Md 438 cultura mezcala

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Texto: Aníbal Santiago Fotos: Brenda Islas

Mezcala

enigmas del ayer

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Cultura — Jalisco

Bajo la ventanilla y me asomo: desde este elevado punto de una sierra diviso un manchón grisáceo en medio del Lago de Chapala, un pequeño promontorio rocoso con mechones verdes. El auto, lentamente, curvea por laderas rebosantes de chayotes, mesquites retorcidos, guamúchiles, y se va acercando por la carretera a nuestro destino: la Isla de Mezcala, un óvalo que parece desgarrar toda esa inmensa agua estática que lo rodea.

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L

Jalisco

En la isla hubo un penal hasta 1857. Desde el patio del reclusorio se ve el edificio que ha sido pintado de rojo y amarillo. El profundo cielo azul que se aprecia desde el lago de Chapala es suficiente para emprender este viaje.

os tonos dorados de las hojas muertas cubren los cerros en los que bajamos, El Sacamecate, Divisadero y Del Comal, aunque cientos de bugambilias despiertan con sus flores violetas al paisaje somnífero. Volteamos a la derecha: uno tras otro, surgen desde el camino principal senderos que conducen a pequeñas playas del lago, donde estalla despiadado el sol del mediodía. Sobre la arena giran pelícanos y patos de collar que han migrado hasta esta región de Jalisco desde el norte del continente. Avanzamos y en un par de kilómetros ya sentimos el crepitar de las llantas sobre el suelo empedrado del pueblo Mezcala de la Asunción, el más cercano a la isla. Apenas al estacionar, aparece Exiquio Santiago, el cronista local, bajo

su sombrero de palma: «Van a conocer una historia no escrita en los libros y una pequeña isla que fue la deshonra de España», recita y nos lleva por una calle céntrica que en lo alto muestra un pendón de una fiesta de hace meses: “Bicentenario de la Heroica Defensa de la Isla de Mezcala 1812-2012”. La veleta de un gallito sobre un quiosco de tejas marca la dirección del viento. A su lado, en el muelle del pueblo, atracan y sueltan sus embarcaciones cuatro o cinco lancheros. Uno de ellos es Navarro Santiago, un hombrón silencioso de mirada cansada y sombrero blanco que nos hace abordar. Bienvenidos a “La Ballena Azul”: ya ocupamos la lancha cuyo enorme toldo celeste nos protege del embate del calor de la primavera en nuestro trayecto hacia el sur.

A su encuentro... El viaje acuático es breve, pero reproduce lo que hace 500 años representaba toda una travesía. En esa época, si los nahuatlacas que habitaban esta zona querían ir a Mezcala, debían acomodarse en su acalli −un tronco con una cavidad en medio− y remar con mucho empeño 4 km hasta la otra orilla. Bajaban de la embarcación, subían la pendiente de la isla y, ya en la cima, adoraban a sus dioses entre la belleza montañosa y el espejo acuático que los circundaba. Pero llegó la Conquista. Un día de 1569, el sacerdote Fray Juan de Almolón vino a evangelizar a los indios. Cuando observó que para sus ceremonias usaban ídolos de barro, chalchihuite, piedra y obsidiana, él y su gente agarraron las figuras y las arrojaron al lago. Había que desaparecer a cualquier precio «las costumbres bárbaras».

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Cultura — Jalisco

«Aquí hay charales, tilapia, carpa y bagre», enumera Exiquio, con su mirada clavada en el agua color olivo: la espesura que otorgan al líquido las algas ocultan a los peces de este lago, el más grande de México. Después de navegar diez minutos, nuestros ojos ven una extensa cerca de piedra. ¿De qué se trata esa sólida estructura con que la Isla de Mezcala nos recibe? Hace exactamente 200 años, el ejército español buscó arrasar a las poblaciones indígenas que aliadas con los insurgentes se levantaban contra la Corona. Las tropas virreinales construyeron en San Blas, Nayarit, pequeños barcos de guerra, los transportaron en carretones más de 250 km y los colocaron en la ribera del pueblo

Exiquio me pide que observe el interior de uno de esos muros. Noto que aprisionada por dos franjas de piedra hay otra, muy densa, de tierra. «Cuando las balas de los cañones −de hasta cuatro kilos− impactaban la tierra del centro, el golpe se amortiguaba», me explica. De pie en lo alto de un muro, el cronista grita: «Ahora mira hacia la derecha» y señala un gran cilindro de piedra que acompañan varios semicírculos rocosos: el primero es la fábrica de pólvora; los otros, crisoles de fundición para elaborar y reparar cañones, machetes y lanzas. Con esas armas los nativos repelieron al primer ataque que comandó en 1813 el teniente Ángel Linares. Y días después resistieron el embate militar

de Chapala. Desde ese punto acometerían hacia las comunidades del lago. Mezcala, entre ellas. Pero las tribus, apenas enteradas del peligro, tomaron una decisión sensata: escaparon del fuego realista y, dirigidas por el indio mezcalense José de Santa Ana, se refugiaron masivamente en la isla. Ahí alzaron cercas de piedra −como la que ahora vemos enfrente− que impedían atracar al enemigo. «Cuando los barcos llegaban quedaban varados o las quillas (el esqueleto de la nave) se rompían. Los indígenas los atacaban con hondas, flechas y lanzas», dice Exiquio.

con que inició el cruel “Sitio de Mezcala”: un bloqueo para que a la isla no llegaran comida, agua, armas ni medicinas. Con un esfuerzo heroico, los mil indígenas que aquí vivían consiguieron abastecerse de todo eso en intempestivas expediciones de ida y vuelta que eludían a los soldados rivales. Y no solo eso: durante cuatro años no pisó la isla ni uno solo de los ocho mil soldados de la Corona, a los que, en cambio, la población originaria robó 15 cañones. La rendición de Mezcala llegó hasta fines de 1816, no por una derrota militar sino porque una epidemia estaba matando a su población. Exiquio se adelanta unos pasos, y en su soledad canta un tema sinaloense: «No sé si ahorita va o viene / no sé si viene o si va / Pero vieron la Cheyenne cerquita de Culiacán», agarra una rama y da golpecitos a piedras que han quedado de la explosión volcánica que en la Prehistoria formó a la isla.

Tierra firme Subimos por una cuesta de piedra entre árboles amate de troncos blancos, rocas y arbustos, y penetramos en la estructura protegida por las cercas de casi 2 metros de altura e impresionante anchura: más de 2 metros. Hay una razón para semejante espesor.

Dónde quedarse Como está a 35 minutos de Guadalajara, puede quedarse en esta ciudad capital en el Hotel Boutique de México:

Villa Ganz

T. 01 (33) 3120 1416, 01 800 813 2333. villaganz.com

Un viejo y grande árbol camichín crea una reconfortante sombra en el patio de este edificio que fungió como cárcel. Pisar esta tierra nos hace recordar el bélico México del siglo xix.

¿Qué más ver? En el pueblo de Mezcala de la Asunción, donde deberá tomar la lancha que lo lleve a la isla, existe un museo histórico y arqueológico con objetos diversos: desde molares y vértebras de mamut hallados en la zona; ollas ritualistas, hachas, puntas y garrotes prehispánicos; hasta balas de cañón usadas por los españoles en la guerra de Independencia. Además, cualquier habitante puede llevarlo a ver los petroglifos prehistóricos de la región que permanecen intactos.

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Contactos: Tour por los alrededores de Guadalajara:

Cultural Travel Mexico

Ofelia Alatorre de Aubert Cel: 33 1324 8530 y T. oficina 01 (33) 1588 1688. culturaltravelmexico.com Para una experiencia completa:

Rocío Martínez Quintal

@tuconcierge facebook.com/ConciergeRocio Cel: 32 2429 7498 conciergeonline.com.mx

Miles y miles de líneas ínfimas simbolizan los interminables días de prisión contabilizados por los reos, anciosos de ser libres.

Días más oscuros

Cómo llegar Desde el pueblo de Chapala, cerca del extremo poniente del lago, tome la carretera Chapala-Mezcala. El recorrido, de cerca de 30 km, lo hará en un máximo de media hora. En el breve viaje, sumergido en la vegetación de la llamada Ciénaga de Jalisco, gozará de vistas fantásticas del lago desde ángulos muy diversos.

A Tepatitlán, 36 km

Guadalajara

80

21

J ALISCO

Zapotlanejo

Tonalá 90

36

15

D

Puente Grande

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El Salto Juancatlán

23

78

Zapotlán del Rey Santa Rosa 13

Atotonilquillo 20

22

Ixtlahuacán A Acatlán, 21 km

11

10

Ajijic

7

22

Chapala

Isla de los Alacranes

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Mezcala

Poncitlán 17

10

Ocotlán

San Pedro Itzican

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Isla de Mezcala

Cosalá 15

Jamay

LAGUNA DE CHAPALA

San Luis Soyatlán 16

Camino por una sucesión de cuartos de piedra: son los dormitorios para soldados y guardias, las dos cocinas con estufa de leña, los graneros; paso junto a los cuatro bastiones de vigilancia circulares. En todo este complejo vivían el castellano, 123 marineros, cuatro cocineros, 150 soldados, un sacerdote, un médico, una decena de jefes militares y, por supuesto, cientos de prisioneros. Entro a una de sus celdas. A pesar de la oscuridad, detecto sobre un muro un extraño dibujo: «Es un ciempiés», pienso. Pero no, cuando mis ojos se acercan a la lisa piedra negra me doy cuenta que son infinidad de rayitas, una junto a la otra: cada una simboliza uno de los interminables días de prisión contabilizados con surcos por algún reo ansioso de ser libre. Ahora giro la cabeza: advierto que absolutamente a toda la celda, de arriba abajo y en cualquier rincón, la marcan miles y miles de líneas ínfimas talladas por los prisioneros que aquí vivían hacinados y en condiciones insalubres. Al caer la tarde subimos a la azotea de la prisión. El sol que baja por el poniente baña de chispas doradas el agua del lago. Tres jilgueros revolotean sobre una vieja barcaza amarrada a un árbol de la orilla y Exiquio los observa en silencio, con los codos apoyados sobre el barandal. Abajo, el remero Navarro nos espera en su lancha para A Zamora, 60 km volver al pueblo. «Yo me quedo aquí 30 La Barca hasta la noche», me aclara Exiquio. Briseñas «¿No va a comer?», le pregunto. «En 15 esta isla hay mangos y aguacates. Ya con eso es suficiente para disfrutar la soledad».

Poco después de concluir el Sitio de Mezcala, en la isla se alzó un penal que funcionó de 1819 a 1856, ya en el México Independiente. Y ya surge frente a nosotros ese enorme baluarte rectangular. Resguardado por un foso como castillo medieval, nos conduce a sus entrañas un puente levadizo de varias toneladas. «Asesinos, ladrones, desertores y traidores a la patria fueron encarcelados aquí», relata Exiquio. Nos colocamos en el centro del amplísimo patio del reclusorio, desde el que vemos el edificio cuyo exterior ha sido pintado de rojo y amarillo. Un viejo y enorme árbol camichín de ramas frondosas crea una amplia sombra en el patio empedrado. Es posible que, bajo este mismo frescor en el que hoy una familia de visitantes se protege, los reos mitigaran el dolor del encierro.

Tuxcueca

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Tizapán El Alto

M ICHOACÁN 19

La Palma

Cojumatlán 15

19

Sahuayo

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deseas obtener mayor información http:// Sisobre Jalisco, visita: www.mexicodesconocido.com.mx

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