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JOSÉ MARÍA GUIBERT
from HERMES 68
LA PANDEMIA COMO OPORTUNIDAD HISTÓRICA DE PROFUNDIZAR EN NUESTROS MODELOS EDUCATIVOS
RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE DEUSTO
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El sector de la educación ha sido uno de los más afectados durante la pandemia generada por la irrupción de la Covid-19. Las actividades humanas donde el contacto físico es más intenso han debido ser reguladas de modo nuevo para evitar precisamente que el dañino virus se pueda propagar con facilidad. Por eso la educación, que casi universalmente era presencial en nuestro entorno, ha quedado muy afectada y las actividades relacionadas con ella han sido casi obligadas a ser interrumpidas.
Sin embargo, la tecnología digital ha permitido que buena parte de esa actividad haya podido salvarse, llevada a cabo en modalidades nuevas. A su vez, esta crisis ha generado una profunda reflexión sobre la función educativa y sobre el contexto económico y organizativo en el que se lleva a cabo.
LA IMPLANTACIÓN MASIVA DE LA TECNOLOGÍA DIGITAL COMO SOLUCIÓN DE EMERGENCIA
Si algo ha caracterizado este tiempo de crisis ha sido el paso de las tareas casi totalmente presenciales a la actividad fundamentalmente en remoto. Recuerdo que, en 2005, al crear el “aula digital” en el campus donostiarra de la Universidad de Deusto, empezamos a utilizar el término “presencialidad distribuida” para hacer referencia a las actividades docentes síncronas que se comenzaban a realizar por medios telemáticos. Para entonces, hacía ya años que expertos de la UD investigaban sobre el modelo educativo, incluyendo reflexiones sobre la modalidad online, y habían generado con éxito un marco pedagógico propio para la universidad. Sin embargo, ha sido en 2020 cuando las circunstancias han hecho que se implantaran masivamente “las pantallas” y todos hayamos recurrido a la tecnología digital. La experiencia ha hecho que se hayan ido definiendo distintos escenarios: -modalidad presencial. En algunos casos, con poco uso de tecnología. Sin embargo, la tecnología digital estaba ya muy presente antes de la pandemia. Por ejemplo, en la UD el 74% de los profesores tenía ya experiencia de utilizar plataformas digitales, repositorios de documentación, chats digitales, actividades, ejercicios y evaluación por medio de tecnologías digitales, etc. Este saber hacer previo hizo que la transición forzosa de marzo de 2020 resultara más exitosa. -modalidad semipresencial. Hay distintos modos de entender la “semipresencialidad”. En algunos casos, se refiere a que las materias, cada una de ellas, pueden ser impartidas parcialmente en remoto u online. Es decir, con algunas actividades presenciales y otras no en cada asignatura. En otros casos, puede ocurrir que las materias o asignaturas enteras sean totalmente presenciales o totalmente online. Entonces, es el conjunto del título el que es
semipresencial. También se da el caso de la concurrencia síncrona: algunos estudiantes en el aula, otros en sus casas. A esto se ha llamado a veces “aulas espejo” y se recurre a este método (a base de cámaras, micrófonos, etc.) cuando no caben todos los estudiantes en las aulas por tener que guardar distancias de seguridad. -modalidad online. En algunos casos, las actividades formativas han sido totalmente online, sin nada de presencialidad. A veces, el trabajo ha sido síncrono y en otras ocasiones se han experimentado formas asíncronas. De hecho, muchas veces se llama “online” solo a lo que es asíncrono, que requiere ir más allá del mero repetir en modo síncrono pero en modalidad online lo que se realiza de modo presencial.
LA CRISIS COMO OPORTUNIDAD DE PROFUNDIZACIÓN EN EL MODELO EDUCATIVO
En el caso de la UD, optamos en el curso 2020-21, por la “presencialidad adaptada”, según la cual un tercio de las clases son en remoto, pero dos tercios son presenciales en subgrupos. Para ello dividimos los grupos grandes en dos o más subgrupos. El resultado, según las evaluaciones del primer semestre, ha sido bueno. Los subgrupos son, evidentemente, más reducidos, los estudiantes han venido más a clase y han aprendido más. Una de las conclusiones a las que han llegado los equipos de innovación educativa, de formación online o del servicio informático de nuestra universidad es que la reducción de presencialidad es una oportunidad de mejora. La situación se puede describir de modo sencillo. Si el método educativo es principalmente expositivo, la docencia se convierte en exposición magisterial, envío de apuntes y materiales en forma de pdf, vídeos o videoconferencias síncronas. En este tiempo de crisis, la reducción de presencialidad lleva a problemas que no se arreglan con “aulas espejo”. Para algunos se trata de hacer lo mismo (transmitir información) pero con otros medios. Si la docencia consiste en esto, los estudiantes están detrás de la pantalla aislados y desmotivados, y probablemente desorientados. Quizá se sientan solos y desatendidos. En cambio, si la base del planteamiento docente son metodologías más activas, los problemas que origina la falta de presencialidad pueden ser minimizados. El estudiante trabaja de modo más autónomo, desde problemas, y en colaboración con pares. Las tecnologías online permiten la cooperación entre compañeros y estar centrados en problemas. La conclusión, a la que han llegado muchos expertos, es que la reducción de presencialidad o “presencialidad adaptada” es una oportunidad para decidirse por modelos docentes basados en metodologías activas. Son potencialmente más eficaces y pueden dar buenos resultados en situaciones de presencialidad reducida. El reto es crear entornos de aprendizaje en los que se parta de una cuestión o un problema, no de un temario con teorías a exponer y a aprender. Las sesiones presenciales hay que dedicarlas a actividades de alto valor para el estudiante.
EL NUEVO CUESTIONAMIENTO DE CALIDAD EDUCATIVA, RECURSOS Y MEDIOS
El gran debate que se ha dado estos meses ha tenido que ver con la tecnología y la presencialidad. Eso está bien. Pero, como he señalado, hay algo más profundo y que ha tenido menos atención: el modelo educativo. Es algo que no está especialmente presente en lo que se legisla desde las distintas administraciones. Estamos ante una oportunidad de mejora histórica. A veces se dedican recursos a cuestiones algo periféricas y ni siquiera hay un lenguaje apropiado para indicar el camino a seguir. En cada institución, nuestra experiencia nos dice que los cambios son siempre lentos y que ha de haber estrategias sostenidas en el tiempo que marquen hojas de ruta claras y pongan los recursos en lo que es clave: profundizar en un modelo educativo verdaderamente centrado en el estudiante. El gran reto sigue siendo implicar a los estudiantes y hacerles pensar.