BENEMÉRITA ESCUELA NORMAL MANUEL ÁVILA CAMACHO
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN PREESCOLAR
VI SEMESTRE
El NIÑO COMO SUJETO SOCIAL
CUENTO: LA NUEVA MAESTRA
PROFA. ANA MARÍA FRAUSTO DE LA TORRE
ALUMNA: ROXANA ÁLVAREZ ARREDONDO
ABRIL 2016
LA NUEVA MAESTRA Había una vez en un pequeño poblado, triste y abatido por la economía y la cultura que poseía, un pequeño centro escolar llamado el Jardín de Niños quien a duras penas se mantenía con lo poco que obtenía de los individuos que participaban y asistían a él. El jardín de niños se encontraba constituido por algunas cuantas aulas, unos cuantos espacios libres y unos pocos juegos para jugar. A el asistían muchos niños inocentes, con ganas de vivir y ciegos de la realidad que los acogía. Asistían a diario también sus padres quienes iban por ellos y todo el personal que laboraba en dicha institución. Todo parecía sin ir ni venir, sin saltar ni volar, todo parecía normal, como si la vida de aquellas personas y de ese centro nunca fuera a cambiar, como si todo se fuera a encontrar en constante círculo vicioso, y nadie parecía preocuparse y darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Hasta que un día sin esperarlo ante la incertidumbre a la que no estaban preparados, se presentó en un aula de clases una maestra a la que todo mundo determino llamarla la maestra nueva. Ella no estaba preparada para la situación que envolvía a aquel poblado, aquellos habitantes y aquella institución, pero su entusiasmo, su alegría, y sus ganas por aquel trabajo que había conseguido la salvaguardaban de los malos pensamientos que podían surgir y hacerla formar parte de aquella vida. Ella no estaba preparada para eso, pero para lo que menos esperaba, se encontraba en aquel lugar. La maestra nueva se encontró con un niño especial, quien estaba determinado por sus características específicas, en primer lugar era un niño recio a quien le gustaba imponer su voluntad, en segundo lugar él tenía la visión de un camaleón, en tercer lugar poseía las energías de un león y en cuarto lugar tenía el aprendizaje de un pequeño ratón. Aquella situación asusto por primera vez a la maestra nueva, pues además a ese pequeño no le gustaban las cosas nuevas, ese pequeño era reflejo de la vida en la que se encontraba dentro en su población y en su pequeño jardín de niños, pues le gustaba lo que ya tenía y prefería conformarse con eso.
Los primeros días aquel niño no gustaba de lo que la maestra ponía, sentía que lo quería manipular y dominar aquella serie de animales representativos que el contenía, por lo que lo primero que hizo fue reaccionar con aquella agresividad y energía de león, imparable estaba y negado ante cualquier situación, golpeaba y expresaba que él mandaba con un rotundo no. La maestra nueva no entendía porque aquella reacción, y a su manera trato de hacer más llevadera su relación, por lo que el niño tuvo que controlar en determinados momentos su animal interior. Sin embargo a los días siguientes, el niño seguía con aquel comportamiento ingrato, y como un camaleón se camuflajeaba entre los demás niños de ese salón, a veces se hacía notar, en otras ocasiones parecía no estar y con esa visión no prestaba atención ya que su concentración no estaba en el lugar adecuado. La maestra aquel día se acercó, lo apoyó, preguntó que le gustaba, que le molestaba y mirándolo con la vista arriba lo enfrentó y llegando a un acuerdo decidieron trabajar los siguientes días. No obstante aquel niño parecía olvidar todo pues su aprendizaje de ratón no le permitía recordar las decisiones en las que había participado, y enfrentándolo nuevamente se le recordó su trato, cumplirle lo que pedía y respetarlo como cualquier individuo merece respeto. La maestra nueva a los cuantos días reconoció que no debía ser domadora de animales, sino educadora con pasión con una nueva visión para brindar oportunidad de formar seres con ilusiones y con libertad de decisión, reconoció que aquel niño era el claro ejemplo de su trabajo en aquella institución, con dificultades, problemas y resistente ante el cambio que llegan desde el exterior. De a poco la maestra y el niño comenzaron a llevarse bien, pues ella aprendió a entenderlo y él comenzó a tener cierta empatía con aquella maestra nueva, se comenzó a acostumbrar al trabajo de ella, la comenzó a reconocer como una persona quien le brindaba nuevas cosas, la libertad de aprender, de expresarse y de transformarse en alguien que quizás no debía ser él. La maestra orgullosa estaba de que todo fuera bien, sin embargo a ella no le gustaba que todo se volviera nuevamente una constante repetición, pues la costumbre era algo muy común en darse en aquellos lugares, la costumbre de mantenerse en el mismo sitio y no
caminar, por lo que desde entonces se propuso como lema “el cambio es bueno” y su tarea no terminaba, ni siquiera comenzaba pues aquel niño apenas era una lección del día, la dificultad más grande que tenía era cambiar a aquellas personas refugiadas en esa vida. La nueva maestra la llamaron a esta el último día, pero al menos supieron que existía.