Pájaros en mi Cabeza "Una probadita"

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Prólogo Por Ethel Krauze

Nada tan hermoso como los pájaros. Llevan en su vuelo los giros, y en sus trinos, los cantos de la naturaleza. Son movimiento y gracia. Son presencia y fulgor. También representan augurios y mandan mensajes. Compañeros de viaje de las estrellas, de los hombres perdidos y de las mujeres melancólicas. Cuenta Omar Jayam, que, ante el imbécil cazador que con su flecha troncha la garganta del pájaro en la copa del árbol, el poeta lanza un chorro de versos buscando suplir ese canto inveterado. El poeta es el alma del pájaro. El pájaro es su guía y su destino, al mismo tiempo. Cuando Guillermina Quindós me invita a leer y comentar estos pájaros en su cabeza, lo primero que me viene a la mente es el proverbio oriental que nos invita a dejar a los pájaros volar sobre nuestra cabeza, pero nos enseña a que no aniden en ella. Porque los pájaros que ahí anidan nos picotean en todo momento, se posesionan de nuestros pensamientos hasta ocuparlos por completo. Sí, el ideal de la quietud interior es dejarlos volar, mantener nuestro centro. Pero ¿y si los tiempos aciagos en los que vivimos nos compelen a abrirles el espacio debido, a observarlos, a estudiarlos, a aceptarlos, a comprometernos con ellos, para que, al final, puedan emprender de nuevo el vuelo dejándonos sus enseñanzas?


Pájaros-pensamientos, pájaros-emociones, pájaros-imágenes que nos rondan aquí y ahora, que nos obligan a abrir los ojos, la conciencia, el corazón. Son éstos los pájaros de Guillermina Quindós, que no son otros que los nuestros, compartidos, sentidos, dolidos, y por qué no, también gozados. Capítulo a capítulo la autora trenza grabado, poesía, escena, crónica y ensayo, en un mismo texto; cada uno, intenso, compacto, a la vez informativo y emotivo. Su conjunto es este mosaico de temas contemporáneos que van desde los muros entre países, el cambio climático, el terrorismo, el papel del arte en la sociedad, hasta el nuevo 19 de septiembre y el punto de bifurcación en el cual nos encontramos como mexicanos en el concierto del mundo. Con tino y sensibilidad, la autora nos lleva de la mano a viajar por los pájaros en su cabeza, que finalmente, terminan siendo también los pájaros en mi cabeza, la de cada lector. Un viaje aleccionador, reconfortante, con una propuesta de armonía estética que sin duda nos habita y de la que podremos asirnos.

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Una probadita de ...

“Pájaros en mi cabeza”

Si tu corazón late de prisa, si un suspiro se te escapa, si es noche de Luna llena y al cerrar lo ojos ves un color zarco intenso y el entusiasmo te hace temblar, es porque ahí habita el pájaro azul.

Entre el poeta y el capitalista La Luna, este maravilloso astro que ha inspirado a poetas, a músicos como Debussy y Beethoven con sus “Claros de Luna”, satélite de la Tierra que guarda nuestras emociones, que influye sobre las mareas, en el canto de las sirenas y que a mí, por influjo “Lorqueano”, me acompaña en mis noches de insomnio, tiene un espacio especial en mi casa: una terraza mirador para poderla contemplar. Algunas veces se cae y la tengo que levantar, y muchas otras, de tan a gusto que está la argentada, no se quiere despedir. Consciente de que le pertenece al firmamento, la coloco sobre su manto brillante de estrellas para soñar. No es casual mi amor hacia ella, yo nací en un día de Luna, un lunes nueve de junio y mi casa entera estaba bañada por su luz. Transitando bajo el signo de géminis regido por el poder de una Luna menguante que me hace introspectiva, imaginativa y soñadora, voy hacia una Luna Nueva que determina que sea inquieta, aventurera, apasionada, mercurial; un tanto chiflada. No sólo es luz que cae / sobre el mundo / lo que alarga en tu cuerpo / su nieve sofocada, / sino que se desprende / de ti la claridad como si fueras / encendida por dentro. / Debajo de tu piel vive la Luna. Pablo Neruda

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Les tengo que contar algo inaudito… La Luna ya no nos pertenece. Discúlpame Neruda, yo como “ll Postino” te tomo prestada tu palabra poética para decir que es verdad: debajo de mi piel, detrás de la piel de toda mujer, vive la Luna. Hace veinticinco años, en la celebración de nuestra primera década de casados, Kamal y yo fuimos a festejar nuestra segunda Luna de Miel a Chile. Al leer la revista del avión nos enteramos que el chileno Jenaro Gajardo Vera, se había adjudicado la Luna, justo un veinticinco de septiembre, paradójicamente fecha de nuestro aniversario. ¡Qué abuso! pensé, la Luna es mía, mi marido me la dio como regalo de bodas, aunque, y para ser justos, cuando Gajardo se la apropió, yo aún ni siquiera existía en el pensamiento de mis padres. Mi tristeza fue profunda, pero me consoló saber que lo hizo como un acto poético y finalmente lo pude perdonar. Años más tarde supe que se la donó al pueblo chileno para sanar sus heridas. Pero el que hoy, hasta mi Luna forme parte de la globalización con su sistema neoliberal, eso sí no lo puedo aceptar. Un gringo se adueñó de ella y se ha dedicado a comercializarla.. Es su proxeneta, vende su belleza por unos cuantos dólares. La sombra de la diosa de la Luna, la Coyolxauhqui, yace decapitada y desmembrada en la base del edificio del Templo Mayor desde de que su hermano, el dios del Sol Huitzilopochtli, la arrojó por las escalinatas del templo de Coatepec. La leyenda de la deidad lunar de la cosmogonía azteca, relata que mientras la Coatlicue, la madre Tierra, barría su templo en lo alto del templo de Coatepec, quedó preñada por unas plumas de colibrí que llegaron del cielo, mismas que ella depositó en su seno. La Coyolxauhqui junto con sus cuatrocientas hermanas, las estrellas Centzon Huitznahuac, decidieron matar a su madre, pues consideraron el embarazo como una afrenta. Huitzilopochtli desde el vientre materno, defendió su vida y la vida de su madre y con una serpiente de fuego llamada Xiuhcóatl, decapitó a su hermana, la Coyolxauhqui, colocó su cabeza en el cielo y su cuerpo mutilado lo arrojó por el cerro de Coatepec y al caer se fue desangrando. La leyenda nos recuerda que cada mes durante el amanecer la Luna es derrotada por el Sol. El catorce de noviembre de 2016, tuvimos la oportunidad de admirar la Luna, la que a tantos ha embrujado con su magnetismo en románticas noches y la que cada quien 4


se ha adjudicado, un catorce por ciento más cerca de la Tierra y un treinta por ciento más brillante. La belleza del fenómeno en plenilunio provocó fascinación alrededor de todo el planeta, las imágenes no paraban de circular por las redes sociales, un espectáculo alucinante que no se veía desde hace sesenta y ocho años. La llamada “Superluna” más fotografiada de todos los tiempos, la más espectacular.

Esa gran roca redonda que nos mira desde el espacio, dirige con su fuerza de gravedad las mareas en la Tierra. Cuanto más cerca están dos objetos, mayor es la fuerza con la que se atraen entre sí y eso le ocurre a nuestro planeta con su apasionado lucero. El embrujo de la Luna atrae nuestras emociones y los océanos hacia ella y haciendo que la Tierra se abulte ligeramente, crea las pleamares. Muchos animales se vuelven más activos, sonoros y fértiles gracias al albedo de la Luna llena. Tenemos Lunas diversas y de muchos colores. Las más frecuentes son las Lunas de miel que representan la fertilidad, la dulzura y la felicidad de las parejas. Hace cuatro mil años en la antigua Babilonia se tenía por costumbre que el padre de la novia le diera a su yerno durante el primer mes de casados, cerveza de miel, una especie de dote muy particular para garantizar que el primogénito fuera varón. Con prismáticos, telescopios, cámaras fotográficas o sencillamente con teléfonos móviles, miles de personas en el continente americano presenciamos en mayo del 2014, la “Luna de Sangre” más comentada de la historia. La Tierra se interpuso durante tres horas y media entre el Sol y la Luna y como consecuencia, nuestro satélite se volvió rojo. Así mismo, la Luna Rosa es una combinación entre el fenómeno de Luna llena y el comienzo del verano en el hemisferio norte y el invierno en el hemisferio sur; se le conoce también como “Luna de fresa”, fenómeno que ocurrió el once de abril del 2017 y no ocurría desde 1957. De igual manera, existe la Luna Azul que es una segunda Luna llena en un mismo mes. El ojo de Horus el halcón, es el ojo que todo lo ve y representaba en el antiguo Egipto a la Luna y al Sol. El ojo derecho, el Sol, es masculino y controla el cerebro izquierdo: las palabras y los números. El ojo izquierdo, la Luna, es femenino, controla el cerebro derecho y maneja la información abstracta: pensamientos, sentimientos, intuición y lo espiritual.

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La Luna, asociada desde la más remota antigüedad a la esencia misma de la vida, es un testigo del paso del tiempo. La cultura maya tiene un calendario lunar, “EL Haab” que se basa en meses lunares o yailes, compuestos de 28 días. La Luna tarda un ciclo menstrual en darle la vuelta a la Tierra y así como ella, la mujer tiene también fases lunares vinculadas a la sexualidad y a un poder mágico, y creativo centrado en el área reproductiva. La Luna creciente corresponde a la pre-ovulación, un tiempo de preparación para pasar a la fase de fertilización que viene con el plenilunio o Luna llena, fase de ovulación. La Luna menguante marca el fin y la Luna nueva, o novilunio, el comienzo de un nuevo ciclo lunar y menstrual. Los corales tropicales son un claro ejemplo de la influencia lunar, sincronizan su ciclo reproductivo y en plenilunio desovan al unísono.

Los rituales ancestrales femeninos para la fecundidad, la creatividad, la voluntad y el control sobre las emociones negativas han estado presentes en las culturas de los pueblos de todo el planeta a través de los siglos. La diosa “Meztli”, la Luna Negra de la mitología mexica a quien se le atribuye el arte de tejer los sueños y ser la depositaria de nuestras emociones, tenía la facultad de dominar el agua sobre el planeta por medio de una serpiente, con la cual mandaba tormentas e inundaciones. Su nombre, tres voces del idioma náhuatl, es el vocablo de donde deriva la palabra México: metztli, que significa Luna; xictli, ombligo o centro y co, lugar. Tanto en sentido literal como metafórico, México quiere decir: “En el ombligo de la Luna”; o dicho de otra manera: “En el centro del lago de la Luna”. Allí en donde el águila se posó sobre un nopal para devorar a la serpiente, allí donde nació la gran Tenochtitlan mi país, existe el reflejo y la influencia de la Luna. La historia del dueño de la Luna. He aquí la historia de este ingenioso abogado, pintor y poeta, que hace más de medio siglo se presentó ante el registro de bienes raíces de Talca, para inscribir la Luna como su propiedad. 6

Hasta aquí... la probadita.


Las alas de los Pájaros en mi cabeza son las alas con las que vuela Guillermina Quindós y en estas páginas que ahora regala nos hace volar con ella. Páginas, por cierto, que son para leerse y para observarse, pues las imágenes que incorpora asimismo provienen de su pluma. Los textos incitan a cavilar y sus estampas (¿dibujos https://drive.google.com/driescultóricos? ¿bustos bidimensionave/u/1/shared-with-me les?) invitan a escudriñar: sí, a examinar, inquirir y averiguar el mensaje semiótico que la artista plástica nos envía. Requiere dilucidarlo. Es un reto placentero. Mas volvamos a la escritora, quien ha dejado atrás el carácter novel. Este corpus de quince ensayos tiene con frecuencia un explícito reflejo autobiográfico, pero de alguna manera deviene pretexto para poner sobre la mesa asuntos de la mayor actualidad e importancia. Tales como los crímenes ambientales en contra de nuestro planeta (“la Tierra pena”, dice con tino Guillermina), el desquiciado terrorismo internacional y otros horrores en el mundo que no excluyen la responsabilidad de líderes infames vinculados a muros, desde Berlín a la fecha. Pero no todo en este libro es denuncia con carga política. Nuestra ensayista también incursiona con entusiasmo, y nos ilustra, sobre cuestiones tan trascendentes como el amor, el arte, la música, la palabra y el lenguaje, el tiempo y su relatividad. ¡Ni los astros quedan fuera de estas bien informadas reflexiones!, nos decimos sorprendidos cuando la autora diserta sobre el cielo, las estrellas y la Luna, y lo hace con acierto. Esta lectura vuela y, conforme avanza, nos va mostrando estos pájaros tan diversos y multicolores que anidan en Quindós y que forman parvadas de ideas y de emociones vestidas con plumajes de la expresión precisa, cuando no de la prosa poética y de la poesía misma, que también (y tan bien) cultiva. Bienvenido este libro que agrega un nuevo género literario al haber de Guillermina Quindós. JOSÉ N. ITURRIAGA Historiador

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De venta en librerĂ­as

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