3 minute read

El camino a la excelencia tiene dos condicionantes

El camino a la excelencia tiene dos condicionantes: controlarse a uno mismo y liberar a los demás Por: Roberto Celaya

Un líder por definición es un buscador nato de la excelencia, alguien que desea hacer las cosas mejor, alguien que desea ser mejor, y alguien que quiere que ambos deseos permeen e incidan en la vida de los demás, esta búsqueda de la excelencia debe llevarla a cabo con la maestría de contener la pasión que lo mueve para que ésta no se desborde y lo arrastre y al mismo tiempo incendiar el corazón de sus seguidores para moveros hacia mejores estados de desarrollo.

Advertisement

Cuando uno ve un líder, oye hablar de un líder, lee acerca de un líder, en ocasiones se viene a la mente la imagen de alguien casi casi desbocado en el sentido de que la fuerza y energía que lo mueven fluye aparentemente sin control generando por eso esa impresión de liderazgo. Si

bien esto puede ser así los verdaderos líderes saben que deben contener sus impulsos para poder encauzar esa energía en acciones constructivas.

Si solo bastara dejar salir esa energía que todos tenemos dentro la cosa del liderazgo fuera mucho más sencilla pues solo implicaría eliminar las restricciones sociales o conductuales que impiden que esa fuerza surja y fluya. Pero esto no es tan sencillo. La misma cuestión del liderazgo, del buen liderazgo, del liderazgo productivo, eficiente, eficaz, estriba en que esa fuerza es guiada, es direccionada, lo cual implica que es contenida para que no se desborde.

Imaginemos un canal de aguas. Si éste es encauzado, incluso en época de lluvias contenido con bordos, termina siendo de extrema utilidad para encauzar el agua incluso para proteger las tierras que atraviesa. Pero si ese canal es descuidado y las aguas terminan por desbordarse, no solo pierde su utilidad en lo que al uso del agua se refiere sino incluso puede ocasionar daños a las tierras que por este hecho terminen anegadas. Igual el liderazgo. El liderazgo requiere esa contención para encauzar estratégicamente sus acciones en el logro de las metas y objetivos, tanto personales como grupales.

Pero por otro lado está la cuestión de los seguidores. Dada la definición inicial de que el líder está en constante búsqueda de la excelencia, eso implica que constantemente se está moviendo hacia lo desconocido, hacia otros terrenos que no han sido explorados y de los cuales no se sabe que pueda esperarse. Ante esto la reacción natural de cualquier persona es el miedo, o si queremos mencionarlo de otra forma que no tenga una connotación tan negativa: la precaución. Pero en cualquier caso implica ese equilibrio entre donde estamos y donde podemos estar que tiende más a bien a tratar de mantener las cosas como son, como se conocen, dado que eso da más tranquilidad que lo desconocido.

Independientemente del nivel al que llegue ese miedo, temor o precaución, el líder debe motivar a sus seguidores para que por ellos mismos rompan esa inercia y se embarquen en la aventura que implica partir hacia mejores estados de desarrollo.

Es por eso que el líder busca con sus seguidores liberarlos. Liberarlos de sus temores, liberarlos de sus dudas, liberarlos

de sus inquietudes, no con un ánimo de impericia donde hay acción sin reflexión, sino con un ánimo de decisión en los pasos que se dan teniendo la vista fija en lo que se desea obtener.

El liderazgo no solo es hacer, sino también reflexionar, y no solo es reflexionar sino también hacer, y en ese juego irse formando y formando a los demás como personas completas y totales, así que no olvides que el camino a la excelencia tiene dos condicionantes: controlarse a uno mismo y liberar a los demás.

U

This article is from: