. La marea me arroja al país de barro y espejismos, de gangrena y minerales. Torpes las montañas me consuelan con historias de amores quemados. Te retengo en pedazos de papel, en mi piel donde dibujaste ciudades muertas. Te retengo en historias de hormigas, en la balanza, la sal que bebí de tu espalda. Lanzo mis alaridos a la cordillera, al nudo lleno de paja y fantasmas. Qué lejano el invierno, sus noches, nuestro lecho de metal y marihuana. Qué cercana tu voz, tus palabras con piedras de sol… Tus manos que atraparon las mariposas de mi garganta.
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Keanu Reeves
Sabes a mares del sur ceniza de marihuana. Llego a tus nalgas. Qué importan los versos, la música, Manhattan. Qué importan las torres desplomadas, el sur comiendo cieno, el vacío de los desterrados. Qué importa el mundo soy pez de tu mar en llamas.
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Manuel
Vale la pena haber nacido / s贸lo por o铆r pasar el viento, dice Pessoa; yo prefiero las cadenas de tus labios, tus manos como garras, tu esperma por mi sangre.
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Beatriz Viteri Garcés (Guayaquil, 1974)
Cadenas y más cadenas
Quiero que me sostengas con el aire que sale de tu boca, como si fuera un títere de esos que encontré junto a las pipas rotas que desgastamos de tanto fuego y saliva. Quiero la habitación llena de tu vapor bajo la luz de los faros que custodian el asfalto. Quiero sentir un golpe anárquico entre mis pechos hasta socavarme. Quiero tu voz imitando campanadas en el cielo. Cadenas y más cadenas. Cuando por fin lo tenga todo, las arrastraré por siglos.
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Fetiches entre las piernas
Todas las noches busco tu mirada de gato bajo las almohadas, y dentro del armario revuelvo mis interiores para encontrar algún bigote de color impreciso con aroma a durazno vaginal. Esculturas fisgonean en fila desde la repisa esta cacería acéfala. Escudriño mis cosas una y otra vez hasta rebotar sobre mi sombra. Descanso de este caos que te esconde. Todo está patas arriba y yo boca abajo con mis fetiches entre las piernas.
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Un demonio más en mí
Caes sin noche y sin mañana. Te paras a mirar mi boca seca. Enluto tus manos. Acaricio tus ojos y los niego. Toco tus piernas y las pego con cinta. Disfruto del ritual. Vuelvo para marcar mi territorio con fluidos nuevos. En este infierno, sin ese mito, vivo con un dios menos y sobre mí un demonio más.
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Siomara España (Manabí, 1976)
El regreso de Lolita
Yo soy Lolita así los Lobos esteparios me desenreden las trenzas con sus dientes y me lancen caramelos de cianuro y goma. Intuí mi nombre aquel día del puerto con los náufragos ¿recuerdas? Y aquel combate con Vladimir, el imperecedero. Sé que soy Lolita lo supe cuando me entregó sus manos laceradas de escribirme. Por eso cuando apareciste libidinoso y suplicante a contarme tus temores te deje tocarme morder mis brazos y rodillas te deje mutilar entre mis piernas los ardides de Charlotte. Sabía que tu vieja espada cortaría una a una mis venas 25
mis pupilas y me burlé cien veces de tu estupidez de niño viejo llorando entre mi vientre. y cuando todos los náufragos del mundo volvieron a mi puerto a entregarme dadivas que yo pagaba con carne tú saltaste tras mi sombra mientras yo, huía y bailaba. Por eso sé que soy Lolita, la nínfula de moteles y anagramas que vuelve con la maleta al hombro a retomar tras años el pasado.
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Duelo
Estoy haciendo todos los duelos a esta muerte: corto mis uĂąas, mi cabello, lo visto de negro, asĂ como a mi cuerpo. Cuelgo una manta en tu retrato y voy dibujando espacios ensangrentado besos, disfrazando fantasmas, Esquinas inconscientes de laberintos y bares mientras manos anacoretas emparedan los rincones. Con ojos vendados, diagramados, oxidados, lapidados de salitre, emprendo los duelos pertinentes. Hasta que liquide la hecatombe de la almohada, de la espalda, del derecho y del revĂŠs. Porque cuando me recupere de los golpes: contra puertas, ventanas y escaleras,
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entregarĂŠ a AbrahĂĄn, a Isaac y a todos los profetas los sacos de cenizas, donde guardĂŠ el duelo de esta muerte.
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Me despido de tu cuerpo de tus ojos, de tus manos de la cama vieja y de su estruendo me despido de las fiebres de los ecos de mis huesos en tus manos de tus dientes mordedores me despido porque es temprano me despido porque aun escucho tus gemidos. A chorros me sangran tus heridas aun escarbo la nostalgia de tu cuerpo porque si no me marcho podrĂamos ser felices.
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Xavier Hidalgo Cede帽o (Guayaquil, 1977)
Costillas devoradas
I
Con las fuerzas de tus caderas exploras mi universo anal Observas orgulloso mi constricci贸n mi cuerpo brilla incandescente y de mi aliento salen mil aves de cristal
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II
Soy aquel que disfruta del olor del semen que lo saborea y lo traga hasta la última gota vampiro no de sangre sino de vida Voy entre bambúes de olores siento la dureza de un linaje de guerreros que vencen al tiempo Danzan en mis venas las frustraciones y ascos de mis madres pasadas Me señalan sus sinfonías de maldiciones
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III
Los deseos armaron sus maletas la negra humedad se traga las paredes del baño a veces temo que muerda mis pies El aroma del perfume cabalga irónico en el ambiente mientras las costillas son devoradas Los alfileres están en reposo a veces lloran como niños y yo finjo no escuchar La reina de corazones ya no me mira más que se caiga por fin la casa de naipes y con ella todos mis recuerdos Fantasmas de caballos aun recorren mis entrañas recuerdo el olor su muerte su sangre blanca Me hago de piedra frente al espejo
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Alexis Cuzme (Manta, 1980)
Podemos mentirle al placer
Sigilosamente la tarde arrebata desencantos. Creer en tu sexo, en su frescura, sonoridad, es comĂşn y agotador. Zozobra el artificio, pero podemos mentirle al placer. Amor, tus glĂşteos encierran otra forma de vitalidad.
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Club de los premuertos
Frente al club de los premuertos avanzo, mi último pasillo, contemplo las luces como Al Pacino y Sean Penn. Me desconecto: yo no seré tú y tú no serás yo, rompo el nexo de la carne. Pequeña, llorarás. Todo principio suele ser así, revivirás las fotografías, absorberás el escaso aroma de mis camisetas, releerás las cartas en que mentí para acercarte, contemplarás hasta agotar las colillas vetustas bajo la cama, mis medias y botines jubilados, los últimos preservativos consumidos, mis discos gastados de ritmo y palabras descompuestas en dolor, el retrete donde paré el tiempo y la mierda para crear quimeras sin olor ni forma.
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Pequeña, llorarás, sobre la cama en que degustamos nuestros sexos y degollamos la idea de familia (sobre todo yo, responsable no era un complemento que encajara en mí) Mientras avanzo: pasillo sin regreso, pálido tumulto giratorio. Restaré 21 gramos, quizás más, para apoyar tu creencia almamito. Tú y tu dios travestirán mi idea tras la ida. Pequeña, llorarás, pero cierra la puerta no me resfriaré con tus lágrimas.
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Sobre páginas imaginarias
Te escribo desde el árido rincón de la tarde sobre páginas imaginarias frente a una taza de café rodeada por insectos un track inagotable volviendo en cada clic una imagen adjunta que no paro de admirar y la idea común que clama destrucción. Te escribo y me arrepiento: tus zapatos enlodados marcan nuevos signos la continuación de lo insólito tras de mí. Suprimo el párrafo la errada selección inliteraria que asoma sin vergüenza. Olvida que dije ser poeta es un título grande aún para mi estatura. Mientras todo sigue igual: la tarde árida insectos flotando en mi café el track parado en cada nota y la página imaginaria volviendo a su pureza.
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María de los Ángeles Martínez (Cuenca, 1980)
Grave
Ahora no tengo ganas de levantarte de un disparo la tapa de los sesos. y en un cajita floreada mandarle partes de ti, mal cocinadas, a la puta de tu madre… me siento horriblemente enamorada… y te veo y te beso y te beso y …la homicida se me duerme se me rinde se me muere …en tus hermosas pestañas
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Réplica
¿Cómo diablos ibas a entenderme, si al leer mis ojos te saltaste la mitad de los capítulos?
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Fin
Es duro descubrir de golpe que la felicidad no era esto de dar puùaladas‌ (pero casi)
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| Colombia |
Angélica Hoyos Guzmán (Magdalena, 1982)
Herencia
Llevo de un país en el agua un reino de las nubes, una nación de los árboles, una de la mirada, hasta una patria de nostalgias. Y este terruño de agua se parece tanto a los otros que tiembla cuando le caen las piedras. Se devuelve a la tierra donde se llena de raíces de papel en las manos de la gente algunos dejan plumas sueltas en ese pueblo de aire.
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Collage de primavera
Hoy no es día para escribir, el amor perece en los restos de una necesitada costumbre de buscarnos. Hoy las letras se fueron de resaca para fugarse en un delirio, honda es la lágrima, llena y abierta, en la ventana. Sobre las calles de ésta época flores de colores con su olor amargo a nacimiento hacen aureolas a los árboles en sus raíces... esa lluvia, sin puntos que juegan sobre el renglón, raya raya raya.
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Suerte
Qué suerte ser Angélica: planta medicinal afrodisíaca. Qué suerte no ser Cortázar: víctima de alguna caja china. Qué suerte no ser Gates: icono económico de una ventana repetida. Qué suerte no ser Dalí: en la realidad de los ojos cortados por navajas. Qué suerte no ser Chomsky: y esa competencia sumergida en el mundo. Qué suerte ser Angélica, y caminar por mis calles silentes arrastrando la música de una lata vacía. Qué suerte ser Angélica y vivir suspendida en el abismo minúsculo de este nombre. Qué suerte sentir los golpes, ver los moretones y la brisa que los toca. Qué suerte morir para renacer en las palabras no dichas. Qué suerte contar soledades en las gotas de la lluvia. Qué suerte ser otro humano, con eso es suficiente. 47
Dos bebidas
Una oleada de hojas meciéndose, el río con su voz perseverante, los grillos enamorando a las grillas, las grillas acicalan a la lluvia, tú voz recorre mis paisajes, mis manos recogen cada pluma de tus raíces, eso es todo, con eso nos basta. Que la existencia nos agarre por completo, hasta el último sorbo.
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Fernando Vargas Valencia (Bogotá, 1984)
Pete el conde Rodríguez repuja los colores de lo que quiero decirte A Lorena, mi geometría convergente
No podría suponer un territorio atado a las convergencias capaz de asimilar tan siquiera un matiz de tu cuerpo. Ola desgarrada, a veces eres playa, a veces el silencio de la tarde que va escribiendo sobre mi piel la cifra inconclusa del secreto. Antes de conocerte no tenía otro talismán que la sublime torpeza de inventarte. Así te he ido nombrando en cada geografía. He roto la feliz equidistancia de los filos escarpados, del amanecer que se repite en los vuelos de la embriaguez. Sería redundante hablar de geometrías cuando nuestras sombras decapitan el tiempo 49
ante los rostros que nos vamos imponiendo al ritmo de nuestros tambores enardecidos por la simetr铆a de sus deseos. Ahora, llevo tu cuerpo atravesado, marejada que va abriendo surcos y huye para retornar sin vacilaciones ni reparos. Acaso sea maravilloso suponer que cada vez que te toco, vas colmando los agujeros de la piel y vas perfumando con tu desesperada oscilaci贸n la desdichada quietud de no tenerte.
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Un poema como nunca otro A Lorena
El jugueteo de tus huesos que luchan a muerte por desplomar la semilla y su escozor, allá en lo alto del pecho que se revoca como un discurso tácito que va devorándote entera, en tu sublime religión que consiste en despeñar las paredes de las inútiles prisiones donde el amor se agota y se entrega a golpes e incendios entrecortados. Porque somos hordas siniestras que explotan en el intento por nombrarse es que punzo tus senos con la tempestad de insectos que nacen y se pudren en lo más recóndito de mis ansias. Desnudez infame que nos derrota apenas con el roce de los poros erectos y las crueldades más elementales. Hay un grito, un sonido que se ahoga en la promesa de ser una vocación. Pero lo que nacemos y matamos 51
cuando somos la desnudez reflejada en el deseo animal de nuestras manos, es sordo, no tiene nombre. Es por ello que Ăşnicamente los dos, somos los conjurados.
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Edwin Rosas Gaitán (Bogotá, 1987)
Desfragmentar
La noche es el mar de las estrellas, como mi manos son el mundo donde habita tu olor. No busques en mí recuerdos tuyos. Soy brisa que no refresca, verso que no es agua. Soy oleaje sin playa, atardecer bajo la luna. Mi boca aún tiene tu sabor, un recuerdo taciturno, dormido, como roca bajo el mar. No busques en los poemas, busca en los ríos, todos ellos mueren en el mismo lugar.
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El color del aire
En el silencio de las notas, y las moscas que susurran. Mientras la noche cae, las mariposas van a descansar, el color del aire es como un cuadro de Jacanamijoy, en el cual las auroras y las nieblas son el reflejo por donde marcha la luna. AsĂ mi cuerpo resiste y el dĂa por mi espera.
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Duelo Cese, señora, el duelo en vuestro canto. José Martí
Entierro las cenizas, el humo, la llama, el viento y la pipa. El duelo sin lágrimas. El silencio… El silencio, el silencio es el llanto de los que no lloran.
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Transitar
Con el dedo puesto sobre la llaga, donde el dolor sopesa como carne viva, carne muerta. La piel desnuda, el vino, la hierba, la poesĂa. No sirve de nada escribir no sirve de nada no hacerlo, las letras inmĂłviles en la hoja, tu cuerpo desnudo mi lienzo, pinto los versos sobre tu boca y en la hoja te escribo el beso. Las ventanas abiertas, el vuelo de las aves revoloteando en el estomago, la carne fĂŠtida. La muerte en vida, la vida muerta. La piel desnuda, la piel abierta.
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Carolina Dávila (Bogotá, 1982)
Luna nueva
A esa hora la línea nítida que demarca el horizonte abarca la noche entera ella recoge las piernas y las enlaza se deja mecer por el viento mira los árboles, serenos extranjeros en la comarca de las despedidas Ella, condenada al movimiento Ellos, condenados a lo quieto Sus sombras se pierden En la noche, entre lo quieto y nosotros la oscuridad es la distancia
mantiene abiertos los ojos
no hace falta partir para sentirse lejos 57
Ceremonia
Las copas de los รกrboles se mecen El lenguaje del viento nos bautiza Ahora los pรกjaros conocen nuestros nombres
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Con la lluvia no penetran otras aguas
Yo amaría a esa mujer que deambula por un desierto de noches heladas mientras le llegan los rumores de algún puerto pero no rompen ellos su silencio ni suavizan los surcos que el dolor trazó en su cara La amaría porque no se doblega porque con la lluvia no penetran otras aguas porque su cuerpo se abre ahí donde a la primavera no le alcanza
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Aquí y allá
Bien sé que el sol es un astro omnipresente pero estoy segura: El día que espió en el puerto la ruta que esa mano trazaba en mi espalda los mantos de sal que visten el desierto durmieron esperando que su brillo los transformara en plata
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Fátima Vélez
(Manizales, 1985)
Diario del refugio
Estas señales son angostas se agitan con el más leve roce y la sensación sale flotando como un reflejo en el agua rodeando el espacio entre el llanto y la contención Los pies sobre la tierra hacen saltar visiones Si este fue el camino que escogí no poseo otro rostro Los encuentros carecen del movimiento de lo inesperado y la emoción desprende al paisaje para hacerlo volumen belleza de lo que está en el borde a punto de ser mirada De manera sombría somos la piedra que provoca el derrumbe Al otro lado un río separándonos de las vidas que escogieron no nacer.
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Adentro la realidad agotando toda prueba se ablanda y se endurece hasta la estría que borda las coordenadas del espectáculo de cualquier espectáculo digno de ser presenciado: La lluvia y quien la escucha entre el día cayendo y la tristeza entre los telones de tinieblas y el susurro interior nosotros el umbral
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Ceguera del presente
I
Unos ojos cerrados por el dolor lo han estado mirando Duerme como no duermen los hombres en su sueño la respiración es un río suelto lejos del cuerpo en su cuerpo es la quietud del que ha caído recuperándose desde la sombra
II
La piel debe callar ahora como si fuera nunca la mirada se desliza agua estancada interrumpida por el vuelo de un pájaro
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III
Mira ahora hay encuentros indicándonos la fortaleza de lo invisible de mis ojos que se atascan de mis ganas de no levantarme de no sentir el calor ni el frío ciudad ni el frío alma
IV
Este aquí donde se detiene el movimiento de la tierra antes fue cuerpo de lo que huía hacia nosotros los de pequeñas manos los que apenas conteníamos en nuestros labios las primeras sílabas de la contemplación
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John Jairo Rodríguez Saavedra (Sandoná Nariño, 1974)
Bestiarios de piel
[fotografías linguísticas sobre desnudos de Fabiana]
1. Norte a sur, y un poco al occidente, en una vertical hacia la nada, Fabiana se extiende como una rosa muerta apuntando su herida a mi vista que la contempla mundo callándose las lágrimas.
2. Sobre un rincón de opacos, Fabiana impone su belleza, su delicia. Delicia para los ojos que son bocas vivientes, saboreándola/ mis ojos míos, bucales, tercamente gustativos.
3. Atada a unos barrotes de cama depresiva, Fabiana riega su armonía dejando que las sábanas impongan un oleaje estruendoso en el diminuto y crudo mar en el que ríe-navega.
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4. Sin más dolor que serse sola, Fabiana se aferra vieja a un niño cigarro apenas suicidado. Nalgas y senos en un solo compás, rítmicos, danzando, traspasan el límite, las puertas, y se acercan a mí, posándoseme briosos y trémulos sobre las escalerasmanos lluviosas.
5. Con los brazos más alas que nunca, Fabiana resucita, se eleva a fiesta. De pie se queda suspendida en un vacío pleno de música, en un infierno en el que ser ángel sería la negativa.
6. La mano abierta de Fabiana es un abanico que no produce aire, sino hambres. Mirarla así, con la columna vertebral a punto de volverse puente entre llanto y pesadilla, es atreverse al naufragio y no importarse muerto con los días en contra.
7. Tres rostros marginales, elegantes, tiene Fabiana, en este rumbo corto que es nombrarla, repetirla en suspiros briosos, 66
dolor musical de vísceras cantando, para no callar y dejar que se esfume y ahonde bella y frágil, con su quietud su movimiento.
8. Espalda y lunares, avenida limpia y húmeda, la Fabiana de 10:40 p.m. Una comarca en donde suceder es fácil, engullendo momentos, bebiéndoselo todo.
9. Casta de luna en pleno día, rasgos de paloma violenta volando. Ya no es descriptible tanta belleza contenida, ya no se puede ser ojos solamente. Ahí, quietecita, Fabiana no sabe lo luna que es para este cielo anciano, ni lo hueco grande de su lejos poco.
10. Fabiana se extiende completa sobre la cama, se crucifica. Pero a mí me gusta también crucificarme viéndola, mirándola hacerse nieve entre el blanco del fondo monográfico, entre lloviznas imaginarias que huelen, en el ser nariz de todo mi cuerpo poco.
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Darién Giraldo Hernández (Santiago de Chile, 1972)
Peregrina
Ya no es apremiante verte me traje tu aliento, respiro con él. Ya no es necesario verte te ofrecí mis palabras, nombré tu piel y te amé hermosa y breve con suma prontitud sin dilación innecesaria con la brevedad del amor y la eternidad del deseo.
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Todo lo sólido se desvanece en el aire
No te amo solo es deseo, pretensión…apetito. No te amo sólo es gusto, avidez, derecho. Escucho decir: el amor no es efímero como el viento yo digo que es fugaz y que no existe otro. Sabes que no me basta besar tu vientre por fuera. Y por eso cuando ya no sea tu humedad el presagio de tu aliento que me anuncia grutas más profundas que tu cuerpo mismo. Cuando eso pase cuando el amor se interponga y llegue apoderarse del encanto lo sólido, entonces me desvaneceré en el aire.
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Estremecimiento
Ella se deshace como una ola es ficciĂłn se asoma emerge del ocĂŠano brota de corrientes de aire cĂĄlidas nocturnas y en su garganta corales extintos habitan. Ella se estremece en silencio es marea que se repite incesante, eco de mar que aguarda en un caracol
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TaxonomĂa A Laura G.M.
Ella es la noche, y la noche, es sin ella. Ella es la noche, y la noche sin ella es solo oscuridad.
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Notas biográficas Alexis Cuzme | Manta, 1980 Licenciado en Ciencias de la Comunicación, periodista cultural y cronista de cine. Editor de la revista rockera Marfuz. Ha publicado los poemarios Desconsuelo (2001), Complot ante el silencio (2003), Club de los premuertos (2006) y Bloody city (2009). En el campo rockero ha publicado el cuadernillo Legión: década pagana (2006). Actualmente se desenvuelve como asistente de edición en la Editorial Mar Abierto de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí.
Carolina Dávila | Bogotá, 1982 Abogada de la Universidad Externado de Colombia. Hizo parte del Consejo Editorial de la revista cultural SOMOS-Libertad Bajo Palabra, de la misma universidad. Ha sido incluida en antologías poéticas en Colombia y Venezuela, sus reseñas y poemas han sido publicados en revistas de Colombia y Chile. Fue corresponsal en algunos países de América Latina del proyecto de difusión literaria Los Impresentables. Con su poemario inédito Como las Catedrales ganó el Premio Nacional de Literatura – Poesía del Ministerio de Cultura (2010). Participa en el Taller de Poesía de Bogotá “Los Impresentables” que hace parte de RENATA.
Siomara España | Manabí, 1976 Licenciada en Literatura y Español de la Universidad de Guayaquil. Ha participado y ha organizado varios eventos culturales en el Ecuador y el extranjero. Actualmente se encuentra preparando su tercer poemario. Ha publicado los poemarios Concupiscencia (2007) y Alivio Demente (2008). Primer Premio de Poesía Universitaria, Universidad de Guayaquil (2008) y Finalista en el concurso de cuentos Jorge Luis Borges (Argentina, 2008). Su poesía consta en varias antologías locales y extranjeras. 73
Darién Giraldo Hernández | Santiago de Chile, 1972 Residente en Colombia. Escritor, Sociólogo y docente. Director de la revista Magazín Páginas de Nuestramérica. Los poemas aquí publicados forman parte del libro inédito Poemas sin Amor o Versos a la Piel.
Xavier Hidalgo Cedeño | Guayaquil, 1977 Licenciado en Literatura y Español de la Universidad de Guayaquil. Su poesía se ha publicado en varias antologías y revistas. Es parte del Taller literario “El Quirófano”. Está por publicar su primer libro.
Angélica Hoyos Guzmán | Magdalena, 1982 Licenciada en Lenguas Modernas, Msc. Lingüística Española. Docente e investigadora universitaria. Ha publicado en la antología Hechiceras de la palabra (México, 2009), en la revista literaria mexicana la Hormiga o-culta (2010), yla reseña crítica El Cómic Multinacional en el periódico literario Lecturas Críticas (2009). En 2010 fue invitada al III encuentro de narradores, académicos y declamadores en Goya Corrientes, Argentina y formó parte del Taller de Poesía “Los Impresentables” de la Red Nacional de Talleres Literarios del Ministerio de Cultura, en la ciudad de Bogotá.
María de los Ángeles Martínez | Cuenca, 1980 Estudió Comunicación, Literatura e Historia y Geografía. Ha publicado Un lapso de impiedad (1999), Neos (2000) y, colectivamente, Aunque bailemos con la más fea (2002), Nadie nos quita lo bailado (2005), Subcielo (2004) y Trozos de vidrio (2007). Su obra ha aparecido en antologías y publicaciones del Ecuador y el extranjero.
Franklin Ordóñez Luna | Loja, 1973 Es Licenciado en Ciencias Sociales, Políticas y Económicas y en Lengua y Literatura, con especialidad en Filología Española por la Universidad 74
Complutense de Madrid. Fue coordinador del Taller de Literatura de la Casa de la Cultura, Núcleo del Azuay. Es autor de Mapa de sal (2001), A la sombra del corsario (2004), A cambio de monedas o palabras (2007) y Del Neo José y otras historias (2008). Textos suyos han aparecido en publicaciones como Ánfora Nova y Casa de la poesía. Actualmente se desempeña como catedrático y periodista. Reside en Cuenca.
Aleyda Quevedo Rojas | Quito, 1972 Poeta y periodista. Licenciada en Comunicación Social. Es reportera, editora y consultora de comunicación para el desarrollo en diversos diarios y revistas del Ecuador y el extranjero, así como en agencias de cooperación internacional y organismos del Estado. Ha publicado los poemarios Cambio en los climas del corazón (1989), La actitud del fuego (1994), Algunas rosas verdes (1996), Espacio vacío (2001, 2007), Música Oscura. Breve Antología (2004) y Soy mi cuerpo (2006). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade (1996). Ha representado al Ecuador en los más importantes encuentros internacionales de escritores en Colombia (Bogotá, Manizales, Montería, Medellín y Cali), Perú (Lima), Chile (Santiago e Isla Negra), Argentina (Buenos Aires y Rosario), España (Madrid y Granada), México (D.F. y Morelia), Brasil (Cuiabá-Mato Grosso y Sao Paulo) y Venezuela (Caracas, Delta Amacuro, Puerto Ordaz). Mantiene dos libros inéditos de poesía.
John Jairo Rodríguez Saavedra | Sandoná Nariño, 1974 Zapatos número 39 y ½, y pocas hazañas memorables. Actualmente vive en Bogotá, ciudad rota que ayuda a romper de cuando en vez al sumarse a las odiosas puestas en escena nocturnas capitalinas. Estudiante de Periodismo y jugador frustrado de canicas y de fútbol. Ahora mismo trabaja en un libro de poemas en prosa y en una novela. Ha publicado la plaqueta Ruptura de ligamentos (2011).
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Edwin Rosas Gaitán | Bogotá, 1987 Licenciado en Lenguas Modernas de la Universidad De La Salle, ha participado en tres recitales poéticos de la misma Universidad, igualmente fue invitado a participar en la XVIII versión del Festival poético de Tenjo; pertenece a la Comunidad de los Poetas del Megáfono (Colombia). Participó de los talleres de poesía Red Nacional de Talleres Literarios (RENATA) dirigidos por Rodolfo Ramírez Soto. Fue finalista del I Concurso Internacional de Poesía Ateniense (Argentina, 2010).
Fernando Vargas Valencia | Bogotá, 1984 Licenciado en Derecho de la Universidad Externado de Colombia, especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la misma casa de estudios. Candidato a Máster en Sociología Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, España. Ha publicado los poemarios Cuentas del Alma (2001), Silencio Transversal (2007) y Épica de los Desheredados (2011); y el libro de ensayos La realización poética de la Justicia (2008). Coautor de varios títulos de poesía entre los destacan El Espolio (Con Alberto Valencia Rincón, 2000) y Tríptico de la Indignación (Con Fernando Cely y Darién Giraldo, 2009). Colaborador permanente del periódico La Mancha (Venezuela), el Diario Momento (México) y corresponsal de Los Poetas del 5 (Chile). Actualmente es el bongocero y tamborero del grupo folclórico La Doce, bajo la dirección del maestro Albeiro Bautista.
Fátima Vélez | Manizales, 1985 Realizó estudios de Literatura y Filosofía en la Universidad de los Andes, en Bogotá. Actualmente se encuentra cursando la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia.
Beatriz Viteri Garcés | Guayaquil, 1974 Licenciada en Comunicación social de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Es editora de la revista interprovincial La ruta. Ha organiza76
do varios talleres, eventos de cultura, comunicación y educación. Es parte del Taller literario “El Quirófano”. Está por publicar su primer poemario El triste país de los disfraces.
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índice Nota preliminar
5
El fuego de los fuegos
7
| Ecuador | Aleyda Quevedo Rojas El amor y las piedras Estallido de los cuerpos Hai-kai de los pájaros
13 14 15
Franklin Ordóñez Luna A la sombra del corsario Keanu Reeves Manuel
17 18 19
Beatriz Viteri Garcés Cadenas y más cadenas Fetiches entre las piernas Un demonio más en mí
21 22 23
Siomara España El regreso de Lolita Duelo Me despido de tu cuerpo
25 27 29
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Xavier Hidalgo Cedeño 31
Costillas devoradas
Alexis Cuzme 35 36 38
Podemos mentirle al placer Club de los premuertos Sobre páginas imaginarias
María de los Ángeles Martínez 39 40 41
Grave Réplica Fin
| Colombia | Angélica Hoyos Guzmán 45 46 47 48
Herencia Collage de primavera Suerte Dos bebidas
Fernando Vargas Valencia Pete el conde Rodríguez repuja los colores de lo que quiero decirte Un poema como nunca otro
49 51
Edwin Rosas Gaitán 53
Desfragmentar 80
El color del aire Duelo Transitar
54 55 56
Carolina Dávila Luna nueva Ceremonia Con la lluvia no penetran otras aguas Aquí y allá
57 58 59 60
Fátima Vélez Diario del refugio Ceguera del presente
61 63
John Jairo Rodríguez Saavedra Bestiarios de piel
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Darién Giraldo Hernández Peregrina Todo lo sólido se desvanece en el aire Estremecimiento Taxonomía
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Notas biográficas
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Me Arde, Brevísima Antología Arbitraria Ecuador-Colombia, se imprimió por primera vez sobre papel Bond marfil de 83 gramos. Para su composición se utilizó la familia Adobe Garamond Pro de 14 puntos para los títulos y 11 para el cuerpo. La edición cumplió su tránsito por los talleres de Imprenta Maraví, Jr. Cailloma 224, en Lima, durante los primeros días de mayo de 2012, año del centésimo vigésimo aniversario del natalicio de César Vallejo y del nonagésimo aniversario de la publicación de Trilce.