Adolfo Nigro - Suite Armaçao

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ADOLFO NIGRO Suite Armação


a Hernán Dompé, a Remo Bianchedi, a Inés, mi madre, cordobesa.


ADOLFO NIGRO Suite Armação

Centro Cultural España Córdoba Entre Ríos 40, Córdoba Capital, Argentina. Del 6 de Junio al 26 de Julio de 2013


Noche de Armaรงao, 1995. Objeto, 45,5 x 52 cm


Prefacio Daniela Bobbio Directora CCEC

Crecí creyendo firmemente que existe un lado mágico del mundo. De niña miraba a las estrellas, de adolescente, a los libros. Fue de adulta ya que encontré que la magia se manifiesta en otros ámbitos mucho más cercanos a lo cotidiano: los espacios de creación de los artistas. Sean estudios, habitaciones, bares o talleres, todos tienen una vibración particular que siento en la boca del estómago. Y lo sentí bien fuerte cuando Adolfo Nigro y su hijo Joaquín me recibieron en su casa/taller, y me abrieron cada rincón de ese hogar íntimo, ese espacio privado repleto de obra y, sobre todo, objetos esperando serlo. Ahí entendí que el famoso aura de la obra de arte no es otra cosa que esa vibración concentrada y dirigida que los artistas (obreros, ¡claro!) construyen en su obra y nos comparten. Esto, vale decir, debe leerse como una vivencia particular de mi propiedad; no se apoya en ningún marco teórico o investigación documentada, sino sencillamente en una experiencia mágica que viví en el memorable día que conocí a Nigro en su taller, y me llevó a caminar una ciudad de Buenos Aires única por la banda sonora de sus anécdotas y reflexiones. Y todavía algo de esa vibración se quedó conmigo, y se acrecienta cuando releo la dedicatoria que escribió o dibujó en sus ilustraciones de Calvino que me regaló. Pero este prefacio debe contar con la necesaria institucionalidad de enmarcar la exposición que hoy recala en un espacio público de libre acceso. Debo decir que es parte de un proyecto que lleva realizándose en la institución desde hace ya cuatro años en el marco de homenajes a artistas argentinos, que contiene el gran objetivo de acercar estos artistas y su obra a los alumnos de las 37 escuelas municipales de la ciudad de Córdoba. Un proyecto que suma el trabajo de la Secretaría de Cultura y la Secretaría de Educación de la Municipalidad al trabajo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo a través del Centro Cultural España-Córdoba, y que manifiesta de manera tangible un fructífero vínculo de cooperación. Un buen entorno para propiciar que sea haga aquí evidente esa magia de lo real que Nigro, afortunadamente, nos deja disfrutar.


Isla Verde, a InĂŠs mi madre, 1997. Objeto, 48 x 30 cm


Fragmentos de Armação por Romina Castiñeira

El nombre de Nigro El nombre de Adolfo Nigro comenzó a resonar en los pasillos del Centro Cultural España Córdoba al trabajar en el proyecto de la exposición homenaje para el 2013. Un día se acercó al Centro Andrea Porello -directora de una organización dedicada a crear juegos de arte- a presentar una herramienta educativa interesante y atractiva. Oh! casualidad, esta herramienta se llamaba “A jugar con Nigro”. Nos entrevistamos con Andrea para programar las actividades futuras y Nigro emergía recursivamente. Haciendo contacto Llamé a Adolfo por teléfono y no estaba. Entonces le dejé un mensaje y a los pocos días me sorprendió la devolución del llamado. Eran las 9 de la noche -recuerdo- y estuvimos más de una hora al teléfono. Adolfo me contó de todo. Entre otras cosas destaco de la charla la alegría que me expresó de estar invitado a exponer por primera vez en Córdoba. Recompuso las memorias de la infancia de su madre y me contó que había nacido en un pueblito perdido y chiquito de esta provincia. Entonces, luego de anécdotas y recuerdos, quedamos en hacer una exposición con la única serie de obras que tiene para exponer -las “maderitas”-, las demás están en manos de coleccionistas en diferentes lugares del mundo. En el próximo llamado organizamos nuestro encuentro en Buenos Aires. El encuentro Así llegamos junto a Pablo Mrakovich -actual director del Museo Genaro Pérez- a la calle Santiago del Estero, Ciudad de Buenos Aires. Adolfo nos abrió las puertas de su casa-taller. Al ingresar, pasamos de la recepción a una habitación donde se destacaban dos tablones grandes y largos llenos de cosas: papelitos, corchos, pinceles, tickets, postales, tapitas, lápices, y muchos objetos más. Según Nigro, trece años de acumular objetos. A primera vista, esta escena parecía un caos, pero al acercarse, cada objeto estaba donde debía estar, todo tenía su perfecta ubicación. En una punta, una silla; sobre la mesa, muchas figuritas y una tijera con punta fina. Parecía como que había estado trabajando recientemente con ellas. En otra parte de la casa, en el pasillo hacia la cocina me llamaron la atención las obras colgadas en la pared: obras de alumnos y de amigos. En


su habitación se destacaba el Tápies. También el cubrecamas impreso con una de sus fragmentarias pinturas, fotos familiares, alebrijes, todo un museo vivo. En el baño -con triple entrada- cuelga un móvil realizado con objetos encontrados en Armação. En la cocina hay más obras desparramadas por todas partes y una vitrina llena de juguetes y barquitos de su colección. En un cuartito cerca de la cocina está la trastienda de Nigro: estantes con obras muy bien acomodadas y embaladas, libros de su producción, en fin, parte de su vida. Hacia el otro extremo del pasillo se encuentra un gran salón de pintura. Allí, donde crea sus pinturas, un grabado de Picasso descansa sobre un caballete y también las obras que componen la serie “Suite Armação”. La biblioteca de ese salón se conforma con libros de Dubuffet, Picasso, Miró, Torres García, Gurvich, Barceló, Motherwell, entre otros. Ese primer encuentro duró 12 horas… Adolfo nos contó muchas historias… historias cortas, historias largas, historias superpuestas… todas interesantes… todas forman parte de la historia del arte argentino. El segundo encuentro Meses después, volví a su casa-taller con otros ojos. Me interesó saber más sobre la serie de obras de “Suite Armação”. Me contó que las obras estaban hechas con objetos encontrados durantes los años que fueron en familia a vacacionar a esas playas de Brasil. Lo interesante es que las obras fueron realizadas mucho después de juntar los objetos. Adolfo sabía que por algo los guardaba ya que cada uno cargaba un significado especial para él y que llegaría el momento en que un objeto se encontraría con otro para formar un nuevo recuerdo. Tal es el caso de la obra titulada “Noche de Armação”. Fue su hija Violeta quien lo ayudó a juntar todas esas tapitas y también fue quien le dijo que una tapita parecía una estrella en la noche de verano. Para Nigro esta serie de obras tiene un valor incalculable, son la expresión de su vida, de sus hijos, son objetos únicos, con memorias irrepetibles, un testimonio de su vida, como la mayoría de sus obras. Nos presenta el color del agua, de la tierra, del sol y de la playa; también se trasluce allí el amor de su familia. Sigo escuchando a Adolfo y descubro que es un artista puro y fiel a sus ideas, que habla como pinta, que crea como vive, que cree que el arte es “lo individual exaltado”. Y entonces le pregunto: ¿tenés alguna relación con España? Él me dice: “Claro... Barcelona. En 1975 conocí a Miró en una feria de artesanías, era pleno invierno. Joan Miró se acercó a nuestro puestito, observó nuestras obras y luego nos preguntó si no nos moríamos de frío...”


El barrilete, homenaje a Oswald de Andrade, 1995. Objeto, 68 x 46 cm


Canci贸n del agua, homenaje a Gilberto Gil, 1995. Objeto, 50 x 50 cm


Entr

Del América do Sul, do sol, do sal: el sueño de Armaçao

por Guillermo Piro

Nigro no acepta regalos. O mejor dicho, el regalo es aceptado con la grandilocuencia efusiva de quien, agradecido, sabe demostrar cuán feliz lo han hecho, pero el regalo en cuestión jamás llegará al sitio para el que estuvo destinado. Me refiero a los pequeños objetos encontrados, los corchos, los trozos de madera pulidos por el tiempo y el agua, las pequeñas piedras agujereadas, erosionadas por el viento y la arena. En una época yo buscaba objetos para Nigro. En una época vivía pensando en el destino de las cosas, en lo que está escrito en el desecho. Recolectaba basura para él, cosas sin importancia, pero cosas en las que, de algún modo, yo conseguía “ver” un destino nigriano. El problema es que la sola visión de ese destino implicaba una obra posible y, por lo tanto, muy probablemente mi regalo iba acompañado de un proyecto de obra, que Nigro escuchaba con atención, para saber, creo ahora, exactamente lo que no debía hacer. Porque pareciera que el sólo hecho de que un proyecto estuviera en mi cabeza, como pasa con los sueños, hacía mía esa obra. Y a Nigro no le gusta la intromisión, no le gusta deberle cosas a quien lisa y llanamente no admira con la vocación de los que adoran alimentar una deuda de amor. El objeto en sí podía atraerle, porque tiene ojos para ver y un corazón que siente, pero en tanto el objeto corría de la mano de un proyecto, quedaba descartado desde el vamos. Los objetos tenía que encontrarlos él o no existían. Los objetos de la Serie de Armaçao deben haber sido hallados así. ¿Cuál es entonces la condición para terminar siendo un objeto nigriano? No tanto “ser” sino ser pasibles de “formar parte” del mundo nigriano. ¿Y cómo es ese mundo? Es complejo, abierto, solidario y solitario, lleno de cosas para amar y de cosas para odiar, lleno de ruidos y olores y de todas esas cosas que uno automáticamente asocia al espíritu de la poesía. Piénsese en todo el peligroso repertorio de metáforas acerca de la poesía y se estará circulando por el no menos peligroso repertorio de las metáforas asignadas a la obra de Nigro. Lo cierto es que nosotros no disfrutamos de lo informe y el artista sí. Disfruta del proyecto en el que acabará catapultado lo informe. El artista más valioso es aquel que con mayor libertad es capaz de poner “sus” cosas, arrancándolas de sus conexiones sólidas y falsas. El objeto, una vez que ha alcanzado el grado de artístico, vuelve a su remota condición de objeto. Una vez que ha ganado, cuando ha ganado, ha perdido. Lo que ha perdido es su calidad de basura. Lo “artístico”, a partir de ahora, ha pasado a ser lo aceptado, lo que ha alcanzado la condición de ser enmarcado, fotografiado, comprado o vendido.


Exhibido. Se habla de él. Antes no era nada, era un objeto entre otros muchos: un arma. Luego, es otra cosa, algo en plena transformación, algo que está mutando, algo vivo. Más tarde es obra de arte: objeto otra vez. Sólo Nigro percibe plenamente el paso de un estado a otro. Lo que nos deja es el resultado de un proceso perdido, un paraíso. Cada trozo de cartón, cada matraca, tiene un origen, y en él no entra nadie más que Nigro. No basta con ser, hay que haber estado allí. ¿Y qué significa estar allí?. Bueno, justamente, ser, pero ser de un modo, con una carga, que vuelve a esos objetos artilugios de su propia biografía, de su propio hallazgo. Imaginemos al artista visto a través de unos prismáticos. Camina con la vista clavada en el suelo. No importa dónde mire, qué haga, qué busque, a dónde vaya, parte de su atención está dirigida a lo que duerme a los costados, desechado, arrojado al olvido. Busca sin descanso. Siempre solo. Camina, y de pronto se detiene. Ahí surge algo. Ha visto, apenas dejado por el mar en la playa, un trozo de madera rota. Hay un cierto respeto, o mejor, una cierta deferencia, un cierto aprecio, una cierta cortesía en su manera de agacharse a recogerlo. O tal vez es más: un homenaje, una veneración, una obediencia. Eso es, con el trozo de madera rota en las manos lo que se vislumbra es un sometimiento a su voluntad. Busca, no la ubicación futura de ese objeto en la obra, sino la explicación de ese amor repentino, de esa condescendencia. Lo levanta. Mira. Lo guarda en una bolsa. Después lo volverá a ver. Lo que ahora debe hacer es explicarse qué causó ese amor. De la mano de esa explicación vendrá sin duda el entorno. ¿Y ahora? ¿Qué hace? Espera en la orilla la llegada de los barcos de los pescadores. Apenas atracan se lanza a ver el cuadro vivo, la naturaleza muerta de los peces sobre los que se mueven las botas negras de los pescadores de Armaçao. Es una visión del más allá de la vida, total, brutal. Una visión del interior de la vida. Y todo deja su huella, sus marcas en la memoria. Alguna vez, algún día, o tal vez mañana mismo, en Armaçao, volverán a cobrar vida. Después de todo, ¿no se trata de eso, de hacer que todo vuelva a latir, de asignarle a todo un nuevo lugar, un nuevo instante, una nueva oportunidad? Nada escapa a sus propósitos. Todos los objetos están destinados a formar parte de esa ronda. Si no es hoy será mañana. Ya verán. Hagamos un catálogo y encontraremos que la procedencia es tan variada que tanto el mundo metalúrgico como el gastronómico tienen su lugar en el mundo de Nigro. Entra todo. El ámbito mágico entrelazado en un marco histórico, el referente marino incrustado en un entorno aéreo. Nunca vi trozos de hilo más fotogénicos, madera terciada más elocuente, corchos de botella más expresivos, reglas de carpintero más coloridas. Lo que ocurre es que los objetos en sí cargan consigo un dramatismo que Nigro elude. Nigro


desdramatiza, esto es, vacía a los objetos de su propio drama, y al incluirlos en un entorno desconocido, que no les estaba destinado, al vaciarlos de sentido llamando a las cosas por otro nombre, pone todo patas para arriba. La poesía está donde parece no estar, y siempre está en un lugar distinto del que se sospecha. Vive de modo extraño en la casa del tiempo, debajo de las escaleras, junto a las bolsas de basura, en las costas de Armaçao. Allí donde todo el mundo pasa de largo y nadie repara en ella. Armaçao es un sembrado de polvo y tierra fértil para el hallazgo, algo así como el paraíso de los recolectores, la tierra yerma donde poder tenderse como lagartos al cielo estrellado de la noche del arte. “América do Sul, América do Sol, América do Sal”, en ese homenaje a Oswald de Andrade cuaja todo un manifiesto, la puesta a punto de la consigna, su actualización. Todo eso sí, pero también el único barrilete que sobrevivió al desgaste de las olas, el que ofició de soporte, bailando en el aire inmóvil, para observar la noche de Armaçao, un cielo poblado de ojos rojos. Ungido de Brasil como de una arena purificadora, Nigro no hace más que retratar sus instantes. Es un artista, un servidor de la pesquisa. Armaçao es el soporte donde acaban plasmados todos los tópicos: un concentrado de Brasil, o mejor, un concentrado de aquello que el artista quiere transformar en tópicos de Brasil, su antología personal de cosas amadas, su galería de personajes ilustres. Su canon. Ya no hago regalos a Nigro. Tiro todo a la basura, dejo todo donde está. Nada me está destinado. Con los objetos no sé hacer otra cosa que describirlos, a lo sumo regalarlos. Dejo que sigan viviendo su muerte, esperando que el camino de Nigro se cruce con el de ellos. Él plasma el sueño de las cosas. Igual que nosotros, ellas también sueñan con otro mundo posible. Sólo que el de ellas es verdaderamente mejor que el nuestro. La Serie de Armaçao, por ejemplo. Allí está el sueño de Armaçao, ni más ni menos. Pinten, dibujen, esculpan Armaçao, y no harán más que representar al Armaçao que ustedes llevan dentro. Cumplan el sueño de Armaçao, y lo que estarán haciendo es un objeto de Nigro. Publicada en TODAVÍA Nº 1. Mayo de 2002


Barca y luna verde, 1995. Objeto, 50 x 55 cm


Recuerdo de Pantano do Sul, 1994. Objeto, 24 cm diรกmetro


Recuerdo de Pantano do Sul, a NĂŠstor Candi, 1994. Objeto, 30 x 15,5 cm


Carta de Aracy, a Aracy Amaral, 1995. Objeto, 50 x 35 cm


Carta de la estrella, 1995. Collage, 25 x 35 cm


La playa, 1995. Collage, 50 x 55 cm


Luna verde, 1993. Objeto, 29 x 44 cm


Adolfo Nigro, en su taller, 2012.


Adolfo Nigro Nació en Rosario (1942), actualmente reside en Buenos Aires. Estudió en las Escuelas de Bellas Artes, Prilidiano Pueyrredón y Manuel Belgrano. Época de formación cuyos maestros más importantes fueron Aurelio Macchi, Antonio Pujía y Víctor Magariños. En 1966, en Montevideo, inicia su formación con José Gurvich, discípulo de Torres García. Participó en las exposiciones “Escuela del Sur. Taller TorresGarcía y su Legado”, en el Centro de Arte Reina Sofía, Madrid; Archer Huntington Art Gallery, Austin; Museo de Monterrey, México; Bronx Museum of the Arts, New York; Museo Rufino Tamayo, México. A partir de 1966 realiza exposiciones individuales y colectivas en el país y el extranjero. Gran premio de Honor Salón Nacional de Artes Plásticas 1989, Premio Trabucco Academia Nacional de Bellas Artes 1994, entre otros. Entre los museos que poseen sus obras: Torres García, Montevideo. Arte Moderno y Salas Nacionales, Buenos Aires. Latin American Art, USA. Castagnino+macro, Rosario. Museo Macla, La Plata. Es determinante en su trabajo la relación entablada con la materia en sus alusiones a las tierras que ha recorrido y donde ha vivido durante lapsos diferentes de tiempo, tales como Brasil, Montevideo, Santiago de Chile, Barcelona, México, Nueva York, Carolina del Norte, entre otras. Transeúnte de estos espacios, ha dejado huellas en ellos y al mismo tiempo ha permitido que cada lugar y personas frecuentadas marquen una huella en él.


Agradecemos la realización de esta exposición al artista Adolfo Nigro, al esfuerzo conjunto entre la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) - Ministerio de Asuntos Exteriores, Consejería Cultural de la Embajada de España en Córdoba, la Secretaría de Cultura y la Secretaría de Educación de la Municipalidad de Córdoba. Gracias al trabajo de coordinación de Andrea Porello (Directora Creativa de Yacumenza), a Claudia Carrizo (coordinadora de Mediateca Enterate CCEC), a Diego Pigini (Subdirector de culturas y descentralización), a Celina Hafford y a su equipo (Museo San Alberto) y a todo el equipo del CCEC.

Romina Castiñeira Curadora del CCEC

Silvia H. González Diseño y foto del artista

Pedro Roth Fotografía de obra


Centro Cultural Espa帽a C贸rdoba Entre R铆os 40, C贸rdoba Capital, Argentina.

Del 6 de Junio al 26 de Julio de 2013


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