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Ciclistas. Kinetos

CICLISTAS

Otro verano en Villafría de Tena. Villafría de Tena fue siempre mi fuente de inspiración para nuevas y buenas fotografías. Este año, sus calles más bulliciosas que nunca; sus terrazas llenas; los coches buscando desesperadamente una plaza de aparcamiento; las pozas del río a tope de bañistas. Eso sí, todos protegidos por la correspondiente mascarilla. Ya me lo dijo Luis Miguel, cuando antes de irme le comenté que me iba a faltar la inspiración. ¬Lo tienes muy fácil, Kinetos. Habla de las mascarillas. Pues no, Luis Miguel. A Kinetos no le va lo fácil. Nada de primeros planos de ojos. Nada de narices parcialmente tapadas en un quiero y no puedo o más bien en un puedo pero no quiero. Nada de baberos ni pulseras; ni telillas verdes, azules o multicolores; con pelotitas, ositos, flores, supermanes, batmanes, spidermanes y banderitas españolas de dudosa eficacia. Un negocio tipo camiseta estampada que llega hasta donde abarca la imaginación hispana. Mascarillas: 3 x 20 euros. ¡30 euros con lentejuelas! Sentado en el pretil del puente sobre el río Bolática, exprimo el magín intentando atisbar entre tanta fantasía algo que mereciera la pena fotografiar y de repente sssiizás, sssiizás, dos esforzados ciclistas perfectamente pertrechados y sin mascarillas zigzaguean entre los enmascarados viandantes y la emprenden con la última rampa que les llevará indefectiblemente a tomarse una cañas en el “Bar Riojano” de Villafría. ¬Ya lo tienes¬ Kinetos. Noche insomne… ¿foto a foto, ráfaga, tele, gran angular, objetivo zoom? Un montón de detalles previos importantísimos que diferencian tus fotografías de las del resto de aficionados. Y, heme aquí, que a las 8 de la mañana, disfrazado de roca metamórfica estoy en cuclillas, en una zona todavía sin sol, apostado entre ma-

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kinetos

lecón y malecón de la carretera del Val Neario. Siete kilómetros de longitud, rampas de hasta el 15 %, curvas de 180º. Paciencia, sobre todo paciencia. Y efectivamente, poco a poco van apareciendo los ciclistas, un toque de color a la salida de la curva; imágenes perfectas sobre los pedales, bocas abiertas, miradas perdidas hacia unas rampas que no terminan... Curiosamente, ninguno repara en Kinetos, un bulto bastante evidente que emite un ruidito pertinaz de ráfaga mucho más agudo que el lento

girar de los platos y las cadenas. Pensaba decirles algo. ¬¡Ánimo!¬ Una escusa para una foto robada aprovechando descaradamente el momento dramático por el que pasaban. Pero nadie repara en Kinetos. Únicamente un chaval joven gira la cabeza hacia mí y sus labios se abren y cierran en un movimiento que más que indicar un ¬buenos días¬ parece referirse a un ¬me cago en tus muelas. A la noche, le envío a mi maestro y buen amigo José Enrique todas las fotografías y éste, fiel a una sinceridad que se agradece, me informa a vuelta de correo lo siguiente: ¬Amigo Kinetos: las fotos bien pero sin fuerza; los ciclistas parecen estar parados; los retratas en el peor momento; algunos parece que se acaban de subir a la bicicleta y están posando para la foto; deja las curvas, sube mañana hacia el Val Neario y colócate al final de una recta y todas las fotos hazlas cuando bajan a toda pastilla... ¡Y cuidado con las manos! Comprendido, José Enrique. No entiendo lo de las manos. Pero prometo cambiar radicalmente. Ha sido un fallo conceptual.

Físicamente también. En esta ocasión estoy de pie, casi en el centro de la calzada. La recta es larga y pendiente. Los ciclistas aparecen al fondo, en una curva; a esa distancia, el sonido es inaudible. Rápidamente se me echan encima con un molesto sssisseo y no me da tiempo a realizar un encuadre decente.

Disparo las ráfagas una tras otra. Giro la cámara a su paso a riesgo de perder no solo el encuadre sino la bicicleta. Los oigo gritar. No me parece que me insulten; creo que se alegran de ver que un fotógrafo inmortaliza esos descensos a tumba abierta. ¬¿Las fotos?¬ me preguntareis. Algunas, perfectas. Como no podía ser de otra manera.

Una docena de unas doscientas, pero la dificultad no da para más.

A la noche, en el portátil, la sorpresa es mayúscula. Las fotos son un perfecto trabajo de tesis sobre las manos o mejor, sobre el lenguaje de los signos. Uve de victoria, pulgar en alto, puño cerrado… son constantes en todas las tomas, acordes con aquellos gritos de alegría. No hay cuernos ni peinetas. Pero estas fotos no sirven. No hay ninguna espontaneidad en ellas. No se las envié a José Enrique. Por supuesto.

la fototeca

Autor: Andrey Voytsehov (Crimea). Título: Marine. Fotografía virada en azul. 29x23 cm. Año: 1992. Figura el sello del Salón Internacional de la RSFZ, datada.

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