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INTERIORISMO

Los inquilinos

Lujo del

De cómo un hotel en Dorado se convirtió en el albergue favorito de los "jetsetters"

E

S 1937 y Amelia Earhart otea la pista de aterrizaje desde el horizonte. Veinte mil tonos de verde saltan a su vista. Verde claro, verde azul, verde monte. Y el océano doradense chispea. Desde el terreno llano que circunvalan las aguas, le saluda su amiga Clara Livingston, la dueña de una histórica casona frente al mar de Dorado. Con botas a la rodilla y caballo blanco incluido. Toda una doña Bárbara, pero sin Santos Luzardo por el que pelear. Livingston ha heredado la propiedad de su padre, el doctor Alfred T. Livingston, quien la trajo en 1905 junto a su familia a la Isla, procurando un estilo de vida más sosegado que el que vivían en Nueva York. Pero antes de la visita de Amelia, en 1928, Clara tuvo muchísimo trabajo inmortalizando la memoria de su padre en ese lugar paradisíaco llamado La Sardinera, donde la luz se confundía con el mar en una sola estampa. El huracán San Felipe había hecho estragos varios meses atrás, y Clara tuvo que levantar la estructura asegurándose que la casa, ahora llamada Su Casa, se construyera en masilla española para que ningún otro siniestro pudiera derrumbar la morada de sus memorias.

CLARA LIVINGSTON junto a Amelia Earhart. Su Casa fue UNA PUERTA AL MAR. Fachada de Su Casa, suite presidencial del Dorado Beach, A Ritz-Carlton Reserve.

La entrada de la casona está diseñada para enfocar la vista en el mar, apenas llegas.

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una de las últimas paradas antes de que se perdiera su rastro en aquella trágica travesía.

EN 1905 el doctor Alfred T. Livingston compró 1,700 acres en Dorado, donde levantó la finca La Sardinera -hoy Su Casa-. En aquel entonces la zona no exhibía el esplendor de ahora.

Según Clara, su padre plantó una a una las palmas que habrían de formar el paraíso que es hoy la zona de Dorado Beach, A Ritz Carlton Reserve.

LAURANCE S. ROCKEFELLER durante una conversación con DWIGHT D. EISENHOWER, 34to. presidente de Estados Uni- Clara Livingston y el gobernador de Puerto Rico en esa época,

dos, visitó el Dorado Beach a petición de Rockefeller.

Luis Muñoz Marín, en la gala inaugural del Dorado Beach.

ROCKEFELLER junto a su esposa Mary,

en una de sus visitas a la Isla.

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