Miranda da la vuelta al mundo

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James Mayhew, “Miranda da la vuelta al mundo. Un viaje mágico en globo”.

Lee el siguiente texto de “Miranda da la vuelta al mundo” y elige una de las respuestas de cada pregunta. Intenta no mirar la solución de la respuesta leyendo la continuación del texto. Así la lectura será más divertida. MiRANDA había ganado el primer precio de un concurso de dibujo. El premio consistía en un paseo en globo y ¡lo iban a televisar! Miranda se metió en el cesto del globo. Las cámaras no dejaban de filmar y la niña saludó al público, que gritaba y vitoreaba. ¡Era divertido! Pero en un inesperado golpe de viento rompió la cuerda que mantenía el globo amarrado al suelo... y el globo se elevó. Miranda estaba dentro ¡completamente sola! La niña cerró los ojos muy fuerte y deseó que alguien la salvara. Pero el viento la fue alejando hacia la tormenta, hasta que ella y el globo se perdieron de vista. **

El globo sobrevoló islas de hielo y volcanes ardientes. ¡Qué peligroso y desagradable parecía el mundo desde ahí arriba! Miranda quería volver a casa. Poco a poco, el viento se fue calmando y Miranda se atrevió a mirar a su alrededor. No había nada en el globo, excepto un gran mapa

del

mundo.

Miranda

lo

abrió

preguntándose

dónde

se

encontraría en ese momento. Estaban muy arriba, pero la niña decidió ser valiente. Tiró de una cuerda que colgaba del globo a ver qué sucedía.

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¡Shhhh!

Salió

un

poco

de

gas

y

el

globo

fue

bajando

suavemente, atravesando las nubes. Miranda no pudo pararlo y el globo siguió bajando, hasta que aterrizó con una sacudida. ** Una niña pequeña se acercó hasta ella corriendo. -Me llamo Olga –dijo en inglés-. Bienvenida a Rusia. ¿Vienes a visitarme? -En realidad, no –contestó Miranda-. Quiero volver a mi casa, pero no sé cómo hacer para que el globo vuelva a subir. Además estoy absolutamente perdida. Olga se dio cuenta de que la cesta del globo tenía atados unos sacos de arena. -Quizás si vaciamos uno, el globo suba –dijo. Lo vaciaron. Inmediatamente, el globo se elevó. -¡Gracias! –gritó Miranda-. ¡Adiós! Miranda buscó Rusia en el mapa y trató de adivinar hacia dónde se dirigía. Era muy complicado. La niña no sabía dónde estaba el Norte, ni el Sur, ni el Este, ni el Oeste. Voló durante varios días y varias noches, con viento y nieve, hasta llegar a la cordillera del Himalaya. Miranda pasó rozando el Everest, la montaña más alta del mundo.**

De pronto, el aire empezó a ser más cálido y Miranda se preguntó si no estaría ya cerca de casa. Tiró de la cuerda, perdió gas, y aterrizó en un mercadillo repleto de encantadores de serpientes y tragafuegos, con tiendas de colores brillantes y olor a sabrosas especias. ¡Estaba en la India! En uno de los puestos del mercado, Miranda encontró una brújula. Indicaba los puntos cardinales: el Norte, el Sur, el Este y el Oeste. Pero no tenía dinero para comprarla. Entonces, Hari, el niño del puesto, le propuso: 2


-Si me dejas dar una vuelta en tu globo, te regalo la brújula. -¡Que bien! ¡Sube! –contestó Miranda. Hari se metió en el cesto, y él y Miranda surcaron el cielo del atardecer. Sobrevolaron el Taj Mahal y después bajaron lentamente. Miranda se despidió de su nuevo amigo con la mano. Consultó su brújula y se dio cuenta de que si quería volver a su país, Inglaterra, tenía que ir hacia el oeste. Pero no sabía cómo hacer para que el globo cambiase de dirección, así que no le quedó más remedio que dejarse llevar por el viento. Y el viento la llevó, sobrevolando la Gran Muralla China, hacia Japón.**

Miranda pasó junto a una aldea japonesa y los niños la saludaron desde las ventanas de sus casas. Luego vio que una de las niñas tenía un ordenador. ¿-Cómo puedo hacer para que el globo cambie de rumbo?-gritó desde arriba. La niña, que se llamaba Nobuko, consultó su ordenador. -Subiendo y bajando puedes encontrar distintas corrientes de aire –dijo-. Tienes que buscar la corriente que te lleve a tu país. -¡Muchas gracias! –dijo Miranda. Y se fue flotando entre las nubes. Miranda subió y bajó y volvió a subir, buscando la corriente adecuada. Cuando quiso darse cuenta, había llegado a Australia. Estaba tan lejos de casa, que la niña se preguntó si algún día volvería a su hogar.** Y entonces, al bajar un poco para ver mejor los koalas y los canguros, la tela se enganchó en un árbol y se desgarró. Miranda vació una bolsa de arena a toda velocidad, pero incluso así el globo fue cayendo lentamente hacia un río llenito de cocodrilos. -¿Qué te ocurre? –preguntó un niño que pasaba en bicicleta. 3


-¡Que se ha roto el globo –contestó Miranda. -No te preocupes. Te presto mi equipo para reparar los pinchazos de la bici –dijo el niño-. Me llamo Bruce. Encantado de conocerte. Miranda subió por la esfera, ayudándose de las cuerdas, y puso un parche en el agujero. ¡Quedó perfecto! La niña vació otra bolsa de arena y se alejó de allí volando suavemente. El viento llevó a Miranda a través del océano. La niña fue subiendo y bajando hasta que aprendió a controlar el globo. Atravesaba los Estados Unidos cuando vio Hollywood y el Gran Cañón, y también ciudades enormes, bosques gigantescos y llanuras extensísimas. No se detuvo ni siquiera en la Estatua de la Libertad, en Nueva York, porque sabía que todavía quedaba mucho por llegar a casa. Todos los turistas le sacaban fotos, y los niños compartían con ella sus donuts y helados. -Gracias- decía Miranda sacando el brazo para cogerlos-.Viajar en globo abre el apetito.**

Miranda consultó el mapa y, sobrevolando el mar, se dirigió hacia África. Se dejó llevar por el viento hasta Egipto, porque le entraron ganas de ver las famosas pirámides. La niña aterrizó en el desierto, donde un chico llamado Omar le dio agua a cambio de un donut. Pero, en un momento de distracción, mientras Miranda bebía agua, el globo empezó a elevarse. La niña escaló a toda velocidad una de las pirámides y agarró por los pelos la cuerda que colgaba del cesto. -Seguramente he vaciado demasiados sacos de arena –dedujo. Omar le ayudó a meter arena en un saco para aumentar el peso y conseguir así que el globo no subiese. Cuando llegó el momento de 4


partir, Miranda la vació un poco y el globo empezó a ascender lentamente. Recorrió el norte de Grecia y siguió su curso por Italia. Miranda divisó la Torre Inclinada de Pisa y decidió bajar a verla. Al aterriza junto a la torre, dos niños se acercaron corriendo y le preguntaron si podían montar en el globo. Miranda los llevó arriba y abajo, recorriendo la altura de la torre varias veces, como un ascensor. Gastó mucha arena, pero no le importó, porque sabía que ya estaba muy cerca de su país. La niña, que se llamaba Sofía, le dio a Miranda una pizza enorme en agradecimiento por el paseo. Y así se despidió Miranda de Italia. Cruzando el Mar Mediterráneo, Miranda llegó hasta España. Tiró de la cuerda y fue bajando para echar un vistazo a Barcelona. ¡Por poco se queda enganchada en las banderitas de adorno que habían colgado en la calle, para la fiesta de San Juan!** Al atravesar Francia, Miranda se dio cuenta de que el globo iba cada vez más bajo y, aunque la niña vació todos los sacos de arena, no consiguió que ascendiera. Por culpa del pinchazo, y de tanto subir y bajar, se había quedado casi sin gas. Al llegar a Paris, el globo volaba tan bajo que se iba chocando con los tejados. Y, encima, se dirigía a la Torre Eiffel... ¡y allí se quedó enganchado! Miranda sintió que flaqueaban sus fuerzas. ¿Cómo iba a conseguir ahora volver a casa? Y, para colmo de males, empezaba a llover y el viento soplaba cada vez más fuerte. Más y más fuerte, hasta que... ¡chas! El globo se desenganchó y salió dando tumbos por los aires, en medio de la tormenta. Miranda pasó por encima de unas olas gigantescas y de unos enormes acantilados...¡Hasta que llegó a Inglaterra!

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La niña atravesó Londres y, al sobrevolar el Palacio de Buckingham, saludó a la Reina con la mano. El globo, cada vez más deshinchado, perdió altura hasta que, como suspirando, aterrizó. Miranda miró a su alrededor y supo que, por fin, ¡estaba en casa! Cenó su plato favorito, se dio un agradable baño caliente... y se durmió acurrucada en su cómoda camita.** . Era estupendo estar en casa, pero Miranda se sentía un poco triste. Echaba de menos sus aventuras. Por la mañana, llamó al director de la televisión y le contó todas las cosas maravillosas que había visto. -¿Quiere usted que le devuelva su globo? –le preguntó la niña.Por desgracia, se ha roto. -Bueno, en realidad puedes quedártelo –contestó el director-. Es más,

nos

encantaría

hacer

un

programa

sobre

tu

viaje.

Lo

titularíamos “Miranda da la vuelta al mundo”. Pero Miranda le respondió que estaba muy ocupada. ¡Tenía mucho que hacer! La niña rellenó los sacos de arena y cosió el agujero de la tela rasgada. En menos que canta un gallo, el globo estaba como nuevo. Miranda la exploradora vació uno de los sacos de arena, desplegó su mapa y se alejó por el cielo flotando suavemente. ¡Tenía el mundo entero a sus pies!

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