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Ese punto misterioso en nuestro cerebro

Ese punto misterioso en nuestro cerebro Por: Graciela Large

Supón que un niño y un hombre se dan todo el tiempo para escucharse sin la diferencia de edad y con igual sabiduría. ¿Te imaginas? Eso es lo que pasa en tu cerebro, justo en un punto donde la imagen y la palabra se encuentran. Se produce entonces una comunicación que alivia nuestros temores y dudas. Cuando esto ocurre se consigue superar el prejuicio ancestral hacia nuestro inconsciente. A lo largo de la historia de la humanidad, lo intuitivo e inconsciente se ha estigmatizado, ridiculizado o exorcizado por la inquisición de nuestros propios prejuicios. Sin embargo, lo inexplicable tiene un punto de encuentro en nuestro propio cerebro cuando imagen y palabra se encuentran, por ejemplo en el momento que sacamos una carta al azar.

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En esa reacción inesperada de un segundo se ha establecido la conexión; algo se ha

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revelado en nuestro cerebro al mirar la imagen, leer la palabra, y/o asociar ambas. Suelo utilizar las cartas del Coaching del Inconsciente y las personas experimentan magia en su autoexploración, por escuchar justo aquello que resuena en ellas.

Sobre todo, cuando las preguntas estimulan y permiten que sea la misma persona la que acceda a las respuesta, sin conducción, y sin influir con tu propia interpretación. Fluye libre la información contenida en ese punto de encuentro.

Propicias la indagación profunda. La persona puede conectar con respuestas que sólo tienen sentido para ella. En esos momentos tan íntimos, es

cuando te das cuenta que existen tantas soluciones como personas en este mundo.

Amas la diversidad. Sin embargo, en nuestra vida cotidiana hemos acostumbrado a nuestro cerebro a ignorar ese punto de encuentro entre el basto Inconsciente y el diminuto Consciente. Pese a encontramos a diario con cientos de imágenes asociadas a palabras que leemos o que escuchamos, las ignoramos producto de la selección y la desconexión.

El Inconsciente contiene toda la información de todas nuestras experiencias vividas, sin embargo, no accedemos a ellas por deseos, creencias o prejuicios creados en otros niveles que cortaron los puentes con la parte más sabia, dando lugar a lo que conocemos como personalidad.

El resultado. Solemos dudar de una imagen o una idea que nos

viene de improviso y descontextualizada, sin darle el beneficio de la atención y mucho menos de la reflexión. Profundizar en ellas con rigor no es posible ante un cerebro selectivo entrenado en no escuchar las intuiciones que provienen del espacio temporal en donde la imagen y la palabra confluyen.

Yo tengo una gran amiga que tiene la fortuna de escuchar sus intuiciones. Claramente una voz le anticipa situaciones, y le hace sugerencias. Sin embargo, se acostumbró a ser escéptica con el mensaje. Su misma

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intuición le informó desde muy niña de las expectativas de sus padres sobre ella y generó el temor a enloquecer si las escuchaba. Ante la idea de parecer inmadura o débil, descarta sistemáticamente ideas buenísimas, tachándose de inapropiada.

¡Qué estupendo que fuese lo habitual en el mundo escuchar ese espacio temporal en que se encuentran la imagen y la palabra!. Seguramente nuestros conflictos de adulto se abordarían de forma diferente si ésta fuera la actitud de los padres con sus hijos.

Es una comunicación única que calma todos los miedos, ya que se establece puentes internos que permiten lo más importante para una persona: aceptar que experimentarse libre en la realización de sueños o de ser uno mismo, es aprender de la sabiduría del propio inconsciente cuando le hemos liberado de recuerdos, de construcciones de carencia, o de resentimientos.

El Coaching del Inconsciente es una herramienta fabulosa para ello y le agradezco a Jon Elejabeitia el repaso que hice de esta herramienta recientemente en el instituto Hune, y que tan buenos resultados propicia en la construcción del potencial en las personas.

Es un recurso que me gusta emplear en mis sesiones y en mis talleres, y que nos aviva el recuerdo de lo misterioso e inexplicable, que la ciencia ya localiza como una confluencia receptora en un punto de nuestro cerebro. Nuestra propia antena intuitiva.

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