CERCO II_T_MD.indd 1
10/1/20 17:15
Namsos, 2 de julio de 2006 Del Bronx a la isla de Otterøya
Qué calor. Bajo la ventanilla con la manivela, apoyo el codo en el marco y miro el reloj, las doce menos cuarto, hace un cuarto de hora que debería estar aquí, en fin, supongo que vendrá enseguida. No me queda otra que esperar. Levanto las manos, me las paso por la cabeza con un bostezo, entrelazo los dedos por detrás de la nuca y cierro los ojos. Me relajo unos segundos, se nota que es viernes, sin duda, siento el cansancio en todo el cuerpo, menos mal que queda poco para el fin de semana. Pasa un momento, bostezo de nuevo, abro los ojos y ahí está, en la parte de atrás del centro comercial, hablando con un tipo que lleva el uniforme verde y blanco de la tienda Domus. ¿Está hablando con Benjamin? Mira que creo que es Benjamin. Vaya, Benjamin se ha buscado un trabajo de verano en Domus, me alegro, Jørgen también debería buscarse un trabajo, los días se le hacen muy largos. Ya es un poco tarde para buscarse un trabajo de verano, claro, pero siempre podría preguntar a Torstein si aún quiere pintar el establo, eso le iría bien a Jørgen. Y si eso no saliera, quizá podría buscarle algo en la piscifactoría, dentro de poco empezaremos con la campaña de vacunación y nos vendría muy bien que nos echara una mano. En fin, ya veremos. Asomo la cabeza por la ventanilla para llamarlo, pero no llego a hacerlo porque ya me ha visto, levanta la mano para despedirse
9
CERCO II_T_MD.indd 9
10/1/20 17:15
de Benjamin con uno de esos gestos cool que habrá aprendido de los raperos de la televisión o algo así, y ni siquiera mira a Benjamin al hacerlo, al venir hacia mí mantiene la vista clavada en el asfalto. Observo cómo arrastra los pies al cruzar el aparcamiento, miro sus pantalones enormes, la visera roja en la nuca y el monopatín bajo el brazo. Sonrío, qué remedio, trata de ser tan duro que resulta cómico. Apoyo la mano izquierda sobre el volante recalentado por el sol y giro la llave de arranque con la otra. El motor se resiste un poco, renquea, pero por fin arranca. De pronto me acuerdo de la bolsa de la licorería, me la dejé ayer sobre la sillita de Daniel, se me olvidó meterla en casa. Me vuelvo, agarro la chaqueta y tapo la bolsa. En realidad no sé por qué lo hago, Jørgen ya ha dejado de inquietarse, me ha visto beber tantas veces que sabe que no me afecta igual que a su padre y ya no tendría por qué andar escondiéndole la bebida. Al cabo de un segundo, quito la chaqueta que cubre la sillita y dejo la bolsa visible, ya está bien de tonterías. Me vuelvo de nuevo y veo a Jørgen detenerse para escupir el tabaco de mascar que lleva debajo del labio, luego se pasa la lengua por el interior de la boca y vuelve a escupir antes de continuar. Al inclinarme sobre el asiento del acompañante, veo una botella de Coca-Cola vacía y un papel de perrito caliente arrugado y con manchas de kétchup. Lo tiro todo al suelo, abro la puerta y me enderezo, luego miro a Jørgen y le sonrío mientras se acomoda en el asiento. —¡Hola! —le digo. —Hola —responde, se coloca el monopatín sobre los muslos y cierra de un portazo. Huele a una mezcla de tabaco y perfume de hombre. —Procura que el monopatín no toque la palanca de cambios —le digo. —Skate-board —me corrige con aire de fastidio.
10
CERCO II_T_MD.indd 10
10/1/20 17:15
—Sorry —le digo—. Siempre se me olvida que en realidad eres del Bronx. Aunque en este país se dice monopatín. —Idiota —me dice sin mirarme, intenta refunfuñar, pero noto que le ha hecho cierta gracia y que se esfuerza por no sonreír—. Quizá en la isla de Otterøya digan monopatín, pero aquí, en Namsos, decimos skateboard —replica. —En el gueto de Namsos, quizá —le digo—. Pero en el resto de Namsos no, ¿verdad? —Idiota —repite, intenta parecer un poco más enfadado, como agresivo, pero veo que le hace gracia porque se muerde los carrillos para que no se le estiren los labios y parezca contento. —Bueno, ponte el cinturón—le digo. Se vuelve hacia mí fingiendo sorpresa, como si lo de usar cinturón no fuera de hombres, y me mira como preguntando si hablo en serio. —Ponte el cinturón, Jørgen —le digo con una sonrisa. —Yeeez —responde, resoplando con una sonrisilla y sacudiendo la cabeza con fastidio. Luego se gira para agarrar el cinturón, pasa un instante, y de pronto me fijo en lo que lleva en el bolsillo de la chaqueta, una bolsa que contiene algo brillante y que, al girarse, ha asomado del bolsillo. —¿Qué es eso? —le pregunto. —¿Cómo? —dice y me mira a la vez que tira del cinturón. —Eso —le digo, señalando con la cabeza su bolsillo. Él se lo mira de refilón y, como si de pronto entendiera a qué me refiero, me mira de nuevo e intenta parecer tranquilo, aunque es obvio que está inquieto. —Una cadena —dice animoso y se encoge un poco de hombros, finge que le sorprende la pregunta, pero noto que está incómodo. Aparta la mirada en un gesto que pretende ser casual, baja la vista y simula tener dificultades para ajustarse el cinturón.
11
CERCO II_T_MD.indd 11
10/1/20 17:15
—Ah, ya. Me dejas verla, ¿o qué? Levanta la vista de nuevo y de pronto parece molesto, cambia de tercio y se pone agresivo en cuestión de segundos. —¡Por Dios! —exclama—. Tengo el recibo, así que relájate. —¿Qué quieres decir con eso? —Que no la he robado —contesta. —No he dicho que la hayas robado. —No, pero sé que lo estás pensando —dice. Lo miro sin decir nada, no es seguro que haya robado la cadena, podría haber robado el dinero para comprarla, qué sé yo, pero está claro que me oculta algo, hasta ahí llego. Me clava la mirada y veo que se está calentando, quizá piense que, al enfadarse, parece menos culpable, trata de hacerme creer que es inocente fingiendo estar enfadado, ofendiéndose. —Si no me crees, mira —dice, alzando la voz a la vez que planta los pies en el suelo y levanta el trasero lo suficiente para meterse la mano en el bolsillo del pantalón y sacar un papel—. ¡Mira! —repite y me muestra un recibo: Joyería Ofstad, 1.499 coronas, pone. Lo leo de nuevo y lo miro. —¿Mil quinientas coronas? —le pregunto—. ¿Y de dónde has sacado tú mil quinientas coronas? Si no tienes dinero ni para pagarte el autobús a la ciudad. Pasa un segundo. —¡Me lo ha prestado Benjamin, joder! —me espeta con rabia, parece escupir las palabras. Luego me mira con la boca entreabierta, negando con la cabeza como si no hubiera el menor motivo para dudar de sus palabras. No digo nada, pero le mantengo la mirada. No sé hasta qué punto debería presionarlo, veo que estoy empezando a comportarme como un padre y sé cómo reacciona cuando siente que intento
12
CERCO II_T_MD.indd 12
10/1/20 17:15
suplantar al suyo. No hay cosa que le fastidie más, así que tengo que andarme con ojo. Por otro lado, no puedo dejar que salga airoso de esta, le haría un flaco favor. —De acuerdo —le digo y llevo la mano al cierre del cinturón de seguridad—. Pero como no me gusta que debas tanto dinero, ahora mismo vamos a buscar a Benjamin y le pago lo que le debes —le digo, señalando la escalera trasera del centro comercial. Miro a Jørgen y Jørgen me mira a mí, pasa un segundo y por fin asume que lo he pillado. No dice nada, simplemente vuelve la cabeza con cara de pocos amigos. Yo tampoco le digo nada de momento, la verdad es que me da un poco de pena, pretende ser tan streetwise, como dice él, está empeñado en parecer tan listo, en demostrar que no se deja engañar, pero al final es muy fácil pillarlo. Con un suspiro, me paso la mano por la cabeza, espero un momento y luego piso el embrague, meto primera y suelto el pedal, oigo el ruido que produce el remolque al pasar por encima de los badenes del aparcamiento. —No habrás vuelto a trapichear, ¿no? —le pregunto con voz cansada, casi con desaliento, y me vuelvo para mirarlo a la cara. No responde, se mantiene impasible, con mal gesto, pero no protesta, de modo que entiendo que he acertado: ha vuelto a vender droga para alguno de sus amigos mayores—. ¿Y ahora qué le digo a tu madre? —le insisto. —Me importa una mierda lo que le digas —responde. —Ya —replico—. Pero te aseguro que a ella sí le va a importar lo que le diga. —Me importa una mierda. —Vaya —murmuro—. Últimamente te iba muy bien. ¿No entiendes que se va a llevar un disgusto? —Pues no le digas nada.
13
CERCO II_T_MD.indd 13
10/1/20 17:15
Detengo el coche en el cruce, lo miro un momento al salir a la calle Gullvikvegen y vuelvo a fijar la vista en la calzada. —¿Intentas encasquetarme el muerto? —le pregunto. —¿Qué? —El que la decepciona eres tú, aunque sea yo quien le cuenta lo que haces —aclaro. Vacila un rato, mira a través del parabrisas. Una cuadrilla de la empresa de obras públicas está asfaltando la calzada frente a la rotonda de Vulken. Piso el freno hasta detener el coche, vienen varios vehículos de cara, habrá que esperar un rato, apoyo la cabeza en la mano izquierda mientras observo a los trabajadores, se han quitado algo de ropa por el calor, llevan el torso desnudo y unos pantalones naranja. Esparcen el asfalto aún humeante con ayuda de palas y rastrillos. —De todos modos, no es asunto tuyo —murmura Jørgen. —Pero, Jørgen —le digo, dirigiéndole la mirada. —No eres mi padre. —Ya lo sé. —Entonces, ¿por qué te comportas como si lo fueras? —pregunta. —Jørgen, estoy con tu madre, vives en mi casa… ¿No crees que tengo cierto derecho a exig…? —¿Piensas que voy a aguantar que me eches la bronca porque seas dueño de la casa en la que vivo? —me interrumpe. Cierro los ojos un instante y luego los vuelvo a abrir, he escuchado tantas veces la misma cantinela que casi me la sé de memoria, arqueo un poco las cejas y suspiro. —No, no lo pienso. Y tampoco pienso que te esté echando la bronca, si te digo la verdad. —Como si yo quisiera vivir en tu puta casa —murmura. —Jørgen, entiendo…
14
CERCO II_T_MD.indd 14
10/1/20 17:15
—¡Ni de coña! —me interrumpe—. No entiendes lo que es vivir en el campo cuando todos tus amigos viven en la ciudad. —En Otterøya también podrías hacer amigos. —Sí, claro. —¿Por qué no? —¡Por Dios! ¿Me ves vestido con uno de los monos verdes de la cooperativa? —pregunta. —En Otterøya no hay un solo chico de tu edad que lleve el mono verde de la cooperativa —le digo mientras arranco de nuevo el coche, luego me paso al carril izquierdo y adelanto a los trabajadores. Cuando pasamos, aumenta el volumen de sus voces y siento el fuerte olor del asfalto caliente. —Quizá no —dice Jørgen—, pero en Otterøya no hay más que campesinos, esa es la cuestión. ¿No lo entiendes? —Y se esfuerza por hacer una mueca de fastidio. —Si intentaras conocer a alguno, creo que notarías que no son tan diferentes a ti como imaginas. —Si tú lo dices… Un breve silencio. Cambio de segunda a tercera y acelero al salir de la rotonda, luego cambio de tercera a cuarta y piso el acelerador al entrar en el túnel de Vika. —Todo el mundo se viene a la ciudad, y mamá y yo hacemos lo contrario —continúa Jørgen—. Me pregunto por qué —dice, lo dice fingiendo extrañeza, como subrayando que conoce perfectamente la respuesta a su pregunta—. ¿Quizá tenga que ver con que mamá quiere mantenerme alejado de mi padre? —continúa, luego espera un instante y se vuelve hacia mí, intentando forzar una sonrisa de sarcasmo—. Tú tampoco crees que mamá te quiere de verdad —continúa—. Supongo que entiendes que solo nos hemos ido a tu casa porque quería alejarme de mi padre Y de mis amigos, claro.
15
CERCO II_T_MD.indd 15
10/1/20 17:15
No le digo nada, quizá debería enfadarme cuando se pone así de impertinente, pero no me sale, exagera tanto que no logra enfadarme, simplemente termina hartándome. Salimos del túnel y continuamos por la recta de Bråten. A lo lejos, el aire caliente vibra sobre el asfalto gris. —No todo gira en torno a ti, Jørgen —le digo. —No, pero esto, en concreto, sí —responde. Estoy a punto de recordarle que, después de que se vinieran a vivir a casa, su madre y yo decidimos tener a Daniel, pero no lo hago, no pienso meterme en una ridícula discusión sobre cuánto nos queremos su madre y yo, faltaría más. —Me doy cuenta de que intentas enfadarme —le digo—. Pero no lo vas a conseguir, así que será mejor que lo dejes. —¿Por qué coño iba a querer enfadarte? —Quizá porque prefieres seguir creyendo que tengo algo contra ti —respondo. —¿Qué coño quieres decir? No le contesto enseguida, al fin y al cabo sé lo que se le pasa por la cabeza, piensa que queriéndome traicionaría a su padre y por eso necesita que nos llevemos mal, por eso anda siempre provocándome, intentando enfadarme, generando conflictos y discusiones que eviten que acabe gustándole. Me vuelvo para decírselo, pero no lo hago, será mejor dejar a su padre al margen de todo esto, aunque solo sea por Jørgen. Vuelvo a fijar la vista en la carretera. —¿Ahora vas de shrink? —pregunta. —¿Que si voy de qué? —De psicólogo. —Solo digo que me caes bien —respondo—. Incluso muy bien. —Estás con mi madre, ¿qué vas a decir? —me espeta.
16
CERCO II_T_MD.indd 16
10/1/20 17:15
—Escucha, Jørgen. Me gustas —insisto—. Me gustas tanto que me asusto cuando te metes en líos. —Si no tienes nada contra mí, ¿por qué te ríes de mi estilo? —No lo hago. —¿Ah, no? Y lo que acabas de decir del Bronx, ¿qué era? ¿Imaginaciones mías? Y lo de la talla de los pantalones, lo de que se me ve medio culo y todo eso, ¿también me lo imagino? —Es broma. Supongo que lo entiendes, ¿no? —respondo. —Broma —repite con indignación—. ¡Te ríes de mí! ¡Y estoy hasta los cojones! Lo miro y dejo pasar un momento antes de seguir hablando. Sé perfectamente que no siente que me río de él, solo lo dice para tener algo que reprocharme ahora que lo he confrontado con el robo y el trapicheo de hachís, como lo he pillado, quiere devolvérmela, así que pasa a la ofensiva y se agarra a estas tonterías. —De acuerdo —le digo—. Ha sido un malentendido, pensaba que me seguías la broma. Pero está claro que no, de modo que dejaré de hacerlo —le digo, reconociendo hasta cierto punto que yo también me he equivocado para que se sienta menos humillado—. Perdona —añado, a la vez que lo miro, pero él no se molesta en levantar la vista. Mantiene el gesto de mal humor, supongo que está agobiado por lo que le va a decir Helen cuando se entere de que ha vuelto a las andadas. Se hace un silencio. Pasamos el cruce de Vemundvik, remontamos la cuesta y la bajamos por el otro lado para coger el puente de Lokkar, llevo una mano sobre el volante y la otra asomada por la ventanilla, noto el aire acariciarme el antebrazo desnudo antes de colarse por dentro de la manga de la camisa, huele a mar. Por la ventanilla, veo los destellos del fiordo, hace un día realmente precioso: el sol brilla y el mar está en absoluta calma.
17
CERCO II_T_MD.indd 17
10/1/20 17:15
Miro de refilón a Jørgen cuando salimos del puente y pasamos a la isla de Otterøya. —¿Quieres un cigarro? —le pregunto. Me saco del bolsillo de la camisa el paquete de tabaco de liar y se lo paso, no sé muy bien por qué lo hago. Ni a Helen ni a su padre les importa y sé que se mete cosas mucho peores, pero, aun así, no tengo por costumbre ofrecerle tabaco. —¿Ahora quieres que seamos amigos? —Ya basta, Jørgen —le digo con un leve suspiro. —No creas que basta con ofrecerme un cigarrillo para ponerme de buen humor. —¿Quieres liarte un cigarro o no? —le pregunto sin apartar la vista de la carretera, luego me vuelvo hacia él, veo que mantiene la misma cara de perro, pero duda un poco y acaba arrancándome el paquete de la mano—. Líame uno a mí también, por favor —le digo. No tengo ganas de discutir, no merece la pena, si quiero ayudar a Jørgen a cambiar, solo puedo hacer una cosa: comportarme como quisiera que se comportara él, el ejemplo es lo único que vale. Si mantenemos la calma y hablamos las cosas, supongo que, con el tiempo, terminará adoptando la misma actitud. Espero que Helen haga lo propio cuando se entere de que Jørgen ha vuelto a liarla, espero que mantenga la calma para hablar con él y que no se ponga histérica ni le suelte todo tipo de amenazas. Es difícil predecir cómo va a reaccionar Helen, unas veces se toma a la ligera lo que otros considerarían una catástrofe y otras, monta en cólera por cualquier cosa, por insignificante que sea. Depende de cómo esté de fuerte y de su estado de ánimo, de si ha tenido muchos dolores o no. Llevamos un tractor delante, así que cambio de carril para adelantarlo, me queda poco margen antes de una cuesta con poca
18
CERCO II_T_MD.indd 18
10/1/20 17:15
visibilidad, pero no tengo paciencia para quedarme detrás del tractor durante todas las curvas que tenemos por delante, así que me arriesgo y lo adelanto a una velocidad que supera con creces los cien por hora, siento un cosquilleo en el estómago al pasar la cima de la cuesta. Cojo aire y suelto un callado suspiro, preferiría no contarle a Helen lo que ha pasado, aunque tenga derecho a saberlo por ser su madre. Pero me temo que no servirá de nada, que no será capaz de aguantarlo y que su reacción lo empeorará todo más de lo necesario, además la semana laboral me ha dejado tan baldado que no estoy para mucho jaleo. —Toma —dice Jørgen, pasándome el paquete de tabaco junto con un cigarrillo liado. —Gracias —le digo, me meto el cigarro entre los labios y el paquete en el bolsillo de la camisa—. ¿Tienes fuego? —pregunto, mirándolo de reojo. Saca un Zippo plateado que no he visto nunca, lo abre con un certero golpe sobre la tapa, guiña un ojo y cubre el pitillo con la otra mano mientras se lo enciende, luego da una calada profunda que hace que se le hundan las mejillas. Fuma de manera muy estudiada, igual que los hombres duros de las películas. Después me pasa el mechero sin decir palabra, ni siquiera me mira, se limita a bajar la ventanilla y apoyar el antebrazo sobre el marco, con esa pose de chulo casi me resulta cómico, es como un niño pequeño: miente con torpeza y se pone difícil cuando lo enfrento a sus mentiras y, aun así, logra meterse en el papel de machote. Me enciendo el cigarro y le devuelvo el mechero, conduzco con una mano sobre el volante y el cigarrillo en la comisura de los labios. Pasa un momento. —No voy a contárselo a tu madre —le suelto de repente, mientras expulso el humo por la nariz y lo miro fugazmente antes de
19
CERCO II_T_MD.indd 19
10/1/20 17:15
volver a fijar la vista en la carretera—. Pero te pongo una condición: tienes que aceptar un trabajo de verano en la piscifactoría —digo y vuelvo a mirarlo, él me devuelve la mirada, pero no contesta de inmediato, tiene una expresión ligeramente sorprendida. —Vale —responde, intentando sonar tranquilo e indiferente, pero se nota que está aliviado, que se alegra, se lo noto en la voz. Quiere aparentar a toda costa que no le importa lo que le digamos ni lo que pensemos su madre y yo, pero al final resulta que le importa y ahora está aliviado. —Pero escucha, Jørgen —insisto y lo miro con severidad, siento la necesidad de indicarle que esta vez voy en serio—: Esta vez tendrás que mostrarte digno de la confianza que deposito en ti, ¿de acuerdo? —le digo—. Tienes que dejar de trapichear con hachís y todas esas tonterías. Y en cuanto al trabajo, tienes que llegar a tu hora por las mañanas y hacer lo que se te pida —continúo y espero un momento, estoy a punto de preguntarle si lo ha entendido, pero no lo hago, tampoco quiero herir su autoestima, es tan sensible y tan fácil de humillar… Como sienta que no lo tomo en serio o que decido por él, corro el riesgo de echarlo todo a perder, debo procurar que tenga cierta sensación de elegir, es la única manera de convencerlo—. ¿De acuerdo? —repito. —Vale —dice, y le da otra calada al cigarro. Bajamos la cuesta y pasamos por delante de la iglesia, de repente me siento más ligero, estoy contento de haber resuelto el asunto de esta manera, creo que así será mejor para todos, no solamente he evitado que Helen se entere de que Jørgen ha vuelto a meterse en líos, también he conseguido que Jørgen empiece a trabajar, que tal vez sea lo mejor de todo, eso lo ayudará a no meterse en líos durante una temporada.
20
CERCO II_T_MD.indd 20
10/1/20 17:15