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Promesa cumplida

Michelle Douglas


Querido diario, He venido al outback australiano para cumplir el deseo de mi hermana de encontrar al padre de mi sobrino, Harry. Pero el pobre Harry ya no tiene padre, ası́ que vamos a quedarnos unos días con su tío Liam. Liam Stapleton es un ganadero divorciado y no parece muy contento de alojarnos en su casa, pero es increı́blemente guapo. Y he visto que sus rasgos se suavizan cada vez que Harry sonríe…


CAPÍTULO 1 —Ése es el rancho Jarndirri. Al escuchar las palabras del piloto, Sapphie Thomas apartó los ojos del niñ o que dormı́a entre sus brazos para mirar por la ventanilla de la avioneta postal. Anna y Lea Curran, sus mejores amigas, habían crecido en Jarndirri. Sapphie había pasado mucho tiempo allí y así se lo había dicho a Sid, el piloto. Ella no subía a avionetas con desconocidos sin dejarles bien claro que tenía amigos allí, amigos que la ayudarían sin pensarlo dos veces. Pero al mirar el rancho desde el aire sintió una punzada de añ oranza y pesar al mismo tiempo. —No tiene que llevar el correo a Jarndirri, ¿verdad? No querı́a que Sid aterrizase y no querı́a ir a Jarndirri en ese momento. Por muchas razones, sobre todo por la carta que había recibido dos días antes. Ademá s, si la avioneta aterrizaba Harry despertarı́a y no querı́a que despertase. Aparentemente, su sobrino de un añ o odiaba viajar en avioneta. Odiaba los aterrizajes y los despegues. Odiaba el polvo, el calor y las moscas. Odiaba el sol y odiaba que le cambiase el pañ al. Lo odiaba todo y tenı́a pulmones para demostrarlo. Y Sapphie querı́a llorar con é l porque Harry también la odiaba a ella. Durante aquellas interminables cinco horas só lo habı́a dejado de llorar cuando le dio el biberó n, aunque habı́a vomitado la mayorı́a del contenido sobre su camisa. Por in, agotado, se quedó dormido y no quería que despertase por ninguna razón. —No tengo que entregar ni recoger nada allí —respondió Sid. Sapphie disimuló un suspiro de alivio. Pero entonces recordó …—¿Y en la casa principal? ¿Tiene que parar allí? —le preguntó. La casa estaba al noreste de la propiedad, a muchos kiló metros, pero podrı́a estar en la ruta de Sid. «No seas tonta» se dijo a sí misma. «No vas a encontrarte por casualidad con Anna o Lea». Anna estaba en Broome con Jared y Lea en Yurraji, la propiedad que le habı́a dejado su abuelo al Norte de Jarndirri. Y Bryce había muerto seis años antes. No iba a encontrarse con él. Atravesaron unas turbulencias en ese momento y se le encogió el estómago. Normalmente le gustaba volar… ¿Normalmente? ¡Ja! Normalmente no estarı́a volando hacia el noreste del continente australiano, sobre una de las regiones má s remotas del mundo, sin que la hubieran invitado. Y só lo lo harı́a para ver a Anna o Lea, no para buscar a un hombre al que no habı́a visto en toda su vida. No habı́a nada normal en aquel viaje. Y no habı́a nada normal en el cambio que habı́a dado su vida en los dos últimos días. —La casa Jarndirri está en otra ruta de correos —le dijo Sid—. A esa zona vamos só lo los martes. Sapphie cerró los ojos. Afortunadamente, habı́a llegado a Broome el dı́a anterior. De haber llegado un dı́a despué s, habrı́a tenido que esperar una semana para tomar la avioneta del correo que iba a Newarra. Broome era pequeñ o. Anna se habrı́a enterado de que estaba en la ciudad y…Y no quería ni pensarlo. Harry empezó a moverse entonces y Sapphie contuvo el aliento. «Por favor, por favor, que duerma un poco má s». Necesitaba descansar y ella necesitaba pensar. Le daban ganas de enterrar la cara entre las manos, pero no querı́a que Sid viera lo desesperada que estaba. —No parece muy contenta —dijo él. Sapphie intentó sonreír, pero sólo le salió una mueca. —Tal vez porque no estoy contenta. El piloto señaló a Harry con la cabeza. —No me sorprende. De repente, Sapphie sintió el deseo de proteger al niñ o. Harry la odiaba, pero ella se habı́a


enamorado de él desde que lo vio. —No le gusta viajar. —A algunos niños no les gusta viajar. —Lo siento, Sid. Debe haber sido muy desagradable para usted y… —No tiene que disculparse —la interrumpió el piloto. Sı́ tenı́a que hacerlo. Tenı́a muchas razones para disculparse. Al pensar eso, sintió que sus ojos se empañ aban y acarició el piececito de Harry. ¿Có mo iba a compensarlo por todo lo que habı́a pasado? ¿Có mo iba a hacer que se sintiera seguro y querido otra vez? No había suficientes disculpas en el mundo para compensar que le hubiesen dejado con ella y no con alguien que supiera qué hacer con un bebé de doce meses, alguien que supiera consolarlo cuando lloraba… alguien que mereciese cuidar de é l. Y esa persona no era ella. Pero no había nadie más. —Oh, Harry… —musitó, inclinándose para apartar el pelito de su cara—. Lo siento mucho. Habı́a descubierto la existencia del niñ o dos dı́as antes, cuando su hermana Emmy, de diecinueve añ os, fue detenida por trá ico de drogas. Dos dı́as antes… el dı́a que ella cumplı́a veinticinco años. El día que descubrió que Bryce Curran era su padre biológico. Llevaba tres añ os buscando a Emmy, sin é xito, y cuando su hermana la llamó dos dı́as antes, Sapphie pensó que era el mejor regalo de cumpleaños de toda su vida. Pero no llamaba para desearle feliz cumpleañ os. Ni siquiera recordaba que fuera su cumpleaños. Había llamado desde una comisaría de policía en Perth para decir que necesitaba ayuda. Cuando llegó a la comisarı́a, Emmy puso a Harry en sus brazos diciendo: «promé teme que encontrarás a su padre». Y Sapphie se lo habı́a prometido. ¿Qué otra cosa podı́a hacer? Habı́a defraudado a su hermana en todo lo importante, pero no le fallaría en eso. Encontraría al padre de Harry. Ella sabı́a lo que era crecer sin un padre, siempre preguntá ndose dó nde estarı́a, sin conocer su identidad. No dejaría que eso le pasara a Harry. Afortunadamente, habı́a otra persona que podrı́a compartir esa responsabilidad y le daba las gracias a dios por ello. Emmy le habı́a dado fechas, direcciones y un nombre: —Liam Stapleton, un ganadero de la zona de Kimberley. Tú conoces la zona y Anna y Lea curran te ayudarán. Sapphie habı́a tenido que disimular la angustia que eso le producı́a. No les pedirı́a ayuda, no podı́a hacerlo sabiendo lo que sabı́a. Si Anna o Lea se enteraban de que Bryce habı́a sido infiel a su madre enferma y que ella era el resultado de esa infidelidad… —¿Va a vomitar? Sapphie levantó la cabeza, sorprendida. —No, no, es que estoy cansada. —¿Por qué no duerme un rato como ese niño suyo? Le vendría bien. ¿Ese niñ o suyo? Sapphie tuvo que tragarse una carcajada histé rica. Pero no tenı́a fuerzas para corregir al piloto. Si hubiera tomado una decisió n diferente siete añ os antes podrı́a tener un hijo propio, pero… No podía seguir pensando en eso y no lo haría mientras fuera responsable de Harry. Pero cuando miró al niñ o se le hizo un nudo en la garganta. A los dieciocho añ os, ella no había tenido el valor de su hermana. «Lo siento, Harry, ojalá hubiera alguien mejor que yo para encargarse de ti». -Tardaremos cuarenta minutos en llegar a Newarra. Newarra, el rancho de Liam Stapleton. Sapphie cerró los ojos. -Gracias, dormir un rato me vendría bien —murmuró. Tenı́a que recuperar fuerzas. Le harı́an falta si querı́a cumplir la promesa que le habı́a hecho a Emmy: convencer a Liam Stapleton para que se hiciera responsable del niñ o. Y no sería fácil porque Liam Stapleton no sabía absolutamente nada de Harry. -Ha dicho que Liam la esperaba, ¿no?

***


-Sí, claro —Sapphie mantuvo los ojos cerrados por temor a que la delatasen. —Pues parece que está esperándola. Ella abrió los ojos de golpe. ¿Estaban volando sobre Newarra en aquel momento? Cuando miró por la ventanilla, vio la hierba, los á rboles y el brillo de un rı́o a lo lejos. Habı́a una enorme casa blanca, el verdor de su jardı́n invitador bajo aquel sol de justicia. Y entonces vio la pista de aterrizaje. Esperando a un lado había una vieja camioneta blanca… Emmy no habı́a mentido. Aparentemente, el padre de Harry era el propietario de un rancho que podrı́a rivalizar con Jarndirri. Pero ella no habı́a llamado a Liam Stapleton. No le habı́a enviado un telegrama o un e-mail avisá ndole de su llegada. No habı́a querido darle la oportunidad de rodearse de abogados para librarse de ella y de Harry. Cuando la avioneta aterrizó tuvo que contener una oleada de pá nico. Pero estaba haciendo lo que debía, se dijo a sí misma: Harry tenía que estar con su padre. Despué s de la sorpresa inicial, Liam Stapleton se darı́a cuenta de que era ası́. Y cumplirı́a con su obligación, ella se encargaría de que lo hiciera. Sid bajó de la avioneta en cuanto paró los motores y Sapphie miró a Harry, que seguı́a durmiendo. Si despertaba y se ponía a llorar lo oiría enseguida, pensó. Llenando sus pulmones de aire, bajó de la avioneta. —Buenos días, Liam —lo saludó Sid. -Hola, Sid. El piloto señaló hacia atrás con la cabeza. -He traı́do a tus invitados de una pieza —le dijo, frotá ndose una oreja—. Pero no sé si yo lo estoy. Sapphie se encontró con los ojos má s sorprendentes que habı́a visto nunca. Azules, de un azul brillante como el cielo. -No esperaba visita —empezó a decir él. Sapphie dio un paso adelante, ofreciéndole su mano. —Mi nombre es Sapphie Thomas, señor Stapleton. Unos dedos largos, fuertes y duros atraparon su mano, pero para mirarlo a los ojos tuvo que echar la cabeza hacia atrás. Tenía un rostro de facciones duras, moreno y serio, pero no la asustaba. Si la asustase, tendrı́a que subir a la avioneta, volver a Broome y dejarle todo aquello a los abogados. —¿Nos conocemos? Su voz era ronca, profunda y, por un momento, pensó que se le habı́a puesto la piel de gallina. —No exactamente. —¿Le importaría decirme qué está haciendo aquí? Sapphie estuvo a punto de sonreı́r. La gente del campo no malgastaba palabras. Y entonces, de repente, se le ocurrió algo. Llevaba dos dı́as pensando que Liam Stapleton intentarı́a librarse del niñ o, que no querrı́a hacerse cargo de su responsabilidad. Pero cuanto más miraba a aquel hombre, más convencida estaba de que no haría tal cosa. Él se echó hacia atrás el ala del sombrero, como para mirarla mejor. A un rostro así, tan serio, le vendría bien algo de alegría, pensó. Un niño era una alegría. Un niño era un regalo. —¿Y bien? La preocupació n y la angustia de los dos ú ltimos dı́as parecı́an merecer la pena de repente y Sapphie sonrió. —Señor Stapleton, le he traído a su hijo. *** Liam se dijo a sí mismo que debía respirar. —¿Ha dicho «hijo»? La ridícula sonrisa en los labios de Sapphie Thomas empezó a desvanecerse. —Eso es.


El no habı́a salido de Newarra en casi dos añ os y no habı́a estado con una mujer en todo ese tiempo. No había visto a aquella chica en su vida, de haberla visto lo recordaría. -¿Y cuántos años tiene ese hijo mío? —le preguntó, cruzándose de brazos. Cualquiera que lo conociese sabrı́a que, por su tono de voz, era el momento de dar marcha atrás. Sapphie Thomas no lo sabía. -Doce meses —respondió, sin parpadear. —Señorita Thomas, yo no tengo ningún hijo. Su ex mujer se había encargado de eso. —Pero… —¡Nada de peros! Ella tragó saliva, nerviosa. «Mejor», pensó Liam. —ası́ que ya puede subir a esa avioneta y volver a su casa. —Pero… Liam se dio la vuelta sin decir nada má s. No volverı́a a dejar que una mujer desesperada se aprovechase de él. —Hace veintiú n meses, en la feria de agricultura de Perth, usted conoció a mi hermana, Emerald Thomas. Lo habı́a dicho con tono seco, el tono que usarı́a un juez para dictar sentencia. Parecı́a haber ensayado esas palabras y sonaban falsas. —Pasaron una semana juntos en un hotel en la isla Rottnest —siguió ella. Contra su voluntad, Liam se dio la vuelta. ¿La isla Rottnest? Su corazó n se aceleró de repente. Sapphie tenı́a una ceja enarcada, un gesto que parecı́a extrañ o en un rostro tan juvenil. Y, al ijarse en sus ojos verdes, pensó que ella deberı́a llamarse Emerald, no su hermana. Si habı́a tal hermana. -En la isla Rottnest —repitió—. ¿Le suena de algo? Sı́, maldita fuera. Liam apretó los puñ os. Pero… el llanto de un bebé rompió abruptamente el silencio. Sapphie Thomas subió a la avioneta y bajó unos segundos despué s con un bebé en brazos. Pero no podía ser. Mentiras, todo eran mentiras. Crueles mentiras. Una cosa estaba clara: el niñ o no era hijo suyo, de modo que ya podı́a subir a la avioneta y volver a su casa. No dejaría que nadie se aprovechase del dolor de su familia. -Le he dicho que se vaya, señorita. Porque es totalmente imposible que… El niñ o arrugó la carita, echá ndose hacia delante como si quisiera apartarse de los brazos de la joven. Pero esa cara… -Deje de gritar, lo está asustando. Liam no podı́a moverse. Lo ú nico que podı́a hacer era mirar al niñ o. Un niñ o que era su viva imagen a esa edad, la viva imagen de Lachian… ¡Un niño que era la viva imagen de Lucas! El parecido tenı́a que ser una coincidencia. El no tenı́a un hijo, pero… ¿podrı́a ser de Lachlan o de Lucas? Lucas llevaba muerto… Ella había dicho veintiún meses. Lucas estaba vivo veintiú n meses atrá s. Aú n no habı́a tenido el accidente que lo dejó paralı́tico. Veintiú n meses atrá s, Lucas aú n podı́a caminar, montar a caballo y hacer el amor. Habı́a dicho la isla Rottnest y… Liam apretó los puñ os. Cualquiera que conociese a su familia, cualquiera que hubiese conocido a Lucas, podrı́a inventar una historia ası́. Pero cuando miró al niño, no le pareció una invención. —¿Qué clase de hombre es usted? —le espetó la joven. Pero Liam no estaba prestá ndole atenció n. Lucas habı́a ido a Perth para la feria agrı́cola y se habı́a alojado en un hotel en la isla Rottnest… é l tenı́a una postal que lo demostraba. ¿Podría el niño ser hijo de su hermano? Sapphie Thomas lo fulminó con esos asombrosos ojos verdes. —Mire, vamos a dejar una cosa bien clara: no voy a permitir que se desentienda de Harry. Podemos lidiar con este asunto como adultos o podemos llamar a los abogados, usted decide. Liam hizo una mueca. No parecı́a una aventurera o una frı́vola, pero tampoco lo habı́a parecido su ex mujer. Sería mejor dejar que los abogados se encargasen del asunto.


—Y deje de mirarme con esa cara, no he dormido en dos dı́as —siguió ella—. Llevo seis horas metida en esa avioneta, el niñ o me ha vomitado encima, hace un calor horrible y el polvo me está volviendo loca. Si no tengo buen aspecto… —Yo no he dicho nada —la interrumpió Liam. Ella seguı́a mirá ndolo, con los hombros tensos, esperando. ¿Su hermana y Lucas? ¿Por qué no le había dicho que el padre del niño era Lucas? ¿Por qué le había dado su nombre? Claro que, despué s de lo que habı́a descubierto sobre su hermano tras el accidente, podı́a creerlo. Tambié n podı́a ser una mentira, por supuesto. Sapphie Thomas podrı́a ser una embustera y una timadora. O su hermana podría haberle mentido a ella. Esas cosas eran posibles. Sintiendo un peso en el estó mago, apartó la mirada del niñ o. Por mucho que quisiera, no podı́a enviarla de vuelta a casa sin comprobar si lo que decı́a era verdad. Debı́a investigarlo, se lo debía a Lucas. Y mucho, mucho más. Pero una cosa estaba clara: tenı́a que explicarle a aquella chica que é l no podı́a ser el padre del niño. —Señorita Thomas, sé que no me cree, pero yo no soy el padre de ese niño. -Pero… —No conozco a su hermana y nunca he estado en la isla Rottnest. Y no me he ido de vacaciones en cinco años. -No lo entiendo —dijo ella, desconcertada. -Es verdad —intervino Sid—. Que no se vaya nunca de vacaciones se ha convertido en una broma por aquí. Liam no tenı́a ninguna razó n para mentir y si tuviera un hijo no le darı́a la espalda. Jamá s haría eso. Ella lo miró, pálida como un cadáver. —Pero Emmy me dijo que usted era el padre. Me dio su nombre y su direcció n. Y me dijo… —Sapphie tragó saliva, intentando entender lo que estaba pasando—. ¿Niega que este niñ o sea hijo suyo? —No soy su padre, señorita. Pero creo saber quién podría serlo. Ella lo miró , perpleja, y Liam aprovechó el silencio para mirar a Sid, esperando que entendiera la señal: no quería seguir hablando de aquel asunto delante de extraños. —¿Lo sabe de verdad o sólo quiere librarse de mí? —No estoy intentando librarme de usted, señ orita Thomas. Y tiene razó n, debemos hablar. ¿Dónde se aloja? —Pues… —Sapphie parpadeó , como si no hubiera esperado que fuese tan razonable—. En el hostal Beach View, en Broome. —No, esta noche no —anunció Sid. —¿Cómo que no? —Tengo que parar en Kununurra. No me dijo que tendrı́a que llevarla a Broome de nuevo, sólo que venía a Newarra. —Pero… —No vuelvo a Broome hasta dentro de dos dı́as —Sid miró a Liam—. Ya ha empezado la subasta de ganado. De modo que todos los hoteles de Kununurra estarı́an ocupados. Liam tuvo que contener una maldició n. El no querı́a una mujer en Newarra, no querı́a un niñ o pequeñ o recordá ndole todo lo que había perdido… —Me temo que vas a tener que alojar a la señorita Thomas durante dos días —añadió Sid. Si estuvieran solos le habrı́a dicho lo que le parecı́a ese plan. Sid estaba protegiendo su apartamento en Kununurra, un cuarto dentro de un hangar. No era un sitio para una mujer con un niñ o pequeñ o y entendı́a que quisiera desentenderse porque eso era lo que é l mismo estaba haciendo. Pero se recordó a sí mismo que estaba en deuda con Lucas. —¿Qué está diciendo? —exclamó la joven. —Que va a tener que pasar la noche aquí —contestó Liam.


—No, de eso nada. Iré a un hotel en Kununurra. —Señ orita Thomas, en Kununurra acaba de empezar la subasta de ganado y no habrá una sola habitació n libre. Y por aquı́ no hay muchas opciones —dijo é l, señ alando alrededor. Kununurra estaba a cuatro kilómetros, Broome a seiscientos. —Imagino que podrı́a acampar aquı́ —siguió é l—. Podrı́a prestarle una tienda de campaña, pero mi ama de llaves me estrangularía si lo hiciera. No pensaba dejar que acampase allı́ con un niñ o pequeñ o, pero la experiencia le decı́a que debı́a ser ella quien llegase a esa conclusió n. Las mujeres eran ası́: contrarias, discutidoras. Problemáticas. —Y Beattie cocina muy bien, por cierto —intervino Sid. Como Liam habı́a esperado, Sapphie se relajó un poco cuando mencionaron al ama de llaves. —Y tiene que pensar en el niño. Ella se pasó la lengua por los labios, un gesto que demostraba su nerviosismo. Pero enseguida levantó la barbilla para esconder los nervios. Y Liam tuvo que admirarla, a su pesar. —Harry, se llama Harry —le dijo. —Harry —repitió é l—. Pero seguramente Harry preferirá dormir en una cama y en casa tenemos agua corriente y luz eléctrica. Aquí no tendría nada de eso. —Sí, bueno… pero tendría que hacer un par de llamadas. —Tenemos teléfono por satélite. Puede usarlo si quiere. Por in, Sapphie se encogió de hombros, vencida. —supongo que si no hay posibilidad de conseguir una habitación en Kununurra… —Ninguna posibilidad en absoluto —dijo Sid alegremente—. Pero Liam es un buen hombre, aquí estará bien. —Entonces gracias, es muy amable por su parte. —No me dé las gracias —dijo é l, turbado por el brillo de angustia que habı́a en su ojos—. Tenemos muchas cosas que discutir.

CAPÍTULO 2 —No voy a decepcionarte, Harry —susurró Sapphie, observando a Liam y Sid mientras bajaban las cosas de la avioneta. Y, por primera vez en dos dı́as, Harry no intentó apartarse de ella. Debía estar agotado. Y asustado. Buscó en su bolso hasta encontrar un caballito de peluche, un juguete de su infancia y el ú nico que tenı́a en casa. El niñ o no sonrió cuando acarició su carita con é l, pero le pasó un brazo por el cuello. Y luego miró a Sapphie con esos ojos enormes… —Te lo prometo, yo me encargaré de que alguien cuide de ti. No te dejaré solo. Cuando se volvió , Liam estaba llevando todas sus cosas a la camioneta de una sola vez. Era un hombre tan alto, tan fuerte. Llevaba una camisa caqui de manga larga por dentro del pantalón vaquero y tenía unos hombros anchos, fuertes. Era un hombre impresionante. Pero el instinto le decı́a que nunca se aprovecharı́a de una mujer. Podı́a ser tan rudo y seco como la tierra que lo rodeaba pero, como la tierra, no tenı́a malicia. Sapphie admiró su anguloso rostro. En é l habı́a cierta grandeza, algo hermoso y triste al mismo tiempo, tanto como el asombroso paisaje de la regió n de Kimberley. Aun ası́, una mujer debı́a tener cuidado. Llamaría a Anna esa noche. —Cuando quiera, señorita Thomas. Sapphie parpadeó al darse cuenta de que se había quedado mirándolo como una tonta. —Sapphie, llámame Sapphie. —Muy bien, entonces llámame Liam. —¿Conoces a los Curran de Jarndirri? Él se pasó una mano por la frente. —Conozco a Jared West. Y también conocía a Bryce Curran. «Sí, era mi padre».


No lo dijo en voz alta, pero no estaría mal hacerle saber que tenía contacto con ellos. —Mi madre trabajaba en Jarndirri como cocinera. Anna y Lea Curran son mis mejores amigas, fuimos juntas al colegio. Anna nos esperaba para cenar esta noche, por eso necesito usar el teléfono… para decirle dónde estamos. Al principio é l no dijo nada y, aunque sus ojos eran del color azul má s increı́ble que habı́a visto nunca, no era capaz de leer lo que había detrás. —¿Estás intentando decirme que no eres una extraña en estas tierras? Eso era exactamente lo que estaba intentando hacerle ver. —Sólo quiero que no te preocupes, no voy a perderme. —Me alegro. En sus ojos habı́a un brillo burló n. ¿Estaba rié ndose de ella?, se preguntó . En realidad, le daba igual. Pero una sonrisa le darı́a una expresió n má s alegre, má s juvenil. Una carcajada seguramente lo transformaría por completo. Liam Stapleton era muy reservado y se preguntó qué habrı́a que hacer para tirar esas barreras y ver al hombre que había detrás. Claro que no tenı́a intenció n de conocerlo mejor. Estaba allı́ por Harry, nada má s. Iba a descubrir quién era el padre del niño y después se marcharía, así de sencillo. Pero cuando intentó colocarlo en la sillita de seguridad, el niñ o se puso a llorar y su llanto le llegó directamente al corazón. -Calla, cariño. No pasa nada. Pero los dos sabı́an que sı́ pasaba. Su madre se enfrentaba a una sentencia de tres añ os de cárcel y su padre… ¿quién era su padre? -Vamos a mi casa —dijo Liam entonces—. Allí podrás refrescarte y descansar un poco. -Lo siento, pero voy a tener que sentarme detrás con Harry. El pobre no deja de llorar… —Haz lo que tengas que hacer. Só lo estamos a unos kiló metros de la casa, llegaremos enseguida. Los ranchos del outback australiano instalaban las pistas de aterrizaje lejos de las casas como precaució n para evitar incendios, pero Sapphie se alegraba de estar cerca porque no podía más. —¿Cuándo comiste por última vez? Comer… -Hace siglos, creo. Harry y yo mataríamos por un bocadillo, ¿verdad que sí, cariño? Harry no sonrió, pero movió la cabecita arriba y abajo, imitándola. Una pequeña victoria, pensó Sapphie. Y, de repente, Liam empezó a reír. Una gran victoria. Cuando reı́a parecı́a má s joven, mucho má s joven y menos impresionante. —Seguro que podemos encontrar un par de bocadillos —le prometió , mientras cerraba la puerta. Sapphie tragó saliva, intentando convencerse a sı́ misma de que era el calor lo que le hacı́a difícil respirar. *** Como habı́a visto desde la avioneta, la casa de Newarra era enorme y sus paredes blancas le daban un aspecto muy fresco. Los seis escalones de piedra que llevaban a la gran puerta de entrada daban una sensació n de estabilidad, algo que ella nunca habı́a conocido. Parecı́a un hogar hecho para proporcionar algo má s que un techo a sus habitantes. Todo en aquella casa, desde el porche al jardı́n, parecı́a diseñ ado para agradar a la vista. El verano empezaba a marcharse, pero Sapphie podı́a imaginar lo agradable que serı́a estar allı́ cuando las temperaturas llegasen a los cuarenta grados. Debı́an tener un pozo particular o un acuı́fero para regar el cé sped porque ningú n ganadero de por allí gastaría agua en un jardín. A menos que Liam estuviera casado y su esposa hubiera insistido… Sapphie lo miró. ¿Estaría casado?


Sólo había mencionado a un ama de llaves… —Tienes una casa preciosa. -Lleva muchas generaciones en mi familia. -¿Vives con tu familia? —¿Por qué lo preguntas? ¿Estás nerviosa? —No, sólo quería saber lo que me iba a encontrar —respondió Sapphie. Liam detuvo la camioneta y se volvió hacia ella. —Es un poco tarde para eso, ¿no te parece? —Nunca es demasiado tarde para tomar en consideración los sentimientos de los demás. Mientras bajaban de la camioneta, una mujer de unos cincuenta años salió de la casa. —¿Ha llegado mi lana? Ah, hola. —Beattie, te presento a Sapphie Thomas. Y a Harry. Van a pasar unos días aquí. Sapphie tragó saliva. Unos dı́as. No habı́a pensado en lo que tardarı́a en solucionar el asunto. Como siempre, se había puesto en acción sin pensar bien las cosas. Cuando miró a Harry, el niñ o levantó los brazos. Tal vez, al estar rodeado de extrañ os la veía como una aliada. —Pobrecito —murmuró. ¿Cómo podía decirle que estaba poniendo su fe en la persona equivocada? —Sapphie, te presento a la señora Beatson, el ama de llaves de Newarra. —Me alegro de conocerla, señora Beatson. —Llá mame Beattie, todo el mundo lo hace. La señ ora Beatson era mi madre, Dios la tenga en su gloria. Y me encanta que tengamos visita —los ojos de la mujer se iluminaron cuando sacó a Harry de la silla de seguridad—. Ah, y has traı́do un pequeñ ı́n. Qué alegrı́a. Beattie alargó una mano para acariciarlo, pero el niño enterró la cabecita en su cuello. -Pobrecito, debe estar agotado. —Sí, llevamos muchas horas en la avioneta —se disculpó Sapphie. —Ah, entonces vamos a casa ahora mismo. —Pero tengo que ayudar a Liam a sacar las cosas… -Tonterías, para eso están los hombres. Eso la hizo sonreír. Aun así, se volvió para mirar a Liam. —Beattie te llevará a tu habitació n —dijo é l—. Tó mate tu tiempo, yo no pienso irme a ningún sitio. Estaré en el cuarto de estar cuando termines. Sapphie siguió al ama de llaves y dejó escapar un suspiro de alivio cuando entraron en el vestíbulo. —Qué casa tan bonita, señora Beatson… Beattie. —Sí, lo es. Los suelos de madera oscura estaban bien barnizados y los muebles antiguos eran preciosos. Daba una sensació n de paz, de calma. Era ridı́culo y lo sabı́a, pero daba la impresión de que nada malo podía ocurrir en aquella casa. —Es enorme. —Desde luego que sí —asintió el ama de llaves. Sapphie tragó saliva mientras la seguı́a a la enorme cocina, con armarios blancos y electrodomésticos modernos. -Voy a hacer un té. ¿Te apetece? —Sı́, gracias —murmuró ella—. Es una casa enorme para una persona sola. ¿Liam vive solo? —Por el momento, sı́ —contestó Beattie—. Esta es la casa familiar, pero hace tiempo que no recibimos visitas. En navidades se llena de gente… bueno, solía llenarse de gente. Antes de que Sapphie pudiera preguntar por qué, Beattie señaló una puerta a la izquierda. -Mi habitación es ésa, por si me necesitas. Ven, vamos a dejar al niño en la cuna. Despué s de atravesar un largo pasillo abrió una puerta para mostrarle una habitació n con molduras en las paredes y puertas de cristal que daban al jardín. —Esta es tu habitació n. Y é ste, el cuarto del niñ o —anunció Beattie, llevá ndola a una alcoba anexa.


-¡Es precioso! —exclamó Sapphie. Allı́ habı́a todo lo que Harry y ella pudieran necesitar, incluyendo un caballito de madera para el niño—. Qué maravilla. Beattie dejó escapar un suspiro de satisfacción. —Este cuarto ha visto cuatro generaciones de Stapleton. Liam y Belinda lo redecoraron… -¿Belinda? Beattie sacudió la cabeza. -No hemos recibido visitas en mucho tiempo y se me olvida có mo debo portarme. Belinda era la mujer de Liam, pero se divorciaron hace unos añ os. El es un buen hombre… no se merecı́a eso —cuando miró a Harry, la mujer volvió a sonreı́r—. Qué maravilla volver a tener un niño en la casa. Y no te preocupes, nadie te molestará. Liam no ha pasado por aquí desde… No terminó la frase y Sapphie tuvo que morderse los labios para no preguntar. —Perdóname, los viejos hablamos demasiado. —No tengo nada que perdonar. —El baño está al final del pasillo. Y si necesitas cualquier cosa, no dudes en pedírmelo. —Muchas gracias, Beattie. La mujer desapareció , dejá ndola sola con Harry, y de repente se le ocurrió que Liam no era el padre del niñ o y, ademá s, estaba divorciado. Y, por lo tanto, era un hombre libre. Aunque no sabı́a por qué habı́a pensado eso. Nerviosa, miró el telé fono, pero no querı́a hablar con Anna todavı́a. Aunque, por razones de seguridad, alguien deberı́a saber que estaba en Newarra con Harry. De modo que se obligó a sı́ misma a levantar el auricular. Mientras no tuviese que mirar a Anna a los ojos podrı́a mentir de manera convincente, pensó . Si su amiga intuı́a que pasaba algo, siempre podría decir que estaba preocupada por Harry y Emmy. Que era la verdad. *** Sapphie bañ ó a Harry y, aunque el niñ o no cooperó exactamente, esta vez tampoco puso demasiadas pegas. Se decı́a a sı́ misma que era una mejora, un paso adelante. Pero el sentido común le decía que el pobre estaba demasiado cansado como para protestar. Tenı́a que encontrar a su padre. Tenı́a que encontrar a alguien que cuidase de é l y le diera todo lo que necesitaba. Y debı́a apartarse antes de que el niñ o empezase a encariñ arse con ella. Porque ella no era la clase de persona a la que se debı́a con iar el cuidado de un niñ o. Harry era tan pequeño, tan inocente. Y no merecía aquello. Despué s de ducharse a toda velocidad, se cambió de ropa y se secó el pelo con una toalla antes de volver con Harry, que estaba en medio de la cama, sujeto por dos almohadas. Jared, a travé s de Anna, le habı́a dicho que Liam Stapleton era un buen hombre. Beattie y Sid parecı́an pensar lo mismo y tambié n era lo que le decı́a el instinto. Pero rezaba para no estar equivocada. *** Liam se levantó en cuanto notó que Sapphie estaba en la puerta. No sabı́a qué lo habı́a alertado de su presencia. Su perfume, quizá. Olía a melocotones. —Entra, por favor. Ella dio un paso adelante. Tenı́a el pelo mojado, como si acabara de darse una ducha. Tal vez usaba champú de melocotó n, pensó . Con unos vaqueros y una camisa demasiado grande para ella, abrochada hasta el cuello, sujetaba a Harry con un brazo mientras en la otra mano llevaba un biberón. Y algo de color naranja sobre el hombro. No debería parecerle sexy. Pero se lo parecía. Liam sacudió la cabeza. Le importaba un bledo el aspecto que tuviera Sapphie Thomas. El no necesitaba una mujer en Newarra. —¿Sabes que hacen pañ ales de colores? Me gustan má s que los blancos, son má s alegres —dijo Sapphie. ¿Eso naranja era un pañal? —¿Tienes que cambiarlo? —No, lo he traído para no manchar el sofá. —Ha sobrevivido a varias generaciones de niños, no te preocupes.


—Sı́, pero gracias al trabajo de gente como Beattie. Y si puedo ahorrarle algo de trabajo, lo haré. —Te aseguro que le parecerı́a un precio muy pequeñ o por tener un niñ o en casa —dijo é l. Aunque tampoco necesitaba un niño en Newarra—. ¿No lo has metido en la cuna? —Está inquieto y quería tenerlo conmigo un rato. Liam se ijó entonces en sus ojeras. Segú n ella, no habı́a dormido en dos dı́as y debı́a ser verdad. —¿Puedo sentarme? —Sí, claro, perdona. Ese sofá es muy cómodo. Y desde allı́ podı́a mirarla, ademá s. Mirarla a ella era mejor que mirar a Harry. Sapphie resultaba muy agradable a la vista. No era convencionalmente guapa… tenı́a la boca demasiado grande y la mandı́bula cuadrada, pero sus rasgos eran muy atractivos. Pero, con la camisa abrochada hasta el cuello, parecı́a estar dicié ndole que era intocable. Muy bien. No tendría que decírselo dos veces. Cuando le ofreció el biberó n a Harry, el niñ o empezó a chupar ansiosamente y eso le recordó… —Beattie ha hecho té y unos sándwiches —le dijo, mostrándole un plato. —Ah, gracias. Tendrá s que perdonarme, pero voy a comerme esto con má s gusto que modales — bromeó Sapphie. Mientras la veía devorar el sándwich se le encogió absurdamente el corazón. —¿Cuándo comiste por última vez? —Anoche. —Pero… Ella puso un dedo sobre sus labios, señ alando luego a Harry, que se habı́a quedado dormido. El rostro del niñ o era tan dulce que el corazó n de Liam se encogió aú n má s. Le gustaría alargar la mano para tocar esa carita… para comprobar que era real. Pero no lo hizo. —Cuando descubrı́ que la avioneta del correo hacı́a su ruta a Newarra hoy mismo era muy tarde, ası́ que no tuve tiempo de comer. Ademá s, Harry y yo nos mareamos un poco durante el viaje. -¿Cómo tomas el té? -Sin leche y con dos azucarillos, gracias. Liam la vio tomarse el té de un trago. Beattie habı́a usado la porcelana buena y las tacitas eran muy pequeñas, de modo que le sirvió una segunda taza mientras terminaba el sándwich. —¿Quieres otro? -No, gracias, ya no quiero más. Liam dejó el plato sobre la mesa, sintié ndose tontamente decepcionado. Tal vez porque habı́a sentido cierta satisfacció n verla comer con tanto apetito. Tal vez porque sentı́a que estaba haciendo algo por ella. Sapphie tomó un sorbo de té, mirándolo por encima de la taza. —Liam, ¿quié n crees que es el padre de Harry? Estaba claro que no tenı́a intenció n de perder el tiempo y era lógico. Liam se pasó una mano por el pelo. Lucas era el padre el niño, tenía que ser él. —Sospecho que el niño es mi sobrino.


CAPÍTULO 3 Sapphie lo miró , perpleja. ¿Su sobrino? ¿Pensaba que Harry era su sobrino? No sabı́a si reı́r o llorar de alivio. Por lo que Beattie habı́a dicho, Liam vivı́a solo allı́, pero una llamada de teléfono lo solucionaría todo. Y entonces Harry tendría un padre. Aliviada, se llevó una mano al corazón. —¿Cómo se llama tu hermano? —Lucas —contestó él, después de aclararse la garganta. —¿Lucas? —repitió Sapphie, recordando el brillo de angustia en los ojos de Emmy cuando le dijo que el padre de su hijo habı́a prometido buscarla—. ¿Por qué crees que es el padre de Harry? -¿Quieres ver el álbum familiar? -Muy bien. Liam se levantó para sacar un á lbum del armario. Y, mientras lo hacı́a, Sapphie volvió a fijarse en sus anchos hombros, en su estatura. Sí, mejor que se apartase un poco, pensó. Pero despué s de dejar un á lbum sobre sus rodillas volvió a sentarse en el silló n. Sapphie abrió la primera página, luego la segunda… y volvió a la primera. Al ver la tercera página lo miró, lívida. Los niños de esas fotografías eran idénticos a Harry. -Harry es… —La viva imagen de los Stapleton, ya lo sé —dijo él. -¿Quién es este niño? ¿Y este otro? Liam se inclinó hacia delante para señalar una de las fotografías con el dedo. -Este soy yo a los tres añ os. Ese es mi hermano Lachlan a la misma edad, mi hermana Lacey… y éste es Lucas. Hasta los tres añ os, Liam, Lachlan y Lucas parecı́an idé nticos. Seguı́an pareciendo hermanos despué s de eso, pero las diferencias empezaban a marcarse. Y no só lo diferencias fı́sicas. A partir de los cinco añ os, Liam aparecı́a muy serio, mirando directamente a la cá mara. Lachlan, con una sonrisa traviesa, normalmente estaba haciendo algo. Y Lucas solı́a inclinar la cabeza, un poco inseguro, un poco tímido. Eran niños muy guapos. Y todos parecían haberse convertido en hombres muy atractivos. Mientras Sapphie pasaba las pá ginas del á lbum, imaginó una familia unida, cariñ osa. Ella habı́a pasado toda su vida soñ ando con una familia ası́. Entonces miró a Harry. ¿Podrı́a esa familia, esa herencia, ser suya? Por in, le devolvió el á lbum y se echó hacia atrá s en el sofá , donde no sentı́a su calor y su proximidad. Olı́a a caballos, a tierra, a cuero… olores que asociaba con Kimberley y con los buenos tiempos. Pero durante esos minutos habı́a tenido que luchar contra el absurdo deseo de apoyarse en él. —El parecido es increíble. —Sí, lo es. A juzgar por las fotografı́as, Lucas se reı́a mucho. Podrı́a ser un padre maravilloso, divertido, cariñ oso. Todo lo contrario al hombre que estaba sentado frente a ella. El instinto le decı́a que Liam era un buen hombre, pero nadie podrı́a decir que era divertido. Ojalá sonriera, pensó . Deberı́a haber imaginado en cuanto lo vio que Emmy no habrı́a tenido una relació n con un hombre como él. —Seguramente deberías ver esto. Le estaba mostrando una postal y, de repente, Sapphie tuvo una premonició n. Sabı́a que no querı́a leer esa postal, lo sabı́a de alguna forma. Pero tuvo que mirarla. Era una postal enviada desde la isla de Rottnest, irmada por Lucas y fechada veintiú n meses antes. Liam le mostró otro papel. —Este es el extracto de la tarjeta de cré dito de mi hermano en esas fechas. Parece que estuvo en Rottnest una semana. Como Emmy había dicho. Pero… ¿Por qué tenía Liam todo eso? —¿Dónde está Lucas? Él la miró, con los ojos oscurecidos. —Ha muerto. Murió hace dieciocho meses. Sapphie se quedó sin fuerzas. ¿Muerto?


—Lo siento —murmuró. Liam inclinó la cabeza para disimular su emoció n y ella, sabiendo que no le gustarı́a que lo viera así, miró a Harry con el corazón encogido. Pobre Harry. Pero no podía ser… —El parecido no puede ser una coincidencia. —haremos una prueba de adn para estar seguros. -Pero si Lucas es el padre de Harry… —La prueba de adn nos dirá el parentesco. —Pero emmy me dijo que tú eras el padre del niño. ¿Por qué iba a decir eso si…? —Lucas me tenı́a en un pedestal —empezó a decir Liam—. Só lo tenı́a veintitré s añ os cuando murió , catorce menos que yo. Nuestra madre solı́a decir que habı́a sido un accidente maravilloso. Los ojos de Sapphie se llenaron de lágrimas. —Despué s del accidente me enteré de que, a veces, cuando se iba de la ciudad, Lucas se hacía pasar por mí. -¿Por qué? —preguntó ella. Liam se encogió de hombros. -Nunca se lo pregunté . En ese momento habı́a cosas má s importantes de las que preocuparse. Entonces pensé que se hacı́a pasar por el director de Newarra porque era muy joven y eso era lo que deseaba. Si es algú n consuelo, no creo que intentase engañ ar a tu hermana deliberadamente. -Pero seguimos sin saber si es el padre de Harry. Liam sacudió la cabeza. —Durante los ú ltimos cuatro añ os, Lucas era el representante de la familia en la feria agrícola de Perth y estaba en la isla Rottnest cuando dices que Harry fue concebido. —Pero… -Sé que esto no es lo que tú esperabas, pero parece que es la única respuesta. Temblando, Sapphie dejó caer la postal al suelo sin darse cuenta. El padre de Harry estaba muerto… No podía ser. -No —murmuró. El padre de su sobrino debía aparecer, debía hacerse cargo de él. —Lo siento, Sapphie. Los temblores se hicieron tan violentos que tuvo que cerrar los ojos. Liam se levantó , pero ella hizo un gesto para que no la tocase, de modo que volvió a sentarse en el sillón. -Lo siento —murmuró. -Estás agotada. Lo habı́a dicho con tono seco, casi enfadado. Y era ló gico. Harry y ella estaban despertando recuerdos muy dolorosos. Los dos se quedaron en silencio un momento. -¿Harry es huérfano? —No, no lo es. -¿Y dónde está su madre? ¿Por qué no ha venido ella? —Emmy está… indispuesta en este momento —mintió Sapphie. —¿Y qué es lo que quiere? ¿Por qué te ha enviado a ti? Sapphie se mordió los labios. Pero tenía que decirle la verdad. —Emmy quería que el padre de Harry se hiciera cargo de él. Pero eso era un sueño imposible ahora. —¿Por qué? —insistió Liam. La pregunta pareció reverberar por toda la habitació n. Y no era una pregunta que pudiese contestar, de modo que negó con la cabeza. Liam se levantó entonces. —Tengo que dar de comer a los caballos. Nos veremos a la hora de cenar. —¿Liam? Él se detuvo.


—Dime. -¿Qué le pasó a Lucas? -Murió —contestó él. Y, sin decir una palabra más, salió del cuarto de estar. Sapphie cerró los ojos un momento, pero los abrió enseguida para mirar a Harry, que dormía a su lado. ¿Qué iba a hacer?, se preguntó, angustiada. *** Sapphie saltó de la cama para ir al cuarto del niño en cuanto el llanto de Harry la despertó. -Cariño… Lo sacó de la cuna e intentó acunarlo, pero Harry no la dejaba. Cualquier conexió n que hubiese creı́do tener con é l habı́a desaparecido. Intentó darle un masajito en la espalda, calmarlo, pero el niño se negaba a ser calmado. —¿Has tenido una pesadilla, chiquitín? Su vida debı́a ser una pesadilla en aquel momento. Sin su madre, en brazos de una extrañ a, la rutina de su vida interrumpida por completo. Le cambió el pañ al, tarea nada fá cil con el niñ o moviendo las piernecitas como si quisiera salir corriendo, comprobó que no tenı́a iebre ni una erupció n por culpa del pañ al, algo que pudiese justi icar su intranquilidad… Nada. Como la noche anterior y como la anterior a é sa. Podrían estar saliéndole los dientes… Sapphie miró el reloj. Eran las once de la noche. Intentó cantarle una canció n, jugar con el caballito de peluche para distraerlo, caminar de un lado a otro de la habitació n. Y Harry seguı́a llorando. Por fin, Sapphie lo dejó sobre la cama, pasándose las manos por el pelo. «¡Piensa!». No sabı́a qué hacer, có mo ayudarlo, có mo consolarlo. Una madre sabrı́a qué hacer. Pero ella no merecı́a ser madre. Nunca podrı́a compensar por lo que habı́a hecho siete añ os antes… Pero eso era exactamente lo que estaba intentando hacer. No habı́a hecho lo que debı́a por su propio hijo, el hijo que no tuvo, pero querı́a hacerlo por el hijo de Emmy. No era su iciente, nunca sería suficiente, pero al menos era algo. Harry tenı́a las mejillas rojas de tanto llorar y se le hizo un nudo en la garganta. Pobrecito… Tal vez tenı́a hambre, pensó . ¿Podrı́a ser eso? Habı́a tomado un biberó n por la mañ ana, pero durante el resto del día no parecía tener apetito. —¿Tienes hambre, cielo? Pero Harry se negó a tomar otro biberó n. Intentando contener las lá grimas, Sapphie paseó por el cuarto de estar. —Ojalá supiera qué hacer, cariñ o. Harı́a lo que fuera para que dejases de llorar, pero no sé qué hacer. Harry seguı́a llorando y sus gritos le rompı́an el corazó n. Se sentı́a inadecuada y paté tica, lo único que podía hacer era mirarlo llorar sintiéndose absolutamente impotente. —¿Qué le pasa? Cuando vio a Liam en la puerta tuvo que tragar saliva. Automá ticamente, miró el escote de su camisa…Una tonterı́a porque ella nunca llevaba escotes. Con aquella camiseta y el pantaló n de chándal no debía tener un aspecto muy atractivo, además. —¿Está enfermo? —No, no lo creo. No tiene fiebre… no tiene nada que yo pueda ver. Liam entró en el cuarto de estar, con las manos en los bolsillos del pantaló n. Evidentemente, aún no se había acostado. —¿Cuánto tiempo lleva llorando? —¿Qué hora es? —Las doce. —Pues casi una hora. —¡Una hora! Tiene que pasarle algo si lleva una hora llorando. Voy a llamar al mé dico por radio. —No —dijo Sapphie.


—Pero una hora… —No es nada. Anoche estuvimos ası́ cuatro horas. Y luego, despué s de tres horas de descanso, otras dos más. Liam la miró, sorprendido. —¿Has intentado darle el biberón? -¿Tú qué crees? Lo he intentado todo, pero no sirve de nada. ¿Quieres intentarlo tú? Liam dio un paso atrás. -No, no. Yo lo asustaría. -No te preocupes, a mí me conoce desde hace dos días. Como para darle la razó n, Harry empezó a gritar con má s fuerza, apartá ndose todo lo que le era posible. No quería que lo tocase. ¿Qué más pruebas necesitaba de que como sustituta de su madre era un fracaso? Se sentía tan mal que apenas podía respirar. Pero entonces Liam le quitó al niño de los brazos y, de repente, pudo respirar de nuevo. *** Liam no sabı́a qué hacer con aquel niñ o, pero no podı́a soportar má s la angustia de Sapphie, que habı́a tenido que lidiar con ese llanto durante seis horas la noche anterior. Pero ahora que tenía a Harry en brazos no sabía qué hacer. —Se te cansarán los brazos enseguida si lo sujetas así. Como habı́a hecho con Sapphie, el niñ o intentaba apartarse de todas las maneras posibles. Para ser tan pequeño tenía una fuerza impresionante. Liam se sentó en el sofá e intentó moverlo arriba y abajo, pero Harry no querı́a saber nada y su llanto provocaba tal angustia… ¿Sapphie habı́a hecho aquello durante seis horas? El só lo llevaba dos minutos con su sobrino en brazos y… «No te asustes, eres un hombre adulto y Harry só lo es un niñ o». ¿Só lo un niñ o? Cinco añ os antes había hecho eso mismo por otro… Sapphie se levantó del silló n, tomó un juguete del suelo y se puso de rodillas delante de ellos. -Mira, Harry —murmuró , haciendo que el caballito se moviese de un lado a otro del sofá —. El caballito no quiere verte tan triste. Harry no dejó de llorar, pero se inclinó hacia delante y agarró el caballo con sus manitas. Y a Liam se le encogió el corazó n. Pobre niñ o. Estaba cansado, angustiado y é l no sabı́a qué hacer. -Se te rompe el corazón, ¿verdad? —murmuró Sapphie. El asintió con la cabeza. —Bueno, por el momento he intentado el caballito, el biberó n y pasear de un lado a otro. Le he cambiado el pañ al y la ropa, he intentado abrazarlo, poner caras, hacer voces… ¿se te ocurre alguna cosa más? Liam iba a pasarse una mano por la cara, pero decidió no soltar al niño. —¿Has probado a cantarle una canción? —Sı́, pero tampoco ha servido de nada —Sapphie acarició los piececitos del niñ o—. ¿Sabes lo que la abuela Dana solı́a hacer cuando estaba triste? Nos cantaba canciones de Abba a tu mamá y a mí. Al oír la palabra Abba, Harry dejó de gritar y ella lo miró, perpleja. -Canta una de esas canciones —sugirió Liam. Sapphie se puso a cantar Mamma Mia y Harry dejó de llorar. Ası́, de repente. Incluso pareció relajarse un poco. No se apoyaba en su pecho, pero al menos dejó de apartarse. Y eso lo hizo sentir un anhelo que le rompía el corazón. La canció n terminó y Harry no empezó a llorar de nuevo. Sapphie miró al niñ o y luego a Liam, emocionada. Y entonces sonrió , la misma sonrisa que le habı́a dedicado cuando bajó de la avioneta, cuando le dijo: «señ or Stapleton, le he traı́do a su hijo». Pero Harry no era su hijo. Sin embargo, al mirar la carita roja del niñ o sintió el deseo de protegerlo. Y otra emoció n que no podía descifrar. -Tu abuela Dana nos enseñ ó a Emmy y a mı́ un, baile especial -dijo Sapphie entonces—. Seguro que también a ti te gusta. Liam, no se te ocurra reírte.


-Te juro que no — afirmó él. Y lo decı́a en serio, cualquier cosa para que Harry dejase de llorar. Aquella mujer merecı́a una medalla. Sapphie empezó a cantar otra canció n y, de repente, se puso a hacer el baile má s raro que habı́a visto en toda su vida, una combinació n de Twist, Rock… y Gimnasia rı́tmica. Era una canció n inspirada en los añ os cincuenta, una tonterı́a divertida, y cuando Harry empezó a dar palmaditas, Liam quiso hacerlo también. Cuando la canció n terminó , Sapphie se puso de rodillas frente a ellos de nuevo, sin aliento. Y él descubrió que le costaba trabajo respirar. —Ha sido divertido, ¿verdad, Harry? El niño se inclinó hacia delante para poner una manita en su cara. Y luego sonrió. —Dios mı́o —Sapphie se dejó caer sobre la alfombra como si no la sostuvieran las piernas, con los ojos llenos de lágrimas. Y Liam volvió a emocionarse. Le gustaría que Harry le sonriera a él de ese modo. —¿Crees que debería hacer el baile otra vez? —preguntó Sapphie. —No, descansa un poco. —¿Pero y si vuelve a llorar otra vez? Liam se echó hacia atrás en el sofá. Y luego abrió la boca y empezó a cantar: —Fernando… Los dos se quedaron boquiabiertos cuando Harry se apoyó en su pecho y cerró los ojos. Y, mientras cantaba en voz baja, el corazó n de Liam se hinchó , llenando el agujero que habı́a tenido en el pecho durante los últimos cinco años. Que Belinda no quedase embarazada lo habı́a destrozado. Habı́a intentado esconderlo y convencerse a sı́ mismo de que fue lo que ocurrió despué s lo que le habı́a roto el corazó n, pero empezaba a preguntarse si era verdad. ¿Era la traició n de Belinda lo que tanto le dolı́a o el hecho de no haber podido tener hijos?


CAPÍTULO 4 Liam se detuvo de golpe al ver a Sapphie colgando la ropa en el patio. Enseguida reconoció la camisa que habı́a llevado cuando llegó el dı́a anterior, la camisa sobre la que Harry habı́a vomitado un poco de leche. Pero no fue la camisa sino un pantaloncito y una camiseta diminutos colgados al lado lo que hizo que experimentase una inesperada oleada de anhelo. Sapphie se inclinó para tomar algo de un cesto en el suelo y luego se incorporó , el sol dándole a su pelo rubio reflejos dorados y castaños. Liam parpadeó, sorprendido. Estaba colgando una de sus camisas de trabajo. Podı́a parecer una imagen de felicidad domé stica, pero é l sabı́a lo que era: una ilusió n. Y se negaba a dejare seducir por ella. Molesto consigo mismo, se pasó una mano por la cara. En realidad, Sapphie Thomas no estaba intentando manipularlo. De hecho, no le habı́a pedido absolutamente nada. Estaba claro que su hermana le habı́a dejado a cargo del niñ o por alguna razó n, pero decı́a haberlo conocido só lo dos dı́as antes. Habı́a una historia ahı́, estaba seguro, pero sospechaba que no iba a contá rsela. Lo que estaba claro era que la pobre se esforzaba todo lo posible por el niño y seguramente por su hermana también. Entonces recordó el bailecito de la noche anterior. Sapphie se habı́a puesto a bailar con todo su corazó n y, a cambio, se habı́a ganado el de Harry. Y la añ oranza que habı́a sentido entonces volvió al recordar el peso del niñ o entre sus brazos. Querı́a que Harry fuese parte de su vida, quería cerrar el hueco que había dejado la traición de Belinda. Se lo debı́a a Lucas. Se lo debı́a a toda su familia. Harry curarı́a algo má s que su corazó n roto, podría ayudarlos a curar a todos. Sí, tenían que hablar. -Hola. Sorprendido, Liam levantó la cabeza. Sapphie se dirigı́a hacia é l, con el cesto vacı́o en la mano. —Hola. -¿Qué hacías, esconderte entre los arbustos? —Estaba… admirando el paisaje —respondió él. —Has vuelto temprano. Beattie me dijo que no volverías hasta la hora de comer. -Quería comprobar que Harry y tú estabais bien. —Estamos de maravilla. Hemos dormido como troncos hasta las ocho ni más ni menos. —Escandaloso —bromeó él. —Oye, que ya sé que os levantá is muy temprano por aquı́. Beattie me ha dicho que está is de pie a las cinco y media. —Sí, pero es que estamos preparándonos para reunir al ganado. —¿Ah, sí? Qué divertido. Liam hizo un gesto de sorpresa. Reunir al ganado era la tarea má s dura del añ o. En realidad, era una pesadilla, un caos y, a veces, incluso peligroso. Y, como a la mayorı́a de los ganaderos, a él le encantaba. Y la sonrisa de Sapphie parecía decir que lo sabía. Le sorprendió que pareciese estar como en su casa en el rancho. Má s que Belinda. Claro que si había pasado algún tiempo en Jarndirri, era lógico. —Sólo quería decirte que agradezco mucho tu ayuda. Anoche estaba desesperada. —No tienes que darme las gracias —dijo él. Volvió a pensar entonces en el bailecito y en lo có modo que se habı́a sentido cantando Fernando. Recordaba el peso del niñ o entre sus brazos… y có mo mirando a Sapphie y a Harry sintió que algo que estaba muerto en é l volvı́a a la vida. Y ese algo lo hizo notar que una noche de sueñ o y el aire fresco le daban color a sus mejillas. Sin darse cuenta, se encontró mirando sus carnosos labios, preguntándose si sabrían a miel o a melocotones… Ella parpadeó, nerviosa. —Bueno… tengo que irme —empezó a decir—. Harry se quedó dormido despué s de desayunar, pero seguramente estará a punto de despertar otra vez. Luego se dio la vuelta para entrar en la casa. Liam observó la curva de su trasero y tuvo que darse la vuelta, murmurando una maldició n. Esa era precisamente la razó n por la que no querı́a una mujer en Newarra.


Problemas, con p mayúscula. *** Sapphie vio a Liam apartando su plato. Pronto se marcharía y ella podría respirar mejor. —Gracias, Beattie, estaba riquísimo. Beattie, que estaba guardando los platos en el lavavajillas, levantó la cabeza. —Es a Sapphie a quien deberı́as darle las gracias, ella ha hecho la comida. Y me ha ayudado a hacer el pastel. Es estupenda en la cocina. —Gracias, Sapphie. —De nada —dijo ella, pasando una mano por la espalda de Harry mientras esperaba que se calentase el biberón. El niño se lo tomó entero, sin protestar, y Sapphie lo llevó a la cuna. —¿Quieres tu caballito? Harry agarró el peluche y, suspirando, cerró los ojos. —Que duermas bien, cariño. Liam se levantó en cuanto volvió a entrar en la cocina y eso hizo que su corazó n palpitase un poco má s deprisa. Pensaba que habrı́a vuelto a trabajar… de hecho, habı́a esperado que ası́ fuera porque durante el almuerzo la había puesto nerviosa tenerlo tan cerca. —Me gustaría hablar contigo un momento. ¿Hablar? Con precisió n fotográ ica, Sapphie recordó su mirada en el patio. Ella no querı́a eso. No querı́a eso con un hombre. O tal vez estaba engañ á ndose a sı́ misma. Pero Liam la turbaba como no la habı́a turbado ningú n otro hombre y, en ese momento, necesitaba mantener la cabeza fría por Harry. -¿Sapphie? -¿De qué querías hablar? -De Harry —contestó é l—. Beattie ha llevado el café al cuarto de estar —dijo luego, hacié ndole un gesto para que lo precediera. Una vez allı́, se sentó en el silló n y esperó que ella se sentara en el sofá. —Has dicho que querías hablar de Harry. -Así es. Sapphie, me gustaría que Harry y tú os quedarais unos días en Newarra. Eso la dejó sin habla durante unos segundos. No sabı́a por qué querı́a que se quedaran, pero estaba claro que lo decía de corazón. -No sé… —Por favor, pié nsalo. Tenemos que organizar la prueba de adn y hay que pensar en el futuro del niñ o —Liam se inclinó hacia delante—. Me gustarı́a tener la oportunidad de conocer mejor a mi sobrino. Era una petició n razonable, pero su situació n econó mica no le permitirı́a quedarse allı́ mucho tiempo. —¿Cuántos días quieres que nos quedemos? -No lo sé, una semana. O tal vez quince días. ¿Quince días? Eso sería estirar sus recursos hasta el límite. Pero por Harry… —En realidad, estarías haciéndome un favor —siguió él. —¿Un favor? Liam se levantó del sillón para cerrar la puerta. -No quiero que nos oiga Beattie. -¿Por qué no? -¿Te ha contado que su hija está embarazada? Sapphie sonrió al recordar su conversación con el ama de llaves. -Sı́, lo sé . Está deseando volver a ser abuela. Me dijo que se tomarı́a unos dı́as libres para el nacimiento del niño. -Sí, quince días. ¿Te ha contado que su hija ha tenido problemas durante el embarazo? —No, no lo sabía. -Nada serio —le aseguró é l—. Pero tanto Beattie como su hija se sentirı́an má s tranquilas si pudiera estar con ella. -¿Y por qué no se marcha?


Liam hizo una mueca. —Por un absurdo sentido del deber. Se niega a dejarme solo porque cree que me morirı́a de hambre si ella no estuviera aquı́. Mi capataz y su mujer vendrá n cuando Beattie se marche, pero no puedo pedirles que vengan antes porque estamos reuniendo al ganado al otro lado de la propiedad. Si Beattie supiera que Harry y tú vais a estar aquı́ unos dı́as, se marcharı́a tranquila. -¿Me estás ofreciendo un puesto temporal de ama de llaves? -Sé que tienes experiencia viviendo en un rancho —dijo é l—. El sueldo es bueno, incluye comida y alojamiento y el trabajo no es muy duro. Ademá s, le estarı́as haciendo un favor a Beattie y a su hija. Y a mí también. Sapphie lo pensó un momento. —Esto significa mucho para ti, ¿verdad? —Sí. Una palabra, un monosı́labo, pero habı́a un mundo de signi icado en é l. Y, de repente, Sapphie pensó que tal vez podrı́a darle la oportunidad que no tuvo con su hijo. No le negarı́a a nadie esa oportunidad y no podía negársela al tío de Harry. O a Harry. Si Bryce hubiera reconocido ser su padre todo habrı́a sido tan diferente. Pero no lo habı́a hecho y, por lo tanto, ella habı́a crecido sin un padre al que incluso ahora echaba de menos. Liam no era el padre de Harry, pero podrı́a ser una igura paterna para el niñ o. Y una nueva esperanza nació dentro de ella. —¿Por qué es tan importante para ti, Liam? Él se quedó callado un momento. —Has dicho que tu hermana quería que el padre de Harry se hiciese cargo del niño. —Así es. —¿Y estaría dispuesta a darle la custodia? —Sí —Sapphie tragó saliva. —¿Por qué? —le preguntó él, con el ceño fruncido. —Porque ha pensado que sería lo mejor para el niño. —Ya, claro —Liam asintió con la cabeza—. ¿Tú has pensado adoptar a Harry? Sapphie hizo una mueca de horror. —¿Yo? No, yo no… El dolor parecı́a a punto de tragá rsela entera. Durante los ú ltimos dı́as se habı́a enamorado de Harry y darı́a su vida para protegerlo sin dudarlo un momento. Su felicidad era lo que más importaba. Pero que ella lo adoptase no serı́a para bien de Harry. Habı́a abortado siete añ os antes y no merecı́a… Ademá s, ni siquiera habı́a sabido educar a Emmy. ¿Qué má s pruebas necesitaba? No, ella era la última persona en el mundo que debería cuidar de Harry. -¿Por qué no? —le preguntó él. Esa pregunta fue como una bala en su corazó n y, por un momento, le costaba hasta respirar. -No voy a adoptar a Harry, eso es todo. —Muy bien, entonces lo haré yo. —¿Qué? —Que yo adoptaré al niño. Sapphie tragó saliva. ¿Por qué de repente le gustarı́a tomar a Harry en brazos y salir corriendo? -¿Por qué quieres adoptarlo? —le preguntó —. ¿Y por qué crees que eres capaz de darle todo lo que necesita? Ni siquiera eres capaz de contarme lo que le pasó a tu hermano. —¿Qué quieres decir con eso? -¿Tienes que preguntarlo? Liam se levantó y Sapphie lo oyó murmurar una palabrota mientras paseaba por el cuarto de estar. Unos segundos después volvió a sentarse en el sillón. —Hace veinte meses, Lucas tuvo un accidente de coche. Mi madre, haciendo de casamentera, habı́a organizado una iesta en Newarra a la que invitó a muchas chicas de la zona —Liam hizo una pausa—. Yo me divorcié hace cinco añ os y ella esperaba que encontrase novia… bueno, ya sabes


cómo son las madres. -Sí, claro. —El caso es que yo convencı́ a Lucas para que fuera en mi lugar con la excusa de que tenı́a mucho trabajo —Liam tragó saliva—. El informe de la policía decía que se salió de la carretera en una curva, seguramente intentando esquivar a algún animal, y se fracturó la columna. Sapphie cerró los ojos. -¿Culpas a tu madre por el accidente? -¡No! —Entonces te culpas a ti mismo. -Yo era mejor conductor que él y… —¿Y qué? Tú no ibas conduciendo. Liam la miró, pero Sapphie pensó que no la estaba viendo a ella. —El accidente lo dejó en una silla de ruedas. Estuvo diez meses en el hospital antes de volver a Newarra y só lo llevaba aquı́ seis semanas cuando… —Liam sacudió la cabeza, angustiado—. Yo debería haberme dado cuenta de lo que pasaba. —¿A qué te refieres? —Mi hermano estaba totalmente deprimido. Siempre habı́a sido muy activo y, de repente, estaba con inado en una silla de ruedas… no podı́a soportarlo. Yo deberı́a haberle dado alguna tarea, algo que hacer, pero seguı́a recuperá ndose del accidente y yo querı́a protegerlo. Pensé que habría tiempo, pero… —¿Qué pasó, Liam? -Lucas se suicidó —dijo él entonces. Sapphie se llevó una mano al corazón. -Dios mío. -Y yo no me di cuenta de que estaba tan mal… —Pero no es culpa tuya. —Deberı́a haber cuido mejor de é l —Liam se pasó una mano por el pelo—. Estoy en deuda con é l, Sapphie. Estoy en deuda con toda mi familia. Mi madre no puede venir a Newarra desde que ocurrió, aunque ha sido su casa durante cuarenta años. Se lo debo a todos. ¿Qué quería decir con eso? -Deja que adopte al hijo de Lucas. Dame una oportunidad de hacer las cosas bien. —No —dijo Sapphie, levantándose del sofá—. El propósito en la vida de Harry no es que tú y tu madre os sintá is mejor. Es un niñ o pequeñ o y deberı́a ser querido por sı́ mismo, no como… como un sustituto de Lucas. Liam se puso pálido. -Yo no quería… —No es responsabilidad de Harry hacerte feliz, es tu responsabilidad hacerlo feliz a é l. Ademá s, ¿por qué crees que serı́as un buen padre? No sonrı́es nunca, no eres cariñ oso… ¿qué clase de ambiente es ese para un niño pequeño? —¿Qué otras posibilidades hay? Sus palabras la dejaron inmó vil, tan asustada que tuvo que volver a sentarse. ¿Qué otras posibilidades habı́a? Con su madre en la cá rcel, su padre muerto y una tı́a que no sabı́a nada sobre niños… ¿Una familia de acogida? La mera idea le rompía el corazón. —¿Crees que no podría quererlo? —le preguntó Liam. No estaba segura. Habı́a muchas sombras en aquel hombre. Tambié n habı́a sombras en su vida, sı́. Pero ella no estaba proponiendo adoptar a Harry. Y entonces recordó que le habı́a cantado esa canció n a medianoche… si podı́a cantar, ¿Serı́a capaz de aprender a reı́r de nuevo, a ser un buen padre para Harry? —Sapphie, tenemos que hablar de esto. —Sí, lo sé. Pero no quiero que lo hagas mientras estás de pie. Eres tan alto que me asustas. Liam se sentó en la alfombra, dá ndole a ella la ventaja de la altura. Un detalle pequeñ o, pero un detalle. —Debería volver a casa para hablar con Emmy, preguntarle qué debo hacer. —Si te vas a casa ahora, lo ú nico que podrá s contarle es que Lucas ha muerto. Pero si te


quedas… —¿Si me quedó qué? —Podrı́as hablarle de mı́, de Newarra. Si soy capaz de demostrarte que estoy dispuesto a cuidar de Harry, tal vez te lo pienses. Lo que decía tenía mucho sentido. —No sé si Emmy querrı́a que fuese adoptado. Las mamá s jó venes a veces necesitan tiempo… podrı́a estar sufriendo una depresió n postnatal o algo ası́. Tal vez lo esté pensando en este mismo instante. Entonces recordó la resolució n que habı́a visto en los ojos de su hermana y supo que no era verdad. —Aparte de todo eso, ¿No merece Harry conocer a la familia de su padre? Sapphie recordó las fotografı́as familiares que le habı́a enseñ ado el dı́a anterior. Harry merecía lo mejor que la vida pudiera ofrecerle. ¿Podría dárselo él? —¿No merezco una oportunidad al menos? —insistió Liam, tomando su mano. *** En cuanto tomó su mano supo que no deberı́a haberlo hecho. Su piel era tan suave, su expresió n tan dulce que tuvo que hacer un esfuerzo para no besarla. ¿Besarla? Su pulso se aceleró de inmediato. Sin poder evitarlo, su mirada fue hacia los labios femeninos. No podı́a dejar de preguntarse cómo sabrían… Nerviosa, Sapphie carraspeó. —¿No vamos a tornar el café? Se va a quedar frío. —No, gracias. No me apetece. —¿Entonces te importa si salimos al porche? Me gustaría tomar el aire. Liam se dio cuenta de que estaba tan tensa como é l. ¿Sentirı́a lo mismo? ¿Sentirı́a el deseo de besarlo? Tal vez esa tensió n era debida a que, como é l, tenı́a que hacer un esfuerzo para controlarse. Pero daba igual que Sapphie lo deseara o no, pensó mientras se levantaba de la alfombra. El matrimonio no era para é l. Deberı́a preocuparse de garantizar el futuro de su sobrino, nada más. Una vez en el porche, Sapphie se apoyó en la barandilla, mirando el jardín. Aquél había sido el sitio favorito de su madre porque incluso en pleno verano hacı́a fresco allı́. Una ilusió n, quizá , creada por los dos á rboles gigantes de falsa pimienta que dominaban esa zona del jardín. —¿Sapphie? —Liam señ aló un antiguo banco de hierro forjado, con varios almohadones encima, pero Sapphie siguió apoyada en la barandilla. —Tienes razó n —dijo unos segundos despué s—. Harry merece conocer a la familia de su padre. Eso hizo que sus esperanzas renacieran. Si le diese una oportunidad… querı́a que el niñ o tuviera la infancia que Lucas hubiese querido que tuviera. La infancia que Belinda y é l habı́an planeado para sus propios hijos -Lucas habría querido que creciese aquí. -No, te equivocas. Lo que tu hermano hubiera querido es que quien adoptase a Harry lo quisiera como a un hijo. ¿Tú podrías hacer eso? Esas palabras fueron como un puñ al en su corazó n. Podı́a hacerlo, pensó entonces. Claro que podía hacerlo. Pero no era capaz de decirlo en voz alta. -Sid me dijo que eras un buen hombre. Beattie dice que eres un buen hombre. Jared y Anna también. Pero eso no quiere decir que puedas ser un buen padre para Harry. -Puedo intentarlo —dijo é l—. Si te quedases, Harry y yo tendrı́amos una oportunidad de conocernos mejor, de acostumbrarnos el uno al otro. Si te quedases en Newarra como ama de llaves durante dos semanas verı́as có mo vivo, la clase de hombre que soy. Y entonces podrı́as tomar una decisión. Eso es todo lo que te pido. Sapphie pareció pensarlo durante unos segundos y luego sonrió , su sonrisa robá ndole el aliento. -Muy bien, Liam —respondió por fin—. Harry y yo nos quedaremos durante quince días.



CAPÍTULO 5 Sapphie bajó alegremente los escalones que llevaban al patio para recoger la ropa tendida. No sabı́a por qué se sentı́a tan alegre, pero una burbuja de optimismo empezaba a crecer dentro de ella. Aú n no podı́a dormir a pierna suelta porque el futuro de Harry estaba en juego, pero las cosas parecı́an haber mejorado un poco desde la noche anterior. Harry le sonrió una vez más. Incluso la abrazó. Y Liam cantó Fernando, tocándolo a la guitarra. El cielo de la tarde se habı́a vuelto dorado, violeta y naranja. No hacı́a viento y olı́a a limpio, a tierra, a piedras calientes. El sol era benigno y los á rboles de falsa pimienta estaban llenos de flores. Sapphie echó la cabeza hacia atrá s y llenó sus pulmones de aquel aire tan limpio. Le encantaba aquel sitio. Pues claro que sí. Al fin y al cabo, era hija de Bryce Curran. Algo se movió en el suelo, frente a ella, y cuando quiso echarse atrá s tropezó con una piedra y acabó cayendo de bruces. Se quedó allı́, intentando respirar, la cosa que habı́a visto en el suelo moviendo la cola mientras se apartaba a la carrera. ¡Un lagarto! Deberı́a reı́rse de sı́ misma, pensó . La amenaza no era tal amenaza en absoluto. Y se reirı́a cuando su corazó n recuperase el ritmo normal. Entonces oyó el sonido de unos pasos que se acercaban a la carrera y una sombra bloqueó la luz del sol. —¿Te has hecho daño? Una sombra masculina se inclinó sobre ella, enorme, poderosa. Asustada, Sapphie intentó apartarse. Sería tonta… Estaba en un rancho y debía haber peones, un capataz… hombres a los que no conocía. Intentó levantarse y decirle que no tenía que ayudarla, pero no podía hacerlo. -¿Qué haces? —exclamó él, enfadado. Y cuando se quitó el sombrero… Liam, era Liam. «Es un buen hombre», le habı́a dicho Sid. «Es un buen hombre», le habı́a dicho Beattie. «Es un buen hombre», le habían dicho Anna y Jared. Sı́, bueno, tambié n habı́a pensado que Jonathon era un buen hombre, pero eso no habı́a evitado que la violase. «Liam no va a hacer eso». -¿Sapphie? Ella tragó saliva, intentando contener el pánico. -He tropezado… había una especie de lagarto. -Sı́, los he visto, hay un par de ellos. En Kimberley hay 420.000 metros, pero han decidido instalarse en mi rancho. Y parece que hubieras visto un fantasma. -¡Me ha dado un susto de muerte! Él levantó una ceja. —Tampoco es para tanto. Sapphie intentó levantarse, pero volvió a caer al suelo al sentir un fuerte dolor en la pierna. —¿Qué pasa? -Me ha dado un tirón. Sólo tengo que caminar un poco. —No vas a apoyar el peso en esa pierna hasta que la haya mirado. Apóyate en mi hombro. —¿Qué? —O te apoyas en mi hombro o no podré ayudarte a subir los escalones, tú decides. -Pues… —Sapphie, estamos a cientos de kiló metros de un hospital. Si te has roto algo no podemos arriesgarnos. Beattie tendrá que quedarse porque necesitas que alguien te ayude con Harry… -No, no. Beattie tenı́a que irse a Kununurra para estar con su hija, de modo que debı́a hacer lo que le pedía. No iba a pasar nada. -Dame la mano. Y no apoyes el peso en esa pierna —le advirtió é l, tomá ndola por la cintura. A pesar del dolor, y cojeando hasta los escalones, Sapphie no podı́a dejar de notar al hombre que iba a su lado; su calor, su fuerza, el poder que generaba. Sus muslos se rozaban con cada paso y la mano en su cintura apretaba con suavidad, pero con firmeza.


—Tranquila —murmuró él cuando llegaron al porche—. Voy a quitarte la zapatilla. Sapphie vio como le quitaba la zapatilla y el calcetı́n, intentando contener el deseo de apartarse. —No está hinchado —murmuró, tocándola suavemente—. ¿Te duele? —No es el tobillo, es la pantorrilla. Me ha dado un tirón. Liam empezó a subir la pernera del pantalón —¿Qué haces? —Voy a echar un vistazo. Siguió levantando el pantaló n casi hasta la rodilla y cuando ella intentó impedı́rselo, Liam apartó su mano. -¿Mejor? —le preguntó un minuto después. Sapphie asintió con la cabeza. -Sí. Seguı́a dá ndole un masaje en el gemelo y Sapphie sintió que empezaba a relajarse… y a pensar que deberı́a haberse hecho la cera en Perth. Pero era el pensamiento má s tonto que habı́a tenido en su vida. Le daba igual lo que Liam pensara de sus piernas. No querı́a que las encontrase atractivas o lo contrario. —Esto… ya no me duele tanto. —No, aú n no —Liam siguió moviendo el mú sculo en la direcció n de las agujas del reloj y al contrario—. ¿Te duele? —No —murmuró ella—. Ya te he dicho que sólo era un tirón. —Los tirones son provocados por muchas cosas, un brusco cambio de direcció n, falta de potasio, deshidratación. —No estoy deshidratada, he bebido mucha agua desde que llegué. El miró el cuello de su camisa de manga larga, abrochado hasta arriba. —Vas demasiado abrigada: —Lo que lleve puesto no es asunto tuyo. Liam dejó escapar un suspiro. —¿Puedes apoyar la pierna? —Claro que puedo —Sapphie dio unos cuantas pasos por el porche para demostrá rselo—. ¿Lo ves? El músculo estaba tenso, pero no tanto como para que no pudiese caminar. —Muy bien, entonces ven conmigo. Liam la llevó hasta un pasillo y abrió una puerta. —Esta es la habitación de Lacey. ¿Su hermana? —No entiendo… —Sé que no pensabas pasar quince dı́as aquı́ y supongo que no habrá s traı́do mucha ropa —dijo Liam, señalando un armario—. A mi hermana no le importará que tomes algo prestado. Dentro del armario habı́a un montó n de vestidos y faldas. Y en los cajones de la có moda, pantalones cortos, camisetas y blusas… escotadas. En todos los colores del arco iris. Sapphie dio un paso atrás, llevándose una mano al cuello de la camisa. —No, gracias. Pre iero ponerme mis cosas. Despué s se dio la vuelta y salió de la habitación. *** Liam iba a entrar por la puerta trasera, pero se detuvo al darse cuenta de que le temblaban un poco las rodillas. Era un adulto, un niñ o no podı́a intimidarlo, se dijo. Có mo se reirı́an Lachlan y Lacey si pudieran verlo. Có mo se hubiera reı́do Lucas. Enfadado consigo mismo, se quitó el sombrero para pasarse una mano por la frente y entró en la cocina, dejando sobre la mesa la bolsa que llevaba en la mano. Sapphie estaba sentada en el suelo, la espalda apoyada en un armario, con Harry entre sus piernas. Al ver a Liam, el niñ o estuvo a punto de caer al suelo, pero ella lo sujetó , apretá ndolo contra su corazón. «¿Podrías querer a Harry como si fuera tu hijo?».


El habı́a querido olvidar el sueñ o de formar una familia, habı́a apartado las imá genes que evocaba esa palabra. ¿Podrı́a Harry ser su segunda oportunidad?, se preguntó . Una parte de é l querı́a protegerse contra la posibilidad de la desilusió n, del dolor. Pero si querı́a ganarse la confianza de Harry no podía hacer eso. «¿Podrías querer a Harry como si fuera tu hijo?». No lo sabı́a. Le gustarı́a decir que sı́, pero… No sabı́a qué hacer. Sapphie estaba mirá ndolo con el ceño fruncido y él no sabía qué decir. —¡Mira, es el tı́o Liam! —Sapphie tomó uno de sus bracitos para moverlo a modo de saludo—. Hola, tío Liam. Él tuvo que sonreír. —Hola, Harry. Hola, Sapphie. —¿Seguro que quieres hacerte amigo del niño? -Sı́, claro —contestó é l. Debı́a demostrarle que podı́a hacerlo, que podı́a ser un buen padre. Por Lucas. Por toda su familia. El miedo que sentı́a debı́a re lejarse en su cara porque la expresió n de Sapphie se suavizó un poco mientras se levantaba con el niño en brazos. —La tı́a Sapphie quiere al caballito, ası́ que le da un beso… y el tı́o Liam tambié n — empezó a decir, alargando el juguete de peluche hacia él—. Dale un beso, Liam. Él lo hizo, un poco avergonzado. -Y ahora Harry le da un beso al caballito. El niñ o, que habı́a estado observando atentamente, tomó el caballito y se lo llevó a los labios para darle un sonoro beso que los hizo reír. -¡Muy bien! Ahora Sapphie le da un beso a Harry. Y el tío Liam también. Él dio un paso adelante para besar la cabecita del niño y luego volvió atrás. -Y ahora Harry le da un beso al tío Liam. Pensó que iba a besarlo, pero en el ú ltimo momento Harry escondió la cara en el cuello de su tía. Sapphie le hizo un guiño. —Ha ido mejor de lo que yo esperaba. Só lo estoy poniendo la idea en su cabeza, haciéndole saber quién es su amigo. —¿Entonces no debería sentirme mortalmente herido por el rechazo? —No, claro que no. Harry tiene que acostumbrarse. Tal vez si ella lo hubiera besado para dar ejemplo al niñ o… de repente, Liam imaginó a Sapphie besándolo y a él devolviéndole el beso. -Estas cosas llevan su tiempo. -Sí, claro. -¿Beattie se ha ido ya? -Sí —contestó él. La había llevado a Kununurra en su avioneta—. Te está muy agradecida. -¿A mí? —Sapphie se encogió de hombros—. Yo no he hecho nada. -Algo huele muy bien. -Ah, por cierto, una cosa: ¿los peones no se cansan de comer filetes con patatas? —¿Cómo? -Trabajáis con vacas todo el día… ¿No os cansáis de tanta carne? —No. -¿No soñáis con un buen lomo de merluza o con alitas de pollo? ¿O con una pizza? —No. Bueno, eso no era cierto del todo, pero le gustaba tomarle el pelo. Ademá s, en su opinió n, un jugoso filete siempre sería lo primero. —Pues me temo que vas a llevarte una desilusió n esta noche porque no hay ilete. Vamos tomar un asado de cordero —dijo Sapphie—. No sabı́a a qué hora volverı́as y he pensado que un asado de cordero se mantendrı́a bien en el horno. Me da igual lo que digas, un asado de cordero es mejor que un filete. Además, he hecho pan de maíz. —¿Pan de maíz? —repitió Liam. —Mi madre solía hacerlo cuando vivíamos en Jarndirri. —Ah, me parece muy bien —dijo él.


Y luego se preguntó cuá ndo fue la ú ltima vez que se sintió tan relajado, tan contento. Claro que Sapphie y Harry podían ser una imagen muy hogareña, pero… —Deja de analizarlo todo y disfruta de un descanso al inal de un dı́a de trabajo —dijo ella, como si hubiera leído sus pensamientos. Liam carraspeó, cortado. —Vamos a enseñ arle al tı́o Liam có mo darte la cena, ¿a que sı́? —Sapphie colocó a Harry en la trona y el niñ o no protestó . Al contrario, empezó a dar palmaditas. En unos dı́as, Harry y su tı́a se habı́an hecho amigos. ¿Pero có mo iba a saber é l lo que tenı́a que hacer? ¿Podrı́a hacer feliz a Harry? ¿Podría hacer que se sintiera seguro y querido? Sapphie empezó a cantar otra canció n de Abba en ese momento y, bailando, sacó tres cucharas del cajó n, una para Liam, otra para Harry y otra para ella misma. Luego, sin dejar de bailar, abrió la nevera para sacar la papilla del niñ o. Liam no sabı́a có mo podı́a irradiar tanto calor llevando unos vaqueros y una camisa abrochada hasta el cuello. —¿Pollo o ternera, Harry? —Ternera —dijo Liam. Harry empezó a dar golpecitos con la cuchara—. ¿Lo ves? A é l también le gusta. Sapphie calentó la papilla infantil en el microondas y volvió bailando a la mesa. Luego, le contó todo lo que habı́an hecho aquel dı́a, mientras é l iba y venı́a de Kununurra. Habı́an explorado la casa, el porche y el jardı́n y habı́an merendado bajo uno de los á rboles de falsa pimienta. Liam se encontró a sí mismo deseando haber estado con ellos para… ¿para qué? —Ah, por cierto, he traído regalos. -¡Regalos, Harry! Me encantan los regalos. ¿Te has acordado del sirope de caramelo? Sı́, se habı́a acordado. Sapphie le habı́a dicho que si iba a quedarse allı́ quince dı́as no podría vivir sin el sirope de caramelo. —Pero eso no es el regalo. ¿Quién va primero, Harry o tú? —¿Me has comprado un regalo? Liam rebuscó en la bolsa y sacó un dvd. -¡Mamma mia! —Exclamó Sapphie—. Me encanta esta pelı́cula. ¿a que no sabes qué película vamos a ver mañana, Harry? He encontrado el cuarto de la televisión, es estupendo. El cuarto de la televisión. No había estado allí desde… —Lo hicimos tras el accidente de Lucas. Había esperado que la enorme pantalla y el home cinema pudieran… —Bueno, el regalo de Harry —Liam sacó una vaca de peluche de la bolsa y el niñ o abrió mucho los ojos. —¡Ta! —exclamó. -De nada —Liam apretó una de las orejas de la vaca y un profundo «muuuu» llenó la habitación. Sapphie soltó una carcajada y Harry movió la vaca arriba y abajo, encantado. -mu, mu… -Mumú , podrı́amos llamarla Mumú —sugirió Sapphie—. Ahora tienes una amiguita para el caballito. Gracias, Liam, de verdad. -¿Cuándo va a sonreírme a mí? Esto no es justo. —Pasado mañana. —¿Pasado mañana? ¿Cómo lo sabes? -Nunca se sabe, pero yo creo que será pasado mañana. Harry seguı́a moviendo la vaca arriba y abajo con una sonrisa en los labios y, de repente, Liam sintió un deseo de protegerlo tan profundo que lo dejó sin aliento. —He hecho pastel de chocolate —anunció Sapphie, sacando un contenedor de la nevera—. A Harry le encanta. Cuando tomó una cucharilla para probarlo y cerró los ojos, Liam tuvo que tragar saliva. —Prué balo, está riquı́simo —le dijo, ofrecié ndole la cucharilla—. A todos los amigos de Harry les gusta el chocolate. Parecı́a un aviso o una advertencia, de modo que Liam abrió la boca para probar el pastel.


Pero en lo unico que podı́a pensar era en có mo Sapphie habı́a cerrado los labios alrededor de la misma cucharilla… en lo carnosos que eran sus labios. Nervioso, carraspeó para aclararse la garganta. —Muy rico —consiguió decir. Aunque no recordaba có mo sabı́a el pastel, só lo el brillo en los ojos de Sapphie. Y sus labios. —¿Por qué no le das la papilla a Harry mientras yo caliento el biberón? ¿Con iaba en é l para que hiciera eso? La diminuta cuchara, el diminuto bote de papilla… todo parecía diminuto en su mano. Liam miró a su sobrino. ¿Le dejarı́a darle la papilla? Harry lo miraba con la boquita abierta, claramente impaciente. Consiguió darle la primera cucharada sin organizar un desastre. Harry cerró los labios y movió la cabecita de un lado a otro. Le gustaba, afortunadamente. Luego volvió a abrir la boca y Liam repitió la operació n, orgulloso de sı́ mismo. No se habı́a sentido tan satisfecho desde… No recordaba cuá ndo y no se molestó en seguir pensando. Por una vez, iba a hacer lo que Sapphie le pedía y a disfrutar del momento. *** Sapphie se apoyó en la encimera de la cocina para ver a Liam dá ndole la papilla a Harry… intentando que su corazó n recuperase el ritmo normal. Habı́a algo en esos hombros tan anchos, en esas manos tan grandes mientras le daba la papilla al niño, que la emocionaba. Habı́a algo en Liam que la emocionaba. No, no podı́a ser. ¿Por qué habı́a pensado eso? Tenı́a que ser la falta de sueñ o, se dijo, porque ella no pensaba esas cosas y se alejaba de los hombres todo lo que podı́a. Só lo le gustaban los hombres inalcanzables, las estrellas de cine, los cantantes de rock… Y no iba a gustarle Liam Stapleton. Pero tendrı́a que estar a solas con é l en aquella enorme casa durante quince dı́as. Aunque no la asustaba. Cuando la sujetó por la cintura y le dio un masaje en la pierna no habı́a tenido miedo como le pasaba otras veces. «Porque no es la clase de hombre que forzarı́a a una mujer». Era la clase de hombre que cantaba para que un niño se quedase dormido. Recordó lo suaves que eran sus dedos mientras le daba el masaje… y cómo la había mirado mientras tomaba el trozo de pastel. La miraba como un hombre mirarı́a a una mujer a la que deseaba. Pero ella no quería eso. Lo que tenı́a que hacer era ayudarlo a entenderse con Harry, in de la historia. Todo lo demás era imposible. —Le gusta jugar al tren —empezó a decir, apartándose para calentar el biberón. Tuvo que volverse cuando Liam empezó a hacer el ruido del tren. Parecı́a má s relajado, más joven e imaginó cómo sería antes de la muerte de Lucas. Y se emocionó. —No olvides darle de comer a los amigos de Harry. El caballito y Mumú. Liam ingió darles de comer a los peluches y, de nuevo, Sapphie se emocionó . «Calienta el biberón y déjate de tonterías», se dijo a sí misma. —¿Quieres cenar ya o puedes esperar un poco? -Puedo esperar —dijo Liam. —Entonces ve a buscar tu guitarra. Nos vemos en la habitación de Harry. La sonrisa de Liam desapareció de inmediato. -Voy a darme una ducha —dijo, sin mirarla—. Tómate tu tiempo. No tengo prisa por cenar. Después de decir eso salió de la cocina y Sapphie lo miró, sorprendida. No habı́a estado en la habitació n del niñ o desde… ¿Desde cuá ndo? Ojalá le hubiera preguntado a Beattie. ¿Desde que su mujer se marchó cinco años antes? —No es una buena noticia —murmuró. Si Liam se negaba a enfrentarse con sus demonios, esos quince dı́as no servirı́an de nada. El era la ú nica esperanza de Harry. Si fracasaba, el niñ o tendrı́a que quedar al cuidado de extraños. —No te preocupes, cariño —murmuró, besando su carita—. No voy a dejar que eso pase.


CAPÍTULO 6 Sapphie probó el asado de cordero, pero en realidad no lo saboreó . Liam parecı́a estar disfrutá ndolo mucho má s que ella. Y verlo comer, ver có mo cerraba los labios alrededor del tenedor, hizo que se le encogiera el estómago. Sapphie dejó el tenedor sobre el plato. El tío de Harry, eso era Liam. Así era como tenía que pensar en él. Y debía hacer que Liam y Harry se conocieran mejor, que estuvieran có modos el uno con el otro. Porque imaginarlo teniendo que pasar por ese proceso con extraños le rompía el corazón. Pero Liam no podría hacerse con Harry si se negaba a entrar en la habitación del niño. ¿Y si eligiesen otra habitación de la casa?, se preguntó. Eso no solucionaría nada, claro. Liam tenía que enfrentarse con sus demonios, no hacer como si no existieran. Y también ella tenía que enfrentarse con sus demonios. Nerviosa, tomó un trago de agua. —Esto está riquísimo —dijo Liam. Parecı́a sorprendido, como si hubiera pensado que la cocina no era uno de sus talentos. O que tal vez no tenía ningún talento en absoluto. —Es una receta de Dana… mi madre. Ella me enseñó a cocinar. —¿Llamas a tu madre Dana? —La llamaba. Murió cuando yo tenía dieciocho años. —Ah, lo siento. Sapphie se encogió de hombros. —Preferı́a llamarla Dana. Era un espı́ritu libre, un poco gitana… nunca está bamos en un sitio mucho tiempo, era bastante hippy. Por eso nos puso los nombres que nos puso. —¿Sapphie? —En realidad me llamo Sapphire y mi hermana se llama Emerald, nombres de joyas — Sapphie tuvo que sonreı́r—. Emmy se parece a nuestra madre, le gusta ir de un lado a otro. Mientras que ella quería echar raíces en algún sitio. —Pero ir de un lado a otro no es vida para un niño. —Mientras el niño sepa que lo quieren, yo creo que el resto no tiene tanta importancia. —¿De verdad crees eso? Sapphie recordó su infancia. Cuá nto habı́a anhelado entonces un poco de estabilidad, una casa propia, saber en qué ciudad estaba cada mañ ana y a qué colegio debı́a ir. Pero estar de acuerdo con Liam le parecía una traición a su madre, de modo que se encogió de hombros. —Sí, lo creo. Liam se quedó callado un momento. —Sapphie, ¿Puedo hacerte una pregunta? —Sí, claro. —Me he dado cuenta de que le has tomado mucho cariño a Harry. Le gustarı́a decirle que tambié n é l podrı́a quererlo de ese modo, tan rá pido, si se diera a sı́ mismo esa oportunidad. —¿Cómo no iba a quererlo? Es un niño precioso y encantador. —Pero cuando te veo con él… pienso que te gustaría criarlo tú misma. Sus palabras fueron como un puñal en el corazón de Sapphie. —Ya te he dicho que eso es imposible. —¿Lo es? -Sí. Emmy nunca lo aceptarı́a. Y harı́a bien. En algú n momento tendrı́a que dejar a Harry o con Liam o con otras personas. -Pero si al final te quedaras con Harry… me dejarías verlo alguna vez, ¿verdad? Liam fue a tomar su mano pero, al hacerlo, tiró el vaso de agua. Ninguno de los dos se movió para limpiarlo. —Si adoptase a Harry podrı́as verlo cuando quisieras. Puedes venir a Newarra cuando te parezca, de verdad. Y Harry puede irse de vacaciones contigo a Perth. El niñ o es importante para ti y tú eres importante para é l y seguirá s sié ndolo el resto de su vida. Nunca harı́a nada para separaros. Los ojos de Sapphie se empañaron.


—Gracias. -¿No adoptarías a Harry incluso si tu hermana te lo pidiera? Si le contase la verdad tal vez dejarı́a de atormentarla con sueñ os imposibles, pensó ella. Nerviosa, levantó el vaso e intentó secar el agua con la servilleta. Si le contase la verdad dejarı́a de temer que su hermana o ella se llevaran algú n dı́a a Harry. Y entonces tal vez encontraría en su corazón la forma de querer al niño. —Emmy no quiere que yo adopte a Harry. Nunca estaría de acuerdo con eso. -¿Por qué no? Sapphie miró su plato y, cuando estuvo segura de que no iba a ponerse a llorar, contestó : —Yo tenı́a dieciocho añ os cuando Dana murió , pero Emmy só lo tenı́a doce, ası́ que me convertı́ en su tutora legal. No habı́a nadie má s, pero no me importó . No querı́a separarme de ella por nada del mundo. -Imagino que no debió ser fácil para ti. —No, no lo fue -Sapphie se encogió de hombros—. Los vecinos eran muy amables con nosotras y una amiga de Dana nos ayudó mucho. -Si tú criaste a Emmy, ¿Por qué no quiere que adoptes a Harry? ¿No se daba cuenta? —Porque lo hice fatal. Cuando Dana murió nos instalamos en Perth —empezó a decir. Allı́, en Perth, fue donde su madre pasó los ú ltimos dı́as de su vida, antes de que el cá ncer se la llevase—. Pensé que serı́a mejor que Emmy tuviera un hogar ijo por una vez… —Sapphie se apartó el pelo de la cara—. Yo tenı́a que trabajar en dos sitios para pagar el alquiler y no tenı́amos dinero para caprichos. Entonces no me daba cuenta, pero Emmy no só lo habı́a perdido a su madre, tambié n habı́a perdido su forma de vida, una forma de vida a la que estaba acostumbrada. —Pero tú eras muy joven y cuidar de tu hermana era una responsabilidad tremenda. Cuidaste de ella, le diste cariño, hiciste todo lo que estaba en tu mano. -Hice lo que pude, sí, pero eso no era suficiente para Emmy. Por eso no le daría la custodia de Harry. —¿Qué pasó, Sapphie? Ella cerró los ojos un momento, pero después los abrió para mirarse las manos. -Unos días después de su dieciséis cumpleaños, Emmy se escapó de casa. -¿Y? —La busqué por todas partes. Fui a la policı́a, pero no encontraron ni rastro de ella. Entonces contraté a un detective… hasta que me quedé sin dinero. Y no la encontré. -¿Cuándo volviste a verla? —El martes, cuando me entregó a Harry y me pidió que buscara a su padre. Pero parece que también le he fallado en eso. Liam apartó su plato. -¿Por qué le has fallado? ¿Qué podías hacer tú? —En cualquier caso, lo ú nico que puedo hacer es buscar la mejor familia para Harry — Sapphie lo miró entonces a los ojos—. ¿Puedo hacerte yo una pregunta? -Sí, claro. -Sé que estuviste casado, pero… ¿no tienes hijos? -No. —¿Pero querías tenerlos? -Sí. Era evidente que no querı́a hablar del asunto, de modo que Sapphie tomó su tenedor y empezó a jugar con la comida. —Come —la animó él—. Dudo que un asado frío sea más apetitoso que uno caliente. No se sentı́a có moda con é l, pensó Sapphie. No amenazada, pero tampoco có moda como con sus amigos de Perth. Era demasiado grande, demasiado masculino. Y desde que habı́a reconocido que despertaba en ella curiosidad y deseo, no sabı́a qué hacer. Tenı́a defensas contra el miedo, pero contra aquel anhelo extraño… —Di lo que quieras decir, Sapphie.


¿Qué iba a decirle, que no podı́a dejar de preguntarse có mo serı́a besarlo? ¿Que su cuerpo había despertado a la vida cuando llevaba siete años en hibernación? Nunca, ni muerta. -No quería decir nada… -¿Quieres saber por qué fracasó mi matrimonio? —No, Liam, quiero saber por qué no entras en el cuarto del niñ o. Quiero saber por qué no has pasado por allí en cinco años. El apretó los puñ os, pero no dijo nada. Sapphie no querı́a enfadarlo pero, por Harry, tenı́a que saber. -Yo acabo de contarte uno de los peores episodios de mi vida. Te lo he contado porque creo que debo con iar en ti. Tengo que ser sincera contigo y conmigo misma. Y tú tienes que serlo conmigo. O si no conmigo, al menos contigo mismo. —¿O qué, te llevarás a Harry? —la retó él—. Yo soy su única alternativa. -No, no lo eres. Hay muchas parejas que rezan todos los dı́as para tener un niñ o como Harry. —¿Estarías dispuesta a dárselo a unos extraños? —Prefiero que viva con alguien que sea capaz de quererlo. -Sigues sin creer que pueda querer al niño. —Por el momento, me parece que es una obligació n, algo que quieres hacer en nombre de tu hermano para expiar el sentimiento de culpa. Ni siquiera pareció hacerte mucha ilusió n que tuvieras un sobrino. —Yo no soy una persona a la que le hagan ilusión muchas cosas. Sapphie lo sabía y le parecía muy triste. —No has intentado hacerte amigo suyo. A veces, incluso parece que te da miedo. -Esta tarde le he dado la papilla, ¿No? Y le había cantado una canción, era verdad. —Tienes que querer a un niñ o con todo tu corazó n. No puedes guardarte nada. No es ası́ como funciona. —¿Y cómo funciona entonces? —No lo sé , pero sı́ sé que Harry no merece un compromiso a medias. Es un niñ o y merece lo mejor. Liam la miró, apretando los labios. —Ese cuarto… me recuerda sueñ os que tuve cuando era má s joven. Sueñ os que he olvidado hace mucho tiempo. Me recuerda mi fracaso -Liam se pasó una mano por la cara—. Pero tienes razón, nada de eso es culpa de Harry. Él no merece pagar por mis errores. —Oh, Liam… ¿qué pasó? Él no contestó enseguida y, si no quería hacerlo, no insistiría. No quería hacerle sufrir. -Cuando Belinda y yo nos casamos me sentı́a en la cima del mundo. La arrogancia de la juventud, ya sabes. Pero é ramos jó venes y tenı́amos el mundo entero a nuestro pies… nos conocimos durante una carrera en Kimberley. Belinda estaba visitando a unos parientes y nos gustamos de inmediato. Belinda, un nombre tan bonito… pero una mirada al rostro de Liam le dijo que lo que Belinda le había hecho no era bonito en absoluto. -¿Una relación vertiginosa? -Nos casamos a toda prisa, sı́. Ella tenı́a veinticuatro añ os, yo veinticinco. Aunque querı́amos tener hijos de inmediato no nos preocupamos mucho cuando no ocurrió el primer año, pero después de cinco años… los médicos decían que no había ninguna razón para que no quedase embarazada, pero Belinda se volvió muy reservada, amargada. Empezó a pasar mucho tiempo en Perth —Liam bajó los hombros—. Yo hacı́a lo que podı́a para animarla, pero nada era su iciente… yo no era su iciente. Al inal, familiares y amigos me aconsejaron que le diera un poco de tiempo. No habı́a nada má s que hacer, de modo que me lancé de cabeza al trabajo. A Sapphie le habrı́a gustado apretar su mano, consolarlo de algú n modo, pero no estaba segura de que él quisiera eso. —Un dı́a volvió a casa. Llevá bamos cinco meses sin vernos, pero parecı́a má s tranquila,


más calmada. Me dijo que lo sentía… que seguía queriéndome. Y yo la creí. —¿Y qué pasó? —preguntó Sapphie. —Que, de repente, quedó embarazada. Parecı́a demasiado bueno para ser verdad, un milagro —Liam la miró con esos ojos azules—. Y era demasiado bueno para ser verdad. ¿Entiendes lo que quiero decir? -¿El niño no era hijo tuyo? Él asintió con la cabeza. —Algo que quedó claro del todo cuando el auté ntico padre apareció en el hospital. Habı́a leído el anuncio del nacimiento en el periódico y había hecho las cuentas… Sapphie se llevó una mano al corazón. —Oh, Liam. -Hicimos una prueba de paternidad y se confirmó que el niño no era hijo mío. -Pero Belinda había vuelto contigo. Supongo que eso debió contar. Liam se echó hacia atrás en la silla. —Al inal, lo ú nico que Belinda querı́a era mi dinero y el estatus de la familia Stapleton. Pensó que dá ndome un hijo garantizarı́a sus derechos y cuando se dio cuenta de que no serı́a así ya era demasiado tarde. Era evidente que la traición de Belinda le había roto el corazón, pensó Sapphie. —Pero aprendí la lección, te lo aseguro. -¿Y qué lección es ésa? -No volveré a casarme nunca. Los hijos de Lachlan y Lacey dará n continuidad al apellido familiar… y ahora, el hijo de lucas —respondió é l, poniendo una mano sobre la suya—. Pero tienes razón, Sapphie. Nada de esto es culpa de Harry y el niño no merece pagar por ello. Ella tragó saliva al notar el roce de su mano, tan cá lida, tan excitante. Pero Liam se levantó de la silla abruptamente. —Ha sido un día muy largo, me voy a dormir. Buenas noches. Sapphie intentó no ijarse en sus poderosas piernas mientras salı́a de la cocina. E intentó borrar de su memoria la fuerza de sus brazos cuando la ayudó a subir al porche el día anterior. No habı́a futuro para Liam y ella, ninguno en absoluto. Pero podrı́a haberlo para Harry y Liam. Tenı́a que concentrar sus energı́as en eso. Liam y Harry. Sı́, eso podrı́a funcionar. Un hombre qué había querido tener hijos, que lo había intentado todo para tenerlos … Si se enteraba de que ella habı́a tenido un aborto a los dieciocho añ os harı́a lo que fuera para evitar que viese a Harry, pensó. Pero era absurdo pensar eso. No se lo habı́a contado a nadie y Liam só lo lo sabrı́a si ella se lo contaba. Y no pensaba hacerlo por nada del mundo.


Capítulo 7 Al dı́a siguiente, Liam la ayudó a darle la papilla a Harry, pero desapareció inmediatamente despué s. No dijo que quisiera ayudarla a meterlo en la cuna, no pasó por la habitación siquiera. Y ella decidió darle tiempo. Al dı́a siguiente ocurrió lo mismo, pensó que ya era su iciente. Liam necesitaba tiempo para acostumbrarse a Harry, pero só lo tenı́an quince dı́as. Sentı́a pena por lo que le habı́a pasado, pero debía pensar en su sobrino. En los ú ltimos siete añ os, Sapphie habı́a hecho lo posible por enterrar cualquier instinto maternal, pero descubrió que harı́a lo que tuviera que hacer para asegurar la felicidad de Harry. -¿Sabes una cosa, pequeñ ı́n? —Le preguntó cuando terminó de limpiar la cocina—. Creo que es hora de explorar el rancho. ¿Qué te parece? -¡Sap, sap, sap! Sapphie lo miró, con los ojos como platos. ¿La estaba llamando? —¿Qué has dicho, cariño? Tenía que haber oído mal. —¡Sap, sap! —repitió él. Y sonrió, una sonrisa sin dientes que iluminaba toda su cara. A Sapphie se le doblaron las rodillas. Pero entonces Harry, que estaba gateando en el suelo, se agarró a su pierna para levantarse. -¡Qué niñ o má s listo! —exclamó , tomá ndolo en brazos para llenar su cara de besos. Pero al respirar su delicioso aroma de bebé se le encogió el corazó n y sus ojos se llenaron de lágrimas. -Oh, Harry… ¿Cómo voy a dejarte? Se habı́a visto obligada a perder un hijo, pero no podı́a perder otro. Deseaba aquello con todo su corazó n: un hijo, una familia. A Harry. Pero una mala decisió n le habı́a negado la felicidad para siempre y no podı́a hacer nada. Intentando controlar las lá grimas, pensó que Harry era lo ú nico que importaba por el momento. Y estar con Liam serı́a lo mejor para el niño. -Vamos a buscar al tío Liam para ver qué hace, ¿eh? -!Ballo! —gritó Harry entonces. —Ah, el caballito —Sapphie se dio la vuelta para tomar el peluche del suelo y, al hacerlo, se manchó el puñ o de la camisa de polvo. Maldita camisa. Siempre tenı́a que remangá rsela para limpiar… Pero allí no había nadie, pensó. No había nada que temer. Dejando a Harry en el suelo, se quitó la camisa y pasó la mano por la camiseta que llevaba debajo. Y entonces recordó el brillo en los ojos de Liam cuando la habı́a mirado la noche anterior. Querı́a respirar con un poco má s de libertad, pero no tanta. De modo que volvió a ponerse la camisa y, despué s de desabrochar los dos primeros botones, dobló las mangas hasta el codo. Así estaba mejor. El otro lado del jardı́n era una zona que no habı́a explorado y el paisaje cambiaba por completo. Era un paisaje de tierra roja, rocas amarillas y arbustos nativos. El aire olı́a de maravilla y Sapphie llenó sus pulmones, echando la cabeza hacia atrá s para mirar el cielo, del mismo azul que los ojos de Liam. Se sentı́a como en casa allı́, en esa llanura interminable. Tal vez, al ser la hija de Bryce Curran, llevaba en la sangre el amor por esa tierra. Pero no querı́a pensar en eso aquel día. ¿Cuándo entonces? En otro momento. —Esa debe ser la casa del capataz —murmuró —. Y é sa la de los peones. ¿La ves, harry? Eso debe ser un granero o un cobertizo para herramientas y eso tiene que ser el establo. Seguro que te encantaría ver el establo con los caballitos, ¿Eh? Cuando se acercaban a la puerta, Liam apareció montado a caballo. Parecı́a má s có modo sobre un caballo que a pie, pensó ella. Pero esa energı́a deberı́a hacerla sentir admiració n, no deseo. No, no, no era deseo. No podía ser deseo. Liam tiró de las riendas, ordenando en voz baja que parase y el animal se detuvo y bajó la cabeza. No, no era admiración lo que sentía, pensó Sapphie. Se le doblaban las piernas al mirar a aquel hombre. -!Ballo ballo! —empezó a gritar Harry entonces.


-¿Podemos tocar al caballo, Liam? -Sí, claro. Es muy bueno. —Mira, cariñ o —Sapphie alargó una mano para acariciar el cuello del animal y luego tomó la mano de Harry para que hiciera lo mismo. El niño abrió mucho los ojos. -Ballo … —murmuró. -Es el caballo del tío Liam. ¿Cómo se llama? —Jasper —contesto é l, poniendo su mano al lado de la del niñ o—. Harry, te presento a Jasper. Y entonces Harry hizo algo que Sapphie jamá s hubiera podido predecir: levantó los bracitos hacia Liam. -¡Ballo! Y, en ese momento, supo que Harry y Liam debı́an estar juntos. Y algo dentro de ella se rompió . Eso era lo que querı́a. Era lo que habı́a ido a buscar allı́. Pero eso no hizo que el dolor disminuyera. -¿Sapphie? Se dio cuenta entonces de que Liam había intentado tomar a Harry en brazos. —Ah, sí, perdona. Parece que eres un buen jinete. —No soy malo. —¿Crees que puedes llevar a Harry en brazos mientras controlas al caballo? —Sí. Sapphie no vaciló antes de pasarle al niñ o. Y tuvo que reı́r al ver la cara que ponı́a su sobrino cuando Liam golpeó los lancos del caballo para dar una vuelta por el corral. Harry gritaba, emocionado, y luego se inclinó hacia delante para tocar las crines de Jasper mientras Liam lo sujetaba firmemente por la cintura. -Qué divertido, ¿eh? -¿Tú sabes montar? Sapphie levantó la mirada. Tambié n Liam parecı́a un poco emocionado al ver a Harry tan feliz… No recordaba un momento tan agridulce en su vida. Sabı́a que el niñ o serı́a feliz allı́, que serı́a querido y cuidado y, sin embargo, sabı́a que lo habı́a perdido. Que no podı́a quedá rselo. Sapphie intentó sonreír. -Sí, sé montar. Pero hace tiempo que no lo hago, no sé si… -¡Rob! —gritó Liam entonces. Un peón de la edad de Sapphie apareció entonces en la puerta del establo. —¿Sí, jefe? -Ensilla a Miss Lit para la señorita Thomas. -Ahora mismo —el joven se tocó el ala del sombrero antes de volver al establo y salió unos minutos después con una yegua de color gris. —Es preciosa —dijo Sapphie. —¿Puedes montar sola? —Pues claro que puedo. ¿Qué te has creı́do? —riendo, Sapphie subió a la silla. Una vez arriba, tomó las riendas y miró alrededor, sin dejar de sonreı́r—. En realidad me encanta montar, pero en Perth no puedo hacerlo. —Espera un momento… —Liam entró en el establo y volvió a salir unos segundos después con dos sombreros akubra en la mano. Sapphie se puso el suyo, agradeciendo la sombra que ofrecı́a. En realidad no hacı́a mucho calor y el invierno llegarı́a en unas semanas, pero el sol allı́ era muy fuerte. Cuando Liam le puso el otro sombrero a Harry, Sapphie soltó una carcajada. Era diminuto. —¿De dónde lo has sacado? —Mi padre los mandó hacer especialmente para nosotros cuando é ramos niñ os. El otro día saqué el mío y le quité el polvo para Harry. El suyo, no el de Lucas, pensó ella ajustándose el ala del sombrero. —Es un detalle muy bonito. —Aquı́ hace falta sombrero —murmuró Liam, tirando de las riendas—. Iremos por el riachuelo, así Harry podrá meter los pies en el agua. Por el camino, Harry iba balbuceando sin parar. Se dirigı́a a ella, a Liam, a los á rboles, a


Jasper. No podı́a parar de parlotear, como si ver a Liam sobre ese caballo hubiera hecho que el mundo fuese un lugar maravilloso. Y se alegraba tanto por él. Sapphie decidió disfrutar del paseo, del paisaje, de la sensació n de que todo iba a salir bien. A lo lejos habı́a una montañ a, el color rojo de la piedra brillando bajo la luz del sol. Liam los guio hacia la izquierda, hacia unos á rboles baobab australianos que, de niñ a, ella solı́a llamar «á rboles del revé s» por su forma peculiar de botella. Incluso ahora tenı́a que sonreı́r al verlos. No sabı́a cuá nto tiempo habı́an estado dando un paseo, veinte minutos quizá , antes de llegar a un riachuelo. —¡Qué bonito! —exclamó. Y Harry empezó a dar palmaditas. Durante la estació n hú meda el riachuelo seguramente se convertirı́a en un torrente, pero en aquel momento llevaba tan poca agua que podı́a ver las piedrecitas del fondo. Estaba rodeado por grandes rocas que servı́an de barrera y daba una gran sensació n de paz. Era casi un paraíso. Bajó del caballo para tomar a Harry mientras Liam desmontaba, pero en cuanto estuvo en el suelo volvió a tomar al niñ o en brazos como si fuera lo má s natural del mundo. Y ella tuvo que morderse los labios para no llorar, recordando que eso era lo mejor para su sobrino. Liam le quitó el pantaloncito y el pañ al para meter sus pies en el agua y Harry se mostraba encantado pataleando como loco. Sapphie habı́a sabido desde el principio que despedirse de Harry serı́a muy difı́cil para ella, pero a cambio habı́a conseguido un hogar maravilloso y un hombre que podrı́a quererlo de manera incondicional. Harry no podía pedir nada más. Por in, Liam levantó la mirada y, de repente, el ala del sombrero no era su iciente para esconderla de los perceptivos ojos azules. —¿Vas a contarme qué ha pasado antes? —¿A qué te refieres? —preguntó Sapphie, haciéndose la despistada para ganar tiempo. —Antes, cuando Harry ha levantado los brazos hacia mí. Ella carraspeó, nerviosa. —No sé de qué estás hablando. -Sí lo sabes. Parecía como si el mundo se hubiera hundido bajo tus pies. —Vaya, veo que no te andas por las ramas. -Tampoco lo hiciste tú la otra noche, cuando me preguntaste por mi mujer. Touché. Sapphie se pasó la lengua por los labios. -Lo que te hizo Belinda… Liam, lo siento. Debió ser horrible para ti. Yo vi lo mal que lo pasaban mi hermana y su marido con el proceso de inseminació n arti icial… sin un inal feliz. Sé que estuvo a punto de destrozar su matrimonio. Liam no sabía que tuviera otra hermana aparte de Emmy, pero decidió no decir nada. —No sé si te servirá de consuelo, pero lo que te hizo Belinda… no creo que lo hiciese con maldad. Él la miró, perplejo. -Tú no puedes saber eso. Sapphie se abrazó las rodillas. Y Liam se dio cuenta entonces de que llevaba la camisa remangada por primera vez. Sus brazos eran muy pá lidos, muy bonitos. Harry eligió ese momento para ponerse a chapotear y é l se lo agradeció . No querı́a ijarse en los brazos de Sapphie y, desde luego, no quería preguntarse si su piel sería tan suave como parecía. -La desesperación puede llevar a la gente a hacer cosas terribles, lo sé. —Sé que pensará s que cometiste un error al casarte con ella, pero no creo que te casaras con alguien carente de corazón —Sapphie se aclaró la garganta—. No pareces tan tonto. Liam tuvo que sonreı́r. No podrı́a explicar por qué , pero el pellizco que sentı́a en el corazón parecía aliviarse. —Los hombres somos un poco tontos, Sapphie. —Imagino que debiste pasarlo bien con ella. Debió haber buenos tiempos. —Sí, tal vez. Pero después de lo que pasó esos buenos tiempos ya no tienen ningún valor. Su matrimonio habı́a sido una mentira desde el principio hasta el inal. ¿O no? Al principio, antes del miedo a no poder tener hijos, su vida habı́a sido casi perfecta. Pero despué s llegó el pá nico de Belinda, las frené ticas visitas a especialistas, la desesperació n. El habı́a intentado


convencerla de que no importaba que no tuvieran hijos, pero no podı́a negar su deseo de formar una familia. Aun ası́, nunca hubiera abandonado a Belinda para tener un hijo con otra mujer. Y nunca le perdonarı́a que hubiera destrozado su vida. Pero por primera vez pensó que tal vez algún día podría entenderla. -Nunca lo habı́a visto de ese modo —empezó a decir, incó modo. No le gustaba hablar de sus cosas personales, no estaba acostumbrado. Pero recordó que Sapphie querı́a que le abriera su corazó n, que fuera sincero como lo habı́a sido ella—. Y tal vez me ayude. Puede que sea… un consuelo. Sapphie se echó hacia atrás, estirando las piernas. -Bueno, está claro que de verdad quieres saber lo que he pensado antes, ¿eh? ¿Tan transparente era?, se preguntó Liam. —Sí, la verdad es que sí. El ala del sombrero escondía los ojos verdes de Sapphie, pero no escondía las sombras que había en su rostro. —¿Puedo preguntar por qué? —Porque… necesito saber si va a tener algú n impacto en mi relació n con Harry. «Y para comprobar que estás bien». Sapphie suspiró. -Cuando Harry ha levantado los bracitos hacia ti… no sé , ha sido la primera indicació n de que va a ser feliz contigo. —¿Y eso te entristece? —No, no —Sapphie se pasó la lengua por los labios y Liam deseó no ijarse en lo carnosos que eran—. No es eso. Es que me he dado cuenta en ese momento de que pronto Harry no me necesitará en absoluto. Y antes de que digas nada, ya sé que he venido aquı́ para eso y que es lo mejor para él, pero la verdad es que me duele perderlo. Mientras ella hablaba, Liam habı́a metido una mano en el riachuelo y cuando terminó la sacó del agua para pasá rsela por la cara. Pero eso no sirvió para calmarlo. Sapphie querı́a a Harry, pero no se creı́a capaz de cuidar de é l. ¿Por Emmy? ¿Porque creı́a haber destrozado la vida de su hermana? -Aunque pudiese quedarme con Harry, no podrı́a darle lo que tú tienes —dijo ella entonces, señ alando alrededor—. No puedo darle este magnı́ ico rancho o la seguridad económica que tú puedes darle. —Un niño necesita algo más que seguridad económica. —Sı́, bueno, intenta criar a uno sin dinero —murmuró Sapphie—. ¿Crees que puedes querer a Harry como si fuera tu hijo bioló gico? ¿Có mo a los hijos que hubieras podido tener con Belinda? —Sı́ —contesto é l. Y lo decı́a absolutamente convencido. Pero entonces recordó algo que Sapphie habı́a dicho: «Harry no es un sustituto de Lucas». ¿Un sustituto? Liam arrugó el ceñ o. No, no era eso. Desde que tuvo a su sobrino en brazos en lo ú nico que habı́a podido pensar era en lo que obtendrı́a si Harry se quedaba: curar sus heridas y las del resto de su familia. Cuando en lo que deberı́a pensar era en Harry, en lo que era mejor para é l. Lo veı́a ahora con toda claridad, las razones por las que Sapphie tenı́a tantas reservas. Harry no era un sustituto ni de Lucas ni de los niñ os que podrı́a haber tenido. Harry era Harry, é l mismo. Y lo querı́a por él mismo. —No podría querer a un hijo biológico más que a Harry —le dijo, mirándola a los ojos. Sapphie asintió con la cabeza. -Te creo. —No es un sustituto de Lucas o de cualquier otro hijo. Es un regalo. -Muy bien. Liam la miró, asombrado. ¿Podría él ser tan generoso si la situación fuese al revés? Cuando miró al niñ o y lo encontró sonriendo se le encogió el corazó n. Harry, con sus mejillas regordetas y su sonrisa de bebé dirigida a é l. A é l. Y supo entonces que harı́a lo que tuviera que hacer para conservar al niño. Harry era un milagro, una segunda oportunidad, su familia. Como si hubiera leído sus pensamientos, Sapphie dijo entonces:


—Tú puedes darle algo mucho más importante que seguridad económica. —¿Qué? —Una familia que lo recibirá con cariño. Eso vale su peso en oro. Tenı́a razó n. Pero desde la muerte de Lucas, é l habı́a relegado a su familia trabajando sin descanso para esconder su sentimiento de culpa y sus remordimientos. Sus padres no só lo habı́an perdido un hijo, habı́an perdido dos. Liam se pasó una mano por la cara de nuevo. Y cuando miró a Sapphie intentó imaginar lo que sentía. —No sé cómo hacer que esto sea más fácil para ti —le dijo. —No te preocupes por mı́, soy mayorcita —murmuró ella, sin mirarlo—. Estoy acostumbrada a cuidar de mı́ misma y sobreviviré . Es Harry en quien debemos pensar. Yo me contentaré con ser su tía favorita. Mientras hablaba tomó a Harry en brazos y Liam, sin pensar, le pasó un brazo por los hombros. Sapphie se apoyó en su pecho y, durante ese breve instante, el mundo le pareció extrañamente perfecto, completo. Pero un segundo después ella se apartó. —¿Qué estamos haciendo? -Nada, sólo era un abrazo. Eres una de las mujeres más valientes que he conocido nunca. -No digas tonterías —Sapphie lo fulminó con la mirada. —No son tonterías, es la verdad. —Creo que has tomado demasiado el sol. Venga, si tus hombres y tú queré is comer, es hora de volver al rancho


CAPÍTULO 8 Liam apartó el plato y se llevó una mano al estó mago. —Estaban riquı́simos, Sapphie. Gracias. Habı́a hecho bocadillos para comer, enormes bocadillos de carne con una generosa capa de pimientos. Y un bizcocho que puso frente a él junto con una taza de té. —A los hombres les gustará el bizcocho —dijo Liam. El cocinero hacı́a el desayuno y la cena para los peones, pero Beattie solı́a hacer el almuerzo. Y, afortunadamente, Sapphie parecı́a saber lo que satisfarı́a el apetito de un hombre y haría que pudiese seguir trabajando hasta la caída del sol. —Es una receta de Dana, como siempre. Me enseñó a hacer muchas cosas. Y é l estaba deseando probarlas todas. Pero que mencionase a Dana lo hizo pensar en el resto de su familia. Sabı́a tan poco sobre ella… só lo que era valiente y generosa. Y que querı́a mucho a Harry. —Háblame de tu otra hermana, la que se hizo el proceso de inseminación artificial. Ella se dio la vuelta, tan pálida que Liam se levantó para sujetarla y llevarla a una silla. -Lo siento —murmuró Sapphie—. Creo que he tomado demasiado el sol. —Eso no es verdad. Bebe un poco de agua. ¿Confiaría en él algún día? —¿Exiges que te cuente mi historia pero no quieres contarme nada de ti? Sı́, le habı́a dicho por qué no podı́a cuidar de Harry, pero aú n no le habı́a contado por qué Emmy se negaba a criar a su propio hijo. Aunque no querı́a presionarla. No, esperarı́a hasta que estuviera dispuesta a contárselo. —No soy yo quien debe demostrar que puede ser una buena madre para Harry. Pero serı́a una buena madre, estaba seguro. Era encantadora, fuerte, divertida. Algú n dı́a conocerı́a a alguien y tendrı́a hijos… No sabı́a por qué , pero pensar eso lo hizo sentir cierta amargura. Una tonterı́a. El no estaba interesado en casarse otra vez. «Sapphie nunca traicionarı́a a un hombre como lo hizo Belinda». Liam intentó apartar ese pensamiento de su cabeza porque no cambiaba nada. Pero, de repente, no estaba tan seguro. Y Sapphie parecı́a tan perdida, tan sola. —No tienes que demostrar nada. Ni a mí ni a nadie. Pero hay otras razones para compartir confidencias. —¿Por ejemplo? —¿Qué tal la amistad? —Ah. Eso fue todo lo que dijo. Liam lo intentó de nuevo: —pensé que Emmy era tu única hermana. Sapphie respiró profundamente. —Yo tambié n —dijo luego, mirá ndolo a los ojos—. ¿Has tenido uno de esos dı́as que te cambian la vida por completo? -He tenido un par de ellos —respondió Liam—. El má s reciente, el dı́a que una chica muy decidida bajó de una avioneta para presentarme a mi sobrino. Eso la hizo sonreír. -El mío fue cuarenta y ocho horas antes, el día que cumplía veinticinco años. —¿Cuándo Emmy te dejó a cargo de Harry? -Ese mismo día había recibido una carta de mi madre. -¿Pero tu madre no había muerto? -Sı́, sı́ —Sapphie asintió con la cabeza—. Pero le habı́a dejado una carta al notario con instrucciones de que me la entregase el día que cumpliese los veinticinco años. -¿Y qué decía esa carta? Sapphie intentó sonreír, pero le salió una mueca que le llegó directamente al corazón. —Que Bryce Curran era mi padre biológico. Liam la miró, perplejo. —De modo que Anna y Lea Curran son… —Mis hermanastras, sí. -¿Y por qué tanto secreto? -Porque fui concebida cuando la mujer de Bryce seguía viva.


Liam habı́a oı́do hablar sobre la larga y dura enfermedad de Karen curran. Y tambié n sabı́a cuánto había querido Bryce a su mujer. Y sin embargo… —Eso podría explicar que no dijese nada mientras su mujer vivía, pero después… —No lo sé —Sapphie se encogió de hombros—. Supongo que pensó que si contaba la verdad le haría daño a sus hijas. ¿Y ella?, se preguntó Liam. ¿Quién había pensado en Sapphie? —¿Y tú qué crees? —Yo nunca le haría daño a Lea y Anna. ¿Hacerles dañ o? Si tenı́an un corazó n tan generoso como el de la mujer que tenı́a delante estarían encantadas al descubrir que eran hermanastras. —Sapphie, tienes que contarles la verdad. Me dijiste que eran tus mejores amigas, ¿no? —Ası́ es. Pero una cosa es ser amiga de alguien y otra muy diferente descubrir que esa persona es tu hermanastra. Temı́a no estar a la altura, pensó . Pero eso era una tonterı́a. El só lo habı́a visto a las Curran en un par de ocasiones porque eran de la edad de Lacey, pero estaba seguro de que Sapphie se equivocaba. —¿A Lea y Anna les preocupa el dinero o el estatus? —le preguntó . Jarndirri era un rancho enorme que valía millones. —No, claro que no. —¿Son malas personas entonces? ¿Les gusta hacerle daño a los demás, se dan aires? —No, por favor —Sapphie se levantó , enfadada, y Liam tuvo que sonreı́r—. Son muy trabajadoras, divertidas, leales y buenas. Nunca me harı́an dañ o y el mundo es mucho mejor porque ellas están en él. —Exactamente. Liam vio que, por fin, Sapphie entendía dónde había querido llegar. —Ah. —Mira, yo tuve un hermano que murió y perderlo fue lo má s horrible que me ha pasado en la vida. Pero pude disfrutarlo durante veintitré s añ os y no los cambiarı́a por nada del mundo. Promé teme que hablará s con Anna y Lea y les contará s la verdad. Tambié n ellas merecen saberlo, ¿no crees? Merecen una oportunidad de quererte como a una hermana. Los ojos de Sapphie se llenaron de lá grimas. Unas lá grimas que no rodaron por su rostro. Y Liam tuvo la impresión de que estaba acostumbrada a controlar las penas. Pero luego, de repente, sonrió . Y se encontró pensando que no habı́a visto una sonrisa tan bonita en toda su vida. —Lo haré si tú prometes hacer algo a cambio. -¿Qué? Había estado a punto de decir «cualquier cosa», pero se detuvo a tiempo. —Yo hablaré con Anna y Lea si tú prometes invitar a toda tu familia a Newarra las próximas Navidades. -Pero… Las navidades anteriores habı́an sido horribles. Horribles porque Lucas no estaba, horribles porque nadie de la familia habı́a tenido corazó n para insistir, para reunirse. Y é l no habı́a podido soportar la idea de poner el tradicional á rbol de navidad porque ya nada le hacı́a ilusión. Liam lo pensó un momento. —De acuerdo —dijo por fin *** Esa noche, Liam le dio la papilla a Harry mientras Sapphie lo miraba por el rabillo del ojo. Pero cuando terminó , dejó el bote sobre la encimera y salió de la cocina. Sin decir una palabra. Como habı́a hecho cada noche esa semana. Sapphie tuvo que disimular un suspiro. Seguı́a sin ayudarla a meter a Harry en la cuna, seguı́a sin entrar en la habitació n. Y no podı́a forzarlo. La decisión final era suya, pero si no podía saltar ese obstáculo… Cuando miró a Harry se le encogió el corazón. —Yo…


Sapphie se dio la vuelta al oı́r la voz de Liam, que habı́a vuelto a la cocina con la guitarra en la mano. —Yo… había pensado… ¿te parece bien que toque un poco la guitarra mientras lo metes en la cuna? Sapphie no se lo podı́a creer, pero intentó disimular porque sabı́a que Liam lo pasarı́a mal si se mostraba emocionada. —Sí, claro que sí. A Harry le gustará. ¿Qué dices, Harry? El niñ o levantó los bracitos. Sapphie lo precedió hasta la habitació n, notando su presencia tras ella, su calor. Estaba nerviosa y sus movimientos eran abruptos, torpes, como si caminara entre melazas. Le gustarı́a girar la cabeza para comprobar que Liam estaba bien, pero se obligó a sı́ misma a seguir adelante, a portarse de manera normal… o lo má s normal posible en esas circunstancias. Dejó a Harry en la cuna con su biberó n y só lo entonces miró a Liam, que estaba en la puerta. Parecı́a incó modo, inseguro. Y, al ver la cama en la otra habitació n, tuvo que tragar saliva. ¿Cómo sería hacer el amor con aquel hombre?, se preguntó. Nerviosa, se inclinó para acariciar la cabecita de Harry porque si miraba al niñ o no tenı́a que mirarlo a él. Hablar con Harry era más fácil que hablar con Liam, además. -El tío Liam va a tocar una canción. -¿Qué tal Fernando? —¿Qué tipo de mú sica te gusta a ti? A lo mejor deberı́as crear tus propias tradiciones con el niño. —No sé… pero ésta era una de las canciones favoritas de Lucas. Liam tocó una canció n lenta, suave, muy bonita. Y un agujero tan grande como Kimberley se abrió en el corazón de Sapphie. -Es preciosa —le dijo cuando terminó. La habitació n só lo estaba iluminada por una lamparita y las sombras en el rostro de Liam le daban un aspecto extrañ o. Podrı́a ser un demonio… o un á ngel. «Deja de pensar tonterı́as. Es un hombre de carne y hueso». Por el amor de Dios, tenía que dejar de pensar esas cosas. —Ven, siéntate aquí. Sapphie tragó saliva. —Pero Harry no se ha dormido… —¿Sapphie? —Liam le ofreció su mano, un demonio o un á ngel decidido a tentarla. Pero hizo lo que le pedı́a. Se decı́a a sı́ misma que no querı́a hacerlo, pero era mentira. Querı́a hacer mucho más que sentarse a su lado, pero no podía ser tan cándida. Sobre todo a media luz. —Ya sé lo que piensas, que exagero protegiendo a Harry. Y a lo mejor es verdad, pero quiero protegerlo de todo lo que pueda hacerle daño. —Lo sé —murmuró é l, apretando su mano—. Pero aquı́ no hay nada que pueda hacerle daño. Sabía lo que estaba diciendo: que él protegería al niño, que nunca le haría daño. Y lo creía. —Toca otra canción —le pidió Sapphie, sin saber qué decir. Y Liam lo hizo. Cuando terminó , se acercó a la cuna un momento y, llevá ndose un dedo a los labios, señ aló la puerta. Ninguno de los dos miró la cama cuando pasaban a su lado. Cuando llegaron a la cocina, Liam apretó su mano, mirándola a los ojos. -Gracias. Habı́a sido un alivio volver a aquella habitació n y no sentir la ola de tristeza que solı́a sentir. Un alivio saber que podía hacerlo, que podría ser un buen padre para Harry. —¿Por qué? —Por no presionarme. Por ponérmelo tan fácil. -¿No pensabas que lo haría? En realidad era eso lo que habı́a pensado, pero Sapphie no era Belinda. De hecho, no se parecı́a a ninguna otra mujer que hubiera conocido nunca. Y le debı́a tanto. La gratitud y el alivio se mezclaban, dá ndole una sensació n de tremendo optimismo y, antes de que pudiera pensarlo mejor, se inclinó un poco para besarla.


No habı́a querido que fuese un beso apasionado. En realidad, si lo hubiera pensado un poco ni siquiera la habrı́a besado. Era un gesto de agradecimiento, un breve roce de sus labios, un símbolo de gratitud. Pero en el momento que sus labios se encontraron todas sus intenciones se fueron por la ventana y algo que estaba congelado dentro de é l empezó a derretirse. Ocurrió en una dé cima de segundo. Notó que Sapphie se echaba hacia atrá s y la tomó por la cintura para sujetarla. Pero después se quedó inmóvil. Y él también. ¿Quería que parase? Rezaba para que no fuera así. Y entonces, de repente, Sapphie empezó a devolverle el beso. Dejando escapar un gemido, se acercó un poco má s y le echó los brazos al cuello. Y cuando su lengua rozó la suya, Liam perdió la cabeza. Sin pensar, deslizó las manos por su espalda, acariciá ndola, tentá ndola, saboreando cada descubrimiento. Sapphie enterró las manos en su pelo, arqueá ndose hacia él, sus gemidos animándolo aún más. Nunca habı́a deseado a una mujer con esa intensidad. Querı́a dejar una huella en su cuerpo, en su alma. Querı́a marcarla como suya y eso lo pilló desprevenido. El deseo que sentı́a era una fuerza elemental. Nunca habı́a experimentado algo tan primitivo, ni siquiera con Belinda y… ¿Belinda? Liam se apartó de golpe, sujetando a Sapphie hasta que ella recuperó el equilibrio. Intentaba hablar, pero su corazó n latı́a con tal fuerza que no era capaz de encontrar su voz. ¿Lo habría estropeado todo? —Lo siento —se disculpó —. Se supone que era un beso para darte las gracias, pero se me ha ido de las manos. Liam sacudió la cabeza, nervioso. Aquella mujer se le había metido en el corazón… —No volverá a ocurrir —le aseguró . El no era un hombre con el que una mujer debiera tener sueñ os romá nticos—. No voy a dejar que me acuses de seducirte para llegar a mi sobrino. Sapphie hizo una mueca. —Eres un poco engreı́do, Liam Stapleton. El beso no ha estado mal, pero no ha sido para tanto. ¿No habı́a estado mal? ¿No habı́a estado mal? A é l lo habı́a dejado temblando, pero a ella no parecía haberla afectado en absoluto. Sapphie se dio la vuelta para salir corriendo al porche y Liam la siguió , sorprendido. ¿Le exigirı́a que la llevara a Perth con Harry? ¿Lo habı́a estropeado todo con un simple beso? Pero no habı́a sido un «simple beso», dijera Sapphie lo que dijera. Tenı́a la impresió n de que la había afectado tanto como a él y que hubiera salido corriendo lo demostraba. Pero habı́a visto esa expresió n, la expresió n de que el suelo se hundı́a bajo sus pies otra vez. Y tenía que descubrir por qué. La encontró sentada en el banco del porche y cuando se aclaró la garganta para hacerle notar su presencia ella giró la cabeza, pero no lo miró a los ojos. -Creo que deberíamos hablar —dijo Liam. —No hay nada que hablar. No puede volver a pasar, sencillamente. Liam se obligó a sı́ mismo a mirar los á rboles. Estaba anocheciendo y el aire era muy tranquilo, muy silencioso. En media hora sería noche cerrada. -Tienes razó n —dijo por in, metiendo las manos en los bolsillos del pantaló n—. No puede volver a pasar. -Dime por qué. Liam se preguntó si lo estaba poniendo a prueba. Y si era así, esperaba pasarla. —Porque no tengo intenció n de volver a casarme y no parece que tú seas la clase de persona que tiene aventuras pasajeras. —En eso tienes razón. Había tal amargura en su voz… pero no entendía por qué. —No quiero que te hagas ilusiones. Yo no quiero hacerte daño, Sapphie. —¿Por qué no? —Porque me gustas.


El deseo se esfumó al ver su expresió n angustiada. Tenı́a una boca hecha para reı́r y eso era lo que quería para ella. Liam se sentó a su lado en el banco y Sapphie se apartó todo lo que pudo. Mejor. No querı́a que sintiera que estaba amenazándola o intentando aprovecharse de ella. —¿Te he asustado? Lo siento, yo… —No, no me has asustado. Me he asustado a mí misma, me ha tomado por sorpresa. Pues ya eran dos. —Si no hubieras parado cuando lo has hecho… —Pero he parado —dijo Liam—. Te lo juro, Sapphie, no volverá a pasar. —Te creo, de verdad. Es que… pensé que nunca volvería a sentir deseo por un hombre. Liam se quedó tan sorprendido que tuvo que hacer un esfuerzo para hablar: —¿Por qué? Como si de repente se hubiera dado cuenta de que habı́a hablado demasiado, Sapphie sacudió la cabeza. Es una historia muy larga. —Y me gustaría que me la contaras. —No, gracias. No quiero dar pena. —Prometo no sentir pena por ti. Ella dejó escapar un suspiro. -En realidad, no es un secreto. Lo que pasa es que no suelo hablar de ello. Cuando tenı́a dieciocho añ os, un amigo de la familia me violó . Fue poco despué s de que mi madre muriese y, al principio, pensé que intentaba consolarme —Sapphie apartó la mirada—. Fue horrible. Liam no podrı́a apretar los puñ os má s aunque quisiera estaba tan tenso que le dolı́an todos los músculos. Sapphie lo miró, haciendo una mueca. —Tranquilo, murió hace unos años de un ataque al corazón. —¿Llamaste a la policía? —Sí, pero, por lo visto, no había suficientes pruebas contra él. —Pero eso es… -¿Injusto? Ya lo sé. Liam la miró, perplejo. ¿Cómo había podido pasar por todo aquello ella sola? -No me pegó ni fue excesivamente violento, só lo… era má s fuerte que yo y no pude hacer nada. Y Emmy estaba en casa, además. —Dios mío… —Yo no querı́a que Emmy apareciese de repente, no querı́a que ese hombre le hiciera daño a ella también. La pobre había sufrido tanto con la muerte de mi madre… También ella había sufrido, pero entendía su deseo de proteger a su hermana pequeña. -Ası́ que, al inal, yo no tenı́a cardenales ni magulladuras… era mi palabra contra la de é l y el abogado me dijo que ningún jurado lo condenaría. Liam sentı́a deseos de golpear algo, pero cuando la miró , tan pequeñ a, tan vulnerable, tuvo que tragarse ese estallido de violencia. —Lo siento —murmuró , apretando su mano—. No deberı́a haberte ocurrido algo ası́. No debería ocurrirle a nadie. Las camisas abrochadas hasta el cuello, la manga larga, todo tenı́a sentido, pensó . Aunque aquel dı́a, por primera vez, llevaba un par de botones desabrochados y las mangas hasta el codo. Empezaba a sentirse có moda allı́, con é l, pensó . Y é l habı́a puesto en peligro esa sensación de seguridad… -No pasa nada —dijo ella, como si hubiera leı́do sus pensamientos—. Sé que tú nunca le harías daño a una mujer. No, é l nunca le harı́a dañ o a una mujer, era cierto. Y mientras Sapphie estuviera en Newarra, nadie le haría daño a ella. —Sé que la mayorı́a de los hombres jamá s forzarı́an a una mujer. No me he vuelto paranoica. —¿Cómo puedes estar tan segura después de…? —Porque soy una persona sana. No tengo intenció n de vivir amargada toda mi vida por algo que no pude evitar. Estuve yendo a terapia durante un tiempo, pero lo que me ayudó de


verdad fue tomar clases de defensa personal. Me dio una sensación de control, de fuerza. Eso y concentrarme en que Emmy estuviera contenta me ayudó mucho. En realidad, tuve suerte. ¡Suerte! —Eres una persona extraordinaria, Sapphie. Ella sacudió la cabeza. —Hasta hoy, pensaba que nunca má s querrı́a tener intimidad con un hombre. Pero no tengo intención de hacer nada al respecto. Liam sintió un deseo primitivo de mostrarle lo maravillosa que podı́a ser una relació n entre un hombre y una mujer, pero se controló . Sapphie tenı́a razó n, dar el siguiente paso era algo completamente diferente y no estaba preparada. Ademá s, Sapphie merecı́a algo má s que falsas esperanzas. La mayorı́a de las mujeres no podı́an soportar el aislamiento de la vida en un rancho y, aunque ella fuese una excepció n, é l jamá s volverı́a a dejar que ninguna mujer, ni siquiera la maravillosa Sapphie, tuviese la oportunidad de engañ arlo de nuevo. Pero eso no evitaba que la mirase, maravillado. —¿Por qué me miras así? —En muy poco tiempo perdiste a tu madre, tuviste que hacerte cargo de tu hermana pequeña y sufriste un episodio de violencia. Y sin embargo… —¿Sin embargo? —Aún eres capaz de hacerme sonreír y de hacer reír a Harry. —Pues claro que sı́ —Sapphie lo miró como si no entendiera—. ¿Sabes cuá l es tu problema? Dejas que las cosas malas de la vida te roben la alegría. Y olvidas las cosas buenas. No, no era cierto. Él no… —Nadie ha dicho que la vida sea justa o fá cil, pero sigue siendo un regalo. Si pierdes la alegría, entonces han ganado. —¿Quién ha ganado? —Las cosas malas —dijo Sapphie. Despué s de decir eso se levantó del banco para entrar de nuevo en la casa. Y Liam se preguntó si tendría razón, si estaría dejando que las cosas malas de la vida ganasen la partida.


CAPÍTULO 9 Sapphie metió los platos en el lavavajillas antes de ponerse a hacer batidos de caramelo. Los ingredientes: leche, sirope de caramelo y mucho helado de nata. Liam estaba sentado a la mesa, silencioso. Llevaba ası́ desde que terminaron de cenar, media hora antes. Habı́a estado muy callado durante la cena, sin duda debido a su revelació n. Una parte de ella no podı́a creer que le hubiera contado lo de la violació n porque no era algo que contase a nadie. Pero sus ojos eran tan cá lidos, su expresió n tan cercana que le habı́a parecido natural con iarle aquello. Y aú n no podı́a creer el beso, ese beso que la habı́a hecho sentir como si la tierra temblase bajo sus Pies. «No pienses en el beso». —¿Eres adicta a estas cosas? —le preguntó Liam cuando puso un batido delante de él. -Oye, que es importante tomar calcio. -O sea, que sí. —Desde luego que sí. Sapphie se sentó frente a é l para tomar el batido, pero cuando se pasaba la lengua por los labios para quitarse un bigote de crema vio el brillo de sus ojos y recordó por qué era buena idea retirarse a su habitación después de cenar. Nerviosa, se aclaró la garganta. -Háblame de Lucas. —¿Qué? —Es el padre de Harry, Liam. Nunca voy a tener la oportunidad de conocerlo, pero me gustaría saber cómo era. Él movió los hombros, incómodo. -¿Qué quieres saber? -Pues no lo sé… ¿Tenía alguna adicción, como yo con el azúcar? Liam sonrió. —¿Cuánto tiempo tenemos para hablar de eso? Si sonreía así, podría tener toda la noche. —Veo que en eso se parecía a mí. —Cuando tenı́a nueve añ os eran los yoyos, deberı́as haber visto su colecció n. A los once, era el aeromodelismo. A los quince el rock, nos volvı́a locos con una guitarra elé ctrica. Y me temo que en ese aspecto tenía más entusiasmo que talento. —Debía ser un chico lleno de vida. —Sí, lo era. Sapphie se dio cuenta de que la conversación lo había entristecido. -¿Qué lo hacía feliz? —Montar a caballo, los rodeos y el pastel de manzana que hacía mi madre. —¿Era mejor jinete que tú? —Aunque odio admitirlo, sí, lo era. Deberías haber visto su habitación, llena de trofeos. Sapphie intentaba no pensar en lo masculinos que eran sus hombros o cuá nto le intrigaba el vello oscuro que asomaba por el cuello abierto del polo. Pero su falta de control mientras la besaba le habı́a dado pá nico. No, no estaba preparada para otro beso. Nunca estarı́a preparada. ¿O sí? —Mi madre guardó todos los trofeos en una caja… después —estaba diciendo él. —Tal vez deberías sacar algunos, por Harry. —Sí, tienes razón. Tal vez debería hacerlo. Estaba claro que se sentı́a orgulloso de su hermano y era como si sus preguntas hubieran roto un dique porque, de repente, empezó a hablar sobre los triunfos de Lucas en los rodeos, sobre los porrazos que se daba de niñ o y el coche clá sico que se habı́a empeñ ado en restaurar. Sus palabras daban vida al joven de las fotografías y a Sapphie le gustaba la imagen que estaba creando. —¿Alguna vez habló de Emmy? —le preguntó, cuando se quedó callado. —No, pero antes del accidente yo sospeché que había conocido a alguien. —¿Por qué? —Estaba distraı́do, se quedaba mirando en la distancia con cara de tonto y luego se ponı́a colorado si le decı́amos algo. Sé que pensaba ir a Perth y era raro que hiciese dos viajes tan


seguidos —Liam la miró a los ojos entonces—. No creo que Lucas hubiera decidido abandonar a tu hermana, Sapphie. Creo que sufrió el accidente antes de tener oportunidad de volver a verla. Ella miró su vaso, emocionada. —Y yo creo que saber eso significará mucho para ella. —Despué s del accidente… tal vez pensó que Emmy no lo querrı́a. Estando en una silla de ruedas, debió pensar que no tenía nada que ofrecerle. Sapphie tuvo que tragar saliva. Pobre Lucas y pobre Emmy. —Lo que le pasó a tu hermano es una tragedia, pero tus padres y tú … vosotros hicisteis todo lo posible por ayudarlo. Lo que hizo Lucas fue decisió n suya, no es culpa de nadie — Sapphie apretó su mano—. Y, por lo que me has contado, debı́a ser un chico muy divertido. Es lógico que Emmy se enamorase de él. Y es lógico que tú lo eches de menos. Despué s de decir eso se levantó y salió de la cocina para no hacer alguna estupidez como besarlo, por ejemplo. Los dos habı́an acordado que no podı́a volver a pasar. Pero, por alguna razón, no podía dejar de pensar en ello. *** —Seguro que te mueres por galopar un rato. Sapphie se encogió de hombros. —No, estoy bien. Llevando a Harry en brazos, ninguno de los dos se atrevı́a a hacer algo má s que trotar un poco, pero los ú ltimos cuatro dı́as habı́an sido maravillosos y Sapphie casi podrı́a jurar que habı́a algo de magia en el aire de Newarra. Para empezar, Harry habı́a dejado de gritar cuando despertaba de la siesta y ella no estaba a su lado. Tranquilamente, se ponı́a a jugar con sus muñ ecos parloteando sin parar hasta que iba a buscarlo. Y, ademá s, habı́a empezado a gatear por la cocina, el cuarto de estar y el jardı́n con una con ianza y una seguridad sorprendentes. Buenas cosas, cosas felices. Como que Liam riese a menudo. O el cariñ o que habı́a en sus ojos cada vez que miraba a Harry. Y el deseo que habı́a en ellos cuando la miraba a ella. No, no, no podı́a ser deseo. Era gratitud, tal vez, amistad. Eso era, amistad. Pasaban mucho tiempo juntos, nada más. Por las tardes, montaban a Jasper y Miss Lil para explorar el rancho. Lo que al principio parecı́a una llanura de tierra roja y arbustos nativos escondı́a cuevas y fó siles, sitios de belleza salvaje. Y el riachuelo terminaba en una piscina natural de agua transparente que la había dejado sin aliento. Era un sitio tan tranquilo, tan sereno. Le gustarı́a lanzarse al agua para ver si estaba tan fresca como parecı́a. Ojalá hubiera llevado el bañ ador, pensó . Pero cuando miró a Liam casi se alegró de no haberlo llevado. Porque, aunque no querı́a admitirlo, algo estaba naciendo entre ellos; un deseo con el que ninguno de los dos sabı́a qué hacer, un deseo que la hacı́a dar vueltas y vueltas en la cama por las noches. Y, como Liam y ella se retiraban después de cenar, eran noches muy largas. —¡Rob! Al oír el grito de Liam, Sapphie parpadeó, volviendo al presente. Cuando el peó n apareció , Liam puso a Harry en sus brazos y, afortunadamente, el niñ o sonrió. —Vamos —dijo Liam entonces. Sonriendo, golpeó los costados de Jasper con los talones y empezó a galopar. Sapphie miró a Harry, pero el niñ o parecı́a tranquilo con Rob de modo que, lanzando un grito de jú bilo, decidió seguirlo. El hecho de que Harry se quedase tranquilo con otra persona le daba una sensació n de optimismo tal que se lanzó a la carrera. —¡Qué maravilla! —Exclamó cuando por in volvieron al rancho unos minutos despué s—. ¡Es como volar! Harry movía los bracitos, emocionado. Riendo, Sapphie desmontó para tomarlo en brazos. —¿Te gustaría probar, chiquitín? Pues me temo que tendrás que esperar un poco. —Yo me encargo de los caballos, jefe —dijo Rob, tomando las riendas de Jasper y Miss Lil. —Gracias —Liam se volvió hacia Sapphie—. Dame a Harry. Está empezando a pesar


mucho. Ella se lo pasó , contenta. Le gustaba verlo con el niñ o en brazos y mientras volvı́an a la casa no podía dejar de sonreír. —¿Sabes una cosa? Creo que voy a comprar una parcela de tierra a las afueras de Perth. Quiero tener una casita con gallinas y… No terminó la frase. No querı́a pensar en su vida sin Harry. —¿Ah, sí? —A lo mejor cuando me toque la lotería. —Tal vez tendrías que visitar Newarra y Jarndirri más a menudo. Sapphie se dio cuenta entonces de que pronto tendrı́a que marcharse de allı́. Habı́a olvidado eso, había querido olvidarlo. —Tal vez sea lo mejor —murmuró. Se dio cuenta de que la frase no le habı́a salido tan alegre como pretendı́a porque Liam estaba mirá ndola y giró la cara para que esos ojos azules tan perceptivos no vieran má s de lo que deberían. —Voy a cambiar a Harry y a meterlo en la cuna. Y luego haré batidos de caramelo, si te apetece. A menos que tengas trabajo, claro. —No hay nada que no pueda esperar y un batido de caramelo suena perfecto ahora mismo. Sus ojos azules estaban clavados en ella de una manera…Sapphie habı́a guardado la camisa en la maleta esa mañ ana y tal vez habı́a sido prematuro. Pero sabı́a que la camisa no tenía nada que ver. —Ese galope ha puesto color en tus mejillas —dijo é l, abriendo la puerta de la casa—. Bueno, te dejo con Harry. Estaba sonriendo, una de esas sonrisas que aceleraban su corazó n y a las que empezaba a acostumbrarse. —Muy bien. Se tomó su tiempo lavando la carita de Harry y cambiá ndole el pañ al mientras le cantaba una canció n. No só lo porque necesitaba tiempo para calmarse sino porque querı́a grabar en su memoria esos ú ltimos dı́as con é l. Los recuerdos tendrı́an que durarle mucho tiempo cuando volviese a Perth. —Batido de caramelo —murmuró despué s—. No pasa nada, só lo vamos a tomar un batido. Pero cuando salió de la habitació n para ir a la cocina estuvo a punto de chocar con Liam, que salı́a del cuarto de bañ o medio desnudo. Y no habı́a ninguna esperanza de controlar el deseo que sintió al verlo, tan cerca. Tenı́a el pelo mojado y só lo llevaba una toalla en la cintura. Sapphie vio como una gota de agua se deslizaba por la fuerte columna de su cuello y se le quedó la boca seca. Esos hombros y esos brazos eran el resultado del trabajo fı́sico y su bronceado le decı́a que a veces trabajaba sin camisa bajo el sol. Sin darse cuenta, sus ojos siguieron la lı́nea de vello oscuro que bajaba por su estó mago y desaparecı́a bajo la toalla… No podrı́a haber imaginado tal perfecció n masculina aunque quisiera y tuvo que apretar los puñ os para no acariciarlo. -¿Sapphie? —¿Sí? —murmuró ella, sin dejar de mirar su torso. —¡Sapphie! El tono seco hizo que lo mirase a la cara. Esa cara tan hermosa como el resto de é l. Liam se pasó una mano por el pelo. -Si no dejas de mirarme así… Sapphie se obligó a sı́ misma a dar un paso atrá s, pero lo hizo a tal velocidad que se golpeó la cabeza con la pared. —Sapphie… —No es nada, no me he hecho daño. «Batidos de caramelo, batidos de caramelo», se decı́a a sı́ misma. Eso era lo que tenı́a que


hacer. Miró alrededor, pero no era capaz de recordar dó nde estaban los ingredientes. Nerviosa, salió al porche y se sentó en el banco, sin saber qué hacer. -¿Quieres que hablemos de ello? Sapphie estuvo a punto de dar un brinco. Liam estaba en la puerta pero, afortunadamente, se habı́a puesto unos vaqueros y un polo. Iba descalzo, eso explicaba que no hubiera oído sus pasos. -¡No, no quiero hablar de nada! —exclamó , levantá ndose—. Liam, si tú me hubieras mirado así te habría dado un puñetazo. No sabı́a que pudiera desear a un hombre otra vez y no sabı́a có mo lidiar con eso. O có mo esconder el efecto que ejercía en ella: Liam se sentó al otro lado del banco. —Lo que sientes es normal, ¿sabes? —¿Normal? Eso no ha sido normal. Y tú no sientes lo mismo, ¿verdad? —¿Crees que no? Esa mirada me ha puesto… pensé que tenía ampollas por todo el cuerpo. Ella lo miró, perpleja. —Yo… —Tú tienes necesidades, como todo el mundo. Necesidades que te has negado a ti misma durante siete añ os. Ahora han vuelto a aparecer, por alguna razó n, y te ha pillado desprevenida. Así que sí, es normal. -Pero yo quiero vivir como antes, sin pensar en eso. -A lo mejor es una señal. —¿De qué? -De que es hora de seguir adelanté, de volver a tener relaciones. Sapphie lo miró, horrorizada. —No, no, no… Encontrarse con un hombre medio desnudo la hubiera asustado unas semanas antes. Pero ver a Liam con la toalla… No la había asustado en absoluto. Al contrario. —Sapphie, tú eres joven y encantadora. Mereces encontrar al hombre de tus sueños. —No existe el hombre de mis sueñ os —dijo ella, temblando—. Ademá s, he salido con chicos… Siempre en grupo, con sus amigas. Nunca habı́a dejado que ocurriese nada y nunca habı́a estado a solas con un hombre. Liam se inclinó hacia ella, mirándola como si lo supiera. —Un hombre que mereciese la pena se tomaría su tiempo. No te metería prisa. ¿Se tomaría él su tiempo? —Lo que te hizo ese hombre —siguió — fue terrible. Pero no puede de inir el resto de tu vida. No dejes que ganen las cosas malas, Sapphie. ¿Empezar a salir con chicos otra vez? ¿Tener relaciones? —Mira quién habla, el que dice que nunca volverá a casarse. —Yo soy mayor que tú y he tenido varias relaciones. —Ya. Liam tomó su mano. —Lo único que digo es que lo pienses, que no lo descartes. Ella asintió con la cabeza porque no podía decir nada. —Muy bien —Liam soltó su mano y se levantó —. Será mejor que dejemos el batido para otro momento. Tengo que comprobar un par de cosas con mi capataz. Sapphie lo vio bajar los escalones del porche. ¿Volver a salir con chicos? Una semana antes eso hubiera sido impensable, pero ahora… CAPÍTULO 10 Liam miraba el calendario que habı́a sobre su escritorio. Tres dı́as. Só lo quedaban tres días para que Sapphie se fuera de Newarra. Pero eso no podía ser. Si acababa de llegar… No, llevaba en Newarra casi tres semanas. Era poco tiempo, pero é l sentı́a como si llevara allı́ toda su vida. Tres dı́as y no sabı́a lo que iba a hacer con respecto a Harry. Liam sintió un pellizco en el corazó n. El podı́a darle un hogar al niñ o, Sapphie tenı́a que darse cuenta. La idea


de separarse de Harry le parecı́a insoportable porque querı́a a su sobrino con una ternura que lo sorprendı́a por completo. Habı́a cambiado y se lo demostrarı́a. Le mostrarı́a lo divertido que podía ser, el hogar maravilloso que Harry podría tener si permitía que lo adoptase. Una merienda en el riachuelo, decidió . Sapphie era má s bajita que Lacey y un poco má s delgada, pero seguramente uno de sus bañ adores le quedarı́a bien. Cuando entró en la cocina, ella levantó la mirada. —¿Ya has terminado? Le habı́a dicho que estaba revisando los libros de cuentas, pero Harry era má s importante. El niñ o fue gateando hacia é l y, agarrá ndose a su pantaló n, empezó a levantarse y se quedó de pie, intentando mantener el equilibrio y sonriendo orgullosamente. Y el corazó n de Liam estuvo a punto de salirse de su pecho. —¡Ese es mi tigre! —exclamó , tomá ndolo en brazos y lanzá ndolo al aire mientras el niñ o reía, contento—. He terminado de revisar los libros y he pensado que podríamos merendar en el riachuelo. ¿Qué te parece? —Pues… —Sapphie no sabı́a qué decir. Pero cuando vio a Harry tan contento supo cuá l debı́a ser la respuesta—. Muy bien, me parece buena idea. Voy a guardar la comida en una cesta. -Genial —murmuró Liam, sintiéndose tan torpe como un adolescente en su primera cita. Sapphie llevaba unos vaqueros y una camiseta azul que parecı́a destacar los re lejos dorados de su pelo. En algún momento había dejado de usar esas camisas anchas… —Harry y yo te esperaremos fuera. Salió de la cocina a toda prisa porque habı́a descubierto que estaba hambriento. Y no de comida. -La glotonerı́a es uno de los siete pecados capitales —le dijo a Harry, mientras se sentaba en el banco. —Puedo hacerte un bocadillo si quieres —oyó la voz de Sapphie en la puerta. —No, no, gracias —murmuró él, cortado. —Pero acabas de decir… —Puedo esperar un poco. Aunque huele de maravilla. ¿Qué has hecho? -Nada, es que hice pan ayer. -¿Y qué es lo que huele tan bien? Huele a… vainilla y caramelo. —Ah, los batidos. ¿Quieres uno mientras esperas? —No, gracias. Harry y yo estamos bien, ¿Verdad, Harry? Sapphie desapareció en la cocina de nuevo y Liam se pasó una mano por la frente. En realidad, necesitaba un vaso de agua o una ducha fría. La sonrisa de Sapphie cuando llegaron al riachuelo media hora despué s le dijo que ir allı́ habı́a sido buena idea. Muy buena idea. Aunque llevase treinta minutos haciendo lo imposible para no mirarla. No tenı́a intenció n de tocarla. Y tal vez no podı́a darse una ducha frı́a, pero había una piscina natural a su disposición. —Primero vamos a nadar, luego comeremos. —Pero no he traído bañador —protestó Sapphie. -Yo he traído uno de Lacey… toma, seguro que te vale. Sapphie lo miró, perpleja. —Es rosa. -Lacey es una chica muy femenina. -¿Habiendo crecido en un rancho, con dos hermanos? —Lacey es una ganadera muy capaz e independiente, pero le gustan las joyas, los bañ os con burbujas, los vestidos muy femeninos… y su color favorito es el rosa. Se le ocurrió entonces que nunca había visto a Sapphie vestida de color rosa. -Pero es un bikini. Y yo nunca me pongo bikini. Liam parpadeó . No se le habı́a ocurrido pensarlo. Sencillamente, había tomado uno de ellos… -¿Por qué no? Tienes una figura estupenda y seguro que te quedará de maravilla. Entonces recordó lo que le habı́a pasado y pensó que nunca podrı́a saber lo que Sapphie había sufrido. Por eso llevaba camisas anchas, por eso nunca llevaba falda. Muy bien, tal vez no podrı́a


saber lo que había sufrido, pero sí podía hacer que se sintiera segura a su lado. -Si en lugar de rosa fuera negro, sería casi como el pantaloncito que mi hermana llevaba en Gimnasia. Sapphie sonrió. —Yo también lo llevaba. -Además, Harry y yo no contamos. -¿De qué estás hablando? —Como público quiero decir. Harry y yo no contamos. Harry es tu sobrino y le da igual que lleves un bikini. Y yo soy el tı́o de Harry, de modo que soy parte de la familia. En lo que se re iere a los bikinis, la familia no cuenta. Pero si de verdad no quieres poné rtelo… no sé , tal vez puedas ponerte mi camiseta encima —Liam empezó a quitá rsela—. Cuando se moje te llegará por las rodillas. Sapphie abrió la boca para protestar, pero él no la dejó. Haz lo que tengas que hacer para estar có moda. Yo voy a ponerme el bañ ador detrá s de esos arbustos. No mires, ¿eh? —¡No pensaba mirar! Unos minutos despué s, Liam tomó a Harry en brazos para meterse en el agua y, por el rabillo del ojo, vio que Sapphie se escondı́a tras los arbustos para ponerse el bikini. Pero se dio la vuelta. La tentación de verla en bikini era demasiado fuerte como para jugar con ella. —¿Qué tal está el agua? Liam se volvió , intentando disimular su decepció n al ver que se habı́a puesto su camiseta sobre el Bikini. —Genial. La camiseta le llegaba por encima de la mitad de los muslos y tenı́a un aspecto juvenil, encantador. Sapphie se lanzó de cabeza y emergió a su lado, lanzando un chorro de agua como si fuera una fuente, algo que hizo reı́r a Harry como nunca. Liam no recordaba la ú ltima vez que lo habı́a pasado tan bien. La risa de Harry, la de Sapphie, liberaban algo en é l, haciendo que le resultase fácil reír. —La verdad es que resulta incó modo nadar con la camiseta puesta —dijo Sapphie unos minutos después—. No te ofendas. —No me ofendo en absoluto. Liam tuvo que tragar saliva cuando la vio quitarse la camiseta para dejarla sobre una piedra. Llevaba el bikini debajo… y era preciosa. Sonriendo, Sapphie volvió nadando a su lado. —Gracias por prestármela, me ha ayudado a acostumbrarme al bikini. —De nada —consiguió decir él—. Sólo quiero que estés cómoda. —Lo sé, gracias. —Bueno, hora de enseñar a Harry a nadar. *** Sapphie detuvo el juego unos minutos después. —¡Hora de comer! Estoy muerta de hambre. Tambié n lo estaba é l. Liam salió del agua e intentó disimular su desilusió n cuando Sapphie se puso la camiseta. Y no podı́a dejar de mirar sus piernas, unas piernas largas y preciosas que… Pero si la miraba ası́, se sentirı́a incó moda. Despué s de darle el biberó n, Harry se quedó dormido de inmediato. Sapphie apartó un mechón de pelo de su frente. —Lo ha pasado muy bien —murmuró—. Y yo también. Sería tan fácil besarla en ese momento… —Pues ya somos tres. —¿Crees que podrías ponerlo un poquito más a la sombra, ahí? —Sí, claro. Mientras lo hacı́a, Sapphie sacó los bocadillos de la cesta y un termo con té . Comieron en silencio, no un silencio tenso sino agradable, de compañ eros. Al menos lo serı́a si dejaba de mirar sus piernas y sus tentadoras curvas. Liam se concentró en el paisaje, en las rocas de granito que rodeaban la piscina natural. La grandeza del paisaje le robaba el corazó n. Eso,


combinado con el aroma de la mujer que tenı́a al lado, convertı́a aquel sitio en un paraı́so. Suspirando, se tumbó sobre la manta después de comer. -Unos bocadillos riquísimos, Sapphie. Y el pastel también estaba muy bueno. Ella asintió con la cabeza. -Este sitio es precioso. —Sí, lo es. Se quedaron callados un momento, escuchando la brisa moviendo las ramas de los á rboles y el rítmico movimiento del agua, el ocasional canto de un pájaro. —¿Sapphie? —¿Sí? Sus labios eran tan tentadores… pero Liam volvió la cabeza para mirar el cielo de nuevo. Los labios de Sapphie no estaban a su alcance. —¿Sabes que sólo te quedan tres días en Newarra? —Sí, lo sé. Por su tono, no sabı́a si eso la entristecı́a o la alegraba y se maldijo a sı́ mismo por haber sacado el tema. —Quiero saber lo que piensas al respecto. Me refiero a dejar a Harry aquí. Ella se quedó callada durante largo rato. —¿Recuerdas hace dos noches, cuando metiste a Harry en la cuna tú solo? No me quedé en la cocina, me quedé en la puerta, mirándote. —¿Por qué? —Por curiosidad, supongo. Y porque me sentía… no sé, como si me hubierais dejado fuera. Liam apretó su mano. —Deberías haber entrado en la habitación. —No, quería que lo hicieras tú solo. Le hablaste de Lucas… Él apretó los labios. Quería marcharse de allí, quería quedarse. No sabía lo que quería. —Harry querrá saberlo todo sobre su padre algú n dı́a y pensé que debı́a intentarlo… ver si podía hablar de mi hermano. —Y lo hiciste muy bien. —Desde esa noche que hablamos de é l, yo… ¿tú sabes lo enfadado que estoy con é l por rendirse, por no haber seguido intentá ndolo? —exclamó Liam de repente. No lo habı́a dicho nunca en voz alta y no sabı́a por qué lo decı́a ahora—. Me culpaba a mı́ mismo por su muerte porque era má s fá cil que aceptar la verdad, que Lucas quiso dejarnos. Que é l tomó la decisió n de dejarnos. De repente, se alegraba de estar tumbado de espaldas mirando el cielo. —Debía estar sufriendo mucho —dijo Sapphie—. Debía estar desesperado. —Sí, lo sé. —¿Sigues enfadado con él? —Un poco —admitió Liam. Pero desde que hablaba de é l, todo habı́a cambiado—. La otra noche se me ocurrió algo. De repente, me di cuenta de que nunca iba a dejar de echarlo de menos. Te parecerá una tontería, ¿no? —No, en absoluto. —Y tambié n me di cuenta de que podı́a echarlo de menos y recordar los buenos momentos o echarlo de menos y seguir enfadado con é l y conmigo mismo —Liam volvió la cabeza para mirarla—. Y he decidido recordar los buenos momentos. Por Harry y por mí. La sonrisa de Sapphie era tan luminosa como un relámpago en medio de una tormenta. —Me alegro mucho. —Quiero ser un buen padre para Harry. Y necesito saber si tú crees que puedo serlo. Sapphie lo miró a los ojos y su corazón se aceleró. —¿Quieres saber una cosa? Ultimamente sonrı́es mucho. Incluso te has reı́do en varias ocasiones. —Sí, bueno, los niños pueden ejercer ese efecto en la gente. Pero era má s que eso. Cuando Sapphie estaba a su lado, le resultaba muy fá cil sonreı́r. Harry y é l seguirı́an sonriendo cuando se fuera, pero serı́a mucho má s difı́cil. Y la echarı́an de


menos. Volvería para visitarlos… o podría quedarse unos días más, ¿No? Si él se lo pedía. -¿Eso significa que vas a decirle a Emmy…? —Que tú eres la persona indicada para adoptar al niño, sí. Los ojos de Liam se empañaron y tuvo que respirar profundamente para controlar su voz. -Gracias. —No tienes que darme las gracias. Sí, tenía que hacerlo. —Por cierto, me estás estrujando la mano. Ni siquiera se habı́a dado cuenta de que seguı́a apretando su mano, le habı́a parecido algo tan natural. Pero la soltó de inmediato, murmurando una disculpa. —Sabes que la decisión final la tomará mi hermana, ¿No? -Sí, claro. —Y hay algo… que tal vez debería contarte. Por el momento, Sapphie no le habı́a dicho por qué Emmy iba a dar al niñ o en adopció n. ¿Por fin iba a contarle la verdad? -Mi hermana ha cometido muchos errores en la vida —empezó a decir, con gesto preocupado—. Pero de verdad creo que está dispuesta a enmendarse. —¿Empezando por dar a Harry en adopción? —A mı́ me parece una decisió n muy madura —murmuró Sapphie—. Yo querı́a proteger a Emmy mientras fuera posible, pero ahora sé que no tengo que protegerla de ti. Verá s, hace unas semanas mi hermana fue detenida por trá ico de drogas. Trá ico a pequeñ a escala, pero no es la primera vez. Liam alargó una mano para apartar un mechón de pelo de su cara. —Lo siento mucho. —Ella sabe que un niñ o no puede crecer en la cá rcel y quiere que Harry tenga otro tipo de vida. Y tal vez, con un poco de suerte, Emmy encontrará la manera de reconstruir su vida. —Yo la ayudaré en todo lo que pueda. —Gracias. —Tendré que ir a verla, claro. Pero si acepta que adopte a Harry, ¿te quedarás otros quince días? ¿Hasta que vuelva Beattie? Así Harry se acostumbrará mejor a Newarra. —Me encantaría —dijo Sapphie. Tenı́a los labios entreabiertos y, sin poder evitarlo, Liam se encontró acercá ndose a ella… Pero se detuvo a tiempo. No podı́a besarla, la pobre habı́a sufrido demasiado. Besarla no serı́a justo porque tal vez se haría ilusiones… ¿Y no debería?, le preguntó una vocecita. —¿Liam? Sapphie estaba mirá ndolo a los ojos y, de repente, se inclinó hacia delante para poner los labios sobre los suyos. Magia. Liam se quedó sin aliento. No podı́a apartarse, pero tampoco querı́a dar un paso adelante por miedo a asustarla. Despacio, movió los labios sobre los de ella. Queriendo memorizar cada lı́nea, cada curva, mordió su labio inferior suavemente y luego pasó la lengua por é l, disfrutando de su suavidad. Casi esperaba que se apartase, pero no lo hizo. Al contrario, se apretó contra é l y trazó su labio inferior con la lengua. Liam se apartó , ardiendo, con la respiració n agitada. Merecı́a quemarse si iba a jugar con fuego de esa manera. Pero entonces Sapphie tomó su cara entre las manos y lo besó ; un beso apasionado que lo tomó por sorpresa. No tenı́a la menor posibilidad de esconder que estaba excitado, pero no era capaz de apartarse. —No sabía que pudiera ser así —murmuró ella. Liam intentó abrir la boca, intentó decir algo, pero antes de que pudiese hacerlo Sapphie pasó los dedos por su torso, rozándolo con las uñas… -He querido hacer esto desde la primera vez que te vi con esa toalla. Tan cándida confesión lo excitó aún más. -Sapphie, no sabes lo que me estás haciendo.


-Sé muy bien lo que estoy haciendo, estoy intentando seducirte —murmuró ella, mientras exploraba sus hombros con las manos—. ¿Qué tal lo hago? Liam tragó saliva. —Muy bien, un diez. Ella sonrió, radiante. -Sapphie… -No digas nada. Só lo quiero descubrir lo maravilloso que puede ser entre un hombre y una mujer. Sin promesas, sin mañanas. ¿Quería que le hiciese el amor? Liam deseaba hacerlo con todo su ser… lenta, tiernamente. -No sabía que pudiera ser tan maravilloso. Liam la acarició y se sintió satisfecho al notar que temblaba, que sus preciosos ojos verdes se oscurecían. —Voy a contarte un secreto —murmuró—. Yo tampoco.


CAPÍTULO 11 Sapphie se convirtió en la amante de Liam. O tal vez Liam se convirtió en su amante. No sabı́a có mo debı́a uno referirse a esas cosas. Pero, durante los tres dı́as siguientes, Liam y ella hicieron el amor cada noche. El era tan tierno, tan dulce, tan generoso. La hacı́a sentir segura, querida, bella y libre. Se habı́a ido a Perth el dı́a anterior para ver a Emmy y le habı́a jurado que le darı́a la noticia de la muerte de Lucas con mucho tacto. Aunque no tenı́a que jurarlo, ella sabı́a que lo haría. Y sabía que trataría a su hermana con consideración y respeto. Le habı́a dado una carta para Emmy en la que le hablaba del rancho y de la maravillosa vida que Harry podrı́a tener allı́. Y de cuá nto querı́a Liam al niñ o. Sabı́a que ese viaje era importante porque el futuro de Harry dependı́a de é l y, sin embargo, estaba deseando que volviera, anhelando estar entre sus brazos. Sin darse cuenta, dejó escapar un suspiro. Haciendo el amor con é l no habı́a tenido miedo. Ni una sola vez. «Porque lo quieres». De repente, se le doblaron las rodillas. ¿Quererlo? Harry se agarró a ella en ese momento para ponerse de pie. -Sap, sap, sap. Sapphie lo tomó en brazos. -¿Tienes sueño, cariño? Despué s de dejarlo en la cuna se hizo un té , pensativa. ¿Estaba enamorada de Liam? Por supuesto que sı́. ¿Có mo no iba a estarlo? ¿Có mo podı́a una mujer resistirse ante un hombre que se portaba como lo hacı́a é l? Un hombre que estaba dispuesto a hacer lo mejor no só lo para Harry sino para Emmy, por no hablar de su propia familia. Liam era un hombre seguro de sı́ mismo, capaz, un lı́der, pero tambié n era considerado y generoso. La combinació n era letal. —No hay remedio —murmuró. Le habı́a dicho que no querı́a hablar de promesas ni de mañ anas, pero ella querı́a prometerle todo. Querı́a estar con é l para siempre, vivir con é l y con Harry y con los hijos que pudieran tener… ¡No! Se le encogió el corazó n de tal manera que tuvo que llevarse una mano al pecho. No podı́a tener esa vida maravillosa. Liam habı́a dicho que nunca volverı́a a casarse y, aunque cambiase de opinió n, cuando descubriera su secreto no querrı́a saber nada de ella. Aunque cambiase de opinió n, no podrı́an tener una relació n de verdad. Ella no merecı́a a Harry. De hecho, seguramente lo mejor serı́a que desapareciese de su vida. Pero no tenı́a fuerzas para hacer eso. Harı́a lo posible por ser una buena tı́a para Harry, pero nunca podrı́a ser nada má s. Los sueñ os que habı́a intentado contener durante añ os de repente parecı́an haber echado raı́ces en su corazón y ella había sido tan tonta como para no detenerlos. Entonces miró el reloj de la cocina. Liam llegarı́a pronto y ella sabı́a lo que debı́a hacer. Era hora de dejar de soñar. *** Liam no podı́a contener la emoció n cuando su Cessna aterrizó en la pista del rancho. En unos minutos tendrı́a a Sapphie entre sus brazos otra vez y la abrazarı́a y la besarı́a hasta dejarla sin respiración. Le encantaba có mo se oscurecı́an sus ojos cuando la besaba. La habı́a echado de menos en su cama esa noche y querı́a perderse entre sus brazos en cuanto fuera posible para amarla apasionadamente. Una pasión que había faltado en su vida durante demasiado tiempo. Rob estaba esperando cuando saltó de la avioneta. —Hola, jefe, he pensado que querría que lo llevara de vuelta a casa. La pista estaba a unos kiló metros de la casa, pero Liam estaba de tan buen humor que casi podría ir corriendo. —Gracias, Rob. —¿Qué tal el viaje? —Bien. Cuando llegaron a la puerta se despidieron con un monosı́labo, como siempre. Hombres


de pocas palabras. Un viaje a la ciudad siempre le recordaba por qué aqué l era su sitio. Liam abrió la puerta esperando ver a Sapphie y… nada. No salió corriendo a abrazarlo, aunque estaba en la cocina moviendo algo en una cacerola. Normalmente lo dejaba todo para echarse en sus brazos. Liam se acercó , dispuesto a abrazarla, pero Sapphie se dio la vuelta con una sonrisa. Una sonrisa que lo dejó helado porque era totalmente diferente a las que él conocía. —Hola, Liam. ¿Qué tal el viaje? —Bien —contestó él, sorprendido. —¿Quieres un té, una cerveza? —Cerveza. —Bueno, cuéntame. ¿Qué ha dicho Emmy? Liam la miraba, perplejo. ¿Qué había pasado? ¿Por qué se portaba con esa frialdad? -¿Ocurre algo, Sapphie? -No, nada. Venga, cuéntame. —Emmy vio las fotografías de Lucas y me dijo que sí, que era el padre de Harry. —¿Y? —Tu carta pareció convencerla del todo. Confı́a en ti, ası́ que ha aceptado que yo adopte a Harry. —¡Qué alegría! —Tengo que hablar con un abogado para poner en marcha el proceso y con los servicios sociales. Luego hay un periodo de espera de veintiocho dı́as, pero no creo que tengamos ningún problema. —Eso es maravilloso. Liam dejó escapar un suspiro. —¿Vas a decirme qué te pasa? —No me pasa nada —contestó ella. —¿Lamentas que seamos amantes? —No, claro que no. —Pues no pareces muy contenta de verme. Sapphie tapó la cacerola y se dio la vuelta, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón. —No era ésa la impresión que quería dar. —¿Qué te pasa? Sé que te pasa algo. Ella tragó saliva. —Liam, ya sé que dije que nada de promesas ni de hablar de futuro, pero… El empezó a ponerse nervioso. Y, egoı́sta como era, no querı́a escuchar el resto de la frase. Sapphie querı́a un compromiso, algo que no podı́a darle. Dudaba que mencionase el matrimonio, pero lo estarı́a pensando. Habı́a sido un idiota y se merecı́a aquello. Eso era lo que pasaba cuando un hombre ignoraba el «para siempre» escrito en los ojos de una mujer. Merecía lo que iba a pasarle, las recriminaciones, las lágrimas… Pero Sapphie no se lo merecía. Sapphie tenía unos ojos hechos para reír, para bailar. —No sabı́a que hacer el amor pudiera crear un lazo emocional tan fuerte… pero creo que es hora de dejarlo. Liam parpadeó, atónito. —¿Qué has dicho? —Si seguimos ası́, terminaré queriendo algo que tú no está s dispuesto a ofrecer. Los dos sabemos que no quieres volver a casarte y yo tengo mi vida en Perth. Tenemos que dejarlo ahora que podemos —siguió Sapphie—. De ese modo, yo no sufriré y tú no te sentirá s atrapado. Estaba diciéndole adiós. —Si eso es lo que quieres… —Pues claro —asintió ella—. Bueno, voy a ver có mo está Harry porque seguramente ya se habrá despertado. La cena estará lista en una hora. -¿Vas a quedarte quince días más?


—Eso es lo que acordamos, ¿No? Tienes que empezar a cuidar má s de Harry mientras yo voy apartándome poco a poco. Sigo pensando que es lo mejor para el niño. —Sí, claro —murmuró Liam—. ¿Y luego volverás a Perth? -Ese es el plan. Despué s de decir eso desapareció y Liam esperó sentir una oleada de alivio. Esperó … y esperó . Pero entonces se le ocurrió que ese plan, que Sapphie se marchase de Newarra, era tan malo como si le hubiera dicho que querı́a casarse con é l. Y no entendı́a lo que signi icaba eso. *** Solo en la cama esa noche, Liam miraba al techo intentando entenderlo. Recordaba cada encuentro con ella, desde que bajó de la avioneta con Harry en brazos hasta la incó moda cena de esa noche. No quería que Sapphie se fuera. No quería que volviera a su vida en Perth. En la oscuridad, Liam apretó los labios. Podı́a ser feliz allı́, en Newarra. ¿Por qué no? Le gustaba el rancho, le gustaba montar a caballo y cada mañ ana veı́a un brillo de felicidad en sus ojos. Sapphie quería a Harry y Harry la quería a ella. Lo má s ló gico serı́a que se quedase. Podrı́a vivir allı́ como parte de la familia. Serı́an amigos. No iba a ser fá cil, pero lo soportarı́a porque no podı́a ofrecerle matrimonio. Sapphie tenía el mismo derecho que él a cuidar del niño, de modo que era la solución perfecta.

tú?

*** —¿Qué planes tienes para hoy? —le preguntó por la mañana. -Lo mismo de siempre: haré la comida, jugaré con Harry y regaré las plantas del jardı́n. ¿Y

—Tengo que terminar las reparaciones en el corral —Liam se aclaró la garganta—. Sapphie, ¿Te aburres aquí? —¿En el rancho? No, en absoluto. Me encanta estar aquı́ —dijo ella—. Lo aburrido es estar ocho horas delante de un ordenador. Aquí el aire es fresco y los atardeceres son… -¿Eso es lo que haces en Perth, trabajas en una oficina? —No, tengo tres trabajos diferentes. Conozco a mucha gente y no me aburro nunca. ¿Por qué lo preguntas? —Es má s interesante que hablar del precio del ganado —Liam se encogió de hombros—. Bueno, tengo que irme a trabajar. ¿Quieres que vayamos de merienda esta tarde? —No, nada de meriendas y nada de nadar en la cascada —Sapphie tuvo que apartar la mirada, nerviosa. -Nos vemos a la hora de comer entonces. -Sí, claro. Sapphie lo siguió con la mirada, pensativa. -Una chica tiene que sospechar cuando un ganadero dice que hablar sobre el precio del ganado no es interesante, Harry. El niño asintió con la cabecita, como si la hubiera entendido. ¿Y por qué le habı́a preguntado si vivir allı́ le parecı́a aburrido? ¿Iba a pedirle que se quedara? No, no podı́a ser. Pero entonces miró a Harry y el hueco en su corazó n se amplió hasta ocupar toda su alma. —Cariño, te quiero tanto —murmuró. Los quería a los dos, pero no podía decirlo en voz alta. *** Cuando Liam volvió a la hora de comer, Sapphie y Harry no estaban en la cocina. Ni en el cuarto de estar. Se detuvo un momento, aguzando el oı́do, y sonrió cuando le llegaron las notas de una melodía de Abba desde el cuarto de la televisión. Y cuando entró vio que Sapphie y Harry no só lo estaban viendo la pelı́cula Mamma Mia por ené sima vez, sino bailando. Sapphie daba vueltas por el cuarto y Harry movı́a los bracitos, riendo. Liam querrı́a unirse a ellos y, de repente, se le ocurrió que aquello, Sapphie y Harry,


era lo que quería encontrar en casa cada día. Lo que lo hacía sentir feliz. —¡ Mira, Harry, el tío Liam! Sapphie lo habı́a visto en la puerta por in y cuando dejó a Harry en el suelo el niñ o levantó los bracitos y dio un par de pasos hacia él. —¡Mira, camina solo! Harry cayó al suelo entonces y empezó a dar palmaditas. —¡Muy bien hecho, tigre! —exclamó Liam, tomándolo en brazos. Sapphie se acercó para darle un beso al niñ o en la mejilla y luego lo miró a é l, ponié ndose colorada. —Bueno, voy a… hacer la comida. Liam la siguió , con Harry en brazos. No dijo nada mientras preparaba la comida y esperó hasta que él niño empezó a tomar el biberón antes de volverse hacia ella. —Sapphie, tenemos que hablar. Ella estuvo a punto de atragantarse. —No hay nada que hablar. -Mira, será mejor que lo diga directamente. Yo… -¡No! -¿A qué estás diciendo que no? —preguntó él, frunciendo el ceño. —No voy a quedarme en Newarra y tengo la impresión de que eso es lo que vas a pedirme. —¿Por qué no? —Liam se levantó , frustrado—. Te gusta vivir aquı́, ¿no? Y quieres a Harry, así que lo más lógico… -No levantes la voz delante de Harry. Liam miró al niñ o, que sentado en su trona con el biberó n, no parecı́a afectado en absoluto. —Tranquilo, tigre, no tardaremos mucho. Luego tomó la mano de Sapphie y tiró de ella hacia el porche. —¿Se puede saber qué haces? -¿Por qué no quieres quedarte en Newarra? Sapphie se dio la vuelta para apoyarse en la barandilla, de espaldas a él. —Porque no puedo —consiguió decir, con un nudo en la garganta—. Y no quiero seguir hablando de eso. Liam querría abrazarla, consolarla. Quería verla feliz. -Cariño, no llores. -Por favor, Liam… —Dime qué te pasa. Ella respiró profundamente. -Hay cosas que no sabes de mí. No soy quien tú crees que soy. —Sé que eres generosa, buena, que puedes iluminar una habitació n con tu presencia y con tu entusiasmo… -Pero no sabes que tuve un aborto. El silencio que siguió a esa frase parecía hacer eco en el porche. Liam se quedó inmóvil. -¿Qué pasó? -Que tuve un aborto, ya te lo he dicho. Fue hace añ os y lo siento muchı́simo, pero considerando que tú quisiste tener hijos con Belinda, creo que es algo que deberı́as saber — Sapphie intentó llevar aire a sus pulmones—. Y tengo la impresió n de que saber eso cambiará lo que sientes por mí. Querı́a que le dijera que no era verdad, que eso no cambiaba nada. Pero Liam dio un paso atrás. —¿Los médicos te aconsejaron que abortases? -No. -¿Se lo contaste al padre del niño? -No. Había estado embarazada y había perdido el niño a propósito… Liam tuvo que hacer un esfuerzo para bajar los escalones del porche. Sapphie tenı́a razó n


sobre una cosa: no era quien ĂŠl habĂ­a pensado que era.


CAPÍTULO 12 Liam no volvió a casa a la hora de la cena. Y no volvió a casa para ayudarla a bañ ar a Harry o para meterlo en la cuna. No volvió para cantarle una canció n antes de que se quedara dormido. Sapphie estuvo una hora paseando por la cocina y, por in, salió al porche. La luna estaba en cuarto creciente y habı́a má s estrellas de las que podrı́a contar. Pero Liam no emergió de entre las sombras como habı́a esperado. Recordó entonces la sorpresa en su rostro cuando le contó lo del aborto. Se había quedado lívido. «¿Qué esperabas?», se preguntó a sı́ misma. —por mucho que me odies, Liam, yo me odio más a mí misma —murmuró. *** A las tres de la mañ ana, Liam terminó de colocar el radiador en el tractor y se llevó las manos a la espalda dolorida. ¿Qué má s podı́a hacer?, se preguntó , mirando alrededor. Por el momento habı́a engrasado y cambiado el aceite de tres furgonetas, habı́a limpiado el cuarto de los aperos y arreglado el radiador del tractor, pero tenía que haber alguna tarea más. Le dolı́a la cabeza y le pesaban los brazos por la fatiga. Su cuerpo necesitaba descansar, pero sabía que su cerebro no se lo permitiría. «Tú no sabes que tuve un aborto». No podı́a dejar de recordar las palabras de Sapphie. ¿Por qué ? ¿Por qué lo habı́a hecho? Agotado, se dejó caer sobre una caja de madera, recordando los añ os en los que Belinda y é l intentaron tener hijos; la espera de cada mes, la angustia al saber que tendrı́an que conformarse con un futuro sin familia. Y, sin embargo, Sapphie se habı́a librado de lo que Belinda y él hubieran dado cualquier cosa por tener. Y le habı́a mentido. Le habı́a hecho creer que no habı́a estado con un hombre desde la violació n…No, no le habı́a mentido, pensó entonces. Le habı́a dicho que no habı́a esperado volver a sentir deseo por otro hombre, pero eso no signi icaba que no hubiese estado con nadie más. No podía entenderlo. No encajaba con lo que sabía sobre ella… Pero la habı́a condenado sin saber nada. Só lo habı́a pensado en sı́ mismo, en su sorpresa, en su decepció n. No habı́a considerado las circunstancias de Sapphie, sus miedos. No habı́a pensado en ella en absoluto. Habı́a sufrido un aborto, sı́. Pero eso no cambiaba nada. Sapphie era una persona generosa, buena, cariñ osa. Una persona que hacı́a sacri icios que muchas otras no harı́an nunca. Habı́a dejado su trabajo y su vida en Perth para instalarse allı́ con su sobrino, lo habı́a buscado por todo el país para que Harry tuviese un padre. Lo había obligado a enfrentarse con sus demonios y lo habı́a hecho concebir esperanzas cuando pensaba que ya no podrı́a tenerlas nunca. Y él no le había dado la oportunidad de explicarle lo que había pasado. Tenı́a razó n, estaba dejado que ganasen las cosas malas, como decı́a ella. Su corazó n empezó a latir con fuerza. ¿Ese era el ejemplo que querı́a darle a Harry? ¿Era ese el hombre en el que se había convertido? *** Cuando Sapphie entró en la cocina a la mañ ana siguiente encontró a Liam sentado frente a la mesa. ¿Cuánto tiempo llevaba allí, toda la noche? Estaba muy serio y parecía cansado y solo. -Buenos días. —¿Dónde está Harry? —Desayunando con Rob. -Pero… —Tenemos que hablar sin interrupciones, si no te importa —la interrumpió é l—. Y no te preocupes, tiene sus juguetes y ya sabes que se lleva bien con Rob. Sapphie asintió con la cabeza. Era Liam quien iba a adoptar a Harry, no ella. Era responsabilidad de Liam decidir lo que era mejor para el niño. -¿De qué quieres que hablemos? Ayer te conté… —Háblame de tu aborto.


Agotada, se dejó caer sobre la silla, apoyando los codos en la mesa. —¿Para qué? Tú ya me has condenado. —Yo no tengo ningú n derecho a juzgarte y menos a condenarte, Sapphie. Tambié n yo he cometido errores en la vida. Ayer me quedé sorprendido, es verdad. Y me puse furioso porque Belinda y yo sufrimos mucho intentando formar una familia. Me sorprendió porque creı́a conocerte y no entendı́a có mo era posible que hubieras hecho algo ası́, pero me gustarı́a saber… si tú quieres contármelo, me gustaría saber qué pasó. Sapphie evitaba hablar del aborto má s que de la violació n. De hecho, no se lo habı́a contado a nadie. Pero tal vez se lo debía a Liam. -Muy bien. -¿Cuántos años tenías? ¿Y por qué pensaste que un aborto era la única solución? —Tenı́a dieciocho añ os —respondió ella—. Mi madre acababa de morir y luego sufrı́ la violación… Cuando estaba a cargo de una niñ a de doce añ os. No habı́a sitio en mi vida para un hijo. Ni siquiera ganaba dinero suficiente para mantener a Emmy. Sapphie se mordió los labios, recordando el miedo que habı́a sentido entonces. Era como si el destino estuviera castigándola por algo y no encontró otra salida. —Eras muy joven —dijo él. —Temı́a odiar al niñ o por venir al mundo cuando yo no lo habı́a planeado, temı́a no poder olvidar las circunstancias en las que fue concebido y… —¿El embarazo fue el resultado de la violación? Sapphie asintió con la cabeza. —Dios Santo… —murmuró Liam. —No podı́a dejar de preguntarme si el niñ o… es una estupidez, pero me daba miedo que fuera igual que su padre. Es absurdo, pero no podía dejar de pensarlo… Recordaba la angustia que habı́a sentido, encerrá ndose en el cuarto de bañ o para que Emmy no la oyese llorar. —Perdó name, Sapphie. Ayer me di la vuelta sin esperar… sin preguntarte nada. Pero nadie te culparía por lo que hiciste. -Yo me culpo a mı́ misma, ¿Es que no te das cuenta? Hice lo que era mejor para mı́, sin pensar en el niño. —Pero… -Yo no podı́a cuidar de é l, pero deberı́a haber pensado que hay muchas familias esperando un hijo. Debería haberle dado una oportunidad. —Tenı́as dieciocho añ os y eras responsable de una niñ a de doce. ¿Hablaste con algú n psicólogo, te ayudó alguien? —No le conté a nadie que estaba embarazada. —¿Por qué no? —Porque me sentía avergonzada. —¿De qué? —Liam tomó su cara entre las manos. —No lo sé , de no haber sido capaz de evitar que ese hombre me violase, de haber con iado en él, de no haber conseguido que lo metieran en la cárcel por lo que había hecho… sólo quería olvidar lo que habı́a pasado y ese niñ o hubiera sido un recordatorio constante. Pensé que si no lo tenı́a, todo volverı́a a ser como antes… pero me equivoqué . No sabı́a que me sentirı́a tan mal después, no sabía que lo lamentaría durante el resto de mi vida. Sapphie se tapó la cara con las manos. Ya no tenı́a fuerza para luchar contra las lá grimas. Liam la apretó contra su pecho. Tenı́a razó n, pensó , habı́a dejado que ganasen las cosas malas. El hombre que habı́a sido antes de Belinda, ese hombre jamá s le hubiera dado la espalda a Sapphie. Sin decir nada, la tomó en brazos para llevarla al sofá y acarició su pelo mientras lloraba. Dieciocho añ os, prá cticamente sola en el mundo y teniendo que cuidar de Emmy. Dudaba que é l pudiese haberlo hecho mejor que Sapphie. No, al contrario, ahora serı́a un hombre amargado, vencido. Tenı́a que encontrar la forma de descargarla de ese sentimiento de culpa, de ayudarla a seguir adelante. Sapphie só lo querı́a lo mejor para los demá s y era hora de que


dejase de castigarse a sí misma. Liam siguió acariciando su pelo hasta que una extrañ a sensació n de paz descendió sobre ellos. Sólo entonces murmuró: —Sapphie, ¿de verdad crees que el aborto fue un error? —Sí, lo creo. —¿Y no crees que es hora de perdonarte a ti misma? —No, no puedo… —Sı́ puedes —la interrumpió é l—. Tienes un corazó n grande, Sapphie. Cuidaste de Emmy, has cuidado de Harry, de mí. Has hecho sacrificios por todo el mundo. —Eso no tiene nada que ver. —Debes pensar que entonces tenı́as dieciocho añ os, que ese niñ o no era un hijo deseado, que te habían violado… no fue culpa tuya quedarte embarazada. —Pero… —Tú nunca juzgarı́as a una amiga tuya si le hubiera pasado algo ası́. Conté stame a una pregunta: ¿Qué harías si Anna o Lea te contasen esa misma historia? ¿Las condenarías? —No. -¿Entonces por qué te condenas a ti misma? —No tengo derecho a juzgar a los demá s y es má s difı́cil perdonarte a ti misma que perdonar a otros —murmuró Sapphie. —Pero no es imposible, tú me has enseñ ado eso. Pensé que nunca me perdonarı́a a mı́ mismo por no haber sabido ayudar a Lucas, pero lo he hecho. Y lo he hecho gracias a ti. Sé que estas cosas no se arreglan en un momento, pero prométeme que lo pensarás al menos. Ella suspiró, angustiada. —He decidido volver a Perth, creo que es lo mejor para todos. No hay ninguna razó n para que me quede aquí. —Pero Harry… -Harry está perfectamente contigo y tú lo sabes. Es hora de volver a mi vida normal. -Pero Harry siempre te necesitará. Los ojos de Sapphie se llenaron de lágrimas una vez más, pero sacudió la cabeza. -Pero ahora te tiene a ti. Y a Beattie, a Rob, a toda tu familia. ¿Toda su familia? Liam se dio cuenta entonces de que eso ya no sería suficiente.


CAPÍTULO 13 Sapphie se despidió de Harry besando su carita y haciendo pedorretas en su cuello hasta que el niño empezó a reír. —Adió s, chiquitı́n —murmuró , ponié ndolo en los brazos de Rob, que iba a quedarse con é l mientras Liam la llevaba a la pista para esperar a la avioneta—. Adiós, Rob. -Adiós, señorita Sapphie. Harry movı́a la manita como su tı́a, en un gesto de despedida, y a Liam se le encogió el corazó n. ¿Có mo iba a consolarlo cuando se diera cuenta de que su tı́a se habı́a ido?, se preguntó. Sapphie subió a la camioneta sin decir nada. -Volveré en unos minutos, Rob —dijo Liam antes de arrancar. La miraba de reojo mientras iban hacia la pista. Tenı́a la nariz roja, una señ al de que estaba intentando contener las lá grimas. No querı́a verla llorar, no querı́a verla sufrir… pero tenía miedo de abrazarla porque si lo hacía no sería capaz de soltarla. Habı́a llamado a Sid por el telé fono vı́a saté lite y sabı́a que la avioneta del correo llegarı́a en diez minutos. Le quedaban diez minutos con Sapphie. Cuando bajaron de la camioneta los dos se quedaron en silencio, escuchando el canto de los pájaros hasta que la avioneta empezó a aterrizar en la pista. —¿Cuándo vendrás a visitarnos? —Lo he estado pensando… cuando vuelva a Kimberley me gustarı́a llevar a Harry a Jarndirri para que Anna y Lea lo conozcan. ¿No quería alojarse en Newarra? —¿Por qué? -Quiero que conozca a mi familia. —Sapphie, Harry y tú debé is estar juntos. Qué date. Te juro que podemos hacer que esto funcione. -¿Quedarme aquí como qué? -Como parte de mi familia. Newarra podría ser tu hogar, como el de Harry. Ella negó con la cabeza. —Tú me has hecho creer que es hora de dejar de castigarme a mí misma por algo que pasó hace tiempo. Me has hecho creer que mis sueñ os podrı́an hacerse realidad, pero… no quiero ser considerada parte de tu familia. No somos parientes, Liam. Lo que siento por ti no es en absoluto platónico, te lo aseguro. Liam intentó permanecer impasible, pero no pudo evitarlo, era más fuerte que él. De modo que la tomó por la cintura y la besó , intentando contenerse cuando lo que desearı́a era apoderarse de su boca y no soltarla nunca. Y Sapphie no se apartó , al contrario. El beso lo llevaba como si fuera un rı́o perezoso y ella todo lo que necesitaba para mantenerse a lote. Tan emocionado estaba que dejó escapar un gemido de protesta cuando Sapphie dio un paso atrás. —Te quiero, Liam. Y lo quiero todo: a ti, a Harry, formar una familia contigo. Liam no sabía qué decir. La deseaba, pero… una luz se apagó en los ojos verdes. -Eso es lo que me imaginaba —murmuró—. Lo siento, Liam, tengo que irme. -Creo que la señorita necesita que la lleven a Broome —los saludó Sid. -Desde luego que sí —dijo ella. -He traído el correo, Liam. -Ah, gracias —murmuró él, distraído. -¿Me da su maleta? -Sí, claro. Mientras Sid volvı́a a la avioneta con su maleta, Sapphie se puso de puntillas para darle un beso en la cara. —Cuídate, Liam. El se dejó caer sobre el asiento de la camioneta y levantó una mano para tocar el sitio donde Sapphie lo había besado. Incluso en las despedidas era generosa. Los motores de la avioneta se pusieron en marcha… Y entonces se dio cuenta de lo que


debía admitir de una vez por todas. Y de lo que debía decirle a Sapphie. —¿Se ha abrochado el cinturón?

***

—Sı́, ya está —Sapphie no podı́a decir nada má s. Tenı́a que hacer un esfuerzo para no mirar por la ventanilla porque no quería ver a Liam. Sid llegó hasta el otro lado de la pista para dar la vuelta y Sapphie tuvo que cerrar los ojos. No podría soportarlo si le dijera adiós con la mano y… —¿Se puede saber…? Sapphie abrió los ojos de golpe. Liam habı́a colocado la camioneta en el centro de la pista, impidiendo que la avioneta despegase. —¿Qué quiere ese hombre? ¿Ha perdido la cabeza? —Sid la miró entonces—. Por una mujer, seguro. —No, no puede ser… No pudo seguir hablado porque Liam abrió la puerta de la avioneta en ese momento. —Baja, Sapphie. —No pienso… El desabrochó el cinturó n de seguridad y tiró de ella para tomarla entre sus brazos. Y Sapphie no pudo hacer nada. No quiso hacer nada. —No vas a ir a ningún sitio. —¿Estás loco? —No puedes irte, Sapphie. Estoy intentando decirte que he sido un idiota… que he estado ciego hasta ahora. Estoy intentando decirte que te quiero, que no puedo vivir sin ti. Me decía a mı́ mismo que querı́a que te quedases por Harry, pero no es verdad. Quiero que te quedes por mı́. Cuando he visto que Sid estaba a punto de despegar me he dado cuenta de que no podı́a dejarte ir. Sapphie lo miró a los ojos. —¿Lo dices de verdad, me quieres? —Con toda mi alma. No puedo ofrecerte nada má s que este rancho, esta tierra roja… — Liam se inclinó para tomar un puñ ado de tierra del suelo— y a mı́ mismo. Te quiero, Sapphie. Me das una alegrı́a de vivir que nunca creı́ posible y pienso dedicar el resto de mi vida a hacerte feliz si aceptas casarte conmigo. El corazó n de Sapphie habı́a dejado de latir durante un segundo. Miraba, incré dula, de la tierra a él… —Rápido, Liam, dame algo para guardar eso. —¿Qué? —Busca algo, un contenedor, un bote, lo que sea. Liam corrió a la camioneta y volvió unos segundos despué s con una lata vacı́a en la mano. Con mucho cuidado, Sapphie metió la tierra y la tapó, apretándola contra su corazón. —Es el regalo má s precioso que me han hecho en toda mi vida. Te quiero, Liam. Y me encantarı́a casarme contigo. No se me ocurre nada que pudiera hacerme má s feliz… bueno, tal vez ser la madre de tus hijos —Sapphie sonrió, feliz—. Empezando por Harry. Él tomó su cara entre las manos. —Te quiero, Sapphie Thomas. —Y yo a ti, Liam Stapleton. —¿Por qué no empezamos a intentar lo de los niños ahora mismo…? Tras ellos sonó un carraspeo. —Os recuerdo que yo sigo aquí —dijo Sid. Los dos soltaron una carcajada. Se habían olvidado del piloto por completo. —Enhorabuena, por cierto. Imagino que eso signi ica que no tengo que llevarla a Broome, ¿No? —No, creo que no —respondió Sapphie-. Liam, ¿crees que podrı́amos ir a Broome má s tarde? Quiero hablar con Anna y Lea.


-¿Hoy mismo? —Quiero pedirles que sean mis damas de honor. -Puedes hacer lo que quieras —Liam la abrazó , má s feliz que nunca en toda su vida—. Quiero que lo tengas todo. —Bueno, tal vez podríamos ir mañana… —Me parece una idea excelente. Abrazados, se acercaron a la camioneta. Sid sabı́a que iba a tardar un rato en despegar, pero por una vez, no le importaba en absoluto.


EPÍLOGO Un mes más tarde -Y éste es el color que he elegido para los vestidos de las damas de honor. Sapphie sacó una muestra de tela de un tono marró n dorado. La luz que entraba por las ventanas le daba un brillo precioso a la tela. Iba a casarse en treinta dı́as, con Anna y Lea como damas de honor, y estaba deseando que llegase el momento. Sus amigas habı́an llegado el dı́a anterior a Newarra, contentas como ella por su pró xima boda. El corazó n de Sapphie se encogı́a de felicidad al recordar con qué alegrı́a habı́an recibido la noticia de que eran hermanastras. Les habı́a contado todo y el lazo que siempre habı́a habido entre ellas se habı́a cimentado para siempre. Lea tomó el trozo de tela. —es precioso, muy elegante. Sapphie la abrazó sin decir nada. Só lo ella sabı́a que Lea no apreciaba las muestras de emoción. -Me alegro mucho de saber la verdad, Sapphie. —Yo también. —Deberíamos haberlo sabido antes. Mi padre era … —Humano —lo interrumpió ella—. Querı́a mucho a tu madre y no querı́a manchar su recuerdo. Bryce se habı́a vuelto hacia Dana para buscar consuelo porque su mujer llevaba tiempo enferma. Un consuelo temporal que lo había hecho sentir culpable desde entonces. —Como todos, cometió errores y murió antes de poder enmendarlos. Anna apretó su mano. —¿Tú le has perdonado? —Sí, claro que sí. La vida era demasiado corta para seguir amargada por algo que uno no podı́a controlar. Un mes antes, cuando les contó la verdad a los Curran, Jared le habı́a mostrado el testamento de Bryce. Y una carta que había dejado para ella. —Esperaba que no tuvieras que recibirla nunca. Esperaba poder explicá rtelo en persona algún día… Sapphie leyó la carta. Bryce le dejaba una parte del ganado del rancho, una raza en particular. Jarndirri era famoso por la calidad de su ganado y los bene icios serı́an suyos a partir de é se momento. Era una generosa fuente de ingresos, pero Sapphie sabı́a que era mucho má s que eso. Bryce habı́a querido dejarle un lazo con la tierra en la que habı́a trabajado tantos años, la tierra que amaba. Esa era su forma de pedirle perdón. -¿Cómo está Emmy? -Ha entrado en un programa de rehabilitació n y ha decidido estudiar para sacarse un título. Estoy cruzando los dedos para que salga bien. Anna apretó su mano. —Dile que estamos aquí si nos necesita para algo. Cuando quiera. Sapphie tuvo que contener las lágrimas. -Gracias, de verdad. Me ha dicho que la razó n por la que no me pidió que adoptase a Harry es que no querı́a destrozar mi vida por segunda vez. ¿Os lo podé is creer? Pero hemos hablado mucho y estoy deseando que venga a verme a Newarra cuando cumpla su condena. Anna y lea sonrieron, contentas. —Seguro que todo saldrá bien. -Hola, señoras. He pensado que querrían un refresco. Sapphie se dio la vuelta al escuchar la voz de Liam, que llevaba a Harry en una mano y una bandeja en la otra. Su corazón dio un salto de alegría, como le pasaba siempre. —Y el chiquitín quería veros, claro. Harry no dejaba de mover los bracitos hacia ella y Sapphie se levantó. -Hola, precioso. Mientras lo besaba miró a Anna por el rabillo del ojo, pero no vio tristeza en su expresió n.


Anna parecía contenta, en sus ojos el brillo que sólo podía tener una mujer enamorada. —¡Batidos de caramelo! —exclamó Lea. —Sólo lo mejor para mis cuñadas —anunció Liam, dejando la bandeja sobre una mesa—. Y só lo lo mejor para mi futura esposa —le dijo, al oı́do. Cuando buscó sus labios, Sapphie le devolvió el beso con todo su corazón. ***


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