CUADERNOS PARA LA EQUIDAD Indicador Estadístico de Género
Lic. Ivana G. Calafatich
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“Indicador Estadístico de Género” Autora: Lic. Ivana G. Calafatich. Elaborado por: Equitá Consultora Dirección-supervisión: Lic. Sandra Bustamante Esta obra se encuentra publicada bajo licencia Creative Commons de tipo Reconocimiento No Comercial Sin Obra Derivada. Se permite su copia y distribución por cualquier medio siempre que mantenga el reconocimiento de sus autores, no haga uso comercial de las obras y no realice ninguna modificación de ellas. La licencia completa puede ser consultada en: http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/
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Índice ¿QUÉ ES UN INDICADOR ESTADÍSTICO? ................................................................. 1 ¿QUÉ ES UN INDICADOR ESTADISTICO DE GÉNERO? ............................................... 7 ¿PARA QUE SE UTILIZAN DICHOS INDICADORES? ................................................... 8 ¿EN QUÉ CASOS ES PERTINENTE SU UTILIZACIÓN? ................................................. 9
Bibliografía ......................................................................................................... 10
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INDICADORES ESTADÍSTICOS DE GÉNERO ¿QUÉ ES UN INDICADOR ESTADÍSTICO?
Un indicador es un “medio de investigación” (Samaja, 1994) que posibilita el establecimiento de nexos entre el investigador y el objeto de estudio. De esta manera, se afirma que el indicador forma parte de las “condiciones de realización” (Samaja, 1994) de una variada gama de indagaciones científicas que pueden ser realizadas por entidades públicas y privadas. Aunque no existe una definición oficial -establecida por algún organismo nacional o internacional- se observa, por medio de una lectura sucinta, que existe un determinado consenso en aceptar que “un indicador es una medida, un número, un hecho, una opinión o una percepción que señala una situación o condición específica y que mide cambios en esa situación o condición a través del tiempo. Los indicadores son siempre una representación de un determinado fenómeno, pudiendo mostrar total o parcialmente una realidad” (Dávila Díaz, 2004). En este sentido, y de manera general, resulta imprescindible tener presente que un indicador es siempre un señalador y, al mismo tiempo, un concepto que sintetiza situaciones generalmente mucho más complejas que las abarcadas por su representación. No pretende describir un fenómeno, sino indicar y alertar sobre el sentido en el que evoluciona el mismo, a fin de reducir la complejidad de su “condición originaria” (Samaja, 1994). Cecchini (2005) señala con agudeza que un indicador siempre comienza con una visión determinada de cómo funciona o debería funcionar la sociedad, de tal manera que ella se reflejará en los datos, desagregaciones, métodos y ponderaciones “utilizadas en la construcción y presentación de los indicadores”. Partiendo entonces de este presupuesto epistemológico, entiende al indicador “como un instrumento construido a partir de un conjunto de valores numéricos o categorías ordinales o nominales que sintetiza aspectos de un fenómeno importante para propósitos analíticos.”
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En el ámbito gubernamental, los indicadores permiten contar con información relevante y oportuna para la toma de decisiones y el seguimiento de los compromisos internacionales de un país. Asimismo, pueden ser considerados una herramienta elemental “para evaluar, dar seguimiento y predecir tendencias de la situación de un país, un estado o una región en lo referente a su economía, sociedad, desarrollo humano, etc., así como para valorar el desempeño institucional encaminado a lograr las metas y objetivos fijados en cada uno de los ámbitos de acción de los programas de gobierno” (Mondragón Pérez, 2002). En el espacio de las entidades privadas, los indicadores resultan indispensables para la toma de decisiones y el monitoreo de la gestión. Los mismos aseguran la dirección correcta de las actividades, permiten evaluar los resultados en función de las metas y responsabilidades, y facilitan el acceso al conocimiento y previsión de las dificultades. Indicadores diseñados sobre la base de los objetivos y necesidades perseguidos por una compañía –relacionados al mismo tiempo al tipo de sector-, podrían brindar una amplia gama de información. Es el caso de, por ejemplo, niveles de ventas globales y sectoriales, desempeño total o parcial del negocio, configuración de estados financieros, condiciones de liquidez, desempeño logístico, etc. De reciente aparición en el mundo académico, empresarial e institucional, es el debate acerca de la responsabilidad de las empresas con respecto al entorno social en el que se desempeñan y actúan, es decir, su contribución social “no financiera” (UNCTAD, 2008). En este marco se vuelve relevante la opinión y percepción de variados actores ligados al desarrollo de la actividad de una empresa determinada (organizaciones de la sociedad civil, consumidores, empleados, etc.), por lo que se instrumentan diversos tipos de indicadores para relevar datos referidos a: confianza, contribuciones positivas al desarrollo e impacto económico, entre otros. Para considerarse como tal, el indicador debe reunir una serie variada de características que lo distingan de otras formas de medición. Entre ellas pueden mencionarse: Anclaje Teórico. Estar inscripto en un marco teórico o “matriz epistémica”, que lo asocie con el evento que el investigador pretende interpretar. De ser posible, debe
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establecerse una estructura que lo ubique en un marco explicativo del tema en cuestión, ya que, a pesar de contar en muchos casos con un alto grado de objetividad, no dejan de ser ideológicamente parciales. Validez. Mostrar diferencias verdaderas en la puntuación de las características medidas. Implica que sea técnicamente sólido, es decir, confiable y comparable. Especificidad. Estar relacionado con la naturaleza del fenómeno sobre el que se pretende actuar (económicos, sociales, culturales, étnicos, etc.). Al mismo tiempo la claridad de las metas y los objetivos es crucial “para poder evaluar qué tan cerca o lejos nos encontramos de los mismos y proceder a la toma de decisiones pertinentes.” (Mondragón, 2002) Explícitos. Implica que su “nombre sea suficiente para entender si se trata de un valor absoluto o relativo, de una tasa, una razón, un índice, etc., así como a qué grupo de población, sector económico o producto se refieren y si la información es global o está desagregada por sexo, edad, años o región geográfica” (Mondragón, 2002). De Relativa Permanencia Temporal. Mantenerse a disposición por períodos de tiempo extendido, a fin de que pueda observase su comportamiento a través del tiempo y sobre diferentes regiones y/o unidades administrativas. Versatilidad. Que sean útiles para estimar el impacto de dos o más hechos o políticas, o viceversa. De todos modos, debe considerarse siempre que para lograr una compresión acabada de fenómenos sociales complejos, se requerirá la utilización de un conjunto de indicadores que midan el desempeño de distintos sectores, a fin de lograr información de funcionamiento global del mismo. Comprensible. Ser claro, de fácil socialización y comprensión para todos los posibles receptores, de forma que no haya dudas o confusiones acerca de su significado. Es deseable también que sea aceptado por aquellos, como expresión del fenómeno a ser medido. Fiable. Que la recolección de la información permita construir el mismo indicador de la misma manera y bajo condiciones similares, año tras año, de modo que las comparaciones no estén sujetas a las casualidades o el azar.
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Sensible. Es decir, permeable a cambios en el fenómeno, tanto para mejorar como para empeorar, de manera que pueda reflejar en su resultado distinciones finas de la magnitud que se quiere medir. Las fronteras de esta característica, deberán ser medidas en cada caso debido a que la sensibilidad no es absoluta. Accesible. Teniendo en cuenta las variables de costo-beneficio en cuanto a tiempo y recursos disponibles para su construcción, es preferible que sean medibles a partir del conjunto de datos disponibles.
En los casos de indicadores que se encuentran englobados en un “sistema de indicadores”, deberán además cumplir con la condición de interconexión, es decir, interrelacionarse sobre la base de criterios comunes de selección, clasificación y definición, previamente establecidos (Maguid, 2000). En lo relativo a la tipología de los indicadores, existen una variedad de clasificaciones que han variado a lo largo del tiempo, como resultado de su establecimiento en relación con distintos criterios. Para Mondragón Pérez (2002) se distinguen a partir de la dimensión de la realidad que pretende cristalizar o el campo de conocimiento que se pretende analizar: económico, social, político, humano, ambiental, etcétera. De alguna manera, es lo que Dávila Díaz y otros autores definen como “según la naturaleza del objeto a medir”, y que a su vez subdividen en: Indicadores de realización Indicadores de resultados Indicadores de impacto Dávila Díaz considera, en este sentido, que uno de los tipos de indicadores más utilizados son los de carácter económico. Sugiere que los mismos son: eficacia eficiencia impacto Los indicadores de resultado e impacto pueden ser interpretados también como indicadores “finales”, en el marco de un proceso cuyo inicio puede analizarse a través de indicadores “causales”. Al mismo tiempo, resulta de vital importancia la consideración de los indicadores sociales, aquellos que permiten evidenciar el grado de bienestar de una sociedad, proporcionando respuestas a diversos problemas e información de carácter empírico.
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Dicha información resulta relevante para la toma de decisiones en el ámbito de las políticas públicas a ser aplicadas, o ya en desarrollo en diversos niveles (nacional, sub-nacional, sectorial, transversal y micro) (Cecchini, 2005). El nacimiento de este tipo de indicadores, en el campo de las ciencias sociales, se produjo a mediados de los años sesenta del siglo veinte en los Estados Unidos. En las últimas décadas han adquirido una gran relevancia como consecuencia del cuestionamiento al que ha sido sometida la hipótesis del crecimiento económico, como única medida del bienestar y progreso de los países. Dicha situación generó la necesidad de adquirir información adicional sobre la situación social, lo que ha derivado en la elaboración y puesta a prueba de esquemas de indicadores pluridimensionales de perspectivas amplias e integrales. Ahora bien, retomando la clasificación de indicadores, coincidimos con Mondragón Pérez (2002) en que pueden también diferenciarse por el tipo de medida o procedimiento estadístico utilizado para su obtención. Desde el segundo criterio se pueden encontrar indicadores “objetivos” y “subjetivos”. “Los primeros se basan en evidencias externas independientes del informante (como podría ser el nivel educativo de la población), suponiendo que los métodos de captación, procesamiento y divulgación de la información son objetivos. Los segundos son juicios, casi siempre en modo y en concepto, y reflejan percepciones y opiniones de la población con respecto a su situación, a la de la sociedad o al país” (Mondragón Pérez, 2002). En relación a los primeros, podríamos afirmar que guardan una estrecha relación con los indicadores de análisis denominados como “cuantitativos”; a diferencia de los segundos que estarían vinculados con los indicadores llamados “cualitativos”. Dependiendo del tipo de medición o procedimiento estadístico de obtención, los indicadores pueden ser discriminados entre “simples”, cuando se trata de una estadística que toma en cuenta una sola variable (por ej. promedio de habitantes por médico), o “sintéticos”, si se trata de una agregación o combinación de múltiples variables pertenecientes a un sector determinado, lo que resulta en una síntesis informacional global del mismo. Estos últimos suelen llamarse también indicadores “compuestos” (o “índices”) entre los cuales se encuentra
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el paradigmático Índice de Desarrollo Humano elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. El mismo se configura en la interacción de variables demográficas, de salud, de educación, y de ingresos, entre otras (Cecchini, 2005; Mondragón Pérez, 2002). Si se pretenden destacar los avances o atrasos en algún aspecto de la realidad, en función de un objetivo establecido, puede hablarse de indicadores “positivos” o “negativos”. Un ejemplo es el caso de la educación, en la que podemos hablar de índices de alfabetismo o analfabetismo. Existen indicadores “intermedios” que son tomados como “factores causales” de una situación actual. Los mismos pueden ser considerados igualmente neutrales en el sentido de que brindan información sobre un estado de cosas cualquiera (como la tasa de matrícula en educación universitaria), de la cual, si bien se espera que alcance el máximo del porcentaje, se sabe que es imposible que absolutamente toda la población alcance ese nivel de estudios (Cecchini, 2005). Conviene considerar que los indicadores no tienen por función exclusiva medir resultados o impactos, sino también -y simplemente- la evolución de una determinada política, proyecto o proceso. Los indicadores pueden expresarse en términos “absolutos”, en los en que se realiza una medición total (como la población total de una provincia), o “derivados”, cuando el proceso de cálculo relaciona dicha medición con otras magnitudes. Por ejemplo, cuando se establece la posición relativa de un país con respecto al índice de desarrollo humano (Cecchini, 2004; Mondragón Pérez, 2002). Entre los esquemas de indicadores que se aplican con regularidad, tanto en el ámbito privado como en el de la administración pública, se encuentran principalmente los “de gestión” y los “de resultado”. Los primeros tienen por objetivo medir el desempeño de un proceso determinado y detectar desviaciones que, a partir de algún nivel de referencia, puedan ser corregidas o prevenidas según el caso. Los segundos, simplemente centran su atención en los productos o corolarios finales del proceso. La mayoría de los indicadores utilizados en la administración pública, incluyen también indicadores “de contexto”, que son aquellos que permiten contar con información del ambiente que podría, eventualmente, afectar la
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situación social, económica o ambiental del fenómeno bajo observación. Un ejemplo de indicador contextual muy utilizado es el Producto Interno Bruto, que estima la producción total de bienes y servicios finales dentro de un país.
¿QUÉ ES UN INDICADOR ESTADISTICO DE GÉNERO?
Los indicadores de género son las medidas que buscan demostrar los cambios sociales en términos de relaciones de género1 a lo largo del tiempo. Siguiendo a Dávila Díaz afirmamos que su utilidad se centra en la habilidad de señalar: - La situación concerniente a mujeres y hombres (Dávila Díaz, 2004). - Los cambios producidos entre las mujeres y los hombres en distintos momentos y en diferentes espacios. Dichos indicadores no son interdependientes sino que responden a una estrategia definida con anterioridad y de común acuerdo. “La construcción de un sistema de indicadores implica la valoración y elección de aquellos que mejor se adecuen a las características de nuestra investigación. Asimismo se debe asignar un peso a cada indicador en relación con los otros indicadores del sistema.” (Programa Mujeres Líderes, 2008). En este sentido, se debe partir de un modelo en el cual se definan claramente los objetivos de la aplicación de los indicadores, así como la relación y la interdependencia entre las variables que intervienen en su obtención y sobre las cuales se procederá a recoger información. Siempre se recomienda seleccionar un número reducido de indicadores, de forma que el sistema sea simple y comprensible para facilitar su manejo y posterior divulgación a las partes interesadas. El proceso de selección de indicadores es complejo debido a que requiere, al mismo tiempo, de una coherencia interna y de una relación directa con el proceso de diagnóstico y planificación del proyecto. En este sentido, es conveniente que una primera elección y 1
El género es un concepto social que, teniendo como base la idea de la diferenciación biológica de los
sexos, define más particularmente las diferencias y desigualdades de roles establecidos a través de la cultura, la economía, la historia y la religión, entre otros factores.
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definición de indicadores de género se produzca “en el mismo momento en el que se diseño el marco global del proyecto e irá evolucionando en la medida en que se perfilen los objetivos y actuaciones en sus distintos niveles de concreción” (Programa Mujeres Líderes, 2008). Las áreas temáticas que se eligen para los indicadores de género suelen ser: participación en la actividad económica, la mujer y la pobreza, educación, capacitación, participación política de la mujer, y violencia contra la mujer (Cecchini, 2005).
¿PARA QUE SE UTILIZAN DICHOS INDICADORES?
El principal objetivo para utilizar indicadores de género es comprobar el cumplimiento por parte de los Estados, de los acuerdos llevados a cabo en el ámbito regional, nacional o supranacional y hacer un seguimiento de la situación de mujeres y hombres2 (CEPAL, 1999). Parten de la base de que existe el rol de género e indican los cambios de estatus del hombre y la mujer en un lapso. Por lo tanto permiten: - Ver en qué medida hombres y mujeres participan en proyectos y las razones de sus ausencias en los mismos. - Ver en qué medida se han tomado en cuenta las necesidades e intereses (básicos y estratégicos) de hombres y mujeres y si las acciones responden a los mismos. - Observar en qué forma se trata o ignora la discriminación de género, es decir, señalar cómo es esa participación para ambos sexos. - Ver en qué medida un proyecto o programa afecta al rol de género y si éste varía en el tiempo. (Dávila Díaz, 2004).
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Entre los acuerdos de mayor relevancia a nivel internacional que incluyen disposiciones relativas a la
temática se encuentran: la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), el Pacto Internacional sobre los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966), Declaración de México sobre la Igualdad de Acción de las Mujeres y su Plan de Acción Mundial (1975), Tercera Conferencia Mundial sobre la Mujer (Nairobi 1985), la Plataforma de Acción Mundial de Beijing y el Programa de Acción Regional para las Mujeres de América Latina y el Caribe (1995-2001), y los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas (2000).
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Los enunciados de los diversos acuerdos celebrados -cuyo cumplimiento se intenta verificaraluden a aspectos diferentes: algunos se refieren a medidas que habría que tomar para avanzar en el mejoramiento de la situación de la mujer; otros se expresan directamente en términos de los resultados requeridos para alcanzar la igualdad de género. Este hecho presenta ciertas complicaciones debido a que los enunciados son el punto de partida del que se desprenden los indicadores, que a su vez, sólo pueden contestar preguntas muy precisas en el marco de investigaciones específicas (CEPAL, 1999).
¿EN QUÉ CASOS ES PERTINENTE SU UTILIZACIÓN?
La pertinencia de su utilización puede responder a una variedad infinita de situaciones y contextos. No obstante, podríamos afirmar -de manera general-, que su utilización resulta conveniente en todas aquellas situaciones en donde se pretenda visibilizar y modificar situaciones en las cuales, de forma explícita o implícita, perceptible o imperceptible, se vulneren o degraden los derechos, la dignidad e integridad física y moral de la/s mujer/es. Al mismo tiempo, dichos indicadores pueden resultar de gran utilidad para ampliar la base de información de las sociedades (Guzmán, 2001) y realizar diagnósticos que clarifiquen las condiciones de las mujeres en determinados sectores y situaciones. Consideramos que la disponibilidad de estos datos permitiría: de género en la agenda pública e institucional escenarios de mayor igualdad y equidad en las relaciones de género. También podemos sostener que tal pertinencia yace en la base de una misión más general. La humanidad actual sigue teniendo por tarea y por desafío la construcción colectiva de sociedades más justas y democráticas que den “prioridad a la solidaridad, el respeto, la convivencia, la igualdad y el poder para crear, para transformar, para crecer en la justicia social, desde la equidad” (Castro García, sin fecha).
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