Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes

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Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes

“Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras y conforma tu vida con el misterio de la Cruz”. (Rito de Ordenación de Presbíteros)

Solemnidad “Sagrado Corazón de Jesús” Viernes 19 de Junio del 2020

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PRESENTACIÓN

Queridos hermanos: Al conmemorar este año la Solemnidad del “Sagrado Corazón de Jesús”, agradecemos a Dios por la posibilidad de unirnos para celebrar la “Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes”. En este tiempo, marcado todavía por la tristeza y el sufrimiento a causa del coronavirus, pero desde la fe y la esperanza fortalecidas en la Pascua que hemos celebrado, podemos ver más allá del dolor; por ello, somos invitados a levantar la mirada y fijarla nuevamente en el Señor Jesús, para reconocer los dones que Él no cesa de ofrecer a la Iglesia y al mundo entero. Hoy especialmente agradecemos por el don del Sacerdocio ministerial y reconocemos en nuestros Sacerdotes su admirable entrega, de manera muy especial en estas circunstancias donde vemos a un Sacerdote en todo y para todos. Así mismo, la Congregación para el Clero, haciendo eco al Magisterio de Papa Francisco, nos propone reflexionar sobre algunas palabras pronunciadas por Su Santidad en el 160° aniversario de la muerte del Cura de Ars: gratitud, misericordia, compasión, vigilancia y ánimo. La vivencia de estas actitudes nos llevará a ofrecer un Sacerdocio en plenitud: una vida entregada a Cristo y configurada plenamente con Él, lo cual se verá reflejado en un servicio humilde al Pueblo de Dios, haciéndonos “Sacerdotes con el Corazón de Cristo”.

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Con este espíritu ponemos en sus manos este folleto, cuyo contenido puede ser de ayuda para realizar momentos de oración, y así, seguir implorando de la Misericordia de Dios un aumento de santas vocaciones al Sacerdocio y el inestimable don de Sacerdotes santos para nuestro tiempo. Con mi bendición,

+ Mons. Carlos Enrique García Camader Obispo de Lurín Presidente de la Comisión Episcopal para el Clero, Seminarios y Vocaciones

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“Sacerdotes con el Corazón de Cristo” Cinco breves puntos de reflexión, desde el Magisterio del Papa Francisco El 4 de agosto del 2019, en el 160° Aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, Papa Francisco envió una Carta dirigida a los Sacerdotes, para agradecerles por su generoso servicio y animarlos a abrazar con amor su vocación (Papa Francisco, Carta a los sacerdotes en ocasión del 160° Aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, 4 de agosto, 2019). En este precioso escrito, el Santo Padre usa con frecuencia la palabra “corazón”, de la cual se puede empezar una reflexión y una meditación con motivo de la Jornada de Santificación del Clero, que se celebra cada año el día de la Solemnidad del “Sagrado Corazón de Jesús”. GRATITUD “Gracias por la alegría con la que han sabido entregar sus vidas, mostrando un corazón que con los años luchó y lucha para no volverse estrecho y amargo y ser, por el contrario, cotidianamente ensanchado por el amor a Dios y a su pueblo; un corazón que, como al buen vino, el tiempo no lo ha agriado, sino que le dio una calidad cada vez más exquisita; porque «eterna es su misericordia»”. Un corazón agradecido. Ser Sacerdotes según el Corazón de Cristo significa revestirse de Él, hasta tener Sus mismos sentimientos. Entre las muchas virtudes, el Corazón de Jesús es abierto a la gratitud; Él agradece al Padre por los prodigios que obra a los ojos de los pequeños, escondiéndolos a quien, en 5


cambio, cerrado en la presunción de la sabiduría humana, no es capaz de verlos (Cfr. Mt 11,25). Por esto, la gratitud es una cualidad específicamente cristiana y debe pertenecer al modo de ser del pastor; en efecto, San Pablo nos exhorta, así: “Estén siempre alegres, oren sin cesar, y den gracias a Dios en toda ocasión” (1Ts 5,16). El término que traduce “den gracias” es “eucaristía”. El Sacerdote es asimilado al Corazón de Cristo de forma especial en la celebración eucarística, que lo une al sacrificio de amor del Señor por Su Pueblo. Al mismo tiempo, Papa Francisco ha expresado muchas veces el sentimiento de gratitud del Pueblo de Dios hacia los presbíteros, por el generoso servicio y la ofrenda de su existencia. Para la reflexión personal:1 Al recibir el Sacramento del Orden estoy llamado a considerar lo que realizo e imitar lo que conmemoro y a conformar mi vida con el misterio de la Cruz. ¿Celebro la Eucaristía con fe y con un corazón agradecido por el don del Sacerdocio recibido?

MISERICORDIA “Por los escalones de la misericordia podemos llegar hasta lo más bajo de nuestra condición humana – fragilidad y pecados incluidos – y, en el mismo instante, experimentar lo más alto de la perfección divina: «Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso». Y así ser «capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse»”. Un corazón misericordioso. Cuando Jesús atraviesa las aldeas y ciudades, pasa sanando y haciendo el bien a todos los que son prisioneros del mal (Cfr. Hch 10,38). Jesús no teme contaminarse con la fragilidad humana, sino más bien, baja a los abismos de la debilidad humana y del pecado, para revelar el Corazón misericordioso del Padre que levanta de las caídas a cada uno de 1

Las preguntas para la reflexión personal son formuladas por nuestra Comisión Episcopal para el Clero, Seminarios y Vocaciones. 6


sus hijos y lo llama a la alegría del perdón. El nombre de Dios que Jesús nos revela es “misericordia”. En la Homilía de la Santa Misa por la clausura del Jubileo de la Misericordia, el Santo Padre afirmó que “la verdadera puerta de la misericordia es el Corazón de Cristo”. El Sacerdote, configurado con Cristo, es ante todo el ministro de la misericordia y la reconciliación. Llevando grabada en el corazón la memoria del haber sido mirado y llamado por el Señor no por sus méritos personales, y experimentando cada día el ser tocado por la misericordia de Dios en todo lo que vive y hace, él debe volverse signo acogedor del amor de Dios que quiere alcanzar a todos, en toda situación de la vida, para curar del mal. Necesitamos Sacerdotes con un trato misericordioso, que sean capaces de acoger, escuchar, y acompañar a los hermanos, especialmente en el Sacramento de la Reconciliación. Para la reflexión personal: Al experimentar la misericordia de Dios cada día ¿soy capaz de ofrecer misericordia a los demás con mi trato y en el Sacramento de la Reconciliación?

COMPASIÓN “Gracias por las veces en que, dejándose conmover en las entrañas, han acogido a los caídos, curado sus heridas, dando calor a sus corazones, mostrando ternura y compasión como el samaritano de la parábola (cf. Lc 10,25-37). Nada urge tanto como esto: proximidad, cercanía, hacernos cercanos a la carne del hermano sufriente. ¡Cuánto bien hace el ejemplo de un sacerdote que se acerca y no le huye a las heridas de sus hermanos! Reflejo del corazón del pastor que aprendió el gusto espiritual de sentirse uno con su pueblo”. Un corazón compasivo. Los Evangelios nos narran a menudo que Jesús siente profunda compasión ante las muchedumbres cansadas y oprimidas (cf. Mt 9,36). Él, en efecto, tiene “entrañas 7


que se estremecen”, especialmente cuando encuentra el dolor y el sufrimiento causados por la enfermedad, la marginación y toda forma de pobreza material y espiritual; como Buen samaritano, lleno de compasión, Él se detiene ante la carne herida de los hermanos, la restaura y la sana, volviéndose manifestación viviente del amor de Dios Padre. A los Sacerdotes, ministros del Cristo, se les pide el mismo corazón compasivo, que se expresa en la cercanía, en la participación real e integral a los sufrimientos y los problemas de la gente, en la capacidad de relaciones que encienden nuevamente la esperanza, en el cuidado de las heridas del Pueblo, especialmente a través de la mediación de la gracia sacramental. Para la reflexión personal: Con la alegría de saber que el Señor me ha llamado para servir a los demás ¿soy prójimo para los que sufren y necesitan de Dios? ¿Mi corazón es compasivo como el de Cristo?

VIGILANCIA “Desilusionados con la realidad, con la Iglesia o con nosotros mismos, podemos vivir la tentación de apegarnos a una tristeza dulzona, que los padres de Oriente llamaban acedia… Tristeza que vuelve estéril todo intento de transformación y conversión, propagando resentimiento y animosidad… Hermanos, cuando esa tristeza dulzona amenace con adueñarse de nuestra vida o de nuestra comunidad, sin asustarnos ni preocuparnos, pero con determinación, pidamos y hagamos pedir al Espíritu que «venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. Desafiemos las costumbres, abramos bien los ojos, los oídos y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz del Resucitado»”. Un corazón vigilante. Muchas veces Jesús ha recordado la importancia de la vigilancia del corazón que, como siervos fieles, nos hace esperar la pronta venida del dueño de la viña; se trata de 8


hacer espacio al don del Espíritu Santo que, también en medio de las tareas cotidianas y las oscuridades del tiempo presente, nos hace discernir la presencia del Señor, nos vuelve atentos a su Palabra, nos hace activos en la caridad de modo que no se acabe el aceite en la lámpara de nuestra vida y, como las vírgenes prudentes, vayamos al encuentro del Esposo que viene. El corazón se mantiene vigilante también a través de una lucha espiritual; Jesús mismo la enfrenta en el desierto, venciendo las tentaciones del demonio, y al final de su vida, recordando a sus discípulos que se durmieron en Getsemaní: “Estén despiertos y oren, para no caer en tentación” (Mt 26,41). El Sacerdote también se da cuenta de lo que el Papa ha llamado “el cansancio de la esperanza”, aquella amargura interior que a menudo nace de la distancia entre las expectativas personales y los frutos visibles del apostolado, o aquella aridez del corazón que frecuentemente lleva a arrastrar los compromisos pastorales y la misma oración a la costumbre, en la resignación e incluso a la incuria. Es necesario, por el contrario, dejarse “despertar” siempre por la Palabra del Señor y por el grito del Pueblo. Para la reflexión personal: En el ejercicio del ministerio sacerdotal experimentamos muchas exigencias pastorales. ¿Me conformo con las acciones logradas o me desanimo cuando las cosas no van bien? ¿Me mantengo en constante vigilancia desde mi vida de oración y una continua formación permanente?

ÁNIMO “Para mantener animado el corazón es necesario no descuidar estas dos vinculaciones constitutivas de nuestra identidad: la primera, con Jesús. Cada vez que nos desvinculamos de Jesús o descuidamos la relación con Él, poco a poco nuestra entrega se va secando y nuestras lámparas se quedan sin el aceite capaz de iluminar la vida (cf. Mt 25,1-13)… En este sentido, quisiera animarlos a no descuidar el acompañamiento espiritual, teniendo a algún hermano con quien charlar, confrontar, discutir y 9


discernir en plena confianza y transparencia el propio camino… La otra vinculación constitutiva: acrecienten y alimenten el vínculo con su pueblo. No se aíslen de su gente y de los presbiterios o comunidades. Menos aún se enclaustren en grupos cerrados y elitistas. Esto, en el fondo, asfixia y envenena el alma. Un ministro animado es un ministro siempre en salida”. Un corazón animado. Contemplando el Corazón de Jesús, podemos coger los dos vínculos fundamentales, a partir de los cuales Él vive su propia misión: el Padre Celestial y el pueblo. Los Evangelios nos muestran cómo, en la jornada típica de Jesús, se alternan y se entrelazan en un sabio equilibrio, el cuidado de la relación con Dios y la solidaridad activa hacia los hermanos. La caridad de sus gestos nunca está separada del silencio y de la oración, y el cansancio de un ministerio que no le deja ni siquiera el tiempo para comer nunca está desligado de la firme voluntad de retirarse aparte, en lugares solitarios, para cultivar el íntimo diálogo de amor con Dios Padre. Del mismo modo, el Sacerdote según el Corazón de Cristo es aquel que “habita” entre el Señor a quien ha consagrado su vida y el Pueblo al cual ha sido llamado a servir; él podrá vivir una fructuosa caridad pastoral, en la medida que no se apague en él la vida interior, la oración personal y comunitaria y el dejarse guiar en el acompañamiento espiritual. Para la reflexión personal: Al mostrar un espíritu de servicio y de entrega a los que más necesitan ¿he descuidado el acompañamiento espiritual? ¿Mi corazón sacerdotal está animado por una relación frecuente e intensa con Jesús y por el vínculo de la caridad pastoral hacia el pueblo de Dios?

Las cinco palabras propuestas para la Jornada de Santificación del Clero, tomadas de la Carta que Papa Francisco dirigió a los Sacerdotes el pasado mes de agosto, se refieren a un corazón sacerdotal realmente “consagrado” al de Cristo, es decir radicado en la relación personal con Él y por lo tanto configurado con Sus mismos sentimientos. 10


Como se ha revelado en ámbito psiquiátrico y psicoterapeuta acerca de algunos problemas de naturaleza moral y afectiva de la vida de los sacerdotes, la vitalidad y el cuidado de esta relación espiritual con Dios, unido al desarrollo de una buena madurez humana y de sanas relaciones interpersonales, constituye el mejor ambiente para la custodia del celibato sacerdotal y de la espiritualidad presbiteral. Lo que representa, por el contrario, un alto potencial de riesgo en la vida del sacerdote es lo que se ha llamado “déficit de intimidad”. Cada estado de vida, para ser abrazado completamente y protegido de incursiones amenazadoras, debe cultivar una particular “relación íntima” que valorice sus posibilidades y ponga de lado los riesgos: para un Sacerdote se trata de la amistad personal y cotidiana con el Señor. El presupuesto humano, psicológico y espiritual para el éxito de una vida sacerdotal, es la relación íntima con Dios. El déficit de intimidad no es otra cosa que la aridez de la vida espiritual y, de consecuencia, la disminución de aquella amistad profunda, interior y vital con el Señor, que constituye la base para la fecundidad personal y pastoral. El sacerdote que ya no reza con fidelidad y que descuida los elementos fundamentales de su relación de intimidad con el Señor acumula un “déficit” peligroso, que puede generar sentido de vacío, percepción de frustración e insatisfacción, dificultad en el manejo de la soledad, de las necesidades y de los afectos, hasta el riesgo de exposición en amistades y relaciones “externas” que, a ese punto, podrían derrumbar un edificio humano-espiritual ya marcado por diversas rajaduras. Para que el Sacerdote sea configurado con el Corazón de Cristo es necesario que el punto firme de su vida cotidiana y el fundamento de su estructura humana y espiritual esté constituido por aquel humus interior formado por la profunda amistad personal con el Señor, a partir de la cual el manejo de la propia vida, el celibato y la misión apostólica pueden ser psicológicamente vivibles y espiritualmente fecundos. 11


HORA SANTA POR LOS SACERDOTES Monición inicial: Jesús nos ha regalado el Ministerio Sacerdotal para consagrar toda nuestra vida a Él y guiar a los hombres hacia Dios. Hay necesidad de sacerdotes con los mismos sentimientos del Corazón de Cristo para que fortalezcan la vida de la Iglesia. Jesús necesita corazones puros. Por eso estamos aquí en oración, delante de ti Señor, delante de tu Padre Amado, en el Espíritu Santo porque estamos convencidos que, en cada uno de los sacerdotes, Tú te haces presente, Tú quieres actuar en el mundo, Tú quieres seguir salvando a la humanidad. Señor Jesús, danos sacerdotes según tu corazón. Exposición del Santísimo: Canto:

Oh, buen Jesús ¡Oh, buen Jesús! Yo creo firmemente que por mi bien estás en el altar, que das tu cuerpo y sangre juntamente *al alma fiel en celestial manjar (2) Indigno soy, confieso avergonzado, de recibir la santa Comunión; Jesús que ves mi nada y mi pecado, *prepara Tú mi pobre corazón. (2) Dulce maná y celestial comida, gozo y salud de quien te come bien; ven sin tardar, mi Dios, mi luz, mi vida, *desciende a mí, hasta mi pecho ven. (2) Pequé Señor, ingrato te he ofendido; infiel te fui, confieso mi maldad; contrito ya; perdón, Señor, te pido, *eres mi Dios, apelo a tu bondad. (2) 12


Espero en Ti, piadoso Jesús mío; oigo tu voz que dice “ven a Mí”, porque eres fiel, por eso en Ti confío; *todo Señor, lo espero yo de Ti. (2) ¡Oh, buen pastor, amable y fino amante! Mi corazón se abraza en santo ardor; si te olvidé, te juro que constante *he de vivir tan sólo de tu amor. (2) https://www.youtube.com/watch?v=QiCcqVzAtu8 Momento de silencio para meditar: (Se puede poner música instrumental) Oración: Oración de un Sacerdote Jesús, te doy gracias por el don del sacerdocio, al que me llamaste sin merecerlo. Sé que toda la vida es poca para darte gracias, y decirte que en Ti encuentro todas las respuestas que necesito en mi vida. Te pido que en mis momentos de confusión me ayudes, en los momentos de acción de gracias tenerte siempre presente, en la hora de mi muerte me asistas, me acompañes y me recibas en tu altar. Soy consciente que soy frágil y pobre, no me asusta la pobreza, pero temo de mi fragilidad; ayúdame con tu gracia a superar. Me llamas a ser santo y muy lejos me siento, pero soy consciente que no es cuestión de distancia sino de vida y de fe. 13


A ti Madre, Santa María, te pido de corazón, nos acompañes a todos los sacerdotes en las diversas etapas de nuestra vida, ayúdanos a que el “sí” de la ordenación nunca se aleje de nuestro corazón ni mucho menos de nuestros labios, que a tu ejemplo sepamos decir aquello que nos regalaste y confiaste: “Hágase en mí según tu Palabra”. Amén. Iluminación Bíblica: Jn.13, 2-9 El lavatorio de los pies «Durante la cena, cuando ya el diablo había metido en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Al llegar a Simón Pedro, le dijo éste: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde.» Replicó Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.» Le dijo entonces Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies; también las manos y la cabeza.» Palabra del Señor Momento de silencio para meditar: (Se puede poner música instrumental)

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Reflexión: Extracto de la Misa de la Cena del Señor. Papa Francisco. 09 abril 2020. La Eucaristía, el servicio, la unción. La realidad que vivimos hoy en esta celebración: el Señor que quiere permanecer con nosotros en la Eucaristía. Y nosotros nos convertimos siempre en sagrarios del Señor; llevamos al Señor con nosotros, hasta el punto de que Él mismo nos dice que si no comemos su cuerpo y bebemos su sangre, no entraremos en el Reino de los Cielos. Este es el misterio del pan y del vino, del Señor con nosotros, en nosotros, dentro de nosotros. El servicio. Ese gesto que es una condición para entrar en el Reino de los Cielos. Servir, sí, a todos. Pero el Señor, en aquel intercambio de palabras que tuvo con Pedro (cf. Jn 13,6-9), le hizo comprender que para entrar en el Reino de los Cielos debemos dejar que el Señor nos sirva, que el Siervo de Dios sea siervo de nosotros. Y esto es difícil de entender. Si no dejo que el Señor sea mi siervo, que el Señor me lave, me haga crecer, me perdone, no entraré en el Reino de los Cielos. Y el sacerdocio. Hoy quisiera estar cerca de los sacerdotes, de todos los sacerdotes, desde el recién ordenado hasta el Papa. Todos somos sacerdotes: los obispos, todos... Somos ungidos, ungidos por el Señor; ungidos para celebrar la Eucaristía, ungidos para servir. No puedo dejar pasar esta Misa sin recordar a los sacerdotes. Sacerdotes que ofrecen su vida por el Señor, sacerdotes que son servidores. En estos días, más de sesenta han muerto aquí, en Italia, atendiendo a los enfermos en los hospitales, juntamente con médicos, enfermeros, enfermeras... Son “los santos de la puerta de al lado”, sacerdotes que dieron su vida sirviendo. Y pienso en los que están lejos. Sacerdotes que van lejos para llevar el Evangelio y morir allí. Un obispo me dijo que lo primero que hacía cuando llegaba a un lugar de misión, era ir al cementerio, a la tumba de los sacerdotes 15


que murieron allí, jóvenes, por la peste y enfermedades de aquel lugar: no estaban preparados, no tenían los anticuerpos. Nadie sabe sus nombres: sacerdotes anónimos. Los curas de los pueblos, que son párrocos en cuatro, cinco, siete pueblos de montaña; van de uno a otro, y conocen a la gente. La cercanía sacerdotal. Sacerdotes buenos, sacerdotes valientes. Hoy los llevo en mi corazón y los llevo al altar. Sacerdotes pecadores, que junto con los obispos y el Papa pecador no se olvidan de pedir perdón y aprenden a perdonar, porque saben que necesitan pedir perdón y perdonar. Todos somos pecadores. Sacerdotes que sufren crisis, que no saben qué hacer, se encuentran en la oscuridad... Hoy todos ustedes, hermanos sacerdotes, están conmigo en el altar, ustedes, consagrados. Sólo les digo esto: no sean tercos como Pedro. Déjense lavar los pies. El Señor es su siervo, está cerca de ustedes para fortalecerlos, para lavarles los pies. Y así, con esta conciencia de la necesidad de ser lavado, ¡sean grandes perdonadores! ¡Perdonen! Corazón de gran generosidad en el perdón. Es la medida con la que seremos medidos. Doy gracias a Dios por la gracia del sacerdocio, todos nosotros agradecemos. Doy gracias a Dios por ustedes, sacerdotes. ¡Jesús los ama! Sólo les pide que se dejen lavar los pies. Texto completo: http://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2020/docu ments/papa-francesco_20200409_omelia-coenadomini.html Canto:

Tu nombre en mi pecho (Autor: Pablo Barragán) Basado en los escritos de la Beata Concepción (Conchita) Cabrera de Armida. Mi alma anhela pertenecer a Cristo, llevar su nombre grabado en mi pecho. Y así, sabiéndome suyo, gritar desde el fondo de mi alma: 16


Jesús, Salvador de los hombres, ¡Sálvalos! ¡Sálvalos! Jesús, Salvador de los hombres, ¡Sálvalos! ¡Sálvalos! https://www.youtube.com/watch?v=2mVjK8esTH4 Momento de silencio para meditar (Se puede poner música instrumental) Preces por los sacerdotes: Oh Jesús, que mostrando a tus discípulos los campos llenos de mieses y lamentándose de la escasez de ministros tuyos, les mandabas hacer oración para que el Dueño Divino enviase operarios a su mies. Hoy venimos a cumplir este deseo de tu Corazón, suplicándote que nos concedas muchos y santos sacerdotes. V/. Para que no deje de celebrarse la Santa Misa, para que tengamos siempre en nuestros templos la Sagrada Eucaristía, para que no nos falte Jesús en la Comunión. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes. V/. Para que haya intermediarios entre Dios y los hombres y nuestros pecados sean perdonados. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes. V/. Para que sean bautizados los niños, santificado el amor de los esposos y auxiliados los que dejan este mundo. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes. V/. Para que alejen a los demonios, para que rescaten a las almas del Purgatorio, para que alegren a los cielos. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes.

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V/. Para que los niños aprendan la fe salvadora, para que los jóvenes reciban protección y los adultos adquieran fortaleza. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes. V/. Para que todos, pobres y ricos, nos amemos como hermanos. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes. V/. Para que nuestros ojos vean a Jesús en sus ministros, para que nuestros oídos escuchen la divina palabra, para que nuestras almas reciban su consuelo. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes. Momento de silencio para meditar (Se puede poner música instrumental) Oración: V/. Les diste el pan del cielo R/. Que contiene en sí todo deleite OREMOS ¡Oh Dios!, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo, los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu Redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Bendición con el Santísimo Sacramento: Alabanzas al Santísimo Sacramento: Bendito sea Dios. Bendito sea su Santo Nombre. Bendito sea Jesucristo, Verdadero Dios y Verdadero Hombre. 18


Bendito sea el Nombre de Jesús. Bendito sea su Sacratísimo Corazón. Bendita sea su Preciosísima Sangre. Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar. Bendito sea el Espíritu Santo, Paráclito Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima. Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. Bendita sea su Gloriosa Asunción. Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre. Bendito sea San José, su Castísimo Esposo. Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos. Amén Reserva del Santísimo: Canto: Tú has venido a la orilla (Autor: Cesáreo Gabaráin) Tú has venido a la orilla no has buscado ni a sabios ni a ricos tan solo quieres que yo te siga. Señor, me has mirado a los ojos sonriendo has dicho mi nombre en la arena he dejado mi barca junto a ti buscaré otro mar. Tú sabes bien lo que tengo en mi barco no hay oro ni espadas tan solo redes y mi trabajo. Tú necesitas mis manos mi cansancio que a otros descanse amor que quiera seguir amando. https://www.youtube.com/watch?v=AuDR3KWp1Jc

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SOLEMNIDAD DEL “SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS” SALUDO INICIAL: MONICIÓN: Celebrar la Solemnidad del “Sagrado Corazón de Jesús”, es contemplar el Corazón de Cristo, símbolo del amor que Dios nos tiene. El Dios que no nos trata como merecen nuestros pecados, el Dios que es amor y que nos llama a amarnos como Él nos ha amado. También hoy, en comunión con la Iglesia Universal, nos unimos a la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes rogando a nuestro Señor Jesús, manso y humilde de corazón, conceda Santidad a los Ministros que Él ha elegido. ACTO PENITENCIAL: GLORIA: ORACIÓN COLECTA: Dios todopoderoso, concede a quienes, alegrándonos en el Corazón de tu Hijo amado, recordamos los inmensos beneficios de su amor hacia nosotros, merecer recibir una inagotable abundancia de gracia de aquella fuente celestial de los dones. Por nuestro Señor Jesucristo. PRIMERA LECTURA Lectura del Libro del Deuteronomio 7, 6-11 En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo: -«Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios; Él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. 20


Si el Señor se prendó de ustedes y los eligió, no fue por ser ustedes el más numeroso de todos los pueblos, pues son el pueblo más pequeño, sino, por el amor que les tiene y por mantener el juramento que había hecho a sus padres; por eso los sacó de Egipto con mano fuerte y los rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos, por mil generaciones. Pero paga en su persona a quien lo aborrece, acabando con él. No se hace esperar; paga a quien lo aborrece, en su persona. Pon por obra estos preceptos y decretos que te mando hoy». Palabra de Dios. SALMO RESPONSORIAL Sal 102 R. Tu misericordia es eterna Señor Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R. El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos; enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel. R. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas. R. 21


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 4, 7-16 Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación para nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en Él, y Él en nosotros: en que nos ha dado su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo como Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. Palabra de Dios EVANGELIO Lectura del santo Evangelio según San Mateo 11, 25-30 En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has 22


revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». Palabra del Señor HOMILÍA: Se ofrece este comentario y extracto de la homilía del Papa Francisco en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, 23 de junio 2017.

Para escuchar la voz del Señor es necesario hacerse pequeños. Lo recordó el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. El Señor nos ha elegido, se “ha implicado con nosotros en el camino de la vida” y “nos ha dado a su Hijo y la vida de su Hijo por nuestro amor”. Aludiendo a la Primera Lectura del día tomada del libro del Deuteronomio, en que Moisés dice que Dios nos ha elegido para ser su pueblo de entre todos los pueblos de la tierra, Francisco explicó el modo de alabar a Dios porque “en el corazón de Jesús nos da la gracia de celebrar con alegría los grandes misterios de nuestra salvación, de su amor por nosotros”, es decir, celebrando “nuestra fe”. De modo especial el Pontífice se detuvo en dos palabras contenidas en el pasaje bíblico, a saber: elegir y pequeñez. De la primera dijo que no hemos sido nosotros quienes lo elegimos a Él, sino que es Dios quien se ha hecho “nuestro prisionero”: “Se ha ligado a nuestra vida, no puede separarse. ¡Ha jugado fuertemente! Y permanece fiel en esta actitud. Hemos sido elegidos por amor y ésta es nuestra identidad. ‘Yo he elegido esta religión, he elegido…’: No, tú no has elegido. Es Él quien te ha 23


elegido a ti, te ha llamado y se ha unido. Y ésta es nuestra fe. Si nosotros no creemos esto, no entendemos lo que es el mensaje de Cristo, no comprendemos el Evangelio”. En cuanto a la segunda palabra, el Obispo de Roma recordó que Moisés especifica que el Señor ha elegido al pueblo de Israel porque es “el más pequeño de todos los pueblos”: “Se ha enamorado de nuestra pequeñez y por esto nos ha elegido. Él elige a los pequeños: no a los grandes, a los pequeños. Y Él se revela a los pequeños: ‘Has escondido estas cosas a los sabios y a los doctos y las has revelado a los pequeños’. Él se revela a los pequeños: si tú quieres comprender algo del misterio de Jesús, abájate: hazte pequeño. Reconoce que eres nada. Y no sólo elige y se revela a los pequeños, sino que llama a los pequeños: ‘Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y oprimidos: yo les daré descanso’. Ustedes que son los más pequeños, por los sufrimientos, por el cansancio… Él elige a los pequeños, se revela a los pequeños y llama a los pequeños. Pero, ¿a los grandes no los llama? Su corazón está abierto, pero los grandes no logran oír su voz porque están llenos de sí mismos. Para escuchar la voz del Señor, es necesario hacerse pequeños”. De este modo, se llega al misterio del corazón de Cristo, que no es, “como alguien dice” – recordó el Papa Francisco – una “imagencita” para los devotos: el corazón traspasado de Cristo es “el corazón de la revelación, el corazón de nuestra fe porque Él se ha hecho pequeño, ha elegido este camino”. El Santo Padre subrayó que la elección de humillarse a sí mismo y de “anonadarse hasta la muerte” en la Cruz “es una elección hacia la pequeñez para que la gloria de Dios se manifieste”. Del cuerpo de Cristo traspasado por el soldado con una lanza “salió sangre y agua” – agregó el Papa – y “éste es el misterio de Cristo”, en esta celebración de un “corazón que ama, que elige, que es fiel” y que “se une a nosotros, se revela a los pequeños, llama a los pequeños, se hace pequeño”: “Creemos en Dios, sí; sí, también en Jesús, sí… – ‘¿Jesús es Dios?’ – ‘Sí’. Y el misterio es 24


éste. Ésta es la manifestación, ésta es la gloria de Dios. Fidelidad al elegir, al unirse y pequeñez también para sí mismo: llegar a ser pequeño, anonadarse. El problema de la fe es el núcleo de nuestra vida: podemos ser tan, tan virtuosos, pero con nada o poca fe; debemos comenzar desde aquí, del misterio de Jesucristo que nos ha salvado con su fidelidad”. Francisco concluyó pidiendo al Señor que nos conceda la gracia de celebrar en el corazón de Jesucristo “las grandes gestas, las grandes obras de la salvación, las grandes obras de la redención”. Fuente: http://www.archivioradiovaticana.va/storico/2017/06/23/papa_h ay_que_hacerse_peque%C3%B1os_para_escuchar_la_voz_de_ dios/es-1320935 CREDO: PRECES: 1. Por la Iglesia, para siga siendo fiel depositaria de la fe y permanezca siempre en unidad y santidad. Roguemos al Señor. 2. Por el Santo Padre, el Papa Francisco y por todos los Obispos, para que el Espíritu Santo les conceda sabiduría para seguir acompañando al pueblo de Dios que les ha sido confiado. Roguemos al Señor. 3. Por los Sacerdotes, para que con los mismos sentimientos del Sagrado Corazón de Jesús muestren la caridad pastoral en su trabajo evangelizador. Roguemos al Señor. 4. Por los sacerdotes del mundo entero, para que cada día, en su vida de oración y servicio, alcancen su santificación junto a la comunidad que acompañan. Roguemos al Señor. 25


5. Por todos los Sacerdotes que se encuentran enfermos por muchas dolencias, y también por el COVID-19, concédeles Señor la pronta recuperación, sobre todo la salud del alma. Roguemos al Señor. 6. Por las vocaciones, para que los jóvenes, desde un buen discernimiento, respondan con generosidad a la invitación que el Señor les hace a la vida sacerdotal. Roguemos al Señor. 7. Por todos los sacerdotes que han fallecido, condúcelos al gozo eterno de tu gloria y ante tu presencia sean nuestros intercesores. Roguemos al Señor ORACIÓN DESPUÉS DE LAS OFRENDAS Mira, Señor el inefable amor del Corazón de tu Hijo predilecto, para que los dones que te presentamos sean ofrenda aceptable a ti y expiación de nuestras culpas. Por Jesucristo, nuestro Señor. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Señor, que el sacramento de la caridad encienda en nosotros el fuego del amor santo por el que, cautivados siempre por tu Hijo, aprendamos a reconocerle en los hermanos. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. BENDICIÓN FINAL CANTO

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