Canciones que no son

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Roberto Castillo Udiarte

Ediciones Inycre โ ข Colecciรณn Pinosalados


Canciones que no son. D. R. © 2014, Roberto Castillo Udiarte. Colección Pinosalados. Ediciones Inycre. Primera edición, 2014. Queda prohibida, sin la autorización expresa del editor, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, comprendidos reprográfico y tratamiento informático. Edición, diseño de interiores y cubiertas: Inycre. Editorial y diseño.

IMPRESO EN MÉXICO/ PRINTED IN MEXICO


Roberto Castillo Udiarte

Ediciones Inycre โ ข Colecciรณn Pinosalados


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Campirana Detrás de la milpa verde brota una música triste, es la flauta del pastor. El pájaro ya no trina desde que la campesina robó el sol en una flor. Sobre campos como sueños van cruzando los corderos, los lleva el pastorcillo.


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Se alejan las mariposas y las amarillas hojas, las lleva el vientecillo. DetrĂĄs de la milpa verde brota una mĂşsica triste, es la flauta del pastor.


6

La niña La niña negra juega con su muñeca. Su madre está lavando. Su padre está pizcando. La niña y su muñeca sueñan a que tienen pan y sueñan que lo comen y sueñan, sueñan, sueñan... La niña y su muñeca duermen hambrientas. Su madre está llorando. Su padre está borracho.


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Canci贸n de la negrita Oye, negrita, entre mujeres t煤 siempre eres la m谩s bonita. Oye, negrita, besito del sol, eres un primor, mi morenita. Sonrisa de ron es mi negrita con cascarita de dulce lim贸n.


8

Oye, negrita, entre mujeres tĂş siempre eres la mĂĄs bonita.


9

Muñeca de chocolate Ahí estás, calladita, rodeada por envases -sonrisa sugeridade cafés y chocolates. El vapor de mixturas cubre tus lentes de nubes; infusiones de vida, mil aromas matinales. Amarga y dulce a la vez, muñeca de chocolate.


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Bella flor de cacao, mu単eca de chocolate. Silvestre hermosura, dulce flor oscurecida, rural y silenciosa por la luna protegida. Entregas con orgullo los sue単os que son espuma; labios que besan tazas tienen sonrisas de luna. Amarga y dulce a la vez, mu単eca de chocolate. Bella flor de cacao, mu単eca de chocolate.


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Otros como nosotros Escuchamos noticias enfrente de la t.v.; platicamos del mundo y preparamos caf茅. Nos besamos la frente antes del anochecer, nos contamos historias que no van a suceder. Compramos colch贸n nuevo para subir al cielo.


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Llevamos en los labios la dulzura y el dolor y varios calendarios deshojados con amor. A través de los años nuestro amor es profundo, y a través de los sueños viajamos por el mundo. Compramos colchón nuevo para subir al cielo.


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Bรกrbara la morena Soy Bรกrbara la de senos oscuros sonrisa de luna y en mi negra cabellera se enredan los deseos de aquellos que me miran cuando la tarde llega. Soy Bรกrbara la de senos oscuros sonrisa de luna y mi almohada de seda


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sabe por quién sueño y en el cuarto creciente la luna sabe de mi pasión por un hombre casado.


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Lucha Reyes Blues Es la ausencia de tu cuerpo este blues que me molesta; es la ausencia de tu cuerpo este blues que me molesta, y el silencio de tus labios es un beso sin respuesta. Extra単o tu cabellera, tus senos y tu cintura; extra単o tu cabellera tus senos y tu cintura,


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los lugares preferidos donde descansa la luna. Te ofrezco un mar de caricias y un par de sĂĄbanas blancas; te ofrezco un mar de caricias y un par de sĂĄbanas blancas, tambiĂŠn una larga noche y el secreto de la almohada.


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El Shorty

La noche es un tequila, un cigarrillo la luna; la noche es un tequila, un cigarrillo la luna; el mundo es esta silla, mi blues es tu cintura. La cama se ha dormido y el baño está de gala; la cama se ha dormido y el baño está de gala; la puerta ha enloquecido, mi blues son tus palabras.


18

La lรกmpara estรก muda, es un polvo la nariz; la lรกmpara estรก muda, es un polvo la nariz, mis manos se han enfriado y mi blues se ha vuelto gris.


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La mujer del espejo

 Noches de soledad y de cansancio infinito; noches de soledad y de cansancio infinito; ella llega a mi cama sin hacer ni un ruidito.  Yo no puedo vivir con la mujer del espejo; yo no puedo vivir con la mujer del espejo; yo no puedo vivir sin la mujer del espejo.


20

Ella acaba con mi sueldo, es la due単a de mis pasiones; ella acaba con mi sueldo es la due単a de mis pasiones; es la blanca mujer que agita los corazones. No, yo no puedo vivir con la mujer del espejo; no, yo no puedo vivir sin la mujer del espejo; no, no, no, yo no puedo vivir sin la mujer del espejo.


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Lamento de รกngelo Nadie ha habido en el mundo que iguale tu pureza: tu risa el dulce oleaje, tu vida sin tristeza, los recuerdos de alta mar, tu espalda de sirena; nadie ha habido en el mundo que iguale tu belleza: tus labios de molusco, tu piel de blanca arena,


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tus senos maternales, tus ojos de turquesa; nadie ha habido en el mundo que iguale tu realeza: tus largas manos blancas, tu caminar de alteza, tu aliento brisa del mar, tus sue単os de princesa; sin embargo... yo olvido el astrolabio en mis andanzas terrestres, y pierdo tus dulces labios entre viejos arrecifes, y siento que se va tu amor de entre mis mapas y mis redes.


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Soy gacela celestial Cartografía de luz es mi piel en la noche, pulsar de estrella joven que ofrenda su dulzura al astronauta de amor que gira ante mi cuerpo. Soy gacela celestial. Estrellas son mis ojos, sonrisa de luz solar, vía láctea mi pecho,


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mi ombligo breve luna y mi sexo es el ardor de mil y un soles juntos. Soy gacela celestial.


25

Recuérvame siempre Grazna, mi cuerva, grazna, rompe este silencio vesperal que inunda a mi corazón. Canta, mi cuerva, canta, anúnciame las noches de luz con tu agorera canción. Grazna, mi cuerva, grazna, y abre tus alas de azabache y envuélveme en tu pasión.


26

Mi cuerva de la noche Ahijada de la luna, mi cuerva de la noche vestida en terciapluma. Ă“nix de las penumbras, corazoncito de luz y ĂŠbano entre las sombras. Curandera de males, hija de la fortuna, tus alas confortables.


27

Mi chimenea invernal, nido de buen augurio en tierra septentrional. Del hogar dulce canto, mensajera del amor, expulsora del llanto.


28

Nochebuena Cuerva luna, pretexto literario, musa eterna y pasional. Cuerva luna, cursi y romanticona, compa単era nocturnal. Cuerva luna, deseo provocante, marejada terrenal.


29

Cuerva luna, en tu cuarto creciente soy plenilunio carnal.


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Pienso en ti Cuando migran todos los colibrĂ­es y los cuervos se preparan para el invierno, pienso en ti. Cuando el frĂ­o se pone sus guantes y las bufandas revolotean como banderas, pienso en ti. Cuando los leĂąos lucen coronas de fuego y el humo se alza con la pesadez de la roca, pienso en ti.


31

Cuando llega la lluvia ligera y pertinaz y cubre las horas lentĂ­simas del sol que se aleja, pienso en ti. En dĂ­as como estos pienso en ti.


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Pectoral de luna La cabellera galĂĄctica que cae enmarca tu blanca piel de luna y un vestido de flores estelares resguarda tus senos planetarios. Tus labios frutales, deseo solar, dan nacimiento a las palabras, a los besos que son arrebatos que luego conducen al silencio. Una sonrisa, apenas dibujada, anuncia ya la mĂşsica sideral esperada por los astrĂłnomos,


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y en tu cuello quieren reposar los besos, cometas errantes, ardientes deseos de la noche.


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Naomi Naomi es un beso caricia solar naomi es la dulce sonrisa lunar jazmĂ­n de la noche placer y aventura gardenia del goce jardĂ­n de locura


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por el horizonte el viento me lleva un mapa celeste mi sangre materna la voz de mi padre canciĂłn que me guĂ­a luz de mis abuelos dicha y alegrĂ­a mis cĂĄlidos trazos la arena dibuja mis alas mis brazos con sombras de luna naomi es un beso caricia solar


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naomi es la dulce sonrisa lunar jazmĂ­n de la noche placer y aventura gardenia del goce jardĂ­n de locura.


37

La sirena YunuĂŠn La sirena YunuĂŠn se emociona al vaivĂŠn de las olas del mar. Corales, medusas, sargazo, delfines, ballenas y cantos, gaviotas y nubes; aroma de sales y dulces recuerdos y barcos y peces entre sus cabellos. Se vuelve colores el mar en sus ojos, marinos sabores un beso en sus labios; encuentra descanso el sol en su piel y la luna de plata un remanso de miel.


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La sirena Yunuén se emociona al vaivén de las olas del mar. Tras del ventanal lejanas las islas, recuerdos, nostalgias, distantes, tranquilas; recuerda las noches de estrellas y peces, los días grandiosos de barcas y redes. Estrellas espumas y constelaciones, mareas y conchas consulta en las noches, buscando las claves buscando respuestas, las llaves de nácar que abran las puertas. La sirena Yunuén se emociona al vaivén de las olas del mar.


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Todos somos ángeles Todos, sin excepción, somos ángeles que fuimos expulsados del cielo; ángeles que vagan por el mundo con las alas un tanto atrofiadas por las muertes familiares y las pequeñas guerras cotidianas. Ángeles que pueblan montañas y ríos, bosques y desiertos milenarios; ángeles desplumados y llenos de contento que deambulan fumando y bebiendo tequila


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por ciudades que son laberintos de gozo, ciudades que son mapas imaginarios. Ángeles que se enamoran fácilmente de los pequeños detalles de la vida, del guiño infantil y la lujuria desatada; ángeles que se enamoran de la reina, al igual que de la mesera flaquita de la cantina más cercana de la casa. Ángeles que viajan temerosos en aviones, barcos y trenes infinitos; que juegan al billar y al dominó mientras la música de la noche canta con voces que antes fueron poemas o simples cartas de amor adolescente.


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Ángeles que aspiran líneas de coca y sus ojos brillan como estrellas; ángeles que saben de milagros, historias de mundos distantes a los que sí se pueden llegar por los artificios de la palabra. Ángeles de la sonrisa humana, dulces portadores del evangelio y el grandioso corazón en llamas, de las palabras bonitas al oído, de las caricias que hacen recordar que estamos hechos de piel gozosa. Ángeles que lloran en silencio sus pequeñas derrotas cotidianas, que sobreviven a los golpes callejeros


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y las frías amenazas de la muerte porque la esperanza la llevan como una llamita en el corazón. Ángeles que se apasionan con las diarias menudencias y las cervecitas y las frutas, y cuando hacen el amor hacen volar plumitas blancas en los cuartos del hotel de paso. Ángeles, pues, al fin y al cabo, que agitan sus recuerdos de alas antes de acostarse a dormir y soñar sus sueños terrenales donde el deseo y el recuerdo son las sustancias de sus vidas.


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Postal desde Lisboa He arribado a Lisboa con los versos de Pessoa y una botella de vino, divino. Camino por callejones bajo luces de faroles y llego hasta el RĂ­o Tajo, abajo. Y me encuentro en la avenida, a la vuelta de una esquina,


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una postal olvidada, tirada. Mi corazĂłn yo te mando con la letra de mi mano y la tinta color azul, marazul. “De entre todas las mujeres la mĂĄs amorosa eres; este viajero con visa, te avisa.â€? La remito con mi nombre, el destino es tu nombre que lleva aromas del azahar de otro mar.


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La misma Luna ilumina a tu noche y la mĂ­a; los mares son diferentes, distantes. En las noches de Portugal tu recuerdo el mejor hostal donde reposar desvelos y sueĂąos. Tomo un espresso caliente, mirando hacia el occidente, esperando llegue al final mi postal.


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El amor es más fuerte que las fauces del tiburón

Mis ojos de madrugada, mis manos curtidas de sal, navegan contra el oleaje y el cardumen adivinan; mi silencio de pescador resiste más que el anzuelo, las redes de la muerte y los arpones de la vida. Las gaviotas son señales, los pelícanos también, que me guían por los mares adornados por la brisa; Las estrellas son aretes, los sargazos son collares, las espumas son holanes que embellecen a las islas.


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Mujeres de piel dorada, mujeres de piel de luna, mi deseo es más grande que las ganas del corazón; mujeres de piel dorada, mujeres de piel de luna, mi amor es más fuerte que las fauces de tiburón. Mis oídos son el ritmo de este océano sin final; la brújula es mi sangre, mi corazón astrolabio; soy dueño del amanecer, soy señor de la tormenta y mis ojos son el mapa de mi cuerpo enamorado. Pero en alta mar nadie soy si me faltan mis mujeres, el deseo del retorno condiciona mis estancias; alimentos de mi cuerpo, salecitas de mi alma, ellas serán para siempre de mi vida sus fragancias. Mujeres de piel dorada, mujeres de piel de luna, mi deseo es más grande que las ganas del corazón; mujeres de piel dorada, mujeres de piel de luna, mi amor es más fuerte que las fauces del tiburón.


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Canción I Yo no quiero que la violencia con su vestido carmesí aparezca en los sueños de mi mujer en noches de Luna, ni en su ir y venir por las calles ruidosas de la ciudad o cuando sale a comprar flores de luz para el comedor; yo no quiero que lea los encabezados de los periódicos porque esas noticias la hacen sufrir de manera indecible, y por eso camino más rápido o la hago voltear a otro lado o la distraigo con historias de grandes cuervos de Alaska;


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yo no quiero que mire las imágenes en la televisión de cuerpos mutilados y hombres envueltos en cobijas, las fotos de las niñas que recién han desaparecido o las bellas adolescentes violadas por sus padrastros; yo no quiero que lleguen palabras de desaliento por el teléfono en las horas altas de la noche ni que las malas noticias aparezcan repentinamente en los labios lejanos de sus amigas de toda la vida; no quiero que la muerte se acerque a mi mujer ni que las balas perdidas encuentren alojo en su cuerpo o que los comandos del terror encuentren su caminar y arrebaten sus dulces palabras de aliento cotidiano.


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II Lo único que yo quiero es que ella disfrute su vida, que viva muchos años haciendo lo que le gusta hacer, que coma chocolates, que pruebe pasteles de sabores y que platique con sus comadres hasta el anochecer; quiero que goce la música, los libros que más le gustan y cuando prenda la televisión esté su programa favorito, y que los recibos del predial y la luz lleguen tarde al igual que las agrias noticias de la familia y los amigos; quiero que despierte al canto del ruiseñor o el petirrojo al amanecer de cualesquiera de las cuatro estaciones,


y que sus rojos labios, escurriendo todavía sus sueños, disfruten el placentero calorcito del café mañanero; quiero que mi mujer sea feliz cada vez que le digo al oído que ella es la más bella de todas las mujeres del planeta y que por ella siempre defenderé el pedacito de paraíso que nos hemos ganado juntos en este mundo desalmado.


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III

Para cuando llegues y puedas meter el carro sin contratiempos, las puertas del cerco estarĂĄn abiertas de par en par; para cuando llegues, dejarĂŠ la puerta de la casa sin llave ni cerradura para que puedas entrar a la hora que tĂş desees llegar; para cuando llegues, abandones tu trabajo atrasito de la puerta y te olvides del laberinto que recorriste por la ciudad;


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para cuando llegues, estará lista la cafetera con el café recién hervido, cargado, con doble azúcar, tal como te gusta tomar; para cuando llegues, yo estaré entre cobijas y sábanas bien calientitas, tal como te gustan, para que empieces a soñar.


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Bluseana "hay algo más suave y estremecedor que el zureo de las palomas: el resbalar sedoso y escalofriante del chal por tu espalda desnuda.” el diván de abz-ul-agrib

I Tus antecesores de sangre vienen de la región donde pacen camellos de ojos adormecidos, donde los recién nacidos son alimentados con leche de leonas reinas en territorios del sol, con la miel elaborada por enjambres alados que


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vibran con el polen de flores milenarias y el pan es amasado por manos que saben de las cosechas del centeno y el trigo de oro; creciste con los cuentos y cantos de abuelas sabias y laúdes centenarios del medio oriente, con el baile celebratorio ante el descubrimiento de los oasis de refrescante agua cristalina y el cascabeleo de panderos lunares y jarrones musicales del barro forjado por el desierto. Territorio de espejismos, ulular de vientos, fantasmas de arena, oasis de altísimas palmeras, caballos briosos y fantásticos dromedarios, ése fue el paisaje onírico de tu vida infantil.


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II ¿Por qué tanta tristeza azul entre los pliegues de tu largo vestido y tu alma algodonada, esa nostalgia sobre las dunas como interminable caravana de dromedarios sin rumbo, esa melancolía de nube distante o de sombra que se aleja rumbo al horizonte de oro, o de silencio de mezquita o rábida abandonada en el justo momento de las oraciones? ¿De dónde viene ese triste blues que no pareciera tuyo y que habita bajo tu piel anochecida, esa tristura ajena que llega de tiempos que no te corresponden y que apropias con delicadeza, que enredas a tu larga cabellera con un ramo diminuto de aromáticas gardenias nocturnales,


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como aquella antigua fotografía en blanco y negro de Billie Holiday, reina de la voz de ébano ? ¿Cómo fue que heredaste esos dulces lamentos, esos largos cantos del lejano occidente, ese lentísimo baile al sonar las teclas de un piano rescatado de un viejo bar del Mississippi; esos cantos que surgen de los ardientes campos de algodón y las noches de aguardiente, y esa voz bluesera de la señora Bessie Smith, o incluso de la mismísima Nina Simone?


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III

Mi torpeza de buey ciego o de caballo viejo no sabe llegar a ti con mínima delicadeza, aun así, mis palabras se empeñan en ser torcacitas para llegar a tus oídos en suaves aleteos, enredaderas verbales que desean construirte un palacio para tu presencia de reina nocturna; refugio donde tu cuerpo encuentre reposo en almohadones importados del oriente lejano, donde la gacela frote suavemente su pelaje con tu piel emparentada con la seda más fina y que tus sueños se entremezclen con aromas de gardenias, hueledenoche y los jazmines; mis palabras, pues, como una caravana interminable comienza su caminar en el desierto;


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sin sombras redentoras, mis palabras son hormigas que avanzan a pesar del fuego solar, serpientes que se deslizan sin pรกrpados protectores, diminutas lagartijas de la persistencia; frescas metรกforas que ahuyenten el aire cรกlido que hace frases y oraciones que provoquen a tu aliento se vuelva frescura de mentas y manzanas, poemas que hagan a tu cuerpo exudar picantes aromas de albahaca, pimienta, clavo y canela.


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IV (y última) ¡Oh, Luna felina!, tu larga sombra azul se desliza por las esquinas de la dulce noche, tu presencia exilia del vocabulario del mundo las palabras tristeza, dolor y muerte y el ruiseñor celebra con su canto tu presencia, la luminosa epifanía de la sorpresa; tu caminar tiene más parentesco con la pantera en calma que con el caminar citadino, tu cabellera es un alboroto y maravillosamente sedosa como la crin de yegua azabache; portas en silencio todas las respuestas posibles bajo tus cejas, origen de la oscuridad,


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y tus ojos son aceitunas, carboncitos de inocente brillantez, ventanas hacia el misterio, y tu voz, arrullo del agua que brota en el oasis del desierto quemado por la resolana; tibia sombra de cuerva en vuelo silencioso, tu mirada recorre siluetas casi inmóviles y recortadas por una fresca luz que emerge de la orilla donde nacen todas las visiones; ensimismada, pues, tu mirada aparta los velos hilvanados por enemigos de la clarividencia; tus labios son besitos de dulzor en el cáliz de las copas de vinos traídos del mediterráneo, tu lengua es el oasis refrescante que los nómadas sueñan en sus noches de largas travesías, tu cuello es asilo para el cosquilleo de plumas de palomas, refugio natural de besos de arena, tus brazos morenos acogen las cabras recién nacidas y adormecen a todos los insomnes;


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al girar tus manos das nacimiento a las estrellas que titilan en el terciopelo celestial, tus senos son cálidas dunas con pezones altivos y la dulzura de los dátiles pequeños, una tacita diminuta de café caliente es tu ombligo, réplica lunar esculpida por el deseo; tu sexo es nido del ave viajera, fogata, remanso donde sacia su sed el peregrino sin astrolabio, el movimiento de tus muslos, un pretexto feliz para la invención musical de los gitanos; hijas del ébano, tus largas piernas son lugares donde los escarabajos desean ser besos mientras a tus pies nos reclinamos, en reverencia, todos nosotros, los huérfanos del amor.


• Canciones que no son se terminó de editar en junio de 2014. Para su composición se utilizó el tipo Valentina. El cuidado de la edición estuvo a cargo del autor y la editorial Pinosalados. La presente versión es para soporte digital.



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